Un
disco criticado, luego revalorizado; eso fue lo que sucedió con el primer
trabajo de Serú
Girán. Cancionero pero progresivo, continuaba la senda
iniciada por Charly
García en La Máquina
de Hacer Pájaros, pero dándole otra vuelta de tuerca a la cosa. Es que Serú
era un supergrupo, y en la suma de sus partes se apoyaba un entramado musical
que, a la larga, devino en un repertorio inolvidable.
Y es
que este primer álbum homónimo, producido por el gran Billy Bond, incluía a “Eitileda”, una hermosísima canción, con
una música compleja, bien en la onda del rock sinfónico, y una letra
melancólica, muy pop, que Charly le escribió a María Rosa Yorio. Esa lírica fantasmal, de fantasía e inspiración
adolescente, era (casi) una auténtica “sinfonía para adolescentes” -cómo decía Phil Spector-, en donde se destacaba el
sonido acaparador del (sintetizador) Mini Moog de Charly, el ritmo preciso de Oscar Moro,
el impecable solo de guitarra de David
Lebón, y ese bajo magistral de Pedrito
Aznar, quién (¡con tan sólo 18 años!) dibujaba
complicadísimos juegos melódicos.
Sin
embargo, "Eitileda" no era un tema nuevo, ya que su núcleo, la parte
que dice "no ves mi capa azul, mi
pelo hasta los hombros", había sido sacada de una ópera rock frustrada
llamada Theo, que Charly intentó
escribir en su adolescencia; incluso, una proto versión de la canción, casi
idéntica a ésta final de Serú, había sido interpretada por el bicolor durante los últimos tiempos de Sui Generis, junto a Nito Mestre; y se llamaba
"Nena" (como aparece intitulada en el volumen 3 del registro vivo del
show del Luna Park del Adiós Sui Generis). Finalmente,
“Nena” se quedaría afuera de Ácido, el
frustrado cuarto álbum de estudio de Sui, para luego transformarse en esta
“Eitileda”, el gran tema del primer disco de los Beatles argentinos.
Por
supuesto, no fue el único clásico de este disco, ya que esta producción también
traía gemas como el homónimo “Serú Giran”; otra sinfonía pop, que incluía ese
increíble idioma inventado por Charly y David, durante su estadía en las playas
de Buzios (en donde deliraron el proyecto Serú): “Cosmigonón, gisofanía / Serú Giran, Serú Giran paralía...” ¿Y qué
era Lirán Marino?” Según Charly, ese era el nombre de uno de los perros de Zoca Pederneiras, su novia brasileña de
aquellos años.
En
“El Mendigo en el Andén” se contaba una curiosa historia de amor, cantada como
los dioses por Lebón, y rematada por un impecable cierre instrumental. La letra
de “Voy a Mil”, a pesar de tener un ritmo cuasi alegre, era otra visión
descarnada de la realidad, en la que su protagonista trataba de abstraerse de
todo lo que pasaba en el durísimo devenir cotidiano. Algo de eso también estaba
plasmado en “Autos, Jets, Aviones”, otra canción que hablaba del clima tenso de
la época, en donde casi todos buscaban huir del hostil, sangriento, y represivo
gobierno militar de Videla. Sin dudas, tanto por su ritmo –mezcla de batucada
brasileña con un dejo tanguero- como por su letra, este debe ser uno de los
mejores temas de toda la historia del grupo.
Pero,
si vamos a hablar de clásicos temazos... Señores, de pie: aquí está “Seminare”.
Sin dudas, un encadenamiento lírico de tal magnitud, que hoy resulta imposible
de concebir una canción de amor con semejante envergadura. “Seminare” -que también
fue compuesta por Charly inspirado por su primera musa, María Rosa Yorio, cuando
ambos tortolitos vivían en una pensión en la calle Aráoz- es la historia de un
chico común, con los pies sobre la tierra, quizás un mero loser outsider, pero que se animaba a decirle a la chica de sus
sueños que dejara de mirar a esos chetos, amantes de la velocidad, que se
paseaban en motos, y le prestara atención a él. Seguramente, uno de los más
hermosos temas jamás compuestos por Charly (aunque muchas personas –debido a la
su gran interpretación vocal- piensan que su autor es David). Sin dudas,
“Seminare” simboliza la perfecta unión entre música y letra. Por eso, resulta
extraño recordar que Serú Girán haya
sido un álbum tan criticado. “Voces hermafroditas”, decían algunas de las
crónicas de la época, categorizando el estilo musical del grupo como mero
“engendro”, a secas. Por suerte el tiempo pondría las cosas en su lugar...
Muchos
años después, en su último show en el Monumental, cuando se volvieron a juntar
en diciembre del 92, esa magia imperecedera de Serú Giran sería recobrada por
un instante, luego de una noche caótica, cuando Charly -con su camisa floreada,
roja y blanca, tres talles más grande- le dio manija al viejo Mini Moog,
sacando de nuevo ese añorado sonido híper reconocible; mientras que David
dejaba de lado por un rato esa cara de orto, que lo había acompañado casi toda
la noche; y Pedro, junto a Moro, edificaba, otra vez, esa monolítica base
musical de 14 años atrás. Ese es el recuerdo que hoy, casi veinticinco años
después, me viene de esa última performance de “Eitileda”. Un instante
irrepetible, a pesar de los pifies y el mal sonido, con ese final de fuegos
artificiales, en el que quizás haya sido uno de los momentos más emotivos de
todos los conciertos de la historia del rock nacional. Ocurrió una noche, hace
mucho, mientras la ciudad se seguía meando de risa, y tus piernas no paraban de
ser, cada vez, un poco más largas...
Emiliano
Acevedo
Excelente reseña del disco. Un album que amo. Gracias por el comentario sobre el show en River. Ahora, una pregunta, ¿cual es el orden de los temas en el disco original? cuando lo grabé en aquellos años en cassette TDK, comenzaba con Seru Giran y terminaba con Eiti-Leda, lo que para mi fue el mejor orden. El final de eiti-Leda, esa coda de Charly es lo mejor del rock sinfonico, pero a nivel internacional!!! Un abrazo
ResponderEliminar1. «Eiti-Leda» - 07:01
Eliminar2. «El mendigo en el anden» - 03:42
3. «Separata» - 01:40
4. «Autos, Jets, Aviones, Barcos» - 04:11
5. «Serú Girán» - 07:35
6. «Seminare» - 03:32
7. «Voy a mil» - 03:07
8. «Cosmigonón» - 01:38