viernes, 18 de agosto de 2017

SUI GÉNERIS: Canciones de una época agridulce...




De muy pocos discos en la historia del rock mundial se puede decir que todas (o casi todas) sus canciones han quedado en el recuerdo como hitos populares, a pesar de no contar con mucha difusión en los medios masivos. Y este es el caso de Confesiones de Invierno, el segundo álbum de Sui Géneris, editado en agosto de 1973, la producción que lanzó definitivamente a la fama al dúo formado por Charly García y Nito Mestre.


Sin dudas, Confesiones de Invierno fue un álbum ambicioso, tanto en lo que respecta a su contenido como a su realización. Nuevamente con la producción del genial y multifacético Billy Bond, éste sería un disco mucho más pulido que Vida, ya que fue registrado en ocho canales -todo un lujo para esa época- en los célebres estudios de la RCA y en Phonalex. Más tarde, su éxito de ventas fue brutal entre los jóvenes y adolescentes de aquellos años, sobrepasando las expectativas más optimistas, hasta darle un matiz popular al rock argentino en aquellos primeros y afiebrados años de un género musical que aún subsistía como un fenómeno cultural under.

Y es que todas las canciones del disco, compuestas integralmente por Charly, eran de una calidad superlativa. Empezando por “Cuando ya me empiece a quedar solo”, el brillante relato en primera persona en donde un García de tan solo 21 años, luego de darse cuenta que no iba a ser joven por siempre, se imagina la posible vejez de un artista olvidado y sumergido en la soledad. Sin dudas, una canción melancólica y triste, pero sumamente apasionada, debido quizás a esa onda tanguera presente en sus primeras estrofas –gracias al aporte del bandoneón de Rodolfo Mederos-, que terminaba estallando en un poderoso y conmovedor estribillo bien rockero y cancionero. En “Bienvenidos al tren” el dúo hacía su propia declaración de principios, en clave folk, llamando a todos los que quisieran subirse a ese bohemio y mágico tren musical que arrancaba con destino a un imaginario fogón en donde todos podrían cantar, tocar la viola y ser felices.

“Un Hada, un Cisne” fue un tema curioso, porque debido a su letra, casi de cuento infantil (y deprimente…), no muchos repararon en su hermosa y fina melodía, en clave jazzera, en la que se destaca el dueto instrumental de Mestre (flauta) y García (piano), potenciados por la participación estelar del baterista Juan Rodríguez, quien luego se convertiría en el batero full time y definitivo de Sui Géneris. Por su parte, “Confesiones de Invierno” era una canción 100 % del mejor Charly García íntimo y confesional, y quizás por ello el Bicolor haya decidido cantarla solo, acompañado por su guitarra. En este tema se narraba, en primera persona, el derrotero desafortunado de un joven (que a la manera de varios otros de aquellos años, como por ejemplo el malogrado Tanguito) no puede ni quiere adaptarse a los dictámenes de una sociedad, que parece dejarlo de lado, a la vez que reprime su derecho a la libertad por el uso de la fuerza policial, hasta terminar internándolo en un neuropsiquiátrico.

El antiguo Lado Dos de este álbum editado por el sello Talent-Microfón, arrancaba con ese otro himno de fogón intitulado “Rasguña las piedras”, una de las canciones más populares de la historia del rock argentino, y –quizás- también la más exitosa de la carrera de Charly García. Un verdadero clásico que hablaba alegóricamente acerca del amor por la libertad, pero que, con el correr de los años,  suscitaría variadas interpretaciones entre el público, llegando hasta el absurdo de vincular la inspiración de su letra a la posible historia de una novia cataléptica de Charly, que habría sido enterrada viva, o a la que, incluso, se le había caído una pared encima (!) Según su autor, estas interpretaciones propias de la leyenda urbana no tenían nada que ver con la realidad, ya que “la idea del tema era expresar las ganas que tiene uno de sacarse de encima las lacras de la sociedad y también sus propias debilidades, los empecinamientos o los clisés negativos que cada uno lleva adentro”. En lo que respecta a lo instrumental, “Rasguña las piedras” se grabó con el acompañamiento de una orquesta dirigida por Gustavo Beytelman, un prestigioso conductor y arreglador de música clásica. Charly había llamado a Beytelman para que lo ayudara a redondear el tema, debido a su complicada polirrítmica parte central, que hacía que los músicos chocaran en el momento de la interpretación.

“Lunes otra vez” era un tema folk alegre que, paradójicamente, relataba el desosiego habitual del común de los mortales ante la inminencia del peor día de la semana, ese que le pone punto final a esa esperanza de escape, redención y ocio que es el fin de semana. Sin dudas, ese cuasi blues intitulado “Aprendizaje” fue otra leyenda de la música popular argentina, luego también reconvertido en canción de fogón e interpretada mil veces. Su popularidad quizás se deba a que enumeraba buena parte de los anhelos, miedos y esperanzas del imaginario de los adolescentes de la clase media argentina de aquellos años. Nada que ver con el rockazo “Mr. Jones”, un “sangriento” tema en donde se relataban los asesinatos en serie de una familia, a quienes también se los podía relacionar con la “normalidad” de Los Locos Adams

Luego de esta canción,  Confesiones de Invierno llegaba a su fin con la pretenciosa “Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario o no”, otro relato en primera persona, complejo y apasionado, en donde un monarca caído en desgracia contaba como una revolución popular había arrasado a su antigua corte y reinado, dejándolo en la ruina, por haber encabezado un gobierno –sumergido en el lujo y la vanidad- ignorante de las penurias de su pueblo. Sin dudas, una canción que ahora se podría emparentar, desde lo musical, con el estilo ópera rock de Tommy, de los Who; y con respecto a su letra con varios gobernantes inútiles y poco perspicaces de la historia política mundial (como por ejemplo, el último zar ruso Nicolás II o, incluso, nuestro inefable Fernando De la Rúa), cuyos inopinados mandatos no tuvieron un final feliz.

En resumen, más allá de ser muchas veces criticado por su aparente estrechez de miras, por ser muy “inocente” desde lo musical, o, incluso, “adolescente” debido a las temática de sus letras, la calidad artística de Confesiones de Invierno es incuestionable, y sigue sorprendiendo a propios y ajenos, aun hoy, a más de 40 años de su lanzamiento. Y por eso seguirá figurando en la lista de los álbumes imperdibles, y necesario rito de pasaje, para miles de oyentes neófitos que se acercan por primera vez a lo mejor de la música joven de este bendito país.

LA PROGRESIVA ELECTRIFICACIÓN DE SUI GENERIS

A principios del 74, Sui Generis incorporó a Juan Rodríguez, quien junto a Rinaldo Rafanelli (bajo) formarían la sólida base musical que necesitaban las soberbias canciones que García empezaba a componer. Recién luego de muchos meses de ensayo comenzaría la grabación de un nuevo álbum. Hacía poco que Charly había empezado  a experimentar con modernos teclados y sintetizadores (Mini Moog, ARP Solina String Ensemble, clavicordios Hohner, órganos Hammond, piano Fender Rhodes, etc.) traídos especialmente por el productor Jorge Álvarez desde Estados Unidos. Esta mixtura de registros sonoros dio al disco un carácter más ecléctico y progresivo que haría desaparecer el sonido acústico de los inicios del dúo. De movida, la producción iba a llevar por título Instituciones, aunque posteriormente sería llamado (para alivianarlo) Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Por supuesto, el disco tuvo problemas de entrada con la censura. O, en este caso, de autocensura, porque Jorge Álvarez le sugirió a García que también alivianara un poco el contenido de las letras de las canciones. Eso colocó a Charly en la tarea de revisar el modo de expresar sus ideas.

Recordemos el contexto de época. Aquellos eran los días en los que la sociedad aún se veía sacudida por la reciente muerte de Juan Perón. El gobierno había recaído en manos de su viuda Isabel Martínez, mientras que se verificaba un vacío institucional impresionante y, a la vez, se intensificaba la lucha armada entre la guerrilla (Montoneros y ERP) en contra del poder de extrema derecha enquistado en el gobierno de la mano del "brujo" López Rega, el cual manejaba grupos paramilitares anticomunistas (la tristemente célebre Triple A). Mientras tanto las Fuerzas Armadas, en las sombras, iban encubando el huevo de la serpiente, comenzando a delinear su plan represivo para la futura toma de gobierno, concretada finalmente el 24 de marzo del 76 cuando se inició el sangriento Proceso de Reorganización Nacional.

Dentro de este contexto era seguro que un disco con letras tan explicitas como Instituciones  iba a ser visto "con lupa", y era casi exponerse a un “suicidio en público”. De esta forma, por temor a la censura y las represalias, el tema "Tango en segunda" (a último momento) debió reemplazar al muy explícito "Juan Represión" y el instrumental "Tema de Natalio" a "Botas locas", éste último una crítica el servicio militar obligatorio. Mientras que las letras de otros temas como "Instituciones", "Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras" y "Para quien canto yo entonces"; fueron modificadas, alivianando su contenido. En lo que respecta a lo musical, en este álbum también participaron varios músicos amigos invitados: David Lebón en guitarra, León Gieco en armónica y el recordado Jorge Pinchevsky en el violín.

El disco abría con Instituciones, un tema que mostraba el notable avance que había tenido García en lo instrumental y en la composición de letras más adultas, no tan adolescentes. Letras que, por el contrario, ya comenzaban a "meter el dedo, ahí en donde duele..." como dijo, alguna vez, el propio Rafanelli. El tema reflejaba la opresión que las instituciones ponían sobre la juventud: "Los magos, los acróbatas, los clowns... Oye niño las cosas están de este modo... tenés sábados, hembras y televisores...no preguntes más!!!".

"Tango en Segunda" era Charly metiendo su cabeza dentro de la música ciudadana y su fusión con el rock progresivo (en auge en esa época). La canción incluía el derecho al pataleo del dúo en contra de su manager Jorge Álvarez: "A mí no me gusta tu cara, ni me gusta tu olor...". Sobre el final, la canción presenta, por primera vez, un leitmotiv melódico que sería usado nuevamente por García en producciones posteriores (en el disco Películas, de la Máquina de Hacer Pájaros y en La Grasa de las Capitales, de Serú Girán).

"El Show de los muertos", es uno de los temas más particulares del disco, con sus letras metafóricas y su música tenebrosa y encantadora por igual. Este tema incluye un solo de saxo sintetizado, el cual genera un clima casi "Floydiano" totalmente inédito en la música del dúo. Inmediatamente después se escuchan los rápidos tijeretazos (en estéreo, pasando de un canal al otro) del Señor Tijeras, el personaje central de una genial fábula basada en la historia de un famoso censor de la época: Miguel Paulino Tato, un oscuro funcionario a cargo del Ente de Calificación Cinematográfica, un verdadero inquisidor que decidía que podían ver o no los espectadores en el cine. El tema en cuestión se llama "Las increíbles Aventuras del Sr. Tijeras" y contiene climas cambiantes así como un armado melódico bastante interesante, que incluye un crescendo imponente y perturbador, cuando la locura del Sr. Tijeras lo lleva a confundir realidad con ficción, asesinando a su esposa, de la misma forma que “asesinaba” la libertad de expresión, a tijeretazo limpio. En lo musical, rock progresivo de primera calidad, en la veta del rock sinfónico italiano, como el de Premiata Forneria Marconi o Banco del Mutuo Soccorso; y en lo lirico, con unos versos tan cómicos como brutalmente sintonizados con la época. Eran las primeras pinceladas del García como compositor de canciones que reflejaban como nadie en el rock, y con humor, la difícil realidad de la sociedad argentina. Como en esa parte de la letra que dice: "Te veré en 20 años en televisión... cortada y aburrida, a todo color...", algo que pasó en la realidad con varias de las películas prohibidas por Tato, como fue el caso de El Último Tango En Paris, de Bernardo Bertolucci, por ejemplo.

"Pequeñas delicias de la vida conyugal" abría el antiguo Lado 2 de la edición en vinilo de esta obra. Esta canción era otra típica página adolescente de Sui Generis, pero, a diferencia de los discos anteriores, su sonido es muy progresivo. "El tuerto y los ciegos" es, en cambio, una pequeña página "folk",  que cuenta con una gran performance de Pinchevsky en violín, y una muy bella letra de Charly. Más tarde llegaba "Música de Fondo para Cualquier Fiesta Animada", una genial metáfora de la realidad argentina de la época. Un tema con mensajes lamentablemente atemporales que serían proféticos, muy poco tiempo después. La siguiente es una página instrumental llamada "Tema de Natalio", compuesto (de apuro, como decíamos antes) por García y Rafanelli. Supuestamente inspirado en la “música que escucharía Natalio Ruiz, el hombrecito del sombrero gris”, este tema, a pesar de sus buenas intenciones y su matiz progresivo, quizás sea el punto más bajo en este superlativo disco.

La última canción, de la edición original, era "Para quien canto yo entonces". Un gran cierre y quizás la primera autorreflexión de Charly García en público sobre su condición de artista dentro de una sociedad tan controvertida como la argentina.

Recién en 1994, se agregarían, como Bonus Tracks, los dos temas auto censurados (según Charly, nuevamente por idea de Álvarez): "Juan Represión" (dedicado, casi con seguridad, a López Rega y Cía.) y la inefable (y a la postre profética, con respecto al Caso Carrasco, que le puso fin a la Colimba) "Botas Locas" .


COLOFÓN

A pesar de la meritoria búsqueda sonora y lírica de este nuevo Sui Géneris, y ante el fracasado proyecto de grabar un nuevo álbum llamado Ácido, la banda no pudo desandar sus pasos en el callejón sin salida que estaban transitando. Las baladas perdían peso ante el abrumador avance del rock progresivo, y, a la vez, los temas de Instituciones poco tenían que ver con el espíritu adolescente que le dio popularidad y éxito al dúo en su inicio. Cansado de luchar para imponer sus nuevas canciones, y ante la perspectiva de alcanzar nuevos horizontes musicales, Charly, de común acuerdo con Nito, decidió ponerle punto final a esta historia. Por eso, a mediados del 75 ambos anunciaron que Sui Generis se disolvía. A pesar del enojo inicial de Álvarez, que incrédulo veía como su número principal se separaba en su mejor momento, se organizó una velada de despedida a todo trapo en el Luna Park, con el nombre de Adiós Sui Géneris, emulando al Goodbye Cream, del power trio inglés. La fecha elegida sería el viernes 5 de septiembre de 1975. Como la demanda de entradas superó todas las expectativas, hubo que agregar otra función para la misma noche. Ambas convocaron a más de 30 mil espectadores. Una cifra inédita en esa primera década del rock argentino, para un único grupo. Había terminado una historia y nacía la leyenda…

Emiliano Acevedo

2 comentarios:

  1. Concurrì al Colegio Dàmaso Centeno toda la primaria y secundaria , desde 1964, ellos egresan en 1969. La canciòn Aprendizaje habla justamente de los profesores del colegio, varios de los cuales tambièn enseñaban en el Liceo Militar Gral. San Martìn. Los Sui tuvieron prohibida la entrada desde el momento que egresaron y no se podìan cantar sus canciones en los actos. Recordar que Alfonsìn echò al nazi director del colegio que expulsò a una alumna de quinto año por haber quedado embarazada, no hizo lo mismo con su novio, el que la embarazò. Lo mandaron a Cobunco al coronelito. Garcìa no volvio al colegio, segùn nos enteramos aùn debe una materia. Nito recièn volviò triunfalmente con el colegio democràtico, 2010 creo.

    ResponderEliminar
  2. ajjj buen testimonio Pablito Gar. graciass

    ResponderEliminar