viernes, 1 de junio de 2018

PABLO SBARAGLIA: “Cuando murió Sandro, lo lloré una semana”


Cantante, tecladista, guitarrista, compositor y productor. Sin dudas, con Pablo Sbaraglia estamos en presencia de un artista multifacético, un músico inquieto y con oficio que hace rato viene desarrollando una intesantísima carrera. Primero, formando parte de grupos legendarios de los 80 y 90 como Alphonso S´Entrega, Los Romeos o Man Ray, y luego como solista, a la par de su labor en la banda del Indio Solari. Además, Sbaraglia conjuga la sensibilidad pop con una buena dosis de fuerza rockera en sus canciones, elaborando bellas melodías que se quedan instaladas en la mente, algo que pudimos apreciar en su exitoso disco de 2008 El Club de la Moneda de Plata o en su sucesor, El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle (2013).

Todo eso está en esta entrevista, en la que también dimos un vistazo por su carrera, historia profesional e influencias musicales. Un diálogo que empieza y termina –cual dialéctica circular- por su infancia y adolescencia, esos mágicos momentos en los que lo atraparon un sueño y un embrujo gitano...

ENTREVISTA: ¿Cómo fueron tus inicios en la música? ¿Puede ser que se compraron una guitarra con tu hermano y te la terminaste quedando vos?
Sí, pero hay algo previo a eso y tiene que ver con un sueño. En él yo tocaba una guitarra eléctrica y fue tan real que, cuando me desperté, fui a buscarla; pero en realidad esa guitarra no existía. A partir de ahí, en no menos de 10 días, compramos una guitarra. Lo cierto es que yo no sabía ni tocar aún y cuando fuimos a Promúsica, el vendedor nos ofreció varias para que las probáramos y yo decía: “No, no hace falta. Una Fender está bien” (risas) Todavía la tengo y la uso de vez en cuando.

Tu mamá tocaba el piano, ¿no?
Sí, estudió en el conservatorio, y siempre tocaba en casa. Mi padre escuchaba mucha música. En mi casa había un ambiente muy musical pero no mucho más que el de cualquier otra persona. No hubo una imposición. Mi afecto por la música, cuando era niño, estaba emparentado con la euforia o excitación que me podía generar escuchar ciertas cosas, principalmente los Beatles. Y también con aquel sueño que recuerdo hasta el día de hoy. Y también marcado un poco por mi afinidad con las máquinas, las computadoras, la electrónica y los teclados.

¿Y cómo se da tu formación como músico?
Fui bastante autodidacta en algunas cuestiones pero con los instrumentos, no. Ahí recurrí a profesores. Hice piano clásico durante 5 años, y en paralelo estudié dirección orquestal. Lo que nunca estudié es guitarra.


¿Formaste bandas desde chico?
Sí, en el segundo año del secundario, con un gran amigo y socio que tuve empecé a componer canciones, y después se sumaron más chicos. Son cosas de las que no te das cuenta, pero que empiezan a ocupar cada vez más espacio y tiempo de tu vida y tus días. Hasta que de repente se convierte en algo natural. Es lo que hacés. Era: dos veces por semana ir a piano, y otras dos veces por semana a ensayar. Entonces, muy pronto se convirtió en algo habitual. Después de los 16, 17 años empiezo a tocar con Alphonso S´ Entrega, y después con Man Ray. Es decir, en la edad en la que uno tiene que decidir una carrera yo ya tenía claro que quería hacer, y estaba bastante implementado.

Tus primeras cosas como músico también coincidieron con la vuelta de la democracia, a mediados de los 80, y con una multiplicación de bandas nacionales, el under...
Sí, desde el 83, 84, y hasta el 95, fue una época donde hubo mucha movida de rock. Había muchos espacios, ofertas de bandas y demanda del público.

¿Qué otros gustos musicales tenías además de los Beatles?
Como público iba a ver a varios grupos. Recuerdo haber ido a ver a Soda Stereo, Charly García, Los Redondos y Fito Páez. Y dentro del panorama musical que podía escuchar en mi casa, nunca faltaron Queen, Led Zeppelín, Yes o Genesis.

¿Cuál es el nexo por el que llegás a Alphonso?
Para mí, esas son esas cosas que si tienen que pasar pasan y sino no. Llegué a esa banda por un amigo del colegio que conocía a Daniel Morano. Yo era chico en comparación con los otros integrantes de la banda. Y más allá que las cosas se tienen que dar también es importante no dejar pasar las oportunidades. Recuerdo que llamaba frecuentemente a Morano. Insistí mucho para estar ahí. Se podría decir que accioné para que se diera.   

Y tanto en Alphonso como luego en Los Romeos llegaste a ocupar un lugar importante como músico...
Sí, y tocando en Alphonso conocí a  Hilda (Lizarazu) y a Tito (Losavio) de Man Ray que estaban rearmando el grupo.


¿Y por qué te vas de Los Romeos?
Me fui de todos los grupos a la vez. Visto a la distancia hasta parece ridículo. Pero yo tenía 23, 24 años y me había cansado de hacer ese estilo de música. Por eso decidí retirarme hasta encontrar de nuevo el tipo de música que quería hacer. Ahí me metí a dar clases de música, piano y computación en un colegio, durante un año y medio. Esta experiencia estuvo muy buena. Como venía sucediendo todo tan rápido, aquella etapa me sirvió para pensar tranquilo de qué forma quería abordar la música. De ahí surgió el chiste que siempre decía que no volvería a participar en un grupo a menos que sean Los Redondos.

¿Y qué balance hacés de esos primeros grupos de tu carrera, después de tantos años?
Un balance súper positivo porque además de haber sido la curva de aprendizaje más alta en aquel momento, me quedaron amigos para toda la vida.

¿Por qué pensás que tardaste en desarrollarte como solista hasta encontrar esta veta tan personal?
Eso fue así porque, después de dar clases, me empecé a enganchar con el trabajo de hacer cortinas para programas de televisión. Y casi sin darme cuenta llegué a trabajar sólo en eso. Lo cual terminaría siendo otro llamado de alerta. Estuve casi 5 años dedicándome a eso.

¿Qué hacías específicamente?
Cortinas de apertura y cierre de programas, músicas incidentales, sonidos. Una tarea que me dio una gran satisfacción económica, ya que me pude armar mi estudio, pero que tiene una alta exigencia porque hay que ponerse en la cabeza de un productor de televisión, que además no es músico, y que muchas veces te da una información contradictoria acerca de lo que quiere que suene.

Además, es un medio un tanto fagocitador del talento...
Sí, te puedo decir que es el único medio en el cual me he topado con gente que no me gustaría volver a ver nunca más. La cuestión jerárquica cuasi militar de Canal 13 o Telefe me desagradaba. No sé si sigue siendo así hoy por hoy, pero en aquel momento sí. Igual, no todos eran así. Por ejemplo, de la gente de Promofilm, que era con los que más trabajaba, todavía sigo siendo amigo. Pero del resto me harté.

¿El viaje a España fue un antes y un después?
Así como me fui para el lado de la docencia para cortar un poco con el asunto de los grupos, la ida a España me sirvió para cortar con lo de la tele. Fui de visita y me tentó mucho ver la manera en la que algunos amigos, como (Fernando) Samalea o (Fernando) Lupano, vivían su día a día. Se pasaban el día tocando. Madrid es una ciudad chica, te conoces con todo el mundo. Y bueno, después de esa experiencia se me metió en la cabeza volver. Y así fue. Me sirvió como corte. Porque el hecho de moverse a un lugar nuevo, y ser una persona totalmente desconocida te da la chance de reinventarte. Y eso fue lo que intenté hacer. Y lo que terminé haciendo.


¿Y cómo es reinventarse como solista después de los 30 años? Porque pasa que tus canciones son muy autorreferenciales...
Sí, en general me sale escribir sobre las relaciones. Pero es algo que vengo haciendo desde siempre. Para mí solo hubo una diferencia de mote: primero, “en grupo”, y después “solista”. Porque en las bandas yo escribía canciones también.

¿Qué te inspira a la hora de componer o cómo lo organizás?
En general, surge un embrión con una melodía y alguna palabra. Si no están las dos cosas, aunque sea en una expresión mínima, no arranco. Es como que necesito un primer chispazo que me motive a seguir. Es decir, me siento a laburar largamente sobre algo cuando tengo una melodía y una frase, verso, o palabra.

¿Esa palabra de dónde puede venir?
Me ha pasado terminar de entender letras varios meses después. Creo que allí trabajan el inconsciente, el subconsciente y el estado de ánimo juntos. Lo que nunca puede faltar es la emoción. Es decir, me tiene que generar algo el cantar esa canción. Hay muchas bandas buenísimas que me generan admiración y sorpresa desde lo intelectual pero no me despiertan ninguna emoción. Y eso es lo que trato de evitar en mis canciones porque, en definitiva, es lo que no me gusta oír.

También en muchas de tus canciones hay una especie de vestigio beatle que hace que, por ejemplo, una historia acerca de una ruptura amorosa sea cantada y dicha casi alegremente. Es decir, sin un hondo dramatismo...
Sí, puede ser. Me gustan los contrastes alguna que otra vez. Justamente, en El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle  hay una canción que se llama “Tango”, que habla, concretamente, de una ruptura y la canción no es triste para nada.

¿Cómo pensás las canciones que van a estar incluidas en un disco? ¿Componés varias y después seleccionás las que vas a grabar, o te planteás un concepto que va abarcando todo?
Es un proceso cuasi biológico. Después de haber hecho un disco pasa un tiempo, uno lo presenta, lo toca y en algún momento empieza a surgir la necesidad de hacer otro. Y eso, en mí, se manifiesta planteándome qué tipo de disco quiero hacer, dónde voy a ir conceptualmente, qué tipo de sonoridad debería tener. Y a partir de ahí empiezo a delinear las canciones, a agarrar esas “ideítas” sueltas y componer para ese nuevo disco. Así, durante dos o tres meses, me siento a hacer eso, sin distracciones. Y lo que siempre termina pasando es que antes de ponerme a grabar aparecen las últimas dos canciones que completan la unidad. Así me pasó con la canción “El Club de la Moneda de Plata”, que fue una de las últimas que compuse y le terminó dando el nombre al disco; y también con El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle. La última canción que compuse para este disco es la que cerró el concepto y también es la que le dio el título.

¿Qué opinás de lo acotado que está el mercado discográfico?
Eso es algo con lo que no puedo lidiar y, la verdad, no me importa. Yo necesito hacer canciones, discos y los hago e intento, naturalmente, que eso llegue cada vez a más gente. Porque una de las satisfacciones más lindas que uno tiene es cuando alguien que no conocés te dice: “Tu disco suena en mi casa”. Si se lo bajan de Internet gratis, o se lo compran en una disquería, la verdad, no es lo mi tema. 

¿Tu producción va a ser independiente o tenés contrato con una compañía?
Es independiente pero a través de DBN discos, y trabajo con ellos porque uno de sus socios-dueño es mi amigo Ramiro con quien me llevo muy bien. El me aporta un montón a mi trabajo, me divierte, es muy directo. Por eso me gusta estar haciendo equipo con él y no estar haciéndolo con ninguno de los otros, que también conozco, y con los que no quisiera cruzarme.

Hablando con otros músicos siempre surge esta cuestión de ciertos manejos extraños en cuestiones discográficas...
Son todos corruptos. Las cosas como son. Lo único que quieren es mayor cantidad de dinero. Es una cuestión de simple codicia porque ya tienen suficiente plata como para vivir hasta el día que se mueran. Entre ellos y los funcionarios de Carlos Saúl no hay diferencia.

Igual, creo que lo tuyo va más allá de la manija o promoción que te pudiera dar una compañía , porque la repercusión de tus discos, podría decirse, se da debido al boca a boca...
Sí, y lo noto mucho sobre todo en el último par de años. La movida se da por curiosidad. Tal vez, a través del público del Indio que me viene a ver, le gusta y trae a otros. Sería fenomenal tener temas sonando en las radios pero bueno, si eso no se da yo sigo mi camino.

¿Cómo es tocar junto al Indio Solari, más allá del mito que rodea a su figura?
El Indio es una persona muy atractiva e inteligente, y que tiene observaciones agudas. A su vez, es muy gracioso. Es una persona con la que podrías estar horas charlando fluidamente.

¿Te hizo comentarios de tus trabajos?  
Sí, y, en general, siempre han sido elogiosos. Lo que más le gusta a él es que yo no voy por el carril de lo que se puede escuchar habitualmente, que en mis discos hay cuerdas, que hay otros instrumentos; como el bandoneón, por ejemplo.

¿Hay alguna canción que te hubiese gustado escribir?
Miles. Odio a mucha gente por ser más talentosa que yo (risas). Es difícil elegir una. No sé si es una canción que me hubiese gustado escribir a mí, pero siempre recuerdo una anécdota que me llamó la atención: Cuando Lennon cuenta, un poco, como era su relación de amistad y conflictos con McCartney. Porque si tu socio viene y trae una canción como “Helter Skelter”, le perdonás todo. Me acuerdo de esta canción por lo que significa como ruptura. Es prácticamente la primer canción heavy metal, o punk, que existió. Esto tiene relación con lo que dijo Charly en una entrevista que le hizo Felipe Pigna hace poco. El vanguardista siempre está solo. O hacés música para conformar o, según Charly, estás en una búsqueda más interesante pero que quizá te conmine a la incomprensión. Me identifico mucho con eso. Pienso en “Helter Skelter”, pero más por el simbolismo de romper las reglas que conlleva que por la canción en sí misma.

Y tu canción “A Propósito De Schmidt”, incluida en El Club, es por el personaje de Jack Nicholson de la película Las confesiones del Sr. Schmidt?
Sí, es por esa película. Estaba en Madrid y fuimos a ver esa película con unos amigos, en una noche muy fría. Yo no estaba muy bien y esa película terminó de tirarme por el barranco. La canción no habla de la película sino del estado de apatía en el que ella me dejó. Por dos o tres días no me importó nada. No es bueno ese estado pero me sirvió para escribir esa canción.

¿Cómo fue grabar ese disco casi solo?
Fue un poco estresante porque no tenés otro punto de vista, no hay devolución. Entonces todo es posible. Y no puede ser que cualquier posibilidad sea válida porque si no no terminas nada. Es una manera a la que estoy muy acostumbrado y por más que sea ardua soy capaz de llevarla adelante. Igual, ahora no lo estoy haciendo así. En este nuevo disco incluí otras miradas para enriquecerlo. Porque mezclar otros ingredientes hará que lo que se termine cocinando tenga otro sabor.

El tema que hiciste con el Indio (“Nada! (Zipo Rock)”), lo hicieron juntos o le mandaste al música y él puso la voz?
No, ese tema lo compuse un poco antes de conocerlo y ya me imaginaba una parte cantada por él. Pero quedó ahí. Vuelvo a Argentina, lo conozco y cuando empiezo a grabar El Club (de la Moneda de Plata) le muestro el boceto del disco y me hace una devolución bastante favorable. Ahí le cuento lo que había imaginado y le pregunto si se copaba y me dijo que sí. Grabamos durante toda una tarde en su estudio. El crudo de esas tomas está lleno de risas. Fue una tarde muy linda.

El título El Club de la Moneda de Plata, ¿a qué se refería?
El club es un elemento aglutinante, un ámbito propicio para que determinado tipo de gente se junte, y esa gente que se junta es la que en algún momento tomó lo más valioso que tenía, simbolizado en la moneda de plata, y lo puso en riesgo para jugarse por algo mejor o conseguir algo, independientemente del resultado. Son los que se jugaron.  Está también vinculado con mi partida de España, con haber dejado grandes amigos. En este club los vínculos se mantienen más allá del contacto físico.

¿Y cómo fue El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle?
Compuse todo yo, salvo una canción que hizo Lorena Mayol, alguien a quien yo produzco habitualmente, y que cuando me mostró su cd se la robé (risas). Conceptualmente, quizá es un disco más directo y rockero. Musicalmente, tiene más unidad que nunca y es bastante eléctrico. Quise usar pocos elementos, pero que cada uno tenga mucha razón de ser y no poner nada que haya que percibir con mucho detalle. El título El Increíble Magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle habla un poco de lo tentador que resulta para nosotros, los perejiles, pertenecer al mainstream. No termino de entender ese  concepto de “los mediáticos”, ni en qué veta resuena eso para que haya tenido tanta cabida entre la gente. Este, el del disco, es un hotel medio misterioso al que uno se siente atraído pero del que no sale indemne. Entrar ahí tiene consecuencias.

¿Qué te gusta escuchar ahora?
Los White Rabbit, Spoon, grupos nuevos que están metidos en una nueva búsqueda musical, y cosas que siguen estando vigentes como Elvis Costello.

¿Y de rock nacional?
La verdad que escucho poco y nada. No estoy muy al tanto. Salvo lo que hacen mis amigos. Por otro lado, en lo poco que “picoteé” no veo una propuesta distinta.


¿Cómo es tu labor como productor?
Por lo general, los artistas me contactan y a partir de ahí, los escucho e intento ir a verlos en vivo. Y lo primero que tiene que suceder son dos cosas: que la música me guste y que yo me sienta capaz de poder reinterpretarla y aportarle algo. He recibido material con el que ni siquiera empecé a trabajar. Porque se tiene que dar esta condición musical pero también otra a nivel humano porque vas a convivir por dos o tres meses con gente con la que si no te llevás medianamente bien tampoco vas a llegar a buen puerto. Es imposible dividir la personalidad de lo que uno hace, ya sea cómo uno toca, o juega al fútbol.

¿Cómo te afectó la muerte de Spinetta? ¿Lo escuchabas habitualmente?
En realidad, no escuchaba tanto su música, pero me encantaba escucharlo en reportajes por su manera de expresarse. Casualmente, hace poco, hablando sobre el tema, le decía a un amigo mío que cuando murieron Lennon, Freddie Mercury, o mismo Sandro, a mí me afectaron un montón sus muertes, pero con Spinetta es como que todavía no caigo. Tengo la sensación de que fue una pesadilla. Es una gran pérdida. Sobre todo porque fue una persona que se reinventó todo el tiempo y estaba a la búsqueda de unos niveles de sofisticación impresionantes en sus liricas. No le daba lo mismo una palabra que la otra.

¿Por qué te afectó tanto la muerte de Sandro?
Porque era un ídolo. Lo empecé a escuchar en casa, de adolescente. Dentro de otro estilo, otro género y desde otra vertiente, Sandro me parece también un gran creador, y un gran artista. Fue un tipo que supo vibrar en sintonía con masas. Cosa que no es fácil. Además, sus espectáculos eran buenísimos. Lo fui a ver miles de veces. No solo era un gran intérprete sino que era co-autor de muchísimos temas que se volvieron clásicos de nuestra música popular. Ese era el elemento que lo distinguía. Aunque para un rockero el género que hacía queda lejos, yo considero que también tenía unas letras maravillosas. Lo que pasa con Sandro es que transmitía emoción y por eso me gusta. El tipo me emocionaba y sí, lo lloré una semana.

(Entrevista realizada en febrero de 2012)

Emiliano Acevedo


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