miércoles, 30 de marzo de 2016

VANGELIS, Spiral: Inventando un nuevo sonido...



Es casi imposible que alguien que lea este artículo no haya escuchado alguna vez algún tema o fragmento de Spiral, el álbum que el tecladista griego Vangelis editó en 1977. Es más, seguramente vos también lo conocés, aunque nunca te hayas tomado el tiempo en tratar de conseguirlo, comprarlo y escucharlo en tu casa. ¿Por qué? Simplemente, porque es uno de los álbumes más afanados por los musicalizadores de radio, cine y TV, a la hora de elegir una cortina musical que acompañe todo tipo de audiovisuales, programas, publicidades e institucionales. Y no estoy para nada exagerando, cuando afirmo esto, ya que no hay ni un solo tema de Spiral que no haya sido usado alguna vez como fondo musical de algo… Pero si aún no me crees, hacé la prueba y escuchá vos mismo este disco.

Quizás, una buena razón de que ocurra esto se deba al carácter reflexivo que tiene la música incluida en este álbum, con su sonido realizado a partir de capas y capas de sintetizadores, que Vangelis iba dibujando con su toque personal, tan propio como indescifrable. Además, Spiral tiene una sonoridad muy calma, pacífica, pero que a la vez conlleva una intensidad increíble y unos colores sonoros muy, pero muy atractivos. Su música es etérea e hipnótica, por eso, no resulta repetitiva en ningún momento, a pesar de que algunos de sus pasajes en verdad lo sean. Todo lo contrario, quizás en esta producción Vangelis haya encontrado la fórmula definitiva, su sonido más reconocible y épico, ese que tantos dividendos le daría una vez entrada la década de los 80, con la movida de new age incorporada. Pero en 1977, todo eso aun ni siquiera se avizoraba en un ambiente musical en el que sólo se hablaba de la explosión del punk, los vedetismos de las -hasta entonces- máximas estrellas recalcitrantes de la música rock o la consolidación de ese género que se llamaría disco music.

Otra de las características principales de este álbum de Vangelis consiste en su elaboración dinámica, y por etapas, con las cuales este tecladista no necesito desarrollar complicadas o sofisticadas piezas para lograr impactar a su público ya que, por el contrario, su utilización de teclados se vuelve aquí extremadamente efectista, no mandándose ni un solo lujo de más. Todo está puesto en función del conjunto, la estructura. Y serán, estas estructuras musicales sintetizadas, el lugar en donde se demuestra porque todos los sonidos utilizados en cada una de las composiciones están ahí por algo. Por todo eso, no hace ni falta agregar que, sin dudas, Spiral es un gran disco, un auténtico clásico de la música electrónica progresiva, si se me permite esta desaforada descripción para tratar de describir el tipo de música aquí incluida. 

Por otro lado, como decíamos antes, no hay que dejar de mencionar que es ésta una producción en la que Vangelis decide dar un volantazo, alejándose de los sonidos atmosféricos y elaborados de sus dos inmediatos antecesores, los discos Heaven and Hell (1976) y Albedo 0.39 (1976); aunque en Spiral esta intentona musical no siempre se simplifique tanto. Si no escuchen el impresionante y conmovedor "To the Unknown Man", uno de los mejores momentos de este álbum y un tema aún bastante complejo. En sí, el concepto desarrollado en Spiral –y en especial en su impresionante tema “Dervish D.”- está basado en la apreciación de un bailarín, un Derviche, su historia personal y de cómo éste siente que es el universo y su avance ininterrumpido, en forma de espiral, hacia el infinito; un concepto que le viene al protagonista como consecuencia de sus propias piruetas. Por eso, también los temas "Spiral" – de características épicas, ideal para musicalizar un programa de canal de cable, tipo “Fronteras de la Ciencia”- y "Ballad" se basan íntegramente en las visiones de este cofrade sufí, desarrollando una música muy suave, ligera y dinámica, con esas melodías que van desarrollándose en forma progresiva “hacia el infinito”. Por su parte, en la taciturna y delicada "3+3", Vangelis muestra buena parte de su arsenal creativo y su intuición sensitiva, fruto de sus incansables exploraciones por el mundo de la música electrónica instrumental. Por todo esto, no sería descabellado erigir a Spiral como un auténtico mojón, uno de los puntos culmine y más determinante de toda su carrera, ya que después de este disco quedó más que claro la manera en que este músico se encargaría de desarrollar aún más su estilo, que se encadenaría muy bien a todas las nuevas tecnologías que comenzarían a aparecer a partir de los 80, en lo relativo a sintetizadores electrónicos. 

Seguramente, varios de estos avances tecnológicos se debieron a los desarrollos musicales, y las sonoridades creadas por pioneros como Vangelis, quienes se encargaron de popularizar aquellos sonidos experimentales que hasta no mucho tiempo atrás pertenecían, casi en forma exclusiva, al ámbito académico o a exploraciones más específicas -y vanguardistas- de ingenieros, y/o músicos, de las principales universidades de todo el mundo. Lo que hizo Vangelis fue popularizar ese sonido, moldeándolo en su propia formula personal, hasta hacerlo digerible y atractivo, ya que mezclaba tanto elementos propios de la música clásica, sus cadencias y fugas, con los desafíos propiciados por el arte de diseñar sonidos electrónicos vía sintetizador. De esta forma, de estas exploraciones tecno-musicales, más tarde surgirían otros caramelos populares de este artista, como los discos Beauborg y China, que amplificarían esta tendencia más melódica –y menos de laboratorio- al estrechar aún más esta relación carnal entre lo clásico y lo electrónico, hasta llegar a ese súmmum popular, verdadero deleite comercial y fastuoso, que sería la banda sonora del film Chariots of Fire (Carrozas de Fuego, 1981), un disco que haría que la música de Vangelis sea conocida hasta por nuestras madres -las mismas que hasta ahí no pasaban de escuchar a Julio Iglesias-, para luego convertirse en la cortina musical característica de Futbol de Primera, como ocurriría más adelante con el tema original de la banda sonora de Blade Runner (1983), un hecho que nunca se hubiera imaginado Vangelis, ni en sus más profundas pesadillas: que en la Argentina, uno de sus temas más exitosos se transformaría en sinónimo –y símbolo- de aquella época maldita, cuando “nos hicieron desaparecer los goles”, hace mucho ya, bastante tiempo antes de que existiera el actual Fútbol Para Todos

Emiliano Acevedo


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