La
pregunta lógica sería: ¿Por qué una nota dedicada al primer álbum de King Crimson? Porque todos los que
hacemos este blog siempre hemos sido chicos interesados en esta obra de arte
del rock progresivo, desde la primera vez que vimos esa cara enorme y
desencajada, gritándonos en la ídem. Luego llegaría la música. Esa música que constituía
“una extraña obra maestra”, como
aseveró el genial Pete Townshend. Y
es que era violenta y extrañamente frágil, un mundo lleno de dolor, pero
armonioso, melancólico, experimental e incluso romántico.
Ojo…
De cualquier forma, tenemos en claro que a mucha la gente a la que este disco
le importa un bledo. Es más: son muchísimos los que amparándose en la
simplicidad o en el mero sinsentido de la razón común del rock más cuadrado se
dijeron a sí mismos: “No hay que escuchar In
the Court of the Crimson King, nunca jamás.” Esa gente es, para mí, la que
mejor luce detrás de una valla de contención de un show de un artista pop y la
que más sabe de canciones cuadradas y jingleras. Pero, por supuesto, no podría
convivir con ellos por demasiado tiempo, al igual que tampoco con un grupo de
japoneses venidos desde Yokohama con dos sintetizadores y veinte cajas de ritmos
dispuestos a hacer música experimental y grabarla a través de un tubo.
El
álbum me genera muchas sensaciones. Y es que la degustación o la meditación del
placer de los primeros segundos de “21st. Century Squizoid Man” no se pueden
comparar con casi ninguna otra experiencia en el rock de todas las eras. Una
canción demoledora. Impacta de la misma forma que la magnífica tapa del disco
–un verdadero símbolo del rock progresivo- dibujada por Barry Godber, un joven programador de computadoras que, paradójica y
lamentablemente, murió de un infarto pocos meses después de la edición del álbum, negándonos la
posibilidad de apreciar más trabajos tan impresionantes como este, su opus
primero y final. El dibujo original, se dice, aun lo conserva encuadrado en su oficina Robert Fripp. Imposible imaginar lo que podría costar esa obra de arte en una posible subasta.
Volviendo al disco en sí, ya
con escuchar esta aplastante apertura, nos damos cuenta de por qué In the Court… es quizás el disco más
influyente de la historia del rock progresivo. Su impacto ha crecido en forma
sostenida, al igual que su leyenda, a través de las décadas. Editado en octubre
de 1969, es mayormente obra del multiinstrumentista Ian McDonald, quien aquí tocó flauta, flautín, madera, mellotrón,
teclados e hizo coros. Un genio que abandonó King Crimson poco tiempo después de editado este disco, y luego
fundó la banda AOR Foreigner, en las
postrimerías de la década del 70. El propio McDonald recuerda: “Sin
tratar de criticarlo –estoy orgulloso del disco- éramos simplemente unos pibes
aprovechando los coletazos del Sgt. Pepper con la suficiente suerte de haber sido dejados libres en un estudio
para producir nuestra propia música.”
¡Pero
que pibes! El mencionado Ian McDonald
más Robert Fripp (guitarras), Greg Lake (bajo y voz), Michael Giles (batería, percusión y
coros), y Peter Sienfield (a cargo
de la composición de las letras y de la iluminación en los shows). Un Dream Team de corta vida pero gran
trascendencia en la historia de este camaleónico grupo, que luego se
transformaría en la vía artística del genial y hermético Robert Fripp, quien se
iría adueñando del destino, las decisiones, y el nombre de la banda rápidamente.
Ya
sé, a esta altura, me dirás: “Para que me
sirve tu nota, si ya tengo todo King Crimson en este IPod.” O mejor, “tengo
todos los discos de rock sinfónico que se grabaron, en este chip implantado en
mi cerebro.” Nada de eso importa, ¿querés sentir realmente lo que es estar
vivo? Apretá F5 y poné la púa en “I Talk to the Wind”, justo cuando suena el
solo de flauta. O ese dueto de flauta y percsuion que acompaña a Lake. Si no se
te pone la piel de pollo, chequéalo con tu medico, quizás seas fiambre.
A
mí siempre me interesó King Crimson, es cierto. Cuando éramos adolescentes ya
gastaba la cinta de los TDK en donde tenía grabado Red o Lark´s Tongues in Aspic;
pero también porque quería protegerme de esa música que yo consideraba “grasa”
o “sin sentido”. Saber que afuera había más gente igual a nosotros, que se
sentaba a analizar las letras de Tales
From Topographic Oceans o a cantar Thick
as a Brick a los gritos, alumbrados solos por una vela, bajo los cielos
plomizos de abril. ¿No sería acaso ese un mundo ideal? Una chica recitándonos
un poema de Hammill al oído, como si
nos conociéramos de toda la vida, o ver una película y comprarse otro libro.
Eso era disfrutar del tiempo. Saber tocar un instrumento, un lujo.
Y
en el medio, la música del Rey Carmesí. Indescifrable, demoledora. Porque
inmediatamente después de la crítica terrible de “21st. Century Schizoid Man”
contra el progreso deshumanizado, llegaba “I Talk to the Wind”, un tema casi
pastoral, cálido y tranquilo, que contrasta enormemente con el sonido, el tono
y la actitud de su predecesor. Casi una pausa, un amable intermezzo para el
oyente, ya que se viene otra canción inquietante: “Epitaph”, con la mejor
performance vocal de Greg Lake de
toda su carrera, superior, incluso, a su labor en Emerson, Lake & Palmer. Un tema genial, inenarrable, conmovedor
y único. Dijo de él, McDonald: “Aun con sus fallas, creo que es la mejor
canción del álbum. Creo que logré un buen resultado con el mellotrón. La
sección de clarinete bajo es linda, oscura y ambiental, pero quizás es una
secuencia demasiado larga, con un algo flojo arreglo en Si Mayor del clarinete.
Aparte de esto es la canción está muy bien estructurada y tocada, y la coda es
fantástica.”
El
lado dos del disco comenzaba con la guitarra Gibson Les Paul de Fripp, pasada a través de la
reverberación, para el delicado y evocativo “Moonchild”. Un tema en el que la
voz de Lake está ecualizada, luego de haber sido registrada con el micrófono
pegado a su boca. Contiene un sutil mellotrón y varios cambios de acordes en el
estribillo. En la parte final de la canción, Giles, Fripp y McDonald
añadieron una improvisación totalmente libre, muy a la usanza de la época. Uno
de los momentos más espontáneos y menos pensados de esta obra magistral. En la
primera parte, cantada, se relata la historia de la niña luna. Locura, caos,
anarquía, descontrol y calma en otra de las canciones más bellas e imaginativas
de la historia del rock.
Un
fantástico disco que se cierra con su canción homónima. En esta ocasión, King
Crimson se adentra en un mundo fantástico, de cuento infantil, con brujas y el innombrable
Rey Carmesí. Otra vez, mellotrón a diestra y siniestra, un ambiente
sobrecogedor. Belleza, tanto en la parte instrumental como en la cantada, y una
letra espectacular. Cuenta McDonald: “Esta canción también fue escrita por Pete
y yo, y la banda tomó su nombre de allí. Mi solo de flauta es regular, pero al
final funciona bien. El lado se cierra por otra media docena de coros algo
insanos, con más locura de mellotrón y brillante percusión, antes de que todo
sea tragado por un remolino y se termine.”
Final
para el disco y para un estilo instrumental de King Crimson, que nunca más
sonará como aquí. Por supuesto, nadie sabe que caminos hubiera seguido el grupo
si el talentoso Ian McDonald se habría quedado. A propósito, el letrista Seinfield opina: “Puedo afirmar que realmente solo el primer álbum fue King Crimson. Los
dos o tres álbumes que Robert y yo hicimos después fueron algo así como el dúo
Fripp/Seinfield. Y luego de eso, ya fue la Robert Fripp Band”. Una
hipótesis a la que se opone con vehemencia el propio Fripp: ”Mi personal
perspectiva es, desde ya, absolutamente diferente a la de los otros miembros
fundadores del grupo en 1969. Mi impresión es que ellos consideran a ese
Crimson como el único real. Creo que es una visión simpática pero con la que no
estoy para nada de acuerdo.”
Opiniones
al margen, nos queda la tarea de corroborarlas escuchando este disco
inmortal, así como casi toda la obra del magnífico Rey Carmesí, el monarca
más prestigioso de la historia del rock progresivo.
Nacho
Melgarejo
aguante king crimson putos
ResponderEliminarMe encanta King Krimson, ese álbum, lo consideró único, desde que vi la portada en la casa de unos amigos en 1982 me atrapó, todo me gusta de ese álbum. Ahora entiendo porque el estilo de ese disco fue único.
ResponderEliminarMe encanta ese disco, descubrí a king Crimson en 1982 en casa de un amigo, me llamó la atención la portada, y más tarde todo el disco. Es una obra maestra.
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