Kevin Ayers fue un verdadero artista de
culto, un grande de todas las épocas, considerado para muchos como uno de los
pioneros del rock psicodélico inglés,
que resplandeció a fines de la década del 60. Fundador de Soft Machine, banda que supo experimentar
con el jazz, el rock progresivo y la psicodelia,
también fue un cantante carismático con una particular voz de barítono,
compositor sensible y creador de verdaderas joyas de la canción pop.
Este es un buen momento para repasar y recordar su legado y su historia.
COMIENZOS DE LO QUE VENDRÁ
Este es un buen momento para repasar y recordar su legado y su historia.
COMIENZOS DE LO QUE VENDRÁ
Nacido el 16 de agosto de 1944
en Herne Bay, Kent, Inglaterra, era el hijo de un prestigioso productor de la
BBC. Cuando sus padres se divorciaron, el pequeño Kevin se fue a vivir a
Malasia con su madre y su nueva pareja, un funcionario de gobierno británico. Esta
crianza en un lugar relajado y distendido lejos de las preocupaciones, marcaron
al músico de por vida. Educado en refinadas escuelas, forjó un carisma culto y
bohemio, convirtiéndose, paulatinamente, en un amante apasionado de la libertad
artística, una bandera que enarboló y defendió a lo largo de toda su carrera.
Ya en la escuela secundaria formó un grupo llamado The Wilde Flowers junto a Robert Wyatt, Hugh Hopper, Brian Hopper y Richard Sinclair. Esta formación serviría para plantar la semilla de lo que luego germinaría bajo el título de Soft Machine, con quienes editaría un extraordinario álbum debut, titulado sencillamente The Soft Machine Vol.1, en 1968. La formación original del grupo se completaba con el guitarrista australiano Daevid Allen (quien después fundaría el grupo Gong), Robert Wyatt en batería, Mike Ratledge en teclados y Kevin Ayers en voz y bajo. Luego de una extensa y agotadora gira como teloneros de Jimi Hendrix, Kevin decide abandonar el grupo.
Encuadrados dentro de la ascendente escena de Canterbury y junto a bandas como Pink Floyd (en esa época liderados por Syd Barrett), los Soft Machine se daban cita en Londres, en el mítico Club UFO, lugar donde las performances de las bandas eran verdaderos desafíos sensoriales.
Sin embargo, la personalidad de Kevin Ayers no coincidía de ninguna manera con lo que conlleva ser una estrella de rock, ya que le gustaba vivir recluido, pasando largos momentos de ocio sin ningún tipo de obligación aparente; de hecho ha pasado hasta quince años sin editar material entre disco y disco.
AQUELLOS AÑOS 70
Luego de abandonar Soft
Machine, en 1969 edita su primer trabajo como solista, el maravilloso Joy of a Toy, en el cual cuenta con la
participación de su amigo Robert Waytt, y saca a relucir su costado más
lúdico e irónico. En este trabajo, las composiciones van pasando del blues al soul bajo una óptica de pop
sensible y psicodélico.
En 1970 forma la efímera banda Whole World, junto al guitarrista Mike Oldfield, el saxofonista Lol Coxhill, el tecladista David Bredford y ocasionalmente el baterista Mick Fincher, con quienes editaría Shooting at the Moon, un disco bastante desparejo, con algunos buenos pasajes experimentales, pero la banda se disolvería rápidamente y de común acuerdo.
Luego vendría su etapa más
inspirada, con trabajos realmente memorables como Whatevershebringswesing
(1972), seguido de su obra maestra Bananamour (1973).
Posteriormente,
Kevin abandona el sello progresivo Harvest, para firmar contrato con Island
Records, momento en el que el músico tenía todas las posibilidades de
transformarse en una gran estrella pop
de nivel internacional, o al menos eso era lo que la discográfica pretendía de
él. Pero parece que el músico no tenía los mismos planes en mente, razón por la
cual edita su trabajo más oscuro y pretencioso: The Confessions of Dr.
Dream and Other Stories (1974), y un año después el más
accesible Sweet Deceiver, en
el cual contaba con el aporte del guitarrista Ollie Halsall. Ninguna de
las dos obras vendieron lo que la discográfica esperaba y Kevin volvió a
ser fichado por Harvest, para editar tres nuevos álbumes, ya sin la inspiración
de los años anteriores: Yes We
Have No Mañanas (1976), Rainbow Takeaway (1978)
y That’s What You Get Babe (1980). Esta trilogía cierra una década
plagada de grandes canciones en la carrera de Ayers, quien se aprestaba a
iniciar una década del ochenta bastante dispersa y confusa.
UN POCO DE CADA
Instalado ya en Deia, Mallorca,
grabó varios álbumes sin demasiada trascendencia, como Diamond Jack and
the Queen of pain (1983) y As Close as You Think (1986), trabajos
plagados de sintetizadores como para ponerse en onda a los sonidos modernos de
la época, pero con un resultado final bastante flojo en ambos casos.
Pero Kevin Ayers renació de las cenizas con un gran disco, el notable Falling Up (1988); y comenzó la década del noventa con otro álbum soberbio: Still Life With Guitar (1992). Estos dos álbumes mostraban a un músico en plena recuperación y hacían ilusionar a todos sus fans. Pero luego del fallecimiento del guitarrista Ollie Halsall, amigo y colaborador permanente en la obra de Ayers, éste devino hacia un ostracismo total durante quince años.
Cuando ya nadie esperaba un nuevo trabajo de Ayers, reapareció en el año 2007 con The Unfairground, un trabajo lleno de canciones extraordinarias con excelentes arreglos de cuerdas y vientos, y con un sonido renovado, gracias al aporte de los miembros de grupos como Teenage Fanclub, Ladybug Transistor y Gorky’s Zigotic Mynci, todos músicos que consideraban a Kevin Ayers como una gran influencia y comulgaban una adhesión total por su obra. Pero también hubo lugar para el aporte de viejos conocidos del músico, como el incondicional Robert Wyatt y Phil Manzanera (guitarrista de Roxy Music). Con el tiempo, esta obra se transformó en un canto de cisne maravilloso para coronar la larga trayectoria de este inusual artista.
Sus últimos días los pasó al
norte de Francia, en la ciudad de Montolieu, como corresponde a un buen dandy
refinado, amante de los buenos vinos y de las melodías cautivantes; en donde falleció
a los 68 años, mientras dormía, el 18 de febrero de 2013.
Kevin Ayers, por siempre, un eterno
soñador.
Leandro Ruano
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