Fotografías: Mica Dománico |
Nicolás Deluchi (voz y guitarra) es un joven músico y compositor de la zona oeste del Gran Buenos Aires, que lleva adelante un original proyecto llamado Periplo. En él se originan experiencias vitales que se vuelven canciones, con sonidos bien rockeros que explotan en los parlantes. Su último disco se llama Invisible Cabeza y está disponible en todas las plataformas.
ENTREVISTA> ¿Cómo arranca la historia de Periplo?
Es
un proyecto solista. En la década pasada tenía dos bandas en simultáneo: Sistemática y Pestaña. Después eso se terminó y paulatinamente fui pasando a esta
etapa llamada Periplo. Al principio
hice todo solo, así fue el primer álbum de Periplo, que es más amateur. En este
segundo disco hay un sonido de banda. Este álbum lo grabamos,
después de haber ensayado durante seis meses, con mi viejo en bajo y un amigo
baterista que se llama Patricio Sly.
¿Cuánto
hace que estás en la música?
Empecé
en 2003, cuando tenía 17 años. Ese fue un comienzo muy básico, con una
guitarra, muy folk. Recién en 2011 saqué mi primer material. Todo ese camino
que hice en la década de los 2000 fue llenarme de información, un proceso que
no se detuvo más.
¿Cómo es tu formación musical?
No
fui al Conservatorio, soy autodidacta, pero mis viejos son
¿Cómo
fue la génesis de este nuevo disco, Invisible
Cabeza?
La
pandemia, el encierro, fue sacando en mí muchas vivencias que luego fui plasmando en
las canciones. Más tarde lo grabamos y yo busqué acercarme al sonido inmediato de
los Strokes, que es una banda que a
mí me impactó desde siempre. Me parece que la fuerza que tuvieron bandas como
los Strokes o los Libertines me
impactaron de una forma inusual cuando yo era más pibe, toda esa onda garagera
o de punk rock revival. En eso también tuvo mucho que ver Ignacio Castillo, que fue el ingeniero que nos grabó. Si bien Invisible Cabeza tiene un par de baladas
en plan rock nacional, lo que impera en este álbum es una onda más punk o con
una impronta más rockera que lo que fue el primer disco de Periplo que era más
tranquilo, si se puede decir.
¿Qué te inspira a la hora de componer tus temas?
Soy
muy lector. Me gusta mucho la cultura popular pero también me interesa la
academia, por eso durante un tiempo estudié Letras. Uno de mis escritores favoritos es Borges, en especial su obra en prosa. También
me gusta mucho Michel Houellebecq,
que tiene un costado más siniestro. Luego pasé a Bukowski. También leo y tengo muchas revistas de rock. Y otra pata
muy importante de la que sacó la inspiración de las letras es de los comics.
Todo eso entra en el gancho y en la dinámica de las canciones, a veces de forma
más consciente y otras veces más inconsciente.
Aparte
de Libertines y Strokes, de los que hablaste antes, ¿qué otras influencias se
te cuelan a la hora de componer?
Principalmente,
El Mató, a quienes fui a ver mucho. Pirámides; Kurt Cobain es otra
influencia muy grande en el tema “Ultravioleta”. También Fito Páez, al que veo como un “precursor” del grunge, aunque no
tenga nada que ver, pero que en sus primeros discos tenía una forma de cantar lennoniana muy presente a la hora de
grabar sus canciones a los gritos. Eso es algo que yo busqué incorporar en
Periplo, esa parte bien visceral, primal, si se quiere. De cualquier forma, me
preocupé de que no sea todo una catarsis, sino que cada estado emotivo tenga su
lugar. Busqué que no sea tan frio, porque a veces es necesario explotar en
términos artísticos. The Cure
también me influencia, por supuesto. Francisco
Bochatón, Rosario Bléfari, Gori de Fantasmagoría…
Hay muchas bandas y solistas que me gustan como Television, The Stranglers, Sex Pistols o Ian Dury, que me encanta. Ahora empecé a escuchar bandas góticas o
de post punk como Sisters of Mercy,
que me están copando mucho y que me pueden influenciar a futuro.
Hablando de influencias, en este nuevo disco también pusiste un cover de Almendra: “Los Elefantes”…
Sí,
con la participación de Guille Arrom
en guitarra, que es un capo. Siempre lo escuché y lo admiré y por eso le hablé
por teléfono para que participara. Guille me preguntó qué onda le quería poner
al cover. Hay que tener en cuenta que el tema original tenía unos sonidos
rarísimos. Ese segundo disco de Almendra
es bastante raro, son zapadas; pero a mí me encanta eso. Fijate que ahí el
Flaco Spinetta se pone más hard
rock, un camino que seguiría en Spinettalandia,
y luego en “El parque”, el tema que compuso para La Pesada y, especialmente, en algunos temas de Pescado Rabioso. Todo eso le dije a
Guille, que me contestó: “Ok, querés hard
rock, pero hard rock pueden ser mil cosas diferentes…” Coincidimos en esa
apreciación pero le aclaré que quería plasmar algo bien pegado a aquel sonido
primigenio, a esa onda hendrixiana del tema original. Así que Guille grabó
varias versiones, y elegimos una que tenía un efecto más expresivo. Guille la
rompió y a él le copó mucho como la canté yo, así que cerró por todos lados. En
este disco hay mucho laburo de guitarra. En una onda minimalista que me gustó
mucho como quedó.
La
pandemia te inspiró bastante, ¿no? Hay un par de temas como “Muralla China” o “Pandemia”
que parece que tienen que ver con eso…
Sí,
me parecía que estaba bueno. De cualquier forma, el disco tiene un sesgo medio
de ruptura, porque tiene que ver con una separación de pareja que tuve. En ese
aspecto, lo emparento mucho con discos de rupturas amorosas como Room on Fire, de los Strokes; y Blood on the Tracks, de Bob Dylan. Como dicen los discos en sus
títulos: si a los Strokes se les prendió fuego la habitación, y Dylan se
desangró, a mí directamente se me cayó la cabeza. Con respecto a la pandemia,
eso me parece que equilibra un poco el tema de ruptura de pareja, que está medio
trillado. Pero, de cualquier forma, yo quería que este álbum tuviera esta onda
porque el anterior había sido muy meloso. Está bien hacerlo así porque cada
disco son ciclos vitales. Casi todos los temas los hice durante la pandemia,
salvo “Enredadera”, que es el que abre el disco, y es una canción más luminosa,
que tiene que ver con una nueva relación amorosa que está naciendo. Por
supuesto, siempre me gusta que haya algo testimonial en la música. Por ejemplo,
en “Sabe Dios” hablo un poco de lo que pasó con Maradona, con su muerte, y como
nos afectó a todos los que lo admiramos.
Emiliano Acevedo
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