Es casi imposible que alguien que lea este artículo
no haya escuchado alguna vez algún tema o fragmento de Spiral, el álbum que el tecladista griego Vangelis editó en 1977. Es más, seguramente vos también lo conocés, aunque nunca te hayas tomado
el tiempo en tratar de conseguirlo, comprarlo y escucharlo en tu casa. ¿Por
qué? Simplemente, porque es uno de los álbumes más afanados por los
musicalizadores de radio, cine y TV, a la hora de elegir una cortina musical
que acompañe todo tipo de audiovisuales, programas, publicidades e
institucionales. Y no estoy para nada
exagerando, cuando afirmo esto, ya que no hay ni un solo tema de Spiral que no haya sido usado alguna vez
como fondo musical de algo… Pero si aún no me crees, hacé la prueba y escuchá
vos mismo este disco.
Quizás, una buena razón de que ocurra esto se deba
al carácter reflexivo que tiene la música incluida en este álbum, con su sonido
realizado a partir de capas y capas de sintetizadores, que Vangelis iba dibujando
con su toque personal, tan propio como indescifrable. Además, Spiral tiene una sonoridad muy calma,
pacífica, pero que a la vez conlleva una intensidad increíble y unos colores
sonoros muy, pero muy atractivos. Su música es etérea e hipnótica, por eso, no
resulta repetitiva en ningún momento, a pesar de que algunos de sus pasajes en
verdad lo sean. Todo lo contrario, quizás en esta producción Vangelis haya
encontrado la fórmula definitiva, su sonido más reconocible y épico, ese que
tantos dividendos le daría una vez entrada la década de los 80, con la movida
de new age incorporada. Pero en 1977, todo eso aun ni siquiera se avizoraba en
un ambiente musical en el que sólo se hablaba de la explosión del punk, los vedetismos de las -hasta
entonces- máximas estrellas recalcitrantes de la música rock o la consolidación de ese género que se llamaría disco music.
Otra de las características principales de este
álbum de Vangelis consiste en su elaboración dinámica, y por etapas, con
las cuales este tecladista no necesito desarrollar complicadas o sofisticadas
piezas para lograr impactar a su público ya que, por el contrario, su utilización
de teclados se vuelve aquí extremadamente efectista, no mandándose ni un solo
lujo de más. Todo está puesto en función del conjunto, la estructura. Y serán,
estas estructuras musicales sintetizadas, el lugar en donde se demuestra porque
todos los sonidos utilizados en cada una de las composiciones están ahí por
algo. Por todo eso, no hace ni falta agregar que, sin dudas, Spiral
es un gran disco, un auténtico clásico de la música electrónica progresiva, si se me permite esta desaforada
descripción para tratar de describir el tipo de música aquí incluida.
Por otro lado, como decíamos antes, no hay que
dejar de mencionar que es ésta una producción en la que Vangelis decide
dar un volantazo, alejándose de los sonidos atmosféricos y elaborados de sus
dos inmediatos antecesores, los discos Heaven and Hell (1976) y Albedo
0.39 (1976); aunque en Spiral esta intentona
musical no siempre se simplifique tanto. Si no escuchen el impresionante y
conmovedor "To the Unknown Man", uno de los mejores momentos de este
álbum y un tema aún bastante complejo. En sí, el concepto desarrollado en Spiral
–y en especial en su impresionante tema “Dervish D.”- está basado en
la apreciación de un bailarín, un Derviche, su historia personal y de cómo éste
siente que es el universo y su avance ininterrumpido, en forma de espiral,
hacia el infinito; un concepto que le viene al protagonista como consecuencia
de sus propias piruetas. Por eso, también los temas "Spiral" – de
características épicas, ideal para musicalizar un programa de canal de cable,
tipo “Fronteras de la Ciencia”- y "Ballad" se basan íntegramente en
las visiones de este cofrade sufí, desarrollando una música muy suave, ligera y
dinámica, con esas melodías que van desarrollándose en forma progresiva “hacia
el infinito”. Por su parte, en la taciturna y delicada "3+3", Vangelis
muestra buena parte de su arsenal
creativo y su intuición sensitiva, fruto de sus incansables exploraciones por
el mundo de la música electrónica instrumental. Por todo esto, no sería
descabellado erigir a Spiral como un auténtico
mojón, uno de los puntos culmine y más determinante de toda su carrera, ya que
después de este disco quedó más que claro la manera en que este músico se
encargaría de desarrollar aún más su estilo, que se encadenaría muy bien a
todas las nuevas tecnologías que comenzarían a aparecer a partir de los 80, en
lo relativo a sintetizadores electrónicos.
Seguramente, varios de estos avances tecnológicos
se debieron a los desarrollos musicales, y las sonoridades creadas por pioneros
como Vangelis, quienes se encargaron de popularizar aquellos sonidos
experimentales que hasta no mucho tiempo atrás pertenecían, casi en forma
exclusiva, al ámbito académico o a exploraciones más específicas -y
vanguardistas- de ingenieros, y/o músicos, de las principales universidades de
todo el mundo. Lo que hizo Vangelis fue popularizar ese sonido,
moldeándolo en su propia formula personal, hasta hacerlo digerible y atractivo,
ya que mezclaba tanto elementos propios de la música clásica, sus cadencias y
fugas, con los desafíos propiciados por el arte de diseñar sonidos electrónicos
vía sintetizador. De esta forma, de estas exploraciones tecno-musicales, más
tarde surgirían otros caramelos populares de este artista, como los discos Beauborg
y China, que amplificarían esta tendencia más melódica –y menos
de laboratorio- al estrechar aún más esta relación carnal entre lo clásico y lo
electrónico, hasta llegar a ese súmmum
popular, verdadero deleite comercial y fastuoso, que sería la banda sonora del
film Chariots of Fire (Carrozas de Fuego, 1981), un disco
que haría que la música de Vangelis sea conocida hasta por nuestras
madres -las mismas que hasta ahí no pasaban de escuchar a Julio Iglesias-,
para luego convertirse en la cortina musical característica de Futbol de Primera, como ocurriría más adelante
con el tema original de la banda sonora de Blade Runner (1983), un hecho que
nunca se hubiera imaginado Vangelis, ni en sus más profundas pesadillas:
que en la Argentina, uno de sus temas más exitosos se transformaría en sinónimo
–y símbolo- de aquella época maldita, cuando “nos hicieron desaparecer los
goles”, hace mucho ya, bastante tiempo antes de que existiera el actual Fútbol Para Todos…
Emiliano Acevedo
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