jueves, 28 de abril de 2016

PINK FLOYD, The Dark Side of the Moon: La leyenda hecha disco...



Ahora parece casi obvio, porque nos disponemos a hablar de Dark Side of the Moon, uno de los más exitosos álbumes de la historia del rock, un disco que ha permanecido en las listas de los más vendidos nada menos que 750 semanas (¡más de 14 años!); pero el proceso que llevó a Pink Floyd a su obra cumbre, no fue para nada fácil. Era el octavo disco de una banda que desde 1968 venía batallando contra el fantasma omnipresente de su primer líder y creador, Syd Barrett, quien, víctima del LSD, había quedado apartado del grupo en medio de la grabación de  A Saucerful of Secrets (1968), el segundo álbum de la banda, llevándose toda su magia compositiva y surrealista. Desde ese momento, y hasta 1973, luego de que el bajista, vocalista y compositor Roger Waters pasara a liderar el grupo, Pink Floyd se caracterizó por realizar un space rock bien volado, under y experimental; en donde había lugar para largas improvisaciones instrumentales con pretensiones vanguardistas, la composición de bandas sonoras, shows con luces estrambóticas y efectos sonoros, y alguna que otra canción con gancho, pero muy lejos del éxito comercial de los primeros singles de la época liderada por Barrett. Sin embargo, la suerte de este grupo formado, además de Waters, por Dave Gilmour (guitarra y voz), Rick Wright (teclados y voz) y Nick Mason (batería) comenzaría a cambiar a partir del álbum Meddle (1971), y especialmente debido a la realización del largo tema “Echoes”, que adelantó la nueva etapa creativa de Floyd.

Luego llegaría la realización de un film que retrataba una presentación del grupo en las ruinas de Pompeya y la composición de un material nuevo en 1972, pensado, desde el vamos, para ir mechándolo en el vivo de sus shows. Esas nuevas composiciones serian el germen de The Dark Side of the Moon. Finalmente, el disco sería grabado desde agosto de 1972 hasta enero de 1973 en Londres, en los históricos estudios Abbey Road de la EMI. Así, improvisando mucho del nuevo material, Pink Floyd empezó a desarrollar un conjunto de ideas musicales a las que Waters les puso letra. En principio, lo que el grupo buscaba era realizar un disco que tuviera un mensaje más claro y directo que el de sus álbumes anteriores. La obra resultante anticipó la música del futuro, nada menos. Fue editado el 24 de marzo de 1973 y se convirtió en un éxito instantáneo, y es que tanto el público como la crítica se dieron cuenta enseguida de que estaban en presencia de una obra de rock de altísimo nivel. No por nada, muchos lo denominaron como “el Sgt. Pepper´s de los 70”. Según el propio Waters, Dark Side of the Moon fue un disco que “significó una empatía política, filosófica y humanitaria que, de una forma u otra, tenía que salir a la superficie. Era la emoción la que impulsaba al álbum. No había elementos forzados. Y creo que esta es la razón por la que su mensaje no envejecerá nunca.” 

Sin dudas, era un álbum profundo, con una música bella, sofisticada y sutil, la síntesis perfecta entre el sonido avant garde del Floyd posterior a Barrett y el lirismo de Waters. En resumen, el disco que amalgamó mejor que cualquier otro ese estilo que se llamó rock progresivo para la mayoría, y, vulgarmente, “rock sinfónico” para muchos otros. Sin embargo, con Dark Side of the Moon, Floyd daba un paso más allá que otros grupos contemporáneos, porque quizás este haya sido el gran álbum conceptual de toda la historia del rock –no solo de los 70-, ya que todo el concepto estaba ahí, implícito tanto en la música y las letras que hablaban de temáticas humanas universales, propias de las sociedades modernas. Sin dudas, tocó la fibra sensible de mucha gente, pero con una música muy alentadora, cautivadora y fascinante. En sí, cada una de las canciones del álbum, que se fundían una sobre la otra, era una historia sobre la vida en el mundo moderno, sobre las ideas que te podían llevar a la avaricia, la codicia, la locura, el envejecimiento, la compasión y la muerte. Todo eso desde el lado de las letras de Waters, pero no hay que dejar de lado el extraordinario sonido del disco, con una profundidad que no se había escuchado nunca, debido a la impecable labor artesanal  del famoso ingeniero de sonido Alan Parsons –recordemos que muchos de los efectos de este álbum fueron grabados con loops de cinta, mucho antes de que se pudiera soñar con la edición digital-, y de la mezcla del disco realizada por Chris Thomas; ambos, dos antiguos colaboradores de los Beatles, que se movían como peces en el agua en los estudios Abbey Road.  Y como si fuera poco, el disco traía una de las tapas más reconocibles de la historia del rock, diseñada por el grupo de diseñadores gráficos Hipgnosis –habituales colaboradores de Pink Floyd y de varios de los más grandes grupos  de los 70-, con ese fondo en negro y el primer plano de un prisma que reflectaba la luz. Una tapa icónica, que según Rick Wright sintetizaba “luz, ambición y codicia”.


LAS CANCIONES

Dark Side of the Moon comenzaba con los latidos de un corazón, que daban paso a una fusión de efectos sonoros llamada “Speak to Me”  –obra de Nick Mason-  que anticipaba el contenido del álbum. Este tema se fundía con “Breathe”, en donde la letra hablaba acerca de la importancia de que cada persona pudiera vivir su propia vida y arriesgarse en busca de un objetivo. Según Waters, ésta era una letra un tanto “adolescente”, porque hablaba de la vida desde la perspectiva idealista de un hombre muy joven: “Me sorprende escucharla ahora porque pienso que era muy inocente en ese entonces  al escribir eso”.  Sin embargo, estaba claro desde un inicio que –al igual que el resto del disco- éste era un tema deprimente, porque también hablaba de las eternas desilusiones adolescentes que aparecen al tener que enfrentarse al mundo adulto. Algo de eso se entreveía en “On the Run”, un tema creado a partir de una secuencia creada con el sintetizador EMS VCS3. Originalmente, una improvisación instrumental descartada, pero con el uso del sintetizador y sonidos y raros efectos se creó una atmósfera sonora que mostraba el stress y la ansiedad propia del transporte moderno. Luego llegaba el ruido de un choque, ambulancias, y los rápidos pasos de gente corriendo; efectos de sonido que preanunciaban la atronadora explosión de decenas de alarmas de relojes despertadores –registrados por Parsons, en forma individual-, junto a los ruidos de infinidad de relojes y cronómetros, antes de que llegara “Time”, un tema cuya temática se adentraba en el paso del tiempo y como éste puede controlar la vida de las personas, con una letra que a la vez  funcionaba como vehemente advertencia acerca de cómo los hombres pueden desperdiciar el tiempo aferrándose a sus asuntos mundanos. La siguiente canción, “The Great Gig in The Sky”, funcionaba como una metáfora sobre la muerte a partir de la participación invitada de la brillante cantante Clare Torry, quien realizaba una maravillosa improvisación no léxica en clave soul sobre un bello pasaje instrumental de piano escrito por Rick Wright.

La segunda parte del disco arrancaba con “Money”, casi el único hit verdadero que tuvo el álbum, una canción realizada a partir de un demo de un blues acústico escrito por Waters, que empezaba con una irregular métrica de 7/8 -una verdadera rareza en el mundo del rock-, alternado con un 4/4 en el medio de la canción, para luego volver al 7/8 sobre el final. Sin dudas, un impresionante tema que también contenía una letra que hacía referencia a la avaricia y el consumismo de la sociedad, además de un impetuoso riff y uno de los mejores solos de Gilmour, y la participación destacada del saxofonista Dick Parry. “Us and Them” emergió de un viejo tema instrumental realizado por el grupo en 1969 para la banda sonora de Zabriskie Point, un film de Michelangelo Antonioni, y que no había llenado las expectativas del cineasta italiano. Recién en Dark Side of the Moon, Pink Floyd pudo retomar esta melodía para desarrollar una canción que hablaba de dos problemáticas “antropológicas” del ser humano: la otredad y el etnocentrismo, a partir del uso de dicotomías simples que hablaban de las diferencias personales. “Any Colour You Like” era un instrumental psicodélico que funcionaba como intermezzo antes que llegara “Brain Damage”, un tema con claras alusiones a la locura, en general, y a la decadencia mental de Syd Barrett, en particular. Finalmente, la obra se cerraba con “Eclipse”, una canción cuya letra examinaba los rasgos comunes del ser humano: “Todo lo actual, todo lo que se fue, todo lo que está por venir, y todo lo que está bajo el sol está en sintonía, pero el sol está eclipsado por la luna…”


Ese era el verso final de este álbum que ya ha vendido más de 50 millones de copias alrededor del mundo, y que nunca dejará de sonar en nuestros equipos de audio, ya sea en vinilo, magazine, casete, cd, mp3, DVD… Elegí el formato que quieras, allí siempre te estará esperando este disco inmortal.

E. A.


miércoles, 27 de abril de 2016

MARILLION, Fugazi: Un verdadero disco asesino...



Este álbum, Fugazi, el segundo editado por Marillion (grupo integrado por Derek William Dick -más conocido como- Fish en voces; Mark Kelly, teclados; Steve Rothery, guitarra; Pete Trewavas, bajo y Ian Mosley, batería), además de tener una excelente y bellísima portada (quizás, una de las mejores de la historia), es un disco exquisito y disfrutable, tanto por los fanáticos del celebérrimo rock progresivo (y/o “sinfónico”), como por aquellos que no gusten de este estilo. Por eso, incluso, varios críticos, en su momento, definieron a esta obra como de “pop elaborado". Curiosa reflexión ésta, pero no del todo desacertada. Pensemos si no que este disco salió en 1984, en medio del auge de grupos como Tears For Fears, Duran Duran o Culture Club; pero, sin embargo, dentro de este panorama "popero", la música de Marillion no sonaba para nada disonante ni rara, aunque tenía una actitud artística decidida por la inclusión de tópicos musicales que también hacían las delicias de los viejos fans más recalcitrantes del prog, así como de los nuevos que se acercaban a escuchar aquel rock sinfónico de sus hermanos mayores: Solos de teclados, buenos guitarrazos, cambios de ritmos, temas "épicos"... Y, por cierto, de eso, en este Fugazi hay, y mucho…


El disco empezaba con “Assassing”, en medio de unos sonidos perturbadores, de resonancia india, hasta que, de repente, estalla la canción, cercana al Pink Floyd más rockero de The Wall, con muy buenas secciones de teclados, y arreglos ajustados y precisos. Un típico tema ganchero como para empezar el disco bien arriba. Lo seguía “Punch & Judy”, otra canción con mucha onda y muy elaborada en lo que respecta a su nivel compositivo. Sin embargo, lo que más llama la atención aquí es la voz de Fish, porque, en verdad, cuesta creer que el que canta esta canción ¡no es Peter Gabriel!
“Jigsaw” era un tema muy emotivo, que contiene lindos arreglos, con un papel predominante de los sutiles teclados –cortesía de Mark Kelly-, y un par de momentos muy emotivos, en lírica y música, que levantan, rompiendo la pasividad. Además, Fish realizaba una muy buena interpretación vocal. Por el contrario, “Emerald Lies” era una canción potente y muy progresiva que, incluso, contenía un par de cambios rítmicos de naturaleza casi hard rock, así como un par de estructuras complejas y un clima casi épico, que la emparentaban con algunas cosas del primer Genesis de los 70, cuando todavía era un quinteto progresivo, antes de la masividad de la era Collins. Luego, en “She Chameleon”, Marillion daba forma a un tema bastante oscuro e interesante, que contiene una impresionante performance vocal de Fish, con obvios guiños genesianos a lo Peter Gabriel… En “Incubus” la banda de Fish realizaba una canción pretenciosa, muy bien lograda, y con climas variados. Otra vez, aunque suene redundante, es imposible pasar por alto el "deja vu" auditivo constante, generado por estos temas de Marillion, como si fueran casi los “Danger Four” de Genesis, pero una con calidad musical incuestionable. Por eso, es muy loable su propuesta artística, y su nivel compositivo, aunque sea casi imposible no relacionar a temas como “Incubus” al material de Genesis, del periodo ´72 - ´74. Incluso, el final de este tema recordaba al clásico "Supper's Ready", incluido en Foxtrot, de 1972. Y así llegamos al final de este Fugazi con su tema homónimo, en otra muy buena performance progresiva, que también contenía muchos cambios climáticos, pasando de la tranquilidad a la inquietud, cortesía de la guitarra de Rothery, quien cumplía aquí una gran labor.


En resumen, la canción ideal para cerrar este colosal disco –uno de los mejores de toda la historia de Marillion-, con un final que se va en fade out, haciéndonos creer que éste quizás también sea un disco eterno...

Emiliano Acevedo
 

viernes, 22 de abril de 2016

PEZ, Rock Nacional: Un genial (no) homenaje...



Un disco que se llama Rock Nacional, pero que no es un homenaje a este género musical. Porque aunque esta vez las letras del logo de Pez vengan con la forma de la tipografía de la mítica revista Pelo, este no es un trabajo nostálgico que recorre la historia del rock de acá; desde la progresía setentosa hasta la época actual. Nada más alejado que eso, porque Pez es un grupo que siempre va hacia adelante. Sin embargo, eso sí, y se nota, la banda liderada por Ariel Minimal Sanzo da cuenta en esta obra de toda la música que escucharon y los influenció, y por eso, al no renegar ni un ápice de esas raíces musicales, el titulo de este nuevo disco de Pez no sería nada antojadizo. 

Como lo asevera el propio Minimal en una entrevista reciente del sitio WYWH: Si tuviera que decir algo (del disco) creo que también habla de un  hacernos cargo de quienes somos, de dónde venimos. Somos una banda más de rock nacional (…) Son referencias. Tampoco sé que quiere decir bien que se titule Rock Nacional y tenga la tipografía de la Pelo porque como te decía antes hay discos nuestros que suenan más a eso que éste”.
Palabras tan ciertas como esa presunción de que en ninguna otra latitud más que en la nuestra existiría esta música que Pez cincela, disco a disco, siempre sorprendiendo, nunca parando en su exploración sonora.

Porque, seamos sinceros; ¿Quién podría haber predicho esta nueva propuesta artística del grupo? Dejando de lado la distorsión de los últimos discos, Pez apuesta por un nuevo sonido, más ecléctico, en donde se gana su lugar la labor del nuevo integrante Juan Ravioli en los teclados. Y es que este músico le da una nueva gama de colores sonoros al trio formado por Ariel (voz, guitarras eléctrica y acústica), Franco Salvador (voz, batería y percusión) y Fósforo García (bajo). Puede que la transición resulte brusca  e incluso forzada para algunos, pero el proceso que los ha conducido hasta aquí ha requerido 23 años, en donde Pez ha dejado bastantes pistas en el camino como anticipando el tipo de música que hacen hoy.

Diecisiete discos incluyendo algunos en vivo sirven para completar una discografía harto generosa, a la que se suma este nuevo Rock Nacional. El resultado han sido diez composiciones que van a dejar boquiabierto a más de uno, para bien o para mal. Porque es justo avisar a todo aquél que espere una nueva dosis de agresividad aplastante, que este álbum está bastante lejos de eso. Nada de guitarras saturadas o de tempos acelerados. Podríamos, por supuesto, buscar un precedente en aquel insigne Hoy (2006), disco tranquilo si los hay en la historia de Pez, pero un hecho diferencial separa el álbum que hoy nos ocupa de aquel remanso de paz: Rock Nacional no es un disco de temas folk ni lentos. La pasión, la potencia y la, por así llamarla, “patada sonora aplastante” característica del grupo de Minimal siguen aquí presentes, aunque expresadas a través de vías menos obvias. Más maduras y sutiles. Y como ejemplo de eso, nada mejor que el tema que abre el disco:
“Más música”, muy sutil, con arreglos de exquisito sabor latino, y con unas liricas con mucho gancho; un numero sumamente cancionero. Por supuesto, esta apasionante composición incluye secciones que remiten incluso al rock de fusión, con una banda que se muestra mucho más comedida y elegante de lo que se podría creer tras semejante cambio estilístico, sin ningún exceso. 
“Tan deprisa ya” es otra deliciosa canción movida, pero con mucho sabor folk-pop de fogón. “De la vieja escuela del amor” es, a decir de Minimal, un tema “kissero”, y algo de eso hay, porque es un rockazo bien setentoso que recuerda algunas canciones del primer Kiss. Sin embargo, hay que puntualizar que los colchones de órgano de Juan Ravioli en esta canción lo acercan al Carlos Cutaia de Pescado Rabioso
“Disparado” es el único tema en donde participan en la composición los cuatro músicos de Pez; quizás sea por eso su amplitud rítmica y dinámica, que van desarrollando esta canción en varias secciones hasta terminar en un estribillo repetitivo y tan pegadizo como un mantra.
“Lo nuevo” es psicodelia ensoñadora, un hermoso viaje en donde el oyente se deja llevar por la música del grupo hacia una atmosfera fantasiosa, pletórica de acertadas intuiciones. Si nos atenemos al nombre del álbum este sería un tema que nos recuerda los momentos más volados del mejor Color Humano, aunque las comparaciones son sumamente odiosas, y más en una obra tan heterogénea e inesperada como la de Pez.
“El aprendiz” es el regreso de ese rock progresivo de alto vuelo con el que Pez dio cátedra en el disco Folklore (2004). La parte final instrumental de la canción arranca con un groove imponente del bajo y la batería, que se conjuga a las mil maravillas con el sonido prog de los sintetizadores vintage de Ravioli y los guitarrazos poderosos de Sanzo. Sin dudas, uno de los temas más prepotentes de este nuevo repertorio del grupo.
 En “Cerezas”, por el contrario, vuelve el pop de alto nivel; ese que nos recuerda al rock argentino de los 80. Quizás esto haya sido pensado adrede o no por la banda; como sea, es otra canción irresistible, con destino de corte de difusión, si eso existiera en el universo inusual del grupo de Minimal.
En “Lucifer” predomina una dinámica polirrítmica, con partes más tranquilas (las de los intermezzos melódicos) y otras más rock (las cantadas por Ariel), lo que propulsan al tema hacía una área musical indeterminada, que se termina resolviendo súbitamente.
 “Cuidate, monito” da muestras de una herencia rítmica rioplatense muy evidente, aunque no sería nada apropiado asociar a esta canción al candombe, ya que su acentuación rítmica difiere bastante de ese género musical. De esta forma, Pez, otra vez, forma y deforma, a partir de una rítmica determinada, creando una música que no está ni acá, ni allá, y que suena particularmente novedosa.
Tan novedosa e inusual como la canción final, “Calabacita”, que, como su título lo indica, está dedicada a CFK, según las palabras de Sanzo. Aquí, a partir de una letra verdaderamente cariñosa hacía la figura de la ex presidente, se termina desarrollando una canción muy sutil, pero que también puede llegar a guardar cierto dejo de ironía, que la saca del homenaje simple y aburrido, para emparentarla, más bien, con ese tipo de canción pop de amor como fue “Canción para el día que se muera Elton John”, incluida en el primer álbum solista de Ariel, Un hombre solo no puede hacer nada, editado en 2004.


La producción de todos los integrantes de Pez y la mezcla de Walter Chacón otorgan al álbum un alma cristalina, nada espesa, reforzando la sensación “retro” propulsada por los teclados de Ravioli, que deja la escucha de este nuevo material de Pez. Ahora lo que queda por definir es si éste es el principio de un nuevo camino para el cuarteto, o solo un álbum donde Ariel Minimal ha desahogado de forma puntual sus tendencias más clásicas enfocadas hacia el rock clásico. Lo único seguro es que Rock Nacional ya está aquí, convertido, seguramente, en el que será uno de los mejores discos del año, lo que nos da la seguridad de que este viaje ha valido la pena.

Emiliano Acevedo