jueves, 25 de noviembre de 2021

CARCA: "Mi locura me tiene a salvo del poder del miedo..."


Si pudiéramos observar un laberinto desde arriba contaríamos con todas las comodidades para encontrar la entrada, la salida y el alivio inmediato de poder tomar desde esta perspectiva un plan estratégico. Ahora bien, dentro del laberinto cambia todo. En este caso, la única certeza sería la intención de búsqueda durante el recorrido.

Antes de ingresar a la vida nada nos plantea siquiera si estamos de acuerdo con ese decreto ajeno y todos tenemos eso en común, algo tácito que no consulta sino que plantea, además, un desafío: salir del laberinto a como dé lugar. Un poco antes, o un poco después, se sale a la fuerza hacia la recaída inevitable, como diría Julio Cortázar. Ese algo, sin informarnos absolutamente nada, nos inicia en el viaje en el que ya estamos… para seguir pensando en laberínticos recorridos vitales convocamos a Carca:

La búsqueda, como filosofía existencial, ¿es una herramienta que se forja?

Creo que la búsqueda es una condición nata. Un don que puede desarrollarse o no según las inquietudes del ser pero comparto la visión de creer que viene un poco por añadidura, y se desarrolla con las inquietudes, con la cultura, con los estímulos socioculturales entre relaciones humanas y, de hecho, no creo en un artista sin búsqueda como tampoco creo en un ser humano sin búsqueda, sin un anhelo completo, una meta, un proyecto, un deseo ulterior. Creo que todo eso es parte de esta chispa mágica que nos ha otorgado quien sabe quién o qué como afán y necesidad de torcer algún tipo de información o bien llegar a poder ser el vehículo para la transmisión de algún tipo de información que creemos necesaria.

Bifurcados, ciertos senderos se encuentran, que son siempre –citándote- los de quien sabe qué. En esta búsqueda, ¿no te pasa que percibís, como supo decir García Lorca “un pulso herido que ronda las cosas del otro lado”?

Creo que hay una simbiosis preliminar entre la obtención o concreción de la meta, en este caso “las cosas”, diría Lorca… Entiendo que hay una familiaridad con algo anterior. Incluso en el deseo que se presenta cuando dicha empresa se constituye en un hecho. Es ahí en donde creo que el buscador y su anhelo se reencuentran. No creo que sea la primera ocasión de ese encuentro. El creador y su bestia, su creación, se re-encuentran. Para mí la búsqueda corresponde a alguna especie de chip metido en nuestro ADN como información y como necesidad.

¿Y el miedo, Carca? A veces hacemos, o no, cosas por miedo. ¿No hay miedos que nos muestran por dónde o cuál es el camino para trascender lo que nos paraliza? ¿No es parte fundamental en la solución?

Creo que en mi caso particular, no tuvo ningún factor influyente en el diseño de mi destino, por llamarlo de alguna manera. La ausencia del miedo me ha constituido y me ha mostrado la parte heroica, la parte de la hidalguía de la vida. No me encontré con el miedo, ni de niño ni de preadolescente ni de adolescente. Quizás ahora a los 50 años lo que siento es reticencia hacia algunas situaciones o actitudes que habitan el mundo. El único miedo tangible que podría encontrar es el miedo a la maldad y violencia humana. Concretamente, ese tipo de reacciones arbitrarias y tiránicas de presidentes, dictadores, asesinos. Creo que he sabido transmutar el miedo en audacia, soy una persona netamente audaz en lo que concierne al diseño de mi destino. Incluso, como artista musical, no he hecho ni he dejado de hacer nada por miedo. Entiendo que mi desparpajo, desfachatez, inconsciencia es la que me fue empujando y motivando, junto con otros factores, a ser quien soy, quise o quiero ser. Lo mío es, básicamente, rebeldía. Entonces creo que mi locura me tiene a salvo del poder del miedo.

En El Nombre de la Rosa, el bibliotecario Jorge de Burgos (inspirado en Borges) dice: “La risa mata el miedo y sin miedo no hay fe”. ¿Qué lugar ocupa el humor en tu vida?

Recuerdo perfectamente la escena. Pero creo que el personaje se refería, estrictamente, a una fe cristiana que está relacionada con la puta esperanza. La esperanza, ese acto miserable de, justamente, esperar que otro, que no es uno mismo, venga a salvarte. El ser que se ampara en la esperanza se torna miserable. Esa es la gente, seguramente, muy devota de las religiones, sobretodo occidentales y, puntualmente, el cristianismo y sus derivados. Odio la esperanza. Ni siquiera tengo paciencia para esperar una respuesta, aunque positiva y constructiva, si de eso depende algún tipo de acontecimiento. Ese tiempo de espera me resulta tiempo muerto porque las cosas deberían ser más dinámicas. Entiendo que esa falta de dinamismo en las relaciones, en la coherencia, en la unión, y en la construcción de cosas buenas, es un factor determinante para el estado de cosas actual. En nuestro presente hay esperanza por todos lados pero no acción. Por un lado, la esperanza tiene que ver con falsas promesas, y por el otro, con una condición de miseria espiritual, y ahí ya me empieza a no gustar relacionarme con quienes la practican o la necesitan. La fe está relacionada con la confianza, con la seguridad, con el amor propio pese a la incertidumbre, la seguridad pese a la no certeza. Porque uno no es absolutamente visionario. Y con respecto al humor, entiendo que es como el Rivotril sano, como ese Soma de los pueblos que nos ampara, nos cobija, nos oficia de armadura, pero una armadura que solo nos protege de lo peor. El humor une y permite reírse de las cosas que realmente hay que reírse, no del otro.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia y que música se escuchaba en tu casa?

Lo más maravilloso que te puedo decir es que ese niño anhelaba las cosas que me han sucedido, y me suceden, en la vida. Eso es un regalo que creo que a muy pocos se les da. Quizás no fui demasiado ambicioso… (risas) Siempre le doy propina a la vida por lo que me dio, y siempre me quedo corto. Tuve la suerte de escuchar mucha música gracias a mi padre y madre. Ella me acercó a los primeros discos de Serrat que hoy conservo en mi corazón con mucho cariño. Pero, bueno, mi viejo era el desaforado de la música. Los viernes iba a la disquería y se traía 7 o 15 discos, lo que había salido esa semana. Entonces, en mi casa, se escuchaba de todo. Primero mi viejo fue usuario de vinilo, que era lo que había en esa época. Cuando salió el magazine, se pasó directamente a ese formato. El magazine desapareció muy rápido y quedó fascinado por el casete. Por eso gran parte de su discografía, lamentablemente, son casetes, no vinilos. Por suerte he escuchado de todo y he aprendido de ahí como se toca el bajo, la guitarra y la batería en varios géneros. Siempre me fascinó desmenuzar el cuadro de la música.

Y hablando de ese anhelo de niño, ¿qué pasó cuando te diste cuenta que la música era todo lo que querías?

Pasó lo que todos saben. Mis viejos no me reprimieron mi vocación musical ni mucho menos pero recuerdo que una vez cuando tenía 12 años tuve la oportunidad de tocar en una fiesta del Día de la Primavera en un colegio al mediodía. Como venía muy mal en el colegio, me habían impuesto una penitencia tácita. Yo estaba con mi abuela, porque mis padres laburaban, y la engañé saliendo por la ventana de la habitación. Así que esa picardía siempre me remite, con amor y ternura, a esa canción que toqué, a ese niño que se escapaba para tocar.

Desde tu experiencia en los escenarios, ¿qué carajo le pasó a la escena local?

Me atrevería a sostener que lo que nos ha pasado es la dictadura militar y todas sus infinitas consecuencias. Si nos ponemos a pensar en un mundo en donde cohabitaban Javier Martínez, Luis Alberto Spinetta, Miguel Abuelo, literatos como Copi, Bioy Casares, Cortázar; Oscar Alemán, el Instituto Di Tella, los artistas plásticos de esa época… ¿Cómo se comprende que ese mundo no haya sobrevivido? Bueno, hubo una dictadura militar en el medio, y el advenimiento de la democracia fue un poco cartón pintado para lo que tiene que ver con la cultura real. Hubo varias generaciones diezmadas por los militares, por el hambre, por la pobreza física, mental, intelectual, espiritual. Se han liberado todo tipo de drogas, absolutamente, nocivas generando una violenta dependencia. Obvio, que drogas hubo siempre pero en la actualidad son como una bomba que actúa sobre psiquis mal alimentadas, discriminadas, desclasificadas, ninguneadas. Hay varias generaciones que no han visto a sus padres trabajar. Pobres o ricos, las drogas siempre están en ambos estratos.

¿Qué pensás del paradigma al que llaman nueva industria musical?

Los paradigmas cambian constantemente. A veces solo para avivarnos y pegarnos un cachetazo que nos saque de la somnolencia del confort. Es necesario. No soy de esos que se quejan por el trap o demás. Esas circunstancias son inyecciones de energía renovada. Creo que debería ser tomado así, sobre todo porque viene de los jóvenes. No está bueno que los viejos denosten a los jóvenes… Yo no me permitiría estar jamás de ese lado.

¿Qué es la bohemia para vos?

De muy chico, a los cinco o seis años, le pregunté a mi madre qué era la bohemia porque era una palabra que me fascinaba. Y ella respondió que la bohemia era una corriente cultural de gente que, mayormente, se juntaba de noche. Gente que se junta a filosofar, a hablar de arte… Eso para mí fue un remolino de sensaciones todas juntas en la misma cabecita. Fue algo muy fuerte, tenía una fascinación absoluta y pensé “eso voy a hacer”.

¿Qué nos depara ahora tu carrera musical?

Mi futuro es una incertidumbre total, más o menos como la de casi todos los argentinos o los seres humanos. Pero, en cuanto a mi obra y mis canciones, estoy en un momento que tiene que ver con agrupar las composiciones y grabaciones, de estos últimos dos o tres años, en zonas estéticas distintas. Por lo que me sugieren, pautan, dicen, tengo dos medios discos… (risas). Así que tendría que terminarlos. En uno de ellos, hay un montón de colaboraciones. Por ejemplo, Javier Martínez, Julieta Venegas, Dante [Spinetta], Ema [Horvilleur], una armoniquista que se llama Jimena Monzón que me hace bailar el alma cuando toca. También, va a estar Graciela Borges, Alambre González, uno de mis guitarristas admirados y queridos; mi maestro de lap steel que se llama Pablo Hadida… En fin, siento que tengo canciones para dos discos bien diferentes. Veremos con el tiempo como se van decantando.


Mauro Feola