martes, 17 de septiembre de 2024

CHARLY GARCÍA: Escuchamos La Lógica del Escorpión y te decimos que nos pareció...

Foto: Nora Lezano


Es muy posible que el 11 de septiembre de 2024 quede en el recuerdo de la historia del rock argentino. Ese día se lanzó La Lógica del Escorpión, el ¿último? álbum de Charly García. Un disco esperado por propios y ajenos, tanto para bien como para mal. Es razonable. Y aunque hace ya siete años que no hacemos reseñas de discos, la ocasión lo amerita.

Muchos dudaban de la capacidad del artista de poder editar nueva obra debido a su delicado estado de salud de los últimos tiempos. Sin embargo, en La Lógica… García logra exorcizar temores y extrae energía e ideas a pesar de tanta desventaja física. Desde hace muchos años, Charly tiene permitido además ser autorreferente. Por eso, quizás, ya no nos canta a nosotros sino a sí mismo, y le da una palmada en la espalda no solo a sus ídolos sino a sí mismo dándose fuerzas para seguir adelante. Se tira (nuevamente) a la pileta sin red, mostrando su voz descarnada no modulada por las máquinas ni inteligencia artificial. Por supuesto, La Lógica… está lejos de ser el mejor disco de Charly pero hay algo de sinceridad y ternura en esta obra que la hace instantáneamente querible. Un álbum que cuenta con la ayuda de muchos aliados de SNM: Fernando Samalea (batería), Hilda Lizarazu y Rosario Ortega (coros), Kiuge Hayashida y Fernando Kabusacki (en guitarras).

Repasemos estos 34 minutos de obra. Son trece canciones cortas, querendonas, viejas y nuevas, algunas propias, otras ajenas. Con muchos detalles que a simple vista no se ven. Por otro lado es el disco más “prolijo” de Charly en años. Sin artificios como el anterior Random (2017), ni la destrucción sónica de la era Say No More. Lo que ves es lo que hay, el rey está desnudo y al natural, vagando a través de las colinas con sus años y excesos a cuestas pero también con toda la sapiencia y experiencia de un viejo lobo cancionero. Con temas que mezclan un espectro amplio de melodías pegajosas como chicle con algo de caos organizado, pero sin parecerse a ninguno de sus álbumes anteriores. Letras que recorren la vida del artista (y sus obsesiones), desde su infancia y adolescencia hasta la vejez.

Sebastían Furman, músico y factótum de La Canción Infinita (homenaje, performance y análisis de los tres primeros álbumes solistas de García), dice: “[Creo que en este disco]  Charly homenajea a sus ídolos de la adolescencia. Siendo un poco parte también de ese panteón de músicos populares, pero a la vez un poco fan. Inclusive tan fan, que es fan de sí mismo, porque se auto cita muchas veces con motivos de otras canciones, etc. La cantidad de alusiones, mensajes y homenajes ocultos, y no tan ocultos, que tiene este disco es sorprendente.  Charly siempre se caracterizó por eso, inclusive en vivo por tocar melodías que son de otras canciones. En el disco hay algo despojado y sincero, también. No hay autotune, no hay mucha edición en sus voces. Charly va con la verdad como siempre. Su voz, el poco hilo de voz que tiene a su edad, y con todos los avatares por los que pasó… canta como puede y eso es más que suficiente para transmitir lo que siente, que es mucho.”

LAS CANCIONES

Un gong da la apertura a “Rompela”, la versión en castellano de “Break it Up”, un tema original del proyecto Kill Gil de hace más de quince años. Sin dudas, esta relectura de aquella canción está pensada para ser hit, con su letra tan especial que García canta con toda la fuerza y la ternura de un abuelo querible con su hilo de voz. Sigue “Yo ya sé”, otro caramelo pop, en donde la antena de García sintoniza las paranoias de la sociedad en estos tiempos en los que se imbrican tanto Dios como Freud e Internet. ¿Quién nos hizo más pelota y nos dejó más solo de los tres? A pesar de que somos  todos  neuróticos y narcóticos, Charly sabe que no somos psicópatas ni hipócritas, pero no sabe por qué.

El bluesazo “El Club de los 27” da cuenta de la adoración de Charly por algunos héroes de la cultura rock como Brian Jones y Kurt Cobain. ¿Se acuerdan de cuando se tiñó el pelo de rubio luego de la muerte del líder de Nirvana? Es un buen tema que cuenta con la notable viola del Ruso David Lebón (¿quién si no?). Lo importante de este tema es el ambiente que se genera, con ese órgano Hammond tremebundo, en el que uno se imagina entrando a un bar roñoso repleto de las figuras del Club de los 27… ¿Por qué no imaginarse a Robert Johnson tocando su guitarra y Amy Winehouse en la barra charlando con Janis Joplin? Un lugar ideal para evadirse de este mundo “traicionero y digital”.

En “La Medicina Número 9” se escuchan los ecos del fantasmal “number nine, number nine” de “Revolution Number 9”, aquel viejo tema avant garde del Álbum Blanco, de los Beatles. Aquí, otra colaboración con Lebón, cuya guitarra juega con los coros del “Rap de las hormigas”. Sin dudas, otro gran tema en ritmo funky que hace levantar a todos de la silla.

El sonido de unos pajaritos y el órgano Farfisa dan inicio a “Te recuerdo invierno” que, como sabemos, es una canción compuesta en la adolescencia de Charly, que ya había aparecido en el disco de covers Casandra Lange (1995). Esta nueva versión no aporta demasiado a lo ya conocido salvo que es mucho más elaborada que aquella vieja performance en vivo lo que te hace pensar que tal vez su autor haya querido dar un acabado más delicado y acorde a aquel viejo tema. Luego un guitarrazo desgarra el estéreo y nos introduce en “Autofemicidio”, una inquietante canción con un coro de niños “muertos” (perdón por esta digresión) que habla del suicidio. No mucho más que resaltar por aquí.

Con una intro potente de guitarra acústica de metal, “América” es una apropiación y guiño al tema “I'm Afraid of Americans”  de David Bowie y uno de los puntos altos del disco, que cuenta con la colaboración estelar de Pedro Aznar. Sin embargo, la canción está más cerca del álbum Serú Girán 92 que del proyecto Tango del dueto García – Aznar. ¿Todos tendremos miedo de ser felices? La antena de Charly (y Pedro) nuevamente en sintonía discutiendo con la imposición del bienestar artificial de nuestra época.  La guitarra remarca el mantra de una canción que se queda en tu mente sobre frases como "Tengo miedo de América, lo que muestran no es la verdad", "Tengo miedo de mi TV" o "Valle del futuro es un oscuro callejón". 

El lado B del vinilo se abre con una nueva versión de “Juan Represión”, la tercera en la discografía de García. Como sabemos, las anteriores, grabadas por Sui Géneris en 1974 y 2000,  tuvieron que ver con épocas turbulentas del país, violentas y convulsionadas tanto en lo económico como sociopolíticamente. Casi casi como ahora, ¿o no? Eso es lo que percibieron algunos oyentes de este disco. ¿Un loco que quiso ser sobrehumano a la que la realidad se le escapa de las manos? Otra vez la realidad supera a la ficción. García la canta con su hilo de voz pero no hace extrañar a Nito Mestre. Más tarde es el turno de “Estrellas al caer” que es, ni más ni menos, una “Chipi Chipi” modelo 2024. Una canción sin fin que vuelve en forma de auto plagio. El viejo vampiro parece reír a carcajadas.

Uno de los momentos más emotivos del disco es la resurrección de “La pelicana y el androide”, ese viejo tema de Luis Alberto Spinetta, grabado en su disco Prive (1986) pero pensado originalmente para el frustrado proyecto a dúo entre el Flaco y el Bicolor. Aquí, García y Spinetta juntos otra vez. La fantasmal voz de Luis se une a los teclados y los coros de Charly, repitiendo aquella magia pretérita plasmada alguna vez en “Rezo por vos”. ¿Acaso las figuras de Charly y Spinetta no son las más grandes e importantes del rock argentino? En este cruce entre planos de realidad, confírmanos eso.

Otro plato fuerte es “Mirando las ruedas”, el cover de “Watching The Wheels”, original de John Lennon de su último álbum Double Fantasy. Charly ya la había grabado con la producción de Andrew Loog Oldham en Kill Gil, pero esta nueva versión resumida está más elaborada. El dramatismo de esta voz actual de Charly hace que sea difícil no sentirse identificado con la alienación y fragilidad expuesta en esa letra de Lennon que adapta tan bien García. Recordemos que esta canción daba cuenta del periodo en el que el ex beatle se había encerrado en su casa, alejándose del show business. Otra vez, García se apropia y hace suya, como lo había hecho antes con temas de los Byrds o Todd Rundgren, de una melodía y letra que le calza como un traje hecho a medida.

Ilustración Elmer Toons (IG: @elmertoons y @grupoquadritos)

De ahí pasamos a “La lógica del escorpión”, que narra la conocida fábula. Otro momento de fuerte emotividad en donde la voz de abuelito dulce de García (el escorpión) se une a la de Rosario Ortega (la rana) para relatar ese viejo cuento en donde ambos se hunden en medio del río. La vieja melodía de “Veinte trajes verdes” acompaña este relato que hermana la esencia con el carácter. “¡Bebamos por el carácter!”, levanta su copa Charly, convertido tanto en rana como en escorpión, porque sabe que aun a riesgo de morir siempre lo hará a su forma… Haciendo canciones.

La influencia de los Byrds y esa fascinación tan grande de Charly por esta banda californiana vuelve a hacerse presente en el último tema del álbum: el cover “Rock and Roll Star”, esta vez en compañía de Fito Páez. Los acordes de aquella vieja Rickenbacker de doce cuerdas suenan de fondo de esta enumeración que da cuenta de todo lo que habría que hacer para ser una estrella de rocanrol. ¿Y cuánto de eso habrá en este disco? El final es con la melodía del harrisoniano “Within You Without You”, en donde esta obra se va diluyendo. Difuminada en el centro. Poné Repeat. Y todo lo que sentí en las repetidas escuchas del disco me lo guardo para mí para siempre.

Emiliano Acevedo