viernes, 15 de agosto de 2025

EL ARTE DE CONTAR, entrevista a Víctor Pintos


Víctor Pintos es un apasionado del periodismo. Tiene mucha memoria y desgrana recuerdo tras recuerdo en cada charla. Desde hace una década vive en Agua de Oro, un pueblito de 3000 habitantes en Córdoba, que “ni figura en los mapas”, según sus propias palabras. Aquí sigue haciendo lo que le gusta: Dedicarse a las artes y al viejo oficio de contar historias. Algunas de ellas forman parte del anecdotario del que se nutre su último libro: 66 historias que merecen ser contadasrecientemente lanzado por la Editorial Mil Campanas. El texto es una suerte de repaso de anécdotas y vivencias recabadas en 50 años de periodismo.  Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Roberto Goyeneche, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Litto Nebbia, Silvio Rodríguez, Rubén Blades, Teresa Parodi, Ricardo Soulé, Billy Bond, Pappo, Herbert Vianna, Joaquín Sabina y otros son algunos de los protagonistas del libro.

Pintos también es escritor, locutor y productor multimedia. Trabajó en las secciones espectáculos de los diarios Clarín, Página 12, Sur y La Razón. También participó en las revistas Expreso Imaginario, Humor, El Periodista y Rolling Stone. Con puntualidad casi inglesa se sienta a charlar con Intersticio Rock en esta linda nota…

ENTREVISTA > Cincuenta años en el periodismo, empezaste de chico, ¿no?

Sí. Empecé en los 70 cuando estaba terminando el secundario, haciendo radio en Olavarría, donde yo nací en 1958. Ahí me fue bien, en ese programa de radio, y un día conocí a León [Gieco]. Yo lo había llevado a Olavarría para que hiciera unos conciertos. Así nos hicimos amigos y en un momento me dijo: “¿Y vos no pensás irte a Buenos Aires?” Yo no lo había pensado hasta ese momento, pero me explotó la cabeza y me fui a Buenos Aires. Llegué en 1980 y tuve mucha suerte porque conseguí trabajo en medios muy interesantes de ese momento. Y siempre hicimos cosas juntos con León, por lo tanto es alguien muy importante en mi vida. La primera tapa que hice para El Expreso Imaginario fue una entrevista que le hice a él. Nos vimos toda la vida. Después yo formé parte del triángulo en el que se apoyó León para hacer el estudio Del Arco, junto a Osqui Amante. Hicimos un montón de cosas ahí, en ese estudio. Y todas cosas que nos gustaban: El último disco de Antonio Tormo, el primero de Abel Pintos, una colección de rarities de León, etc.

León te hizo el prólogo de este nuevo libro…

Sí, nunca le pedí nada y me decidí ahora a hacerlo. Y ahí cuenta la anécdota de cuando me conoció, aquella vez en Olavarría. Cuando llegó para hacer el concierto y se dio cuenta que el productor del mismo era yo, que era un pendejo… León no lo podía creer. Justamente, el sonidista de esa gira era Osqui Amante, que años después sería mi amigo. Osqui advirtió el detalle de que yo estaba pasando al aire “Like a Rolling Stone”, la canción de Bob Dylan. Entonces le dijo a León, por lo bajo: “Che, esto no pasa en las radios de Buenos Aires…” Ahí León me dijo que si iba a Buenos Aires yo podría laburar de periodista, y que él me iba a presentar a Spinetta. Y cumplió.

¿Cómo está conformado este libro de anécdotas, Víctor?

Son cincuenta años de profesión, en donde me la paso conociendo anécdotas. Me sale en forma natural. Hice entrevistas, hice encuentros, fui a conciertos, escuché discos. Hay gente que conocí mucho y otra que no conocí en toda mi vida, pero sé de historias. Este libro se hizo juntando historias que son de canciones populares que conoce mucha gente. Yo tengo muy buena memoria y además escucho a la gente, no es que todo me chupa un huevo. Por ejemplo, una vez Teresa Parodi me contó que “Pedro Canoero” no era correntino sino paraguayo. Ella lo había conocido una vez que salió a pasear por el lago Ypacaraí con el que era entonces su marido. Teresa me dijo que el canoero era paraguayo y les fue contando unas historias alucinantes. Ahora, cuando uno se imagina a “Pedro Canoero” se lo imagina como un canoero del Río Paraná, correntino, probablemente… Bueno, en el libro se cuenta la historia real de ese canoero que era paraguayo y que tampoco se llamaba Pedro.

Lo interesante del libro es la cantidad de músicos que hay…

Sí. Por ejemplo, una vez tuve la posibilidad histórica de viajar con Silvio Rodríguez. Justamente, nosotros pegamos buena onda por intermedio de Bob Dylan. Yo soy muy fanático de la música de Bob y resulta que Silvio también. Silvio, a pesar de ser cubano, tiene una gran devoción por Bob Dylan. Y nos pusimos a hablar de eso, de nuestros discos preferidos y demás, hasta que en un momento me dijo: “¿Sabés que yo escribí una canción sobre Bob Dylan?” Yo le pregunté: “¿Cómo?” Y Silvio me dijo que en la canción nunca lo nombraba a Bob, pero que estaba escrita como si él se lo encontrase a Dylan. Imaginate, eso ya era una historia. Un día, hablando por teléfono, me cuenta que había grabado esa canción. La gente no sabrá que canción es hasta que lea el libro, pero cuando lo hagan se van a dar cuenta que Silvio, efectivamente, en esa canción está hablando de Bob Dylan.

Increíble…

Bueno, eso le dio risa a León y por eso lo puso en el prólogo. Por eso, es un libro de historias. Por ejemplo, otra, una vez le hice una entrevista a Rubén Blades y también pegamos buena onda. Entonces, me dijo que si, cuando terminase la entrevista, no lo acompañaba a comprar unos libros por la Calle Corrientes. Yo le dije que sí, por supuesto. Le habíamos hecho la entrevista en el Hotel Bauen, ahí cerca de Callao y Corrientes y nos fuimos a recorrer librerías, entre Callao y el obelisco. Así que lo acompañé a Blades… ¡Lo acompañé a Rubén Blades, loco! Era un flash. El tipo andaba con guita, tenía una tarjeta de crédito importante, y se compró una pila de libros, todos escritos en español. Él vive en Nueva York, en donde todos los libros están en inglés. Entonces se compró las obras completas de Borges, las de Cortázar, libros de Octavio Paz, otros de García Márquez… Estaba fascinado el chabón. Y justo estábamos en la recorrida por las librerías y él me decía que cuando andaba por la calle en pantalones cortos nadie le daba pelota. Él me decía, “lo que pasa es que acá yo no soy conocido…” Yo le decía que no, que él era conocido. Pero Blades me decía que no, y la muestra estaba en que la gente no se paraba para pedirle una foto, un autógrafo. Entonces, con una pila de libros que había elegido en una librería, enfilo para la caja y le dijo a la cajera: “¿Vos conocés a Rubén Blades?” Y la chica lo miró, como diciendo “qué raro este tipo”, y le respondió: “No, no lo conozco…” Entonces, Rubén le retrucó: “¿Vos conocés a Pedro Navaja?” Y la chica le contestó: “Sí, claro…” Ahí Rubén le dijo: “Bueno, ´Pedro Navaja´ lo escribí yo. ¿Me vas a hacer una rebaja?” Fue toda una puesta en escena para contarme que su canción había sido más famosa que él. Eso está en el libro.

Cambiando de tema, ¿qué te gusta de la música actual?

La música va mutando, como siempre. Por ejemplo, los que dicen que el reguetón es una música que tiene letras muy procaces, para mí, en el fondo, son viejos que no leyeron adecuadamente la historia del rock. Porque, al principio, el rock se solidificó con letras que eran muy lascivas. Era música de negros. La gente venía del jazz y decía: “El rock n´roll es un género menor, las músicas son todas iguales…” Las bolas que son todas iguales, porque con el paso del tiempo vimos que eran distintas. Y el reguetón tampoco es todo lo mismo. En el reguetón está en una punta Tego Calderón y en la otra Daddy Yankee. Mirá lo que pasa con el rap. Todo se mezcla y todo se confunde. Y hay alguna gente que veo que habla sin propiedad sobre el hip-hop. Se confunden al rap o al reguetón con otras músicas. Me parece que hay una confusión muy grande. Hay muchos aficionados metiendo la cuchara en esto y eso hace que haya un montón de desconcierto. Y parte del desconcierto está creado por gente que ha llevado a otras a votarlo a Milei. Es increíble.

¿Y del rock actual, qué opinás? ¿Te gusta algo en particular?

Todo se rige por tiempos. Uno se cree que la música que escuchó a los 17 años es la mejor del mundo, y andá a saber si era así. A mí me gustan más los clásicos, me gusta Bob Dylan, The Police y me gusta Atahualpa Yupanqui también. El gusto es una cosa muy subjetiva.

Emiliano Acevedo

domingo, 10 de agosto de 2025

CAMINO AL ANDAR, entrevista a Gringui Herrera

Compositor y guitarrero, la vida de Gringui Herrera es un culto al trabajo y el sacrificio. Son casi 50 años de carrera en la ruta del rock. Tocó con varios de los mejores artistas de la música popular argentina y él mismo es un músico prolifero, versátil y constante, lleno de historias y anécdotas. Algunas de ellas están en esta nota…



ENTREVISTA> ¿Empezaste haciendo folklore cuando eras chico?

Claro. Cuando empecé a tocar iba a tercer grado de la primaria y apareció un profesor de guitarra en la escuela en donde yo cumplía doble escolaridad, y empezamos a practicar ahí música. Al principio éramos quince alumnos, la segunda clase éramos menos y después terminamos tocando tres, a los que el profesor nos enseñó folklore, zambas, chacareras, etc.; para tocar en los actos escolares. Desde esa época conozco los ritmos de la música folclórica argentina. Después fui recorriendo los caminos de otras músicas como Creedence, los Beatles, y otros grupos que fui descubriendo por la influencia de mi hermano mayor. Empecé a frecuentar gente que le gustaba el rock y así fui haciendo mi estructura musical.

En los 70 tuviste un grupo llamado Carolina, ¿tocaban rock tipo Rolling Stones?

Sí, era una banda de rocanrol nacional con letras en español con gente que les gustaba mucho los Rolling Stones, y hacíamos ensayos en el barrio de Floresta. Así nos presentamos en algunos teatros de la época: en el Teatro Del Carmen, en el Teatro Estrellas, etc. Éramos una banda under, no fuimos muy conocidos. Pero era una muy buena banda, yo era un poco más chico que los otros integrantes. Eran todos pibes de 22, 23 años y yo tenía 15 nomás.

Mirando revistas de la época como la Roll de 1977, nombran bastante a Carolina, como una de las nuevas promesas del rock…

Claro, incluso nos hicieron notas en Expreso Imaginario, en la Pelo, y demás. Era una linda banda pero nos disolvimos, porque era la época de la Dictadura y era muy difícil salir a tocar. Después hice un viaje con el bajista a España en donde seguimos con el proyecto. Grabamos algo allá, en donde también era muy difícil progresar. Fue una banda muy linda.

Y luego volviste a Argentina en 1980 y te enganchás con Andrés Calamaro a tocar y componer, ¿no?

Sí, totalmente. En realidad, a Andrés lo conocí en la secundaria en 1978. Luego, en el 79 viajé a España y él viajó a Estados Unidos. En el 80 nos reencontramos en Buenos Aires y empezamos a conectarnos para hacer música y así armar nuestros primeros temas juntos. Los cuales, algunos estuvieron en los primeros discos de Los Abuelos de la Nada, como “Así es el calor”, “En línea” o “Tristeza de la ciudad”. Eran temas que nosotros grabábamos juntos en un estudio. Andrés tocaba teclado y batería y yo bajo y guitarras. Hacíamos sobregrabaciones los dos juntos. Así empezamos a darnos a conocer en el ambiente musical. A los músicos les empezó a gustar lo que hacíamos y eso derivó en que a Andrés lo llamaran de Los Abuelos y yo también empecé a trabajar con algún que otro artista. Nuestro sueño era tocar y poder vivir de la música y así lo empezamos a hacer. Valió la pena el esfuerzo.

¿”Fabio Zerpa…”, el tema del primer disco solista de Andrés [Hotel Calamaro, 1984], es de esa primera época?

Sí, “Fabio Zerpa tiene razón” es de esa primera camada de temas que hicimos en el 80. Después, Andrés los lleva a su primer disco solista en donde los grabó con Charly, en donde él hizo un arreglo nuevo. Es una canción que tengo ganas de hacer de nuevo con la formación actual de Los Abuelos, en dónde estoy tocando junto a Gato Azul, el hijo de Miguel Abuelo. Me gustaría volver a grabarlo con nuestra impronta actual. Es un lindo tema.

¿Cómo era el proceso de composición con Andrés?

Los hacíamos entre los dos. Por ahí, yo tenía más ideas musicales y de melodías y después nos encontrábamos en su casa y entre los dos armábamos las letras de las canciones. Andrés también aportaba arreglos musicales y así iban saliendo las canciones. Siempre fue muy ameno el proceso de composición. Hacíamos un buen equipo y componíamos los temas con bastante facilidad. Luego los grabamos y algunos temas fueron bastante conocidos. Algunos me siguen dando de comer… [risas]

Tu hit de la época fue “Tristeza de la ciudad”…

Ese fue un tema que hice solo y forma parte de esa época de composiciones.

¿Cómo lo hiciste?

Inspirado por la música de Bob Marley, al que venía escuchando mucho desde mi época en España. Escuchaba bastante reggae y The Police y así salió. Me inspiró la vivencia de un día gris, de lluvia y de frío, tomándome un bondi en Chacarita con la gente. Así me salió la letra y llegué a casa y lo saqué en cinco minutos porque ya lo tenía en la cabeza. Se conjugó la letra con la parte musical. Está bastante explicito cual era el feeling que se vivía en el país en ese momento.

Eso fue en el año 80, ¿no?

Sí, por ahí.

“Así es el calor” también es un temazo…

Ese fue el primero que hice con Andrés. Todavía lo toco con Los Abuelos en vivo. Es un tema que gusta mucho, que la gente lo conoce y siempre es un placer tocarlo. Es un rocanrol bueno, potente y que la gente disfruta mucho. La letra del tema la hicimos entre los dos.

”En línea” también es de esa época, ¿no?

Sí, totalmente. Eran todas ideas que yo llevaba de mi casa a la casa de Andrés en Palermo y ahí las resolvíamos. Ese es otro tema que tengo ganas de volver a hacerlo. “Levantando temperatura” también, me gustaría hacerle una versión nueva más parecida a como era el tema originalmente, que era un rocanrol.

“La vi comprándose un sostén” y “Amor iraní” también son de esos años…

Sí, son temas que están en el recuerdo. Eran parte de las primeras grabaciones de la Elmer´s Band, que formábamos Andrés y yo a principios de los 80. El nombre vino porque yo le había contado a él que acá en mi barrio había un loco que se llamaba Elmer, un tipo que estaba de la nuca, entonces quedó la Elmer´s Band.

¿Y cómo llegaste a tu disco solista en 1984?

Eso surgió porque pasaba mucho tiempo junto a Cachorro López y Andrés, componiendo canciones, y pintó la posibilidad de hacer mi disco solista en el sello Interdisc de Pelo Aprile. Al principio lo iba a hacer con Cachorro, pero él viajó y lo terminé haciendo solo. Si bien no logré todo lo que habría querido, fue una linda grabación que me dejó lindos recuerdos. Me gustaría retomarla. Pero no creo que pueda porque las cintas que se usaron para grabarlo eran cintas usadas. En esa época no había tantas posibilidades de grabar de la mejor manera.

Ahí, al toque, te sumás a Los Abuelos en lugar de Gustavo Bazterrica…

Claro. Una vez había salido a andar en bicicleta y cuando volví mi mamá me dijo que había llamado Cachorro diciendo si no podía ir a hacer un show ese mismo día. Ese fue el primer show que hice con Los Abuelos en el conurbano. Empecé a tocar con ellos y después vino lo del Teatro Opera que quedó plasmado en el disco en vivo.

Sí, una presentación a todo trapo con ustedes maquillados y demás…

Sí, tal cual. Muy Culture Club… [risas] Fue muy divertido.

¿Cómo era trabajar con Miguel Abuelo?

Miguel era un tipo muy creativo, jodón y alegre; pero también tenía un carácter fuerte que era difícil de sobrellevar. De cualquier forma, nadie es perfecto y, dentro de todo, era una persona bastante accesible. Me acuerdo también de las visitas que hacía a su casa en esa época y estaba con él y con Gato Azul, su hijo, que en ese momento tendría 10 años. Así que a Gato lo quiero como si fuera un hijo. Eso está latente.

Después te sumaste a la banda de Calamaro solista, ¿no?

Sí, grabamos algunas cositas. No nos iba tan bien con el tema de los shows porque venía dura la mano. Todo cuesta mucho, la vida del músico no es un lecho de rosas, pero cuando hacés tu vocación, lo que te gusta, es maravilloso. Hay lindos recuerdos de muchas giras, mucho sacrificio, muchas horas de grabación, hicimos lo mejor que pudimos…

Yo soy fanático de esa época de Calamaro. ¿Podríamos hablar un poco de esos temas que hicieron juntos, como “Miro por la ventana” o “Por mirarte”?

Bueno, “Miro por la ventana” forma parte de la primera camada de temas que hicimos juntos, a principio de los 80, en la casa de Andrés en la calle Las Heras, en un piano que tenía que era más grande que su habitación... En cambio, “Por mirarte” surgió mucho después durante proyecto de una película que iba a hacer un amigo de Andrés, que creo que se llama Octavio. Hicimos una grabación piloto del tema en un estudio chiquito. Yo tenía la música y la completamos juntos, ahí sí Andrés hizo casi toda la letra. En esa época, algunas cosas salían así, sobre la marcha, otros eran temas que ya teníamos.

¿Y “Lamiendo un hueso”?

Es más un tema de Calamaro, en dónde yo lo acompañé. Él tenía la letra y yo lo ayudé a terminar la canción.

Después, en el 89, llega el disco Nadie sale vivo de aquí que es una gloria…

Estaba bueno ese álbum. Ahí ya participa Ariel Rot. Con él congeniamos muy bien, tuvimos muy buen feeling, nos complementábamos muy bien. Una época muy linda, con horas y horas de grabación y mucha dedicación por amor a la música.

En ese disco de Andrés tenés varios temas: “Señoritas”, “Con la soga al cuello”, “No me vuelvas la espalda por eso” y “Ni hablar”.

Eran todas cosas, grabaciones que iban saliendo. Andrés era un pibe que tenía el bocho bastante abierto. Yo aportaba ideas musicales que lo ayudaban a terminar letras que él escribía y no tenían música. Algunos son zapadas, como “Señoritas”, a las que le dimos forma ahí en el momento. “No me vuelvas la espalda por eso” también, aunque venía de ese proyecto anterior de la película, junto a “Por mirarte”.

Después que Andrés se va a España, ¿con quién tocaste?

Con Nito Mestre, Man Ray, también algunos shows con León Gieco, en los que reemplacé al Gordo [Eduardo] Rogatti.

Luego llega lo de Fito Páez…

Sí, me llamó e hice la última parte de la gira de El amor después del amor, luego todo el proyecto Circo Beat, también participando de la grabación del disco en un par de temas; siempre siguiendo rigurosamente las indicaciones del maestro Fito Páez.

¿Es complicado para laburar? ¿Es muy rígido?

No, no, pero es un tipo que es muy exigente y capaz. Es de la escuela de García, en donde ya está estipulado lo que va a tocar cada uno, ya está todo previamente pautado. Es impresionante, yo aprendí un montón laburando con Fito. Pero hay que bancársela, y hay gente que no se la bancaba. Hay gente que él convocó y se fueron dando un portazo porque tenés que adaptarte a esa manera de laburar que no es tan fácil.

¿Fito fue el tipo más exigente de todos los que laburaste?

Sí, creo que fue el más exigente. Con otros, por ejemplo con Alejandro Lerner siento que tengo más libertades, si bien hay cosas que están estipuladas, yo tengo bastante libertad para tocar. Con Fito, en cambio, tenía que hacer ciertas cosas y no salirme de ahí.

Después volviste a tocar con Calamaro, en la época de Honestidad brutal

Totalmente. El último día de la gira con Fito me encontré con Andrés en Rosario en una estación de servicio. Él había venido de invitado de Fito a sus últimos shows y me propuso volver a tocar juntos. Ahí empezamos a hacer el proyecto de gira de Alta suciedad. Hicimos esa gira, que fue un poco caótica, y después empezamos con la composición “violenta y precoz” de Honestidad brutal. Empezaron a salir muchas canciones, muchas lindas y otras no tanto, con amor por la música…

Vos tenés temas en Honestidad brutal y El Salmón

Sí, “Output - Input” es de El Salmón. Ese fue un riff que se me ocurrió a mí viniendo de mi casa en Ramos Mejía en mi Ford Fairlane. Cuando llegué a la casa de Andrés en la Recoleta, lo terminamos al toque. Gran tema.

En esa época estaba mucho el Cuino Scornik aportando sus letras…

Claro, él es un amigazo y también participó de la parte de la letra de ese tema que abre el disco.

Una época caótica pero muy productiva…

Exactamente. Pero caótica mal.

Después de eso, ¿qué hiciste?

Yo quedé medio colgado, porque nadie me dijo que no íbamos a laburar más. Me enojé un poco, no más de lo normal, y después que tuve mi segundo hijo empecé a componer una serie de canciones y lo fui a ver a Cachorro a mostrárselas porque él ya estaba trabajando de productor. Él me dijo que no sabía muy bien qué hacer con eso, porque ya estaba todo armado… Pero él justo estaba grabando un disco de Lerner y me invitó a grabar un tema, que se llama “Animales de costumbres”. Ahí hablé con Alejandro, al que conocía hacía más de veinte años y nos reencontramos y ahí empecé a trabajar con él. Así recuperé mi laburo de músico. Ahora ya hace 22 años que estoy tocando con Alejandro.

¿Cuáles son tus influencias como guitarrista?

Yo no le doy mucha bola a los efectos. Me gusta mucho escuchar a Johnny Winter, Pappo, Rory Gallagher, John Mayall, los Beatles, Deep Purple, El Dúo Salteño… Todas influencias muy variadas en lo estilístico.

¿Cuáles son tus violas preferidas?

La Stratocaster, la primera que tuve y después me gusta mucho la Gibson SG que es la que uso ahora. La Les Paul también me gusta, pero la SG es un poco más liviana y versátil, en mi opinión. También me gusta mucho la [Gibson] 335, pero son guitarras que son muy delicadas para andar de gira porque son de madera hueca y son fáciles de romper.

Tenemos una pregunta vicio que te quiero hacer a vos: ¿Qué tema de otro autor te hubiera gustado componer a vos?

“Umbral” de Spinetta. Me encanta, es uno de los temas que más me gusta. Hay muchos temas del rock argentino muy buenos como “Solo se trata de vivir” de Litto Nebbia, “Rasguña las piedras” de Charly García… Pero elijo “Umbral”, porque es muy profundo y musicalmente tiene todo lo que necesita un tema para ser bueno. Aparte su interpretación es genial.

¿Tocaste con Luis?

Sí, hemos hecho alguna zapadita. Hemos compartido alguna cena y era un tipo muy amable, muy divino y alguna vez le he tocado “Umbral” y él me miraba y se sonreía. Porque yo uso tonos comunes y él no hacía ni un tono común. Igual, la esencia del tema estaba… Era un tipazo y tiene mi admiración eterna.

¿Tenés anécdotas con los otros referentes del rock argentino?

Para mí el número uno es Litto Nebbia. Se lo dije a él y lo sigo pensando. Después vienen todos los demás: Charly, Spinetta… Pero el número uno es Litto. Yo soy fiel a mis convicciones.

Emiliano Acevedo