Este no es un sábado más en
la suma de sábados de este fin de semana planetario extendido. Un café me ayuda
a combatir la modorra y despabila los sentidos para estar atento a una de las
más grandes voces femeninas del rock argentino que responde del otro lado de la
línea. Pero circunscribir a Claudia Puyó solo a este género es quedarse
cortísimo porque, en más de cuatro décadas de carrera, ella ha cantado de todo
y con todos. Aquí les dejo la charla con esta cálida mujer en la recordamos
momentos de una vida muy singular…
ENTREVISTA> ¿Cómo
te estás llevando con la cuarentena?
Es un poco complicado para
todos. Para los músicos, además, no hay manera de poder laburar entonces es muy
complicado económicamente. Yo tengo a mis padres muy viejitos, entonces es más
difícil con esa situación porque tengo que ir a cuidarlos. Pero uno siempre
encuentra la forma de sobrellevar la vida, de tocar, de hacer nuevas canciones,
y tratar de compartir este momento difícil para todos.
¿Cómo te fuiste animando a cantar?
Empecé muy chiquita. Cantaba
arriba de los discos de música clásica que ponía mi viejo. Por ejemplo, el Oratorio de Pascua de Bach. Mi hermana que es cuatro años
mayor que yo ligaba discos de sus amigos más grandes. Entonces, yo a los 10
años ya escuchaba La Revancha de Chunga
de Frank Zappa; discos de los Beatles, de Creedence, de Led Zeppelin
que llegaban a las manos de mi hermana. Por lo que empecé a escuchar rock
siendo muy piba, y luego vi a Pescado Rabioso cuando tenía 12 años tocando en los carnavales, en el club
Estudiantil Porteño de Ramos Mejía. Un día en ese lugar tocaron Pescado y Aquelarre, otro día; La Pesada y Pappo´s Blues, y otro, Sui
Generis. He visto conciertos increíbles en ese club. Todavía no había pubs,
bares o teatros destinados a bandas de rock. Ya en esa época era amiga del gran
compositor y músico Aníbal Forcada
que fue bajista de León Gieco, con
él empezamos a escuchar y a hacer música. Cuando yo tenía 12 años, hicimos un
grupo que se llamaba Ana Gris. A los
15 ya me subí a un escenario con Ana Gris y a partir de ahí no me bajé nunca
más.
¿Te iniciaste en toda la reconocida movida de la
zona Oeste?
Sí. Todos empezamos muy
chiquitos a cantar. En el Oeste toqué con todos: los Trigémino, que eran todos de Ramos: Pollo Raffo, Jorge Minissale, Eduardo Rovediello; Pablo Rodríguez, el saxofonista de Los Decadentes, vivía a la vuelta de mi casa; Guille Arrom, que fue guitarrista de Spinetta, a dos cuadras. Millones de músicos salieron del Oeste: Rudy Marcolongo, todos los de Dulces 16, León Vanella… En el Palomar estaban los hermanos Mollo, en Caseros estaba Daniel Colombres, un gran batero del
rock argentino. El Reloj, también.
Como dicen los Divididos en el Oeste
estaba el agite… Uff, había millones de músicos.
¿Cuáles son tus cantantes más influyentes?
Me gustan muchísimas
cantantes. La que elegí como “maestra”, porque me encanta el soul y la música
negra, fue Aretha Franklin. A ella
la conocí en un disco mono llamado Soul
69, cantaba arriba de los discos de ella y de millones de cantantes más. Lo
que tenía Aretha era que llegaba a las notas más agudas y a las más graves, me
encantaba su swing, sus yeites… También disfrutaba a Etta James, Billie Holliday o Ella
Fitzgerald o cantantes blancas como Bonnie Raitt, Joni Mitchell, Carole King,
que además es una compositora increíble. Y de los vocalistas masculinos,
escuchaba a Robert Plant, las
armonías de los Beatles, John Fogerty…
Mismo me copaba mucho con Dylan, por
más que muchos me decían que tenía una voz horrible… Una aprende escuchando,
cantando, en realidad, lo más importante es buscar tu propia personalidad.
¿Y en Trigémino que hacías?
En Trigémino, cantaba cuatro
temas nomás porque ellos eran una banda de rock sinfónico y la mayoría eran
temas instrumentales. Después entró otro cantante que se llamaba Garófalo de apellido. Canté muy poco en
Trigémino. Es más, ni figuro en la página web de ellos… Me puse de muy mal
humor cuando lo vi… (risas)
¿Cómo te llevás con la comparación que se hace
entre vos y Janis Joplin?
La verdad es que nunca la
entendí porque yo no escuchaba a Janis Joplin.
Tan solo tenía un simple de ella. Pero apenas empecé a zapar en Bangladesh, un
boliche de Ramos Mejía, todo el mundo empezó a decirme que era “la
reencarnación de Janis Joplin” y yo nunca la había escuchado… medio me rompía
las bolas. Después me fui a vivir a Brasil y también me lo decían hasta que un
día me cansé y me puse a escucharla más para ver que había de parecido. Solo
encontré un parecido en la impronta pero no en la voz. Pero a los 33 años,
cuando volví de España, una fan de Casilda, me regaló el VHS “Janis”. Esa fue
la primera vez que la vi cantando porque solo había visto fotos. Ni bien empezó
el VHS, quedé paralizada y entendí porque la gente me decía que me parecía a
Janis Joplin. Encontré muchas cosas mías en ella. Pero fue todo casualidad.
Ahora ya no me molesta esa comparación.
¿Cómo fue la etapa de España?
Muy creativa. Tuve momentos
dolorosísimas pero fue realmente maravillosa. Toqué con Los Románticos de Artane, mi banda de allá junto a Tito Fargo, en la que, también, tocaba Vetere, de Los Dulces 16, y un baterista andaluz que era un genio. Ese era un
trío en donde yo cantaba y tocaba teclados. Luego conocí a Ollie Halsall, un músico inglés, y nos enamoramos. Él era un genio
de la guitarra, fue el que inventó el tapping.
Ollie después falleció pero antes de eso hicimos una gira con Kevin Ayers que había sido el cantante
de Soft Machine. Dimos 23 conciertos
en un mes. Conocí Londres tocando. Fue un flash.
¿Y cómo fue tocar con Kevin Ayers y Ollie Halsall?
Kevin era un personaje
bastante cómico pero el más interesante de todos era Ollie. Y no lo digo solo
porque fue mi pareja si no porque era un músico increíble. Pintaba muy bien,
tocaba todos los instrumentos, era un animal, tenía un oído único en el mundo,
no conocí nunca un músico como él. Ollie es el músico más groso que conocí en
mi vida. Agarraba un saxo y lo tocaba como la puta madre… Su primer instrumento
había sido el vibráfono y por eso tocaba el piano con dos dedos. ¡No se podía
creer a la velocidad que tocaba el piano con dos dedos! Él había nacido en
Liverpool y estudió en escuelas de arte, como los Beatles. Ollie tuvo una banda
llamada Tempest, que estaba al nivel
de Cream. Luego toco mucho tiempo
con Mike Patto, otro músico inglés
muy alucinante. Todos músicos muy under, que quizás no sean muy conocidos acá
en Argentina, salvo por los periodistas especializados.
En tus comienzos tocaste en el cuarto BaRock, en
1982…
Sí, eso fue muy alucinante.
Eran los finales de la dictadura militar. Estuve en tres de los shows de ese
Festival. Canté en una zapada que se hizo al final; también canté “Tristeza de
la ciudad”, un tema de Gringui Herrera,
con La Magia, que era la banda de Alejandro Lerner… Pero lo mío no salió
en la película, no me pusieron porque ponían a los músicos famosos nomás. Solo
aparezco en una parte muy chiquita con Miguel
Cantilo y Punch. Pero en el disco sí apareció un tema mío (“Llanto”), hecho
con La Magia, y es el único tema del álbum que en verdad está en vivo porque
los demás están regrabados. Como a mí no me daba bola nadie, no me hicieron
regrabar… (risas) Fue maravilloso, porque tocaron todos y fue una explosión de
libertad en un momento en la que no había. Por otro lado, era una nena y estaba
ahí con todos los músicos que yo admiraba desde chica: Miguelito Abuelo, Pappo, Miguel Cantilo…
¿Cómo fue tu participación en Gulp!, el primer disco de los Redondos?
Participé haciendo coros en
todas las canciones, salvo en “El infierno está encantador esta noche”. Llegué
por Tito Fargo y el Piojo Abalos, que eran uno de los
guitarristas y el batero del grupo, respectivamente. Todos éramos amigos,
además el Piojo también es de Ramos Mejía, lo conocemos hace un montón. Ellos
necesitaban unas voces femeninas para el disco y así terminé grabando en el
estudio de MIA, que era de la familia de Lito
Vitale. En el disco canté junto a mi querida amiga Laura Hatton, que es una gran cantante de jazz, y María Lernoud, la mujer de Pipo.
¿Qué recordás de tu etapa trabajando junto a Fito
Páez?
Las giras estuvieron buenísimas.
Fue una gira muy larga, muy desgastante. La
Rueda Mágica Tour duró dos años y medio y tocamos en todos lados, cinco
veces a la semana. Y además estábamos muchas horas porque a Fito le encanta probar sonido, y
terminábamos probando durante tres horas. Así que se hacían en total como seis
horas de show por día. Era un poco cansador pero igual éramos muy jóvenes, y
nos divertimos mucho, hicimos bardo… Conocimos un montón de lugares hermosos,
tocamos en el famoso Festival de Montreux, en la Plaza de la Revolución de
Cuba, en lugares increíbles… Aparte las dos bandas de Fito con las que yo toqué
estaban formada por músicos increíbles: Primero, Colombres y luego Pomo,
en batería; Paul Dourge y luego Guille Vadalá, en bajo; Gabriel Carámbula, Gringui Herrera y Fabián Gallardo en guitarra; Tweety González en teclados, también
pasó el groso de Osvaldo Fattoruso
en percusión; y después hubo unos músicos alucinantes de Cuba haciendo vientos…
Era difícil, éramos muchos, 33 personas viajando, una época desgastante pero muy
maravillosa.
¿Cuáles son los tres momentos más significativos de
tu carrera musical?
Uno es el día que compré mi
guitarra Ovation, que es la que tengo hasta hoy. Ese momento es el más
importante de todos porque signó mi vida. El segundo, la primera vez que me
subí a un escenario. Y el tercero, tocar en Cuba y la gira con Kevin Ayers.
Igual, tres son muy pocos. Yo tuve una vida por un lado dolorosa pero por otro
llena de cosas maravillosas. Con tres no me alcanza… Siempre fui una persona
que hice lo que quise, hice la música que me gustó, toqué con quien me pareció…
Qué sé yo. Si tengo que hacer un balance, no estoy arrepentida de nada. Pude
conocer a millones de músicos maravillosos y tocar con ellos y cantar.
¿Cómo ves el presente del rock argentino?
No me gusta juzgar pero no
me parece interesante lo que está pasando en Buenos Aires con las bandas de
rock. Hablo de las bandas nuevas y multitudinarias, no vamos a dar nombres pero
hay bandas multitudinarias que parecen un chiste, musical, poética y sonoramente…
No tienen ni un riff. Pero
también como hay eso, hay bandas en el under muy interesantes. Yo no salgo
mucho a escucharlas ni tampoco escucho mucha radio aunque lo que pasan en la
radio suele no gustarme, porque justamente son todos monopolios en los que te
pasan solamente la música que te quieren vender, como fue toda la vida pero
ahora muchísimo más. Porque, por ejemplo, PopArt es un monopolio que tiene
Obras, que tiene la Trastienda, el Samsung Studio… Copan todo y si no estás con
ellos, no podés tocar. No creo que algo igual en otros países del mundo con
ninguna música pero, especialmente, con la música rock y el pop. Porque, por
ejemplo, yo creo que seguramente Chick
Corea tocará mucho menos que Madonna,
y no llenará súper estadios como ella pero todos tienen su público. No hay una
distinción entre alguien súper popular y que toca en todo el mundo y alguien
que es un músico de la gran puta pero que toca jazz o un género menos popular.
Entonces no te gusta el mainstream, y no conoces a
las bandas más chicas…
Conozco algunas. Hay una de
Rosario que se llama Vudú que me
encanta, también me gusta los Mustafunk,
que son del Oeste. Son bandas que pude escuchar y me gustaron mucho. Pero es
que no tengo muchas opciones de escuchar más allá de lo mainstream, todas esas
bandas con nombres raros, con nombres de “barrios”, que no me gustan ni ahí.
Entre las bandas de chicos más jóvenes, me gusta Las Pastillas del Abuelo. Porque me encanta Piti Fernández, me parece re copado. Grabé un tema buenísimo en un
disco solista de él junto a Alambre González, no sé cuándo saldrá. Piti me cae bien, es un pibe encantador. Me
parece que busca por otros lados, más allá que te pueda gustar o no su forma de
cantar. Tiene un estilo algo cansino, como Bob
Dylan, a mí me gusta.
Y entre los músicos emergentes, también tocaste con
Christian Van Lacke, ¿no?
Sí, pero a Cristian lo
conozco hace un montón. Me llevó a tocar a Perú. Es grosísimo. Tocamos en Perú
y luego acá, cuando Cris volvió a Argentina, grabamos en los estudios Melopea
con Litto Nebbia, un tema muy
antiguo y precioso de Litto, junto al baterista brasileño Rolando Castello Junior.
¿Qué canción de otro artista te hubiese gustado
componer a vos?
Y siempre va a ser una
canción de Spinetta. Una de él que ya incorporé es “Para ir”.
Lo mío es re artesanal. Hago
las fotos de los discos, me gusta armar las gráficas. Ahora estoy grabando en
la cocina de mi casa. Estoy haciendo mi sexto disco solista que se va a llamar Cazadora de cielos y creo que va a ser
doble porque hace seis años que no edito nada y tengo un montón de material
almacenado. Si lo puedo hacer físico, lo haré. Creo también que voy a entrar a
las plataformas digitales, en las que hasta ahora están mis discos pero gratis.
Ya que tengo que pasar a este formato, como hacen todos, porque, básicamente,
no tengo ingresos de ninguna índole. Con esto de la cuarentena, que no sabemos
cuándo va a terminar, no sé cómo vamos a vivir los músicos. No sé si la
cuarentena no va a terminar con nosotros, esperemos que no…
¿Qué es la música en tu vida?
La música para mí es la
reina de la fiesta, no nosotros. Nosotros no somos estrellas, como te dice la
gente, las estrellas están en el cielo. Nosotros somos simplemente transmisores
de música y tenemos la bendición de tener la capacidad de poder tocar y cantar.
Y eso es alucinante porque sin música muchas cosas en la vida de la gente –en
la mía también- hubiesen detonado. Y en este momento de cuarentena ni te
cuento… ¡Menos mal que hay música! Y eso que hace millones de años que estoy
arriba de un escenario pero amo la música como el primer día. Me saca de los
lugares, me lleva a otros, me da paisajes, me sana el corazón un poco… Y hasta
si tengo que llorar, lo hago con una canción.
Emiliano Acevedo