Cantante, tecladista, guitarrista, compositor y
productor. Sin dudas, con Pablo Sbaraglia estamos en presencia de un artista multifacético, un músico inquieto y
con oficio que hace rato viene desarrollando una intesantísima carrera.
Primero, formando parte de grupos legendarios de los 80 y 90 como Alphonso S´Entrega, Los Romeos o Man Ray, y luego como solista, a la par
de su labor en la banda del Indio Solari.
Además, Sbaraglia conjuga la sensibilidad pop con una buena dosis de fuerza
rockera en sus canciones, elaborando bellas melodías que se quedan instaladas
en la mente, algo que pudimos apreciar en su exitoso disco de 2008 El Club de la Moneda de Plata o en su
sucesor, El increíble magnetismo del Gran
Hotel Glamour Shuffle (2013).
Todo eso está en esta entrevista, en la que también
dimos un vistazo por su carrera, historia profesional e influencias musicales.
Un diálogo que empieza y termina –cual dialéctica circular- por su infancia y
adolescencia, esos mágicos momentos en los que lo atraparon un sueño y un
embrujo gitano...
ENTREVISTA:
¿Cómo fueron tus inicios en la música?
¿Puede ser que se compraron una guitarra con tu hermano y te la terminaste
quedando vos?
Sí, pero hay algo previo a eso y tiene que ver con
un sueño. En él yo tocaba una guitarra eléctrica y fue tan real que, cuando me
desperté, fui a buscarla; pero en realidad esa guitarra no existía. A partir de
ahí, en no menos de 10 días, compramos una guitarra. Lo cierto es que yo no
sabía ni tocar aún y cuando fuimos a Promúsica,
el vendedor nos ofreció varias para que las probáramos y yo decía: “No, no hace falta. Una Fender está bien” (risas)
Todavía la tengo y la uso de vez en cuando.
Tu mamá tocaba el piano, ¿no?
Sí, estudió en el conservatorio, y siempre tocaba
en casa. Mi padre escuchaba mucha música. En mi casa había un ambiente muy
musical pero no mucho más que el de cualquier otra persona. No hubo una
imposición. Mi afecto por la música, cuando era niño, estaba emparentado con la
euforia o excitación que me podía generar escuchar ciertas cosas,
principalmente los Beatles. Y
también con aquel sueño que recuerdo hasta el día de hoy. Y también marcado un
poco por mi afinidad con las máquinas, las computadoras, la electrónica y los
teclados.
¿Y cómo se da tu formación como músico?
Fui bastante autodidacta en algunas cuestiones pero
con los instrumentos, no. Ahí recurrí a profesores. Hice piano clásico durante
5 años, y en paralelo estudié dirección orquestal. Lo que nunca estudié es
guitarra.
¿Formaste bandas desde chico?
Sí, en el segundo año del secundario, con un gran
amigo y socio que tuve empecé a componer canciones, y después se sumaron más
chicos. Son cosas de las que no te das cuenta, pero que empiezan a ocupar cada
vez más espacio y tiempo de tu vida y tus días. Hasta que de repente se
convierte en algo natural. Es lo que hacés. Era: dos veces por semana ir a
piano, y otras dos veces por semana a ensayar. Entonces, muy pronto se
convirtió en algo habitual. Después de los 16, 17 años empiezo a tocar con Alphonso S´ Entrega, y después con Man Ray. Es decir, en la edad en la que
uno tiene que decidir una carrera yo ya tenía claro que quería hacer, y estaba
bastante implementado.
Tus primeras cosas como músico también coincidieron
con la vuelta de la democracia, a mediados de los 80, y con una multiplicación
de bandas nacionales, el under...
Sí, desde el 83, 84, y hasta el 95, fue una época
donde hubo mucha movida de rock. Había muchos espacios, ofertas de bandas y demanda
del público.
¿Qué otros gustos musicales tenías además de los
Beatles?
Como público iba a ver a varios grupos. Recuerdo
haber ido a ver a Soda Stereo, Charly
García, Los Redondos y Fito Páez.
Y dentro del panorama musical que podía escuchar en mi casa, nunca faltaron Queen, Led Zeppelín, Yes o Genesis.
¿Cuál es el nexo por el que llegás a Alphonso?
Para mí, esas son esas cosas que si tienen que
pasar pasan y sino no. Llegué a esa banda por un amigo del colegio que conocía
a Daniel Morano. Yo era chico en
comparación con los otros integrantes de la banda. Y más allá que las cosas se
tienen que dar también es importante no dejar pasar las oportunidades. Recuerdo
que llamaba frecuentemente a Morano. Insistí mucho para estar ahí. Se podría
decir que accioné para que se diera.
Y tanto en Alphonso como luego en Los Romeos
llegaste a ocupar un lugar importante como músico...
Sí, y tocando en Alphonso conocí a Hilda
(Lizarazu) y a Tito (Losavio) de Man
Ray que estaban rearmando el grupo.
¿Y por qué te vas de Los Romeos?
Me fui de todos los grupos a la vez. Visto a la
distancia hasta parece ridículo. Pero yo tenía 23, 24 años y me había cansado
de hacer ese estilo de música. Por eso decidí retirarme hasta encontrar de
nuevo el tipo de música que quería hacer. Ahí me metí a dar clases de música,
piano y computación en un colegio, durante un año y medio. Esta experiencia
estuvo muy buena. Como venía sucediendo todo tan rápido, aquella etapa me
sirvió para pensar tranquilo de qué forma quería abordar la música. De ahí
surgió el chiste que siempre decía que no volvería a participar en un grupo a
menos que sean Los Redondos.
¿Y qué balance hacés de esos primeros grupos de tu
carrera, después de tantos años?
Un balance súper positivo porque además de haber
sido la curva de aprendizaje más alta en aquel momento, me quedaron amigos para
toda la vida.
¿Por qué pensás que tardaste en desarrollarte como
solista hasta encontrar esta veta tan personal?
Eso fue así porque, después de dar clases, me
empecé a enganchar con el trabajo de hacer cortinas para programas de televisión.
Y casi sin darme cuenta llegué a trabajar sólo en eso. Lo cual terminaría
siendo otro llamado de alerta. Estuve casi 5 años dedicándome a eso.
¿Qué hacías específicamente?
Cortinas de apertura y cierre de programas, músicas
incidentales, sonidos. Una tarea que me dio una gran satisfacción económica, ya
que me pude armar mi estudio, pero que tiene una alta exigencia porque hay que
ponerse en la cabeza de un productor de televisión, que además no es músico, y
que muchas veces te da una información contradictoria acerca de lo que quiere
que suene.
Además, es un medio un tanto fagocitador del
talento...
Sí, te puedo decir que es el único medio en el cual
me he topado con gente que no me gustaría volver a ver nunca más. La cuestión
jerárquica cuasi militar de Canal 13 o Telefe me desagradaba. No sé si sigue
siendo así hoy por hoy, pero en aquel momento sí. Igual, no todos eran así. Por
ejemplo, de la gente de Promofilm, que era con los que más trabajaba, todavía
sigo siendo amigo. Pero del resto me harté.
¿El viaje a España fue un antes y un después?
Así como me fui para el lado de la docencia para
cortar un poco con el asunto de los grupos, la ida a España me sirvió para
cortar con lo de la tele. Fui de visita y me tentó mucho ver la manera en la
que algunos amigos, como (Fernando) Samalea o (Fernando) Lupano, vivían
su día a día. Se pasaban el día tocando. Madrid es una ciudad chica, te conoces
con todo el mundo. Y bueno, después de esa experiencia se me metió en la cabeza
volver. Y así fue. Me sirvió como corte. Porque el hecho de moverse a un lugar
nuevo, y ser una persona totalmente desconocida te da la chance de
reinventarte. Y eso fue lo que intenté hacer. Y lo que terminé haciendo.
¿Y cómo es reinventarse como solista después de los
30 años? Porque pasa que tus canciones son muy autorreferenciales...
Sí, en general me sale escribir sobre las
relaciones. Pero es algo que vengo haciendo desde siempre. Para mí solo hubo
una diferencia de mote: primero, “en grupo”, y después “solista”. Porque en las
bandas yo escribía canciones también.
¿Qué te inspira a la hora de componer o cómo lo
organizás?
En general, surge un embrión con una melodía y
alguna palabra. Si no están las dos cosas, aunque sea en una expresión mínima,
no arranco. Es como que necesito un primer chispazo que me motive a seguir. Es
decir, me siento a laburar largamente sobre algo cuando tengo una melodía y una
frase, verso, o palabra.
¿Esa palabra de dónde puede venir?
Me ha pasado terminar de entender letras varios
meses después. Creo que allí trabajan el inconsciente, el subconsciente y el
estado de ánimo juntos. Lo que nunca puede faltar es la emoción. Es decir, me
tiene que generar algo el cantar esa canción. Hay muchas bandas buenísimas que
me generan admiración y sorpresa desde lo intelectual pero no me despiertan
ninguna emoción. Y eso es lo que trato de evitar en mis canciones porque, en
definitiva, es lo que no me gusta oír.
También en muchas de tus canciones hay una especie
de vestigio beatle que hace que, por ejemplo, una historia acerca de una
ruptura amorosa sea cantada y dicha casi alegremente. Es decir, sin un hondo
dramatismo...
Sí, puede ser. Me gustan los contrastes alguna que
otra vez. Justamente, en El increíble
magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle hay una canción que se
llama “Tango”, que habla, concretamente, de una ruptura y la canción no es
triste para nada.
¿Cómo pensás las canciones que van a estar incluidas
en un disco? ¿Componés varias y después seleccionás las que vas a grabar, o te
planteás un concepto que va abarcando todo?
Es un proceso cuasi biológico. Después de haber
hecho un disco pasa un tiempo, uno lo presenta, lo toca y en algún momento empieza
a surgir la necesidad de hacer otro. Y eso, en mí, se manifiesta planteándome qué
tipo de disco quiero hacer, dónde voy a ir conceptualmente, qué tipo de
sonoridad debería tener. Y a partir de ahí empiezo a delinear las canciones, a
agarrar esas “ideítas” sueltas y componer para ese nuevo disco. Así, durante
dos o tres meses, me siento a hacer eso, sin distracciones. Y lo que siempre
termina pasando es que antes de ponerme a grabar aparecen las últimas dos
canciones que completan la unidad. Así me pasó con la canción “El Club de la
Moneda de Plata”, que fue una de las últimas que compuse y le terminó dando el
nombre al disco; y también con El
increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle. La última canción que
compuse para este disco es la que cerró el concepto y también es la que le dio
el título.
¿Qué opinás de lo acotado que está el mercado
discográfico?
Eso es algo con lo que no puedo lidiar y, la
verdad, no me importa. Yo necesito hacer canciones, discos y los hago e
intento, naturalmente, que eso llegue cada vez a más gente. Porque una de las
satisfacciones más lindas que uno tiene es cuando alguien que no conocés te
dice: “Tu disco suena en mi casa”. Si
se lo bajan de Internet gratis, o se lo compran en una disquería, la verdad, no
es lo mi tema.
¿Tu producción va a ser independiente o tenés
contrato con una compañía?
Es independiente pero a través de DBN discos, y
trabajo con ellos porque uno de sus socios-dueño es mi amigo Ramiro con quien
me llevo muy bien. El me aporta un montón a mi trabajo, me divierte, es muy
directo. Por eso me gusta estar haciendo equipo con él y no estar haciéndolo
con ninguno de los otros, que también conozco, y con los que no quisiera
cruzarme.
Hablando con otros músicos siempre surge esta
cuestión de ciertos manejos extraños en cuestiones discográficas...
Son todos corruptos. Las cosas como son. Lo único
que quieren es mayor cantidad de dinero. Es una cuestión de simple codicia
porque ya tienen suficiente plata como para vivir hasta el día que se mueran.
Entre ellos y los funcionarios de Carlos Saúl no hay diferencia.
Igual, creo que lo tuyo va más allá de la manija o
promoción que te pudiera dar una compañía , porque la repercusión de tus
discos, podría decirse, se da debido al boca a boca...
Sí, y lo noto mucho sobre todo en el último par de
años. La movida se da por curiosidad. Tal vez, a través del público del Indio que me viene a ver, le gusta y
trae a otros. Sería fenomenal tener temas sonando en las radios pero bueno, si
eso no se da yo sigo mi camino.
¿Cómo es tocar junto al Indio Solari, más allá del
mito que rodea a su figura?
El Indio es una persona muy atractiva e
inteligente, y que tiene observaciones agudas. A su vez, es muy gracioso. Es
una persona con la que podrías estar horas charlando fluidamente.
¿Te hizo comentarios de tus trabajos?
Sí, y, en general, siempre han sido elogiosos. Lo
que más le gusta a él es que yo no voy por el carril de lo que se puede
escuchar habitualmente, que en mis discos hay cuerdas, que hay otros
instrumentos; como el bandoneón, por ejemplo.
¿Hay alguna canción que te hubiese gustado
escribir?
Miles. Odio a mucha gente por ser más talentosa que
yo (risas). Es difícil elegir una. No sé si es una canción que me hubiese
gustado escribir a mí, pero siempre recuerdo una anécdota que me llamó la
atención: Cuando Lennon cuenta, un
poco, como era su relación de amistad y conflictos con McCartney. Porque si tu socio viene y trae una canción como “Helter
Skelter”, le perdonás todo. Me acuerdo de esta canción por lo que significa
como ruptura. Es prácticamente la primer canción heavy metal, o punk, que
existió. Esto tiene relación con lo que dijo Charly en una entrevista que le hizo Felipe Pigna hace poco. El vanguardista siempre está solo. O hacés
música para conformar o, según Charly, estás en una búsqueda más interesante
pero que quizá te conmine a la incomprensión. Me identifico mucho con eso.
Pienso en “Helter Skelter”, pero más por el simbolismo de romper las reglas que
conlleva que por la canción en sí misma.
Y tu canción “A Propósito De Schmidt”, incluida en El Club, es por el personaje de Jack Nicholson de
la película Las confesiones del Sr. Schmidt?
Sí, es por esa película. Estaba en Madrid y fuimos
a ver esa película con unos amigos, en una noche muy fría. Yo no estaba muy
bien y esa película terminó de tirarme por el barranco. La canción no habla de
la película sino del estado de apatía en el que ella me dejó. Por dos o tres
días no me importó nada. No es bueno ese estado pero me sirvió para escribir
esa canción.
¿Cómo fue grabar ese disco casi solo?
Fue un poco estresante porque no tenés otro punto
de vista, no hay devolución. Entonces todo es posible. Y no puede ser que
cualquier posibilidad sea válida porque si no no terminas nada. Es una manera a
la que estoy muy acostumbrado y por más que sea ardua soy capaz de llevarla
adelante. Igual, ahora no lo estoy haciendo así. En este nuevo disco incluí
otras miradas para enriquecerlo. Porque mezclar otros ingredientes hará que lo
que se termine cocinando tenga otro sabor.
El tema que hiciste con el Indio (“Nada! (Zipo
Rock)”), lo hicieron juntos o le mandaste al música y él puso la voz?
No, ese tema lo compuse un poco antes de conocerlo
y ya me imaginaba una parte cantada por él. Pero quedó ahí. Vuelvo a Argentina,
lo conozco y cuando empiezo a grabar El
Club (de la Moneda de Plata) le muestro el boceto del disco y me hace una
devolución bastante favorable. Ahí le cuento lo que había imaginado y le
pregunto si se copaba y me dijo que sí. Grabamos durante toda una tarde en su
estudio. El crudo de esas tomas está lleno de risas. Fue una tarde muy linda.
El título El Club de la Moneda de Plata, ¿a qué se refería?
El club es un elemento aglutinante, un ámbito
propicio para que determinado tipo de gente se junte, y esa gente que se junta
es la que en algún momento tomó lo más valioso que tenía, simbolizado en la
moneda de plata, y lo puso en riesgo para jugarse por algo mejor o conseguir
algo, independientemente del resultado. Son los que se jugaron. Está también vinculado con mi partida de
España, con haber dejado grandes amigos. En este club los vínculos se mantienen
más allá del contacto físico.
¿Y cómo fue El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour
Shuffle?
Compuse todo yo, salvo una canción que hizo Lorena Mayol, alguien a quien yo
produzco habitualmente, y que cuando me mostró su cd se la robé (risas).
Conceptualmente, quizá es un disco más directo y rockero. Musicalmente, tiene
más unidad que nunca y es bastante eléctrico. Quise usar pocos elementos, pero
que cada uno tenga mucha razón de ser y no poner nada que haya que percibir con
mucho detalle. El título El Increíble
Magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle habla un poco de lo tentador que
resulta para nosotros, los perejiles, pertenecer al mainstream. No termino de entender ese concepto de “los mediáticos”, ni en qué veta
resuena eso para que haya tenido tanta cabida entre la gente. Este, el del
disco, es un hotel medio misterioso al que uno se siente atraído pero del que
no sale indemne. Entrar ahí tiene consecuencias.
¿Qué te gusta escuchar ahora?
Los White
Rabbit, Spoon, grupos nuevos que están metidos en una nueva búsqueda
musical, y cosas que siguen estando vigentes como Elvis Costello.
¿Y de rock nacional?
La verdad que escucho poco y nada. No estoy muy al
tanto. Salvo lo que hacen mis amigos. Por otro lado, en lo poco que “picoteé”
no veo una propuesta distinta.
¿Cómo es tu labor como productor?
Por lo general, los artistas me contactan y a partir
de ahí, los escucho e intento ir a verlos en vivo. Y lo primero que tiene que
suceder son dos cosas: que la música me guste y que yo me sienta capaz de poder
reinterpretarla y aportarle algo. He recibido material con el que ni siquiera
empecé a trabajar. Porque se tiene que dar esta condición musical pero también
otra a nivel humano porque vas a convivir por dos o tres meses con gente con la
que si no te llevás medianamente bien tampoco vas a llegar a buen puerto. Es
imposible dividir la personalidad de lo que uno hace, ya sea cómo uno toca, o
juega al fútbol.
¿Cómo te afectó la muerte de Spinetta? ¿Lo
escuchabas habitualmente?
En realidad, no escuchaba tanto su música, pero me
encantaba escucharlo en reportajes por su manera de expresarse. Casualmente, hace
poco, hablando sobre el tema, le decía a un amigo mío que cuando murieron Lennon, Freddie Mercury, o mismo Sandro, a mí me afectaron un montón sus
muertes, pero con Spinetta es como
que todavía no caigo. Tengo la sensación de que fue una pesadilla. Es una gran
pérdida. Sobre todo porque fue una persona que se reinventó todo el tiempo y
estaba a la búsqueda de unos niveles de sofisticación impresionantes en sus
liricas. No le daba lo mismo una palabra que la otra.
¿Por qué te afectó tanto la muerte de Sandro?
Porque era un ídolo. Lo empecé a escuchar en casa,
de adolescente. Dentro de otro estilo, otro género y desde otra vertiente, Sandro me parece también un gran
creador, y un gran artista. Fue un tipo que supo vibrar en sintonía con masas.
Cosa que no es fácil. Además, sus espectáculos eran buenísimos. Lo fui a ver
miles de veces. No solo era un gran intérprete sino que era co-autor de muchísimos
temas que se volvieron clásicos de nuestra música popular. Ese era el elemento
que lo distinguía. Aunque para un rockero el género que hacía queda lejos, yo
considero que también tenía unas letras maravillosas. Lo que pasa con Sandro es
que transmitía emoción y por eso me gusta. El tipo me emocionaba y sí, lo lloré
una semana.
(Entrevista realizada en febrero de 2012)
Emiliano Acevedo
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