lunes, 29 de septiembre de 2025

DE BUENOS AIRES, la nueva obra maestra de Pez




¡Pez lo hizo de nuevo! Con cada lanzamiento logran lo que parecía imposible, un nuevo giro estilístico, una mutación, ¡su mejor disco otra vez! Y eso es lo que es De Buenos Aires, el vigésimo segundo álbum de estudio de la banda liderada por Ariel Minimal desde hace casi 32 años. Ya la sorpresa es mayúscula con el Lado 1 del vinilo que incluye un solo tema de 19 minutos y 30 segundos llamado “De Buenos Aires”, una suite a la vieja usanza de los clásicos grupos del rock progresivo de los setenta. Y este temazo que habla de la ciudad y su gente funciona como un buen compendio de la historia musical de la banda. Un grupo que ahora está formado por el propio Minimal (voz, guitarras, coros), Fósforo García (bajo y coros), Franco Salvador (batería, percusión y coros), Hernán Espejo (guitarra) y la sustanciosa reincorporación de Pepo Limeres (piano eléctrico y teclados), quien no tocaba con Pez desde hace doce años y vuelve a inyectar su impresionante despliegue sónico a la banda. 

“De Buenos Aires” se divide en varias secciones: “La calle que nunca duerme”, “El perfume de una posibilidad”, “Una canción distinta”, “En la estación del tren”, "Hola señor, ¿cómo está?", “Majestad”, “Una frecuencia que no se puede escuchar” yEpílogo”, que atraviesan varios cambios estilísticos, además de contar con dos músicos excelsos invitados: Manu Barrios (de La Fernández Fierro, en bandoneón) y Pablo Puntoriero (ex integrante de Pez, en saxo tenor y flauta traversa). Imagínense, en esta época de TikTok, en la que todo dura diez segundos, escuchar un tema de casi veinte minutos es todo un viaje. Un barrio de canciones que se va moviendo, va cambiando todo el tiempo, en donde nunca dejan de pasar cosas. Según dijo Ariel: “El tema se laburó dos o tres meses en la sala de ensayo y se grabó en dos días. Primero se laburaron las partes separadas de la canción y después como se iban a unir.” Y es que las posibilidades tímbricas de Pez como quinteto son interminables, puede pasar de la psicodelia al tango, con una música mucho más colorida, muy porteña y muy pop también. Casi tanto como la hermosa tapa del álbum con ese obelisco tan característico, diseñado por Ale Leonelli. Como decíamos, “De Buenos Aires” es una canción enorme que funciona como la síntesis de todo lo hecho por la banda en más de 30 años: Rock progresivo, tango, canción y rabiosa poesía ciudadana. La banda de sonido ideal para una Buenos Aires que está fuera del tiempo. ¿Y por qué tan tanguero? Por supuesto, rescata una parte de Pez que ya existía en Quemado, su segundo álbum, editado en 1996, y es algo que está en el ADN de la banda desde siempre aunque esta haya sido la primera vez que incorporan un bandoneón a su música. Una canción genial que habla de la gente que habita la ciudad, de lo que hacen y sienten. Cíclica, una rapsodia porteña que funciona como si fuera un “Moby Dick de canciones”, según dijo el propio Minimal. Él también dijo que últimamente estuvo escuchando mucho Genesis, una banda que no escuchaba de pibe, pero que ahora lo copó muchísimo. Pero si Genesis (y otras bandas setentosas) fueron el marco para desarrollar un tema tan largo no lo influyeron tanto en lo musical, ya que la música es enteramente de Pez.

Curiosamente, el lado 1 del disco se grabó en 2025 pero el lado 2 se grabó primero, a lo largo de 2024, e incluye seis canciones cortas de alto nivel, todas mezcladas y masterizadas por Mauro Taranto, quien produjo De Buenos Aires junto a Minimal.  Empezando por la nueva versión en estudio de “Para las almas sensibles”, ese viejo clásico que le daba título al genial álbum doble en vivo de 2005. Una remake explosiva que encaja perfecto con la onda de este nuevo álbum. Lo siguen otros dos temazos: “Del Festival de la vergüenza ajena” y “No somos hormigas bajo la lupa de un nene malo”, que empieza funkero y rápidamente se decanta por un montón de caminos musicales distintos. “Adiós mundo cruel” es más pop, pero muy bien desarrollado. Un tema casi “beatlesco” que incluye una letra desesperada con música alegre. Aquí se hace presente otro viejo conocido como músico invitado: Juan Ravioli en teclados. “Todo es un delirio” es un espejo de la acuciante realidad socio política argentina actual. Y el disco se cierra con la hermosa y sutil “Pude haber dicho que no”, una toma de posición muy clara ante la vida, y que se linkea con otros temas de Pez. Sin dudas, y vale la pena reiterarlo, un álbum maravilloso. ¿El mejor del año? ¿Y por qué no?

De Buenos Aires será presentado en vivo el próximo viernes 7 de noviembre en Niceto. Imperdible.

Emiliano Acevedo



lunes, 22 de septiembre de 2025

ME GUSTA EL ROCANROL, entrevista a Arito Rodríguez

Después de treinta años de trajinar en la ruta del rock y ganándose una merecida reputación como guitarrista de excepción, Arito Rodríguez por fin pudo editar su primer material propio. Pero la espera valió la pena porque Me gusta el Rock n´ Roll, el álbum de su trío Arito Rock, es excelente. Un repertorio que destila hard rock y guitarrazos así como rock sureño y blues por doquier. Un disco variado y con muy buenas letras. Por eso nos interesó charlar con Arito acerca de cómo se originó este material, sobre su carrera e influencias…

ENTREVISTA> Sacaste tu primer álbum solista, lo presentaste. ¿Cómo estuvo eso? ¿Ya están grabando más material?

Presentamos el primer disco con Arito Rock y como veníamos bien de tiempo pudimos grabar otros 10 temas, así que si podemos, si llegamos con los tiempos, vamos a tratar de presentarlos antes de fin de año. Depende de cómo vengan las cosas.

Contame un poco cómo craneaste el disco, de dónde salieron los temas. ¿Hace mucho los venías componiendo o salieron de un tirón? Son muy variados estilísticamente y cuentan muchas historias…

En principio, la idea general era hacer algo de hard rock inspirado en las bandas de los 80, o fines de los 70. Esa es la música que escuchaba antes de aprender a tocar guitarra. Esa la guía, ¿no? El horizonte musical al que aspiré llegar. Después en base a eso fue mutando un poco, pero la impronta del inicio del proyecto fue hace cinco años. Hacer una banda de hard rock en modo trío. Por más que estén grabadas más guitarras, en vivo siempre tocamos de a tres.

Un power trio…

En la presentación tuvimos una guitarra invitada, pero siempre la banda se caracteriza por ser un trío.

Me hacen acordar un poco a Whitesnake. Un poco bluseros, como el Whitesnake de los comienzos. También hacen el tema “Whisky in the Jar”, ese clásico que muchos conocimos por la interpretación de Thin Lizzy…

Claro, Whitesnake es mi banda favorita, me gusta toda su discografía. Los conocí con el disco 1987 y después empecé a investigar para atrás,  todo lo que tenía que ver con las diferentes etapas musicales que tiene el grupo, y después, mucho más tarde, conocí a Thin Lizzy y me di cuenta que fue una fuente de inspiración bastante visitada por Coverdale, porque tiene muchos temas muy parecidos en los ambientes, en los arreglos. Por ahí, Thin Lizzy no es tan conocido acá en Argentina, ¿no? No son tan conocidos acá, ni tampoco su líder, el bajista y compositor Phil Lynott, pero fue muy importante dentro del rock. Y más que nada en como creaba música. Su estilo, usaba mucho las guitarras gemelas, como hizo después Iron Maiden. Así que bueno, se convirtió también como Whitesnake en otra de mis bandas favoritas, Thin Lizzy.

Hay un poco de rock sureño en las influencias de Arito Rock, ¿no?

Totalmente. Hay porque estudié guitarra blues desde el principio. Ya tocaba un poco de blues, pero mis conocimientos llegaban solo a Eric Clapton, ¿no? A BB King, a los grandes. Pero no conocía lo que venía antes. Me faltaba la pata del blues tradicional. Sí. Eso fue lo que me dijo mi profe, el maestro Botafogo, cuando yo le llevaba los solos que sacaba de Eric Clapton. Me dijo: "Andá más atrás. Escucha el primer blues, el country blues…” Y ahí se me abrió un nuevo mundo que es lo sureño, ¿no? Lo del Delta, los blues de Mississippi, más emparentados con los inicios del blues, canto y guitarra. Eso en el blues es como el folclore argentino de acá. Y por eso ese estilo también está dentro del disco, porque está en mi manera de tocar. Paso por ahí muy seguido.

Se nota. También hay temas como “Molotov” que tienen un tempo bien afilado, muy rápido, que van más por el lado de Motörhead, ¿no?

Tal cual, sí. Exactamente. Esa también es otra banda que descubrí tardíamente. Son grupos que funcionan como influencias que decantan de la investigación y de transitar el camino de la música como oyente. Uno va descubriendo bandas, escuchás un tema, dos temas, y sabés que son muy buenas. Tanto Motörhead como Thin Lizzy, con un estilo muy particular y personal. Bueno, me llegó así como Thin Lizzy, hace no muchos años, el fanatismo por escuchar más y ver cómo creció la banda, ¿no? Una cosa es escuchar los grandes hits y otra es hacer un análisis de desde el primer disco al último para ver cómo fue evolucionando la banda. Esa es la forma de entender como es un grupo, las letras, el mensaje y la energía que transmiten. A su vez tiene que ver con ir probándome en otros terrenos, a ver qué pasa. El terreno de blues lo transité bastante, en el rock and roll también y el terreno tipo hendrixiano también. El rock setentoso también me gustó mucho en su momento y después empecé a probar, buscar y componer en esos estilos. En el punk también, onda Ramones… Así me fui formando como músico y con toda la información que uno va recopilando, adquiriendo e incorporando salen ideas totalmente diversas que a veces escapan un poco a lo que se llama el rock clásico, ¿no? Empiezan a fusionarse. Entonces por eso es que aparece Motörhead, ¿no? Aparece también Thin Lizzy. Vos habrás encontrado más rock sureño. Muy bien analizado.

Es que a mí me gustan mucho Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers o ZZ Top. Toda esa onda bien guitarrera es excelente…

Tal cual. Un poco me preparé estudiando e investigando acerca de todas esas bandas porque mi plan era ser un guitarrista versátil que pudiera encajar en cualquier tipo de banda. Si bien por ahí no tuve una banda de un estilo demasiado definido. Por ejemplo, cuando estuve en Viticus aprendí muchísimo, porque aunque tenían un repertorio de rock blues también curtían un abanico bastante amplio. No entré en una banda riffera, ¿viste? No era como Riff, en donde todo era muy parejo.  Entonces yo me preparaba para todo, estudiaba para ver cómo era el rol del guitarrista en cada banda. Y eso me sigue atrapando hasta hoy.

¿Cómo es tu método de composición? Porque en tus canciones las letras cuentan historias muy particulares, casi peliculitas que uno se imagina mientras te escucha…

Algunas son inspiradas por el sonido. De acuerdo a como suena el tema voy viendo que me que me inspira la música. Otras veces ya tengo la letra e inclusive con alguna cuestión rítmica. En el caso de “Me gusta el rock and roll”, la idea era hacer como un pequeño himno rockero o llamada de atención a todos los rocanroleros que andan sueltos. Entonces era como que estaba tratando de combinar la música con la letra a la vez como si fuera una especie de eslogan publicitario que tiene mucho que ver la construcción de una canción, con lo que es una música publicitaria de un jingle. Es casi una mini canción simplificada que hace que no te olvides de eso, pero es un producto. O sea, que puede ser que  no lo compres o no te sirva, no es lo tuyo, pero la música te queda. Es un poco como lo que hacer la música de una película.

Y después tenés canciones que te describen lugares como “Red House Blues”, en donde vos te metés a describir cómo es el lugar para los que no lo conocemos.

Sí, es una descripción musical de lo que eran esas noches ahí. Faltarían varios temas más para seguir con más historias del lugar, pero creo que con ese se puede ilustrar bastante bien.

¿Y con las baladas? ¿Te inspiran así una ruptura amorosa o surgen de ver una película o leer un libro en donde te copás por una historia, algo que te pasó y la componés?

Bueno, sí tiene que ver. En realidad, tanto como para lo que es una balada romántica que hable de una pareja o para un rock and roll, siempre quizás la emoción que tengas en el momento o algo que te que te resonó sirve como disparador para hacer algo. Y muchas veces donde uno deja ahí una realidad muy clara un poco entremezclada con la fantasía. También podrías hacer canciones literales que cuenten exactamente lo que te pasa sin ningún tipo de encubrimiento, pero a mi parecer el trabajo artístico es contar algo que lo ve todo el mundo pero con una mirada diferente y con un embellecimiento, con un juego que haga que sea algo diferente.

Venís de una familia de músicos y ya hace 30 años que estás tocando, era como que no podías esquivar la profesión, tenías que ser dedicarte a esto, ¿no?

Sí. En verdad, me dediqué profesionalmente a la música después de probar varios trabajos fallidos y darme cuenta de que lo que más me iba a hacer bien, principalmente en lo personal y en mi futuro económico, iba a ser tocar y a hacer música, porque no me cuesta. Si bien estudié para que no me cueste, tocar no es algo que me requiera mucho esfuerzo, ya sea tocar o dar una clase. Además, si uno tiene la oportunidad de hacer algo que le gusta no sería un trabajo forzado, y con los otros trabajos que tuve me parecía eso. En algún momento tuve que trabajar de otras cosas por razones de fuerza mayor, pero no es donde ponés el alma. Es mejor que cada uno trabaje en una cosa donde le pueda poner el alma, así va ser mejor el resultado.

Una influencia muy grande en tu vida musical debe venir de las figuras de tu padre Elvis Pepe y tu tío el histórico baterista Juan Rodríguez…

Sí, mi tío tuvo una gran influencia en mi crecimiento musical. Me ha ayudado un montón desde el primer día. Me acuerdo que él tocaba con una banda de jazz y me invitó a tocar. Eran temas de jazz, que todavía no estaban a la altura de mi entendimiento musical. Yo manejaba todo el lenguaje blusero y no sabía bien que hacer, hablamos de temas de jazz clásico, bossa nova, swing, instrumentales, pero empecé haciendo un poco de bases rítmicas con mi tío que ya venía súper experimentado. Era como que te dijera que está jugando la selección y te dicen, "¿Querés jugar un rato, entrar a la cancha un ratito?" Y ahí sin saber mucho estás dando tus primeros pasos acompañando a gente muy grosa…

¿Cuáles son tus guitarras y equipos preferidos?

Siempre tuve equipos que tuve que vender por alguna u otra razón y guitarras lo mismo, pero sé cuáles me gustan y los que más me gustan son los Marshall, el clásico 8080 combo, el Marshall 800, 900, como Hendrix, todo eso. Lo clásico, rockero y hendrixiano. Después he probado varios Fender, pero el que más me gustó es uno que le llaman Blackface, frente negro, que en vez de la chapa plateada la tiene negra y es un equipo pequeño. Es un equipo que usó Johnny Winter en algunas grabaciones. Lo pude probar porque aún lo tiene mi amigo Sebastián Bereciartúa, mi compañero de Viticus. Ese es uno de los que más me gustaron. Le dije: "Me encanta este equipo." Y después, investigando, saltó que Johnny Winter lo usaba y dije, "Bueno, Johnny Winter es uno de mis guitarristas favoritos." Así que después probé un Mesa Boogie, que también son de mis preferidos. Hay muchos, creo que no me puedo quedar con ninguno de especial porque siempre vas cambiando según los diferentes temas, o los diferentes discos. Me gusta cambiar. Sí he encontrado muchos sonidos a lo largo del estudio de guitarristas que me gustan. Por ejemplo, el sonido de Clapton con John Mayall. Entonces cuando uno agarra cualquier equipo va en esa búsqueda de un sonido que tenés guardado en tu memoria auditiva.

¿Y las violas?

Con respecto a eso, yo uso guitarras que no son de marca. Mi guitarra principal no tiene marca. No es Fender, no es Gibson, no es Ibanez. No es nada. No se sabe de dónde vino, pero es la que uso porque me resulta bien. Después tengo otra que tiene escrito Fender, pero mal escrito, o sea, también es una guitarra que no se sabe bien quién la fabricó. Y también tengo una Fender Squire de los 90, una japonesa, que es la que se podría decir que juega más a nivel nombre, ¿no? Pero no baso lo mío en las marcas de guitarra y de hecho un poco le fui escapando a eso porque hacen que uno suene muy parecido a otros, ¿viste? A mí me gusta más el hecho de poder encontrar nuevos sonidos.

¿Qué te gusta del rock actual? ¿Te gusta algo? ¿No te gusta nada? ¿Qué escuchás? ¿Qué te llama la atención? Porque debés conocer bandas de pibes jóvenes, o no tan jóvenes, que están también haciendo lo suyo.

No hay mucho, en realidad, del género que estuvimos hablando no hay mucho. Hay más rock stone, rolinga, de eso hay un montón. También hay mucho pop, porque se está difundiendo mucho pop, y de rock quedamos muchos que ya nos conocemos de años que estábamos tocando. Y con respecto al blues ese es un ambiente re pequeño. Se mantiene, pero es casi como el rock. No es muy común. No es algo muy frecuente, pero sí hay. En mi caso, me pasa con mis alumnos de guitarra que varios tienen bandas, algunos medio pop rock, otros en plan rolinga. Hay una banda que se llama La Pipa de Freud, que es una banda que tiene canciones propias y se podría encasillar en la psicodelia de los 70. Como Crías en más pop rock, Caballeros Negros es más rolinga… Pero en el estilo AC/DC, ZZ Top, Lynyrd Skynyrd, todo eso, no hay, hace bastante que no escucho en esa línea.

¿Vos decís que los pibes se copan más con el pop o con el rock más cuadrado en la actualidad, más que con el rock más guitarrero?

Sí, y hay muchas bandas buenas. Hay un ambiente que sigue siendo muy de Pappo, ¿no? muy riffero, muy en la línea Pappo´s Blues, pibes que siguen tocando covers o componiendo temas en esa línea. Ese es un estilo muy nuestro, muy argento, y también hay bandas que lo hacen. En mi caso, en este disco de Arito Rock la música suena muy americana, muy norteamericana. No estoy argentinizado en lo musical. Quizás estaba un poco argentinizado cuando estaba en La Percanta, que fue mi primera banda de blues y rock and roll, pero en la actualidad no tengo mucho de eso. Soy de acá y siento que podría hacerlo, pero todavía no se me dio el hecho de sonar más argentino.

¿Y tu forma de cantar de dónde la sacaste?

Y mucho Johnny Winter, mucho blues, mucho Freddie KingNo estoy diciendo que puedo cantar como Freddie King ni como Winter, ¿no? Pero era la idea, Elmore James, imitarlos, mucho country blues, Robert Johnson, mucho rock and roll de los 50, Elvis Presley… Un poco de todo. También en lo compositivo, como te estaba contando, me voy descubriendo cosas, con la voz también. Voy probando. Aún tengo mucho para trabajar mi voz y para encontrar. Me parece que siempre estuve más con la cabeza baja mirando las cuerdas que con la cabeza en alto cantando. O sea, más que nada como un prototipo de bluesman de tocar y cantar, ¿no? Como un cantante que no puede desligarse de la guitarra. De a poco fui empezando a priorizar más como separadas las dos partes. Más que nada cuando uno intenta adentrarse en un género donde la voz es muy importante y requiere de más trabajo.

Tu papá cantaba, ¿no?

Sí, mi papá fue cantante en los años 60, 1965, más o menos. Junto a mi tío, los dos tocaban y armaban bandas. También fue una influencia y me enseñó muchas cosas.

¿Él era más onda rockabilly, puede ser?

Se lo asociaba a eso, pero en realidad él tenía temas propios, cantautor con ritmo beat, el ritmo de la época y también grababa covers de los Stones, del Spencer Davis Group. Todo lo que le decían que grabe. Después linkeó al género rockabilly porque armó una banda que se llamaba Elvis Pepe y los Corazones Destrozados en donde hacía temas de Elvis, versionados. Ahí es que la gente empezó a conocerlo como un show de rockabilly. Pero también es una persona de mucho conocimiento. Tocó saxo, flauta traversa, percusión, piano. Somos rockeros porque el rockero cuando se sube a un escenario necesita acción. No se puede quedar quieto como uno que toca bossa nova o no sé qué, que están como si estuvieran frente a una computadora mirando los mails, ¿viste? El rockero quiere moverse y tenés como algo de tu interior que dice, "Esto es un show, hay que dar un show, hay que moverse, hay que despertar a la gente que está del otro lado." Entonces por eso sigo haciendo rock and roll y no me no me armé una banda de jazz o de otro estilo. Todavía me sigue motivando esa manera de conectarme con la gente, en donde la música sea un impacto fuerte y en escena también, que haya una descarga de energía importante.

¿En el vivo hacés solo temas propios o mechás algún cover?

Por lo general siempre me gusta tocar temas propios, aunque a veces hacemos covers en una tanda de cuatro temas dedicados a alguna banda en especial. Pero siempre me gustó salir a tocar temas propios, salvo en zapadas. Ya con mi banda La Percanta salíamos a tocar temas nuestros. Aprendí con mis propios temas y también con temas de mis compañeros. Nunca me copó la onda banda tributo o hacer covers para salir a tocar. No, nosotros salíamos a tocar con nuestra banda, con nuestras canciones, nuestras letras. Nunca me motivo hacer otra cosa. ¿Sabes por qué me pasa? Creo que por una cuestión de que Zeppelin es lo que sintió Zeppelin, por eso sonaron así. Entonces, cuando vos lo tocás sos un filtro y a mí me parece que para conectar con la música tenés que hacer algo propio. Eso mismo te conecta más con el público, con la gente. Cuando te dicen: “Uh, estás haciendo un tema de Zeppelin…” Te dicen, “que temazo de Zeppelin” no “que temazo que estás haciendo”. Lo mejor es hacer temas propios porque uno desde el escenario le puede poner toda la impronta y el sentimiento directo a la canción.

Es interesante también que este primer disco lo hayas editado en CD, en físico, más allá de subirlo en las plataformas digitales…

Sí, lo hicimos. En realidad no íbamos a hacer nada porque la gente por ahí no escucha CDs, usan las plataformas nomás. Algunos tienen reproductores todavía, otros se compraron un equipo nuevo, pero es bueno tener algo físico, porque si no la música queda en el aire y no se ve el disco. No se ve porque está en una plataforma, dentro de una computadora o dentro de un celular. Entonces, por lo menos para la psiquis, para que la psiquis quede tranquila, acá está el CD, lo podés tocar. Esto es el disco. Una cuestión así. Porque me parece un poco loco decir grabamos un disco y que no exista el disco, que sea invisible. Intangible.

Para los que no conocen tu música, ¿por qué decís que tendrían que escuchar a Arito Rock? ¿Qué se van a encontrar?

No se van a encontrar el lucimiento de alguien como guitarrista. Si bien me conocen como violero y me elogian por mi forma de tocar, el disco no se trata de exhibicionismo guitarrero, sino que se trata de canciones. Acá me parece que la guitarra acompaña la canción, va en función de eso, más allá que todos los temas tengan solos de guitarra, eso no lo pude evitar. Podría haber utilizado el mecanismo de que la canción sea más pegadiza y con menos solos, pero decidí tocar lo que fuera necesario y hasta donde se pueda, sin pasarse, buscar el límite justo. También tiene que ver un poco con mi madurez como músico. Cuando vas tocando de más o cuando vas tocando de menos tiene que ver con el punto en donde estás vos en cuanto a madurez musical. Al principio, era lo que hablamos, estás en plena ebullición, en plena creación, en querer transmitir, de volar con tu instrumento y no querés parar de tocar, de solear, o de cantar, el instrumento que toque. Y después con el tiempo empezás a aprender que tenés que poner lo que lo que te pide la canción, lo que sea necesario. No, no tenés que utilizar una canción para un lucimiento personal acrobático. Por ahí va el disco que hicimos. Son canciones compuestas por un guitarrista y arregladas en conjunto con un bajista y un baterista que tienen mucha idea, mucha noción en lo que respecta a la creación de sus partes. Por suerte tuve la ayuda de Marcelo “Muddy” Barroso [bajo] y de Carlos “Chango” García [batería], que son dos monstruos en eso y muy experimentados, con mucho oficio. Así que si bien yo pensé las canciones de una manera, se fueron terminando de cerrar con el estilo de ellos dos. Eso es Arito Rock. Es mi nombre pero también es una banda con Muddy y con Chango.

Hay una pregunta que le hago a casi todos los músicos que entrevisto y me gustaría hacerte a vos: ¿Qué canción de otro autor te hubiese gustado escribir?

Creo que muchas de Bob Dylan. Muchas, por ejemplo, “Highway 61 Revisited” y también “From the Watchtower”. Creo que por algo las hacían Hendrix o Winter. No voy a descubrir nada, pero compone muy bien Dylan. Me gusta mucho. Más allá de los estudios de guitarra que hice también sigo investigando a músicos como Bob Dylan que son expertos en la elaboración de canciones. Los Beatles y los Rolling Stones, también. Ahora no estudio tanto de técnica de guitarra pero sí estudio más en lo que se refiere a lo que es la composición y los arreglos. De manera autodidacta, ¿no?

También me sorprendió tu pasión por el dibujo y que te encargues de toda la parte gráfica del grupo.

Sí, en realidad, de chico perfilaba para dibujante. Ese era mi pasatiempo antes de la guitarra. Mis juegos pasaban por dibujar e impulsado un poco por mi mamá y mis tías que también dibujaban y estaban vinculadas a lo artístico, pero en el dibujo o en la moda. Entonces, empecé a dibujar y traté de estudiar eso pero no me fue bien. No encontré al profesor adecuado que me que me pudiera guiar en ese momento, así que me fui dispersando. Tuve un gran maestro por muy pocas clases, ¿no? Se llama Jorge Iglesias, un gran pintor nuestro, él me tiró unos tips de dibujo que me sirvieron hasta hoy.

Dejaste paulatinamente el dibujo para adentrarte en la guitarra…

Empecé a tocar guitarra y se fueron mezclando ambas pasiones. Pero empecé a aprender guitarra de manera muy gradual. Casi que ni me costó aprender y estar tocando en el inicio. Así que fue algo que me atrapó más. Pero si tuviera más tiempo volvería a estudiar dibujo. Viste que los tiempos de la vida cuando uno es más grande se acortan. Uno tiene más más responsabilidades, entonces no te queda mucho para dedicar a otras cosas. Pero lo sigo haciendo con la banda, o sea, trato de crear un ambiente que complete la idea musical de la banda con los dibujos.

Y ahora tus proyectos con la banda son seguir tocando…

Por ahora no tenemos ninguna fecha programada, pero en cualquier momento va a salir algo. Vamos a empezar a girar mostrando los temas del disco, si bien ya los venimos haciendo hace bastante. Hicimos un pequeño impasse, para dejar pasar un poco lo que es el boom de sacar un disco y así parar la pelota y organizarnos a ver cómo seguimos. También tenemos una tienda online para que consigan el disco. Lo pueden encontrar en Tienda Arito Rock (https://tiendadearitorock.empretienda.com.ar/). Y sino en nuestros shows también. Lo mismo que las remeras. También nos pueden encontrar en Instagram y Facebook.

¿Y las nuevas canciones van a ir en la misma ruta que las anteriores, los mismos estilos, o vas a incorporar algo nuevo?

Si bien tenemos más canciones grabadas siguiendo la línea estilística, suenan un poco diferente. Es como que se está abriendo el camino a nuevos estilos. Siempre soy inquieto en la elección de ritmos, de tonalidades… Cuando vas a tocar en vivo, por lo general, podés tocar dos rocanroles, tres, pero si tocás diez rocanroles todos seguidos, que son medio parecidos, medio que no sabes si terminó el primer tema. Porque no cambiaste ni de tono ni de ritmo ni de ambiente. Eso no es lo mío Entonces, siempre voy a buscar nuevas estructuras, nuevas tonalidades y una nueva forma de tratar de seguir haciendo rock and roll, pero sin que sea repetitivo.

Emiliano Acevedo



lunes, 1 de septiembre de 2025

FIEL A SUS FIELES, entrevista a Saúl Blanch



Sin dudas, Saúl Blanch es una leyenda del rock pesado argentino. Una voz única e inconfundible. Desde sus comienzos profesionales en los años 70 en la mítica banda Plus, pasando por los primeros tiempos de Rata Blanca a mediados de los 80, hasta su carrera solista; en todos sus discos se lució. En esta charla hablamos un poco de eso, de cómo era hacer hard rock en los peligrosos años 70, hasta llegar a las fantasías heavy metal de los 80, y después también. Una carrera que no se detiene y lo tiene aún subido a los escenarios deleitando a propios y ajenos…

ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música?

En bandas de barrio haciendo covers. Esa fue mi primera experiencia a mediados de los 60, yo tenía 14, 15 años. Hacíamos covers de los Beatles, que para nosotros era nuestra banda preferida, pero también temas de otras bandas exitosas de la época.

¿Cómo se te dio por cantar? Vos también habías incursionado en el bajo, ¿no?

Nosotros empezamos de la nada, en esa época no había tutoriales, no existía nada, así empezamos a tratar de descubrir cómo era el tema de las voces y ahí empezamos a cantar y hacer temas, hasta que logramos más o menos afianzar la historia. Sí, yo tocaba el bajo y cantaba algunos temas y acompañaba en otros temas.

Seguramente, tu ídolo era McCartney…

Sí, en esa época sí.

¿Cómo son los inicios de Plus?

Con [el guitarrista] Julio [Sáez] habíamos sido compañeros de colegio en primer año y fuimos a la casa de un amigo. Ese amigo tenía una guitarra y Julio tocó unos acordes y yo dije: “Bueno, acá está…” A ver si podíamos hacer algo. Entonces cuando volvíamos le propuse formar un grupo y él aceptó. Después tuvimos que buscar una segunda guitarra y un baterista, que eran del colegio también en Castelar.

Cuando Plus se larga como un baluarte del rock pesado de la época eran una de las pocas que tocaban ese estilo junto con El Reloj…

Claro, El Reloj más para el lado de Purple y nosotros más en un estilo Zeppelin. Por supuesto, éramos las únicas que hacíamos rock pesado en esa época en Argentina.

¿Cómo se hacía para sobrevivir haciendo rock en la época del Proceso Militar?

Fue difícil porque cuando nosotros empezamos a ensayar de cero, hasta tener los temas más o menos afianzados, un año después se produce el golpe militar. Eso fue una cacería indiscriminada y tuvimos muchos problemas. Tal es así que en 1980 nos fuimos de acá para oxigenarnos un poco, sin Julio porque él tenía unos problemas personales.

¿Qué te acordás del primer disco No pisar el infinito de 1976?

El titulo surge del infinito que se usaba en las sesiones fotográficas. Había que ponerle un título al disco y estuvimos todos de acuerdo con que fuera ese. Unos inventaron que le queríamos dar una trascendencia cósmica al título, pero nada que ver. Era simplemente el infinito que son los telones en las fotografías.

Un primer disco más hard rock y el segundo [Plus, luego llamado Melancólica muchacha, 1978] más tirando al rock progresivo, ¿no?

Era una época muy vertiginosa. Escuchábamos muchas bandas, muchas cosas diferentes. Nosotros solamente queríamos hacer música. No fue un cambio estilístico que hayamos planificado.

¿En los 80 cómo te adaptaste a los cambios surgidos en la música pesada, con los nuevos grupos heavies y demás?

No, no, no me influenciaron ni Judas Priest ni Iron Maiden, yo ya tenía mi camino hecho y no podía salir a hacer algo que realmente no fuera lo mío… Por supuesto eran bandas nuevas a las que escuchaba mucha gente. Yo no estoy diciendo que sean malas, ¿eh? Pero yo tenía mi camino que era por el lado de Led Zeppelin y Deep Purple y mi propio estilo en la forma de cantar.

Pero llegaste a Rata Blanca en donde ya era Heavy Metal posta, no Hard Rock…

Sí, es un sonido impactante, ¿no? Es heavy en cuanto al sonido y el armado de los temas, por supuesto…

En Rata vos te vas en primera instancia, después volvés para grabar el primer disco del grupo en 1988…

Claro. Justo se cumplía un año de mi ida cuando me llamaron para grabar porque tuvieron un problema con el cantante que tenían. Así que fui y escuché los temas y eran los mismos que yo había hecho un año antes. Así que en unos días fui y en una noche puse las voces de ese disco.

¿Cómo desarrollaste ese estilo inimitable de cantar que usaste en ese disco?

Yo hago lo que me sale. Nunca preparé nada en especial.

¿Qué balance hacés del disco de Rata Blanca, tantos años después, ahora que es un clásico?

Yo no sé si es un clásico. Yo creo que lo tienen bastante tapado a ese disco. Ese disco abrió un camino para el grupo, porque sin nada se metió en la gente, sin nada de publicidad por parte de la compañía. Se escuchaba en las radios, en todas las disquerías. Dio la posibilidad al grupo para que siguieran, luego de que yo me fui… Hicieron otro estilo, obviamente.

¿Por qué decís que es un disco “tapado”?

Porque no veo que haya un furor masivo en cuanto a ese disco.  Porque vos andá a decirle a un pibe por el primer disco de Rata Blanca… Seguramente, no sabe ni quien es Palito Ortega, ¿viste? Yo creo que muchos pibes ahora escuchan otras músicas. Algunos sí escuchan rock, no estoy poniendo en la misma bolsa a todo el mundo. Es mi opinión, lo que a mí me parece…

¿Por qué te fuiste de Rata?

Yo ya tenía dos hijos en ese momento y una familia constituida, mientras que el resto del grupo no todavía, por eso se me hacía un poco pesado bancarme una serie de cosas que ahora no vienen a cuento…

¿Era complicado combinar los caracteres con otros miembros del grupo?

No, a mí siempre me importó lo que hice yo y mis propias decisiones. Nada más. Siempre sin faltarle el respeto a nadie.

Después, en tu carrera solista pasó mucho tiempo entre disco y disco. ¿Por qué? ¿Sos muy perfeccionista?

No lo sé, no fue una situación que haya buscado. Grabé el primero [Fiel a sus fieles, 1990] y pasaron unos cuantos años para grabar el segundo [Refugiado, 2006] y ahora no me seduce la situación actual para sacar otro… Tengo quince o veinte temas en carpeta que podría hacerlos tranquilamente, pero eso es lo que siento, lo que me sucede… No me dan ganas, veo tantas cosas complicadas, tanta rareza.

¿Entonces no hay posibilidades de que saques un álbum nuevo?

No, no. El disco ya se murió. No sé cuáles son las nuevas alternativas para equiparar la época del vinilo, del CD…

¿Y la posibilidad de subirlo a las plataformas?

Es todo plástico eso. Yo no añoro el disco pero con todo esto, en lugar de una revolución hicieron una involución. Todo está en el aire. Vos fijate que, por ejemplo, los pagos de AADI o de SADAIC ya no son más en forma presencial. Antes tenías que ir personalmente a cobrar y desde hace unos cuantos años te mandan el dinero a una cuenta. Ósea que tampoco podés ver si lo que te están diciendo es real.

Emiliano Acevedo



lunes, 25 de agosto de 2025

ADIÓS GUALICHO TURBIO

 

Durante todos estos años en Intersticio Rock estuvimos siguiendo de cerca la trayectoria de Gualicho Turbio, la espectacular banda blusera y garajera argentina, única en su estilo. Estuvimos junto a ellos antes del lanzamiento de su primer disco en 2015, en donde realizamos una larga entrevista con los tres integrantes del grupo. Gualicho venía de darse a conocer con todo con unos paradigmáticos videoclips en el programa de Peter Capusotto y la rompían cada vez que tocaban en vivo, haciendo exorcismos colectivos, shows que funcionaban como ceremonias en las que todo el mundo se ponía a bailar y a cantar los temazos del grupo, en los que cada uno de los integrantes personificaba un personaje: El Diablo, el Poseso y el Chamán Urbano. En 2017 reseñamos su segundo disco Gato Negro, otro escalón de calidad blusera para deleitarse. Y en 2022 nos volvimos a encontrar con esta banda tan admirada luego de la edición de su tercero y a la postre último álbum: Un ruido otra vez. Por eso nos cayó como un baldazo de agua fría esta separación, pero hasta ellos fuimos para buscar el porqué de esta despedida. Un último show que se celebrará el próximo 6 de septiembre en el Strummer Bar, en el barrio de Palermo. A propósito del final de Gualicho charlamos con Zelmar Garín (Diablo) (Monobanda: guitarra, voz y percusión) y con  Hernán Balbuena (Chamán Urbano)  (Armónica). El frontman Juanjo Harervack (Poseso) (Voz y maracas), declinó amablemente a participar de la charla.

ENTREVISTA> ¿Por qué se separan?

Zelmar: Me parece que la banda viene dando vueltas, estancada en una situación y que ya cumplió un ciclo. Creo que es un buen momento para cerrarlo con un concierto despedida y que vaya todo el mundo, porque también pasa eso: mucha gente dice que van a ir y después no van… Eso pasa seguido.

Hernán: También Zelmar nos había propuesto hacer un viaje a Europa, que iba a ser muy positivo para el grupo, pero tanto Juanjo como yo no podemos solventarlo. No lo ayudamos a empujar el carro en ese sentido. Eso lo desinfló. Por otra parte, pensás en los últimos diez shows de Gualicho y se hace todo cuesta arriba, porque eran lugares en donde no había ni camarín, te la pasás renegando… Yo veo las cosas de otra manera. Para mí la banda servía para tocar tres veces al año, para despuntar el vicio. Evidentemente, Zelmar no quiere eso.

Zelmar: Esa es la visión de Hernán, para mí tampoco es así. Obvio que lo de no haber podido concretar el viaje influyó pero yo siento que el ciclo se termina. Me parece que todos los grupos tienen un ciclo y siempre hubo muchos intentos de renovar la banda y no funcionó. En cualquier proyecto siempre hay algo inconsciente que a vos te hace seguir adelante, no tiene que ver ni con la guita o con la amistad, sino que hay algo ahí sagrado que es la música. Y cuando eso no está es peor que si fuera un trabajo. Y si eso se convierte en algo para despuntar el vicio, como dice Hernán, no me interesa seguir; porque yo toco desde los nueve años, en un montón de proyectos en simultáneo y todo el tiempo, tengo mi podcast, edito discos… Así que ahora decidí hacerme cargo del asunto, decir lo que nadie quería decir acerca de que la banda estaba llegando a su fin. Esto no va más. Estamos en una calesita desde hace cinco años, pero no por nosotros solos, sino que te das cuenta que hay algo que antes estuvo presente y ya no está más.

Hernán: Zelmar es muy claro en sus conceptos, porque él es el ideólogo. Un poco se desvaneció la fuerza de la banda en el último tiempo, desde la pandemia en adelante. En un momento parecía que se iba todo a la mierda y Zelmar lo remontó durante el tercer disco. Él ya tenía maqueteado todo el disco en su casa y así lo pudimos hacer. Ya veníamos a los tumbos, pero nunca nos llegamos a caer. Y esta vez, antes de caernos y hacernos mierda, decidimos bajarnos bien y no lastimarnos. Veníamos en piloto automático, porque ni ensayábamos, y eso es muy malo para las bandas. Después no podés contentar a todo el mundo. En ese todo el mundo estoy incluido yo. Juanjo y yo no le queríamos poner “último show de Gualicho”, pero Zelmar no estaba de acuerdo. Así que no pasa nada, fueron muchos años del grupo. Ni yo pensé que iban a ser tantos. Así que estoy disfrutando de estos últimos momentos del grupo. Zelmar nos aclaró de entrada que esta separación no era personal, que él no quería pelearse con nosotros dos. Hay que aprender a soltar. A mí me gustaría seguir tocando con Gualicho Turbio, pero no voy a obligar a nadie. Tengo que respetar eso.

Zelmar: Acá tengo un texto de un libro que se llama Free Play, y es de Stephen Nachmanovitch, me gustaría leer este fragmento para la nota: “Un monje le preguntó a Yün-Men, el gran maestro chino de Zen del siglo IX: ´ ¿Cómo es cuando el árbol se seca y sus hojas caen?´ ´¿Cómo es cuando uno tiene las manos vacías y está desnudo, cuando no tiene nada a que aferrarse, cuando todo en lo que podía confiar se desmorona?´ Yün-Men respondió: ´Todo el cuerpo está expuesto al viento dorado.´ Yün-Men le está diciendo al estudiante que ese estado abierto y vulnerable de la mente no tiene por qué ser de miedo o desvalimiento; cuando uno se entrega en el gran vacío tal vez se encuentra mejor equipado que nunca para estar y actuar a tono con el Universo.” Esto viene a cuento de que yo este año también terminé Ácido Canario 8, un proyecto que veníamos incubando, le di un cierre y ahora le quiero dar un cierre a Gualicho y es como dice el texto: Hay que empezar a estar vacío para lo que viene. Juanjo tiene un montón de proyectos, siempre se está retroalimentando, armando bandas, lo que habla bien de él también, y por ahí esto es una oportunidad para Hernán para arrancar con lo suyo. Cada uno sabe. No es nada trágico sino una oportunidad que se abre. Hay que hacerse cargo.

Juanjo: A mí no me interesa demasiado participar de esta nota, porque es algo en lo que no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo en esto de la separación, le hago la segunda a Zelmar, pero no me interesa hablar al respecto. Cualquier pregunta que se me haga no voy a estar de acuerdo porque no es algo que yo quiera hacer. Tanto lo que digan Zelmar como Hernán va a estar bien, pero a mí no me interesa participar porque no me hallo contestando o hablando de algo que yo no quiero hacer. Eso. Lo único que me interesa decir es que viva el rocanrol argentino…

¿El cuarto disco no se llegó nunca a grabar?

Hernán: Sí, quedó un single… Pero a Zelmar, como productor, no le gustó el resultado final. Faltaba la voz de Juanjo. Yo grabé dos temas, Zelmar también grabó. Se empezó pero quedó ahí.

Zelmar: Empezamos a hacer temas pero no terminamos de ensayar, de estar juntos. Hay algo que no está más y ahí me di cuenta de la situación. También en los últimos shows estábamos en piloto automático. No tuvimos la suerte de que venga un productor real y nos acomode. Porque la banda tiene un muy buen vivo, buena imagen, todo lo que yo cuidé desde que arrancamos, pero no sucedió ese salto. Acepto eso. También hice el intento de que vayamos a Europa porque me parecía que la banda re daba para eso, pero tampoco se dio. Tengo en claro que los discos son una cosa y la banda en vivo es otra cosa. Por ahora estoy enfocado en que nos despidamos bien, que ensayemos bien y esté todo consensuado entre nosotros.

¿Cómo va ser el show de despedida de Gualicho?

Zelmar: El show va a estar dividido en dos partes, va a ser largo, vamos a hacer temas de los tres discos. Va ser casi todo en trío, pero también va a haber invitados, Nahuel Creche en batería en algunos temas, y dos bailarinas: Sabina Andrada y Luisina Fracas. También va a estar el Dj Caye poniendo vinilos, que es un amigo de Laferrere.

LA GÉNESIS DEL GRUPO…

¿Hacemos un repaso de la historia de la banda? ¿Cómo se les ocurrió armarla?

Zelmar: Fue en 2012. Yo ya me había separado y todavía estaba viviendo en La Matanza. Con Juanjo nos conocíamos desde hacía muchos años pero recién en 2002 nos empezamos a hacer amigos. En ese año él se acercó a mi casa y escuchó a mi banda Noseso de aquella época. Juanjo la flasheó toda con nuestra música: canciones muy desestructuradas, también con sonidos del rock de los 60, fuzz, garage, psicodelia, improvisación, noise… Éramos todos unos pibes de clase media baja, ahí en el barrio Atalaya, en Isidro Casanova, La Matanza. Para 2004 mi casa era un hervidero de amigos, porque también mis hermanos Waldemar y Johanna tocan, entonces había chicos de muchas edades durante el día y todo el tiempo estaban sucediendo cosas, juntarse a escuchar música, yo siempre tuve muchos discos, siempre fui inquieto y tenía amigos que traían discos de afuera. Entonces escuchábamos blues con Juanjo, pero los folk blues, a Fred McDowell, Lightnin´ Hopkins, los discos acústicos de Muddy Waters... Igualmente, Juanjo siempre estuvo muy influenciado por el rock argentino de los 70, mucho Color Humano, Spinetta, Miguel Abuelo y demás. Entonces jodíamos mucho que teníamos que hacer una banda de blues. Pero yo en ese momento no lo aceptaba porque eso era como una regresión musical en lo que estaba haciendo. Las referencias bluseras que teníamos en esa época eran Memphis La Blusera y La Mississippi, cosas que me parecían un espanto. Estaba de moda BB King, el último Pappo, todas cosas que me parecían lo menos. Por supuesto, hoy tengo otra visión de eso, pero en ese momento quería romper todo, estaba a full con la improvisación, con la música experimental, la música más de pensamiento… Lo sigo estando. Así que jodíamos con Juanjo con hacer una banda de blues, pero no podíamos concretarla. Hasta que escuché a T-Model Ford, y todo el revival del blues propiciado por el sello punk Fat Possum Records. Empiezo a entrar en ese mundo, además ya había hecho Ácido Canario Vol.4 que tiene blues; eso sumado a la música africana me empiezan a influenciar mucho. Bombino, Jesse Fuller también aparecieron en esa época en mi vida.

¿Ahí empiezan a demear?

Zelmar: Bueno, en esa época yo tenía un grabador a cinta, nos chupábamos unos Fernet con Juanjo y empezábamos a grabar cosas. A eso le decíamos en joda “Blues del orto”. Decíamos, “hagamos un blues en esta tonalidad, con tal tiempo…” y él me decía: “Decime tres palabras…” Entonces, anotaba las tres palabras o anotaba una frase y hacía una letra, improvisábamos y grabábamos en toma cero. Después lo escuchábamos. La primera vez fue muy bueno lo que salió. Después hubo una segunda juntada, más eléctrica, que también estuvo buena. Después que pasaron esas dos o tres juntadas, decidimos armar la banda. Que todavía no se llamaba Gualicho Turbio ni nada. Pero yo no quería hacer una banda con bajo, batería y teclados. Sumale a eso que a mí siempre me gustaron los Rolling Stones, los Pretty Things, The Kinks, todo el rhythm and blues inglés; y desde que descubrí el rock de  garaje esa es la música que más escucho, con esas canciones sencillas y a la vez muy personales, con un sonido casi punk. Entonces, había que hacer algo que sonara a propio con esas influencias, sumadas a las que traía Juanjo de Manal, Pappo´s Blues y demás. Yo ya estaba haciendo reivindicaciones al primer Sandro, y otros grupos como Los Pick Ups y demás. Mi cuñado de ese momento, llamado Abel Giménez tenía un grupo con Hernán en Barrio Lindo, que queda en Almirante Brown, en el sur del Gran Buenos Aires.

Hernán: Ahí nos conocimos.

Zelmar: En el medio de eso, yo me empecé a separar y me vine a vivir a Capital...

Hernán: Yo participé en algunas grabaciones que ya tenían hechas con Juanjo. Yo recién arrancaba a tocar así fuerte, con otro lenguaje musical porque venía del rock barrial y me acoplé a lo que estaba haciendo Zelmar, que era totalmente diferente a lo que yo venía haciendo. Eso me puso a estudiar y a tomarlo un poco más en serio. Hasta ahí tocaba intuitivamente, pero con Zelmar aprendí un montón de teoría musical. Así fue que entré.

Zelmar: Yo también tuve que estudiar el estilo un poco, porque los bluseros tocan prácticamente con tres dedos. Me estuve interiorizando de eso y a la vez siempre fui percusionista. Cuando armé mi set, ya pensé que quería tocar con equipos chicos, que es una decisión estética porque a un equipo chico lo podés saturar más, etc. Además, con un grupo así lo armás fácil, podés tocar en la calle, en cualquier lado. Con seis micrófonos amplificás todo en la banda. No era para nada complicado. Ahí nació el grupo. Ensayábamos en la casa de mi vieja, en Atalaya. Así empezaron a surgir los temas. Ahí surge lo de llamar a la banda Gualicho Turbio. Juanjo tiene mucha facilidad para hacer música, es un poeta nato al que le das una idea o una melodía y enseguida te hace la letra. Rápidamente ya tiene un tema, es muy talentoso en ese asunto. Él había estado de cantante en Ácido Canario Vol.5 y ahí empezó a hacer una música nueva que no tenía nada que ver con lo suyo, en donde había muchos estilos, en donde lo metimos adentro de la improvisación libre. Me parece que él se metió en la cocina de algo que le fascinaba pero que no entendía. Eso le hizo un ruido interno. Vos lo veías cantar a Juanjo en ese momento y era un chabón gordito con corte de pelo milico y cantando como temeroso… Siempre la rompía, ¿no?, porque tenía una voz espectacular, pero Ácido le exigió otra cosa. Ya de por sí Ácido tiene el tema de los trajes, en donde cada uno de los integrantes se tenía que construir un personaje. A Juanjo le costó un año. Primero fue como un hippie, luego un pordiosero y pasó por muchos estados hasta entender que la banda era un poco el fin de su miliciado. Así, terminó tocando con un traje que le dan a los milicos, que usan cuando se casan, cuando se gradúan y cuando se mueren: un saco blanco. Quizás, él vio una especie de muerte de su miliciado ahí y salía así al final, cuando la banda explotaba. Juanjo ya se había dejado el pelo largo, bajó de peso, empezó a moverse en el escenario, hizo una transformación increíble en esos dos años que duró esa formación de Ácido. La verdad, que la banda en ese momento flotaba, era impresionante. Gualicho fue una decantación de eso.

¿Por qué?

Zelmar: Porque después surge el tema de los personajes. Yo le dije a Hernán que se consiguiese un palo, para hacer de chamán…

Hernán: Yo me vi como un chamán urbano. Y me lo empecé a imaginar como un tipo de la calle, sin pilchas compradas, por eso siempre rompí las bolas con los trajes decadentes. Así empezó todo con un saco mugriento que levanté de la calle. Era un tipo con un saco encontrado, al que le donaban el pantalón, los zapatos. Y como un chamán, en vez de tener un elixir como la ayahuasca, empecé a jugar con mi sonido. Así es como yo me libero en las dos horas de show, para poder continuar en esta vida mundana, sucia y vil; y encarar todo con otra energía. Esa fue la apertura del juego. Y el palo lo encontré en la laguna de Santa Catalina, ahí en Esteban Echeverría. Ese es el mismo palo que uso hasta hoy. Y le empezamos a agregar chapas, cascabeles que le voy colgando. Eso de empezar a jugar, a crearnos un personaje y no ser tres tipos comunes, apareció en Gualicho.

Así se largaron a tocar…

Zelmar: La primera vez que tocamos, en San Pedro, aun no teníamos terminado el tema de los trajes. Ahí le dije a Juanjo que él con las maracas tenía que poner la frecuencia rítmica porque no iba a haber platillo. Primero renegaba de eso, pero después se acostumbró. Juanjo ahí se dio cuenta que tenía que adelgazar, que se tenía que mover, que tenía que tomar definitivamente el papel de frontman. Así se empezó a desinhibir. Medio que Gualicho le vino bien para soltarse. Ahí dijo que él iba a ser el Poseso, ese iba a ser su personaje. Fue a una modista que le hizo el traje. Hay un poco del Sandro de la tapa del disco Espectacular en ese traje, también. Juanjo empezaba a coparse mucho con Sandro, que quizás haya sido el mejor performer que tuvimos acá de los 60 a los 80. Un tipo que cantaba muy bien y se movía. Para Juanjo, que venía con el rock cerebral argentino de los 70, se le hizo un clic en la cabeza.

¿Y cómo sigue la historia del grupo?

Zelmar: Yo me fui a vivir a San Telmo y ahí estaba viviendo conmigo un amigo llamado Pablo Bobadilla. Un día, Pablo ve en mi computadora un ensayo filmado de Gualicho y se entusiasmó. Así, en 2012, vino la banda eslovena Incurabili a tocar en Vorterix. Ellos eran un dúo. Uno tocaba una batería que era un bombo, un redoblante y una chapa toda podrida; y el otro una guitarra toda afinada en Sol. Hacían toda su música con esos elementos y editaban sus discos en cartones bastantes crudos, y tienen un sonido muy cercano a ese sonido de Fat Possum del que te hablé antes. Yo en ese momento estaba en Uruguay visitando a mi papá, y Pablo en una salida por San Telmo se encuentra con uno de los Incurabili. Ahí Pablo le dice: “Vos tenés que escuchar a Gualicho Turbio…” Así fueron a mi casa y Pablo le hizo escuchar rock argentino viejo: Color Humano, Vox Dei, Manal y demás. El flaco de Incurabili flasheó con esos vinilos y la música y Pablo le contó cómo era Gualicho Turbio, lo de la monobanda y demás. El loco le dice: “Sería genial que nosotros tocáramos con ellos…” Así le sugiere que vaya a la embajada de Eslovenia a hablar con una funcionaria con la idea de hacer un split con ellos, un disco en que de un lado estuviera Incurabili y del otro Gualicho. Llego de Uruguay y Pablo me da ese notición pero yo venía muy deprimido, estaba en una época difícil. Igualmente, grabamos tres temas en lo de Rubén Travierso: “Guanuco”, “Gualicho Turbio” y “Dilema”. Esos tres temas se los mandamos a Incurabili y les encantaron, así que fuimos a la embajada a vender el proyecto y que lo apoyaran. Así fuimos con Pablo, muy zaparrastrosos, con bermudas y chancletas a la embajada de Eslovenia. Verano, hacía un calor de morirse. Nos atiende una mina preciosa que se llamaba Petra, que era contacto de Incurabili. La mina nos abrió un mapa repleto de lugares culturales en los que se tocaba rock. Ella se entusiasmó con nosotros y quedamos en hacer el proyecto con los Incurabili. Ahí lo conocimos a Charly [Acconcia], que luego sería la otra pata de Gualicho, que siempre me ayudó con las grabaciones. Lamentablemente, el proyecto de hacer el split con Incurabili se fue a pique porque ellos se pelearon. Pero eso nos sirvió de envión para que nosotros nos pusiéramos las pilas y sacar la banda.

Ahí empiezan con todo…

Zelmar: Sí, empezamos a tocar en la peluquería de Jopo, en Pasaje Giuffra y Defensa, a tres cuadras de mi casa. Un lugar variopinto que se llenaba de turistas, con birra barata y música. Obviamente, eso no duró nada porque empezó a venir la cana. Pero en esas fiestas tocamos nosotros. Ahí cayó el Griego Marcelo Iconomidis y nos vio. Al principio el Griego me dijo que me había escuchado en Ácido Canario Vol. 3 y estaba muy copado con ese disco y quería que estuviéramos en el programa de Peter Capusotto, en donde él programaba toda la parte musical de los videos. Como el programa tenía más de cinco años en el aire, el Griego quería poner música actual, no más material de archivo y extranjero. Y como la mayoría de los grupos que le copaban no tenían guita para hacer los videos se decidió a hacerlos él mismo. Así se compró una cámara y empezó a hacer sus propios videos. Cuando lo conocí, le dije: “Mirá, Ácido Canario toca recién en un mes, pero el sábado que viene toco con una banda que se llama Gualicho Turbio. Vení a vernos…” Ese día con Gualicho empezamos con la invocación que hacemos siempre ahí en la calle, Pablo hizo una cruz de sal y tocamos. Ahí nos echó el ojo el Griego y le gustó. Le pasé los tres temas en un cd grabado y un día nos dice que se le había ocurrido la idea de cómo hacer el video. El Griego laburaba en un jardín de infantes y nos dijo de hacerlo ahí. Previamente a eso, nosotros habíamos tocado en una sala de un jardín con orientación artística al que iba uno de los hijos de Juanjo. Nosotros fuimos ahí a tocar de civil, porque todavía no teníamos los trajes armados, recién arrancaba Gualicho. Una maestra había filmado con una camarita un registro que duraba segundos, ni siquiera era un tema entero, una cagada total… Pero igual subí el video a YouTube, en donde se ve a todos los nenes bailando. Ahí lo vio el Griego, le gustó la idea y filmamos finalmente el video con él. Como íbamos a salir en el programa de Capusotto, antes hicimos una sesión muy buena de fotos de prensa con Soledad Muriel. Aun no teníamos ni página de Facebook y los trajes los estaban haciendo.

Hernán: Era todo muy precario…

Zelmar: Por eso Juanjo tiene el chalequito todavía… Bueno, hicimos la sesión un domingo y después nuestro amigo Pali hizo la página de Facebook, el lunes publicamos algunas de las fotos de la sesión y subimos una canción: “Dilema”. Y claro, la gente veía el video y te buscaba en las redes. El Facebook todavía era algo nuevo en 2012, 2013, y una página que tenía cero me gusta pasó a mil al toque. Así nos empezaron a buscar todos. El primer tema que salió fue “Dilema”, que fue contundente, no solo por el video, sino también por la formación en la que yo siempre confiaba, además era un tema corto, potente y para mí es uno de los mejores que hicimos. “Dilema” es uno de esos dos temas que hice colgado en el bondi, en medio de toda mi crisis, y es medio una anti poesía, son imágenes la letra. Esa letra es mía y Juanjo la arregló un poco. Creo que fue uno de los videos más potentes de todos los que venía haciendo el Griego.

LOS DISCOS

¿Y de los discos que hicieron, cuál es que más les gustó?

Zelmar: Cada uno tiene sus cosas.

Hernán: A mí me gusta mucho el primero…

Zelmar: Es el que más tocamos, también.

Hernán: El primero es el que más escuché, pero el segundo también me gusta. Los dos primeros son los que más me gustan. Después, Un ruido otra vez también tiene lo suyo. Por ahí no es tan rockero, pero sí lo tiene en su esencia. En el primer disco, el último tema es una grabación de aquellas iniciales de “blues del orto”. En el segundo está “Ácidas tardes de Atalaya”. En esa época de “blues del orto” yo aún no tocaba como toco ahora, aun me estaba encontrando. Ese es el juego que teníamos en los discos, que ese “blues del orto” estuviera presente en Gualicho Turbio.

Zelmar: El primer disco está grabado en varios estudios. Está grabado en el Estudio Libres, en Caballito; y otros temas están grabados en lo de mi amigo Rubén Travierso. También en Gualicho Turbio estaba la cuarta integrante que fue Barbie [Bárbara Aguirre], y ella participa haciendo un micro coro en “No te quiero más”…

Hernán: Y en la contratapa del disco…

Zelmar: Sí, y también participaba en la puesta en escena. Bailaba y demás…

Hernán: En Gato Negro, el segundo disco, ya está más presente.

Zelmar: Bueno, pero el primer disco no tiene un sonido homogéneo, al ser grabado en dos estudios diferentes. Al principio mezclaba yo en un programa Cool Edit viejo, y después empecé a mezclar con Charly Acconcia.

Hernán: Otro gran acierto fue el formato, haberlo editado en vinilo. Porque si hubiera quedado en cd o plataforma, no sé si hubiera sido lo mismo, porque mucha gente me dijo: “La música que hacen coincide con el formato…”

Zelmar: Pero para hacer ese primer disco hicimos todo un cronograma de un año para juntar el dinero y poder llevarlo a cabo, como hacer la promoción, como hacer la preventa y cuándo íbamos a tener el disco, porque todavía no había fábricas de vinilos en Argentina. Siempre funcionamos como cooperativa.

Sí, sino era muy difícil llevarlo a cabo…

Zelmar: Igual, para los dos primeros discos siempre tuvimos aliados: Paco de Exiles Records, Bonus Track, Juan Manuel de Fishing Discos. El segundo álbum sí es homogéneo porque lo produjimos con Charly y está todo grabado en el estudio de su casa. Nos propusimos grabarlo todo en la casa y usar cámaras naturales, no usar casi plugins, entonces casi todas las reverbs, todos los efectos están hechos manualmente. Yo grabé toda la monobanda y después vinieron Hernán, Juanjo, Barbie, etc. Hay un solo tema en el que toco otras cosas pero después es todo monobanda, hay algunos en los que hay unas percusiones, pero no mucho más que eso. Incluso, el último tema “Desierto”, que está buenísimo, lo grabamos en el garaje, al lado de la parrilla. Ósea que toda la cámara, el planteamiento del estéreo, es todo real; todo lo que se escucha, pajaritos, perros y demás, sucedió en ese momento.

¿Y el tercer disco de Gualicho?

Zelmar: Con Charly habíamos empezado a delirar el proyecto, con la idea de alquilar micrófonos, ir al estudio y demás; pero vino la pandemia y empecé a grabar todo yo en mi casa. Pero también ocurría este déficit de ensayos del que hablábamos al principio de la charla. Entonces, medio que me cargué el disco al hombro y me estaba separando de Barbie en medio de todo eso, buscando un alquiler en plena pandemia. Así empecé a grabar el disco en una consola de dos canales, con dos micrófonos y hablando con Charly por WhatsApp acerca de cómo tenía que hacer la toma del bombo y demás. Así y todo, el disco tiene buena calidad. Después lo empezó a producir más groso Charly, el que le redondeó el sonido fue él. Es un disco más moderno en su mezcla final. Pero lo bueno que tiene es que todo eso que hablábamos del carnaval, la murga y la milonga no estaba plasmado en los otros discos y en este sí. A nivel búsqueda sonora y de identidad, me parece que el tercer disco tiene algunos puntos logrados. No es todo de murga ni en pedo, solo hay un par de temas, porque también está la cosa garajera en temas como “Oro verde” que es puro fuzz, un blues cuadrado… También tiene cosas africanas en “Las iguanas de mi boca”. Sin embargo, para mí el mejor tema del tercer disco es “Aquella tarde” porque tiene otra influencia muy importante en mi vida que es el Captain Beefheart, un chabón que me hizo escuchar de nuevo a Howlin´Wolf. En lo musical ese tema tiene un riff en 3/4 y la batería va en 2/4, y tiene un clímax que es único. “Verdugo” me parece que es una gran canción; “El blues bien abajo” también, un tema que le hice a Juanjo cuando él venía un poco bajoneado, y es el único tema que está grabado en vivo. En donde Gisela [Peláez] hizo el videoclip. También están “Rata de ciudad” que es un tema que hice solo, en donde me inspiré un poco en Bill Broonzy, y “La sombra” que es un tema espectacular que le gustaba mucho a nuestro amigo el cineasta Rodrigo Espina, incluso lo llegamos a filmar para una película que él estaba haciendo y lamentablemente no pudo terminar porque falleció. Para mí el último disco, a pesar de no ser musicalmente homogéneo, está mejor producido. Lo cierra “Paraguay”, un tema grabado con dos micrófonos en la cocina de la casa de Charly, que fue muy espontaneo como salió.

¿Y los temas editados que no están en los discos?

Zelmar: Sacamos varios singles. El primero fue “El movimiento”, una canción que hice con afinación abierta, el día que Cristina presentó la fórmula presidencial junto a Alberto Fernández. El macrismo para mí fue muy duro, en lo que respecta a lo laboral, y esa fórmula me dio esperanza, más allá del resultado final… [risas] También estábamos en una etapa en la que queríamos que Bárbara tuviera un poco más de protagonismo en las voces, se estaba perfilando Pali como músico colaborador, así que lo pensé por ese lado. Después está “El adivino” que me parece un temazo, que tiene unas percusiones africanas muy flasheras, una afinación abierta en Sol que después usé para otros temas. “La pena del sin sentido” que lo hice cuando le dieron el golpe de estado a Evo Morales, que me puso muy triste, e hice la letra de un tirón. Ese tema tiene una cosa media andina porque está todo en La menor. Participan ahí los chicos de Tick Toper, una banda cuyo estilo no tiene nada que ver con el nuestro pero que con la que hicimos una amalgama muy interesante. Quedó un tema casi pop pero está muy bueno. Y por último está “El blues de ayer”, un tema que en realidad hacíamos con Juanjo en los comienzos de la Riki Tave, en donde yo tocaba el bajo, y Juanjo le puso la letra. Es un tema que siempre lo usábamos para boludear en zapadas y demás pero que siempre quedó ahí, hasta que lo reincorporamos en “blues del orto”, en donde Hernán lo conoció, pero venía de antes. Nuestro amigo, el ilustrador Nico Foti, trajo a Rolando Castello Junior, que para nosotros es un héroe, y como él se copaba mucho con Gualicho se prestó a colaborar con nosotros. Pero ese día no estuvieron ni Juanjo ni Hernán, así que Miguel Mactas, de Los Espíritus, nos grabó a Rolando y a mí haciendo el tema.

Eso es todo…

Zelmar: No, pará. Ahora hicimos un tema llamado “Traje sucio boogie” con los Gitanos, en un disco que se llama El muerto se ríe del degollado. Ellos son unos pibes jóvenes divinos de la zona sur que son muy amigos de nosotros. Son tres pibes y dos chicas, que tienen la veta años 60 y 70 con ese sonido de blues rock tipo Espíritus, con mucho delay. Con ellos hicimos dos fechas. Estuvo buenísimo porque es todo público joven, muy rockero. Recomendamos mucho a Gitanos, de corazón. Ellos tienen mucha cultura rock y tienen lo que hay que tener. Una propuesta muy interesante. Además, ahora encontré un tema llamado "Julia" del año 2013, de las sesiones que se hicieron para el primer disco, y también está la canción llamada “Monja” que había salido en un compilado del festival Festipulenta en 2015. Con esos dos temas vamos a hacer un EP llamado Sesiones olvidadas 2013 – 2015

Hasta acá hablamos de todo lo que se hizo. ¿Qué les quedó en el tintero?

Hernán: Mirá, siempre vamos a resaltar lo que hicimos. Podríamos haber sido millonarios, pero no lo hicimos. Lo importante es haber tenido la oportunidad de hacer realidad este proyecto, con eso yo ya gané.

Zelmar: Está muy bien lo que dice él. Lo que se probó y no salió, no salió, es una cosa natural de las personas y sus circunstancias. Uno propone y Dios dispone. En lo personal, yo siempre le puse todo.

Hernán: Me hubiera gustado que tuviésemos más difusión y meternos en otros lugares porque la banda lo conseguía. Porque la música de Gualicho era una piña en el mentón para mucha gente. Faltaron cosas pero me siento bendecido por haberlo hecho. Yo gané.

Zelmar: En un principio, nuestra aparición en el programa de Peter Capusotto ayudó mucho también, pero luego empezó a menguar eso. No solo porque ya no está más el programa sino porque las cosas cada vez son más efímeras. Concentrarse en algo es complicado. Es difícil que alguien se siente a escuchar un disco en la actualidad.

Hernán: ¿Pero por qué hacen que todo pase tan rápido y que sea tan efímero? Porque no les interesa que la gente se despierte, y esta música que hacemos nosotros, y lo voy a decir bien arrogante, bien soberbio: esta música despierta a la gente. Y yo quiero funcionar como un disparador para otra gente. Con eso ya está. 

¿Cómo te gustaría que fuera recordado Gualicho Turbio?

Zelmar: Yo siempre defiendo mucho esa idea de que el rocanrol es un regalo, porque es tan fácil y a la vez tan difícil de tocar… Creo que Gualicho tiene eso, en vivo la gente baila, la pasa bien, hay algo motivador ahí, por momentos hasta hay un reencuentro con lo folclórico porque todas nuestras generaciones se criaron escuchando algo de rock en sus casas. Sin embargo, se había perdido el movimiento, la cosa esotérica que tiene el blues y se había transformado todo en muy mainstream, tipo “a ver como toca la pentatónica este gordo…”

“Tocar con la cara”, como me dijiste en nuestra primera entrevista…

Zelmar: Como toca Richard Clayderman… [risas] Claro, no… Pero me parece que, en ese aspecto, Gualicho nos ha transformado totalmente y el proyecto se llevó a cabo. ¿Qué nos hubiera faltado? No sé. Un amigo me dijo la otra vez que las bandas tienen su propia vida y la percepción que generan va mutando de acuerdo a la época. No es lo mismo el Pink Floyd de Syd Barrett cuando lo recordaban en los 70, que cuando lo recordaban en los 80 o como lo recordamos ahora. En los 70 era un colgado falopero con problemas, en los 80 ya era de culto y ahora son las mejores canciones que pasaron en los 60, y así… Qué sé yo, me parece que el tiempo va poniendo las cosas en su lugar, si realmente han sido importantes o necesarias para algunas personas. Creo que con Gualicho he hecho mi proyecto musical más conocido, “comercial” entre muchas comillas, pero sé también que motiva a mucha gente. Te lo demuestra el feedback que tenemos en las redes, cada vez que posteamos algo. Después está la verdadera procesión que va en cada uno, lo que ponés, los costos y también el futuro que no se termina acá porque yo tengo muchas cosas por delante que quiero realizar.  

Emiliano Acevedo