Hace
más de una década ya, la idea de afrontar un proyecto de periodismo de rock
auto gestionado me asustaba. No por la pasión y dedicación que ello implica
porque de eso me sobra sobre todo si hablamos de música. Pero sabía que ser
melómano empedernido no alcanzaría para poder elaborar contenido para una propuesta que pretendía
ser un medio periodístico. Sin embargo, desde esa pasión empecé a diagramar y
cranear las secciones, a pensar el nombre del sitio y su logo, a abrazar un
concepto o línea editorial desde la que escribir y seleccionar artistas que me
cuenten algo de su obra y vida. Así hace 10 años nacía Intersticio
Rock. ¿Por qué un blog? Porque entrevisto largo y escribo
largo. Porque soy de una generación que no se termina de acostumbrar a la
velocidad y mucho menos en cuestiones que involucran los sentidos y las
emociones.
Este
proyecto de escribir sobre una de mis mayores motivaciones vitales me llevó a
conocer personalmente a "súper héroes" a los que vi en toda su
humanidad, a hablar con ellos de igual a igual en una cofradía implícita de
almas sensibles. Ese, es, probablemente, el mayor baluarte que esta empresa me
deja.
Compatibilizar
mi trabajo asalariado (en una actividad que nada tiene que ver con el sitio) con
la dedicación necesaria para elaborar contenidos fue, y es, una tarea compleja
y ardua pero siempre que le pongo el punto final a una nota/entrevista y la publico, la satisfacción se hace carne en mi cuerpo.
En
todos estos años tuve mucha ayuda, porque si vas solo llegás alto pero si vas
acompañado llegás lejos, para poder sostener el barco de la motivación, de la
calidad pretendida y de la constancia. Aquí, entonces, mi agradecimiento a Romi Rey, Silvia
Tapia, Alejandro Tófalo, Mauro Feola, Ariel Tenorio, Fabián Mattiazzi, Gabriel
Gori, Nacho Melgarejo, Leandro Ruano, Elena Rodríguez, Armando Tabacchi, Carolina
Calcagno, Grace Santos, Mariano Nieva, Hernán Cacace, Patricio Fernández Abregu, Silvina
Ghiselli, Elmer Toons, Gustavo Rosatto, Juan Irurueta, Javier Tucci, Néstor Pousa,
Raúl Astorga, Daniel Mundo y Marcelo J. Silvera.
A los
lectores, GRACIAS, porque la sola lectura de mis notas habla de su reconocimiento
y el relevamiento de los datos estadísticos que la plataforma permite así lo
validan.
Para Intersticio
Rock, generosamente, nos dieron ENTREVISTAS desde artistas callejeros o del
under, jóvenes promesas (que se fueron haciendo realidades en la escena
artística en el trascurso de estos años), artistas consagradísimos, periodistas,
escritores, productores reconocidos, etc. A ellos, mi afecto de siempre y por
siempre.
Gracias
a todas las publicaciones, libros y trabajos académicos que citaron nuestras
notas. Y también gracias a los programas de radio ElJardín de los Presentes (FM Zoe) y Yo soy la morsa (Click Radio) que nos permitieron tener nuestras
columnas Flashes con Historias y Rockanrolla.
Durante
todos estos años en el blog hablamos de ANIVERSARIOS, BANDAS SONORAS, CHARLAS
TEMÁTICAS, CONCIERTOS, CRÓNICAS, DE PASTA, ESENCIALES, JAZZ, LANZAMIENTOS, LIBROS,
LUGARES, PELÍCULAS, PERFILES y RESEÑAS.
Concretamente,
tratamos y seguiremos tratando de conectar y “alimentar nuestro eventual deseo
de resistencia”.
Joaco Burgos
es mucho más que una promesa. Este joven cantautor de apenas 20 años ya ha
grabado dos discos impresionantes (Mi
Lugar, 2022 y Frenesí, 2024;
disponibles en todas las plataformas) y se encamina a ser sucesor de clásicos referentes
del rock argentino como Charly García y
Fito Páez. Y es que Joaco canta y
toca con maestría su piano, deslumbrando a propios y extraños con su música. Melodías
exquisitas que denotan su excelente formación y letras que cuentan historias. Compositor
de canciones, eso, canciones muy lindas que vale la pena escuchar. En esta nota
recorremos su carrera y su último álbum…
ENTREVISTA> Vos venís de una familia de músicos, empezaste a tocar a los cinco
años. La música era algo inevitable en tu vida…
Sí,
tal cual. Desde que nací estuve rodeado de música y músicos. Eso me estimuló a
seguir este camino…
¿Qué
discos te marcaron de chico?
El
disco que más me marcó fue Clics Modernos,
luego de escucharlo no hubo retorno. Otro que me inspiró mucho es Del 63, de Fito.
¿Cómo
es tu formación como músico?
Desde
los cinco años estudié piano con una profesora particular. Ahí empecé a leer
música. Fue todo música clásica o canciones que me daba la profe. Hasta los
quince años seguí estudiando música clásica, pero en el medio conocí el rock,
la música popular, el tango y me largué a tocar esos géneros también. Gracias a
la técnica que uno adquiere cuando estudia música clásica (la postura, la
digitación, etc.), entré más fácil al rock y demás. Luego mi escuela del rock
se desarrolló durante la cuarentena, sacando discos de oído a la noche. Fueron
procesos que complementaron lo que yo ya traía. Y desde hace un año y medio me
puse a estudiar jazz en el conservatorio.
Se
nota en tu música todo el background del rock argentino clásico…
Sí,
tal cual. También muchos artistas internacionales que me gustan como Freddie Mercury, McCartney, Steely Dan
y demás.
¿Cómo
llegas a grabar?
Apenas
empezó la cuarentena hice mi primera canción, que ya venía cultivando desde
hacía un tiempo. Cuando logré eso me destapé. El primer tema me costó un montón
pero el segundo salió en una tarde. A lo largo de esos meses hice como quince
temas. Y cuando ya soltaron un poco la cuarentena, cuando la gente podía salir
un poco más, me contacté con varios productores, les mandé demos, y al que más
les gustó fue a Juan Absatz. Así que
elegimos nueve temas con mi viejo y se los llevé a Juan. Con él, en su estudio,
comenzamos a trabajar en la grabación de mi primer disco. Juan me lo produjo porque
yo no sabía nada, nunca había grabado. Fue un proceso desde cero. Mi segundo
álbum ya fue distinto…
Claro,
el segundo ya lo produjiste vos con Fernando Samalea, ¿no?
Exacto.
Lo que pasó fue que yo grabé el primer disco solo con Juan, tocándolo los dos,
pero cuando tuve que salir a presentarlo yo no tenía banda. Ahí empecé a conocer
gente y conseguí cuatro músicos que me acompañaron en la presentación del
álbum. Hicimos una presentación en el Matienzo, que estuvo bárbara, pero quedó
ahí. Después, en febrero del año siguiente, cuando yo ya estaba bastante
alejado del proyecto, ahí justo conocí a Samalea y eso me arengó a meterme de
nuevo en lo mío. Él escuchó el disco, le encantó y entonces le dije si quería
tocar conmigo, porque se cumplía un año de la salida del álbum. Sama se copó y empezamos
a armar todo. Ahí con la banda ya formada tocamos y al toque yo le dije que
quería grabar un segundo disco. Sama, con sus contactos y conocimientos, me dio
la llave para llegar a lugares que para mí eran inimaginables… Así me mandé a
hacerlo yo solo, quise probar a ver cómo me salía. Fui avanzando con la ayuda
de mucha gente cercana, como Martín Lema,
que es el guitarrista de la banda, que me dio una gran mano con un montón de
cosas; también Samalea me dio un montón de ayuda con algunos arreglos. Y así se
hizo. Lo grabamos en [Estudios] Ion, nada menos…
¿Cómo
componés? ¿Qué te inspira?
Generalmente,
lo primero que baja es la música, tanto melodía como armonía. Luego hago la
letra. En el primer disco, como lo hice en cuarentena, le dediqué un montón de
tiempo a las letras. En cambio, en el segundo hice los demos en casa y hasta
cuatro o cinco días antes de ir a grabar las voces aún no tenía todas las
letras terminadas. Fue un proceso más espontaneo en donde confíe más en mí
mismo y en mi capacidad de sacar las letras en menos tiempo. No tengo un método
rígido para componer. Puedo hacerlo sobre una batería electrónica, etc.
Aparte,
Frenesí es un disco que tiene muchas texturas…
Tiene
muchas texturas y está también pensado desde un lugar arreglístico, ¿no? Todo
en una canción es parte de la composición, obviamente hacés la canción y luego
con la producción la llevás para el lado de que sea una cumbia o para que sea
una ópera sinfónica. Pero cada cosa que uno hace sobre una canción es algo
sagrado porque queda ahí y luego pasa a ser escuchado. En el disco se le dio
importancia a cada detalle, y también hay pifies que los escuché, me gustaron y
quedaron en la grabación… No fue tan minucioso, si algo me gustó y caminó, lo
dejé.
SU DISCO FRENESÍ, CANCIÓN A CANCIÓN
El
primer tema es “Desolación”, ¿cómo lo compusiste?
Lo
hice con la guitarra durante la cuarentena, a los 16 años. Fue uno de mis
primeros temas y nació siendo una bosa nova, nada que ver. Pero al momento de
encarar el disco tuve ganas de llevar la canción hacia un lugar un poco más
popero, más “up”, para que se pudiese bailar. El primer disco me gustó mucho
pero sentía que tenía que cambiar un poco el estilo. Además, al tener a Samalea
en la batería se volvía más fácil eso. Él estuvo en un disco como Parte de la religión, que podría ser tranquilamente
un disco de Prince. Sama la tiene
muy clara en ese aspecto rítmico y me dio una gran mano. Le pusimos una batería
minimalista, pero contundente, hipnótica.
El
segundo tema es “Viaje”…
Lo
hice a principios de 2021. No recuerdo precisamente como fue el proceso
compositivo de esa canción, pero siempre me acuerdo de algo que dijo McCartney
acerca de que “las mejores canciones de uno son las que te acordás”. En base a
esto, cuando empecé a seleccionar los temas para este disco nuevo, pensé en
cuales eran los primeros quince temas que me acordaba. Porque componer,
compongo un montón, pero jugué a pensar en cuales eran los primeros que me
acordaba, y me acordé de este tema, que ya tenía tres años. Era una canción que
me gustaba mucho.
Y
“Prince”, ¿cómo lo hiciste?
Yo
tenía una [caja de ritmos Roland] 808 con un ritmo todo cuadrado, y sobre eso
puse unas strings y salió de una. Es
un tema bien ochentoso porque tiene una métrica que juega mucho con el fraseo, con
una melodía y los acordes que también acompañan a ese estilo. Fue muy fácil
encontrarle la composición. Muchas veces compongo los temas medio en inglés,
que es un método que usaba bastante Charly.
¿Las
historias de las letras de tus temas, son cosas que te pasan a vos o cosas que
les pasan a amigos tuyos?
Muchas
veces son cosas que me pasan a mí y otras veces son cosas que me imagino. Cosas
que me inspiran en el mismo momento de la escritura de la letra. Imágenes que
me llevan a frases y frases que me llevan a ambientes, y de ahí sale una
historia con la que completo los distintos párrafos de la letra.
Sí,
son letras muy “musicales” y en el caso de “Frenesí”, se te queda en la mente…
Esa
es una canción que hice hace rato, en 2020. Podría haber estado en el primer
disco, incluso la tocamos en la presentación. Es una canción a la que le tomé
mucho cariño. “Frenesí” es un tema muy importante para mí, por algo le da
nombre al disco. Aparte a todos los que se los mostré, tanto amigos como familia,
a todos les gustó, me decían que era hitero, que tenía mucho power.
Le
sigue “Tiempo para amar”…
Fue
difícil hacerlo porque ese tema son dos canciones en una. Tenía dos canciones
en La a las que no les encontraba la vuelta, dos temas, una en tonalidad mayor
y otra en menor, que quedaban cortitas como las había hecho así que probé a
unirlas. De esta forma, se volvió un tema largo que para mí es uno de los más
completos del disco y de los que más me gustan, porque quedó como me lo
imaginaba. Quería hacer un tema que fuera medio como una rapsodia, que tenga un
poco de todo. Incluso termina con una parte medio tecno, como que se va todo al
carajo. Está bueno eso. Es un tema que cambia todo el tiempo.
Y
“Ay! el dolor”, ¿cómo la hiciste?
Esa
es por lejos una de mis canciones favoritas del disco, quizás mi favorita. Es
una balada que compuse a principios de 2022. Me parece que es la canción que
más anhelaba escuchar cómo iba a quedar, porque me la imaginé y quedó
exactamente así. Es un tema en el que tiramos todo lo que teníamos en la olla.
“Luna”
es una obrita muy sutil, lirica…
Sí,
es otro tema que también podría haber estado en el primer disco. Lo hice en
2020. Fue una de las primeras canciones que hice y salió de una. Me acuerdo
como compuse la primera parte hasta el estribillo. La segunda parte la hice
tipo tres de la mañana, tocándola bien bajito porque yo no tenía auriculares…
Estaban todos durmiendo y me acuerdo que me mandaron un mensaje “Che, bajá el
volumen…” y yo pidiendo que me dieran 10 minutos más para poder cerrar el tema…
Y era que estaba terminando esa parte muy minuciosamente, acorde por acorde,
nota por nota. Fue un laburo de academia pero a la vez no perdió la
espontaneidad en la que quise contar una historia de una ex pareja que se
reencuentra después de un tiempo y salen a caminar, se cuentan cosas que
pasaron en el medio… Una situación que puede derivar en algo muy lindo. Hay
parejas que vuelven después de haber terminado la relación y la canción cuenta
eso. Lo loco es que cuando escribí todo eso aún no me había pasado vivir esa
experiencia, fue todo producto de mi imaginación. No había tenido hasta ese
entonces ninguna relación amorosa. La gente me preguntaba a quien le había
escrito el tema y yo les decía que no se lo había escrito a nadie… (risas)
Nadie me cree. Puede parecer la letra de una experiencia que fue vivida pero
no, me la imaginé…
Quedó
muy bien…
Sí,
tiene unos arreglos que fueron muy elaborados, con las strings y el Yamaha CP, en la línea de “Cinema Verite” o “Desarma y
sangra”. Hay un montón de temas en esa tónica, como “You Take My Breath Away”
de Queen, por ejemplo. Fueron todas
canciones que me marcaron, tanto a la hora de componer como en lo que respecta
a la producción, la grabación…
Sigue
“Disfraz”. ¿Esa cómo la hiciste?
La
primera parte de la canción la escribí con la guitarra en Córdoba, en el patio
de la casa de mi abuela. Como el estribillo tenía un quilombo armónico tuve que
hacerlo en el piano. Me imaginaba que se simplificaba en lo rítmico. Hice una
complejidad de acordes sobre un ritmo básico. La batería no para en ningún momento,
es cuadradísima, y sobre eso puse acordes planchados más complejos. Quedó buenísimo.
Creo que es el tema más hitero del disco. Es para poner al palo. En ese tema
grabó Paul Dourge el bajo. Un lujo.
Paul grabó en “Desolación”, “Tiempo para amar”, “Prince” y “Disfraz”. La
rompió. Eso suma mucho. Imaginate, la batería de Samalea más el bajo de Paul
Dourge es una base que camina sola. Pongas lo que pongas encima, el tema va a
sonar bien con semejante base. Hubo una cuestión de hacer los estribillos con armonía.
No hay unísono ahí, está todo armonizado a cuatro voces. Me gusta mucho el
paneo en el estéreo. Si lo escuchás con auriculares vas a tener una tercera voz
a la derecha y una quinta a la izquierda, lo que hace que todo se vuelva más
espacial. Ahí aportó mucho Zhoca,
una cantautora extraordinaria que está por sacar su primer disco.
Después viene “Naturaleza”…
Ese
fue un tema que también nació en la viola. Es bastante fogonero. Ahí la letra salió
de una. Sabía que quería hablar de la naturaleza y de que no se puede cambiar. “Tenés
que aprender a vivir junto a ella por siempre…” El mensaje es que las cosas son
así y es en vano intentar entender el porqué. Tuve la suerte de que participe Chico César que es un grande de la música
de Brasil.
¿Dónde
lo conociste?
Lo
fui a ver cuando tenía nueve años y quedé flasheado. Él se re copó conmigo
porque yo era un pibito que lo iba a ver tocar. Cuando crecí le mandé por
Instagram la foto que nos habíamos sacado en aquel concierto y el chabón no lo
podía creer. Se acordó de todo y desde ahí quedamos en contacto. Cuando empecé
a componer le mandé mis temas y se re copó. Así que lo llamé cuando empecé a
grabar el disco. Le mandé “Naturaleza” porque pensaba que iba bien con su voz y
él se enganchó. Me mandó sus partes de voz y me dijo que hiciera lo que
quisiera con eso. Así fue. No lo podía creer, fue un sueño. Por eso esa grabación
es muy especial porque tengo a unos de mis ídolos de la vida cantando conmigo…
“El
lugar” es muy tanguero, ¿cómo hiciste ese tema?
Es
medio tanguero, medio bolero también, tiene un aire medio “Giros”, ¿no? Es otro
tema que hice hace mucho, durante la pandemia. También de noche, a las 3 o 4 de
la mañana. Lo hice y quedó ahí, nunca más le di pelota. Me lo encontré de nuevo
de casualidad en la compu, ya no me acordaba de él, y me sorprendió. Era justo
la época en que yo estaba escuchando mucho Prince, mucho Michael Jackson, mucho pop ochentoso, ritmos hipnóticos. Así que
decidí ponerle también una bata bien cuadrada de esas que no frenan nunca. Le encontré
un punto medio, no es un tema mega pop pero tampoco es un tango. Quedó un
hibrido. Aparte ahí están invitados Cisne
Elocuente, que es una banda que admiro un montón. Son unos capos, de la
escena actual son los que más me gustan, lejos. Julio [César Lucero], el
líder de la banda, le aportó una suavidad increíble al tema, aparte unas notas
agudas a las que yo no llego ni en pedo.
El
disco se cierra con “Desarmarte”…
Esa
es otra canción súper especial. Se me ocurrió caminando en la calle y lo grabé
en el WhatsApp en la esquina de Aguilar y Amenábar, en Belgrano. Estaba pasando
por ahí, frené un segundo y canté el estribillo. Lo grabé, llegué a casa y fue
muy satisfactorio poder encontrarle una identidad musical en el piano a eso que
se me había ocurrido en la calle. Así quedó un tema que admiro y quiero
profundamente porque cierra el disco y para mí el tema que cierra un disco
tiene que ser incluso más importante que muchos otros. Tanto el principio como
el final son muy importantes en una obra. La letra de esta canción es bastante romántica,
bastante inspirada en el amor. Quedó muy bien y me gusta mucho. Es una coda
emotiva y épica para el disco.
Es
muy posible que el 11 de septiembre de 2024 quede en el recuerdo de la historia
del rock argentino. Ese día se lanzó La Lógica
del Escorpión, el ¿último? álbum de Charly
García. Un disco esperado por propios y ajenos, tanto para
bien como para mal. Es razonable. Y aunque hace ya siete años que no hacemos
reseñas de discos, la ocasión lo amerita.
Muchos
dudaban de la capacidad del artista de poder editar nueva obra debido a su
delicado estado de salud de los últimos tiempos. Sin embargo, en La Lógica… García logra exorcizar
temores y extrae energía e ideas a pesar de tanta desventaja física. Desde hace
muchos años, Charly
tiene permitido además ser autorreferente. Por eso, quizás, ya no nos canta a nosotros sino a sí mismo, y le da una
palmada en la espalda no solo a sus ídolos sino a sí mismo dándose fuerzas para
seguir adelante. Se tira (nuevamente) a la pileta sin red, mostrando su voz
descarnada no modulada por las máquinas ni inteligencia artificial. Por supuesto,
La Lógica… está lejos de ser el mejor
disco de Charly pero hay algo de sinceridad y ternura en esta obra que la hace instantáneamente
querible. Un álbum que cuenta con la ayuda de muchos aliados de SNM: Fernando Samalea (batería), Hilda Lizarazu y Rosario Ortega (coros), Kiuge
Hayashida y Fernando Kabusacki(en guitarras).
Repasemos
estos 34 minutos de obra. Son trece canciones cortas, querendonas, viejas y
nuevas, algunas propias, otras ajenas. Con muchos detalles que a simple vista
no se ven. Por otro lado es el disco más “prolijo” de Charly en años. Sin artificios
como el anterior Random (2017), ni la
destrucción sónica de la era Say No More. Lo que ves es lo que hay, el rey está
desnudo y al natural, vagando a través de las colinas con sus años y excesos a cuestas pero también con toda la
sapiencia y experiencia de un viejo lobo cancionero. Con temas que mezclan un espectro amplio de melodías
pegajosas como chicle con algo de caos organizado, pero sin parecerse a ninguno
de sus álbumes anteriores. Letras que recorren la vida del artista (y sus obsesiones),
desde su infancia y adolescencia hasta la vejez.
Sebastían Furman, músico
y factótum de La Canción Infinita (homenaje,
performance y análisis de los tres primeros álbumes solistas de García), dice: “[Creo que en este disco] Charly homenajea a sus ídolos de la
adolescencia. Siendo un poco parte también de ese panteón de músicos populares,
pero a la vez un poco fan. Inclusive tan fan, que es fan de sí mismo, porque se
auto cita muchas veces con motivos de otras canciones, etc. La cantidad de alusiones,
mensajes y homenajes ocultos, y no tan ocultos, que tiene este disco es
sorprendente. Charly siempre se
caracterizó por eso, inclusive en vivo por tocar melodías que son de otras
canciones. En el disco hay algo despojado y sincero, también. No hay autotune,
no hay mucha edición en sus voces. Charly va con la verdad como siempre. Su voz,
el poco hilo de voz que tiene a su edad, y con todos los avatares por los que
pasó… canta como puede y eso es más que suficiente para transmitir lo que
siente, que es mucho.”
LAS CANCIONES
Un
gong da la apertura a “Rompela”, la versión en castellano de “Break it Up”, un
tema original del proyecto Kill Gil
de hace más de quince años. Sin dudas, esta relectura de aquella canción está pensada
para ser hit, con su letra tan especial que García canta con toda la fuerza y
la ternura de un abuelo querible con su hilo de voz. Sigue “Yo ya sé”, otro
caramelo pop, en donde la antena de García sintoniza las paranoias de la sociedad
en estos tiempos en los que se imbrican tanto Dios como Freud e Internet. ¿Quién
nos hizo más pelota y nos dejó más solo de los tres? A pesar de que somos todos neuróticos
y narcóticos, Charly sabe que no somos psicópatas ni hipócritas, pero no sabe por
qué.
El
bluesazo “El Club de los 27” da cuenta de la adoración de Charly por algunos héroes
de la cultura rock como Brian Jones y
Kurt Cobain. ¿Se acuerdan de cuando
se tiñó el pelo de rubio luego de la muerte del líder de Nirvana? Es un buen tema que cuenta con la notable viola del RusoDavidLebón (¿quién si
no?). Lo importante de este tema es el ambiente que se genera, con ese órgano Hammond
tremebundo, en el que uno se imagina entrando a un bar roñoso repleto de las
figuras del Club de los 27… ¿Por qué
no imaginarse a Robert Johnson
tocando su guitarra y Amy Winehouse
en la barra charlando con Janis Joplin?
Un lugar ideal para evadirse de este mundo “traicionero y digital”.
En
“La Medicina Número 9” se escuchan los ecos del fantasmal “number nine, number
nine” de “Revolution Number 9”, aquel viejo tema avant garde del Álbum Blanco, de los Beatles. Aquí, otra colaboración con
Lebón, cuya guitarra juega con los coros del “Rap de las hormigas”. Sin dudas,
otro gran tema en ritmo funky que hace levantar a todos de la silla.
El
sonido de unos pajaritos y el órgano Farfisa dan inicio a “Te recuerdo invierno”
que, como sabemos, es una canción compuesta en la adolescencia de Charly, que
ya había aparecido en el disco de covers Casandra
Lange (1995). Esta nueva versión no aporta demasiado a lo ya conocido salvo
que es mucho más elaborada que aquella vieja performance en vivo lo que te hace
pensar que tal vez su autor haya querido dar un acabado más delicado y acorde a
aquel viejo tema. Luego un guitarrazo desgarra el estéreo y nos introduce en “Autofemicidio”,
una inquietante canción con un coro de niños “muertos” (perdón por esta digresión)
que habla del suicidio. No mucho más que resaltar por aquí.
Con
una intro potente de guitarra acústica de metal, “América” es una apropiación y
guiño al tema “I'm Afraid of Americans” de David
Bowie y uno de los puntos altos del disco, que cuenta con la colaboración estelar
de Pedro Aznar. Sin embargo, la canción
está más cerca del álbum Serú Girán 92
que del proyecto Tango del dueto García
– Aznar. ¿Todos tendremos miedo de ser felices? La antena de Charly (y Pedro)
nuevamente en sintonía discutiendo con la imposición del bienestar artificial
de nuestra época. La guitarra remarca el
mantra de una canción que se queda en tu mente sobre frases como "Tengo miedo de
América, lo que muestran no es la verdad", "Tengo miedo de mi
TV" o "Valle del futuro es un oscuro callejón".
El
lado B del vinilo se abre con una nueva versión de “Juan Represión”, la tercera
en la discografía de García. Como sabemos, las anteriores, grabadas por Sui
Géneris en 1974 y 2000, tuvieron que ver
con épocas turbulentas del país, violentas y convulsionadas tanto en lo económico
como sociopolíticamente. Casi casi como ahora, ¿o no? Eso es lo que percibieron
algunos oyentes de este disco. ¿Un loco que quiso ser sobrehumano a la que la realidad
se le escapa de las manos? Otra vez la realidad supera a la ficción. García la
canta con su hilo de voz pero no hace extrañar a Nito Mestre. Más tarde es el
turno de “Estrellas al caer” que es, ni más ni menos, una “Chipi Chipi” modelo
2024. Una canción sin fin que vuelve en forma de auto plagio. El viejo vampiro parece
reír a carcajadas.
Uno
de los momentos más emotivos del disco es la resurrección de “La pelicana y el
androide”, ese viejo tema de Luis
Alberto Spinetta, grabado en su disco Prive
(1986) pero pensado originalmente para el frustrado proyecto a dúo entre el
Flaco y el Bicolor. Aquí, García y Spinetta juntos otra vez. La fantasmal voz
de Luis se une a los teclados y los coros de Charly, repitiendo aquella magia pretérita
plasmada alguna vez en “Rezo por vos”. ¿Acaso las figuras de Charly y Spinetta
no son las más grandes e importantes del rock argentino? En este cruce entre
planos de realidad, confírmanos eso.
Otro
plato fuerte es “Mirando las ruedas”, el cover de “Watching The Wheels”,
original de John Lennon de su último
álbum Double Fantasy. Charly ya la
había grabado con la producción de Andrew
Loog Oldham en Kill Gil, pero
esta nueva versión resumida está más elaborada. El dramatismo de esta voz
actual de Charly hace que sea difícil no sentirse identificado con la alienación
y fragilidad expuesta en esa letra de Lennon que adapta tan bien García.
Recordemos que esta canción daba cuenta del periodo en el que el ex beatle se había
encerrado en su casa, alejándose del show
business. Otra vez, García se apropia y hace suya, como lo había hecho
antes con temas de los Byrds o Todd Rundgren, de una melodía y letra
que le calza como un traje hecho a medida.
Ilustración Elmer Toons (IG: @elmertoons y @grupoquadritos)
De
ahí pasamos a “La lógica del escorpión”, que narra la conocida fábula. Otro
momento de fuerte emotividad en donde la voz de abuelito dulce de García (el escorpión)
se une a la de Rosario Ortega (la rana) para relatar ese viejo cuento en donde
ambos se hunden en medio del río. La vieja melodía de “Veinte trajes verdes” acompaña
este relato que hermana la esencia con el carácter. “¡Bebamos por el carácter!”,
levanta su copa Charly, convertido tanto en rana como en escorpión, porque sabe
que aun a riesgo de morir siempre lo hará a su forma… Haciendo canciones.
La
influencia de los Byrds y esa fascinación tan grande de Charly por esta banda
californiana vuelve a hacerse presente en el último tema del álbum: el cover “Rock and
Roll Star”, esta vez en compañía de Fito
Páez. Los acordes de aquella vieja Rickenbacker de doce cuerdas suenan de
fondo de esta enumeración que da cuenta de todo lo que habría que hacer para
ser una estrella de rocanrol. ¿Y cuánto de eso habrá en este disco? El final es
con la melodía del harrisoniano “Within You Without You”, en donde esta obra se
va diluyendo. Difuminada en el centro. Poné Repeat.
Y todo lo que sentí en las repetidas escuchas del disco me lo guardo para mí
para siempre.
Nicolás Zalacaín es
un joven músico y compositor de la zona oeste del Gran Buenos Aires afincado en
CABA, que lleva adelante un original proyecto llamado Cicatrices. En él se originan
experiencias vitales que se vuelven canciones, con sonidos bien rockeros que
explotan en los parlantes y letras que retratan lo que pasa en el contexto
sociocultural. Su último EP se llama Danza o Destrozo y está
disponible en todas las plataformas.
ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Yo
toco desde los 15 años, principalmente como baterista. Empecé a tocar en 2006 en
una banda de barrio de hardcore punk, que es uno de mis estilos preferidos. Con
esa banda sacamos algunos EPs. Después estuve en grupos de punk rock, de
rocanrol, de hard rock; con proyectos que eran muy efímeros, pero en los que siempre
llegamos a grabar. En ese sentido me considero afortunado, porque en cada grupo
que estuve grabé algún disco, algún EP, algún registro. En todos esos grupos me
dediqué a tocar la batería y en 2020, durante la pandemia, empecé a cranear
canciones propias y a iniciar un proyecto solista. Así, para 2021 saqué un
disco solista llamado Galimatías, en
donde toqué la guitarra acústica, batería, canté y compuse el material. Después
de ese disco salió un EP en donde toqué la batería e invité a amigos a grabar
bajos, guitarras. Saqué dos EPs y un disco solista así y después la idea fue tocar
en vivo con ese proyecto y ahí llamé a otros dos amigos para tocarlo, debutamos
con un proyecto que llevaba mi apellido y como luego la dinámica se fue
haciendo muy de banda le cambiamos el nombre a Cicatrices, que es la encarnación actual con la que sacamos el EP.
¿En
qué te inspirás para hacer los temas de Cicatrices?
Yo
toqué muchos años la batería en una banda que se llama Guerra de Cerdos, en donde sacamos bastantes discos y giramos
mucho. La impronta de esa banda es una bajada de pensamiento crítico desde lo
conceptual. O sea, ir armando desde las letras, el arte de tapa y la forma en
que se piensa la música, un mensaje enriquecido en las canciones más allá de la
música en sí. Eso es un aspecto troncal en lo que yo hago. Además yo también
escribo poesías, he editado libros, y trato de buscar allí cuestiones
individuales, como me afecta a mí la vida en sociedad, sobre todo en esta
última época que comenzó a ser bastante picante para mucha gente. Cicatrices
trata de mantener esa estructura troncal de hacer un estilo de música variado
dentro del rock fuerte. Podemos tener influencias del post punk, el rock
alternativo y el metal, y navegar en esos géneros, pero manteniendo una búsqueda
desde la poesía, el pensamiento y la cuestión filosófica de cómo plantarse ante
la vida.
¿Qué
grupos te influencian a la hora de componer?
Las
influencias son muy variadas. Te puedo hablar de mil bandas y solistas. Charly García, Mercedes Sosa, The
Replacements, Killing Joke… Me parece que también el folklore de protesta también
es una gran influencia desde el lado de la lírica. Todo lo que era la Nueva Canción Chilena, es decir Víctor Jara, Inti - Illimani, Los Jaivas.
Todo eso combinado con nuestra música, como el tango; me gustan mucho Piazzolla, Pugliese… Lo que permite ser
un músico del underground es que podés experimentar todo el tiempo y está todo
bien. Las influencias van por ese lado, mucha música de los 70, 80, 90… Yo a
veces digo post punk, porque el post punk toma mucho de músicas variadas como
el krautrock alemán, también toma cosas de los Beatles, toma cosas del punk rock; entonces a mí eso me sirve para
englobar un poco lo que hacemos. Pero decir post punk a secas, es una
definición que se queda corta porque a mí también me gusta mucho el metal, el
trash, el crossover…
¿A
qué hacen referencias los temas de este primer EP de Cicatrices?
“Al
parador” es una pintura de lo que es la calle por la Capital. Yo soy de Zona
Oeste del Gran Buenos Aires, de Morón, y desde que me mudé a Capital no deja de
chocarme la cantidad de gente que veo durmiendo en la calle, en la Avenida
Corrientes, en los subtes… Y la canción tomó para mí un nuevo significado desde
que salió el video de Jorge Macri
sacando a la gente de las esquinas y mandándola, justamente, a los paradores,
además de las declaraciones de Kravetz.
Nosotros compusimos el tema a principios de 2023 y tomó otra relevancia con
todo lo que está pasando ahora y eso es un bajón. La canción habla de que
barren a la gente como si fuera basura y no resuelven el problema, porque no
dejan de ser personas que están en una situación complicada a las que uno ayuda
como puede, por lo menos en nuestro caso.
Después
sigue “Danza de golpes”…
Sí,
es un tema que arranca con un tiempo de vals, como si fuera una danza, y la
idea original es un poema que yo publiqué en uno de mis libros al que reformulé
un poco para darle una estructura de canción. Así es que arranca como una danza
y después se pone en una cuestión más estilo Killing Joke, más pesada y rosando
un estilo medio metalizado.
Sigue
“El mismo error”…
Ahí
la lírica está inspirada en una cuestión personal familiar ya que
lamentablemente toda una parte de mi familia se murió por diversos problemas
emocionales, conflictos, y la letra habla de cómo uno hereda todo eso. O sea
heredás los quilombos y las deudas que te dejaron, en el mejor de los casos si te
dejaron alguna propiedad o herencia, y como en mi caso traté de tomar eso para
no repetir los mismos quilombos para tratar de vivir un poco mejor. No mantener
esas cuestiones enroscadas de los quilombos familiares.
¿Y
“Destrozo los nervios”?
El
título habla de por sí. Es una descarga nerviosa de no saber para dónde ir. Por
eso dice: “Ojalá el amor sea lo único que uno tenga para poder vivir pero
sabemos que no es suficiente…”
¿La
banda cómo está formada?
Somos
Maxi Prez en batería, Gastón Linyera
Pérez en guitarra, y yo en bajo y voz. Nosotros somos los integrantes de
Cicatrices.
¿Tus letras contestatarias y reflexivas vienen por tus escuchas, la
herencia familiar, vivencias o libros que leíste?
Por
todo eso que mencionaste. Aparte el hardcore, más allá de que sea un concepto
gringo hecho por progresistas de Washington, tiene una cuestión progre más
copada para mí. Siempre me despertaron curiosidad las bandas de hardcore como
los Dead Kennedys, mismo el punk de
los Clash; son bandas que si te metés
en lo que están diciendo, es un mensaje con mucha riqueza, te bajan mucha
información que está muy buena. Yo entré por ese lado y por mi casa también en
donde se hablaba mucho de política, estemos de acuerdo o no… Las lecturas y las
personas que conocés también te van influenciando a tomar una posición. A veces
es el bicho de la curiosidad que te lleva para un lado o para otro y la yunta
que tenés que acompaña eso o no.