martes, 9 de agosto de 2022

CARCA HOMENAJEANDO AL DISCO PESCADO 2 EN EL CCK...


Fotos: Guillermo Prat
Alrededor de las 20 del domingo 7 las luces se apagaron en el escenario 
de la ballena del Centro Cultural Kirchner. Había misticismo en el aire: hasta ese momento solo se sabía que Carca dirigiría un homenaje al disco Pescado 2, de Pescado Rabioso.

 

Algo se intuía cuando, por los costados, ingresaron las coristas Emma Pardo y Florencia Andrada y con ellas la pared del groove: Panky Malissia (batería) y Tuta Torres (bajo); laderos de Carca en su aventura solista. Mientras tanto, por el costado izquierdo se asomaba Carlos Hernán Carcacha, con su prolija camisa negra, portando la emblemática sirena de policía que solía llevar el Flaco Spinetta en el lomo durante los conciertos de Pescado cuando nos preguntaba: “¿Estamos todos locos? ¿Estamos todos locos o pasó una hormiga, Cacho?”. Lo acompañaba una pista de teclado lúgubre que se repetía en loop, montada como una especie de marcha imperial mientras el “Panadero Ensoñado” avanzaba raudo, como “Iniciado del Alba”. El misterio pronto quedará develado, cuando Carca, junto con Diego Outon (piano), se hace cargo de las interpretaciones de “Poseído del alba” y “Viajero Naciendo”.

 

La música se sumerge en un blues ácido y las versiones resultan en meras apropiaciones del intérprete. Uno de los puntos más altos del show fue la versión soul de “Como el Viento voy a Ver”, en donde ingresaron Migue Mactas y Pipe Correa, de Los Espíritus. Mientras que en “Hola dulce viento”, la dulce mixtura entre las congas y la guitarra slide matizaron el clima musical casi ceremonioso del CCK.

 

El rocanrol se hizo presente con “Nena boba”, en donde Carca deslumbró con su voz cercana al primer Sandro, sumando, además, la destreza de Pablo Hadida en el lap Steel. Un momento exquisito del show. Hadida también participó en “Madre selva”, que tuvo una inolvidable intervención de las coristas.

 

Como es su costumbre, Carca se hizo cargo de las canciones y jugó con ellas a su agrado, como en “Peteribí”, realizando una mixtura de dub y trip hop (cortesía de Torres y Mactas), que le calzaba justa a la furia compacta del ahora power septeto.

 

Despojada de sus cromatismos y ribetes de samba, “Credulidad” nos introdujo en un rito casi tántrico, montada sobre riffs duros y precisos con una batería seca y constante. Los coros de sus invitadas, por momentos Negro Spirituals del siglo XXI, otorgando una pesada atmosfera de invocación en tándem con el groove profundo del Tuta Tutein y la voz del brujo. Uno de los momentos más sofisticados y con una marcada influencia del genial Baxter Dury.


La noche se cerraba oscura, el cantante y sus músicos abandonaron el escenario con prudencia y solemnidad. Un viejo eslogan reza que los músicos siempre vuelven y esta no fue la excepción. Todavía había tiempo para tres canciones más. En soledad sobre el escenario, una luna dibujaba la forma del extraño ser anfibio de la tapa de Pescado 2.

 

Afuera el viento de agosto resoplaba, y adentro la frecuencia oscilante de un Theremín jugaba con los acordes finales.

 

Pablo González y Mauro Feola




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