Aristimuño
lo hizo otra vez: suena familiarmente nuevo. Constelaciones, su sexto
álbum de estudio, que al igual que sus anteriores trabajos fue editado por su
propio sello Viento Azul, salió a la
venta el pasado 15 de octubre de 2016. Un brillante material que nos da acceso a un “conjunto
de estrellas” que imaginariamente delinean el perfil de este gran creador argentino,
probablemente, uno de los más interesantes surgido en la última década.
A cuatro años de Mundo Anfibio, un trabajo en el que el rionegrino abandonó notoriamente
su lado más introspectivo y pueril para emerger a una superficie agobiante y,
por momentos, ominosa vinculada con un mundo adulto en el que se pierde la calma,
Lisandro presentó, dos días antes
del lanzamiento comercial, este nuevo trabajo a amigos, familia, algunos
músicos, y un grupo de periodistas a través de una escucha colectiva en el
Planetario de la Ciudad de Buenos Aires. Ocasión en la que el músico anticipó: “Después de Mundo anfibio, un álbum que hice mirando hacia el agua,
descubrí que para arriba también pasan muchas cosas; hay mucha gente que ya no
está pero que ilumina, gente importante, músicos que nos cuidan. Gente muy especial para mí desde
lo musical y familiar y ahí empecé a pensar en eso que te dicen de chico: que
la gente se va al cielo. Yo creo que sí, que desde las estrellas o las
constelaciones, nos mandan un mensaje y nos cuidan. Hice el disco pensando
mucho en eso: que hay vida después de la tierra".
Para reflejar esas conexiones, Lisandro,
convocó a una nueva banda de consolidados músicos como Javier Malosetti (bajo/coros), Sergio
Verdinelli (batería) y Ariel Polenta
(piano/teclados/órgano Hammond). Todos ellos dieron su toque y se nota. La validada
potencia de profesionales que han tocado
con el Flaco Spinetta, como es el
caso de Malosetti y Verdinelli, sumado al inmejorable aporte de Polenta, quién
viene acompañando a voces tan interesantes como Ana Prada y Pata Kramer, le dan a este disco una
potencia arrolladora. A la que se suman, en cuatro temas, Ramiro Flores (saxo tenor), Juan
Canosa (trombón), y Sergio Warner
(corno).
En el video del backstage del disco (https://www.youtube.com/watch?v=SdT24-p_P6M
), el autor cuenta: “Fui al estudio sin
saber qué estribillo tenía una canción y a veces ni tenía letra”. Y el
resultado de este “proceso de creatividad” es una reafirmación: Personalidad,
sello propio por donde se lo escuche y una adultez musical que no se ahorra
oficio y magia, y el mismo dice: “Eso son
las constelaciones: tu energía”
En estas once Constelaciones (diez en lista más un tema oculto) hay improntas
reconocidas que aparecen de un modo original. Las influencias musicales que
este cantautor no esconde, y no tiene por qué hacerlo ya que sabe cómo tamizarse
con ellas, nos reenvían a estrellas
como los Beatles, Spinetta, Lennon y
Harrison.
Y sin escapar a nuestro tiempo, Constelaciones también está disponible en plataformas digitales como Spotify,
Deezer, iTunes.
LOS
TEMAS:
La Constelación II – Hoy, Hoy, Hoy, es
una cancionera melodía cuyo mensaje evidencia un estado, que podríamos pensar
que Lisandro pudo alcanzar luego de
años de no traicionarse, años de arriesgarse a lo propio y salir siempre
renovado. Y así, nos dice: “Solo quiebro, rompo lo que hay ahí (…) Por eso hoy,
hoy, hoy, / yo voy a ser feliz/ Hoy, hoy, hoy, / yo quiero estar así” Y vaya
que lo hace. Rompe con las amarras de las modas y, paradojalmente, lo nuevo lo
hace clásico, perdurable, como en este tema donde, la guitarra slide
a cargo de Nico Bereciartúa,
suena al mejor estilo George Harrison.
Seguidamente, en el registro inconfundible
de este creador, llega De nuevo al frío. Un tema intimista,
calmo, y visualmente patagónico, como nos tiene acostumbrados Lisandro que dice: “El Chaltén, soy nehuén/
¿Quién me va a acompañar de nuevo al frío?” Vuelve, y vuelve a volver
trasformado.
En la
Constelación IV – Hijo del Sol, nos
presenta una melodía fuerte, contundente para decir lo que hay que decir, al
ritmo del bajo, del golpe de una bata intensa
y del rasguido de la acústica: “No
soy de aquí/no soy de allá/solo agradezco lo que me das/hijo del sol, beso el
calor/rompo las reglas del tiempo”. Un tema que al amalgamar toda una
declaración de principios con un acento musical nos habla de un artista que
entra en escena siempre y cuando tenga algo para decirnos en primera persona.
El corte de difusión, que cuenta con su
video, la Constelación V – Good Morning Life, nos habla de vida con una
base que se asemeja a un pulso, un latido, una presencia que atraviesa toda la
canción como esas presencias que atraviesan toda nuestra existencia. Como lo
que insiste, como volver a vivir, que no es lo mismo que solo recordar. El video
muestra diferentes ojos en primerísimos primeros planos donde es posible ver en
detalle el iris, la esclerótica y sus capilares, la córnea, la pupila y sus cambios
incesantes de forma ante las variaciones de luz que recibe. Las constelaciones
se hacen cuerpo en el ojo.
Luego, sigue la sexta Constelación, Una Flor,
donde la guitarra eléctrica de Nico
Ibarburu hace gala y se luce en un solo bellísimo. Una canción muy personal
con pinceladas del primer Lennon
solista y una electricidad subterránea que atormenta y seduce cuando dice: “Yo
quiero besar sin tener que amar/quiero besar sin tener que matar”
La Constelación VIII – Tu corazón, nos
muestra la capacidad de totalidad que este creador tiene porque si bien las obras
de la carrera del rionegrino son todas suyas, este tema lo es del modo más
certero posible: esta dulce canción fue íntegramente grabada por Lisandro en guitarra acústica 12,
guitarras eléctricas, bajo, voz y coros.
La Constelación IX – Tres Estaciones, está
reservada a la conexión más sublime e inefable que Lisandro pudo hacer: Azul
Aristimuño, quien comienza el tema contado hasta cuatro. Y a esa vocecita
amada por este padre, van dedicados varios deseos y certezas, entre ellos:
“Quiero crecer para los dos en este mundo/quiero dejar un manantial para tus
noches/ y verte más llenar la pieza de color/ tu corazón tendrá delfines y
estrellas.”
Así, la guitarra acústica de 12 cuerdas, el
toque “Malosetti” del bajo potente y
melódico, el ritmo seco e intenso de la batería, el piano, las letras, composiciones
e interpretaciones de Aristimuño conforman
la impronta de un trabajo tanto hermético como abierto que susurra con potencia,
calma, velocidad, intensidad y sentimiento el secreto que ya todos sabíamos: Lisandro puede sonar nuevo aunque sea
siempre el mismo. Y tal vez, justamente, por eso. A doce años y cinco discos de
estudio, hablar de los climas que crean sus canciones no es decir nada
original. No obstante, en este trabajo cada una de ellas, independientemente de
la siguiente, configura un nítido estado de ánimo circunscripto por esas líneas
imaginarias que unen los puntos en el firmamento aristimuñano.
Una palabra define la llegada de este
disco: Bienvenido.
Silvia Tapia