jueves, 19 de enero de 2023

TÓCALA DE NUEVO, MANAL; entrevista a Claudio Kleiman



A 33 años de su último show, el legendario trío de blues y rock Manal compuesto por Javier Martínez, Alejandro Medina y Claudio Gabis; volvió a reunirse el miércoles 1 de octubre de 2014. El evento fue ideado por el empresario Corcho Rodríguez para la inauguración de Red House, un espacio exclusivo para músicos dentro de su productora. El grupo repasó su trayectoria con 14 temas en una noche inolvidable para un público selecto. Hasta aquí la historia oficial.

De esto y de los entretelones de esta reunión histórica trata el libro del prestigioso periodista, crítico y músico Claudio Kleiman publicado el año pasado: La historia de una reunión secreta: Manal (Disconario Ediciones). Para saber cómo lo hizo nos encontramos con él y charlamos sobre ese reencuentro tan fugaz como inesperado de la banda más grande de blues en castellano de la historia.

ENTREVISTA> Claudio, ¿cómo surgió la idea de este libro?

Manal es una banda señera en el rock nacional y eso me parece muy significativo. Ellos son los inventores del género blues en castellano. Además es una banda muy misteriosa, prácticamente no existe una biografía sobre ellos. Sin embargo, no me había propuesto escribir un libro sobre Manal. La cuestión surgió medio de casualidad porque después de la reunión de 2014 pasaron un par de años y cuando estaban trabajando en la edición en cd y DVD del recital del trío en Red House, Jorge Corcho Rodríguez, que había sido como el factótum y mecenas del evento, me pidió que escribiera un texto introductorio para esa edición. Entonces, aprovechando que los Manal estaban muy comprometidos con la idea, acepté la propuesta y sugerí entrevistarlos a todos: Javier Martínez, Claudio Gabis, Alejandro Medina; al propio Corcho Rodríguez, y a la quinta pata de este evento, el sonidista histórico del rock nacional, Adrián Taverna, que había sido el encargado de grabar los ensayos y el concierto, y luego de mezclarlo en los estudios Electric Ladyland, en Nueva York. La idea era obtener algunas frases que pudiera citar en el texto que iba a escribir. Pero después me di cuenta que el material que había obtenido era riquísimo y superaba el propósito inicial. Cuando lo comencé a armar me di cuenta de que iba a tener casi la dimensión de un libro.

¿Qué sensaciones te quedaban al leer esos testimonios?

La comprobación de que la reunión de Manal había sido un hecho atípico. No hay precedentes, no solo en Argentina sino tampoco en el mundo. Imaginate: la reunión de un grupo histórico que sea a puertas cerradas solo para pocos invitados. Porque las reuniones se hacen en estadios o lugares similares para obtener un redito económico. Al margen de que muchas reuniones hayan sido artísticamente muy productivas, siempre está el tema del redito económico por detrás, y eso es algo que no existió en este proyecto.

Mi texto iba a salir junto con una edición especial numerada, para coleccionistas en un estuche simulando un anvil que, además, contendría el cd, el DVD y un libro de fotos de Néstor Díaz. Ese proyecto naufragó. La realidad política y económica de nuestro país siempre se encarga de atentar contra proyectos ambiciosos de este tipo. Sin embargo, mi texto introductorio se usó para la edición en cd y DVD. El resto del relato que había hecho quedó guardado y durante la pandemia, en donde tuve más tiempo para cranear cosas, me di cuenta que el tiempo que había pasado no solo no desactualizada ese material sino que le daba más valor. De hecho, el nombre de Manal ha seguido creciendo con el paso del tiempo. Además tengo la suerte de que ellos tres sean mis amigos y conmigo hablan de una forma que no está plasmada en otras notas, además no había ningún libro de Manal… Así que me decidí a sacarlo en ese formato.

¿Cómo siguió el proyecto?

Hablé con Miguel Dente, de Disconario Ediciones, porque él tenía una colección llamada, si no me equivoco, Dicho y Hecho, que estaba dedicada a conciertos históricos, a eventos puntuales. Miguel leyó el texto y se entusiasmó. Una vez que tuve el editor, enriquecí el texto con cosas que están muy buenas: Una reseña del concierto en sí. Por otro lado, una especie de historia comentada que funciona como prólogo, y por último, testimonios de Chizzo de La Renga. A él le agradezco mucho su colaboración porque ellos no le dan notas a nadie y no tuvo problema en acceder a mi pedido. Es muy importante la participación de Chizzo en el libro porque él es un referente para otras generaciones, es, también, un continuador de la línea musical de Manal y además fue el único músico invitado a participar de este concierto en Red House. Con eso quedó bastante redondito el libro.

¿Cómo llegó Manal a tu vida?

Personalmente, creo que es la banda que más me ha influenciado. De muy pocos tipos se puede decir que son los creadores de un género. Y Manal lo hizo: el blues en castellano. No sé si hicieron el primer blues, probablemente hay algunos antecedentes, pero sí lo establecieron como un género viable. Le dieron identidad al blues en castellano que, cuando ellos empezaron, era una propuesta que parecía disparatada, había mucho escepticismo al respecto. Ellos demostraron que era posible como un nivel altísimo tanto en lo musical como en lo poético. Cuando empecé a consumir música, comprar discos, me gustaban mucho Manal y Almendra pero me sentí especialmente atraído por Manal por su contenido de blues, precisamente. Era un blues muy amplio. En el libro lo cuentan. Claudio dice que les interesaba toda la música de raíz afro, Javier dice que una de las cosas que tenían establecidas era la de no replicar el formato del blues eléctrico clásico de Chicago de doce compases y Javier también habla de la influencia –de parte de su papá, que era uruguayo- de la rítmica rioplatense en la música del grupo. Consciente o inconscientemente, eso está metido en Manal. Por ejemplo, el riff de “No pibe” está en clave de candombe. Por otra parte, como te decía, soy muy amigo de ellos, especialmente de Claudio. Y aunque él se fue a vivir a España, la amistad se mantiene en el tiempo. Cuando vivía acá, llegó a ser mi profesor de guitarra y fue una gran influencia para mí en el modo de encarar la guitarra blusera. Él viaja frecuentemente a Argentina y siempre que tocaba me invitaba a tocar con él, lo cual es un alto honor para mí. Sinceramente, creo que de Manal se deriva toda una línea de rock nacional. De repente, en lo referente a como se encara el rock nacional, hay como una sobrevaloración de la armonía. Me acuerdo que una vez me hizo una nota Tognetti, y entonces él me preguntó lo clásico: “¿Charly o Spinetta?”, a lo que respondí: Manal. Obviamente se quedó asombrado. Es que hay una tercera opción. Pensá que de Manal deriva desde Vox Dei hasta Almafuerte, pasando por La Renga y, de alguna manera, los Redondos… Todos los grupos de rocanrol: Dulces 16, Memphis La Blusera, por supuesto…

¿Cómo viviste aquella reunión?

Fue realmente increíble. Ellos tuvieron una semana previa de ensayo. Primero fue la sorpresa porque fue una reunión secreta realmente. Ni siquiera los pocos tipos que habíamos tenido el privilegio de estar invitados sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Llegamos ahí, se abrió el telón y apareció Manal tocando. Yo no tenía idea y la mayoría de los invitados tampoco. Una de las condiciones del proyecto era esa: mantenerlo en secreto. Entonces, verlos ahí tocando fue increíble. Eso se ve un poco en el DVD, en donde ves a los tipos del público, que ya son veteranos, entusiasmados como si fueran chicos. Por ejemplo, el Tano Marciello, Vitico, Andrea Álvarez, Luciano Napolitano, un montón… todos con cara de incredulidad por lo que están presenciando.

Y ellos tocando con la química intacta…

Sí, estaba la química pero también la tensión que siempre caracterizó la relación entre ellos. Hubo algún pequeño “tiroteo” en escena, que también cuento en el libro. Pero con el paso del tiempo los valorizás aún más porque lo escuchás ahora y te das cuenta que son demoledores como suenan en vivo. Porque aunque había una intención de recrear los arreglos originales de los temas, los tocan con una autoridad que los vuelve únicos. Los arreglos son los arreglos pero Javier cambia las melodías al pasar, algunos cambios sutiles en algunas de las letras también pero te mata lo que suena ese trío. Nunca nadie volvió a sonar de esa manera acá en la Argentina, al menos en formato de trío. Manal siempre fue más como tres solistas tocando a la vez que de una manera mágica confluyen. Al mismo tiempo traían la libertad del jazz que consiste en convertir los temas en cosas vivas, que no se repiten siempre de la misma manera, ya que tienen la mayoría de ellos espacios abiertos para la improvisación. Eso hace que un tema nunca suene de la misma manera. Es algo muy valorado y muy raro en la música de hoy donde sucede exactamente lo contrario. En la actualidad, ves a la mayoría de los artistas tocar en vivo y los temas son iguales todas las veces. Lo que se te ocurra: ya sea Calamaro, Abel Pintos o Babasónicos… Los temas suenan y suenan de una sola forma y son así. Repiten la forma en la que están grabados. Manal en vivo era todo lo contrario.

¿Tu libro aborda la conflictiva relación entre ellos?

Yo creo que eso es algo inherente a las personalidades de cada uno. Por ejemplo, en el libro comento que cuando Corcho veía cómo se peleaban en los ensayos o había alguna tirantez, tensión, o malas contestaciones, Claudio le decía: “Corcho, no te preocupés, que no es que nos tratamos así porque ahora somos viejos. Siempre fuimos así…” Para ellos  siempre fue difícil someterse a una democracia grupal. Por ahí fue un poco más fácil cuando estaban empezando porque no tenían una leyenda detrás. Ciertamente, en este caso, las diferencias forman parte de las grandes explosiones creativas. Eso hizo, y hace, que esta sea una experiencia creativa tan interesante como efímera.

Emiliano Acevedo


martes, 10 de enero de 2023

LA DECEPCIÓN DEL ROCK, por Enrique Symns

 

Cuando las bandas de rock nacieron sumergidas en el mismo anonimato que todos nosotros, el público, cuando descubrieron el secreto; ese lago de melodías y ritmos en el que todos los rockers roban y alimentan sus redes sonoras del mismo modo como los escritores roban en las profundas cuevas del lenguaje; ellos nos enseñaron a respirar esas canciones. No era música sino primeros auxilios.

Stockhausen enuncia una teoría metafísica sobre el origen de la música: sostiene que la música es el sonido del cosmos y los músicos son postes telegráficos de recepción de esas sonoridades singulares.

La decepción o desilusión que nos provocaron con el correr de los años supone la existencia de un ilusión previa, de un viaje utópico imposible de realizar que consistió en escapar de la rígida celda que es el mundo, es fuga vibrante y adrenalina del sistema pesadillesco en que consiste la vida en comunidad.

El rock nos prometió ese escape. El rock fue el propio vehículo que nos llevaba fuera de los muros del capitalismo, de las ideas decadentes sobre el mundo, de la moral castradora que manipulaba nuestros arrebatos, de la prohibición que custodiaba como un tabú social la promiscuidad y los excesos.

En mi caso, los tripulantes preferidos de esa evasión extraordinaria y mágica fueron David Bowie, Pink Floyd, Led Zeppelin, Genesis, Yes, Procol Harum, Wishbone Ash, Joe Cocker, Jimi Hendrix, Lou Reed, Deep Purple, Emerson, Lake & Palmer, Alice Cooper, Kraftwerk, Tangerine Dream, Van Der Graff Generator, King Crimson y algunas más. No era solamente música, era un movimiento, a veces suave y cadencioso y a veces violento y tormentoso que nos alejaba de las carreteras civilizadas y nos extraviaba por senderos misteriosos e inexplorados. El rock me desató de mis siniestros vínculos familiares, descarriló mi buena conducta como ciudadano, me arrancó el uniforme de presidiario (traje, camisa, corbata, colores apagados) y me disfrazó de estrafalario pirata con capelina, zuecos y batas coloridas.

Hasta el advenimiento del rock, mi existencia era como un misil teledirigido. La vida se fugaba por todos los agujeros de mi alma en ese recorrido angustiante por los laberintos de la ciudad; trabajar, estudiar, enamorarse, tener hijos. Esa era toda la oferta. Siguiendo el ritmo de Vendiendo Inglaterra por una libra salí a recorrer los caminos de Sudamérica y Europa siguiendo la pista de un misterio al que muchas veces presentí cerca pero que jamás encontré. Con el LSD y EL LADO OSCURO DE LA LUNA sufría alucinaciones verdaderas. Es decir, visiones confusas de la auténtica realidad que se escondía entre las brumas de la trampa que se cierne sobre la mente. El LSD, si eres inteligente, te transforma en filósofo.

Tuve oportunidad de presenciar algunos recitales inolvidables. A Alice Cooper en una noche fatal en San Pablo donde los dealers vendían un ácido anfetaminico que generó una tormenta violenta en la mente de los espectadores. Van Der Graff Generator en un piringundín pequeño en Ámsterdam fumando hachís y hechizado por la magia de un tipo desconocido para mí que era Peter Hammill. Un recital monstruoso de Supertramp en Barcelona. El maravilloso Rock in Rio de 1985 con Queen, AC/DC, Whitesnake, Rod Stewart, John Mayall, Scorpions y 30 bandas más. Y, sobre todo, un recital que brilla en mi memoria como un diamante: un show en el Canecão de Rio de Janeiro, de PIL (Public Image Limited), la banda excepcional de Johnny Rotten, tomando champagne en la misma mesa que Ronald Biggs, el asaltante inglés del tren correo.

Mi identificación con el rock se profundizó aún más cuando yo mismo me convertí en protagonista de esos eventos al compartir tantos años el escenario con Los Redondos de Ricota y luego con Los Caballeros de la Quema, Los Piojos, Bersuit Vergarabat, Lo Negro, Los Niños del Puente y La Pandilla Derqui.

La primera revelación del fracaso coincidió lamentablemente con la inscripción de los rockers en el establishment. El dinero, la fama, el poder los fueron cazando a cada uno en su propia sopa de miseria personal. Participaron no solamente de festivales políticos y militares sino que también hicieron proselitismo de sí mismos en cuanto reportaje les realizaron. Hasta el Indio Solari se adecuó a Clarín y a Pergolini. Muchos se declararon peronistas, izquierdistas o, peor aún, kirchneristas.

Pero ellos fueron, en realidad, víctimas de la misma poderosa ola de trivialidad, mediocridad e insania que nos arrastró a todos. Por otra parte, en el nuevo milenio, el concepto del rock sufrió una explosión neutrónica con centenares de bandas de gran calidad que surgieron en todo el mundo (Radiohead, Morcheeba, Super Furry Animals, Mars Volta, Tool, entre miles de otras) aunque ninguna pudo superar la eclosión creativa producida en las décadas del 80 y los 90. Casi todo lo que se escucha es otra vuelta de tuerca de lo ya escuchado.

Si el rock fue la música de fondo de la película de aventuras que intentaba ser nuestra vida, en la actualidad es la marcha fúnebre de un sueño olvidado.

Enrique Symns

(Publicado originalmente en la Revista Mavirock, 2012. Incluido en el libro Senderos Extraviados, Crónicas y Entrevistas al Límite, edición de autor, 2013)