El bar parece el de siempre, pero es
otro país. No es Valladolid sino Buenos Aires, aunque para Gustavo
Montesano
ambas ciudades formen parte de su mundo. Sin embargo, al final de nuestro
dialogo, nos confiará que extraña mucho Madrid. A pesar de vivir hace más de
treinta y cinco años en España, Montesano vuelve a su barrio de Flores casi
todos los años a visitar a sus padres y a sus innumerables amigos; pero su
familia, sus hijos, se quedaron en el viejo continente.
En este 2018 llegó a fines de febrero
y se quedará hasta mediados de abril, por eso su agenda argentina se vuelve
febril. En un mes y medio lo esperan innumerables cenas, reuniones,
entrevistas. La vida social de uno de los músicos más importantes que tuvo el
rock progresivo argentino en los setenta, cuando formaba parte del mítico grupo Crucis.
Pero volvamos al bar en donde se
desarrollará esta entrevista. Las paredes blancas, con el baño y los
mobiliarios reciclados, pisos flotantes y un sofá. El café se lo sirve uno en
el mostrador, también las medialunas. La vidriera da a la calle Suipacha, en
donde se ve la gente pasar. Es una noche de martes calurosa. Apuramos un café y
un agua mineral mientras vamos desarrollando este dialogo que abarca cuatro
décadas de actividad musical multifacética. Sentado en el sofá, con su agua
mineral sin gas en la mano, Gustavo Montesano contempla el paisaje del bar como
si fuera un viejo guerrero que vuelve después de tantos años de andar. Cansado
pero entero. Y dispuesto a hablar…
ENTREVISTA> ¿Cuál es tu formación como músico?
Empecé
con la guitarra criolla y con el piano, aprendiendo folklore y música clásica,
respectivamente. A pesar de que mi familia no tenía inclinaciones musicales, se
ve que por algún motivo yo tenía facilidad para tocar, y cuando mis padres se
dieron cuenta de esto, me ayudaron a que me pudiera desarrollar como músico. Éramos
una familia de clase media tipo, y en aquellos años sesenta era habitual que
los chicos de clase media tomaran (o se los animara a tomar) clases de algún
instrumento.
Así
empezaste a tocar en distintos grupos de barrio con otros chicos…
Claro.
A los once años, con un compañero y amigo del colegio que se llamaba Alejandro Santos, que hoy es uno de los
más grandes flautistas y tecladistas argentinos, junto a mi hermano Marcelo y otro chico, formamos el
primer grupo de música en el que estuve. Allí hacíamos canciones de los grupos
de la época, de La Joven Guardia, Los
Gatos, Almendra, los Beatles,
etcétera. Luego, despacito, empezamos a escribir nuestras primeras canciones
pop.
¿Cómo
se va formando el germen de lo que luego será Crucis?
Éramos
todos pibes de Caballito y Flores, que se juntaban a tocar por afinidad musical
o amigos en común. En esa época había muchos grupos tocando en esa zona, y en
toda la zona del oeste.
Antes
de Crucis tuvimos un grupo llamado Consiguiendo Vida, que duró un año o
dos, en el que me acompañaron Pino (Marrone) en la guitarra, José Luis Fernández en el bajo y Guillermo Conte en batería, e hicimos
un demo de cinco canciones, que aún conservo. Teníamos un manager que llevó el
demo a las discográficas, pero no nos dieron bola, porque éramos muy jóvenes,
teníamos doce, trece, catorce años. Más tarde, ya como Crucis, empecé a tocar
junto a José Luis Fernández (bajo), Topo Frenkel (batería) y Daniel Oíl (teclados).
¿A
quién se le ocurre el nombre del grupo?
A Daniel Oíl, el tecladista. Porque
teníamos un tema larguísimo, como de veinte minutos, que se llamaba “Agonía y
Crucis”. De esa pequeña obra conceptual, que habíamos escrito entre todos,
salió el nombre de Crucis, sugerido por el propio Oíl. Esa formación primigenia
fue el germen y la única que tuvo el grupo por bastante tiempo. Incluso
alcanzamos a tocar en vivo en el Teatro Planeta y en el Auditorio Kraft,
etcétera; haciendo algunas de las canciones (“Mes” o “Abismo Terrenal”) que
luego se grabaron en los discos de la banda. Lamentablemente, José Luis abandonó el grupo, y no tuve
más remedio que cambiar la formación.
¿Cómo
fue eso?
Cuando
se fue José Luis, también se fue Daniel Oíl, por estar muy decepcionado por la
ida de su amigo y bastante desencantado con el mundo de la música y los grupos.
Él era un tipo muy idealista y no soportó que nuestra banda perdiera a uno de
sus integrantes. Oíl no estaba contento con el mundillo musical, creía que
estaba repleto de gente mala, muy traidora… Por supuesto, en la música y los
grupos hay de todo, pero él era demasiado idealista, así que decidió irse. Ahí
me reencuentro con Pino en un bar, y le conté acerca de que se había desarmado
mi grupo. Yo estaba bastante deprimido porque era una situación traumática para
mí. Ya que con Crucis veníamos haciendo bastante, nos estábamos creando un feedback importante con nuestro público,
que empezaba a crecer con el boca a boca, cuando justo se desarmó la banda. Y
para mí era muy difícil encontrar pibes de nuestra edad que estuvieran en esa
línea musical. Ahí, Pino se ofrece a entrar en el grupo y trae a un amigo del
barrio también a tocar con nosotros, que era Aníbal Kerpel. El problema era que los tres éramos guitarristas.
Así que no nos quedó otra que repartirnos los roles: Pino se quedó con la
guitarra, yo pasé al bajo y Aníbal quedó como tecladista del grupo.
¿Cómo
fueron delineando ese sonido progresivo, casi gótico, que no sonaba parecido a
ningún otro grupo argentino; y, además, con esas letras cuasi herméticas como
“La triste visión del entierro propio”?
Sí,
se podría decir que, musicalmente, Crucis era muy gótico, sin dudas, y con
muchos cambios de tempo y de compás.
Y como vos señalás, también parte de las letras podrían parecer bastante
herméticas, como “La triste visión del entierro propio…” Sí, es verdad, para
ser aún una persona tan joven, haber escrito eso era algo bastante fuera de lo
común, visto desde hoy. Recuerdo estar escribiendo esa canción por la noche, en
la casa de mis padres. La introducción del piano la escribí en papel, porque no
tenía un piano a mano; y escribí allí la letra también. No te podría decir cómo
me vino esa letra… Vino. Simplemente, llegó a mí. Las influencias que yo tenía
en esa época venían de la música clásica. En lo que respecta al rock sinfónico,
estaba muy fascinado con el grupo holandés Focus,
en especial con su álbum Moving Waves.
Es que en Europa había un par de grupos que estaban haciendo un estilo parecido
al nuestro. Y nosotros estábamos en sintonía con esa música, como también con
el Jethro Tull de (el disco) A Passion Play, o con Premiata Forneria Marconi y el rock
sinfónico italiano. A Crucis lo comparaban acá con Yes, pero para mí no teníamos mucho que ver con eso. A diferencia
de Yes, nosotros éramos de improvisar mucho más en vivo, nunca tocábamos un
tema dos veces igual. En ese sentido era muy divertido tocar con Crucis, porque
tocábamos para nosotros. Nos divertíamos mucho y la pasábamos muy bien, y más
cuando ya contamos con la formación definitiva del grupo, con Gonzalo (Farrugia) en la batería, que era un monstruo del instrumento.
¿Cómo
fue que consiguieron grabar el primer álbum, con Charly García como productor?
Porque
después de dos años tocando, ya venía mucha gente a vernos. Entonces, un día
decidimos organizar un concierto en el Teatro Astral, en la calle Corrientes. Y
justo pasaban por la puerta del teatro Charly,
Jorge Álvarez y Ada Moreno. A Álvarez
le llamó la atención la foto del afiche que habíamos puesto en la puerta del
teatro, en donde estábamos con el torso al aire. Aunque el concierto ya había empezado, decidieron entrar para curiosear
que música hacían esos pibes con esa imagen tan especial. Entraron a ver el
grupo, y tanto a Charly como a Jorge, les gustó mucho la música de Crucis, y
ahí mismo Álvarez nos fichó para entrar a grabar nuestro primer elepé. Charly
estaba muy entusiasmado con nuestra música, y decidió ser el productor del
álbum.
¿Cómo
era García como productor?
Charly
era un chico encantador. En esa época, él tendría 24 años, y aunque era más
grande que nosotros, nos entendimos a la
perfección y nos dio una mano muy grande en el estudio. En realidad, nos
divertíamos más que cualquier otra cosa. Pero él también aportó muy buenas
ideas en lo referente al tema de la ecualización. Tené en cuenta que nosotros
no sabíamos nada de cómo se trabajaba en un estudio de grabación, mientras él
ya tenía grabados tres o cuatro álbumes, primero con Sui Generis, trabajando con Billy
Bond, y luego con Porsuigieco.
Sin dudas, Charly nos ayudó muchísimo y por eso le estaré eternamente
agradecido. Además de organizar todo ese despelote técnico, nos prestó sus teclados,
que nosotros no teníamos. Nosotros teníamos tan solo un órgano, y él ya tenía
un Hammond, el piano Fender, el sintetizador ARP Solina Strings y el Moog.
¿El
éxito discográfico de Crucis, tan repentino, les originó envidias y reproches
en el mundillo musical?
No
entre los músicos, porque nosotros ya veníamos tocando y nos conocían bastante,
a pesar de ser tan chicos en edad. Quizás, sí algunos medios no entendían de
donde habíamos logrado llegar a grabar en RCA, o que nuestro primer single lo
pasaran bastante en la radio. A algunos medios de información de la época les
parecía mal que un grupo de rock progresivo sonara en la radio, y lo criticaron
mucho, pero no fue algo intencionado por nuestra parte, se dio así.
¿Cuál
fue ese primer single?
“Todo
tiempo posible”, que en la cara B traía “Irónico ser”. Sin dudas, un primer
disco simple bastante potente. Fue un cimbronazo muy grande para nosotros,
porque, de un día para otro, pasamos a ser mucho más conocidos.
¿De
dónde sacaste la inspiración para hacer la letra de “Todo tiempo posible”?
La
letra era una descripción de la relación amorosa que tenía con Ada Moreno en
esa época.
¿Cómo
siguió la historia del grupo a partir de la edición de ese primer álbum?
Fue
demasiado rápido todo. Un año y medio muy meteórico, no nos dio tiempo a recapacitar
sobre lo que estábamos haciendo. Primero hicimos la presentación del disco en
el teatro Coliseo, hicimos conciertos en sitios muy grandes. Por ejemplo en La
Rural, que fue un show impresionante. Empezamos a hacer giras y ya no paramos
más.
¿Cuáles
son para vos las diferencias sustanciales entre los dos discos de Crucis, más
allá del cambio de sonido, ya que el segundo (Los delirios del Mariscal) fue mezclado en los Criteria Studios de Miami?
Creo
que el primer disco es más variado en lo musical, y el segundo más improvisado,
más llamativo. Éste traía el tema “Abismo terrenal”, que dura como “mil años”,
parece que no terminara nunca…
Es una onda más jazzera, más fusión…
Claro,
es demostrar virtuosísimo, como decir: “Mirá
que bien que toco…” Yo no estaba de acuerdo con eso, con sacar una canción
larguísima para mostrar lo bien que tocábamos.
En
Los Delirios del
Mariscal, a pesar de ser un álbum tan
instrumental, está una de tus canciones más conocidas: “No me separen de mí”.
¿Qué te inspiró esa letra? ¿Una experiencia lisérgica?
Sí.
Esa fue, para mí, una época de mucha confusión mental; y lo plasmé en esa
canción. Como diciendo: “No me separen de
mí, no quiero seguir por este camino. Quiero centrarme en el sol, en la
naturaleza y en la vida sana.” Fue una época muy dura…
¿Y
eso pensás que influyó en las relaciones personales del grupo, en las peleas
que tuvieron?
Sí,
sin dudas. En esa época había un ambiente de drogas muy grande. Y dentro de
Crucis, habíamos dos que las consumíamos, y dos que no. Y eso, por supuesto,
fue creando una pequeña fisura.
El
tema era seguir con el grupo, pero no se pudo, ¿no?
No
se pudo. Yo siempre digo que nos hubiera venido bien tomarnos un descanso de
por lo menos dos meses, parar para ver adonde estábamos parados, que queríamos
hacer. Además, se nos había acabado el país. Acá estaba todo muy limitado, era
un mercado ínfimo, en comparación con el actual. Y aunque también habíamos ido
a tocar a Brasil, en donde tuvimos mucho éxito, no nos quedaba mucho por hacer.
Por supuesto, no hay que olvidar que la vida política y social argentina era
muy difícil de sobrellevar en ese momento. Creo que esa fue la principal razón
de que Crucis se separara. Más que los roces comunes que había entre nosotros,
había un ambiente muy jodido en esos años de la Argentina durante el Proceso
Militar. No había un solo show en donde no viniera la policía y camiones
militares a llevarse a los chicos presos, dándoles palos… O sea, era muy triste
y penoso de ver esa situación. Aun así, los chicos acudían a nuestros
conciertos y los disfrutaban. Pero, para mí, vivir en esa época era durísimo…
Sí,
nos la creímos bastante. Sobre todo yo. Fui el que más se la creyó, en el mal
sentido. Pero es que también era muy chico, tenía solo veinte años, y con todo
el mundo elogiándome durante años…
¿Y
cómo tomabas las críticas a tu forma de cantar, a que algunos opinaran que
Crucis tendría que haber sido instrumental?
Crucis
fue lo que fue, y ya está. No se puede cambiar la historia. Nunca se nos pasó
por la cabeza hacer todo el material instrumental. Obviamente, había gente a la
que le gustaba y otra que no, como le pasa a cualquier artista. Al principio,
cantábamos Pino y yo, los dos. Incluso habíamos ido a una profesora de canto.
Pero luego Pino no quiso cantar más, para concentrarse en la guitarra, y quedé
en el frente yo solo.
¿Te
llegaron las críticas que te hizo Charly –en una entrevista de 2002 para la Rolling Stone- acerca de tu forma de cantar; diciendo que Crucis “parecía Yes con
Laureano Brizuela en la voz”?
Sí…
Bueno, ya sabemos cómo es Charly, ¿no? Él, con el tiempo, fue cambiando su
personalidad y su manera de ver las cosas. Yo no le hago mucho caso a esas
opiniones. Me parece bien que cada cual opine lo que quiera. Pasaron muchísimos
años, lo que sí te puedo decir es que, en esa época, a él le gustaba muchísimo
Crucis…
En
1977, luego de la separación de Crucis, vos te fuiste a vivir a Nueva York.
¿Por qué no te quedaste allá?
Es
una buena pregunta. No me acuerdo… O sí… Me di cuenta que yo venía de Crucis,
de un grupo que era conocido, en una situación en la que –como vos decís- me la
había creído mucho, y empezar de cero en Nueva York era durísimo para mí. Allá tenía
un grupo de punk rock, que era horroroso e insoportable para mí. Un viraje de
180 grados, pero era la única opción. Si no tenías un grupo punk, no existías.
Era imposible encontrar trabajo en la música si no hacías ese estilo. Estaba
empezando la moda punk, que a mí me parecía asquerosa, realmente. Sin embargo,
mi vuelta se da circunstancialmente, en un viaje. No es que yo decidí volverme
de Nueva York a la Argentina. Viajaba bastante, pasé por Brasil, veía a amigos
argentinos que vivían allí. En uno de esos viajes me encontré a Oscar López, que era un manager que
había trabajado con Álvarez, y con Alejandro De Michele. Con Alejandro
formamos el dúo Merlín y decidimos
hacer un disco juntos. Volví a Argentina para hacer ese disco, luego me quedé
un tiempo más, y después me radiqué en España.
El
álbum de Merlín fue un discazo. ¿Cómo fueron desarrollando ese repertorio con
De Michele?
Me
encantó trabajar con Alejandro en ese disco, e hicimos una gira buenísima
presentando ese material. Fue un proyecto que disfruté mucho. Algunos de los
temas, ya los traíamos y otros los compusimos sobre la marcha. Estuvimos
bastante con el dúo, como un año trabajando juntos. Nos había contratado Oscar López,
para que grabásemos en su compañía, Sazam
Records, quien fue quien nos instigó a que formáramos el grupo. Éramos muy
amigos los tres…
Seguía
siendo bastante progresiva tu música en ese disco de Merlín…
Sí,
porque teníamos a Daniel Colombres
en batería, un chico que recién estaba empezando, pero ya demostraba su valía como
instrumentista; y Gustavo Donés en
bajo, que después formó Suéter… O
sea, era un grupo muy bueno.
¿Y
por qué se terminó Merlín?
Se
terminó porque yo había hecho un viaje a España, en donde ya vivía el dibujante
Juan Gatti. Yo tenía muchos amigos
viviendo en Madrid, y ya tenía muchas ganas de irme a vivir a España. Entonces
hablé con Alejandro, se lo dije, y me mandó al carajo… (risas) Él me porfiaba,
como diciéndome que para que me iba, si allí no me conocía nadie. Pero yo
conocía a mucha gente que ya vivía ahí, además de que me gustaba mucho el clima
que se vivía, a principios de los ochenta. En esa época, la movida madrileña
era indescriptible, una maravilla. Por eso me fui… Jorge Álvarez ya estaba allá, Ciro
Fogliatta, Alejo Stivel, Ariel Rot… Amigos de toda la vida que ya vivían
allí. Así que me fui y ya me quedé en España, definitivamente…
Pero
antes grabás el disco El
Pasillo, con tu banda Montesano, en 1982…
Ah,
sí. Eso fue en un viaje que vine a la Argentina, formamos el grupo con mi
hermano, grabamos el disco e hicimos algunas actuaciones. Me gusta mucho ese
disco, en especial su tapa, hecha por mi gran amigo Diuxs, fotógrafo y manager de ese grupo. Esa portada era delirante y
fue elegida por la revista Pelo como
la mejor de ese año.
En
ese disco la onda ya va mutando hacía el new wave, ya no es tan sinfónico, ¿no?
Sí,
tal cual… Porque me pasaba la vida viajando y veía grupos de todo tipo. Aparte,
no te olvidés, en esos años, el rock sinfónico estaba muy mal visto, aunque te
parezca mentira. Si decías, a principios de los ochenta, que tocabas rock
sinfónico, te miraban como diciendo: “este es un viejo choto, un dinosaurio…”
Luego,
ya en España, ¿hacés Olé Olé de entrada?
Sí,
de entrada. Por una propuesta de Jorge Álvarez para hacer música techno-pop. Ese era el estilo en boga.
Yo tenía un par de canciones, las grabamos con los sintetizadores y listo. Era
el momento en que empezaban a utilizarse las computadoras y las bases
electrónicas en la música, un sonido muy novedoso aun. Y puse lo que sabía, mis
canciones, al servicio del grupo; junté cuatro o cinco chicos para armar la
banda; luego vino Marta Sánchez como
cantante… Nos mandamos al frente, tuvimos muchísimo éxito… Un éxito
infinitivamente mayor al que hubiésemos tenido aquí con Crucis. Hicimos giras
mundiales… acabábamos reventados. En fin, fue una experiencia que duró como
diez años.
Musicalmente,
en lo que es tu carrera, ¿en qué lugar lo ponés a Olé Olé?
En
ninguno. Para mí no tiene ningún valor artístico ni reseñable. Simplemente,
llegué a España y me dediqué a ganar dinero, a producir a otros artistas…
Aunque Olé Olé es mi música, yo valoro mucho más lo de Crucis. Son tiempos distintos. Nunca un grupo de rock progresivo
como Crucis podría haber existido en los ochenta. Era adaptarse a los tiempos,
simplemente. Olé Olé tenía como
referente a Ultravox, la banda
inglesa; eso era lo máximo a lo que podíamos aspirar. Pero no era la música que
más me gustaba, por supuesto…
¿Y
no hubo una posibilidad que hicieras una carrera solista en paralelo?
Lo
intenté, pero a nadie le interesaba el rock progresivo. Además no tenía tiempo,
porque Olé Olé me consumía casi todo mi tiempo, estábamos al mango.
Hace
poco volviste a tocar con Olé Olé ¿Habría alguna posibilidad de que volvieses a
tocar tu material clásico de los setenta, alguna vez?
No,
la verdad que no. Esa reunión con Olé Olé, la hice porque me llamaron y acepté
a ir. Yo no la busqué. Me convocaron y listo. No fue nada especial, ya fue…
Ahora, lo que realmente me gustaría hacer, hoy por hoy, sería comprar una
casita al lado de un río, en la montaña, e irme a vivir ahí. Ya estoy bastante
cansado de viajar. Para mí, estar en un grupo, o estar metido en la actividad
musical, significa estar arriba de un avión todo el tiempo. Es algo que me
cansa mucho. Además, aunque fuese armar una actuación pequeña en Argentina, se
hace difícil, porque yo vivo en España y tengo hijos pequeños. Claro que sería
muy lindo dar un show recorriendo el material de Crucis, un show dedicado a los
fans de ese repertorio de los setenta. Si yo viviera aquí, seguramente lo
haría.
Entonces,
no hay ninguna posibilidad…
¿Ahora
mismo? No sé, tampoco se me ha ocurrido. No se me pasa por la cabeza. Estoy
cansado de tanto andar, me gustaría tomarme un par de añitos de no hacer nada.
¿Qué
balance hacés de tu trayectoria, te quedó algo en el tintero?
Sí,
yo creo que lo mejor nunca lo pude hacer. Me gustaría tener la libertad de
hacer la música que yo quiera, cuando quiera y con quien quiera; pero
necesitaría mucho tiempo… Y con la vida familiar se te complica. También tuve
muchos hijos, y eso te absorbe tiempo y energía, por supuesto. Pensá que mi
hija más chiquita tiene 7 años, y el más grande tiene 30; o sea, tengo hijos de
todas las edades. Un artista no debiera tener hijos… (risas)
Pero
Jagger tiene como siete hijos y sigue tocando…
(risas)
Sí, no sé cómo lo hará… Porque también tiene nietos y bisnietos…
Vos
sos de los músicos que más trabajó con Jorge Álvarez, aquí y en España. ¿Cómo
era trabajar con él? ¿Cómo fuiste llevando esa relación profesional? Porque hay
gente que te habla muy bien de él, otros te hablan mal, otros mal y bien a la
vez…
Básicamente,
él tenía una gran intuición. Era muy intuitivo, por eso, más que productor, él
era descubridor de artistas. Así fue que descubrió a Manal, Moris, Vox Dei, Miguel Abuelo, Sui Generis, Espíritu… a Crucis. A todos, prácticamente. El veía
a un grupo y ya sabía si iba a tener éxito o no, más allá de la producción.
Hubo discos que sonaban bien, otros que no sonaban tan bien; pero él no se
metía en la producción de los álbumes, en lo que era el sonido de los discos,
no era ese su lugar. Sin embargo, era un tipo muy interesante, una persona que
tenía una cultura enorme. Sabía de todo, era súper inteligente, pero también
era muy exigente con el trabajo de los demás… Yo estoy muy contento de haberlo
conocido. Si alguien habla mal de Jorge, está en su derecho, pero yo no tengo
ningún motivo para hacerlo.
Muchos
te hablan mal de la parte financiera…
Sí,
muchos se quejaran de que les ha afanado. Claro, yo también he tenido mis
problemas en ese aspecto, pero bueno… Jorge era mi amigo y una gran persona.
Para
terminar, una pregunta que le hacemos a casi todos nuestros entrevistados: ¿Qué
tema de otro te hubiera gustado componer a vos?
Tubular
Bells, de Mike Oldfield. Sin
dudas, porque es una obra que expresa todo lo que me gusta a mí. Toda la
libertad creativa en la música está puesta ahí. Es progresivo y muy libre. ¿Qué
más se puede pedir?
Emiliano
Acevedo
Excelente reseña!!!!Ojala algun dia pueda venir a hacer los temas de Crucis ,seria increible para los que jamas pudimos verlo en vivo y un disfrute para todos los fans de hace años que lo seguimos!!!Abrazos!!!!
ResponderEliminarZarpada nota, Emi. Que buena vibra se percibe. Felicitaciones, gracias a ambos.
ResponderEliminarMe gustó mucho la nota, aunque se describe como un mercenario de la música salvo por la parte en que habla de crucis, pino hizo lo que quiso siempre y tan mal no Le fue espero gustavo vuelva a ser feliz con su música y de paso nos hará felices a nosotros
ResponderEliminarLlegué a conocer a Gustavo en el regreso fallido de Olé Olé de 2007. He sido gran fan de todo lo que ha hecho con Olé Olé, siendo el compositor principal. Me resulta muy triste que hable así de su trabajo en el grupo. No sabe uno qué pensar ante estas palabras. Qué pena que pienses así, Gustavo. Es como si todo hubiera sido un engaño. Con lo felices que nos han hecho siempre tus canciones en Olé Olé.
ResponderEliminarGustavo es honesto con su trabajo en Olé-Olé, era pura bazofia sobre todo en su etapa con Sánchez, con Larraz y Santana hcieron joyitas pero lejos del estilo de Montesano. Esta última etapa con el grupo fue vergonzosa: duetos imposibles, producciones paupérrimas, versiones casposas... Lo que no sé es si se fue o lo echaron, Olé-Olé ha desaparecido porque Montesano les ha denunciado por apropiación del nombre, él empezó y acabo con el grupo, Olé-Olé siempre fue un cuadro. Y Gstavo se marcaba unos solos de guitarra que flipabas, un músico de su talla no tenía cabida en un grupo hortera como ese.
ResponderEliminarExcelente entrevista... muy buenas respuestas a muy buenas preguntas... Crucis sin duda está entre los grupos más originales y potentes que escuché y aún escucho... ;-)
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarlos vi en la rural y en el luna muy buenos lo mejor del rock progre de los 70...
ResponderEliminarEn España nadie sabría de Gustavo Montesano de no ser por Olé Olé. Y hubo muchísimos años que ese grupo le dio la vida y el dinero. Hay que ser agradecido y no soltar tanto desprecio por cómo ha sido el final.
ResponderEliminarMuy buen reportaje! Por fin
ResponderEliminarMe sigue maravillando Crucis. Gracias Emiliano
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