Luego
de trabajar durante treinta años para Columbia Records, Miles Davis decidió
cambiar de compañía discográfica y pasó a Warner. Corría el año 1985 y el
legendario trompetista estaba buscando la forma de dar un nuevo volantazo
creativo, una vuelta de tuerca más a las que ya había dado en su magistral
carrera, en donde siempre persiguió nuevas sonoridades.
Como
sabemos, durante toda su carrera, Davis supo rodearse de extraordinarios
músicos, a los cuales sabía perfectamente como extraerles su mayor potencial
sonoro e interpretativo. Desde su afamado quinteto de mediados de la década del
cincuenta, con los saxos geniales de John Coltrane y Cannonball Adderley,
pasando por sus distintas formaciones de las dos décadas siguientes. Bajo la
tutela de Miles pasaron músicos de la talla de Bill Evans, Herbie Hancock,
Wayne Shorter, Chick Corea, Dave Holland y Keith Jarrett, solo por nombrar
algunos, los cuales lograron una afamada carrera solista a posterior.
En
el caso de su primer trabajo en Warner, el productor sería el multiinstrumentista
Marcus Miller, quien
ya había tocado junto a Miles a principios de los ochenta. Por supuesto, ahora
la historia era diametralmente opuesta: Miller pasaba a estar al mando y debía
darle las órdenes a Miles, lo cual no era una tarea sencilla. La mayor parte de
la música de este álbum, provisoriamente intitulado Perfect Way, sería
compuesta por Miller, bajo la supervisión de Miles, y se incluyeron algunos
arreglos del pianista George Duke, por sugerencia de Tommy LiPuma, productor de
Miles en Warner. Una vez avanzado el proyecto, se decidió que el disco tuviera
como título Tutu, en homenaje al sacerdote sudafricano Desmond Tutu, ganador
del Premio Nobel de la Paz en 1984, por su incansable lucha contra el Apartheid.
Para
la grabación del álbum no fue necesario contar con una banda en el estudio, ya
que el propio Miller, con ayuda de Jason Miles, se encargó de programar la
mayoría de los teclados y sintetizadores, que sirvieron de bases sobre las
cuales Miles volcaría sus pasajes melódicos y las improvisaciones de cada
pieza. Irónicamente, Tutu terminaría siendo uno de los más polémicos trabajos del
trompetista, ya que para los puristas del jazz, estos nuevos sonidos
programados y electrónicos no formaban parte de la esencia del jazz, donde el
baterista debía tener cierto groove para tocar, mientras que las máquinas le
daban una textura más gélida a las composiciones.
El
disco comenzaba con la pieza que le daba título, “Tutu”, en donde se destacaba
el bajo de Marcus Miller y una perfecta melodía, en donde Miles -con los
arreglos orquestales programados de los sintetizadores- desarrollaba una pieza
alegre y melancólica a la vez. En “Tomaas”, el único tema del álbum compuesto
por Miller y Miles, se destacaba el diálogo de la trompeta Harmon de Miles pregrabada, junto al saxo soprano de Miller. Por su
parte, “Splatch” fue el tema de más bailable y pegadizo del disco. Más tarde
llegarían las versiones de dos temas de George Duke: “Backyard Ritual” y
“Perfect Way”, que contaban con una estructura de típica canción pop. Por el
contrario, al final del disco, Davis daba un volantazo estilístico con la inclusión
de dos temas más de Marcus Miller: el pseudo reggae “Don’t Loose Your Mind” y “Full
Nelson”, dedicado a Nelson Mandela (que aún era preso político en Sudáfrica),
un tributo con ritmo de rock bien marcado.
Por
aquella época, Prince -quien admiraba la obra de Miles Davis y también grababa
para Warner- envío una cinta con una canción para que sea incluida en el disco,
pero fue desestimada, ya que no coincidía con la tónica que la dupla Miller/ Miles
buscaban para el disco. De todas formas, Davis siempre admiró la música del
genio de Minneapolis.
Hoy,
a más de 30 años del lanzamiento de Tutu, se puede decir que quizás este no
haya sido el mejor trabajo de Miles, pero, sin dudas, en los años posteriores –y
más, luego de la muerte de Davis en 1991- terminaría influenciando a muchos
músicos que siguieron la senda de este enorme trompetista y compositor, que
siempre se mantuvo experimentando y sin repetir las fórmulas.
Leandro
Ruano
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