Nacido en Lanús en 1964, Carlos Gardellini es, desde 1992, el
guitarrista de Vox Dei, el grupo más
añejo del rock nacional, y el
único que se ha mantenido unido desde los comienzos del género. Verdadera
leyenda del rock de la zona sur del GBA, la música de esta banda cautivó a
varias generaciones de argentinos. Justamente, uno de ellos fue Gardellini,
que escuchaba los discos de Vox Dei, siendo niño, a principios de los 70,
mientras soñaba con ser una estrella de rock,
tocando –y gastando- sus primeras y rudimentarias guitarras. El tiempo quiso
que sus sueños se cumplieran, pero nada fue fácil para Carlos. La suya
es una historia como la de muchos músicos en la que se cumple ese axioma de que
“si no te rompes el orto, no triunfas”; es así nomás. Que Gardellini es
un tipo apasionado, de eso no hay dudas. Salta a la vista apenas se pone a
hablar y te cuenta acerca de todos estos años de rock que le tocó vivir. Es una persona que respira rock por todos sus poros, un músico
en serio que ama su profesión. Tuve el placer de conocerlo, hace poco, y
charlamos un ratito en la sala de ensayo La Viga en Lanús, entre las sesiones
de sus dos amores musicales: su compromiso eterno con Vox Dei y su banda
personal Lucille, un fresco emprendimiento lleno de rock hecho y derecho, al que Carlos
viene dando forma desde 1996. De eso va esta charla, pasado, presente y
futuro de un músico del sur…
ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Cuando yo era
chico, era muy común que hubiera guitarras en todas las casas, todo el mundo
compraba una; mi hermana también tenía una, pero nunca la tocó, así que la
agarré yo. Esa guitarra, fabricada en Antigua Casa Núñez, terminó siendo casi
un juguete mío. Yo la tocaba, la agarraba; pero, la que se termina dando cuenta
de mis condiciones fue una prima mía, que era concertista. Me acuerdo de que yo
iba a su casa y tocaba en su guitarra de concierto, sin haber estudiado nunca.
Al notar esa facilidad que tenía yo con el instrumento, mi prima empezó a
insistirle a mi vieja para que me lleve a estudiar guitarra. De cualquier
forma, yo venía escuchando música desde chico, escuchaba los discos de mis
viejos, pegado siempre al tocadiscos…
¿Y cuándo empezaste a comprarte tus propios discos,
a decir “me gusta escuchar esto”?
Por suerte, mi
hermana, que es mayor que yo, y su novio (mi actual cuñado), siempre escucharon
buena música. Ellos tenían muchos discos de la época, entre ellos varios
editados por (la compañía discográfica) Apple, pero no sólo los discos de los Beatles
si no también los de otros solistas y grupos a los que ese sello también
editaba, así como los posteriores discos solistas de ellos cuatro. Por eso me
acostumbré a escuchar temas como “Old Brown Shoe” de Harrison, “Mother” del
primer disco de Lennon o “Another Day” un tema alucinante de McCartney…
Después me empecé a copar con Creedence, hasta que luego aparecen en mi
vida el rock nacional y el rock progresivo, etc.… Mis primeros
discos los empecé a comprar a partir de los 13 años, más o menos. Yo tenía un
tío que era dueño de una disquería y -desde muy chico- me dejaba escuchar
discos ahí. Luego, cuando crecí, empecé a trabajar con él, y así, cuando me
mandaba a comprar discos al mayorista, yo me traía 3 o 4 discos que me
gustaban. En ese momento me acerqué a álbumes de los Rolling Stones, Sui
Generis, etc…
Si bien varios
discos muy populares de la época, como Adiós Sui Generis, me hicieron
prestar atención a lo que era la relación de un músico con su instrumento; el
día en que escuché “El Tren de las 16”, se pudrió todo… Ahí me di cuenta de que
eso era lo que yo estaba buscando. Pappo fue el primer tipo al que
alcanzo a reconocer como violero. Si bien a mí me fascina toda esa primera
época del rock nacional, tanto Pappo
como David Lebon fueron los tipos que más me influenciarían, con el
correr de los años. Incluso, el escucharlos también me terminaría haciendo
conocer a otros intérpretes extranjeros. Porque ellos dos marcaron un estilo,
fueron los primeros tipos del rock
nacional que tocaban los riff de Hendrix, Clapton, Jimmy
Page; los únicos que tocaban ligados… Yo a través de Pappo después
pude conocer la obra de bluseros como Peter Green… Por otro lado, sin
dudas, como violero, también Hendrix es una de mis mayores influencias.
¿Y cómo sigue tu formación?
Empecé en el 73
o 74 estudiando folklore con Juan Carlos López Moreno, guitarrista de Antonio
Tormo, ya que acá en el sur de GBA aún era muy difícil conseguir un
profesor de guitarra que se copara con el rock. Había que ir a buscarlos muy lejos, a Capital, y yo era
muy chico. Más adelante estudié algo de jazz
con el Rocco Montesano, también tuve mis etapas de armonía,
intervalos, y todo eso; pero lo que más hacía era acompañar discos de rock. Mis
viejos me habían regalado una guitarra (criolla) Rómulo García, a la que yo le
ponía cuerdas de nylon y la cuidaba mucho porque la usaba para estudiar. Mi
primera guitarra eléctrica fue una Kuck, a los 13, producto de una rifa de una
canasta familiar, ya que en por entonces los padres no ayudaban mucho. En esa
misma época comienzo a armar mis primeros grupos con otros compañeros de
colegio, en donde jugábamos a que éramos estrellas de rock.
¿Cómo fueron tus primeras experiencias como músico
profesional? ¿Tuviste que trabajar de otra cosa mientras tanto?
Siempre fue
difícil, recién pude laburar de músico mucho más adelante. Yo hacía el
secundario, pero luego fui el primero de mi grupo que lo dejé, así que tuve que
salir a conseguir un trabajo. Así, trabajando me pude comprar un par de
instrumentos, una guitarra Tórax, algunos equipos, ayudar a comprar algo que
les faltara a los chicos que estaban tocando conmigo. Justo ahí tuve que ir a
hacer la colimba y se cortó todo lo que venía haciendo. Cuando salí, era un
bajón total. Tenía la guitarra Telecaster toda rota, desarmada, y varios de los
pibes de mi grupo ya estaban en otra… Pero justo, por suerte, conozco a un loco
acá en Lanús, Quique, que tocaba heavy
metal, y me invita a tocar el bajo con él. Yo acepté sin dudarlo, a
pesar de que quería seguir tocando guitarra. El tipo, un capo total, me
consiguió un bajo y a la semana ya estábamos ensayando. Un poco, ese fue el
puntapié inicial para volver al ruedo, a tocar. Más tarde, me compro una
guitarra. Mientras tanto yo trabajaba en el Correo y, de repente, me aparece la
posibilidad de trabajar de músico, acompañando a un solista. Con este solista
tocábamos de todo, desde temas melódicos como “A mi Manera”, “Extraños en la
Noche” hasta llegar a “Reina Madre” de (Raúl) Porchetto, o “Tira
para Arriba” de Zas; en plena época del Café Concert. Me acuerdo que
tocábamos un montón: los martes, jueves, sábados, domingos… Aunque para esa
época, cuando tenía 21, 22 años, yo ya tenía dos chicos, trabajábamos tanto
haciendo esto de los Café Concert que hasta pude darme el lujo de renunciar al
Correo y poder vivir de la música. También empiezo a dar clases, y así tocando
(de a poco) me empiezo a hacer conocido. Más tarde, mientras empezábamos a
profesionalizarnos un poco, grabábamos cosas para Canal 9.
¿Qué hacían en Canal 9?
Había programas
musicales en donde aparecían desde cantantes a travestís, y nosotros –aunque no
aparecíamos en vivo- le grabábamos la música de acompañamiento, en un estudio
que se llama El Comedor de los Bucaneros.
EL
MOMENTO EN QUE ESTUVO PRESENTE
¿Cómo se fue dando tu entrada en Vox Dei?
Cuando empezamos
con esta sala (La Viga), junto a Pablo
Podestá –un músico con el que venía laburando en esa banda de
acompañamiento-, dábamos clases de instrumentos, y un día apareció Rubén (Basoalto)
y se ofreció para dar clases de batería. Yo ya lo había conocido -como dos años
antes- en un bar, probando sonido para otro grupo (semi profesional) que iba a
tocar ahí. Me acuerdo que lo había saludado con mucho respeto porque para mí
era un honor conocer a uno de mis ídolos de la música. Bueno, así que un día
apareció acá, en la sala, y me preguntó si había alguna posibilidad de que
diera clases de batería. Cómo ya había otro pibe dando clases, le dijimos que
no, y se fue. No lo vi más, pero, un tiempo después, nos volvemos a encontrar,
tocando juntos en un recital, y me saludó con mucha buena onda. Cómo justo no
estaba más el muchacho que daba clases de batería, Rubén empezó a dar
clases acá. Así, entre clase y clase, Rubén, Pablo y yo, formamos
la Banda del Azar. Ahí, tocábamos un par de temas de Vox Dei, Pescado
Rabioso y un par míos; hasta dimos una especie de conferencia de prensa
para presentar este proyecto…
Estaba tocando,
con una formación con dos guitarristas, pero no estaban grabando, ni haciendo
nada en particular. Era un momento raro de la banda, medio despegado de la
tradición de lo que fue desde siempre el grupo. Por ese motivo, Rubén tenía
ganas de armar algo conmigo, porque -tocando juntos- nos habíamos hecho amigos.
Yo siempre le rompía las pelotas, diciéndole que algún día me invitara a tocar
“Azúcar Amargo”, en un show de Vox Dei. Quería tocar ese tema porque
cuando era chico tenía un equipo en donde, en un canal ponía un tocadiscos
Winco, y en el otro conectaba mi guitarra, y tocaba –al unísono- acompañando la
canción. Por eso siempre se lo pedía a Rubén, yo me conformaba con tocar
“Azúcar Amargo” y nada más. Él siempre me decía “Ya lo voy a invitar,
maestro, a tocar “Azúcar Amargo”, pero nunca lo hacía… Hasta que un día me
llama por teléfono y me dice: “Usted quería venir a tocar “Azúcar Amargo”,
¿no?” “Más vale, por supuesto. Gracias Rubén…”, le dije. “Bueno, vengase
hoy a las 3 de la tarde a ensayar, que mañana debuta tocando junto a Vox Dei…”
Ahí, yo le pregunté: “¿Sólo “Azúcar
Amargo”? “No, todo el repertorio…” Y así fue, que entré al grupo, hace 23
años… Al principio, tocaba escondido atrás del bafle del cagazo que tenía…
(risas)
¿Desde ese momento, entraste como integrante fijo
del grupo?
Al principio pensé
que no, porque, aparte, yo hice los dos primeros shows con ellos y ya tenía
planeado irme de vacaciones con mi mujer y mis chicos. Pero, igual, aunque me
fui, cuando llegué de las vacaciones, llamé al manager de ellos para ver qué
onda y me entero de que me habían esperado, que no habían tocado en vivo,
aguardando mi regreso. Ahí sentí que –aunque todavía debía demostrar que era
capaz de estar en el grupo- ellos me habían dado su voto de confianza. De ahí
en más, para mí fue algo maravilloso estar en el grupo. Así empezó en mi vida
todo eso que significaba estar metido en una banda de rock en serio, todo el tema de las giras, viajar en avión… Ahí
me empecé a sentir, por primera vez en serio, músico de rock.
Cantando con Ruben... |
¿Y cómo fue la primera vez que entraste a grabar un
disco con ellos?
Buenísimo. Lo
empezamos a hacer luego de mis primeras giras con el grupo. Ese era un álbum
que Willy (Quiroga) ya venía tramando junto a Daniel (Laira),
el otro violero que estaba tocando entonces en la banda. Luego, para cuando se
va Laira, ya estaba escrito el tema “Sin Darle Ya Más Vueltas” y alguno
que otro más. Me acuerdo que Rubén también tenía compuesto “Si Vas Por
Bien”, y como a mí me gustó siempre tocar el rock standard clásico, Willy me dice que había compuesto
un tema, llamado “Cómo Toro”, –escrito especialmente para mí- para que tocara
en esa onda. La idea era de que también tocara Pappo en ese tema, pero
justo se pegó el palo con la Fuego, y terminé grabando yo los dos diferentes
solos que tiene la canción. Bueno, entonces, nos fuimos a una quinta, con
pileta y sala de ensayo, que quedaba, creo, cerca de Quilmes. Ahí empezamos a
ensayar el disco, a partir de los demos que tenía Willy. El tema fue
que, aunque ya teníamos reservadas horas en el estudio de grabación, no
estábamos como para entrar a grabar, por eso el disco (Sin Darle Ya Más
Vueltas, 1994) –aunque suena bien rock
y pesado-, quizás, no terminó teniendo todos los arreglos que uno
hubiese querido. Sin embargo, es un disco que está zapado adentro del estudio y
eso le da un sonido muy fresco y distendido. Para mí, fue un álbum muy cargado
de todo ese no sé qué lo vuelve especial, el hecho de que fuera mi primer disco
que iba a salir editado -y con Vox Dei-… Sin dudas, fue maravilloso. Sin
embargo, fue una época, económicamente, muy dura. Por ahí, Willy venía
en auto a grabar pero, al mismo tiempo, Rubén y yo teníamos que viajar
en bondi. Era poner toda la voluntad del mundo para grabar el disco. Ahí empezó
todo, fue el comienzo del despegue para ganar un poco más de quita, al
principio no teníamos ni para el catering…
Lucille |
¿Vos seguiste dando clases en esa época?
Sí, seguía,
porque tenía el negocio con la sala de ensayo y todo eso. Aparecían alumnos y
yo no les quería decir que no, porque no me animaba a rechazar laburo, no me
gustaba la idea de poder tener trabajo y rechazarlo. Hoy por hoy, prefiero
pasárselo a gente de confianza que conozco porque no tengo tiempo y también
porque no me parece copado acaparar todo yo, cuando a mí no me falta trabajo.
Aparte siempre es preferible pasarle ese trabajo a gente que pueda dar clases,
y estarle más encima al alumno, mientras que yo no le podría asegurar ese
mínimo de atención ya que muchas veces me tengo que ir de gira con el grupo y
demás…
SIN
SEPARARNOS MÁS
¿Qué sentiste cuando Ricardo Soulé volvió al grupo
y vos te quedaste afuera?
Sí, estuvo bien
también eso…
¿No te molestó?
No, bueno, al
principio un poco sí, pero me duró poco… Lo que fue una cagada fue el marco en
el que se dio esa situación. Justo teníamos a un personaje de productor, que
fue un boludo porque manejo muy mal el tema. Está más que claro que si
hubiéramos hablado todo bien de entrada hubiera estado todo mucho mejor. Yo no
tuve ningún problema, ninguna molestia ni con Ricardo, Willy o Rubén,
aparte el proyecto estaba dado, de entrada, como para que toquemos los cuatro
juntos. Como ya habíamos grabado el disco Sin Darle Ya Más Vueltas, y Vox
Dei estaba de nuevo llenando los shows, con mucha concurrencia, estaba
bueno que el Negro (Soulé)
viniera a sumar. De hecho, la primera reunión –cuando él volvió de España- fue
en mi casa. Ahí él nos mostró unas canciones que había estado componiendo y yo
me sentía adentro del grupo todo el tiempo, hasta que no fue así, por los
manejos del boludo que antes te dije… Así que, bueno, pasé a buscar mi equipo a
la sala, y me fui. O sea, no terminamos abrazados y a los besos, pero tampoco a
las piñas…
Sí. Al poco
tiempo de que me fuera, Rubén venía a mi casa a verme y se quedaba
viendo televisión, mientras yo estaba en la pieza, pero nunca le dije que no
viniera más a mi casa. En ese momento, un día viene Willy a verme, con
un par de botellas de (vino) Bianchi abajo del brazo, y me dice que quería
hablar conmigo. Así que nos hicimos unas milanesas y hablamos. Él me dijo que
quería seguir tocando conmigo, en una banda junto a Ricardo Giles –un
baterista re groso, que había estado en La Torre-, Sergio Pessina
–otro groso, re humilde, que también tocó en Vox Dei y con Spinetta-.
Willy quería hacer este proyecto individual en paralelo con su trabajo
con Vox Dei. Pero, por otro lado, también Rubén me dijo lo mismo,
así que terminé tocando en las dos bandas solistas de ellos, en Willy
Quiroga y La de Fierro y en Rubén Basoalto y la Banda del Pulpo.
Luego, pasó lo que pasó, y terminé volviendo al grupo…
Claro, aparte Soulé no quiso continuar en Vox Dei…
Sí, bueno, eso
fueron cosas de ellos y yo nunca pregunté qué había pasado, ni me interesa. Así
que volvimos a tocar los tres juntos, de vuelta, ensayamos acá un jueves, y nos
fuimos ese mismo fin de semana de gira a Mar del Plata.
Con Vox Dei
ya no paramos más. En paralelo a esto, un día me encuentro con el Chino
Pérez, un amigo mío de la adolescencia, y me comenta que estaba tocando con
Juan Rodríguez –otro de mis ídolos- en Los Romeos. Ahí me comenta
que tenían unas sesiones para tocar acompañando a Hilda Lizarazu en su
disco Gabinete de Curiosidades (2004), y me pregunta si no me quería
enganchar. Como yo tenía tiempo, y estaba bueno –al mismo tiempo me encantaba
la posibilidad de tocar con Juan-, le dije que sí. Así qué, ahí conocí a los
chicos, a Sergio Nacif, el cantante del grupo, un tipo genial; y bueno,
trabajamos junto a Hilda, y curtí una muy buena onda con todos. Yo me
copé con la onda humana del grupo, la pasaba muy bien junto a ellos, y así me
sumo en la grabación de su disco. No era algo que me comprometía demasiado
porque ensayábamos una vez por semana, dos veces cuando estábamos por grabar, y
los shows de Los Romeos se acomodaban a lo que tenía que hacer yo con Vox
Dei. O sea que no me jodía para nada estar en los dos grupos a la vez pero,
al final, decidí irme de Los Romeos porque no me parecía justo que
tuvieran que depender de mí para poder tocar. Justo, el otro día estaba
escuchando el disco (Pasaporte, 2006) que hicimos
juntos y me gusta mucho, está bárbaro… Aún sigo en contacto con ellos, ahora
justo están grabando algo y me invitaron, así que quedó una onda bárbara.
TENGO
RAZONES PARA SEGUIR
Así llegamos a estos últimos tiempos de Vox Dei,
¿cómo fue afrontar todo?
En 2005, 2006,
grabamos El Camino –un disco súper ensayado, que empezamos a idear
mucho antes, a partir del 2000-. En el 2000 nos sacamos a mucha gente de encima
–lo mismo que le había pasado al grupo en los 70, en la época que narraba la
letra de “Ritmo y Blues con Armónica”-, o sea, nos deshicimos de tipos que nos
manageriaban de manera incorrecta. Debido a esto, Willy nos propone que
manejemos el grupo nosotros mismos, y decide pasar a ser el manager del grupo,
algo que sigue haciendo hasta hoy. Lo que nos venía pasando a nosotros con los
managers, es algo que les pasó a muchos grupos de rock. Nos pudrimos, nos habíamos dado cuenta de que estábamos a
cargo de gente que nos llevaban a tocar al lado de un puesto de choripán,
pidiendo mil mangos para que toquemos -porque les venía bien llevarse 200 pesos
de comisión-, mientras que a nosotros nos dejaban para el orto, rifando el
prestigio de la banda. Porque, mientras tanto, la gente decía: “Che, ¿sabés
que Vox Dei está tocando por mil mangos en una parrilla?”. Cansado
de esto, aparece un día Willy y le dice a un promotor: “Desde hoy, el
show de Vox Dei vale tanto (un montón de guita más)…” Y ese tipo
compra el show, y luego otro, y otro… Parece como que, más caro vendes al show,
más la gente quiere tener a Vox Dei tocando. Así se estabilizó el status
de la banda. En resumen, grabamos El Camino (2005) –auto producido
por nosotros-, tocamos en el Teatro Ateneo, grabamos un disco en vivo ahí (Vox
Dei, En Vivo, 2007), que suena muy bien… Se realizan tres conciertos
en el Coliseo para festejar los 40 años del grupo. Fue un nuevo florecimiento del grupo, que no nos sorprendió porque
sabíamos que estábamos haciendo las cosas bien. Nunca dudamos de nosotros, nos
dimos cuenta de que podíamos llenar un teatro, podíamos tocar en el Quilmes Rock, volver a estar instalados
en la escena del rock argentino
–como lo estamos actualmente-, viajar al extranjero… Luego, también,
llegó nuestra actuación en los festejos del Bicentenario, cuando tocamos para
casi dos millones de personas. Imaginate que, un par de años antes, veía a los Rolling Stones tocando en
la playa, en Brasil, para un millón de personas, y le decía a mi mujer: “Esto
nunca me va a pasar…”. Pero me terminó pasando y fue increíble, y la mejor
despedida para el maestro, El Enano
(Rubén)…
¿Cuándo supieron que estaba enfermo?
Nosotros
notamos, en los ensayos, que no estaba bien porque se olvidaba de las cosas.
Pero jamás hubiésemos imaginado que tenía cáncer. Él tenía cáncer de pulmón con
una metástasis en el cerebro.
Fue algo fulminante…
Y… Él fumaba
mucho, y tenía una especie de tos crónica, pero, qué sé yo, hay mucha gente que
tiene tos. En sí, la gravedad de su enfermedad la supimos tres semanas antes de
su muerte. habíamos tocado en Banfield, en un show que salió todo mal, pero él
quiso hacer otra función al día siguiente, y tuvo una voluntad tal que hasta su
propio médico dijo: “Que haya podido tocar ayer fue algo sobrehumano, porque
él ya no puede tocar”. Luego, se agravó la enfermedad pero, gracias a que
le dieron corticoides, durante un par de semanas estuvo muy bien. Me acuerdo
que iba al hospital a verlo y te hacía cagar de la risa. Hasta quería tocar a
beneficio del establecimiento, hacer un recital acústico ahí… En verdad,
siempre vamos a estar agradecidos a la gente del Hospital Argerich, y todo su
equipo médico, por la atención que le dieron. Desgraciadamente, luego tuvo otra
complicación, lo operaron un domingo, de urgencia, y lo sacan. Pero luego tuvo
un problema más con otro tumor, que no era operable, y ya no pudo seguir
adelante. Ni hace falta que diga que con Rubén, con su partida, se
termina una parte muy importante del grupo, pero seguimos adelante porque,
incluso, él nos lo pidió así, mientras estaba internado y surgió la posibilidad
de ir a tocar a Bolivia. Entonces, entró Simón –el hijo de Willy-
a la banda, y desde ese día, loco, no paramos de tocar nunca más… Fue una cosa
re loca porque el mismo día que Rubén falleció se estaban acordando
shows, y nosotros no lo podíamos creer, era como que él nos estaba dando una
mano… Así, a la semana estábamos en La Pampa, y luego de gira por el sur del
país… Es un despelote decirte en cuantos lugares vamos a tocar, porque así como
estamos en Ushuaia también pasamos por Río Gallegos y Morón, viste… Tocamos en
todos lados.
Sin dudas, la
gente nos apoyó para que sigamos, El
Enano así lo quería, y seguimos. No sé qué hubiese pasado con el grupo
si nos lo hubiésemos planteado muy profundamente. Sin embargo, con Willy nunca
dejamos de tener ganas de tocar juntos y se dio la posibilidad de seguir con Vox
Dei porque, debido a que nosotros queríamos cambiarle el nombre a lo que
hacíamos, empezaron a llover los mensajes de todos lados, de un montón de fans
en las redes sociales, que querían que siguiéramos adelante con el nombre Vox
Dei. En lo personal, también estoy tocando en Lucille, junto a un
montón de grandes amigos que conozco desde hace muchísimos años. Es un grupo
que la gente de Lanús conoce y va mucho a ver. Ahí hacemos rock and roll, algunas baladas, blues; toda esa onda tradicional que
nos gusta mucho.
Antes
habíamos hablado de los músicos que te inspiraron de chico, ¿qué estás
escuchando ahora?
Qué sé yo, a
veces te sorprendés con muchas cosas. Desde el año 92, 93, conozco a Warren
Haynes, el guitarrista que toca en los Allman´s Brothers, un tipo
que graba unos discos que son increíbles. El otro día estaba escuchando Super
Heavy, la banda de Jagger con Joss Stone, y me voló la
cabeza. Después, siempre me gustan los mismos. Por eso, cuando estoy en casa
agarro un disco de Roy Orbison, después uno de Led Zeppelín, No
Quarter (de Page & Plant) o uno de los Black Crowes…
Y los monstruos que me influenciaron –ya sean Hendrix, Deep Purple,
Bob Dylan, Greateful Dead, Tom Petty o Los Beatles-
van a estar siempre en mí, cada vez que agarre una guitarra para tocar…
Emiliano Acevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario