A mediados de abril compartimos, en un café de esta
porteña ciudad de Buenos Aires, una charla con Fernando Blanco, uno de
los músicos más interesantes del pop
argentino. Con una trayectoria musical de más de 30 años, fue bajista y
miembro fundador de Los Súper Ratones. Luego de alejarse de esa
formación, desde 2005, viene desarrollando una interesantísima carrera
solista en la que ya ha editado tres álbumes: Blanco Móvil, Mares
Lejanos y Días Movidos. Además, como si
fuera poco, en la transición entre ambas etapas formó la banda de covers Beatles, Nube
9, un proyecto encantador, con trascendencia internacional y que no para de
crecer. Fanático irredimible de los fab four y el rock de los 50 y 60;
nos cuenta acerca de sus influencias y su pasado musical. Hay que destacar que actualmente
está, presentando algunos de los nuevos temas que van a formar parte de su próximo
álbum solista. Además de dar charlas analizando las composiciones Beatles. Sin
dudas, un artista multifacético, un apasionado laburante de la música…
ENTREVISTA: ¿Cuándo elegiste el bajo como tu instrumento?
Casi de casualidad. Cuando recién empecé a tocar,
en mi primera banda, yo tocaba guitarra, pero después hubo un cambio de
músicos, y entonces había un guitarrista que tocaba mucho mejor que yo y otro
que tocaba mucho peor. Y como yo tenía la falsa creencia de que el bajista “era
mejor que el segundo violero, pero no tan bueno como el primero”; me dije: “Ok,
estoy en el medio, me toca el bajo…” Justo, yo había visto en un sucucho de
Mar del Plata en donde vendían casetes, en la esquina de Independencia y Luro,
un bajo Hofner tirado en una vidriera, todo sucio, y con una fotito al lado que
decía “el bajo de Paul McCartney”. Hoy parece difícil de creer, pero en
los 80 los Beatles no eran tan reconocidos como en la actualidad. Acá se
los menospreciaba…
¿Y eso, por qué?
Porque en los 80 la gente estaba en cualquiera.
Mucha cocaína, supongo; no sé… (risas)
Pero estaba Badía que
los pasaba muy seguido en sus programas…
Sí, Badía les daba bola, y algún que otro
tipo también, pero los Beatles
todavía eran muy nuevos para ser clásicos y eran muy viejos para ser modernos.
Entonces no cuajaban con la época. De hecho, a mí me verdugueaban en el
colegio, cargándome por lo mucho que me gustaban. Bueno, volviendo a lo del
bajo, la cuestión es que lo encontré ahí tirado en esa vidriera y lo cambié por
la vieja guitarra mía, poniendo dos mangos encima. Es decir, que hice un
negoción, porque ese es el Hofner que me acompaña hasta hoy. Un instrumento que
es una maravilla, y que todo el mundo me viene siempre a preguntar de donde lo
saqué. Y, bueno, la providencia me lo mandó, qué sé yo…
Sí. Y con respecto a tocar el bajo, no alcancé la
real dimensión de lo que era tocar ese instrumento hasta que armé Nube 9
y empecé a sacar, en serio, los que Paul tocaba en Los Beatles -y no lo que yo
creía que tocaba. Cuando vi lo que él hacía me di cuenta de que eso era la
gloria, y, de repente, me empecé a entusiasmar cada vez más, y ahora ya me
siento realmente muy contento de ser bajista. En mis discos, desde el bajo
puedo ver muchas cosas de la música. Para mí, ser bajista es como jugar de 6, o
mejor, jugar de 5 en un equipo de fútbol, es como ser un mediocampista que
tiene perspectiva de todo, ayudas ahí en la base, en la defensa, pero también
construís el gol en el ataque. Está bueno.
¿Sos autodidacta? ¿O
fuiste a estudiar bajo o guitarra a algún lado?
Sí, soy autodidacta. Los discos de los Beatles me enseñaron…
¿Cómo surgió
el proyecto de Nube 9?
Nube 9 nació en 2001, un poco, como una especie de divertimento, de terapia
paralela a nuestro trabajo en otras bandas. Se dio porque unos amigos míos
estaban armando, acá al lado, en The Cavern, la primera Semana Beatle y yo
tenía muchas ganas de tocar ahí, no me quería quedar afuera. Entonces me reuní
con un par de músicos con los que hacía rato quería tocar. Ese fue el caso de Lucrecia
(López Sanz) de las Beladies, Pablo Ezquerra en voz y
teclados, que estaba tocando con una banda amiga Funes, y Julián
Carranza que estaba con Los Prisioneros. Así nos empezamos a juntar
con la idea de armar un show que incluyera canciones que normalmente las bandas
Beatles no tocaban. Fue un
tributo armado desde lo musical. No tenía nada que ver con toda esa cosa
vinculada a los disfraces, las pelucas, los trajes, etc. Todo eso a mí no me
gustaba. Ya metidos en el proyecto vimos que había una especie de
identidad dentro de la banda. En esa misma época se produce la muerte de George
Harrison. Entonces, como la banda había sido bautizada con el nombre de uno
de los discos de Harrison (Cloud Nine, 1987) decidimos armar
un show especial que reuniera todas las canciones que George había
compuesto durante su etapa Beatle, además de aquellas, no propias, en
las que él había hecho la primera voz. De esta manera, armamos un repertorio de
28 o 29 temas con los que hicimos un show medio temático. La respuesta de la
gente fue muy buena.
Eso los
incentivó a redoblar la apuesta...
Sí, siguiendo con los shows temáticos, luego
decidimos interpretar completo en vivo el Álbum Blanco. Ese fue un proyecto
de locos. Porque, cuando empezamos a ensayar, nos dimos cuenta que había temas
que recién los aprendimos a hacer bien cuando nos metimos de lleno a sacarlos.
Toda mi vida había creído que sabía los temas de los Beatles pero recién
estando en Nube 9 comencé a interpretarlos como realmente eran. Para mí
fue casi otra escuela musical. Porque entre lo que uno creía que era (la música
de los Beatles) y lo que realmente es hay una gran diferencia. Esto es
algo que yo les recomiendo a todos los músicos: que escuchen y saquen los temas
de los Beatles como en verdad son, no como creen que son.
Al final,
fue la magia de interpretar esas canciones los que los atrapó.
Tal cual. Pensá que, de ahí en más, Nube 9
no dejó nunca de crecer y fue el público el que no nos dejó parar más. Lo que primero fue para nosotros un proyecto
terapéutico, para despejarnos de los problemas que teníamos en las bandas en
las que estábamos full time, se terminó convirtiendo en algo mágico. Por
eso, nos empezamos a meter de lleno en esto. Incluso, todos terminamos yéndonos
de esas otras bandas en las que estábamos.
Además
lograron llevar la música de Nube 9 al exterior.
Así es. Hace años que vamos a tocar a Liverpool.
Tocamos también en Rusia, en España. Nos reciben súper bien en esos países. Es
buenísimo que pase todo eso. Nunca va a dejar de sorprenderme la repercusión.
Los
integrantes de Nube 9 también te acompañan en tu proyecto solista.
Sí. Pienso que eso es lo mejor que tiene Nube.
Nosotros decimos que somos una orquesta de rock porque el nuestro es un
grupo multifuncional. De pronto hacemos un show de los Beatles, otro día
un show con material de otros grupos de los 60. También podemos acompañar a un
flaco que hace temas de Elvis o a otro que hace Rolling Stones.
En mis discos solistas me acompañan los chicos de Nube 9 por la sencilla
razón de que manejamos un idioma musical común que hace que todo salga muy
rápido y bien. Porque, con una pequeña indicación, ellos ya saben qué onda le
quiero dar a cada tema que hago.
Este
lenguaje musical común es el que hace que incluso se animen a realizar una muy
buena coda improvisada en el final de “Taxman” ¿no?
Claro. Aunque, en verdad, somos de respetar mucho
lo que está escrito en la partitura de cada tema. La canción tal cual es. Sin
embargo, a veces nos tomamos ciertas licencias, como en el final de “Taxman”.
En ese caso, lo hacemos así porque Julián, nuestro guitarrista, es muy
bueno y a veces está un poco contenido. Por eso, ese final de “Taxman”, que
estiramos, es ideal para que él se luzca un poquito. De cualquier forma, yo soy
muy cuidadoso porque siempre pienso a este proyecto a partir de lo que a mí me
gustaría ver como fan de los Beatles. Hacer algo tipo “clon” no me llena.
Lo que me gusta es vibrar musicalmente con el tema. Por otro lado, soy un tipo
muy respetuoso porque tampoco me gustan las versiones. De los covers de los
temas Beatles hay muy pocos que me atraen. Me gustan versiones muy puntuales,
como la que hizo Stevie Wonder con “We Can Work it Out”, pero no muchas
más.
A vos te
gustan más las interpretaciones que se asemejan a la grabación original.
Lo que pasa es que uno nunca se cansa de escuchar
las grabaciones originales tal como las hicieron los Beatles. Yo hace
más de 40 años que los vengo escuchando. Lo que sí me parece es que, al
interpretarlos en vivo, uno les puede poner una impronta propia de rock. Es como el caso de Baremboim
cuando hace la “Novena Sinfonía”, salvando las distancias. Ahí tenés el
caso de un tipo que respeta lo que escribió Beethoven, pero eso no
impide que le diga a su orquesta que toque con más potencia un crescendo,
con mucha más polenta, para que todo vuele por el aire. Eso es lo que
intentamos hacer en Nube 9. De ahí sale el porque nos auto definimos como una
orquesta de rock and roll.
Ya que me contás esto de
trabajar junto a Nube 9, ¿alguna vez te pasó que, a partir de estar sacando
algún tema del repertorio beatle, eso te sirviera como disparador para componer
una canción propia?
No sé. Bueno, en realidad, no lo pienso con tal
exactitud. Sin embargo, se me viene a la memoria “Parque de diversiones,
un experimento divertido que hice en este disco, que quizás se relacione con
eso, porque esa canción salió a partir de una grabación de batería hecha por Paul
en uno de los temas instrumentales de su primer álbum solista (McCartney,
1970). A mí me encanta como toca Paul la batería, y por eso tomé un par
de compases de esa grabación, la sampleé, y construí un tema arriba de
eso.
En un
reportaje dijiste que en tu álbum solista Marea Lejana
(2008) abriste un poco más el juego de las influencias. Que habías pasado del beat de Blanco Móvil (2005), tu primer disco solista, a incluir
otros estilos.
Es posible. Lo dije y es verdad. Lo que ocurrió es
que Blanco Móvil fue un disco espontáneo. Se grabó y mezclo en sólo diez
días. Eso fue así porque yo nunca pude aceptar que, con toda la tecnología que
disponemos en la actualidad, no podamos grabar un disco con la rapidez que se
hacía hace 30 o 40 años. Fue un experimento musical que salió bien: grabar y
mezclar un álbum en poco tiempo. Obvio que para hacer eso tenés que tener a tu
lado muy buenos músicos y yo, en Nube 9, los tengo. Por su parte, en mi
segundo disco solista, además de esa forma de trabajar, abrí las influencias. Aún
hay un dejo beatle en las canciones pero también quise hacer temas que
tuvieran un estilo un poco más heavy. Por ejemplo, hay uno que se llama
“Yo Quiero Ser Bob Dylan” que es un folk rock que se parece a los que
hacía Dylan en la época que electrificó su sonido.
¿Y qué otros
artistas que escuchas han influido en tu música?
Es muy difícil de determinar. A veces pienso que
soy un tipo muy cerrado y otras que soy muy abierto. Me gustan un montón de
artistas, dentro de los estilos que más me atraen. De por sí, el universo
beatle es infinito. Además, me gusta mucho el rock and roll de los años 50: Elvis,
Chuck Berry y Little Richards. De la música de los 60 me gusta
casi todo. Me vuelve loco tanto la música que había antes del surtimiento de
los Beatles, así como la beatlemania
generada por ellos, el rock
psicodélico y todos los grupos que surgieron después. De otros estilos,
como el rock progresivo, me
gustan algunas cosas. De la música de los 70 me gusta, creo, la mitad de todo
lo que se hizo. En esa década también hubo grupos increíbles como Queen,
que fue la primera banda que escuché y me voló la cabeza cuando era pibe.
También hubo otras bandas geniales como los Who o Led Zeppelin.
De los 80 no me gusta nada, me parece una década muy hueca musical y
artísticamente. En los 90 se hizo un
revival que rescató los valores del pasado. Fue lo que pasó con el Brit Pop, un estilo que a mí me vino
bárbaro. Creo que tranquilamente me sentaría a escuchar discos con los Gallagher
o los Blur, porque se nota que curtimos la misma onda.
Y de los
últimos años del rock, ¿qué te gustó?
Creo que la década de los 2000 fue un poco hueca, pero
igual hubo algunas cosas que me gustaron. Ahora mismo hay un par de bandas que
me parten la cabeza. Hay un grupo que se llama Jim Jones Revue que hace
un rock clásico excelente.
También me gustaba mucho Amy Winehouse y algunas cosas de Green Day.
¿Del rock
nacional te influenció algún artista?
Lo que más me pegó, cuando era chico, fue Serú.
Yo fui a ver verlos cuando estrenaron el disco Peperina en Mar del
Plata y me volaron la cabeza. Charly García era un demonio musical, aún
no se puede creer el nivel que tenía en esa época. Yo era chiquito, tenía 10 u
11 años entonces, y en el medio del
show, Charly me miró y yo sentí lo que el tipo pensaba. Yo sentía que el
tipo estaba pensando: “Qué pendejo
ese pibe. ¿Qué hace acá…?” Claro, yo estaba como poseído en la
primera fila, re copado con la música. Me acuerdo que la mirada de Charly tenía
una lucidez impresionante, y la música de Serú, también; obvio… Esa era
música en serio. Digo esto porque ahora se ha puesto muy boluda la música. Hay
cosas que me gustan, pero esa trascendencia que sentías cuando veías a un grupo
como Serú ya no la encontrás con tanta facilidad…
Ayer justo me compré Fiebre de Vivir, un
disco de Moris que también me encantaba cuando era pibe. También
escuchaba mucho a León Gieco y Spinetta, Almendra, Pescado
Rabioso...
Porque eso es el rock para mí. Cuando el género se mixtura con otras movidas como
el rap, la música tropical o la bailanta, ya no me interesa. No digo que eso esté bien, mal o
muy mal; simplemente no son cosas que me atraigan, me emocionen.
Entonces, será medio
difícil que te sientes a escuchar un disco entero de un grupo o solista del
rock actual, ¿no?
Yo trato de hacerlo, pero la verdad es que me
cuesta escuchar un disco entero de una banda. Porque hay una fórmula y
enseguida decodificás el universo de lo que va a pasar, y por eso, al tercer
tema deja de sorprenderte ese disco. Y eso no pasaba con Serú Girán, o
los Beatles. Esos eran discos en donde había sorpresa hasta el final,
había movimiento. Hoy por hoy, la música tiene que estar en click,
viste. Click es el tempo en la grilla, como le dicen en el Pro Tools.
Y, para mí, si uno graba todo en grilla, todo el tiempo, el tempo deja de ser
un entretenimiento. Porque que el baterista acelere o se quede es un
entretenimiento, es parte de la música. Por eso antes los integrantes de las
bandas grababan todos juntos, porque está bien moverse un poquito. Por ejemplo,
escuchá el minuto 2.00 de “Michelle”, y vas a ver que ahí los Beatles se caen, pero, ¿a
quién le importa eso? Porque esa “imperfección” te movía algo, y estaba bueno
que eso suceda. Lamentablemente, ahora eso no pasa más. Ya no tiene sorpresa la
música. Ahora, de repente, alguien te hace un coro en la estrofa 1, y te lo
pegan en las estrofas 2, 3 y 4. Entonces, si vos ya lo escuchaste, ya sabés lo
que va a pasar. En cambio, vos escuchabas los coros de los Beatles, y no sabías que iba a pasar en cada uno de los
coros, porque eran todos diferentes. Eso es lo que hace que aquellos discos de
esos artistas sigan siendo divertidos e interesantes. Pero, bueno, tengo que
reconocer que igual, dentro de estos nuevos códigos de la música actual, hay
algunas cosas buenas. Por ejemplo, Muse, un grupo que no es lo que más
me gusta, pero al que hay que reconocer que tienen cosas interesantes, que
saben hacer hits.
Cambiando de
rubro: ¿De dónde surgió la idea de realizar, junto al periodista Sergio Marchi,
un libro (The
Beatlend) sobre los Beatles?
Surgió de casualidad, como parece que pasa con
todas las mejores cosas. A Sergio lo conozco de hace mucho
tiempo y es muy fana de Nube 9. Por eso, varias veces cuando
hicimos shows temáticos con temas de la trayectoria solista de los Beatles,
lo invitaba a tocar la batería. En esas oportunidades charlábamos mucho. Nos
juntábamos a comer y ahí hablábamos acerca de los discos solistas. Un día me
cuenta que estaba haciendo un libro acerca de la separación de los Beatles y yo
le digo: “Che, ¿porque no hacemos un libro que incluya lo que pasó después
de la separación?” A él la idea le interesó mucho. Un día viene y me
comenta que la editorial le había dado vía libre para hacer el proyecto. A
partir de allí comenzamos a investigar. Yo me dediqué a hacer la parte musical,
disco por disco, y Sergio se encargó de articular la historia. De repente,
teníamos el libro.
¿Te
sorprendió algo, durante el proceso de investigación?
Totalmente. Nos dimos cuenta de que aunque la
historia de los Beatles, como grupo, estaba contada por miles de
personas (periodistas, amigos, amantes, managers, hasta ellos mismos...), la
historia acerca de lo que pasó con ellos después de la separación casi no
existía. Eso me parece un hallazgo. Hicimos una especie de “parte dos” que
mucha gente quería conocer. Por eso pienso que el libro gustó y se vendió bien.
Se
preocuparon por comentar todos los discos solistas, incluso los menos conocidos
o exitosos.
Tal cual. Repasamos disco por disco, año tras año,
desde 1970 hasta hoy.
En tus temas, ¿qué
compones primero, letra o música?
En general, primero me sale la música. De repente,
a veces, me pasa que encuentro alguna letra a la que le puedo poner música. Por
ejemplo, me pasó eso en Días Movidos,
mi disco editado en 2012, con un tema que se llama “Nunca”, en donde las
palabras están encadenadas. Me pareció divertido hacer ese juego, en donde una
palabra, que al final de una oración tenga un sentido, y otro diferente al
repetirse al principio de la siguiente oración. También estaba “Como Elvis”, un
tema que tiene un trabajo casi “de laboratorio” en donde la letra está hecha a
partir de títulos de canciones de Elvis, porque el chiste es que “me
hace sentir como Elvis Presley”.
¿El sentido de la letra
de un tema como “Romance a la antigua” tiene que ver con el hecho de pensar que
cada vez hay menos de eso en las relaciones amorosas?
Sí, es un poco un chiste, ¿no? En realidad, al
principio yo le compuse la música y todo el mundo me decía, con respecto a los
arreglos y los coros, que tenía una onda muy Queen. Entonces me puse a
pensar cuáles eran los temas recurrentes en las letras de Freddie Mercury,
y me acordé de algunas canciones como “Seaside Rendezvous”, “Lazing on a Sunday
Afternoon” o “Old Fashioned Lover Boy”, en donde el tipo mostraba toda la locura
que tenía con figuras como (Rodolfo) Valentino, y todos esos galanes
románticos de antaño. Yo pensaba en cómo le hubiese gustado tener un romance a
la antigua, y, de ahí en más, empezó a surgir la letra de la canción. También
es como mi pequeño tributo a Queen, que fue la primera banda que me
partió la cabeza de pibe, y a la que tuve la suerte de poder verlos tocando en
vivo en Mar del Plata, mi pueblo, cuando vinieron en el 81. Ese acontecimiento
marcó mi vida.
En ese caso quizás sea
mostrar también otras de tus influencias musicales, más allá del universo de los Beatles; que es el grupo al que más fácil te podría asociar una parte del
público.
Lo que pasa es que, en realidad, yo me muevo en mi
propio universo. Llegó un momento en el cual no necesito embanderarme en la
onda de ningún otro grupo. Por ejemplo, cuando recién empezaba a ser conocido
con mi primera banda, Los Súper Ratones, nuestra onda estaba relacionada con
toda esa cosa tipo Beach Boys, y ahora mismo acá hay grupos que son como
el clon de un grupo extranjero. Por eso, compuse el tema “Yo quiero ser Bob
Dylan”, en donde el chiste venía por ese lado: todo el mundo quiere ser alguien…
Ok, todo bien, pero está claro que a esta altura de mi vida me conformo con ser
quien soy yo: Fernando Blanco, con mi propio universo y mis cosas. Me
gusta tomar influencias de otros lados, nutrir mi música de distintas cosas,
pero ya me siento seguro que ese componente que pongo yo es valioso.
¿Cómo surgió la
posibilidad de tocar con Ringo, cuando él vino al Luna Park?
Eso pasó a partir de una gestión que hicimos con el
Vasco, un amigo mío, fanático de los Beatles, también; y que a veces
toca la batería con nosotros. Juntos, presentamos el proyecto para tocar ese
día, antes de Ringo. Obviamente, también habían otras bandas que querían
hacerlo pero parece que escucharon nuestro material y lo eligieron. Al
principio, todo eso me pareció medio sanata, pero luego, la última noche, me
encontré con los propios músicos que acompañaban a Ringo, con los que
estuve en el hotel tomando algo, y me tiraron buena onda, nombrándome temas que
les habían gustado de mi material. Entonces me dije: “Puta madre, ¡los
escucharon en serio!” Obviamente, fue una experiencia maravillosa tocar
ahí, abriendo para Ringo, sobre todo porque lo sentí como si fuera un
premio a toda mi trayectoria. Pensaba en todo lo que me había pasado en mi
carrera en la música, reflexionando acerca de las cosas buenas y malas que
viví, y sentía que todo se justificaba por haber llegado a tocar ahí. Estaba
contento con eso, y también me encantó el encuentro que tuve con el público,
con el calor maravilloso que me brindaron esa noche. Viste que ser el soporte
de otro artista es un tema, porque a veces no tenés mucho que ver con el número
principal y te pueden tratar mal o tirarte algo por la cabeza; pero, de
repente, puede ocurrir que la gente siente una empatía con tu música, y te
brinda su cariño. Bueno, yo sentí eso esa noche.
¿Y cómo es Ringo?
Mirá, no pudimos ni siquiera saludarlo porque hace
tiempo que él declaró que no iba a volver a saludar, ni firmar autógrafos o sacarse
fotos con nadie. Así que estaba estrictamente custodiado y era imposible
acercársele. Como te decía, me encontré con sus músicos, todos tipos re capos y
amenos, y ellos mismos bromeaban con esta situación, diciendo “qué amargo Ringo,
que no aparece”; pero es entendible. Pensá que es un señor de 76 años, que
fue acosado toda su vida. Obvio, hubiera sido maravilloso saludarlo, pero está
todo bien… Bueno, nosotros también somos muy amigos de Brian Ray, uno de
los guitarristas de Paul, y mucha gente nos pregunta acerca de si
conocimos a McCartney, ya que nosotros hicimos muchas giras tocando con Brian,
e incluso él nos invitó a verlo en el show de McCartney, cuando tocó en
2012 en Montevideo, en donde hasta
estuvimos en camarines charlando con Brian y Rusty (Anderson), el
otro guitarrista de Paul. Por eso, de repente la gente te pregunta: “¿Cómo
fue verlo a Paul?”, porque, claro, McCartney estaba a diez metros de
donde nosotros estuvimos charlando con sus músicos. Pero no, no pasó, y vos no
podés meterte para forzar la situación. ¿Qué se le va a hacer? Son gente grande
y están cansados de que les estén encima.
¿De dónde surge este
vínculo con el guitarrista de Paul?
Cuando vino a tocar acá, en 2010, Brian hizo
un par de notas, y nos encontramos en unos reportajes. Dany Giménez, el
periodista que ahora está en la radio Vorterix, lo iba a entrevistar y me pidió
ayuda para hacer la nota. Así que, cuando terminó la entrevista, nos quedamos
hablando de música, y Brian se re copó. También dio la casualidad de que
él ya había conocido a Lucrecia (López Sanz) en otro lado, y cuando ella
apareció ahí, se sorprendió al enterarse de ambos tocábamos en la misma banda. Más
tarde, fuimos a tomar algo, y él nos dijo que iba a mirar videos nuestros en
YouTube. Bueno, lo hizo y le encantó. Por eso después nos preguntó si nos
animábamos a sacar algún tema suyo, para acompañarlo en vivo. Y así fue, cuando
Brian volvió a Argentina, hicimos un par de shows con él, y pegamos muy buena
onda. De ahí en más, salió la oportunidad de ir a tocar a Brasil, Panamá, y
hacer otro par de shows acá. Brian es un excelente músico, durante 20 años
acompañó a Etta James, luego estuvo con Johnny Halliday en
Francia, y ahí conoció al batero de Paul, quién lo metió en la banda, en
donde está tocando desde hace más de 10 años…
¿Hay alguna canción de
otro que te hubiese encantado haberla compuesto vos?
“Help”, un tema que me pegó un martillazo en la
cabeza cuando lo escuché por primera vez, porque tenía una melodía, letra e
interpretación perfecta. Todo en esa canción es ideal, los arreglos, los coros,
el ritmo… Todo en “Help” tiene gracia y está bien. Es una genialidad. Sin
dudas, me hubiera gustado hacerla, creo que es la canción más perfectita que
conozco…
¿Y de las tuyas, cuál es
tu preferida?
Ayyy… (piensa) Mirá, “Mares Lejanos”, me parece un
tema muy redondito, muy bien compuesto. También, la letra de “Yo quiero ser Bob
Dylan” me pareció muy divertida; y en Días
Movidos me parece que hay muchos temas buenos. Está “Hey”, el primer corte
de difusión, una canción muy pulenta, muy para adelante. Bueno, también volví a
componer un par de temas con mi amigo Balde (Marcelo Sposito) –el ex
integrante de Kapanga-, y eso fue importante porque me llevó por otros
caminos compositivos a los que no estaba acostumbrado. Justo me estaba
acordando de “Tirando abajo las puertas”, uno de los tres temas que hicimos
juntos, que es muy raro, dentro de lo que es mi estilo, pero que creo que tiene
una muy buena composición…
¿Tenés bajistas
preferidos, aparte de McCartney?
Me encanta lo de John Entwistle en The
Who, pero yo no puedo hacer eso…
Bueno, el de
Queen…
Sí, John Deacon me parece un tipo muy
sobrio, muy musical, y con unas ideas muy divertidas. Lo que pasa es que él es
un tipo tan apático, tan poco gracioso...
Siendo tan fan de los
Beatles, ¿cuál es tu relación con la música de los Rolling Stones?
¡Me encantan los Stones! Sobre todo el
período de los 60 y 70. Me encanta cuando (Keith) Richards dice “Los
Beatles siempre nos patearon el culo”, o Jagger, más orgulloso:
“Los Beatles fueron una banda que duró poco”. Los Stones tienen una deuda enorme con los Beatles en el
hecho de que los hayan empujado a componer. También, el Libro de Andrew
Oldham –su primer manager- es muy interesante, y el Stone Alone, de
Bill Wyman, imprescindible de leer.
Las compañías discográficas están en extinción. El
panorama no es bueno. Hay que remarla mucho para sacar un disco. Pero, por otro
lado, es asombroso como aún las bandas subsisten y cada vez son más. Por eso,
hay una doble mirada acerca de lo que está pasando.
Aunque no
haya discográficas, nuevos artistas nunca van a dejar de aparecer.
No. Pero se complicó fue la situación de los
músicos. Antes como había un embudo
mucho más grande, los músicos que llegaban tenían muchas cosas solucionadas. De
cualquier forma, siempre tuvimos que pelearla. Ese es mi caso, siempre tuve que
remarla, nunca tuve una época de esplendor. Yo estoy seguro de que siempre
va a haber mucha gente con talento. Sin embargo, en la actualidad, no hay nada
que me llame mucho la atención dentro del rock nacional.
¿Y cuál es
tu opinión acerca de las descargas ilegales en Internet?
Bueno, lo han hecho con mis discos, pero... ¿Qué
voy a hacer? Es decir, yo no pienso que con el disco se pueda ganar plata. Los
músicos vivimos de los shows, las presentaciones.
Eso fue
siempre así...
Obvio. Aunque hubo una época en que se vendían
muchos discos, durante los 90, cuando los grupos, incluso, iban mucho a grabar
sus producciones afuera. Fue el boom del CD. Una época que duró 5 o 6 años,
pero ya se terminó.
Dentro de
este panorama desolador de la industria del disco, ¿cómo haces cuando querés
editar un disco nuevo?
Me edita una compañía chiquita que está asociada
con EMI, y éstos me lo distribuyen. Yo soy un defensor de las compañías
discográficas. Para mí eran algo muy útil. Eran equipos de trabajo puestos a
disposición del artista. Especialistas que se encargaban de que las tapas de los
discos salieran bien, los temas estuvieran bien grabados, etc. Yo no estoy de
acuerdo con la idea de que el músico tiene que ser polifacético y hacer todo
eso por sí mismo.
Sí. Sin embargo, creo que el tema de la auto gestión
está muy idealizado. Me parece que es una burrada que los propios músicos
tengan que llevar, ellos mismos, su material a Musimundo y negociar el
porcentaje de ganancia por disco vendido. Aparte es necesario darle esa
responsabilidad a gente que se especialice en eso. A mí me parecía bárbaro que
existieran las compañías y que estuvieran los A y R (dedicados a Artistas y
Repertorios), tipos que se especializaban en ver y seleccionar artistas.
Los famosos
cazatalentos...
Tal cual. En su momento, todos los músicos
criticaban a los A y R, a los tipos que elegían quienes grababan y quiénes no.
Los que más los criticaban, obvio, eran todos aquellos que se quedaban afuera.
Pero para mí era necesario que existiera gente especializada en eso, tipos que
dijeran: “éste tiene talento, éste no.” Esos eran profesionales que,
medianamente, ponían las cosas en su lugar. La música no es una actividad democrática. Esta es una idea que yo le
discuto a cualquiera. La música es una actividad de excelencia, porque no es lo
mismo Charly García que un pibe que toca con la guitarra toda
desafinada. Ahora, en nombre de la democratización, todo está al mismo
nivel. Yo no estoy de acuerdo, pero tampoco voy a salir a ponerle una bomba a
MySpace. Yo pienso que era mejor lo de antes, cuando existía un nivel de
excelencia que nos hacía exigir más como músicos. En esa época, si vos entrabas
a un estudio a grabar era imposible que te pusieras a pelotudiar o fumarte un
porro...
Entonces,
¿tu opinión es que en los 90 comenzó a generarse una camada de artistas de rock
menos profesionales? ¿La cultura rock empezó a pasar por el lado del barrio,
los vicios y chau?
No. Yo no culparía de eso a la movida del rock
barrial, lo principal es que el personaje no se trague al artista. El que
piensa que drogándose va a componer una mejor canción se equivoca. Eso es
confundir el medio con el fin. El fin no es ese. El fin es lograr que las
canciones estén buenas. No importa salir en televisión. Eso es necesario, pero
no lo principal. De cualquier forma, el principal problema actual pasa por otro
lado. El tema es que, a partir de los 90, se dio vuelta la taba. Hasta ahí los
tipos que llegaban a presidir las compañías discográficas venían de Artística,
eran los A y R que nombré antes. A partir de esa época, empezaron a presidir las
compañías tipos especializados en marketing, así como abogados y contadores. De
repente, se le empezó a poner mucha más atención al marketing, al negocio, que
a lo artístico. Yo prefería lo de antes.
Emiliano Acevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario