jueves, 18 de abril de 2024

ROLANDO CASTELLO JUNIOR: "El disco de Aeroblus lo hicimos en dos días..."

Siempre es un placer hablar con Rolando Castello Junior, histórico baterista brasileño. En nuestro país es muy conocido por haber sido parte del histórico power trío Aeroblus, junto a Pappo y Alejandro Medina; pero la historia de Castello Junior en la música va mucho más allá de eso, habiendo participado en multiples proyectos musicales en los últimos 54 años. Ahora está de vuelta en Buenos Aires, en donde va a celebrar la música de Aeroblus el próximo viernes 19 de abril en Uniclub junto a una docena de músicos invitados. Un poco de todo eso hablamos en esta nota que hoy tenemos el placer de compartir…

ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música? ¿Qué bateristas te influenciaron?

El primer baterista que me influenció fue Ringo Starr, en los años 60. También Keith Moon de los Who, Charlie Watts de los Stones, John Bonham de Led Zeppelin, Mitch Mitchell de Jimi Hendrix Experience, Ginger Baker de Cream… Mucha gente.

¿Y por qué te decidiste a tocar la batería?

Porque no pude tocar la viola, no me salió. Yo quería tocar guitarra, no me salió y entonces me metí con la batería. El instrumento medio que te elige a vos, no vos al instrumento.

Profesionalmente, empezaste a tocar a los 13 años, ¿no?

No, lo primero que grabé fue en 1970, así que tardé cuatro años en profesionalizarme. Los primeros dos años los dediqué a aprender a tocar correctamente. Luego tenés que aprender a tocar con bandas. Es otra historia. Una historia es dominar más o menos el instrumento y luego pasás dos años para entender lo que es tocar con una banda.

En México empezaste profesionalmente, ¿no?

Sí. Ahí llegué a tocar con El Tri y toqué en muchas otras bandas. Me fui a México porque mi viejo se fue a laburar ahí, yo era chico y aún vivía con mis padres. Me pareció una pálida porque México para mí era una bosta… (risas) Lo bueno fue que cuando llegué allá me encontré un montón de información, porque en Brasil no salían los discos de rock y en México sí, porque están pegados a Estados Unidos. También tenían muy buenos equipos para tocar, cosa que acá no había. En Brasil no había nada importado, era todo nacional. Equipos de mierda…

Y ahí en Brasil, ¿qué había de rock en esa época?

Había bandas que hacían rock pero no eran conocidas. Después estaban Caetano Veloso y Gilberto Gil con el movimiento llamado Tropicalia. En ese movimiento tocaban Os Mutantes y había otras bandas que gravitaban alrededor de eso. Había ocho o diez bandas en todo el país. Había tres o cuatro bandas en San Pablo, dos o tres en Río y una en Río Grande del Sur y chau, no había más nada… Era un mercado muy chico. Aunque estuvo también la explosión de la Joven Guardia con Roberto Carlos, pero no le decían rock, le decían ye-yé… Es muy distinta la historia del rock en Brasil a la de México y Argentina.

Vos estabas copado con el rock argentino, ¿no?

Sí, porque tenía más rock, más blues, estaba muy copado con el disco de la oreja de Billy Bond [Se refiere al segundo álbum de Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll]. Yo toco batería por el rock argentino, se puede decir.

¿Cómo era la banda Made In Brazil?

En esas primeras épocas del rock brasileño, a fines de los 60, esa banda fue una de las pioneras. Hacían covers de Hendrix, Cream, Iron Butterfly. Todas esas bandas las empezamos a conocer por ellos, no por las versiones originales. Made In Brazil fueron los primeros en firmar con una discográfica de las grandes, justo en la época en que yo fui a tocar.

¿Y de ahí te fuiste a tocar a Estados Unidos?

Exacto. Fui a tocar un poco y a ver si compraba una batería nueva y cuando volví pasó lo de Aeroblus en 1976.

¿Cómo hicieron ese sonido tan pesado de Aeroblus? Ahora se lo compara mucho con el sonido de las bandas stoner…

Sí, he escuchado eso. Ni idea, porque no conozco mucho de lo stoner, aunque grabé con Los Natas en Argentina. Pero la verdad es que no veo ningún paralelo entre Aeroblus y lo stoner. Lo stoner me hace acordar a Black Sabbath… No sé, no soy un especialista en eso.

¿Y el sonido de ustedes de dónde sale? ¿Cuáles fueron sus influencias?

Bueno, cuando yo me junté con ellos [Pappo y Alejandro Medina] ya tenían un par de temas. Ponele que el material de Aeroblus fueran 20 temas, ellos ya tenían unos cuatro o cinco temas terminados. Eso fue la semilla del laburo que hicimos. Lo que pasa es que hubo una química importante entre nosotros tres, que hizo que sonara así. Si Norberto hubiera tocado con otro bajista u otro baterista no hubiera sonado así, como nunca más nada sonó igual a Aeroblus. Cuando yo salí de Aeroblus, intentaron seguir con Gonzalo Farrugia, que era un muy buen baterista, pero no funcionó. No existe una formula, es la química entre los músicos. Algo que ocurre una vez en mil.

Al principio, Aeroblus fue criticado por la prensa…

Sin duda, porque hay que entender que en esa época se escuchaba mucho rock progresivo. Estaba La Máquina de Hacer Pájaros, Genesis, o dúos más tranquilos como Pastoral… Lo que sonaba más pesado del rock argentino era Crucis, pero ellos hacían rock progresivo pesado, nada que ver con la propuesta de Aeroblus. Por eso no la entendieron. Me acuerdo que tocamos junto a Crucis una vez en Argentina… Compartimos un programa de televisión, muy buena banda. Pensá que en esa época si había diez grupos de rock, nueve hacían rock progresivo… Igual no es una crítica mía, para nada. Porque a mí me gustaba como sonaba La Máquina en vivo, sonaban re pesados también… Pero no se podía comparar lo que hacían La Máquina y Crucis con el rock más visceral de Aeroblus. Resumiendo, nos decían: “Rock cuadrado de mierda”. Punto (risas).

Pero a vos te gustaba el rock progresivo y el jazz rock…

Sí, me gusta. Pero ojo, porque si escuchás en nuestro disco “Sofisticuatro” es un jazz rock, no es rock cuadrado. Es fusión. Incluso, hubo un par de temas que no entraron en el disco que eran bastante complicados, como hacían los Crucis. Pero lo nuestro siempre fue otro concepto. Las otras bandas tenían teclado, nosotros no. Aunque El Reloj tenía teclado también y hacían una música bien polenta, pesada. No nos olvidemos de El Reloj, una gran banda de los años 70. Lamentablemente, en ese momento en que yo viví en Argentina, en los años 76 y 77, las bandas tocaban muy poco, porque había una represión muy grande.

¿Cómo fue la grabación del disco de Aeroblus?

Muy rápida. Lo que recuerdo es que creo que en dos días grabamos todo, máximo tres días. El primer día, armamos todos los equipos, tocamos todas las músicas y grabamos al día siguiente. Y si hubo un día más fue lo máximo que hubo. Lo que pasa es que teníamos los temas muy bien ensayados. Entonces salió todo muy rápido. En un día grabamos casi unos 20 temas y en el disco entraron 10. Fue muy rápido todo y ni siquiera acompañamos la mezcla. Yo ni siquiera participé del armado de la tapa del disco, porque ya no estaba más en Argentina. Pero la mezcla no la acompañó ninguno de nosotros. Hoy en día eso es inconcebible. Pero bueno, en esa época fue así. Por suerte, el tipo que hizo la mezcla la hizo muy bien.

¿Cuándo se dieron cuenta que habían grabado un disco que iba camino a convertirse en un clásico de nuestro rock?

No sé, yo recibí el disco un año después que salió. Y me pasé años escuchando ese vinilo, pero no escuchaba el primer tema (“Vamos a buscar la luz”). Ponía la púa en el segundo tema, no escuchaba el primero. ¿Por qué? Porque hay una batería pinchada en ese tema. Le regalo un cd de una banda mía de Brasil a quien descubra en donde está pinchada la batería en ese tema… Tiene una batería pinchada y eso a mí no me gustaba, me molestaba. Y otra cosa, como Pappo y Medina siguieron haciendo sus cosas, para el 79 Aeroblus ya era una cosa muerta, que olía mal, ya estaba en el cementerio… Yo no sé en qué momento se volvió clásico. Acá a Brasil llegó con fuerza a finales de los años 90. En ese momento me di cuenta de lo que era Aeroblus porque venían chicos a mi casa y me preguntaban por la banda. Yo no entendía como conocían a Aeroblus en Brasil. Pero la ola venía desde ahí, y venía desde Japón, y venía de los melómanos que coleccionaban vinilos. Y después, por suerte, hicieron una edición en cd en Argentina. Pero fueron ediciones muy mal cuidadas. Incluso, ahora querés conseguir material de Aeroblus en Argentina y no encontrás en ningún lado. Por eso los vinilos de Aeroblus que salen a la venta valen una fortuna. Tanto que yo vendí dos vinilos de Aeroblus. Necesitaba la plata y los vendí. Si tuviera más ahora los vendía también… ¿Para qué los quiero? (risas)

¿Cómo sigue tu carrera luego de Aeroblus?

Empiezo con Patrulha do Espaço [Patrulla del Espacio]. Muy poco tiempo después de Aeroblus. Cuando Pappo se casó y se fue de luna de miel, yo me vine a mi casa. Ahí me llegó una invitación para tocar en Patrulha y acepté porque estaba un poco harto del clima represivo que se vivía en Buenos Aires.

¿Cómo definirías la música de Patrulha a la gente que no la haya escuchado acá en Argentina?

Es difícil. Pero es rock pesado clásico, cuadrado. No llega a ser heavy, aunque también tenemos temas pesados. Del 2000 al 2004 hicimos rock progresivo con teclados, órgano, Moog; parecido a lo que acá hacían Crucis y El Reloj.

¿Cómo fue la grabación que hiciste con Pappo en los 80?

La hicimos a finales del 84, principios del 85. Lo fui a rescatar a Norberto a Río, porque estaba ahí, con un manager totalmente amateur que no le iba a conseguir ningún laburo. Así que lo traje a mi casa, en donde yo tenía una sala y terminamos tocando. Así que le dije que iba a buscar a un bajista para el proyecto, porque en ese momento no estaba haciendo nada con Patrulha. Ahí empezamos a laburar esos temas, como “Ojo Animal”, “Dios Devorador”, “Mujer Fácil”… Incluso, material antiguo de Pappo más material antiguo nuestro. Así, fuimos a grabar, por suerte, sino no habría ese documento. Grabamos y fue lo mismo que pasó con Aeroblus, antes que saliera el disco ya no existía la banda. Pappo se volvió a Buenos Aires y yo empecé a tocar en mi proyecto de Inox. El disco salió en 1985 y tardó diez, quince años en volverse un clásico. Hoy esos temas son hits, se volvieron clásicos.

¿Cuál es tu opinión acerca del rock de hoy?

Es complicado. Yo te puedo hablar tanto del rock brasileño como del argentino, porque estoy mucho en ambos países. Es muy distinto el movimiento de rock en Brasil que en Argentina. Lo que pasa es que hay generaciones de bandas nuevas. Son todas bandas chicas, hoy en día no existen las bandas grandes. Esas bandas chicas nunca se van a volver grandes. Hay que entender que ya no existen las discográficas. Por otro lado, no se vende más nada, no se venden cds, no se venden vinilos… Ahora joden con la vuelta del vinilo, pero se venden mil vinilos como mucho… Antiguamente se vendían 100 mil. No existen las ventas actuales. Hoy hay mucho de todo, tenés miles de radios web en Argentina, pero no hay más revistas; el mercado es una bosta, no existe… ¿Por qué te digo esto? Porque hay un montón de bandas chicas buenísimas y no las juna nadie. Hoy en día hacés una banda y podés tocar en todo el planeta: en Barcelona, Tokio, en donde quieras… Pero no se gana un mango porque el mercado es una bosta. Hay un movimiento muy bueno de rock muy bonito, romántico, creativo a nivel mundial pero se acabaron las épocas de los grandes estadios, los teatros, etc. Son bandas que terminan tocando en barcitos de Burzaco o de Ramos Mejía para 100 boludos. Bandas medianas, cada vez hay menos, y grandes, ni hablar… ¿Dónde están las bandas de rock pesado en Argentina? No existen, loco… Rata Blanca es la única que llena y puede meter 8000 personas. Es un panorama muy complicado.

¿Y por qué pasa esto? ¿Otras músicas le coparon la parada al rock?

Sí, obvio que sí. Si antes había 10 mil chicos a los que les gustaba el rock en Floresta, Flores y Caballito; ahora son solo 1000. Y de esos 1000, 100 tienen plata para ir a un recital. Y de esos 100, solo 10 tienen plata para comprar un cd, una remera o un vinilo. Por eso digo que lo del gusto musical es una cuestión socioeconómica. El rock en Brasil y en Argentina es muy distinto del rock que hay en Europa, Estados Unidos o en Canadá. Allá el rock es una cuestión cultural. En Argentina la cultura rock es mayor que la brasileña. Lo que pasa es que acá los músicos de rock zafamos porque hay más población que en Argentina. Lamentablemente las bandas que tienen capacidad de recitales grandes en Argentina se cuentan con los dedos de una mano: La Renga y un par más… Ellos solos pueden tocar para 20 mil personas. Imaginate las bandas chicas. Nadie gana lo suficiente como músico. Entonces el movimiento de rock es por el amor a la música, no por el negocio. Antes había la posibilidad de que el movimiento cruzara el camino hacia el negocio, pero hoy en día no creo que eso suceda…  

Emiliano Acevedo



domingo, 25 de febrero de 2024

BUENOS AIRES SOLO ES MÚSICA, entrevista a Gustavo Moretto


Es realmente un placer enorme entrevistar a un artista como Gustavo Moretto. Un tipo que tiene tanto de talentoso como de humilde. Quizás, en este punto, las presentaciones están de más, quizás no. Moretto es un estudioso de la composición musical. Desde niño la música lo cobijó. Tocó en dos de los más prestigiosos grupos del rock argentino de los años 70: Alma y Vida (jazz rock) y Alas (rock progresivo); en uno tocaba la trompeta, en el otro se abrió paso hacia las posibilidades tímbricas de los modernos sintetizadores. Hizo de todo, mixturó los ritmos autóctonos argentinos con el rock, hizo música académica y estudió composición clásica. Enseñó. Sus discos se siguen escuchando y son motivo de análisis, tanto los tres que hizo con Alas, así como su material solista. Nunca paró de innovar. Aún hoy lo sigue haciendo, luego de más de 50 años de carrera. Esta entrevista no es más que una parte diminuta, una muestra tal vez, de una carrera magistral.

ENTREVISTA> Hablando de tus orígenes, leí que de chico escuchaste mucho tango en la casa de tus abuelos. ¿Puede ser que eso te haya influenciado después cuando empezaste a fusionar tango con rock en la música de Alas?

Sí, mi abuelo materno era un muy buen carpintero y hacía sillas de peluquero. Él tenía un taller en su casa y siempre tenía la radio prendida, desde que se despertaba hasta cuando se iba a dormir, y escuchaba tangos todo el día. Pero la idea de fusionar el tango no fue mía, fue de mi hermana Marcia. Esa fue una genialidad de ella. ¿Conocés a Marcia Moretto?

La escuché nombrar, pero no la conocí…

Fue mi hermana mayor, me llevaba cuatro años y fue muy importante…

Era bailarina, coreógrafa, ¿no?

Exacto. También fue modelo y una gran personalidad, es muy conocida en Francia. Ella me dio la idea de mezclar el tango con el rock. Algo bastante original en ese momento. Yo soy de la generación de los Beatles, nosotros no escuchábamos tango. Pero claro, te subías a un colectivo y escuchabas tango, lo mismo si te subías a un taxi o si ibas a un bailongo. Es imposible no escucharlo porque es parte de nuestra cultura. Y la verdad es que el único grupo de aquella época que compuso un tema integral de 17 minutos basado todo en tango, y aparte tocado con un bandoneón, fue Alas. Por ahí hay grupos que sumaron un bandoneón a un tema y demás, pero el único grupo cuya música sonó a tango integralmente desde su composición fue el nuestro.

Y a la vez fuiste el primer trompetista de rock de la Argentina…

Y único…

¿Cuáles eran tus influencias a la hora de tocar la trompeta?

Yo quería tocar la trompeta desde que tenía ocho años. Porque había visto una película con Kirk Douglas que se llamaba Young Man With a Horn. Y mis padres no me la compraron hasta que cumplí catorce. Me pasé seis años pidiéndoles que me compraran una trompeta. Nunca se los perdoné… Bueno, cuando me la compraron tampoco me preguntaron que trompeta comprar. Así me pasé un año tratando de tocar por mi propia cuenta y no pude. Finalmente, a los 15 empecé a tomar clases y a los 20 ya estaba en Alma y Vida.

¿Cuál fue el primer disco que te compraste?

El primer álbum que me compré fue el de un trompetista llamado Al Hirt, que tocaba una música semi comercial pero a mí me encantaba como tocaba la trompeta. Pero mi mamá [Nelly Moretto] que era compositora y pianista, estaba conectada con músicos de música clásica de acá y con la toda la intelectualidad de Buenos Aires, y conocía a un compositor que se llamaba Francisco Kröpfl, quien escuchó ese disco de Al Hirt y me dijo: “Eso no es jazz”. Fue él quien me regaló dos álbumes originales de Clifford Brown. Después de eso yo descubrí a Dizzy Gillespie. Después de eso escuché a Freddie Hubbard, Miles Davis… Todas figuras muy fuertes en la historia del jazz y de la trompeta. A mí me gustaba eso y quería poder hacerlo pero era un momento en el que nadie tenía interés. Con la trompeta no podía tocar con nadie, porque en esa época todo el mundo tocaba folklore o rocanrol. Aparte los músicos de jazz no te pasaban información. Por eso a mí nadie me enseñó nada. Al que seguía, sí, fue a Gustavo Bergalli. Él era mi ídolo, nos hicimos amigos y lo iba a escuchar …

Hasta te llevaba en auto a tu casa…

Sí, exacto. Él tenía un Fiat 600 y una vez entramos tres tipos y un contrabajo adentro del auto, una locura… Y a veces terminábamos muy tarde. Él tocaba y yo los escuchaba, y como él vivía en Olivos y yo en Vicente López, me llevaba a mi casa. Bergalli también tenía mi número de teléfono. Así fue que Alma y Vida estaban buscando un trompetista, luego de que se fuera Franco Salvador del grupo. Ellos no conseguían un trompetista por ningún lado. Primero le ofrecieron el puesto a Gustavo pero él estaba interesado en tocar jazz, así que me recomendó a mí para el puesto y les dio mi teléfono y ellos me llamaron. Así fue la historia. Cuando entré a Alma y Vida aún estaba muy verde, musicalmente hablando, tenía solamente cinco años de experiencia y nada profesional. Así que fue todo cuesta arriba para mí.

Sí, Bernardo Baraj, en otra entrevista, me comentó que vos dudabas si te iba a dar el cuero para tocar en Alma y Vida…

Y claro, porque ellos eran todos músicos profesionales que venían de acompañar a Leonardo Favio. Ósea que ellos ya tenían encima años de tocar y de hacer giras… Y Bernardo era un músico de jazz que sabía improvisar y demás. Yo no tenía nada, no había tocado con nadie, había tocado en una banda de Rhythm and Blues y nada más. Nunca había hecho giras ni había ido a un estudio de grabación. Para mí fue un desafío enorme subirme a ese grupo que se sonaba todo. Gracias a Dios ellos me alentaron y yo pude responderles.

Ahí, estando en el grupo, empezaste a componer…

Sí, afortunadamente Alma y Vida era un grupo democrático, no había un líder determinado y entonces todos componíamos. Ahí me empezó a interesar cada vez más la composición. Y de alguna manera eso me llevó a darme cuenta que estar en la parte de atrás del escenario sentado detrás de una trompeta no era lo mismo que estar sentado al piano, cuando vos sos el compositor. Yo también tocaba el piano en el grupo. Prácticamente, la mayor parte de los pianos que se escuchan en los primeros cuatro álbumes de Alma y Vida soy yo el que los toca, salvo los temas de [Carlos] Mellino que son los hits del grupo. Yo tenía al piano como un instrumento natural porque mi mamá lo tocaba desde siempre.

Bueno, ahí hiciste “Hoy te queremos cantar”, un tema en el que participás de la composición y es un clásico del grupo.

Sí, yo escribí ese tema, escribí la letra, y después Carlos Mellino modificó la parte del tema a la que se le llama puente. Y eso fue un hit…

Sí, y muchos pensaban que estaban hablando del Che Guevara…

Sí, hay mil interpretaciones y muchos piensan que está dedicada al Che, pero si vos escuchás la letra te das cuenta que no habla de él porque dice que “cayó en la ciudad” y demás. Él no murió en la ciudad, cayó en la sierra. Yo creo que la idea de “Hoy te queremos cantar” era acerca de que en aquella época, en 1973, la gente iba a las manifestaciones y la cana mataba a dos o tres personas como si nada. Y a esas víctimas nunca les vimos la cara, nunca supimos sus nombres, nunca nadie les escribió una canción. Por eso mi idea era cantarles una canción a ellos. Y que no tenga nombre hizo que se hicieran miles de interpretaciones y ayudó a que el tema se haga muy popular. Incluso, había gente que me decía que se lo había dedicado a Jesucristo. Esa ambigüedad ayudó al tema.

También hiciste “La morada”, “Es la hora” o “Vos te equivocaste, amigo” que es un soul muy bueno…

Sí, me empezaron a agarrar las ganas de componer y me di cuenta de que eso era lo que más me gustaba de todo. Y en el último disco de Alma y Vida hay un tema al que la gente ya lo asocia con Alas que es “Alguien viene, alguien se va”. Un tema larguísimo en el que tocó todo, incluso canto; y ya apunta a una cosa más progresiva.

Ahí te vas de Alma y Vida para hacer algo más tuyo…

Claro. Es decir, me fui porque quería dedicarme a la composición y tener un grupo en el cual fuera el único compositor. Yo debatí si ponerle de nombre el Gustavo Moretto Trío, pero dada la cantidad de trabajo que tendrían que hacer los otros integrantes: Alex Zucker y Carlos Riganti, era más justo que le pusiera otro nombre. Así se llamó Alas. Al principio hacíamos una música más simple, hay tres temas que no llegamos a grabar que estaban muy buenos: “Nacer”, “Mi perro más fiel” y “Mambrú perdió la guerra”. Eran muy lindos pero yo me preocupaba que como trío llegáramos a ser aburridos desde el punto de vista tímbrico. Así que le pusimos tanta manija que al final llegó a ser muy rico el sonido del grupo. Porque entre las cosas que tocábamos, y los aparatitos que tenía Carlos, más las flautas, las trompetas, los teclados; había una riqueza de sonido muy importante.

¿De dónde viene el nombre del grupo?

Es muy cómico porque hasta hoy ni siquiera sé cuando apareció el grupo Wings de Paul McCartney. Yo no tenía ni la más mínima idea de que ese grupo existía. Yo a McCartney no lo seguía para nada. La idea de ponerle Alas vino de que yo quería poner un nombre que tuviera solamente cuatro letras, para que cuando lo pusieras en un afiche las letras fuesen enormes y se pudieran ver desde gran distancia. Esa es la razón. Después en YouTube leo que la gente pone que Alas se parecía a la movida de Canterbury y no sé qué, y yo nunca los escuché a esos grupos, ni siquiera hoy. Debe ser una simple coincidencia si hay alguna similitud…

Bueno, a ustedes también los comparaban con Emerson, Lake & Palmer por el formato de trío…

No, a mí me interesaba la música de Emerson, Lake & Palmer, pero si hubo alguna etapa de Alas influenciada por ellos fue solamente la segunda. Porque la primera etapa no tiene ninguna influencia y desgraciadamente no se grabó. Si hubiéramos grabado eso la gente tendría otro concepto de Alas. Lo que pasó es que, cuando nos contrató EMI, ese primer material ya era viejo y queríamos empezar a grabar un nuevo material. Y es en esa segunda etapa que a mí me interesó mucho lo que hizo Keith Emerson, porque me interesaba el trabajo de independencia entre las dos manos. Que un trío como éramos nosotros, con el teclado podía pasar a sonar como cuarteto porque cada una de mis manos hacía una cosa diferente. Si trabajás las manos bien, y aparte sabés usar los pedales del órgano, eso suena muy bien. A mí siempre me interesó la complejidad, que ibas a escuchar tres personas a un concierto pero sonaban a más que tres. Desde ese punto de vista, sí había una influencia de ELP; ahora, en lo que respecta a lo musical, no. Porque si escuchás nuestro primer disco, en la música de Alas pasaban muchas más cosas que las que pasaban en Emerson, Lake & Palmer. Nos vamos al diablo, nos vamos al tango, hay música contemporánea, hay un solo de trompeta… En mi opinión, más allá de que ELP eran unos músicos grandísimos, también estaban metidos en una maquinaria comercial con muchos más recursos. En ese sentido, no me voy a comparar con ellos pero en el punto de vista conceptual, era más volado lo que hacíamos nosotros. Y te digo que la música de Alas en la web está muy presente y nos la han comentado en muchos idiomas. Y mucha gente dice que nosotros éramos más volados y estábamos menos comprometidos con la industria musical. Y después escuchás el segundo cd de Alas y no tiene nada que ver… Y no sé porque algunos comparan el segundo álbum con ELP y no hay nada de ELP ahí, cero… Mucha gente conoce nada más que el primer disco de Alas. Se habló mucho de ese disco por muchísimo tiempo porque el segundo disco recién salió en 1983, después de que yo me había ido del país. Lo mezclaron cuando yo no estaba pero siempre pensé que ese álbum era mejor que el primero. Y creí que, tarde o temprano, la gente se iba a dar cuenta de eso. En la actualidad, no tenemos millones de visualizaciones en YouTube por Pinta tu aldea, pero tenemos 138 mil y el primero tiene solo la mitad.

Como que las nuevas generaciones están re descubriendo al segundo álbum…

Claro. Una cosa que ha tenido mi música hasta ahora es que hay que escucharla toda, de principio al final. Porque si parás en alguna parte de los temas, te perdés muchas cosas que pasan después. Y, lamentablemente, en la actualidad hay mucha menos inclinación a sentarse a escuchar una pieza entera de música, del principio al final.

Y a la hora de tocar el piano, además de Emerson, ¿qué fue lo que más te influenció? ¿La música clásica, contemporánea?

Bueno, mi mamá era una pianista de primera línea, y yo me despertaba escuchándola tocar Chopin y piezas difíciles de Bach. Así que ya tenía bastante influencia de música clásica. Me acuerdo de las manos de mi mamá, ella tocaba el piano cien veces mejor que lo que yo jamás soñaré tocar. Pero también había muchos pianistas que me volaban la cabeza como Chick Corea, Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Herbie Hancock… Yo escuchaba jazz y música progresiva, por supuesto, pero además clásica. Si había una razón por la cual yo me metí en el rock nacional fue a la fuerza, porque a Alma y Vida se lo consideraba un grupo “comercial”. Y aparte yo era considerado un simple trompetista. Entonces, cuando yo entré a tocar en Alas hubo mucha confusión. Incluso en 1979, estando en Paris, me llamaron para hacer una grabación con trompeta y yo hacía tres años que no tocaba trompeta. A mí lo que me atrajo del rock nacional, de la música progresiva, fue el hecho de que podía hacer lo que quería. Combinar música de todos lados, mezclarla, que haya pedazos de música clásica, que haya jazz, rock… La capacidad de mezclar todo eso me gustó y me gustaría poder seguir haciéndolo. En la actualidad, por supuesto, hay grandísimos músicos que hacen cosas maravillosas pero hay una tendencia a ser más ortodoxos cuando se trata de hacer un cierto estilo. Por ejemplo, los músicos de jazz son especialistas en hacer eso y se sumergen en eso y son maravillosos en lo que hacen pero no se informan de otras cosas que no sean el jazz. Esa combinatoria de estilos como hacíamos nosotros ocurre aún, porque hay muy buenos músicos, pero no se conocen masivamente.

No es como antes que podías tener un contrato con EMI haciendo esa música innovadora…

Exacto.

¿Cómo conociste a Zucker y a Riganti?

Primero lo conocí a Alex Zucker, él era bajista y yo estaba buscando uno, pero aparte él tenía equipamiento. Yo en ese momento no tenía nada, salvo un Fender Rhodes, y él ya tenía sintetizadores. Me interesó eso, nos contactamos y empezamos a trabajar. Alex se sumó, puso mucha energía en el proyecto pero necesitábamos un baterista. Probamos a dos o tres bateristas y no nos convencieron, y yo después me acordé de uno que había escuchado en mi escuela secundaria, el Nacional San Isidro. Un baterista bárbaro llamado Carlos Riganti, así que empecé a averiguar por él, vino, tocó y nos caímos de orto: era el que estábamos buscando. Además, Carlos fue un factor muy importante en Alas, no solamente en lo musical sino que también en lo relativo a la disciplina y al carácter personal. Tuve mucha suerte en haberlo encontrado.

Al mismo tiempo que tocabas en Alas se vivía un panorama político social caótico en el país, ¿cómo lo vivieron?

Fue una tragedia, global para todo el país, y una tragedia personal para todos los músicos. Para mí también, por supuesto. En mi caso fue una tragedia porque estaba metido en ese proyecto que era mi sueño y al mismo tiempo todo alrededor se estaba derrumbando. Pero la cosa había empezado antes del golpe. Y aparte creo que tuve mala suerte. Porque durante el periodo entre Alma y Vida y Alas yo trabajé durante un tiempo como trompetista de un espectáculo de Antonio Gasalla, éramos la banda que lo acompañaba en el Teatro Estrellas, y ahí pusieron una bomba. Mataron a un pibe que era iluminador, la policía vino con una violencia tremenda, subieron el auto arriba de la vereda y se tiraron en contra de la gente que estaba aterrorizada. Fue una experiencia que me quebró, fue un antes y un después en mi vida, porque nunca había visto tanta saña. Ahí perdí la inocencia. Después, ya estando en Alas, tuvimos la mala suerte de que la primera vez que llenábamos un teatro en la calle Cabildo y teníamos un sonido perfecto y nosotros estábamos súper afilados, alguien vino y tiró dos bombas de gas lacrimógeno en la parte de atrás del teatro. Como no había salida, toda la gente empezó a correr en sentido opuesto al gas, hacia el escenario y no terminó en tragedia de casualidad. Mi mamá estaba ahí y se luxó un brazo… Fue un hecho de una violencia inexplicable, aunque hubo rumores de que fue debido a una orden de un general que vivía al lado del teatro y estaba podrido del ruido. Ese tipo de cosas te pasan y vos te recuperás, pero te dejan una marca.

¿Y en lo personal también sufriste la violencia?

Sí, antes de eso, en 1971, 72, estando en Alma y Vida, cuando me casé con mi primera mujer y nos mudamos a una casa en La Lucila, un vecino nos denunció a un comando especial de tareas que estaba buscando a un grupo guerrillero que había secuestrado a un empresario de la FIAT y vinieron, invadiendo mi casa, y casi me matan en mi propio living. Yo, por supuesto, no tenía nada que ver. Así también estuve cuando abrieron el club Jazz & Pop y un cana que estaba borracho mató a un amigo mío. Todos los músicos que estábamos ahí terminamos presos toda la noche, mientras que este cana que había matado a mi amigo se fue a dormir a su casa.

Todo eso te creó una gran paranoia, ¿no?

Llegó un momento en el que me parecía hipócrita estar tocando arriba de un escenario rock progresivo, como si nada, mientras estaban pasando cosas tan aberrantes. Y la paradoja es que para muchos que nos escuchaban, Alas y sus discos eran como un bálsamo en esos tiempos violentos. Lo escriben hoy quienes comentan los videos en YouTube y lo escribieron también en una crítica en La Nación. Como si los que escuchaban al grupo encontraban paz en nuestra música entre tanto caos. Si yo hubiese sospechado que cumplíamos esa función en nuestro público, no hubiera disuelto al grupo. Pero yo pensaba al revés. Pensaba que subirse a un escenario era avalar que no pasaba nada, que estaba todo bien.

Ahí decidiste parar…

Sí, porque había mucha paranoia. Los músicos de rock teníamos pelo largo y eso te hacia ver “sospechoso” ante los ojos de los militares y demás. Mi vida fue marcada por un periodo de violencia que está entre los de mayor sadismo de la historia de la humanidad. Es increíble que este país tan hermoso haya generado semejante atrocidad.

Al mismo tiempo, en “Buenos Aires es solo piedra” se alcanza a percibir, metafórica o musicalmente, todo ese clima…

Sí, porque yo me imaginé a un Buenos Aires destruido por la guerra. Y es obvio que cuando compuse eso estábamos viviendo una violencia tremenda que fue el preámbulo al golpe de estado.

Y en “La muerte contó el dinero”, ¿de dónde sale la inspiración?

Bueno, vos fijate que ese primer disco solo tiene dos temas y en la tapa no dice nada, tan solo viene el logo del grupo. Éramos un poquito arrogantes, como diciendo: “Si vos no estás en el tema, ni te vas a enterar que es, ni lo vas a comprar, ni nada…” La idea era que fuese música argentina y que tuviera los dos aspectos musicales del país: tango de un lado y folklore del otro. Un lado del disco era urbano y el otro rural. Los ritmos de “La muerte contó el dinero” son eminentemente folclóricos.

Hay un poco de Ginastera ahí, ¿no?

Sí, sí. Claro, eso era algo que me separaba un poco de otros músicos, yo ya tenía una buena educación musical. Y eso era una cosa que nos criticaban: decían que éramos “fríos” porque sabíamos música. El mito, entre los músicos mismos, era que la única forma de tocar algo con sentimiento era si no sabías nada de música. Que frío, nada que ver, solamente estábamos usando más información, nada más. Yo ya sabía cómo usar intervalos y cómo usar cuartas y ese tipo de cosas que eran bien de la música de la época. Por ejemplo, en el comienzo de “Buenos Aires es solo piedra” la primera melodía es una serie dodecafónica. Sí, había influencias de todo el mundo en que vivíamos, que aparte era muy rico. Los años 60 y 70 fueron muy liberales, muy progresistas, muy inclinados hacia las artes. Había una sensación de gran crecimiento y entusiasmo por el humanismo y lo espiritual, que después, en los 80, se terminó de golpe. Ahí entramos en un mundo totalmente materialista, lo opuesto a lo que veníamos viviendo. Tampoco quiero sonar como alguien que dice “la música de mi época era mejor”, porque eso es horrible, pero si vos pensás que en esos tiempos había tipos como Miles Davis o John Coltrane o Keith Jarrett o Bill Evans, que marcaron postas en la vida de la música. Hoy escuchás pianistas que son infernales, pero hay poca gente a la que puedas apuntar y decir “este tipo es el creador de un estilo”.

Como Thelonious Monk…

Tal cual. Hay grandísimos músicos que tocan maravillosamente bien y a veces los músicos que innovan y crean algo nuevo y personal están, pero nadie les presta atención. No tienen la influencia o el reconocimiento como para afectar a otros músicos. Yo escuché mucha música muy original allá en Nueva York, tipos que hacen cosas muy lindas, y yo pensaba “esta gente tendría que ser conocida”. Inclusive, músicos que ya no son jóvenes; por ejemplo, el cuarteto que tiene Wayne Shorter. Es maravilloso lo que hacen esos tipos, una mezcolanza de composición e improvisación libre que está entre las cosas que más me gustan a mí, pero nadie habla de ellos. Claramente, es otra época, estamos más distraídos con más cosas, con la tecnología. En los años 70 no existían computadoras ni celulares, entonces la gente, cuatro, cinco, seis personas se sentaban alrededor de un tocadiscos a escuchar un álbum del principio hasta el final. Eso ahora no existe más.


Antes hablábamos de
Pinta tu aldea, ¿cómo fue ese salto musical de un disco al otro?  ¿Cómo planeaste ese segundo álbum de Alas?

Yo ya había compuesto un tema al que Pedro Aznar llamaba “El averno” porque era muy complicado. Aún tengo grabación de un ensayo y era tremendo de complicado, con métricas impares y demás. Ese tema, después de un tiempo de haberlo trabajado, no me gustó más y lo deseché. Pero como ya estábamos al final del grupo y al mismo tiempo la situación socio política se estaba derrumbando, yo me dije, agarro esta oportunidad y grabo lo que se me antoje. Y así fue. Me acuerdo que cuando decidí no grabar ese tema que era tan complicado, necesitaba la parte del medio de “Silencio de aguas profundas”, que era la parte que tiré, que era larga. Así que un viernes, literalmente, me puse de rodillas y recé para que me saliera algo. Y así fue que lo compuse y con la bestia de Pedro lo pasamos. Él se lo aprendió el lunes y el martes lo grabamos. Ese era un tema que nunca habíamos tocado en vivo. Hay muchas cosas experimentales en ese disco. Por ejemplo, “La caza del mosquito” que es un tema con humor. Yo podía hacer lo que quisiera por el aval de contar con Pedro Aznar en la formación que es un capo total. Si con la formación anterior íbamos a 90 km/h, con Pedro íbamos a 180, imaginate. Se podía trabajar a una velocidad increíble y hacer muchísimo más. Aprovechamos todo eso y sacamos el disco. Hay ciertos errores en la información, hay gente que dice que Pedro tocó los sintetizadores también. No tocó los sintetizadores, tocó el bajo, la flauta y la guitarra. Aparte, cuando yo le pasé ese tema le pregunté si tocaba la guitarra y él me dijo “sí”. Me la jugué, porque había escrito una parte de guitarra y no sabía si él tocaba la guitarra. Un delirio. Por suerte, Pedro es un monstruo. Si vos escuchás lo que toca en la guitarra en ese tema es para morirse. Inclusive hoy lo escuchan guitarristas de jazz y se sorprenden. Es maravilloso. Eso sí que fue volar, volar alto y rápido. Pudimos hacer lo que queríamos. Yo también estaba evolucionando como músico. Hay músicos que más o menos siempre están en la misma onda; yo no era así, yo quería avanzar, que la próxima obra musical fuera de otra naturaleza. Por eso te hablo de las tres etapas del grupo, de las cuales se conocen nada más que dos. Me da mucha pena que no hayamos grabado la primera que era tan fresca y tan linda.

¿Y Pedro cómo llegó al grupo?

Él ya a los 16 años era un músico extraordinario. Nosotros tuvimos cuestiones con Alex Zucker que no voy a mencionar, hubo una necesidad de que no siguiéramos juntos, y una vez que fuimos a tocar a Córdoba vimos a un pibe de pelo largo, muy jovencito, probando un bajo. Yo lo escuché tocando cuatro o cinco notas nomás y dije este tipo es un monstruo… Así que le propuse ingresar al grupo. Él ya nos conocía y estaba tocando en Madre Atómica, haciendo cosas increíbles. Me acuerdo que cuando entró a Alas yo pensaba que iba a tener que aprenderse partes de bajo que eran muy complicadas, pero él las aprendía a una velocidad increíble, enseguida. En un momento me llegué a preguntar si las partes de bajo no eran demasiado fáciles, por la velocidad en que las que las aprendía. Su entrada nos dio la posibilidad de generar cosas nuevas, de expandir al grupo. De tocar otro tipo de música.

Y vos fuiste un poco el que lo lanzó a cantar, también…

Sí, claro. Porque él podía tocar teclados, bajo, guitarra y cantar; y todo lo hacía maravillosamente bien.

Aparte de Alas, ¿cómo fueron tus colaboraciones con Spinetta?

Spinetta era fan del grupo Alas. Es muy famosa su declaración en una entrevista en la que dijo que cuando vos ibas a escuchar a Alas, después del primer tema venía un enanito verde y te devolvía la entrada. O sea que él también habló mucho de mí y estaba impresionado por el hecho que yo supiera música y demás. Yo ya lo conocía desde antes, pero nos encontramos y él también tuvo su propio crecimiento musical y sus ganas de querer avanzar creativamente. Eso era lo que tenía el Flaco que era muy bueno, nunca se quedó en una cosa y listo, siempre quería ir hacia adelante. En mi opinión, cuando Alas entró en la escena rockera cambió la historia de lo que estaba pasando, porque no había grupos que tocaran con ese nivel de virtuosismo. Eso influenció a muchos músicos, entre ellos al Flaco. Luego, se dio que yo tenía de amigo a Diego Rapoport, un tipo súper talentoso y excepcional. Yo le dije al Flaco que lo tuviera en cuenta porque Diego era genial y podía tocar jazz muy bien. Entonces, se conectaron y luego tocaron juntos en Spinetta Jade. El Flaco también quiso que participara en sus grabaciones. Era como integrarme a mí en sus proyectos, que yo fuera parte de lo que él estaba haciendo. Entonces yo toqué en un par de temas y también una vez me invitó a un show de Invisible en el Luna Park. Me acuerdo que había como 15 mil personas y cuando me presentó hubo una ovación y a mí me temblaron las piernas, nunca me voy a olvidar de eso. Hasta ese momento no sabía que me conocía tanta gente. El Flaco siempre fue una figura muy auténtica, desde los comienzos de su trayectoria con Almendra. Tuve la oportunidad de conocerlos personalmente cuando yo era un pendejo y para mí ellos eran como los Beatles.

En los 80 volviste a Argentina, ¿cómo fue ese regreso?

Volví luego de estar varios años en Estados Unidos. Para poder quedarme legalmente en los Estados Unidos, me puse a estudiar música clásica, porque era la única manera de poder estar en el país, sino hubiera estado como ilegal y yo no quería eso. Estudié cuatro años y me recibí con honores en un conservatorio muy famoso: el New England Conservatory, estudiando composición en música clásica. Después que me recibí, me fue lo suficientemente bien para que tanto la Berklee de California como la Universidad de Columbia me ofrecieran una beca completa con estipendio, que es cuando te pagan salario. Y me decidí por la Universidad de Columbia, porque allí estaba el genial compositor Mario Davidovsky y aparte porque quedaba en Nueva York. Yo ahí hice los cuatro años de bachelor, que son los primeros cuatro años de la universidad, y luego el master, que son dos años más. Terminé el master pero no hice la tesis, porque vi por televisión como el canal latino transmitió 24 horas seguidas la asunción de Alfonsín desde Plaza de Mayo, cuando terminó la dictadura. Y yo extrañaba la Argentina una barbaridad. De golpe ver miles de personas en la Plaza de Mayo, moviendo las banderas me emocionó profundamente. Me agarraron ganas de volver, a pesar de que yo en ese momento estaba haciendo una carrera como compositor de música clásica. Así que fui y le expliqué eso a la gente de la Universidad de Columbia y me entendieron. Así que me fui sin haber compuesto la tesis, que era una obra para orquesta sinfónica, y me vine para acá en 1985. Pensé en quedarme definitivamente. Me había venido con mi mujer norteamericana y justo habían puesto el plan austral. Ósea que el primer año fue maravilloso: yo tenía una casa en La Lucila, estuve trabajando, hice giras como pianista, fue lindísimo. Y al segundo año se fue todo al diablo, cambiaban los precios constantemente y se acabó el trabajo para todo el mundo, especialmente para los músicos. Yo no podía ganarme la vida, tenía cero entrada de dinero. Entonces me fui de nuevo a Estados Unidos en 1988. Me aceptaron, gracias a Dios, otra vez en la Universidad de Columbia. Tuve mucha suerte de poder entrar nuevamente allí y terminar mi doctorado. Tengo un doctorado, pero tuve que empezar de cero, fue muy duro. Así fue que luego me quedé viviendo en Estados Unidos. Eventualmente, conseguí un trabajo como profesor universitario en Nueva York, algo realmente muy difícil. Eso me cambió la vida.

Con Tony Bennett

¿Te hubiera gustado grabar más discos, o estás conforme con lo que grabaste?

Sí, me hubiera gustado. Yo también compuse música clásica, de la que nadie sabe nada. Me hubiera gustado grabar más, pero yo no soy un tipo muy prolífico. Tengo que trabajar mucho cada una de mis composiciones, me llevan tiempo, tengo que corregirlas. Así que yo estoy satisfecho. Cuando pienso en todo lo que hicimos con Alas, incluyendo la vuelta del grupo en 2003 con el disco Mimame bandoneón, y lo que hice posteriormente, estoy satisfecho por lo que hice y todavía no terminé. A mí lo único que me importa es saber si la música que hice está viva o no. Y yo tengo la sensación de que está viva, es real, aún sigue interesando.

¿Qué es lo próximo, Gustavo?

Ahora estoy viviendo en Traslasierra, Córdoba. Bien afuera del ruido, un lugar ideal para mí. En este momento me estoy dedicando a componer nuevo material para un futuro álbum. Va a ser material de Fusión. Con elementos rioplatenses.

Emiliano Acevedo



viernes, 9 de febrero de 2024

MÍSTICA Y ROCKERA, entrevista a María Florencia Silva


María Florencia Silva es una auténtica trabajadora del rock. Desde hace más de 20 años se desempeña como cantante, guitarrista y compositora. Conformó diferentes proyectos musicales como Ovejas, Katana, Aether y Flor y los Astrológicos. Integró destacadas bandas para eventos como Manhattan y Big Jack. En la actualidad lidera su propia banda bautizada como María Florencia Silva y los Animales de Poder.

Estudió guitarra eléctrica con María Gabriela Epumer y Ulises Butrón, cantó con Mavi Díaz y estudió composición en el Conservatorio Manuel de Falla. Como productora y mánager es agente para Sudamérica del mítico productor estadounidense Gordon Raphael (The Strokes y Regina Spektor). Además lleva adelante su propio estudio y sala de ensayo en Almagro y brinda cursos de capacitación para producción y grabación.

Como decíamos, desde 2019, María Florencia lidera su banda desde la voz, la guitarra eléctrica y la composición con Los Animales de Poder: Zico Legal en bajo y coros, y Ramiro Scavuzzo en batería y coros.

Entre los proyectos inmediatos está entrar a grabar un nuevo disco producido por el legendario Mario Breuer, con la coproducción de Mariano Pellegrino.

ENTREVISTA> ¿Cuáles fueron tus inicios en la música?

Mi mamá había ido al Conservatorio y tocaba la guitarra. Pero mi tío, el hermano de ella que era mucho más chico y me llevaba pocos años, era el rockero de la familia, escuchaba Led Zeppelin, Deep Purple, todas bandas de la distorsión. Entonces, yo desde chiquita escuché mucho esa música. Además, siempre tuve la necesidad de escribir o subirme a un escenario, no era una nena tímida en ese sentido, me gustaba actuar. Me sigue divirtiendo mucho. Así, en el colegio, cuando tenía 12 años empecé a tocar la guitarra, como actividad extracurricular, y me re gustó. Era un colegio de monjas. Ahí empecé a tocar en las misas, en los eventos eclesiásticos de la escuela. Así que mis primeros públicos fueron mis compañeras y la gente que venía los domingos a misa. Pero, a partir de ahí, empecé a escribir mis primeras canciones y más adelante me capacité, empecé a estudiar guitarra eléctrica, porque quería aprender a tocar con púa. Ahí me crucé con María Gabriela Epumer, y empecé a estudiar guitarra eléctrica, y en ese mismo momento, alguien me recomendó para que tocara en una banda llamada Séptima Ola, porque querían a una chica. Esa banda tocaba todos los fines de semana, agarraban la ruta y hacíamos Lobo, Navarro y Montes, tocando viernes, sábado y domingo. En esa época yo trabajaba en un banco, a las seis cortaba, me iba a mi casa, me cambiaba y me pasaban a buscar para irnos a tocar. Era una banda de covers y de temas propios. Ahí agarré el oficio de música, básicamente. Adquirí mucha experiencia. Cuando se terminó ese proyecto, decidí armar una banda de mujeres. En ese momento yo sentía que no había bandas de mujeres que hicieran rock que me representara.

¿De qué año estamos hablando?

2003, 2004. Ahí conocí a Andrea Álvarez, le pedí recomendación de músicas, de bateristas, y luego busqué una bajista, yo ya tenía unos temas compuestos, y así empezamos. Esa banda se llamó Ovejas. Fuimos bastante conocidas en esa época, porque aún no había tantas chicas tocando rock. Nos hicieron bastantes notas, grabamos un disco… Yo ya había decidido que la música iba a ser mi camino. Renuncié  a mi empleo formal en el banco y pude empezar a hacer cosas para dedicarme solamente a la música. Después de ahí toqué en bandas para eventos durante muchos años, lo sigo haciendo. O siendo sesionista de otros artistas. Toqué con Willy Iturri, La Ley, Miguel Zavaleta. Y en 2019 estaba tocando con Gordon Raphael, productor de los Strokes. Y después fui la manager, le hice presentar el disco y nos fuimos de gira. Y a la vuelta de eso decidí a salir a tocar con mi nombre, que era una vuelta también a la música y a tocar en formato trío y tocar mis temas y ahí  armé a los Animales de Poder

¿En qué te inspirás para componer? Porque hay muchas referencias a la naturaleza, a la fuerza y demás…

Muchas son historias, pero como soy astrologa y tarotista y buscadora de creencias, hace un tiempo que creo que estar arriba de un escenario también te da la responsabilidad de comunicar. Y ya que tengo esa posibilidad prefiero comunicar cosas que a mí me hicieron bien y lucharla, por ejemplo el tema “Musulmana” habla sobre esto. Tener las rodillas rotas pero seguir adelante es parte de eso. Ese es un poco el mensaje que quiero dar y que me gustaría que les llegue a los demás.

¿Y lo de la astrología por dónde viene?

Vino de mi psicóloga, que me recomendó hacerme la carta natal. Cuando la hice salió que tenía bastante afinidad con el lenguaje simbólico. Esto significa que tenía mucha afinidad con lo que tuviera que ver con el interpretar, que puede ser astrología, chamanismo, numerología… Todo lo que tuviera que ver con el simbolismo, incluso la antropología. Ahí me acordé que de chica me fascinaba la astrología, me encantaba comprarme la revista Predicciones y demás. En ese momento quedó totalmente descartada la idea de estudiar astrología, era solamente verla en televisión o en las revistas. Yo tuve una familia muy tradicional. Por eso, cuando me enteré que tenía habilidad para hacer eso y recordar que de chica me gustaba me dio el impulso para empezar a estudiar hace más de 10 años. Y desde ese momento hago las dos cosas, trabajar con la música y hacer servicio holístico, astrología, tarot y todo. Amo hacer las dos cosas y es como un propósito también. Poder colaborar con los demás desde el lugar que me sale. La letra, la música, la energía o ser inspiración para los demás.

Me llamó la atención eso de que tires las cartas en el mismo show de rock…

Sí, es una locura que se me ocurrió. En un momento empecé a hacer un show astrológico, que hago en eventos privados, ahí hago un recorrido por los 12 signos, incluso hice un disco que tiene un tema dedicado a cada signo… Hoy por hoy la fusión es súper necesaria en todas las expresiones artísticas, por eso se me ocurrió hacer esto. Es raro, lo sé. Los rockeros más “ortodoxos” no lo entienden que significa pero el público nuevo está muy abierto al lenguaje de la astrología. Todo el tiempo estamos empapados de la astrología, no es como antes. Entonces así fue como me decidí a llevar la astrología a este ámbito rockero a ver qué pasa. Y llama la atención. Es parte de llevar parte de mi vida al escenario. 

¿Tus influencias musicales por qué lado van?

Un poco el rock setentoso de Deep Purple, Led Zeppelin; y después todo el grunge de los noventa: Nirvana, Soundgarden, Foo Fighters… De acá mucho Soda Stereo, Divididos, Sumo y Las Pelotas. Los Beatles, Hendrix, por supuesto. Y también el pop: Madonna, Dua Lipa, Lali; me gusta la energía para bailar que tiene el pop…

Una pregunta para terminar: ¿Qué tema de otro artista te hubiera gustado componer a vos?

De afuera, “Best of You”, de Foo Fighters; me parece tremendo ese tema. De acá, “Promesas sobre el Bidet”, de Charly; la letra me parece fabulosa. Y “Cactus” de Cerati, también me encanta.

Emiliano Acevedo