En esta nueva entrega de nuestra sección
Decíamos
Ayer, retrocedemos cuatro décadas para
encontrarnos con la Revista Roll, casi
una hermana menor de la Pelo, editadas
ambas por la editorial Magendra. Aunque
duró tan solo once números, editados entre enero de 1977 y enero de 1978, Roll fue un proyecto editorial de lujo, que se
destacó por su papel ilustración de muy buena calidad, además de una gran
cantidad de fotos en color y entrevistas a grupos y solistas argentinos y
extranjeros.
Curiosamente, si bien el paso de Roll por el mercado editorial argentino fue
fugaz, también fue editada por Daniel
Ripoll en Brasil, y allí se sostuvo mucho más tiempo que en nuestro país,
durando hasta bien entrados los años ochenta.
Yendo concretamente al primer número
de la edición nacional de la publicación, nos encontramos allí con una muy
recomendable entrevista a Charly García,
intitulada Charly García: Decadencia y Renacimiento; en donde el músico –en ese entonces en La Máquina de Hacer Pájaros- daba un interesante repaso a su carrera hasta ese momento y los tópicos artísticos y
musicales que más le interesaban.
¿Están listos para leerla? Allá vamos…
Charly García: DECADENCIA Y
RENACIMIENTO
Aunque no ignora que desde las oscuras
y húmedas actuaciones del teatro ABC hasta los conciertos del Luna Park muchas
cosas han cambiado, Charly García sostiene que el reconocimiento y el éxito no
han producido en él un cambio interior rotundo. Prefiere señalar que su transformación
más ostensible se da en el plano creativo, y que a pesar de ello tampoco se
siente diferente de cualquiera de su generación.
ENTREVISTA: Se supone que los artistas tienen grandes elucubraciones sobre temas
como Dios, la vida y la muerte. ¿En cuáles pensás vos y que conclusiones obtenés?
A
veces pienso en la muerte, pero no llego a nada. Es como si me metiera en un
laberinto que no tiene fin. Creo que la “vivo” bien, pero cuando me detengo a
pensar en ello no me conduce a ninguna respuesta.
¿Cómo
empezaste tu carrera de músico, que te impulsó a serlo?
Recuerdo
que cuando era muy chico teníamos en casa una mucama española, que siempre ponía
discos españoles. Ese fue mi primer contacto con la música. Como vieron que a
mí me gustaba mucho la música, un día mi abuelo me regaló un pianito de
juguete. Tal fue mi entusiasmo que no pasó mucho tiempo antes de que me
compraran uno de verdad. De allí en más ocurrió lo normal: empecé a ir al
conservatorio y cursé toda la carrera.
¿Qué
determina tu preferencia por el piano, aún ahora que tocás otros instrumentos
como la guitarra y el bajo?
Bueno,
hubo una época en que abandoné el piano. Creo que soy un tipo que pasó de haber
estudiado una cosa técnica a algo más creativo. A veces escucho cosas grabadas
de cuando iba al conservatorio, y compruebo que técnicamente son
irreprochables, mucho mejores que lo que hago ahora. Pero las cosas se fueron
transformando cada vez más en notas frías, y me costaba muchísimo no
retenerlas. Eso fue hasta que escuché a Elvis
Presley y los Beatles; entonces
todo cambió y dejé de estudiar. Recién ahora he vuelto a leer música, y creo
que lo asumo mucho mejor, como parte de una evolución natural. Una de las cosas
más importantes de esta época es que los músicos se han dado cuenta de que la técnica
y el sentimiento no son elementos antagónicos, sino que conducen al mismo
destino.
A
pesar de esas influencias que mencionabas y las que caracterizaron a los músicos
de tu generación, ¿cómo definís tu manera de tocar el piano?
Me
considero un buen pianista de Rock n´Roll; creo que tengo un estilo bastante “funky”.
Pero reconozco limitaciones a nivel técnico. Eso me pasa porque últimamente cada
vez que me siento ante un piano me pongo a componer, y me dejo llevar en las búsquedas
y la experimentación. Todo eso te da un buen manejo creativo, pero quizás no
demasiada técnica.
¿Buscás
inspiración en la música clásica?
No,
la música clásica es una cosa que está presente en mí en forma subconsciente,
como una referencia. Es como los sueños que afloran de vez en cuando. Pero no
tomo una obra y la escucho y la analizo rigurosamente.
¿Sos
un tipo conformista con las cosas que vas elaborando?
Para
nada. Creo que ese es uno de los caracteres más definidos de mi personalidad,
el no conformarme con nada de lo que hago. Por ejemplo: tuve una época muy
folk, en que la música me salía muy dentro de ese estilo. Esa etapa le gustó
mucho al público, pero yo me di cuenta de que no era mi sonido. Creo que recién
ahora, con La Máquina de Hacer Pájaros,
se está delineando mi personalidad, mi real aporte a la música moderna.
¿Qué
música escuchás?
Una
de las cosas que más me interesan es un grupo de Nueva York, que se llama Steely Dan. El último álbum que escuché
me dio la pauta de que lograron un equilibrio casi perfecto entre las palabras
y la música. Otro que me gusta muchísimo es Chick Corea, una especie de Hendrix
que ha reivindicado la música latinoamericana
y el jazz con una fuerza y una imaginación asombrosa. También escucho a los
grupos más conocidos como Led Zeppelin.
¿Qué
dirección está tomando la música, y todo el arte contemporáneo?
Pienso
que la música, y todo el arte en general, se ha ido corrompiendo, avanzando
hacia una decadencia. Creo que de allí puede salir lo realmente nuevo y puro,
porque de las cosas que se pudren también pueden nacer cosas frescas. El arte
en general ha mostrado con toda claridad el proceso de decadencia de la
sociedad contemporánea, como otra forma de exponer su dinámica, su capacidad de
cambio. Por eso vendrá algo nuevo otra vez.
Nota publicada en Revista Roll, número 1. Enero de 1977.
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