lunes, 25 de agosto de 2025

ADIÓS GUALICHO TURBIO

 

Durante todos estos años en Intersticio Rock estuvimos siguiendo de cerca la trayectoria de Gualicho Turbio, la espectacular banda blusera y garajera argentina, única en su estilo. Estuvimos junto a ellos antes del lanzamiento de su primer disco en 2015, en donde realizamos una larga entrevista con los tres integrantes del grupo. Gualicho venía de darse a conocer con todo con unos paradigmáticos videoclips en el programa de Peter Capusotto y la rompían cada vez que tocaban en vivo, haciendo exorcismos colectivos, shows que funcionaban como ceremonias en las que todo el mundo se ponía a bailar y a cantar los temazos del grupo, en los que cada uno de los integrantes personificaba un personaje: El Diablo, el Poseso y el Chamán Urbano. En 2017 reseñamos su segundo disco Gato Negro, otro escalón de calidad blusera para deleitarse. Y en 2022 nos volvimos a encontrar con esta banda tan admirada luego de la edición de su tercero y a la postre último álbum: Un ruido otra vez. Por eso nos cayó como un baldazo de agua fría esta separación, pero hasta ellos fuimos para buscar el porqué de esta despedida. Un último show que se celebrará el próximo 6 de septiembre en el Strummer Bar, en el barrio de Palermo. A propósito del final de Gualicho charlamos con Zelmar Garín (Diablo) (Monobanda: guitarra, voz y percusión) y con  Hernán Balbuena (Chamán Urbano)  (Armónica). El frontman Juanjo Harervack (Poseso) (Voz y maracas), declinó amablemente a participar de la charla.

ENTREVISTA> ¿Por qué se separan?

Zelmar: Me parece que la banda viene dando vueltas, estancada en una situación y que ya cumplió un ciclo. Creo que es un buen momento para cerrarlo con un concierto despedida y que vaya todo el mundo, porque también pasa eso: mucha gente dice que van a ir y después no van… Eso pasa seguido.

Hernán: También Zelmar nos había propuesto hacer un viaje a Europa, que iba a ser muy positivo para el grupo, pero tanto Juanjo como yo no podemos solventarlo. No lo ayudamos a empujar el carro en ese sentido. Eso lo desinfló. Por otra parte, pensás en los últimos diez shows de Gualicho y se hace todo cuesta arriba, porque eran lugares en donde no había ni camarín, te la pasás renegando… Yo veo las cosas de otra manera. Para mí la banda servía para tocar tres veces al año, para despuntar el vicio. Evidentemente, Zelmar no quiere eso.

Zelmar: Esa es la visión de Hernán, para mí tampoco es así. Obvio que lo de no haber podido concretar el viaje influyó pero yo siento que el ciclo se termina. Me parece que todos los grupos tienen un ciclo y siempre hubo muchos intentos de renovar la banda y no funcionó. En cualquier proyecto siempre hay algo inconsciente que a vos te hace seguir adelante, no tiene que ver ni con la guita o con la amistad, sino que hay algo ahí sagrado que es la música. Y cuando eso no está es peor que si fuera un trabajo. Y si eso se convierte en algo para despuntar el vicio, como dice Hernán, no me interesa seguir; porque yo toco desde los nueve años, en un montón de proyectos en simultáneo y todo el tiempo, tengo mi podcast, edito discos… Así que ahora decidí hacerme cargo del asunto, decir lo que nadie quería decir acerca de que la banda estaba llegando a su fin. Esto no va más. Estamos en una calesita desde hace cinco años, pero no por nosotros solos, sino que te das cuenta que hay algo que antes estuvo presente y ya no está más.

Hernán: Zelmar es muy claro en sus conceptos, porque él es el ideólogo. Un poco se desvaneció la fuerza de la banda en el último tiempo, desde la pandemia en adelante. En un momento parecía que se iba todo a la mierda y Zelmar lo remontó durante el tercer disco. Él ya tenía maqueteado todo el disco en su casa y así lo pudimos hacer. Ya veníamos a los tumbos, pero nunca nos llegamos a caer. Y esta vez, antes de caernos y hacernos mierda, decidimos bajarnos bien y no lastimarnos. Veníamos en piloto automático, porque ni ensayábamos, y eso es muy malo para las bandas. Después no podés contentar a todo el mundo. En ese todo el mundo estoy incluido yo. Juanjo y yo no le queríamos poner “último show de Gualicho”, pero Zelmar no estaba de acuerdo. Así que no pasa nada, fueron muchos años del grupo. Ni yo pensé que iban a ser tantos. Así que estoy disfrutando de estos últimos momentos del grupo. Zelmar nos aclaró de entrada que esta separación no era personal, que él no quería pelearse con nosotros dos. Hay que aprender a soltar. A mí me gustaría seguir tocando con Gualicho Turbio, pero no voy a obligar a nadie. Tengo que respetar eso.

Zelmar: Acá tengo un texto de un libro que se llama Free Play, y es de Stephen Nachmanovitch, me gustaría leer este fragmento para la nota: “Un monje le preguntó a Yün-Men, el gran maestro chino de Zen del siglo IX: ´ ¿Cómo es cuando el árbol se seca y sus hojas caen?´ ´¿Cómo es cuando uno tiene las manos vacías y está desnudo, cuando no tiene nada a que aferrarse, cuando todo en lo que podía confiar se desmorona?´ Yün-Men respondió: ´Todo el cuerpo está expuesto al viento dorado.´ Yün-Men le está diciendo al estudiante que ese estado abierto y vulnerable de la mente no tiene por qué ser de miedo o desvalimiento; cuando uno se entrega en el gran vacío tal vez se encuentra mejor equipado que nunca para estar y actuar a tono con el Universo.” Esto viene a cuento de que yo este año también terminé Ácido Canario 8, un proyecto que veníamos incubando, le di un cierre y ahora le quiero dar un cierre a Gualicho y es como dice el texto: Hay que empezar a estar vacío para lo que viene. Juanjo tiene un montón de proyectos, siempre se está retroalimentando, armando bandas, lo que habla bien de él también, y por ahí esto es una oportunidad para Hernán para arrancar con lo suyo. Cada uno sabe. No es nada trágico sino una oportunidad que se abre. Hay que hacerse cargo.

Juanjo: A mí no me interesa demasiado participar de esta nota, porque es algo en lo que no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo en esto de la separación, le hago la segunda a Zelmar, pero no me interesa hablar al respecto. Cualquier pregunta que se me haga no voy a estar de acuerdo porque no es algo que yo quiera hacer. Tanto lo que digan Zelmar como Hernán va a estar bien, pero a mí no me interesa participar porque no me hallo contestando o hablando de algo que yo no quiero hacer. Eso. Lo único que me interesa decir es que viva el rocanrol argentino…

¿El cuarto disco no se llegó nunca a grabar?

Hernán: Sí, quedó un single… Pero a Zelmar, como productor, no le gustó el resultado final. Faltaba la voz de Juanjo. Yo grabé dos temas, Zelmar también grabó. Se empezó pero quedó ahí.

Zelmar: Empezamos a hacer temas pero no terminamos de ensayar, de estar juntos. Hay algo que no está más y ahí me di cuenta de la situación. También en los últimos shows estábamos en piloto automático. No tuvimos la suerte de que venga un productor real y nos acomode. Porque la banda tiene un muy buen vivo, buena imagen, todo lo que yo cuidé desde que arrancamos, pero no sucedió ese salto. Acepto eso. También hice el intento de que vayamos a Europa porque me parecía que la banda re daba para eso, pero tampoco se dio. Tengo en claro que los discos son una cosa y la banda en vivo es otra cosa. Por ahora estoy enfocado en que nos despidamos bien, que ensayemos bien y esté todo consensuado entre nosotros.

¿Cómo va ser el show de despedida de Gualicho?

Zelmar: El show va a estar dividido en dos partes, va a ser largo, vamos a hacer temas de los tres discos. Va ser casi todo en trío, pero también va a haber invitados, Nahuel Creche en batería en algunos temas, y dos bailarinas: Sabina Andrada y Luisina Fracas. También va a estar el Dj Caye poniendo vinilos, que es un amigo de Laferrere.

LA GÉNESIS DEL GRUPO…

¿Hacemos un repaso de la historia de la banda? ¿Cómo se les ocurrió armarla?

Zelmar: Fue en 2012. Yo ya me había separado y todavía estaba viviendo en La Matanza. Con Juanjo nos conocíamos desde hacía muchos años pero recién en 2002 nos empezamos a hacer amigos. En ese año él se acercó a mi casa y escuchó a mi banda Noseso de aquella época. Juanjo la flasheó toda con nuestra música: canciones muy desestructuradas, también con sonidos del rock de los 60, fuzz, garage, psicodelia, improvisación, noise… Éramos todos unos pibes de clase media baja, ahí en el barrio Atalaya, en Isidro Casanova, La Matanza. Para 2004 mi casa era un hervidero de amigos, porque también mis hermanos Waldemar y Johanna tocan, entonces había chicos de muchas edades durante el día y todo el tiempo estaban sucediendo cosas, juntarse a escuchar música, yo siempre tuve muchos discos, siempre fui inquieto y tenía amigos que traían discos de afuera. Entonces escuchábamos blues con Juanjo, pero los folk blues, a Fred McDowell, Lightnin´ Hopkins, los discos acústicos de Muddy Waters... Igualmente, Juanjo siempre estuvo muy influenciado por el rock argentino de los 70, mucho Color Humano, Spinetta, Miguel Abuelo y demás. Entonces jodíamos mucho que teníamos que hacer una banda de blues. Pero yo en ese momento no lo aceptaba porque eso era como una regresión musical en lo que estaba haciendo. Las referencias bluseras que teníamos en esa época eran Memphis La Blusera y La Mississippi, cosas que me parecían un espanto. Estaba de moda BB King, el último Pappo, todas cosas que me parecían lo menos. Por supuesto, hoy tengo otra visión de eso, pero en ese momento quería romper todo, estaba a full con la improvisación, con la música experimental, la música más de pensamiento… Lo sigo estando. Así que jodíamos con Juanjo con hacer una banda de blues, pero no podíamos concretarla. Hasta que escuché a T-Model Ford, y todo el revival del blues propiciado por el sello punk Fat Possum Records. Empiezo a entrar en ese mundo, además ya había hecho Ácido Canario Vol.4 que tiene blues; eso sumado a la música africana me empiezan a influenciar mucho. Bombino, Jesse Fuller también aparecieron en esa época en mi vida.

¿Ahí empiezan a demear?

Zelmar: Bueno, en esa época yo tenía un grabador a cinta, nos chupábamos unos Fernet con Juanjo y empezábamos a grabar cosas. A eso le decíamos en joda “Blues del orto”. Decíamos, “hagamos un blues en esta tonalidad, con tal tiempo…” y él me decía: “Decime tres palabras…” Entonces, anotaba las tres palabras o anotaba una frase y hacía una letra, improvisábamos y grabábamos en toma cero. Después lo escuchábamos. La primera vez fue muy bueno lo que salió. Después hubo una segunda juntada, más eléctrica, que también estuvo buena. Después que pasaron esas dos o tres juntadas, decidimos armar la banda. Que todavía no se llamaba Gualicho Turbio ni nada. Pero yo no quería hacer una banda con bajo, batería y teclados. Sumale a eso que a mí siempre me gustaron los Rolling Stones, los Pretty Things, The Kinks, todo el rhythm and blues inglés; y desde que descubrí el rock de  garaje esa es la música que más escucho, con esas canciones sencillas y a la vez muy personales, con un sonido casi punk. Entonces, había que hacer algo que sonara a propio con esas influencias, sumadas a las que traía Juanjo de Manal, Pappo´s Blues y demás. Yo ya estaba haciendo reivindicaciones al primer Sandro, y otros grupos como Los Pick Ups y demás. Mi cuñado de ese momento, llamado Abel Giménez tenía un grupo con Hernán en Barrio Lindo, que queda en Almirante Brown, en el sur del Gran Buenos Aires.

Hernán: Ahí nos conocimos.

Zelmar: En el medio de eso, yo me empecé a separar y me vine a vivir a Capital...

Hernán: Yo participé en algunas grabaciones que ya tenían hechas con Juanjo. Yo recién arrancaba a tocar así fuerte, con otro lenguaje musical porque venía del rock barrial y me acoplé a lo que estaba haciendo Zelmar, que era totalmente diferente a lo que yo venía haciendo. Eso me puso a estudiar y a tomarlo un poco más en serio. Hasta ahí tocaba intuitivamente, pero con Zelmar aprendí un montón de teoría musical. Así fue que entré.

Zelmar: Yo también tuve que estudiar el estilo un poco, porque los bluseros tocan prácticamente con tres dedos. Me estuve interiorizando de eso y a la vez siempre fui percusionista. Cuando armé mi set, ya pensé que quería tocar con equipos chicos, que es una decisión estética porque a un equipo chico lo podés saturar más, etc. Además, con un grupo así lo armás fácil, podés tocar en la calle, en cualquier lado. Con seis micrófonos amplificás todo en la banda. No era para nada complicado. Ahí nació el grupo. Ensayábamos en la casa de mi vieja, en Atalaya. Así empezaron a surgir los temas. Ahí surge lo de llamar a la banda Gualicho Turbio. Juanjo tiene mucha facilidad para hacer música, es un poeta nato al que le das una idea o una melodía y enseguida te hace la letra. Rápidamente ya tiene un tema, es muy talentoso en ese asunto. Él había estado de cantante en Ácido Canario Vol.5 y ahí empezó a hacer una música nueva que no tenía nada que ver con lo suyo, en donde había muchos estilos, en donde lo metimos adentro de la improvisación libre. Me parece que él se metió en la cocina de algo que le fascinaba pero que no entendía. Eso le hizo un ruido interno. Vos lo veías cantar a Juanjo en ese momento y era un chabón gordito con corte de pelo milico y cantando como temeroso… Siempre la rompía, ¿no?, porque tenía una voz espectacular, pero Ácido le exigió otra cosa. Ya de por sí Ácido tiene el tema de los trajes, en donde cada uno de los integrantes se tenía que construir un personaje. A Juanjo le costó un año. Primero fue como un hippie, luego un pordiosero y pasó por muchos estados hasta entender que la banda era un poco el fin de su miliciado. Así, terminó tocando con un traje que le dan a los milicos, que usan cuando se casan, cuando se gradúan y cuando se mueren: un saco blanco. Quizás, él vio una especie de muerte de su miliciado ahí y salía así al final, cuando la banda explotaba. Juanjo ya se había dejado el pelo largo, bajó de peso, empezó a moverse en el escenario, hizo una transformación increíble en esos dos años que duró esa formación de Ácido. La verdad, que la banda en ese momento flotaba, era impresionante. Gualicho fue una decantación de eso.

¿Por qué?

Zelmar: Porque después surge el tema de los personajes. Yo le dije a Hernán que se consiguiese un palo, para hacer de chamán…

Hernán: Yo me vi como un chamán urbano. Y me lo empecé a imaginar como un tipo de la calle, sin pilchas compradas, por eso siempre rompí las bolas con los trajes decadentes. Así empezó todo con un saco mugriento que levanté de la calle. Era un tipo con un saco encontrado, al que le donaban el pantalón, los zapatos. Y como un chamán, en vez de tener un elixir como la ayahuasca, empecé a jugar con mi sonido. Así es como yo me libero en las dos horas de show, para poder continuar en esta vida mundana, sucia y vil; y encarar todo con otra energía. Esa fue la apertura del juego. Y el palo lo encontré en la laguna de Santa Catalina, ahí en Esteban Echeverría. Ese es el mismo palo que uso hasta hoy. Y le empezamos a agregar chapas, cascabeles que le voy colgando. Eso de empezar a jugar, a crearnos un personaje y no ser tres tipos comunes, apareció en Gualicho.

Así se largaron a tocar…

Zelmar: La primera vez que tocamos, en San Pedro, aun no teníamos terminado el tema de los trajes. Ahí le dije a Juanjo que él con las maracas tenía que poner la frecuencia rítmica porque no iba a haber platillo. Primero renegaba de eso, pero después se acostumbró. Juanjo ahí se dio cuenta que tenía que adelgazar, que se tenía que mover, que tenía que tomar definitivamente el papel de frontman. Así se empezó a desinhibir. Medio que Gualicho le vino bien para soltarse. Ahí dijo que él iba a ser el Poseso, ese iba a ser su personaje. Fue a una modista que le hizo el traje. Hay un poco del Sandro de la tapa del disco Espectacular en ese traje, también. Juanjo empezaba a coparse mucho con Sandro, que quizás haya sido el mejor performer que tuvimos acá de los 60 a los 80. Un tipo que cantaba muy bien y se movía. Para Juanjo, que venía con el rock cerebral argentino de los 70, se le hizo un clic en la cabeza.

¿Y cómo sigue la historia del grupo?

Zelmar: Yo me fui a vivir a San Telmo y ahí estaba viviendo conmigo un amigo llamado Pablo Bobadilla. Un día, Pablo ve en mi computadora un ensayo filmado de Gualicho y se entusiasmó. Así, en 2012, vino la banda eslovena Incurabili a tocar en Vorterix. Ellos eran un dúo. Uno tocaba una batería que era un bombo, un redoblante y una chapa toda podrida; y el otro una guitarra toda afinada en Sol. Hacían toda su música con esos elementos y editaban sus discos en cartones bastantes crudos, y tienen un sonido muy cercano a ese sonido de Fat Possum del que te hablé antes. Yo en ese momento estaba en Uruguay visitando a mi papá, y Pablo en una salida por San Telmo se encuentra con uno de los Incurabili. Ahí Pablo le dice: “Vos tenés que escuchar a Gualicho Turbio…” Así fueron a mi casa y Pablo le hizo escuchar rock argentino viejo: Color Humano, Vox Dei, Manal y demás. El flaco de Incurabili flasheó con esos vinilos y la música y Pablo le contó cómo era Gualicho Turbio, lo de la monobanda y demás. El loco le dice: “Sería genial que nosotros tocáramos con ellos…” Así le sugiere que vaya a la embajada de Eslovenia a hablar con una funcionaria con la idea de hacer un split con ellos, un disco en que de un lado estuviera Incurabili y del otro Gualicho. Llego de Uruguay y Pablo me da ese notición pero yo venía muy deprimido, estaba en una época difícil. Igualmente, grabamos tres temas en lo de Rubén Travierso: “Guanuco”, “Gualicho Turbio” y “Dilema”. Esos tres temas se los mandamos a Incurabili y les encantaron, así que fuimos a la embajada a vender el proyecto y que lo apoyaran. Así fuimos con Pablo, muy zaparrastrosos, con bermudas y chancletas a la embajada de Eslovenia. Verano, hacía un calor de morirse. Nos atiende una mina preciosa que se llamaba Petra, que era contacto de Incurabili. La mina nos abrió un mapa repleto de lugares culturales en los que se tocaba rock. Ella se entusiasmó con nosotros y quedamos en hacer el proyecto con los Incurabili. Ahí lo conocimos a Charly [Acconcia], que luego sería la otra pata de Gualicho, que siempre me ayudó con las grabaciones. Lamentablemente, el proyecto de hacer el split con Incurabili se fue a pique porque ellos se pelearon. Pero eso nos sirvió de envión para que nosotros nos pusiéramos las pilas y sacar la banda.

Ahí empiezan con todo…

Zelmar: Sí, empezamos a tocar en la peluquería de Jopo, en Pasaje Giuffra y Defensa, a tres cuadras de mi casa. Un lugar variopinto que se llenaba de turistas, con birra barata y música. Obviamente, eso no duró nada porque empezó a venir la cana. Pero en esas fiestas tocamos nosotros. Ahí cayó el Griego Marcelo Iconomidis y nos vio. Al principio el Griego me dijo que me había escuchado en Ácido Canario Vol. 3 y estaba muy copado con ese disco y quería que estuviéramos en el programa de Peter Capusotto, en donde él programaba toda la parte musical de los videos. Como el programa tenía más de cinco años en el aire, el Griego quería poner música actual, no más material de archivo y extranjero. Y como la mayoría de los grupos que le copaban no tenían guita para hacer los videos se decidió a hacerlos él mismo. Así se compró una cámara y empezó a hacer sus propios videos. Cuando lo conocí, le dije: “Mirá, Ácido Canario toca recién en un mes, pero el sábado que viene toco con una banda que se llama Gualicho Turbio. Vení a vernos…” Ese día con Gualicho empezamos con la invocación que hacemos siempre ahí en la calle, Pablo hizo una cruz de sal y tocamos. Ahí nos echó el ojo el Griego y le gustó. Le pasé los tres temas en un cd grabado y un día nos dice que se le había ocurrido la idea de cómo hacer el video. El Griego laburaba en un jardín de infantes y nos dijo de hacerlo ahí. Previamente a eso, nosotros habíamos tocado en una sala de un jardín con orientación artística al que iba uno de los hijos de Juanjo. Nosotros fuimos ahí a tocar de civil, porque todavía no teníamos los trajes armados, recién arrancaba Gualicho. Una maestra había filmado con una camarita un registro que duraba segundos, ni siquiera era un tema entero, una cagada total… Pero igual subí el video a YouTube, en donde se ve a todos los nenes bailando. Ahí lo vio el Griego, le gustó la idea y filmamos finalmente el video con él. Como íbamos a salir en el programa de Capusotto, antes hicimos una sesión muy buena de fotos de prensa con Soledad Muriel. Aun no teníamos ni página de Facebook y los trajes los estaban haciendo.

Hernán: Era todo muy precario…

Zelmar: Por eso Juanjo tiene el chalequito todavía… Bueno, hicimos la sesión un domingo y después nuestro amigo Pali hizo la página de Facebook, el lunes publicamos algunas de las fotos de la sesión y subimos una canción: “Dilema”. Y claro, la gente veía el video y te buscaba en las redes. El Facebook todavía era algo nuevo en 2012, 2013, y una página que tenía cero me gusta pasó a mil al toque. Así nos empezaron a buscar todos. El primer tema que salió fue “Dilema”, que fue contundente, no solo por el video, sino también por la formación en la que yo siempre confiaba, además era un tema corto, potente y para mí es uno de los mejores que hicimos. “Dilema” es uno de esos dos temas que hice colgado en el bondi, en medio de toda mi crisis, y es medio una anti poesía, son imágenes la letra. Esa letra es mía y Juanjo la arregló un poco. Creo que fue uno de los videos más potentes de todos los que venía haciendo el Griego.

LOS DISCOS

¿Y de los discos que hicieron, cuál es que más les gustó?

Zelmar: Cada uno tiene sus cosas.

Hernán: A mí me gusta mucho el primero…

Zelmar: Es el que más tocamos, también.

Hernán: El primero es el que más escuché, pero el segundo también me gusta. Los dos primeros son los que más me gustan. Después, Un ruido otra vez también tiene lo suyo. Por ahí no es tan rockero, pero sí lo tiene en su esencia. En el primer disco, el último tema es una grabación de aquellas iniciales de “blues del orto”. En el segundo está “Ácidas tardes de Atalaya”. En esa época de “blues del orto” yo aún no tocaba como toco ahora, aun me estaba encontrando. Ese es el juego que teníamos en los discos, que ese “blues del orto” estuviera presente en Gualicho Turbio.

Zelmar: El primer disco está grabado en varios estudios. Está grabado en el Estudio Libres, en Caballito; y otros temas están grabados en lo de mi amigo Rubén Travierso. También en Gualicho Turbio estaba la cuarta integrante que fue Barbie [Bárbara Aguirre], y ella participa haciendo un micro coro en “No te quiero más”…

Hernán: Y en la contratapa del disco…

Zelmar: Sí, y también participaba en la puesta en escena. Bailaba y demás…

Hernán: En Gato Negro, el segundo disco, ya está más presente.

Zelmar: Bueno, pero el primer disco no tiene un sonido homogéneo, al ser grabado en dos estudios diferentes. Al principio mezclaba yo en un programa Cool Edit viejo, y después empecé a mezclar con Charly Acconcia.

Hernán: Otro gran acierto fue el formato, haberlo editado en vinilo. Porque si hubiera quedado en cd o plataforma, no sé si hubiera sido lo mismo, porque mucha gente me dijo: “La música que hacen coincide con el formato…”

Zelmar: Pero para hacer ese primer disco hicimos todo un cronograma de un año para juntar el dinero y poder llevarlo a cabo, como hacer la promoción, como hacer la preventa y cuándo íbamos a tener el disco, porque todavía no había fábricas de vinilos en Argentina. Siempre funcionamos como cooperativa.

Sí, sino era muy difícil llevarlo a cabo…

Zelmar: Igual, para los dos primeros discos siempre tuvimos aliados: Paco de Exiles Records, Bonus Track, Juan Manuel de Fishing Discos. El segundo álbum sí es homogéneo porque lo produjimos con Charly y está todo grabado en el estudio de su casa. Nos propusimos grabarlo todo en la casa y usar cámaras naturales, no usar casi plugins, entonces casi todas las reverbs, todos los efectos están hechos manualmente. Yo grabé toda la monobanda y después vinieron Hernán, Juanjo, Barbie, etc. Hay un solo tema en el que toco otras cosas pero después es todo monobanda, hay algunos en los que hay unas percusiones, pero no mucho más que eso. Incluso, el último tema “Desierto”, que está buenísimo, lo grabamos en el garaje, al lado de la parrilla. Ósea que toda la cámara, el planteamiento del estéreo, es todo real; todo lo que se escucha, pajaritos, perros y demás, sucedió en ese momento.

¿Y el tercer disco de Gualicho?

Zelmar: Con Charly habíamos empezado a delirar el proyecto, con la idea de alquilar micrófonos, ir al estudio y demás; pero vino la pandemia y empecé a grabar todo yo en mi casa. Pero también ocurría este déficit de ensayos del que hablábamos al principio de la charla. Entonces, medio que me cargué el disco al hombro y me estaba separando de Barbie en medio de todo eso, buscando un alquiler en plena pandemia. Así empecé a grabar el disco en una consola de dos canales, con dos micrófonos y hablando con Charly por WhatsApp acerca de cómo tenía que hacer la toma del bombo y demás. Así y todo, el disco tiene buena calidad. Después lo empezó a producir más groso Charly, el que le redondeó el sonido fue él. Es un disco más moderno en su mezcla final. Pero lo bueno que tiene es que todo eso que hablábamos del carnaval, la murga y la milonga no estaba plasmado en los otros discos y en este sí. A nivel búsqueda sonora y de identidad, me parece que el tercer disco tiene algunos puntos logrados. No es todo de murga ni en pedo, solo hay un par de temas, porque también está la cosa garajera en temas como “Oro verde” que es puro fuzz, un blues cuadrado… También tiene cosas africanas en “Las iguanas de mi boca”. Sin embargo, para mí el mejor tema del tercer disco es “Aquella tarde” porque tiene otra influencia muy importante en mi vida que es el Captain Beefheart, un chabón que me hizo escuchar de nuevo a Howlin´Wolf. En lo musical ese tema tiene un riff en 3/4 y la batería va en 2/4, y tiene un clímax que es único. “Verdugo” me parece que es una gran canción; “El blues bien abajo” también, un tema que le hice a Juanjo cuando él venía un poco bajoneado, y es el único tema que está grabado en vivo. En donde Gisela [Peláez] hizo el videoclip. También están “Rata de ciudad” que es un tema que hice solo, en donde me inspiré un poco en Bill Broonzy, y “La sombra” que es un tema espectacular que le gustaba mucho a nuestro amigo el cineasta Rodrigo Espina, incluso lo llegamos a filmar para una película que él estaba haciendo y lamentablemente no pudo terminar porque falleció. Para mí el último disco, a pesar de no ser musicalmente homogéneo, está mejor producido. Lo cierra “Paraguay”, un tema grabado con dos micrófonos en la cocina de la casa de Charly, que fue muy espontaneo como salió.

¿Y los temas editados que no están en los discos?

Zelmar: Sacamos varios singles. El primero fue “El movimiento”, una canción que hice con afinación abierta, el día que Cristina presentó la fórmula presidencial junto a Alberto Fernández. El macrismo para mí fue muy duro, en lo que respecta a lo laboral, y esa fórmula me dio esperanza, más allá del resultado final… [risas] También estábamos en una etapa en la que queríamos que Bárbara tuviera un poco más de protagonismo en las voces, se estaba perfilando Pali como músico colaborador, así que lo pensé por ese lado. Después está “El adivino” que me parece un temazo, que tiene unas percusiones africanas muy flasheras, una afinación abierta en Sol que después usé para otros temas. “La pena del sin sentido” que lo hice cuando le dieron el golpe de estado a Evo Morales, que me puso muy triste, e hice la letra de un tirón. Ese tema tiene una cosa media andina porque está todo en La menor. Participan ahí los chicos de Tick Toper, una banda cuyo estilo no tiene nada que ver con el nuestro pero que con la que hicimos una amalgama muy interesante. Quedó un tema casi pop pero está muy bueno. Y por último está “El blues de ayer”, un tema que en realidad hacíamos con Juanjo en los comienzos de la Riki Tave, en donde yo tocaba el bajo, y Juanjo le puso la letra. Es un tema que siempre lo usábamos para boludear en zapadas y demás pero que siempre quedó ahí, hasta que lo reincorporamos en “blues del orto”, en donde Hernán lo conoció, pero venía de antes. Nuestro amigo, el ilustrador Nico Foti, trajo a Rolando Castello Junior, que para nosotros es un héroe, y como él se copaba mucho con Gualicho se prestó a colaborar con nosotros. Pero ese día no estuvieron ni Juanjo ni Hernán, así que Miguel Mactas, de Los Espíritus, nos grabó a Rolando y a mí haciendo el tema.

Eso es todo…

Zelmar: No, pará. Ahora hicimos un tema llamado “Traje sucio boogie” con los Gitanos, en un disco que se llama El muerto se ríe del degollado. Ellos son unos pibes jóvenes divinos de la zona sur que son muy amigos de nosotros. Son tres pibes y dos chicas, que tienen la veta años 60 y 70 con ese sonido de blues rock tipo Espíritus, con mucho delay. Con ellos hicimos dos fechas. Estuvo buenísimo porque es todo público joven, muy rockero. Recomendamos mucho a Gitanos, de corazón. Ellos tienen mucha cultura rock y tienen lo que hay que tener. Una propuesta muy interesante. Además, ahora encontré un tema llamado "Julia" del año 2013, de las sesiones que se hicieron para el primer disco, y también está la canción llamada “Monja” que había salido en un compilado del festival Festipulenta en 2015. Con esos dos temas vamos a hacer un EP llamado Sesiones olvidadas 2013 – 2015

Hasta acá hablamos de todo lo que se hizo. ¿Qué les quedó en el tintero?

Hernán: Mirá, siempre vamos a resaltar lo que hicimos. Podríamos haber sido millonarios, pero no lo hicimos. Lo importante es haber tenido la oportunidad de hacer realidad este proyecto, con eso yo ya gané.

Zelmar: Está muy bien lo que dice él. Lo que se probó y no salió, no salió, es una cosa natural de las personas y sus circunstancias. Uno propone y Dios dispone. En lo personal, yo siempre le puse todo.

Hernán: Me hubiera gustado que tuviésemos más difusión y meternos en otros lugares porque la banda lo conseguía. Porque la música de Gualicho era una piña en el mentón para mucha gente. Faltaron cosas pero me siento bendecido por haberlo hecho. Yo gané.

Zelmar: En un principio, nuestra aparición en el programa de Peter Capusotto ayudó mucho también, pero luego empezó a menguar eso. No solo porque ya no está más el programa sino porque las cosas cada vez son más efímeras. Concentrarse en algo es complicado. Es difícil que alguien se siente a escuchar un disco en la actualidad.

Hernán: ¿Pero por qué hacen que todo pase tan rápido y que sea tan efímero? Porque no les interesa que la gente se despierte, y esta música que hacemos nosotros, y lo voy a decir bien arrogante, bien soberbio: esta música despierta a la gente. Y yo quiero funcionar como un disparador para otra gente. Con eso ya está. 

¿Cómo te gustaría que fuera recordado Gualicho Turbio?

Zelmar: Yo siempre defiendo mucho esa idea de que el rocanrol es un regalo, porque es tan fácil y a la vez tan difícil de tocar… Creo que Gualicho tiene eso, en vivo la gente baila, la pasa bien, hay algo motivador ahí, por momentos hasta hay un reencuentro con lo folclórico porque todas nuestras generaciones se criaron escuchando algo de rock en sus casas. Sin embargo, se había perdido el movimiento, la cosa esotérica que tiene el blues y se había transformado todo en muy mainstream, tipo “a ver como toca la pentatónica este gordo…”

“Tocar con la cara”, como me dijiste en nuestra primera entrevista…

Zelmar: Como toca Richard Clayderman… [risas] Claro, no… Pero me parece que, en ese aspecto, Gualicho nos ha transformado totalmente y el proyecto se llevó a cabo. ¿Qué nos hubiera faltado? No sé. Un amigo me dijo la otra vez que las bandas tienen su propia vida y la percepción que generan va mutando de acuerdo a la época. No es lo mismo el Pink Floyd de Syd Barrett cuando lo recordaban en los 70, que cuando lo recordaban en los 80 o como lo recordamos ahora. En los 70 era un colgado falopero con problemas, en los 80 ya era de culto y ahora son las mejores canciones que pasaron en los 60, y así… Qué sé yo, me parece que el tiempo va poniendo las cosas en su lugar, si realmente han sido importantes o necesarias para algunas personas. Creo que con Gualicho he hecho mi proyecto musical más conocido, “comercial” entre muchas comillas, pero sé también que motiva a mucha gente. Te lo demuestra el feedback que tenemos en las redes, cada vez que posteamos algo. Después está la verdadera procesión que va en cada uno, lo que ponés, los costos y también el futuro que no se termina acá porque yo tengo muchas cosas por delante que quiero realizar.  

Emiliano Acevedo

viernes, 15 de agosto de 2025

EL ARTE DE CONTAR, entrevista a Víctor Pintos


Víctor Pintos es un apasionado del periodismo. Tiene mucha memoria y desgrana recuerdo tras recuerdo en cada charla. Desde hace una década vive en Agua de Oro, un pueblito de 3000 habitantes en Córdoba, que “ni figura en los mapas”, según sus propias palabras. Aquí sigue haciendo lo que le gusta: Dedicarse a las artes y al viejo oficio de contar historias. Algunas de ellas forman parte del anecdotario del que se nutre su último libro: 66 historias que merecen ser contadasrecientemente lanzado por la Editorial Mil Campanas. El texto es una suerte de repaso de anécdotas y vivencias recabadas en 50 años de periodismo.  Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Roberto Goyeneche, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Litto Nebbia, Silvio Rodríguez, Rubén Blades, Teresa Parodi, Ricardo Soulé, Billy Bond, Pappo, Herbert Vianna, Joaquín Sabina y otros son algunos de los protagonistas del libro.

Pintos también es escritor, locutor y productor multimedia. Trabajó en las secciones espectáculos de los diarios Clarín, Página 12, Sur y La Razón. También participó en las revistas Expreso Imaginario, Humor, El Periodista y Rolling Stone. Con puntualidad casi inglesa se sienta a charlar con Intersticio Rock en esta linda nota…

ENTREVISTA > Cincuenta años en el periodismo, empezaste de chico, ¿no?

Sí. Empecé en los 70 cuando estaba terminando el secundario, haciendo radio en Olavarría, donde yo nací en 1958. Ahí me fue bien, en ese programa de radio, y un día conocí a León [Gieco]. Yo lo había llevado a Olavarría para que hiciera unos conciertos. Así nos hicimos amigos y en un momento me dijo: “¿Y vos no pensás irte a Buenos Aires?” Yo no lo había pensado hasta ese momento, pero me explotó la cabeza y me fui a Buenos Aires. Llegué en 1980 y tuve mucha suerte porque conseguí trabajo en medios muy interesantes de ese momento. Y siempre hicimos cosas juntos con León, por lo tanto es alguien muy importante en mi vida. La primera tapa que hice para El Expreso Imaginario fue una entrevista que le hice a él. Nos vimos toda la vida. Después yo formé parte del triángulo en el que se apoyó León para hacer el estudio Del Arco, junto a Osqui Amante. Hicimos un montón de cosas ahí, en ese estudio. Y todas cosas que nos gustaban: El último disco de Antonio Tormo, el primero de Abel Pintos, una colección de rarities de León, etc.

León te hizo el prólogo de este nuevo libro…

Sí, nunca le pedí nada y me decidí ahora a hacerlo. Y ahí cuenta la anécdota de cuando me conoció, aquella vez en Olavarría. Cuando llegó para hacer el concierto y se dio cuenta que el productor del mismo era yo, que era un pendejo… León no lo podía creer. Justamente, el sonidista de esa gira era Osqui Amante, que años después sería mi amigo. Osqui advirtió el detalle de que yo estaba pasando al aire “Like a Rolling Stone”, la canción de Bob Dylan. Entonces le dijo a León, por lo bajo: “Che, esto no pasa en las radios de Buenos Aires…” Ahí León me dijo que si iba a Buenos Aires yo podría laburar de periodista, y que él me iba a presentar a Spinetta. Y cumplió.

¿Cómo está conformado este libro de anécdotas, Víctor?

Son cincuenta años de profesión, en donde me la paso conociendo anécdotas. Me sale en forma natural. Hice entrevistas, hice encuentros, fui a conciertos, escuché discos. Hay gente que conocí mucho y otra que no conocí en toda mi vida, pero sé de historias. Este libro se hizo juntando historias que son de canciones populares que conoce mucha gente. Yo tengo muy buena memoria y además escucho a la gente, no es que todo me chupa un huevo. Por ejemplo, una vez Teresa Parodi me contó que “Pedro Canoero” no era correntino sino paraguayo. Ella lo había conocido una vez que salió a pasear por el lago Ypacaraí con el que era entonces su marido. Teresa me dijo que el canoero era paraguayo y les fue contando unas historias alucinantes. Ahora, cuando uno se imagina a “Pedro Canoero” se lo imagina como un canoero del Río Paraná, correntino, probablemente… Bueno, en el libro se cuenta la historia real de ese canoero que era paraguayo y que tampoco se llamaba Pedro.

Lo interesante del libro es la cantidad de músicos que hay…

Sí. Por ejemplo, una vez tuve la posibilidad histórica de viajar con Silvio Rodríguez. Justamente, nosotros pegamos buena onda por intermedio de Bob Dylan. Yo soy muy fanático de la música de Bob y resulta que Silvio también. Silvio, a pesar de ser cubano, tiene una gran devoción por Bob Dylan. Y nos pusimos a hablar de eso, de nuestros discos preferidos y demás, hasta que en un momento me dijo: “¿Sabés que yo escribí una canción sobre Bob Dylan?” Yo le pregunté: “¿Cómo?” Y Silvio me dijo que en la canción nunca lo nombraba a Bob, pero que estaba escrita como si él se lo encontrase a Dylan. Imaginate, eso ya era una historia. Un día, hablando por teléfono, me cuenta que había grabado esa canción. La gente no sabrá que canción es hasta que lea el libro, pero cuando lo hagan se van a dar cuenta que Silvio, efectivamente, en esa canción está hablando de Bob Dylan.

Increíble…

Bueno, eso le dio risa a León y por eso lo puso en el prólogo. Por eso, es un libro de historias. Por ejemplo, otra, una vez le hice una entrevista a Rubén Blades y también pegamos buena onda. Entonces, me dijo que si, cuando terminase la entrevista, no lo acompañaba a comprar unos libros por la Calle Corrientes. Yo le dije que sí, por supuesto. Le habíamos hecho la entrevista en el Hotel Bauen, ahí cerca de Callao y Corrientes y nos fuimos a recorrer librerías, entre Callao y el obelisco. Así que lo acompañé a Blades… ¡Lo acompañé a Rubén Blades, loco! Era un flash. El tipo andaba con guita, tenía una tarjeta de crédito importante, y se compró una pila de libros, todos escritos en español. Él vive en Nueva York, en donde todos los libros están en inglés. Entonces se compró las obras completas de Borges, las de Cortázar, libros de Octavio Paz, otros de García Márquez… Estaba fascinado el chabón. Y justo estábamos en la recorrida por las librerías y él me decía que cuando andaba por la calle en pantalones cortos nadie le daba pelota. Él me decía, “lo que pasa es que acá yo no soy conocido…” Yo le decía que no, que él era conocido. Pero Blades me decía que no, y la muestra estaba en que la gente no se paraba para pedirle una foto, un autógrafo. Entonces, con una pila de libros que había elegido en una librería, enfiló para la caja y le dijo a la cajera: “¿Vos conocés a Rubén Blades?” Y la chica lo miró, como diciendo “qué raro este tipo”, y le respondió: “No, no lo conozco…” Entonces, Rubén le retrucó: “¿Vos conocés a Pedro Navaja?” Y la chica le contestó: “Sí, claro…” Ahí Rubén le dijo: “Bueno, ´Pedro Navaja´ lo escribí yo. ¿Me vas a hacer una rebaja?” Fue toda una puesta en escena para contarme que su canción había sido más famosa que él. Eso está en el libro.

Cambiando de tema, ¿qué te gusta de la música actual?

La música va mutando, como siempre. Por ejemplo, los que dicen que el reguetón es una música que tiene letras muy procaces, para mí, en el fondo, son viejos que no leyeron adecuadamente la historia del rock. Porque, al principio, el rock se solidificó con letras que eran muy lascivas. Era música de negros. La gente venía del jazz y decía: “El rock n´roll es un género menor, las músicas son todas iguales…” Las bolas que son todas iguales, porque con el paso del tiempo vimos que eran distintas. Y el reguetón tampoco es todo lo mismo. En el reguetón está en una punta Tego Calderón y en la otra Daddy Yankee. Mirá lo que pasa con el rap. Todo se mezcla y todo se confunde. Y hay alguna gente que veo que habla sin propiedad sobre el hip-hop. Se confunden al rap o al reguetón con otras músicas. Me parece que hay una confusión muy grande. Hay muchos aficionados metiendo la cuchara en esto y eso hace que haya un montón de desconcierto. Y parte del desconcierto está creado por gente que ha llevado a otras a votarlo a Milei. Es increíble.

¿Y del rock actual, qué opinás? ¿Te gusta algo en particular?

Todo se rige por tiempos. Uno se cree que la música que escuchó a los 17 años es la mejor del mundo, y andá a saber si era así. A mí me gustan más los clásicos, me gusta Bob Dylan, The Police y me gusta Atahualpa Yupanqui también. El gusto es una cosa muy subjetiva.

Emiliano Acevedo

domingo, 10 de agosto de 2025

CAMINO AL ANDAR, entrevista a Gringui Herrera

Compositor y guitarrero, la vida de Gringui Herrera es un culto al trabajo y el sacrificio. Son casi 50 años de carrera en la ruta del rock. Tocó con varios de los mejores artistas de la música popular argentina y él mismo es un músico prolifero, versátil y constante, lleno de historias y anécdotas. Algunas de ellas están en esta nota…



ENTREVISTA> ¿Empezaste haciendo folklore cuando eras chico?

Claro. Cuando empecé a tocar iba a tercer grado de la primaria y apareció un profesor de guitarra en la escuela en donde yo cumplía doble escolaridad, y empezamos a practicar ahí música. Al principio éramos quince alumnos, la segunda clase éramos menos y después terminamos tocando tres, a los que el profesor nos enseñó folklore, zambas, chacareras, etc.; para tocar en los actos escolares. Desde esa época conozco los ritmos de la música folclórica argentina. Después fui recorriendo los caminos de otras músicas como Creedence, los Beatles, y otros grupos que fui descubriendo por la influencia de mi hermano mayor. Empecé a frecuentar gente que le gustaba el rock y así fui haciendo mi estructura musical.

En los 70 tuviste un grupo llamado Carolina, ¿tocaban rock tipo Rolling Stones?

Sí, era una banda de rocanrol nacional con letras en español con gente que les gustaba mucho los Rolling Stones, y hacíamos ensayos en el barrio de Floresta. Así nos presentamos en algunos teatros de la época: en el Teatro Del Carmen, en el Teatro Estrellas, etc. Éramos una banda under, no fuimos muy conocidos. Pero era una muy buena banda, yo era un poco más chico que los otros integrantes. Eran todos pibes de 22, 23 años y yo tenía 15 nomás.

Mirando revistas de la época como la Roll de 1977, nombran bastante a Carolina, como una de las nuevas promesas del rock…

Claro, incluso nos hicieron notas en Expreso Imaginario, en la Pelo, y demás. Era una linda banda pero nos disolvimos, porque era la época de la Dictadura y era muy difícil salir a tocar. Después hice un viaje con el bajista a España en donde seguimos con el proyecto. Grabamos algo allá, en donde también era muy difícil progresar. Fue una banda muy linda.

Y luego volviste a Argentina en 1980 y te enganchás con Andrés Calamaro a tocar y componer, ¿no?

Sí, totalmente. En realidad, a Andrés lo conocí en la secundaria en 1978. Luego, en el 79 viajé a España y él viajó a Estados Unidos. En el 80 nos reencontramos en Buenos Aires y empezamos a conectarnos para hacer música y así armar nuestros primeros temas juntos. Los cuales, algunos estuvieron en los primeros discos de Los Abuelos de la Nada, como “Así es el calor”, “En línea” o “Tristeza de la ciudad”. Eran temas que nosotros grabábamos juntos en un estudio. Andrés tocaba teclado y batería y yo bajo y guitarras. Hacíamos sobregrabaciones los dos juntos. Así empezamos a darnos a conocer en el ambiente musical. A los músicos les empezó a gustar lo que hacíamos y eso derivó en que a Andrés lo llamaran de Los Abuelos y yo también empecé a trabajar con algún que otro artista. Nuestro sueño era tocar y poder vivir de la música y así lo empezamos a hacer. Valió la pena el esfuerzo.

¿”Fabio Zerpa…”, el tema del primer disco solista de Andrés [Hotel Calamaro, 1984], es de esa primera época?

Sí, “Fabio Zerpa tiene razón” es de esa primera camada de temas que hicimos en el 80. Después, Andrés los lleva a su primer disco solista en donde los grabó con Charly, en donde él hizo un arreglo nuevo. Es una canción que tengo ganas de hacer de nuevo con la formación actual de Los Abuelos, en dónde estoy tocando junto a Gato Azul, el hijo de Miguel Abuelo. Me gustaría volver a grabarlo con nuestra impronta actual. Es un lindo tema.

¿Cómo era el proceso de composición con Andrés?

Los hacíamos entre los dos. Por ahí, yo tenía más ideas musicales y de melodías y después nos encontrábamos en su casa y entre los dos armábamos las letras de las canciones. Andrés también aportaba arreglos musicales y así iban saliendo las canciones. Siempre fue muy ameno el proceso de composición. Hacíamos un buen equipo y componíamos los temas con bastante facilidad. Luego los grabamos y algunos temas fueron bastante conocidos. Algunos me siguen dando de comer… [risas]

Tu hit de la época fue “Tristeza de la ciudad”…

Ese fue un tema que hice solo y forma parte de esa época de composiciones.

¿Cómo lo hiciste?

Inspirado por la música de Bob Marley, al que venía escuchando mucho desde mi época en España. Escuchaba bastante reggae y The Police y así salió. Me inspiró la vivencia de un día gris, de lluvia y de frío, tomándome un bondi en Chacarita con la gente. Así me salió la letra y llegué a casa y lo saqué en cinco minutos porque ya lo tenía en la cabeza. Se conjugó la letra con la parte musical. Está bastante explicito cual era el feeling que se vivía en el país en ese momento.

Eso fue en el año 80, ¿no?

Sí, por ahí.

“Así es el calor” también es un temazo…

Ese fue el primero que hice con Andrés. Todavía lo toco con Los Abuelos en vivo. Es un tema que gusta mucho, que la gente lo conoce y siempre es un placer tocarlo. Es un rocanrol bueno, potente y que la gente disfruta mucho. La letra del tema la hicimos entre los dos.

”En línea” también es de esa época, ¿no?

Sí, totalmente. Eran todas ideas que yo llevaba de mi casa a la casa de Andrés en Palermo y ahí las resolvíamos. Ese es otro tema que tengo ganas de volver a hacerlo. “Levantando temperatura” también, me gustaría hacerle una versión nueva más parecida a como era el tema originalmente, que era un rocanrol.

“La vi comprándose un sostén” y “Amor iraní” también son de esos años…

Sí, son temas que están en el recuerdo. Eran parte de las primeras grabaciones de la Elmer´s Band, que formábamos Andrés y yo a principios de los 80. El nombre vino porque yo le había contado a él que acá en mi barrio había un loco que se llamaba Elmer, un tipo que estaba de la nuca, entonces quedó la Elmer´s Band.

¿Y cómo llegaste a tu disco solista en 1984?

Eso surgió porque pasaba mucho tiempo junto a Cachorro López y Andrés, componiendo canciones, y pintó la posibilidad de hacer mi disco solista en el sello Interdisc de Pelo Aprile. Al principio lo iba a hacer con Cachorro, pero él viajó y lo terminé haciendo solo. Si bien no logré todo lo que habría querido, fue una linda grabación que me dejó lindos recuerdos. Me gustaría retomarla. Pero no creo que pueda porque las cintas que se usaron para grabarlo eran cintas usadas. En esa época no había tantas posibilidades de grabar de la mejor manera.

Ahí, al toque, te sumás a Los Abuelos en lugar de Gustavo Bazterrica…

Claro. Una vez había salido a andar en bicicleta y cuando volví mi mamá me dijo que había llamado Cachorro diciendo si no podía ir a hacer un show ese mismo día. Ese fue el primer show que hice con Los Abuelos en el conurbano. Empecé a tocar con ellos y después vino lo del Teatro Opera que quedó plasmado en el disco en vivo.

Sí, una presentación a todo trapo con ustedes maquillados y demás…

Sí, tal cual. Muy Culture Club… [risas] Fue muy divertido.

¿Cómo era trabajar con Miguel Abuelo?

Miguel era un tipo muy creativo, jodón y alegre; pero también tenía un carácter fuerte que era difícil de sobrellevar. De cualquier forma, nadie es perfecto y, dentro de todo, era una persona bastante accesible. Me acuerdo también de las visitas que hacía a su casa en esa época y estaba con él y con Gato Azul, su hijo, que en ese momento tendría 10 años. Así que a Gato lo quiero como si fuera un hijo. Eso está latente.

Después te sumaste a la banda de Calamaro solista, ¿no?

Sí, grabamos algunas cositas. No nos iba tan bien con el tema de los shows porque venía dura la mano. Todo cuesta mucho, la vida del músico no es un lecho de rosas, pero cuando hacés tu vocación, lo que te gusta, es maravilloso. Hay lindos recuerdos de muchas giras, mucho sacrificio, muchas horas de grabación, hicimos lo mejor que pudimos…

Yo soy fanático de esa época de Calamaro. ¿Podríamos hablar un poco de esos temas que hicieron juntos, como “Miro por la ventana” o “Por mirarte”?

Bueno, “Miro por la ventana” forma parte de la primera camada de temas que hicimos juntos, a principio de los 80, en la casa de Andrés en la calle Las Heras, en un piano que tenía que era más grande que su habitación... En cambio, “Por mirarte” surgió mucho después durante proyecto de una película que iba a hacer un amigo de Andrés, que creo que se llama Octavio. Hicimos una grabación piloto del tema en un estudio chiquito. Yo tenía la música y la completamos juntos, ahí sí Andrés hizo casi toda la letra. En esa época, algunas cosas salían así, sobre la marcha, otros eran temas que ya teníamos.

¿Y “Lamiendo un hueso”?

Es más un tema de Calamaro, en dónde yo lo acompañé. Él tenía la letra y yo lo ayudé a terminar la canción.

Después, en el 89, llega el disco Nadie sale vivo de aquí que es una gloria…

Estaba bueno ese álbum. Ahí ya participa Ariel Rot. Con él congeniamos muy bien, tuvimos muy buen feeling, nos complementábamos muy bien. Una época muy linda, con horas y horas de grabación y mucha dedicación por amor a la música.

En ese disco de Andrés tenés varios temas: “Señoritas”, “Con la soga al cuello”, “No me vuelvas la espalda por eso” y “Ni hablar”.

Eran todas cosas, grabaciones que iban saliendo. Andrés era un pibe que tenía el bocho bastante abierto. Yo aportaba ideas musicales que lo ayudaban a terminar letras que él escribía y no tenían música. Algunos son zapadas, como “Señoritas”, a las que le dimos forma ahí en el momento. “No me vuelvas la espalda por eso” también, aunque venía de ese proyecto anterior de la película, junto a “Por mirarte”.

Después que Andrés se va a España, ¿con quién tocaste?

Con Nito Mestre, Man Ray, también algunos shows con León Gieco, en los que reemplacé al Gordo [Eduardo] Rogatti.

Luego llega lo de Fito Páez…

Sí, me llamó e hice la última parte de la gira de El amor después del amor, luego todo el proyecto Circo Beat, también participando de la grabación del disco en un par de temas; siempre siguiendo rigurosamente las indicaciones del maestro Fito Páez.

¿Es complicado para laburar? ¿Es muy rígido?

No, no, pero es un tipo que es muy exigente y capaz. Es de la escuela de García, en donde ya está estipulado lo que va a tocar cada uno, ya está todo previamente pautado. Es impresionante, yo aprendí un montón laburando con Fito. Pero hay que bancársela, y hay gente que no se la bancaba. Hay gente que él convocó y se fueron dando un portazo porque tenés que adaptarte a esa manera de laburar que no es tan fácil.

¿Fito fue el tipo más exigente de todos los que laburaste?

Sí, creo que fue el más exigente. Con otros, por ejemplo con Alejandro Lerner siento que tengo más libertades, si bien hay cosas que están estipuladas, yo tengo bastante libertad para tocar. Con Fito, en cambio, tenía que hacer ciertas cosas y no salirme de ahí.

Después volviste a tocar con Calamaro, en la época de Honestidad brutal

Totalmente. El último día de la gira con Fito me encontré con Andrés en Rosario en una estación de servicio. Él había venido de invitado de Fito a sus últimos shows y me propuso volver a tocar juntos. Ahí empezamos a hacer el proyecto de gira de Alta suciedad. Hicimos esa gira, que fue un poco caótica, y después empezamos con la composición “violenta y precoz” de Honestidad brutal. Empezaron a salir muchas canciones, muchas lindas y otras no tanto, con amor por la música…

Vos tenés temas en Honestidad brutal y El Salmón

Sí, “Output - Input” es de El Salmón. Ese fue un riff que se me ocurrió a mí viniendo de mi casa en Ramos Mejía en mi Ford Fairlane. Cuando llegué a la casa de Andrés en la Recoleta, lo terminamos al toque. Gran tema.

En esa época estaba mucho el Cuino Scornik aportando sus letras…

Claro, él es un amigazo y también participó de la parte de la letra de ese tema que abre el disco.

Una época caótica pero muy productiva…

Exactamente. Pero caótica mal.

Después de eso, ¿qué hiciste?

Yo quedé medio colgado, porque nadie me dijo que no íbamos a laburar más. Me enojé un poco, no más de lo normal, y después que tuve mi segundo hijo empecé a componer una serie de canciones y lo fui a ver a Cachorro a mostrárselas porque él ya estaba trabajando de productor. Él me dijo que no sabía muy bien qué hacer con eso, porque ya estaba todo armado… Pero él justo estaba grabando un disco de Lerner y me invitó a grabar un tema, que se llama “Animales de costumbres”. Ahí hablé con Alejandro, al que conocía hacía más de veinte años y nos reencontramos y ahí empecé a trabajar con él. Así recuperé mi laburo de músico. Ahora ya hace 22 años que estoy tocando con Alejandro.

¿Cuáles son tus influencias como guitarrista?

Yo no le doy mucha bola a los efectos. Me gusta mucho escuchar a Johnny Winter, Pappo, Rory Gallagher, John Mayall, los Beatles, Deep Purple, El Dúo Salteño… Todas influencias muy variadas en lo estilístico.

¿Cuáles son tus violas preferidas?

La Stratocaster, la primera que tuve y después me gusta mucho la Gibson SG que es la que uso ahora. La Les Paul también me gusta, pero la SG es un poco más liviana y versátil, en mi opinión. También me gusta mucho la [Gibson] 335, pero son guitarras que son muy delicadas para andar de gira porque son de madera hueca y son fáciles de romper.

Tenemos una pregunta vicio que te quiero hacer a vos: ¿Qué tema de otro autor te hubiera gustado componer a vos?

“Umbral” de Spinetta. Me encanta, es uno de los temas que más me gusta. Hay muchos temas del rock argentino muy buenos como “Solo se trata de vivir” de Litto Nebbia, “Rasguña las piedras” de Charly García… Pero elijo “Umbral”, porque es muy profundo y musicalmente tiene todo lo que necesita un tema para ser bueno. Aparte su interpretación es genial.

¿Tocaste con Luis?

Sí, hemos hecho alguna zapadita. Hemos compartido alguna cena y era un tipo muy amable, muy divino y alguna vez le he tocado “Umbral” y él me miraba y se sonreía. Porque yo uso tonos comunes y él no hacía ni un tono común. Igual, la esencia del tema estaba… Era un tipazo y tiene mi admiración eterna.

¿Tenés anécdotas con los otros referentes del rock argentino?

Para mí el número uno es Litto Nebbia. Se lo dije a él y lo sigo pensando. Después vienen todos los demás: Charly, Spinetta… Pero el número uno es Litto. Yo soy fiel a mis convicciones.

Emiliano Acevedo