Víctor Pintos
es un apasionado del periodismo. Tiene mucha memoria y desgrana recuerdo tras
recuerdo en cada charla. Desde hace una década vive en Agua de Oro, un pueblito
de 3000 habitantes en Córdoba, que “ni figura en los mapas”, según sus propias palabras.
Aquí sigue haciendo lo que le gusta: Dedicarse a las artes y al viejo oficio de
contar historias. Algunas de ellas forman parte del anecdotario del que se
nutre su último libro: 66 historias que merecen ser contadas, recientemente lanzado por la Editorial Mil Campanas. El texto es una
suerte de repaso de anécdotas y vivencias recabadas en 50 años de
periodismo. Mercedes Sosa,
Atahualpa Yupanqui, Roberto Goyeneche, Luis Alberto Spinetta, Charly García,
Litto Nebbia, Silvio Rodríguez, Rubén Blades, Teresa Parodi, Ricardo Soulé,
Billy Bond, Pappo, Herbert Vianna, Joaquín Sabina y otros son
algunos de los protagonistas del libro.
Pintos también es escritor, locutor y productor multimedia. Trabajó en las secciones espectáculos de los diarios Clarín, Página 12, Sur y La Razón. También participó en las revistas Expreso Imaginario, Humor, El Periodista y Rolling Stone. Con puntualidad casi inglesa se sienta a charlar con Intersticio Rock en esta linda nota…
ENTREVISTA > Cincuenta años en el periodismo, empezaste de chico, ¿no?
Sí.
Empecé en los 70 cuando estaba terminando el secundario, haciendo radio en
Olavarría, donde yo nací en 1958. Ahí me fue bien, en ese programa de radio, y
un día conocí a León [Gieco]. Yo lo había llevado a Olavarría
para que hiciera unos conciertos. Así nos hicimos amigos y en un momento me
dijo: “¿Y vos no pensás irte a Buenos Aires?” Yo no lo había pensado hasta ese
momento, pero me explotó la cabeza y me fui a Buenos Aires. Llegué en 1980 y
tuve mucha suerte porque conseguí trabajo en medios muy interesantes de ese
momento. Y siempre hicimos cosas juntos con León, por lo tanto es alguien muy
importante en mi vida. La primera tapa que hice para El Expreso Imaginario fue una entrevista que le hice a él. Nos
vimos toda la vida. Después yo formé parte del triángulo en el que se apoyó
León para hacer el estudio Del Arco, junto a Osqui Amante. Hicimos un montón de cosas ahí, en ese estudio. Y
todas cosas que nos gustaban: El último disco de Antonio Tormo, el primero de Abel
Pintos, una colección de rarities de León, etc.
León te hizo el prólogo de este nuevo libro…
Sí,
nunca le pedí nada y me decidí ahora a hacerlo. Y ahí cuenta la anécdota de
cuando me conoció, aquella vez en Olavarría. Cuando llegó para hacer el
concierto y se dio cuenta que el productor del mismo era yo, que era un
pendejo… León no lo podía creer. Justamente, el sonidista de esa gira era Osqui
Amante, que años después sería mi amigo. Osqui advirtió el detalle de que yo
estaba pasando al aire “Like a Rolling Stone”, la canción de Bob Dylan. Entonces le dijo a León, por
lo bajo: “Che, esto no pasa en las radios de Buenos Aires…” Ahí León me dijo
que si iba a Buenos Aires yo podría laburar de periodista, y que él me iba a
presentar a Spinetta. Y cumplió.
¿Cómo
está conformado este libro de anécdotas, Víctor?
Son
cincuenta años de profesión, en donde me la paso conociendo anécdotas. Me sale
en forma natural. Hice entrevistas, hice encuentros, fui a conciertos, escuché
discos. Hay gente que conocí mucho y otra que no conocí en toda mi vida, pero
sé de historias. Este libro se hizo juntando historias que son de canciones
populares que conoce mucha gente. Yo tengo muy buena memoria y además escucho a
la gente, no es que todo me chupa un huevo. Por ejemplo, una vez Teresa Parodi
me contó que “Pedro Canoero” no era correntino sino paraguayo. Ella lo había
conocido una vez que salió a pasear por el lago Ypacaraí con el que era
entonces su marido. Teresa me dijo que el canoero era paraguayo y les fue
contando unas historias alucinantes. Ahora, cuando uno se imagina a “Pedro Canoero”
se lo imagina como un canoero del Río Paraná, correntino, probablemente… Bueno,
en el libro se cuenta la historia real de ese canoero que era paraguayo y que
tampoco se llamaba Pedro.
Lo interesante del libro es la cantidad de músicos que hay…
Sí.
Por ejemplo, una vez tuve la posibilidad histórica de viajar con Silvio Rodríguez.
Justamente, nosotros pegamos buena onda por intermedio de Bob Dylan. Yo soy muy
fanático de la música de Bob y resulta que Silvio también. Silvio, a pesar de
ser cubano, tiene una gran devoción por Bob Dylan. Y nos pusimos a hablar de
eso, de nuestros discos preferidos y demás, hasta que en un momento me dijo:
“¿Sabés que yo escribí una canción sobre Bob Dylan?” Yo le pregunté: “¿Cómo?” Y
Silvio me dijo que en la canción nunca lo nombraba a Bob, pero que estaba
escrita como si él se lo encontrase a Dylan. Imaginate, eso ya era una
historia. Un día, hablando por teléfono, me cuenta que había grabado esa
canción. La gente no sabrá que canción es hasta que lea el libro, pero cuando
lo hagan se van a dar cuenta que Silvio, efectivamente, en esa canción está
hablando de Bob Dylan.
Increíble…
Bueno,
eso le dio risa a León y por eso lo puso en el prólogo. Por eso, es un libro de
historias. Por ejemplo, otra, una vez le hice una entrevista a Rubén Blades y
también pegamos buena onda. Entonces, me dijo que si, cuando terminase la
entrevista, no lo acompañaba a comprar unos libros por la Calle Corrientes. Yo
le dije que sí, por supuesto. Le habíamos hecho la entrevista en el Hotel
Bauen, ahí cerca de Callao y Corrientes y nos fuimos a recorrer librerías,
entre Callao y el obelisco. Así que lo acompañé a Blades… ¡Lo acompañé a Rubén
Blades, loco! Era un flash. El tipo andaba con guita, tenía una tarjeta de
crédito importante, y se compró una pila de libros, todos escritos en español.
Él vive en Nueva York, en donde todos los libros están en inglés. Entonces se
compró las obras completas de Borges,
las de Cortázar, libros de Octavio Paz, otros de García Márquez… Estaba fascinado el
chabón. Y justo estábamos en la recorrida por las librerías y él me decía que
cuando andaba por la calle en pantalones cortos nadie le daba pelota. Él me
decía, “lo que pasa es que acá yo no soy conocido…” Yo le decía que no, que él
era conocido. Pero Blades me decía que no, y la muestra estaba en que la gente
no se paraba para pedirle una foto, un autógrafo. Entonces, con una pila de
libros que había elegido en una librería, enfilo para la caja y le dijo a la
cajera: “¿Vos conocés a Rubén Blades?” Y la chica lo miró, como diciendo “qué
raro este tipo”, y le respondió: “No, no lo conozco…” Entonces, Rubén le
retrucó: “¿Vos conocés a Pedro Navaja?” Y la chica le contestó: “Sí, claro…”
Ahí Rubén le dijo: “Bueno, ´Pedro Navaja´ lo escribí yo. ¿Me vas a hacer una
rebaja?” Fue toda una puesta en escena para contarme que su canción había sido
más famosa que él. Eso está en el libro.
Cambiando
de tema, ¿qué te gusta de la música actual?
La
música va mutando, como siempre. Por ejemplo, los que dicen que el reguetón es
una música que tiene letras muy procaces, para mí, en el fondo, son viejos que
no leyeron adecuadamente la historia del rock. Porque, al principio, el rock se
solidificó con letras que eran muy lascivas. Era música de negros. La gente
venía del jazz y decía: “El rock n´roll es un género menor, las músicas son
todas iguales…” Las bolas que son todas iguales, porque con el paso del tiempo
vimos que eran distintas. Y el reguetón tampoco es todo lo mismo. En el
reguetón está en una punta Tego Calderón
y en la otra Daddy Yankee. Mirá
lo que pasa con el rap. Todo se mezcla y todo se confunde. Y hay alguna gente
que veo que habla sin propiedad sobre el hip-hop. Se confunden al rap o al
reguetón con otras músicas. Me parece que hay una confusión muy grande. Hay
muchos aficionados metiendo la cuchara en esto y eso hace que haya un montón de
desconcierto. Y parte del desconcierto está creado por gente que ha llevado a
otras a votarlo a Milei. Es increíble.
¿Y del rock actual, qué opinás? ¿Te gusta algo en particular?
Todo
se rige por tiempos. Uno se cree que la música que escuchó a los 17 años es la
mejor del mundo, y andá a saber si era así. A mí me gustan más los clásicos, me
gusta Bob Dylan, The Police y me
gusta Atahualpa Yupanqui también. El gusto es una cosa muy subjetiva.
Emiliano Acevedo
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