jueves, 21 de noviembre de 2024

VUELA ALTO, WILLY...


Cada vez que muere un artista que admiramos mucho, es común sentir una profunda tristeza, como si ese ser que ya no está hubiese sido alguien de la familia, o un amigo cercano. En el caso de los músicos, seguramente, se piensa en su obra, en algunos de sus discos, o en alguna canción suya en particular, que nos acompañó en nuestras experiencias vitales individuales. Se recuerdan esos pequeños momentos de escucha atenta que hicieron crecer en nosotros la admiración que sentíamos hacía esa persona. Por eso, no es difícil imaginar cuanta gente, cuantos fans del rock, se habrán sentido así de tristes y melancólicos este aciago jueves 21 de noviembre de 2024, cuando se enteraron que Willy Quiroga había dejado de existir. De pronto se apagaba la vida de uno de los músicos más carismáticos y legendarios del rock argentino.  

Su nombre real fue Wilfrido Aníbal Quiroga y, durante sus 84 años de vida, fue mucho más que el fundador, bajista, cantante, líder, y compositor de Vox Dei, uno de los grupos leyenda del rock argentino; Willy también fue un personaje con el que era muy grato encontrar para charlar de música, de anécdotas, y de otras historias más. Por suerte lo pude entrevistar en varias oportunidades y en todas me dejó sinceras declaraciones que daban cuenta de su carácter de persona cabal. Un Grande con mayúscula. En esta nota recopilamos lo mejor de esas notas. ¡Gracias para siempre por tu obra imperecedera, Willy!

 LOS PRIMEROS AÑOS

"Empecé haciendo folklore, a los 18, 19 años. Se dio que había conseguido una guitarra, comprándosela a un hombre que estaba muy enfermo de la bebida. Yo siempre lo veía borracho, en un boliche, y con una guitarra a la que golpeaba. La guitarra se le caía, alguno la pateaba, no sé... Y un día se me dio por decirle –no sé porque, ya que yo no tocaba ningún instrumento, lo único que hacía era cantar-: “Eh, la vas a romper” Y él: “Bueno, que importa...” “¿No me la vendés?” Y así fue. Le compré una botella de vino y me fui con mi guitarra. La llevé a un Luthier a que la arregle, y, luego, un profesor me enseñó piezas típicas del folklore como “Zamba de Vargas”. Como soy una persona bastante intuitiva, aprendí muy rápido. Tengo la suerte de ser muy observador y tener buena memoria, por eso, en menos de un año de estar tocando la guitarra ya estaba en un grupo folklórico. Ahí, cantábamos, haciendo armonía a cuatro voces. Fue una experiencia que me sirvió para aprender mucho. Después, cuando tenía 20 años, vino un amigo a preguntarme si no quería aprender a tocar el bajo. El mismo me enseñó, y me trajo un bajo que había hecho un amigo suyo, que, en realidad, era un cacho de madera con unas cuerdas... Con este chico aprendí a tocar en el bajo algunos rocks, unas cumbias lindas de aquella época, cosas de Los WawancoLos Cinco del Ritmo. Así, conseguimos unos shows en los carnavales, en donde tocábamos dos secciones: empezábamos tocando cumbia y luego rock. Cuando llega el 62 –yo tenía 22 años-, escuché a los Beatles, y me enloquecí de la misma forma que le pasó a todo el mundo, y fui a comprarme una guitarra eléctrica. Me compraba las partituras de los Beatles, y cantaba los temas en inglés. En esa época también empiezo también a componer temas. Seguí con eso, hasta que por el 64, 65, me mudo a Berazategui. Ahí armo una banda, donde con otro chico hacíamos temas de los Beatles, mientras que también hacía folklore con mi amigo Chango Castro, un muy buen cantante y compositor. Con el Chango, componíamos temas muy lindos. A la gente les gustaba mucho lo que hacíamos, cuando tocábamos en vivo, pero, comercialmente, lo único que conseguíamos era comida y bebida, desgraciadamente. Hasta que, una noche, me vinieron a buscar los futuros Vox Dei. Ellos estaban armando la banda y les faltaba un integrante…”

SU INGRESO A VOX DEI Y SU VUELTA AL BAJO

“Los chicos, en principio, querían que yo tocara la guitarra. Ricardo Soulé era el bajista. Hacíamos temas de los Beatles, los Byrds... Hasta que un día se plantea la idea de hacer temas nuestros. Entonces, en un momento dado, Ricardo me quiso mostrar un acorde que yo no conocía, y le pasé la guitarra, porque no entendía su explicación sobre cómo se tocaba, para que directamente lo tocara él. Y así fue, Ricardo siguió con la guitarra, ¿y yo que hacía? Bueno, me volví a colgar el bajo, y no me lo descolgué nunca más...”

MANDIOCA, EL PRIMER SELLO

Ahí llegamos por intermedio de Luis Alberto Bufoni, un chico que trabajaba con Jorge Álvarez y Pedro Pujó. Nosotros habíamos grabado un demo –por intermedio de un cantante melódico, al que habíamos acompañado, como pago- que tenía el tema “Gimme Some Lovin” (del Spencer Davis Group) y “When a Man Love a Woman” (de Percy Sledge). A ese demo lo empezamos a mover, sin muchos resultados, hasta que amigo me da una tarjeta de este chico Bufoni, y lo llamo por teléfono. Cuando le llevamos el demo, nos dijo que le gustaba mucho, salvo que estaba en inglés. “Fíjense lo que se está haciendo ahora”, dijo, y puso a Manal. Bueno, cuando escuchamos a Javier Martínez nos quisimos matar. Nos encantó, pero no nos sentíamos todavía con el  coraje suficiente como para animarnos a cantar nosotros también en castellano. Luego ocurriría aquella famosa anécdota con Luis Alberto Spinetta en el (Teatro) Payró, cuando nos dice que no entendía como, si teníamos todo un idioma a nuestra disposición, seguíamos cantando en inglés. Eso nos terminó de convencer, e inmediatamente pasamos todo el material que ya teníamos hecho en inglés, al castellano. Así, mi primer tema compuesto para Vox Dei: “Bitter Sugar” se convierte en “Azúcar Amargo”; lo mismo que ocurre con los de Ricardo. Y grabamos Caliente (1970), un disco que tiene dos o tres temas clásicos que aun hoy seguimos tocando, sí o sí, siempre en nuestros shows.    

VOX DEI, EL COMIENZO DE UNA LEYENDA

“Yo le puse el nombre a la banda, como a todos los grupos en los que estuve. Antes de Vox Dei, nos llamábamos Mach 4, porque era la velocidad del sonido, y además porque éramos cuatro. Después, como a Jorge Álvarez Pedro Pujó no les gustaba ese nombre, porque en ese momento había bandas con nombres como Conexión Número 5Cuarta DimensiónLa Sociedad de los Siete, todos con números, me pidieron que le buscara otro nombre a la banda. Así, agarré un librito y veo la frase “Vox Populi, Vox Dei”. ¡Ese es el nombre! A Ricardo no le gustó, Godoy dijo que lo más importante era la música y no el nombre, y Rubén me dijo: “Está bueno, pongámosle ese nombre. Total, si no nos gusta, más adelante, lo cambiamos”. (risas)

LA BIBLIA, UN CONTRATO LEONINO…

Sí, nunca vimos plata. Yo creo que de La Biblia hemos vendido millones de copias, y -a un peso que es lo que nos hubieran dado por cada disco vendido- ahora seríamos millonarios. Pero no me importa, porque somos millonarios en amigos y en respeto. Yo pienso que fue el disco más vendido de la historia de la discografía argentina, y también el más mal pagado... Si querés darte cuenta de esto es fácil. La misma gente te lo dice. Es un disco que lo tienen todos. Es más, hay gente que lo compró dos, tres o cuatro veces. ¿Por qué? Porque se lo robaron, desapareció, o se rayó, y tuvieron que volverlo a comprar. Hay gente que lo tuvo primero en vinilo, luego en casete, y luego en CD. Se sigue vendiendo un montón. Aun hoy, (la compañía) Diapasón, que es la que tiene los derechos, me liquida las ganancias por las ventas de La Biblia, en forma trimestral. No, no hay registros. En esa época, todo en Argentina funcionaba -en casi un 70%- en negro. No había AFIP, no había un corno. Existían contadores que dibujaban todas las cifras de lo que había que declarar. Entonces, vos vendías 1000 unidades y te decían que habías vendido cuatro. En ese momento los que manteníamos a la compañía Disc Jockey éramos tres artistas: Charles AznavourPepito Pérez, y Vox Dei. Imagínate, que si a Pepito Pérez le dibujaban los números, diciéndole que había vendido 1000 unidades, cuando en realidad había vendido 5 veces eso, a nosotros, que vendíamos muchísimas más copias que él, directamente nos masacraban... Pero no había forma de hacer nada, porque no había ningún abogado que pudiera abrir los libros contables y hacer un balance a conciencia de cuanto se había vendido.”

LOS TEMAS QUE COMPUSO…

“Todos los temas que compuse me definen a mí. Desde “Loco, hacela callar” hasta “Total que más da”. Y te digo de donde vino la inspiración para hacerla. Nosotros teníamos que hacer nuestra primera gira a Mar del Plata, y teníamos nada más que los 9 o 10 temas del material de nuestro primer álbum para presentar en ese show. Y este tema (“Total, qué más da”) no tenía letra. Inventaba una letra medio en camelo, en inglés, y cantaba encima de esa música... Hasta ahí nadie me había dicho nunca nada de esa canción. Hasta que llega esta gira, e íbamos por la ruta en nuestro micro alquilado rumbo a la Costa, y yo iba mirando por la ventana los postes que pasaban, y pasaban... Pensaba: “¿Qué carajo voy a cantar hoy?”. Mientras que PujóÁlvarez, y los demás, estaban del otro lado, divirtiéndose, jugando a las cartas, tomando cerveza, jodiendo. Hasta que, de repente, viene el pibe que hacía de manager nuestro y me pregunta que me pasaba, porque no me unía a la joda. Le cuento que estaba preocupado porque no sabía que cantar, y que también tenía un tema al que no sabía que letra ponerle. A lo que él me dice: “No te calentés, vos siempre salís adelante...”  Y así fue que empecé: “Sigue siempre adelante sin mirar atrás...” Yo no sé si fue la mejor letra que escribí en mi vida, pero demuestra lo que yo pienso y lo que él me dijo: “Dale para adelante, atrás no hay nada”. Hubo gente que, cuando la escucharon, interpretaron que la letra decía que uno tenía que trepar como sea, pisándole la cabeza a los demás, sin que te importe nada. Aunque cada uno puede pensar lo que quiera, la canción no tenía nada que ver con eso, ni fue esa mi intención.”

JEREMÍAS…

“En “Jeremías…”, yo estaba componiendo la música, y tocaba y tocaba pero no se me ocurría nada para cantar. Mientras tanto Ricardo pasaba y me miraba. Hasta que me pregunta si tenía alguna letra compuesta para lo que tocaba. Cuando le dije que no, él me dijo si no quería que le pusiera una letra y acepté. Y salió con Jeremías, que era uno de los profetas, que terminó muy mal porque terminaron matándolo. Jeremías peleaba por su pueblo. Por eso dice: “Se acabaron las mentiras, esto no va más”. Una letra que nunca fue tan real como ahora, ¿no? [risas] Es una letra que no ha perdido vigencia para nada. Es un tema que en el momento que salió, todo el mundo dijo “whooow”… Por ejemplo, Rubén [Basoalto] remarcó el ton pesado, haciendo regrabaciones, lo que le dio más contundencia. Fue lo más pesado que había en esa época, no había nada más pesado que “Jeremías, pies de plomo”.

SU ALMA DE ROCANROL

“Si vos escuchás la obra de Vox Dei, yo generalmente soy el autor de todos los rocks. Tengo “Total que…”, “Compulsión”, “Es una nube…”, “Azúcar amargo; son todos rocks. Yo era el más rockero y él el más lírico, si se quiere. Ricardo es de Piscis y yo de Tauro, capaz que tiene que ver con eso. Los de Piscis son más volados, como es el caso de Spinetta. Los de Tauro somos más rocanrol, más tierra.

ES UNA NUBE, NO HAY DUDA…

“Yo tenía un amigo que era psicólogo y estaba casado con una modelo muy conocida y nos juntábamos en una casa en Vicente López a escuchar música y a hablar y un día este tipo estaba mirando por la ventana y dijo: “Es una nube, no hay duda. Se mueve como una nube.” Esa frase me pareció muy loca y me quedó resonando en la cabeza. Y se me ocurrió que a partir de ahí podría seguir una letra, dibujando cosas, para que nadie se diera cuenta de lo que quería decir…”

LOCO, HACELA CALLAR…

“Se me ocurrió a partir de conocer a una persona que hablaba, hablaba y tenía la respuesta para todo. El tipo sabía, daba consejos, etc. Un tipo repelente que se mofaba de todo. Así que escribí un tema de acuerdo a eso. Yo tuve un problema con esa persona -sin llegar a las piñas, claro- porque pensábamos distinto. Aparte yo había leído en (el poema) Desiderata: “Camina plácido entre el ruido”. Es decir, que entre toda la parafernalia de cosas uno tenía que seguir adelante, tranquilo, sin dejar que te involucren en determinadas cosas en las que vos no querés estar…”

EL PRESENTE DEL ROCK…

“Una banda puede ser masiva porque vende muchos discos, y todo eso, pero también hay un refrán muy típico que tenemos acá que es “los pingos se ven en la cancha”. Porque cuando ves tocar en vivo a muchas de esas bandas no entendés porque son tan masivas. Capaz que no suenan como corresponde pero, sin embargo, la gente está tan enceguecida y, prácticamente, ni escuchan lo que estos grupos hacen. Tampoco me quiero poner en un papel crítico e incisivo pero te puedo asegurar que nosotros, cuando nos vamos de gira, nos encontramos con grupos del interior que suenan muy bien, que tienen letras muy importantes pero que no van a llegar jamás a ser conocidos. Entonces, los termina rodeando una sensación de frustración increíble y, culturalmente, es una lástima que esas bandas no puedan trascender. Porque, si eso pasara, pienso que cambiarían muchas cosas.  

Pienso que siempre fue difícil. En la época que empezamos nosotros era difícil porque no había instrumentos ni equipos. Y tampoco había medios de difusión ni discográficas que se ocuparan de promover las bandas. Y hoy, hay tantas bandas que se hace difícil que alguna saque la cabeza y se destaque. Algunas suenan bien, nosotros somos amigos de varias, pero hay muchas que se parecen entre sí. Aparte no existen más las grabadoras. Todo ha cambiado. También, se acabó eso de tener toda la discografía de una banda. Ahora se escuchan temas salteados, no un disco entero.

Emiliano Acevedo

miércoles, 13 de noviembre de 2024

¡FELICES 10 AÑOS, INTERSTICIO ROCK!

 

Hace más de una década ya, la idea de afrontar un proyecto de periodismo de rock auto gestionado me asustaba. No por la pasión y dedicación que ello implica porque de eso me sobra sobre todo si hablamos de música. Pero sabía que ser melómano empedernido no alcanzaría para poder elaborar contenido para una propuesta que pretendía ser un medio periodístico. Sin embargo, desde esa pasión empecé a diagramar y cranear las secciones, a pensar el nombre del sitio y su logo, a abrazar un concepto o línea editorial desde la que escribir y seleccionar artistas que me cuenten algo de su obra y vida. Así hace 10 años nacía Intersticio Rock. ¿Por qué un blog? Porque entrevisto largo y escribo largo. Porque soy de una generación que no se termina de acostumbrar a la velocidad y mucho menos en cuestiones que involucran los sentidos y las emociones.

Este proyecto de escribir sobre una de mis mayores motivaciones vitales me llevó a conocer personalmente a "súper héroes" a los que vi en toda su humanidad, a hablar con ellos de igual a igual en una cofradía implícita de almas sensibles. Ese, es, probablemente, el mayor baluarte que esta empresa me deja. 

Compatibilizar mi trabajo asalariado (en una actividad que nada tiene que ver con el sitio) con la dedicación necesaria para elaborar contenidos fue, y es, una tarea compleja y ardua pero siempre que le pongo el punto final a una nota/entrevista y la publico, la satisfacción se hace carne en mi cuerpo.

En todos estos años tuve mucha ayuda, porque si vas solo llegás alto pero si vas acompañado llegás lejos, para poder sostener el barco de la motivación, de la calidad pretendida y de la constancia. Aquí, entonces, mi agradecimiento a Romi Rey, Silvia Tapia, Alejandro Tófalo, Mauro Feola, Ariel Tenorio, Fabián Mattiazzi, Gabriel Gori, Nacho Melgarejo, Leandro Ruano, Elena Rodríguez, Armando Tabacchi, Carolina Calcagno, Grace Santos, Mariano Nieva, Hernán Cacace, Patricio Fernández Abregu, Silvina Ghiselli, Elmer Toons, Gustavo Rosatto, Juan Irurueta, Javier Tucci, Néstor Pousa, Raúl Astorga, Daniel Mundo y Marcelo J. Silvera.

A los lectores, GRACIAS, porque la sola lectura de mis notas habla de su reconocimiento y el relevamiento de los datos estadísticos que la plataforma permite así lo validan.

Para Intersticio Rock, generosamente, nos dieron ENTREVISTAS desde artistas callejeros o del under, jóvenes promesas (que se fueron haciendo realidades en la escena artística en el trascurso de estos años), artistas consagradísimos, periodistas, escritores, productores reconocidos, etc. A ellos, mi afecto de siempre y por siempre.

Gracias a todas las publicaciones, libros y trabajos académicos que citaron nuestras notas. Y también gracias a los programas de radio El Jardín de los Presentes (FM Zoe) y Yo soy la morsa (Click Radio) que nos permitieron tener nuestras columnas Flashes con Historias y Rockanrolla.

Durante todos estos años en el blog hablamos de ANIVERSARIOS, BANDAS SONORAS, CHARLAS TEMÁTICAS, CONCIERTOS, CRÓNICAS, DE PASTA, ESENCIALES, JAZZ, LANZAMIENTOS, LIBROS, LUGARES, PELÍCULAS, PERFILES y RESEÑAS.

Concretamente, tratamos y seguiremos tratando de conectar y “alimentar nuestro eventual deseo de resistencia”.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

JOACO BURGOS: En busca de la canción perfecta...


Joaco Burgos es mucho más que una promesa. Este joven cantautor de apenas 20 años ya ha grabado dos discos impresionantes (Mi Lugar, 2022 y Frenesí, 2024; disponibles en todas las plataformas) y se encamina a ser sucesor de clásicos referentes del rock argentino como Charly García y Fito Páez. Y es que Joaco canta y toca con maestría su piano, deslumbrando a propios y extraños con su música. Melodías exquisitas que denotan su excelente formación y letras que cuentan historias. Compositor de canciones, eso, canciones muy lindas que vale la pena escuchar. En esta nota recorremos su carrera y su último álbum…

ENTREVISTA> Vos venís de una familia de músicos, empezaste a tocar a los cinco años. La música era algo inevitable en tu vida…

Sí, tal cual. Desde que nací estuve rodeado de música y músicos. Eso me estimuló a seguir este camino…

¿Qué discos te marcaron de chico?

El disco que más me marcó fue Clics Modernos, luego de escucharlo no hubo retorno. Otro que me inspiró mucho es Del 63, de Fito.

¿Cómo es tu formación como músico?

Desde los cinco años estudié piano con una profesora particular. Ahí empecé a leer música. Fue todo música clásica o canciones que me daba la profe. Hasta los quince años seguí estudiando música clásica, pero en el medio conocí el rock, la música popular, el tango y me largué a tocar esos géneros también. Gracias a la técnica que uno adquiere cuando estudia música clásica (la postura, la digitación, etc.), entré más fácil al rock y demás. Luego mi escuela del rock se desarrolló durante la cuarentena, sacando discos de oído a la noche. Fueron procesos que complementaron lo que yo ya traía. Y desde hace un año y medio me puse a estudiar jazz en el conservatorio.

Se nota en tu música todo el background del rock argentino clásico…

Sí, tal cual. También muchos artistas internacionales que me gustan como Freddie Mercury, McCartney, Steely Dan y demás.

¿Cómo llegas a grabar?

Apenas empezó la cuarentena hice mi primera canción, que ya venía cultivando desde hacía un tiempo. Cuando logré eso me destapé. El primer tema me costó un montón pero el segundo salió en una tarde. A lo largo de esos meses hice como quince temas. Y cuando ya soltaron un poco la cuarentena, cuando la gente podía salir un poco más, me contacté con varios productores, les mandé demos, y al que más les gustó fue a Juan Absatz. Así que elegimos nueve temas con mi viejo y se los llevé a Juan. Con él, en su estudio, comenzamos a trabajar en la grabación de mi primer disco. Juan me lo produjo porque yo no sabía nada, nunca había grabado. Fue un proceso desde cero. Mi segundo álbum ya fue distinto…

Claro, el segundo ya lo produjiste vos con Fernando Samalea, ¿no?

Exacto. Lo que pasó fue que yo grabé el primer disco solo con Juan, tocándolo los dos, pero cuando tuve que salir a presentarlo yo no tenía banda. Ahí empecé a conocer gente y conseguí cuatro músicos que me acompañaron en la presentación del álbum. Hicimos una presentación en el Matienzo, que estuvo bárbara, pero quedó ahí. Después, en febrero del año siguiente, cuando yo ya estaba bastante alejado del proyecto, ahí justo conocí a Samalea y eso me arengó a meterme de nuevo en lo mío. Él escuchó el disco, le encantó y entonces le dije si quería tocar conmigo, porque se cumplía un año de la salida del álbum. Sama se copó y empezamos a armar todo. Ahí con la banda ya formada tocamos y al toque yo le dije que quería grabar un segundo disco. Sama, con sus contactos y conocimientos, me dio la llave para llegar a lugares que para mí eran inimaginables… Así me mandé a hacerlo yo solo, quise probar a ver cómo me salía. Fui avanzando con la ayuda de mucha gente cercana, como Martín Lema, que es el guitarrista de la banda, que me dio una gran mano con un montón de cosas; también Samalea me dio un montón de ayuda con algunos arreglos. Y así se hizo. Lo grabamos en [Estudios] Ion, nada menos…

¿Cómo componés? ¿Qué te inspira?

Generalmente, lo primero que baja es la música, tanto melodía como armonía. Luego hago la letra. En el primer disco, como lo hice en cuarentena, le dediqué un montón de tiempo a las letras. En cambio, en el segundo hice los demos en casa y hasta cuatro o cinco días antes de ir a grabar las voces aún no tenía todas las letras terminadas. Fue un proceso más espontaneo en donde confíe más en mí mismo y en mi capacidad de sacar las letras en menos tiempo. No tengo un método rígido para componer. Puedo hacerlo sobre una batería electrónica, etc.

Aparte, Frenesí es un disco que tiene muchas texturas…

Tiene muchas texturas y está también pensado desde un lugar arreglístico, ¿no? Todo en una canción es parte de la composición, obviamente hacés la canción y luego con la producción la llevás para el lado de que sea una cumbia o para que sea una ópera sinfónica. Pero cada cosa que uno hace sobre una canción es algo sagrado porque queda ahí y luego pasa a ser escuchado. En el disco se le dio importancia a cada detalle, y también hay pifies que los escuché, me gustaron y quedaron en la grabación… No fue tan minucioso, si algo me gustó y caminó, lo dejé.

SU DISCO FRENESÍ, CANCIÓN A CANCIÓN

El primer tema es “Desolación”, ¿cómo lo compusiste?

Lo hice con la guitarra durante la cuarentena, a los 16 años. Fue uno de mis primeros temas y nació siendo una bosa nova, nada que ver. Pero al momento de encarar el disco tuve ganas de llevar la canción hacia un lugar un poco más popero, más “up”, para que se pudiese bailar. El primer disco me gustó mucho pero sentía que tenía que cambiar un poco el estilo. Además, al tener a Samalea en la batería se volvía más fácil eso. Él estuvo en un disco como Parte de la religión, que podría ser tranquilamente un disco de Prince. Sama la tiene muy clara en ese aspecto rítmico y me dio una gran mano. Le pusimos una batería minimalista, pero contundente, hipnótica.

El segundo tema es “Viaje”…

Lo hice a principios de 2021. No recuerdo precisamente como fue el proceso compositivo de esa canción, pero siempre me acuerdo de algo que dijo McCartney acerca de que “las mejores canciones de uno son las que te acordás”. En base a esto, cuando empecé a seleccionar los temas para este disco nuevo, pensé en cuales eran los primeros quince temas que me acordaba. Porque componer, compongo un montón, pero jugué a pensar en cuales eran los primeros que me acordaba, y me acordé de este tema, que ya tenía tres años. Era una canción que me gustaba mucho.

Y “Prince”, ¿cómo lo hiciste?

Yo tenía una [caja de ritmos Roland] 808 con un ritmo todo cuadrado, y sobre eso puse unas strings y salió de una. Es un tema bien ochentoso porque tiene una métrica que juega mucho con el fraseo, con una melodía y los acordes que también acompañan a ese estilo. Fue muy fácil encontrarle la composición. Muchas veces compongo los temas medio en inglés, que es un método que usaba bastante Charly.

¿Las historias de las letras de tus temas, son cosas que te pasan a vos o cosas que les pasan a amigos tuyos?

Muchas veces son cosas que me pasan a mí y otras veces son cosas que me imagino. Cosas que me inspiran en el mismo momento de la escritura de la letra. Imágenes que me llevan a frases y frases que me llevan a ambientes, y de ahí sale una historia con la que completo los distintos párrafos de la letra.

Sí, son letras muy “musicales” y en el caso de “Frenesí”, se te queda en la mente…

Esa es una canción que hice hace rato, en 2020. Podría haber estado en el primer disco, incluso la tocamos en la presentación. Es una canción a la que le tomé mucho cariño. “Frenesí” es un tema muy importante para mí, por algo le da nombre al disco. Aparte a todos los que se los mostré, tanto amigos como familia, a todos les gustó, me decían que era hitero, que tenía mucho power.

Le sigue “Tiempo para amar”…

Fue difícil hacerlo porque ese tema son dos canciones en una. Tenía dos canciones en La a las que no les encontraba la vuelta, dos temas, una en tonalidad mayor y otra en menor, que quedaban cortitas como las había hecho así que probé a unirlas. De esta forma, se volvió un tema largo que para mí es uno de los más completos del disco y de los que más me gustan, porque quedó como me lo imaginaba. Quería hacer un tema que fuera medio como una rapsodia, que tenga un poco de todo. Incluso termina con una parte medio tecno, como que se va todo al carajo. Está bueno eso. Es un tema que cambia todo el tiempo.

Y “Ay! el dolor”, ¿cómo la hiciste?

Esa es por lejos una de mis canciones favoritas del disco, quizás mi favorita. Es una balada que compuse a principios de 2022. Me parece que es la canción que más anhelaba escuchar cómo iba a quedar, porque me la imaginé y quedó exactamente así. Es un tema en el que tiramos todo lo que teníamos en la olla.

“Luna” es una obrita muy sutil, lirica…

Sí, es otro tema que también podría haber estado en el primer disco. Lo hice en 2020. Fue una de las primeras canciones que hice y salió de una. Me acuerdo como compuse la primera parte hasta el estribillo. La segunda parte la hice tipo tres de la mañana, tocándola bien bajito porque yo no tenía auriculares… Estaban todos durmiendo y me acuerdo que me mandaron un mensaje “Che, bajá el volumen…” y yo pidiendo que me dieran 10 minutos más para poder cerrar el tema… Y era que estaba terminando esa parte muy minuciosamente, acorde por acorde, nota por nota. Fue un laburo de academia pero a la vez no perdió la espontaneidad en la que quise contar una historia de una ex pareja que se reencuentra después de un tiempo y salen a caminar, se cuentan cosas que pasaron en el medio… Una situación que puede derivar en algo muy lindo. Hay parejas que vuelven después de haber terminado la relación y la canción cuenta eso. Lo loco es que cuando escribí todo eso aún no me había pasado vivir esa experiencia, fue todo producto de mi imaginación. No había tenido hasta ese entonces ninguna relación amorosa. La gente me preguntaba a quien le había escrito el tema y yo les decía que no se lo había escrito a nadie… (risas) Nadie me cree. Puede parecer la letra de una experiencia que fue vivida pero no, me la imaginé…

Quedó muy bien…

Sí, tiene unos arreglos que fueron muy elaborados, con las strings y el Yamaha CP, en la línea de “Cinema Verite” o “Desarma y sangra”. Hay un montón de temas en esa tónica, como “You Take My Breath Away” de Queen, por ejemplo. Fueron todas canciones que me marcaron, tanto a la hora de componer como en lo que respecta a la producción, la grabación…

Sigue “Disfraz”. ¿Esa cómo la hiciste?

La primera parte de la canción la escribí con la guitarra en Córdoba, en el patio de la casa de mi abuela. Como el estribillo tenía un quilombo armónico tuve que hacerlo en el piano. Me imaginaba que se simplificaba en lo rítmico. Hice una complejidad de acordes sobre un ritmo básico. La batería no para en ningún momento, es cuadradísima, y sobre eso puse acordes planchados más complejos. Quedó buenísimo. Creo que es el tema más hitero del disco. Es para poner al palo. En ese tema grabó Paul Dourge el bajo. Un lujo. Paul grabó en “Desolación”, “Tiempo para amar”, “Prince” y “Disfraz”. La rompió. Eso suma mucho. Imaginate, la batería de Samalea más el bajo de Paul Dourge es una base que camina sola. Pongas lo que pongas encima, el tema va a sonar bien con semejante base. Hubo una cuestión de hacer los estribillos con armonía. No hay unísono ahí, está todo armonizado a cuatro voces. Me gusta mucho el paneo en el estéreo. Si lo escuchás con auriculares vas a tener una tercera voz a la derecha y una quinta a la izquierda, lo que hace que todo se vuelva más espacial. Ahí aportó mucho Zhoca, una cantautora extraordinaria que está por sacar su primer disco.

Después viene “Naturaleza”…

Ese fue un tema que también nació en la viola. Es bastante fogonero. Ahí la letra salió de una. Sabía que quería hablar de la naturaleza y de que no se puede cambiar. “Tenés que aprender a vivir junto a ella por siempre…” El mensaje es que las cosas son así y es en vano intentar entender el porqué. Tuve la suerte de que participe Chico César que es un grande de la música de Brasil.

¿Dónde lo conociste?

Lo fui a ver cuando tenía nueve años y quedé flasheado. Él se re copó conmigo porque yo era un pibito que lo iba a ver tocar. Cuando crecí le mandé por Instagram la foto que nos habíamos sacado en aquel concierto y el chabón no lo podía creer. Se acordó de todo y desde ahí quedamos en contacto. Cuando empecé a componer le mandé mis temas y se re copó. Así que lo llamé cuando empecé a grabar el disco. Le mandé “Naturaleza” porque pensaba que iba bien con su voz y él se enganchó. Me mandó sus partes de voz y me dijo que hiciera lo que quisiera con eso. Así fue. No lo podía creer, fue un sueño. Por eso esa grabación es muy especial porque tengo a unos de mis ídolos de la vida cantando conmigo…

“El lugar” es muy tanguero, ¿cómo hiciste ese tema?

Es medio tanguero, medio bolero también, tiene un aire medio “Giros”, ¿no? Es otro tema que hice hace mucho, durante la pandemia. También de noche, a las 3 o 4 de la mañana. Lo hice y quedó ahí, nunca más le di pelota. Me lo encontré de nuevo de casualidad en la compu, ya no me acordaba de él, y me sorprendió. Era justo la época en que yo estaba escuchando mucho Prince, mucho Michael Jackson, mucho pop ochentoso, ritmos hipnóticos. Así que decidí ponerle también una bata bien cuadrada de esas que no frenan nunca. Le encontré un punto medio, no es un tema mega pop pero tampoco es un tango. Quedó un hibrido. Aparte ahí están invitados Cisne Elocuente, que es una banda que admiro un montón. Son unos capos, de la escena actual son los que más me gustan, lejos. Julio [César Lucero], el líder de la banda, le aportó una suavidad increíble al tema, aparte unas notas agudas a las que yo no llego ni en pedo.

El disco se cierra con “Desarmarte”…

Esa es otra canción súper especial. Se me ocurrió caminando en la calle y lo grabé en el WhatsApp en la esquina de Aguilar y Amenábar, en Belgrano. Estaba pasando por ahí, frené un segundo y canté el estribillo. Lo grabé, llegué a casa y fue muy satisfactorio poder encontrarle una identidad musical en el piano a eso que se me había ocurrido en la calle. Así quedó un tema que admiro y quiero profundamente porque cierra el disco y para mí el tema que cierra un disco tiene que ser incluso más importante que muchos otros. Tanto el principio como el final son muy importantes en una obra. La letra de esta canción es bastante romántica, bastante inspirada en el amor. Quedó muy bien y me gusta mucho. Es una coda emotiva y épica para el disco.

Emiliano Acevedo



martes, 17 de septiembre de 2024

CHARLY GARCÍA: Escuchamos La Lógica del Escorpión y te decimos que nos pareció...

Foto: Nora Lezano


Es muy posible que el 11 de septiembre de 2024 quede en el recuerdo de la historia del rock argentino. Ese día se lanzó La Lógica del Escorpión, el ¿último? álbum de Charly García. Un disco esperado por propios y ajenos, tanto para bien como para mal. Es razonable. Y aunque hace ya siete años que no hacemos reseñas de discos, la ocasión lo amerita.

Muchos dudaban de la capacidad del artista de poder editar nueva obra debido a su delicado estado de salud de los últimos tiempos. Sin embargo, en La Lógica… García logra exorcizar temores y extrae energía e ideas a pesar de tanta desventaja física. Desde hace muchos años, Charly tiene permitido además ser autorreferente. Por eso, quizás, ya no nos canta a nosotros sino a sí mismo, y le da una palmada en la espalda no solo a sus ídolos sino a sí mismo dándose fuerzas para seguir adelante. Se tira (nuevamente) a la pileta sin red, mostrando su voz descarnada no modulada por las máquinas ni inteligencia artificial. Por supuesto, La Lógica… está lejos de ser el mejor disco de Charly pero hay algo de sinceridad y ternura en esta obra que la hace instantáneamente querible. Un álbum que cuenta con la ayuda de muchos aliados de SNM: Fernando Samalea (batería), Hilda Lizarazu y Rosario Ortega (coros), Kiuge Hayashida y Fernando Kabusacki (en guitarras).

Repasemos estos 34 minutos de obra. Son trece canciones cortas, querendonas, viejas y nuevas, algunas propias, otras ajenas. Con muchos detalles que a simple vista no se ven. Por otro lado es el disco más “prolijo” de Charly en años. Sin artificios como el anterior Random (2017), ni la destrucción sónica de la era Say No More. Lo que ves es lo que hay, el rey está desnudo y al natural, vagando a través de las colinas con sus años y excesos a cuestas pero también con toda la sapiencia y experiencia de un viejo lobo cancionero. Con temas que mezclan un espectro amplio de melodías pegajosas como chicle con algo de caos organizado, pero sin parecerse a ninguno de sus álbumes anteriores. Letras que recorren la vida del artista (y sus obsesiones), desde su infancia y adolescencia hasta la vejez.

Sebastían Furman, músico y factótum de La Canción Infinita (homenaje, performance y análisis de los tres primeros álbumes solistas de García), dice: “[Creo que en este disco]  Charly homenajea a sus ídolos de la adolescencia. Siendo un poco parte también de ese panteón de músicos populares, pero a la vez un poco fan. Inclusive tan fan, que es fan de sí mismo, porque se auto cita muchas veces con motivos de otras canciones, etc. La cantidad de alusiones, mensajes y homenajes ocultos, y no tan ocultos, que tiene este disco es sorprendente.  Charly siempre se caracterizó por eso, inclusive en vivo por tocar melodías que son de otras canciones. En el disco hay algo despojado y sincero, también. No hay autotune, no hay mucha edición en sus voces. Charly va con la verdad como siempre. Su voz, el poco hilo de voz que tiene a su edad, y con todos los avatares por los que pasó… canta como puede y eso es más que suficiente para transmitir lo que siente, que es mucho.”

LAS CANCIONES

Un gong da la apertura a “Rompela”, la versión en castellano de “Break it Up”, un tema original del proyecto Kill Gil de hace más de quince años. Sin dudas, esta relectura de aquella canción está pensada para ser hit, con su letra tan especial que García canta con toda la fuerza y la ternura de un abuelo querible con su hilo de voz. Sigue “Yo ya sé”, otro caramelo pop, en donde la antena de García sintoniza las paranoias de la sociedad en estos tiempos en los que se imbrican tanto Dios como Freud e Internet. ¿Quién nos hizo más pelota y nos dejó más solo de los tres? A pesar de que somos  todos  neuróticos y narcóticos, Charly sabe que no somos psicópatas ni hipócritas, pero no sabe por qué.

El bluesazo “El Club de los 27” da cuenta de la adoración de Charly por algunos héroes de la cultura rock como Brian Jones y Kurt Cobain. ¿Se acuerdan de cuando se tiñó el pelo de rubio luego de la muerte del líder de Nirvana? Es un buen tema que cuenta con la notable viola del Ruso David Lebón (¿quién si no?). Lo importante de este tema es el ambiente que se genera, con ese órgano Hammond tremebundo, en el que uno se imagina entrando a un bar roñoso repleto de las figuras del Club de los 27… ¿Por qué no imaginarse a Robert Johnson tocando su guitarra y Amy Winehouse en la barra charlando con Janis Joplin? Un lugar ideal para evadirse de este mundo “traicionero y digital”.

En “La Medicina Número 9” se escuchan los ecos del fantasmal “number nine, number nine” de “Revolution Number 9”, aquel viejo tema avant garde del Álbum Blanco, de los Beatles. Aquí, otra colaboración con Lebón, cuya guitarra juega con los coros del “Rap de las hormigas”. Sin dudas, otro gran tema en ritmo funky que hace levantar a todos de la silla.

El sonido de unos pajaritos y el órgano Farfisa dan inicio a “Te recuerdo invierno” que, como sabemos, es una canción compuesta en la adolescencia de Charly, que ya había aparecido en el disco de covers Casandra Lange (1995). Esta nueva versión no aporta demasiado a lo ya conocido salvo que es mucho más elaborada que aquella vieja performance en vivo lo que te hace pensar que tal vez su autor haya querido dar un acabado más delicado y acorde a aquel viejo tema. Luego un guitarrazo desgarra el estéreo y nos introduce en “Autofemicidio”, una inquietante canción con un coro de niños “muertos” (perdón por esta digresión) que habla del suicidio. No mucho más que resaltar por aquí.

Con una intro potente de guitarra acústica de metal, “América” es una apropiación y guiño al tema “I'm Afraid of Americans”  de David Bowie y uno de los puntos altos del disco, que cuenta con la colaboración estelar de Pedro Aznar. Sin embargo, la canción está más cerca del álbum Serú Girán 92 que del proyecto Tango del dueto García – Aznar. ¿Todos tendremos miedo de ser felices? La antena de Charly (y Pedro) nuevamente en sintonía discutiendo con la imposición del bienestar artificial de nuestra época.  La guitarra remarca el mantra de una canción que se queda en tu mente sobre frases como "Tengo miedo de América, lo que muestran no es la verdad", "Tengo miedo de mi TV" o "Valle del futuro es un oscuro callejón". 

El lado B del vinilo se abre con una nueva versión de “Juan Represión”, la tercera en la discografía de García. Como sabemos, las anteriores, grabadas por Sui Géneris en 1974 y 2000,  tuvieron que ver con épocas turbulentas del país, violentas y convulsionadas tanto en lo económico como sociopolíticamente. Casi casi como ahora, ¿o no? Eso es lo que percibieron algunos oyentes de este disco. ¿Un loco que quiso ser sobrehumano a la que la realidad se le escapa de las manos? Otra vez la realidad supera a la ficción. García la canta con su hilo de voz pero no hace extrañar a Nito Mestre. Más tarde es el turno de “Estrellas al caer” que es, ni más ni menos, una “Chipi Chipi” modelo 2024. Una canción sin fin que vuelve en forma de auto plagio. El viejo vampiro parece reír a carcajadas.

Uno de los momentos más emotivos del disco es la resurrección de “La pelicana y el androide”, ese viejo tema de Luis Alberto Spinetta, grabado en su disco Prive (1986) pero pensado originalmente para el frustrado proyecto a dúo entre el Flaco y el Bicolor. Aquí, García y Spinetta juntos otra vez. La fantasmal voz de Luis se une a los teclados y los coros de Charly, repitiendo aquella magia pretérita plasmada alguna vez en “Rezo por vos”. ¿Acaso las figuras de Charly y Spinetta no son las más grandes e importantes del rock argentino? En este cruce entre planos de realidad, confírmanos eso.

Otro plato fuerte es “Mirando las ruedas”, el cover de “Watching The Wheels”, original de John Lennon de su último álbum Double Fantasy. Charly ya la había grabado con la producción de Andrew Loog Oldham en Kill Gil, pero esta nueva versión resumida está más elaborada. El dramatismo de esta voz actual de Charly hace que sea difícil no sentirse identificado con la alienación y fragilidad expuesta en esa letra de Lennon que adapta tan bien García. Recordemos que esta canción daba cuenta del periodo en el que el ex beatle se había encerrado en su casa, alejándose del show business. Otra vez, García se apropia y hace suya, como lo había hecho antes con temas de los Byrds o Todd Rundgren, de una melodía y letra que le calza como un traje hecho a medida.

Ilustración Elmer Toons (IG: @elmertoons y @grupoquadritos)

De ahí pasamos a “La lógica del escorpión”, que narra la conocida fábula. Otro momento de fuerte emotividad en donde la voz de abuelito dulce de García (el escorpión) se une a la de Rosario Ortega (la rana) para relatar ese viejo cuento en donde ambos se hunden en medio del río. La vieja melodía de “Veinte trajes verdes” acompaña este relato que hermana la esencia con el carácter. “¡Bebamos por el carácter!”, levanta su copa Charly, convertido tanto en rana como en escorpión, porque sabe que aun a riesgo de morir siempre lo hará a su forma… Haciendo canciones.

La influencia de los Byrds y esa fascinación tan grande de Charly por esta banda californiana vuelve a hacerse presente en el último tema del álbum: el cover “Rock and Roll Star”, esta vez en compañía de Fito Páez. Los acordes de aquella vieja Rickenbacker de doce cuerdas suenan de fondo de esta enumeración que da cuenta de todo lo que habría que hacer para ser una estrella de rocanrol. ¿Y cuánto de eso habrá en este disco? El final es con la melodía del harrisoniano “Within You Without You”, en donde esta obra se va diluyendo. Difuminada en el centro. Poné Repeat. Y todo lo que sentí en las repetidas escuchas del disco me lo guardo para mí para siempre.

Emiliano Acevedo