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Víctor “Vitico” Bereciartúa, El Canciller es una leyenda del rock argentino que acaba de publicar sus memorias en un libro sin desperdicio editado por Planeta.
En esta nota hablamos con él sobre pasado, presente
y futuro. Una charla imperdible con este artista sin par.
ENTREVISTA> ¿Cómo estás viviendo la repercusión que está teniendo del libro?
Me gusta que la gente sepa muchas cosas que me
pasaron en la vida. Cosas que le contaba solo a los pocos amigos que tengo
porque la gente cada día está más espantosa. Pero contar y hablar de varias
cosas que me pasaron en la vida me hace sentir mucho más unido a mi público.
¿Una receta de vida?
Nooo… (risas) Para empezar, no le recomiendo a
nadie que haga lo que yo hice. Es como un libro de autoayuda pero al revés.
Eran otras épocas. Muchas de las cosas que pasaron y que cuento ahí ahora
serían inviables, no tendrían ningún sentido. Casi todo prescribió…
¿Cómo lo escribiste?
Me ayudó el excelente periodista Fernando García. El libro estaba casi terminado
antes de la pandemia pero quedó parado más de dos años a raíz de esta. Luego le
agregué un capítulo.
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¿Cómo lo planeaste?
Nunca en mi vida se me hubiera ocurrido escribir un
libro hasta que un día vino mi hijo Nicolás
–que, entre paréntesis, estoy muy orgulloso de que esté tocando en los Black Crowes- y me dijo que se había
encontrado con el vasco Nacho Iraola,
director editorial de Planeta. Un
tipo fenómeno. Ellos querían que escribiese un libro. Te imaginarás mi sorpresa.
Así que hablamos y lo hicimos. Como te dije antes, me ayudó mucho Fernando
García. Mientras yo le contaba cosas que me habían pasado, veía como se le
salían los ojos de las órbitas porque no las podía creer. Pero todo lo que
cuento en el libro es real, nunca fui careta. Nunca escondí nada ni me hice el
boludo. Si de algo estoy orgulloso en la vida es que nunca garqué a nadie.
Tampoco le debo nada a nadie. Así que todo lo que hice fue con un aire de
inocencia, digamos. Y realmente valió la pena. Alguien me dijo que a alguna
gente del ambiente del rock le divierte lo que cuento en el libro, que era como
una biblia del rock. Tampoco hay que exagerar… (risas)
Contás mucho de la época en que viviste en Inglaterra, en los 70…
Sí. En Inglaterra me di uno de los gustos más
grandes de mi vida que fue tocar media hora con Keith Moon. Me acuerdo que él estaba muy feliz porque le habían
llegado unos gongs nuevos de Turquía y entonces tocó como nunca. Por supuesto,
también, estaba ahí Pete Townshend y
Chris Stainton, que había sido el
tecladista de Joe Cocker en el
festival de Woodstock. Lo loco de
estar en Inglaterra era que yo creía que sabía hablar inglés por haber
estudiado en el colegio y todo eso, pero nunca entendí nada de lo que me
decían. Me acuerdo que iba a una audición una vez por semana y sonaba todo
perfecto. Después me hablaban y no entendía nada. Por supuesto, luego de un año
de estar ahí llegué a hablar razonablemente bien. Pero poco a poco me di cuenta
que siempre iba a ser un forastero. Como sabés, tengo un tema que se llama
“Forastero”. Cuando mi ex esposa Rosa,
embarazada de mi hija mayor, Anita, se
volvió a Argentina; hice lo que le corresponde hacer a una persona decente:
volví para asistir al nacimiento de su hija. Pasaron muchos años antes de regresar
a Inglaterra.
Luego que volviste a Argentina te guardaste un par de años, ¿no?
No, lo que pasó es que un día me encontré con Pappo y me dijo: [imita la voz del
Carpo] “Víctor, ¿por qué no hacemos una banda
de rock en serio?” Y el resto es historia. Esos fueron los momentos más
felices de mi vida. Imaginate, poder tocar antes de AC/DC, los Rolling Stones,
Mötley Crüe, Megadeth… Siempre es una satisfacción que a uno lo tenga en cuenta
en shows tan importantes como esos, con tanta historia.
El otro día estaba escuchando una entrevista que te hizo Gustavo Olmedo y contabas que, a principio de los 70, la revista Pelo te había puesto en la “Lista Negra del Rock”. ¿Cómo fue eso?
Todo un invento que hicieron porque después de
tocar con La Pesada me fui a tocar
con La Joven Guardia… Pero déjame
que te explique esto. Yo me salí de La Pesada por el reviente que había ahí. Y
para que te lo diga yo, imagínate cómo era. Entonces vino Roque Narvaja, a quien yo conocía relativamente, y me dijo que [el
bajista] Enrique Masllorens que
tocaba con ellos se había ido. Así que me ofrecieron ingresar en La Joven
Guardia, y después de tocar con ellos un fin de semana largo tuve que ir a
abrir una cuenta en el banco porque no sabía qué hacer con toda la plata que
había ganado. Era un montón de plata en billetes chicos de boletería, claro.
Ahí Pelo te puso en La Página Negra…
Sí. Esa fue una de las primeras mini grietas que se
abrieron en el país: la música comercial versus la música progresiva. Pero la
música comercial, también, podía ser buena. Cuando estuve en la Joven Guardia,
el grupo empezó a sonar mucho mejor. Me acuerdo que hacíamos temas de Free. Narvaja cantaba bárbaro y la
banda sonaba excelentemente bien. Lo que pasa es que la composición social del
país era diferente en esa época. En cada barrio había un club y en cada club se
juntaba el vecindario y tocaban en los bailes desde Pappo´s Blues hasta una banda de cumbia. Bueno, cumbia no, porque
era muy caro, pero tocaban cuatro o cinco números musicales de diferente estilo
durante toda la noche. Y la gente comía asado, choripán. Eran eventos
familiares. Los conciertos empezaron mucho después. En esa época vos ibas a ver
un número en especial, lo que más te gustaba. Lo otro era más… ¿Cómo te puedo
decir?
Más fraternal…
Claro, sí, tal cual. Porque aunque no fueran los
estilos que más te gustaban, ibas igual a verlos tocar. Pero después cambió
todo. Mucho de eso se debió a la grieta inventada por la revista Pelo. Ellos decían que el rock nacional
era Porsuigieco. Yo a León [Gieco] lo respeto mucho. Y no estoy hablando peyorativamente de la
música que hicieron, tanto él como Sui
Generis ni [Raúl] Porchetto, ni nadie pero eso no era
rock.
Claro, era más folk…
Sí, porque además eso de decir “rock nacional” es un invento. Porque si un japonés hace rock, vos no vas a decir que hace rock “japonés”. El rock es algo totalmente internacional. Lo toque quien lo toque.
¿Viste que vuelve a la Argentina Billy Bond y va a dar un show en el Luna Park con La Pesada? ¿Cómo es tu relación con él hoy?
Mirá, cuando me llamó hace dos meses, terminamos puteándonos y cuando venga le voy a decir, nuevamente, todo lo que le dije en persona. Después de grabar aquel primer disco con su banda y cuando se suponía que yo iba a tocar allí, estaba todo bien con él. Estuvo más de un mes viviendo en mi casa de Tigre, la que después se incendió, con una bebita de tres meses y la mujer. Luego del quilombo del Luna Park, el “rompan todo” y eso, él se fue del país. Yo en esa época ya estaba en Inglaterra. Lo que pasó es que diez años después volvió a Argentina e hizo un extenso reportaje. En esa nota nombró a todos menos a mí. Hace un mes, o dos, me llegó un mensaje al celular que decía: “Llamame”. Y yo le contesté, “¿quién sos vos para decirme que te llame?” Porque fue un tipo al que tuve viviendo en mi casa de favor y después me ignoró por completo y a propósito, porque en ese momento yo ya estaba tocando en Riff. Puede ser que yo no fuera tan famoso como otros a los que sí nombró y de los que se llenó la boca hablando pero a mí ni me tuvo en cuenta, ¿entendés? Igual, no le tengo bronca. Pero eso de la Pesada del rock and roll, ¿qué es? Para mí los pesados son los delincuentes, los policías, los que andan armados y todo eso.
Pero vos estabas en la tapa del primer disco del grupo, ese en donde el Bondo tenía escrito en la cara los nombres de los músicos que participaban en la banda…
Ahí estaba todo el ambiente del rock, claro. Pero
cuando vi aparecer jeringas, salí corriendo. Y como te comenté, cuando me
llamaron de La Joven Guardia me fui y empecé a ganar bastante plata con ellos. Después
Roque tuvo un viraje medio político y me abrí. Me fui a Inglaterra con la plata
que habíamos ganado cuando fuimos a tocar en el carnaval de Santa Cruz de la
Sierra en Bolivia. Eran como 2000 o 3000 dólares, toda una fortuna para la
época. Me fui porque con los gobiernos militares se descajetó todo, un
desastre. Con 20 años, me rajé porque vivir acá y hacer la música que me gustaba
era muy difícil. Me fui con un montón de ilusiones pensando que allá la iba a
pegar pero volví totalmente descontento…
Pero con muchas experiencias…
Claro. Porque allá pude ver tocar a Uriah Heep, King Crimson, los Faces, y todo lo que te puedas imaginar.
Aprendí cómo suena una banda en vivo, cómo cumple el horario, la lista de
temas. Aprendí como era tocar en serio.
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Te profesionalizaste.
Exactamente, aprendí a ser un músico profesional.
Volví, al tiempo me encontré con Pappo,
y después con [el representante] Mundy
[Epifanio], por supuesto con Michel [Peyronel] y Boff, e
hicimos una banda profesional. Esa fue la química de Riff y que además
sonaba mejor que nadie. Así empezó el
rock en Argentina porque si bien tenés los antecedentes de Manal y otros grupos, ese trío se inclinaba hacia el jazz y el blues.
Yo respeto esos estilos pero no eran lo mismo que Riff. También, estuvo Vox Dei pero no duró, enseguida se
metieron en el asunto religioso y todo eso. Yo respeto mucho a Willy Quiroga pero siguen haciendo La Biblia, y no sé si seguirán yendo a
misa los domingos. En fin, lo que pasa es que acá hubo una confusión cuando
empezó el rock. Casi todos pensaban que tocar bien era meter muchas notas y, en
realidad, tocar bien no es tocar bien individualmente. Esa es una actitud
egoísta. Lo que tiene que sonar bien es la banda. Eso y alegrar a la gente que
te va a ver. Que uno no tiene que lucirse personalmente lo aprendí en
Inglaterra. Por supuesto, Pappo era una excepción porque cuando apareció fue
como un plato volador lleno de extraterrestres.
Tanto vos como Michel plantean que cuando parecía que a la banda le iba a ir bien, Pappo apretaba el Panic Button y desarmaba a Riff…
No era que la desarmaba. El tema era que a él no le
gustaba que Riff tuviera más convocatoria que Pappo´s Blues. Hay que reconocer
que Riff se hizo conocido por la chapa de Pappo. Pero tuvimos un montón de hits
en el primer disco [1980], aunque suena horrible porque no hubo nadie que nos
quisiera grabar como era debido. Pappo era muy resistido en ese momento. En
resumen, si bien el disco suena mal, cosechamos un montón de éxitos y seguimos
adelante, al margen del trato que el gobierno militar había hecho con los
músicos para que hicieran música suave. De ahí viene esa denominación “rock
nacional” y todo eso. Por ejemplo, si íbamos a tocar a San Miguel, la policía
acordonaba la estación de tren y no dejaba bajar a la gente. Pero la gente se
iba hasta la estación siguiente y venía caminando para vernos. Llegamos a tener
el record de 199 personas detenidas durante un show en Obras. Pero no habían
hecho nada malo, lo que hicieron fue ponerse en las vías y parar un tren para
subirse. Si bien eso no estaba dentro de lo que se podía hacer en ese contexto,
nunca tuvimos ni heridos, y mucho menos, muertos en nuestros conciertos. Gastábamos
mucha plata en seguridad y el espectáculo siempre estuvo sobre el
escenario, sin banderas que no dejaran ver a los que estaban atrás y sin bengalas
o fuegos artificiales. Con Riff el espectáculo siempre estuvo arriba del
escenario, no abajo. Lamentablemente, después sucedió el accidente de Pappo en
2005 y yo, que bebía como uno, comencé a tomar alcohol como tres cosacos a la
vez, hasta que me di cuenta que eso detenía el dolor. Así que paré. Respeto
mucho a la Asociación de Alcohólicos Anónimos pero paré solo porque me di
cuenta que tomar no me servía para sacarme la tristeza de haber perdido a
Pappo. Par ese momento, ya había formado Viticus
y ya llevamos 20 años tocando con un estilo propio, con varios discos y sonando
muy bien.
¿Qué significó Pappo para vos?
Fue
mi mejor amigo y mi peor enemigo. Vos nombraste lo del panic button, el tema de escaparle al éxito. Lo que pasa es que el
gran éxito genera muchas responsabilidades. Por ejemplo, te voy a contar una
anécdota que no sé si está en el libro, supongo que sí. Una vez me llamó desde
California. Por supuesto, no existían los celulares. Me contó que la noche anterior
había estado en una fiesta sensacional con muchos artistas famosos, actores,
actrices, músicos, en una casa terrible con una gran pileta. En ese momento
hacía siete años que Pappo no tomaba alcohol. Entonces me dijo que había pasado
un mozo y agarró un whisky; Y que más tarde pasó otro, y agarró otro whisky. Mientras
hablada yo pensaba ¿qué iba a salir de todo eso? Continúo contándome que se
acercó a la pileta, que estaba surcada por puentes por donde la gente pasaba, y
que todos empezaron a nadar. Y que había siete u ocho pendejas desnudas tiradas
en el agua. Le dije: “¡Qué bueno! ¿Y vos que hiciste?”. “Yo me puse en bolas y
me tiré también”, me dijo. Imaginate a un tipo como él, de más de 40 años en
ese momento… Imaginate como lo habrán sacado de esa fiesta inolvidable. En eso
me pregunta: “Víctor, ¿qué hago?”. “Volvete ya”, le dije. Lo bueno de Pappo era
que no tenía filtros. En una situación como esa, a todos nos hubiera gustado
tirarnos en bolas a la pileta con las pendejas pero sabés que no lo podés
hacer. Él iba y lo hacía. Siempre admiré esa parte de él y nunca me reí tanto
con otra persona como con Pappo.
¿Qué fue lo primero que te llamó la atención de la música argentina?
Lo
que me hizo dar cuenta de que había rock acá fueron Los Gatos con “La Balsa”. Así que fui corriendo a comprarme el
simple. En realidad, lo que más vendió fue el riff de bajo de Alfredo Toth, un gran amigo, y el tema,
por supuesto. Luego todo lo que pusieron en la película esa [Tango Feroz] fue una farsa total. A Tanguito,
lo conocí. Era un tipo que vivía en otro mundo…
¿Cómo te llevás con el rock actual, escuchás algo?
El
rock ya ha pasado su mejor momento. Eso no quiere decir que haya desaparecido.
Pero ni siquiera en el norte hay novedad. Todo lo maneja el sistema, que se dio
cuenta que era mucho más barato traer un
disc jockey porque además la música pasa a un segundo plano cuando a cada
asistente le regalás una pastilla de éxtasis. Al sistema le resultó mucho más
barato solo traer a dos personas, la bandeja ya estaba en el lugar, y así se
puso de moda la música electrónica. Yo sé que son épocas, la música va
cambiando con las modas. Me acuerdo que en una época hubo un gran momento de la
cumbia que luego se acabó. En ese momento los Wawancó tenían mucho éxito, el cantante se llamaba Hernán Rojas y era buenísimo. Alguna
vez, esperando un avión, hemos viajado con ellos y los tipos tocaban muy bien. Nada
que ver con algunos que hay ahora, gente como L-Gante, de los que no quiero hablar porque no valen la pena. Creo
que lo que hacen es simplemente un invento del populismo pero eso no tiene nada
de música, las letras son cada vez más ordinarias. Para mí el rock siempre fue
como una rebelión contra el sistema y todo eso. Sin embargo, rescato a gente
como WOS porque tiene una buena
banda por detrás. Entonces ahí te das cuenta que cuando un tipo hace las cosas
bien y tiene buenos músicos, es otra cosa. A mí los que van con una computadora
nomás no me gustan… Eso ya lo vi hace mucho, sé que esa onda de la música y
pastillas viene de afuera. Es más, me acuerdo que una vez uno me convido una
pastillita de esas y al rato yo también estaba bailando como loco entre toda la
gente… (risas) O sea lo respeto pero no es lo mío. En Inglaterra o Estados Unidos
también pasa, cualquiera en un laboratorio hace esas mierdas y después termina
muriendo mucha gente. En el libro digo que no le recomiendo absolutamente a
nadie que tome ninguna droga. Volviendo a eso que me preguntabas al principio
acerca de si me gusta el rock actual, te cuento que durante dos años fui jurado
de Rock del País y vi muy buenas
bandas de todos los estilos. Desde bandas pop como Soda Stereo a estilos mucho más heavy. Muchas buenas bandas no
están en ningún lado porque el sistema agarra pibes que no tocan bien y que
solo aspiran a ser famosos y los terminan usando hasta que no le sirven más.
Claro, hay excepciones, no podemos generalizar pero el nivel cultural, económico y social de la Argentina
en los últimos 20 años ha involucionado de una forma terrible.
¿Cuáles son tus proyectos?
Más
que proyectos tengo realidades. Tengo una banda nueva. Ahora estoy con Alejandro Soto en la batería y dos
hermanos que se llaman Los Leones,
que hacían country rock, porque [Gabriel] Carámbula se abrió de lo que veníamos
haciendo, igual seguimos siendo amigos, no hay ningún problema. Con Soto y Los
Leones estamos ensayando a pleno para salir con todo a las pistas. Aunque es un
proyecto nuevo suena realmente muy bien, porque Los Leones, aparte de tocar la
guitarra, cantan muy bien y le estamos dando mucha importancia a las voces. Eso
es algo poco común en el rock, no hay muchas bandas que canten bien, y nosotros
queremos tratar de lograrlo.
¿Cómo hacés para estar tan bien? Se te ve intacto a tus 74 años.
Por
supuesto que en el libro no quise hacer ninguna apología acerca de lo que es la
droga. Aún, conociendo y probando de todo, siempre he tenido límites porque a
las jeringas –salvo que sean vacunas- siempre les hui porque rompen a la gente,
son terribles. En realidad, si vos comes un poco menos pero comes y dormís y
tenés límites, la podés pasar bien.
Me acuerdo la puesta en escena que hicieron con Riff en el programa de televisión de Sandro en 1990… parecía Mad Max…
Sí,
dentro de lo normal, dentro del subdesarrollo, por supuesto, porque había un Fiat
600 prendido fuego. El público estaba entusiasmado. Sandro, como el gran
artista que era, se hizo esperar como una hora y media. Si bien lo acompañamos haciendo
playback para mí fue un honor. Para su cuadro hizo poner tambores de aceite con
fuego y salió con un tapado exótico de chinchillas. Él tenía que ser más heavy que
nosotros y matarnos el punto, y lo logró. Está bien. Yo lo entendí, lástima que
exageró mucho…
Tus discos solistas están buenísimos y son materiales que pasaron medio desapercibidos.
Sí,
totalmente, muchas gracias. Vos sabes qué grabé tres discos y ahora los reeditó
RGS Music. Algo que le agradezco mucho al disquero Andrés Galante que es el CEO del sello. Porque esos eran discos que
yo oía a veces acá en casa con algún amigo y seguía tan conforme con ellos como
cuando los grabé. Me gusta mucho el bombo sonando fuerte y la ecualización que
tienen.
¿Vos tocaste con Luis Gambolini, el famoso baterista de comienzos de los 70?
Sí,
por supuesto. Con Gambolini nos
encontrábamos y venía a mi casa a escuchar Grand
Funk, una banda norteamericana que duró poco. Luego tocamos en un show con Edelmiro Molinari, en donde nos
llamamos Color Humano, y salimos los
dos corriendo de ahí. Pero tengo entendido que Luis se fue inmediatamente a
Suecia. Ojalá le haya ido bien porque era muy buen baterista.
¿Nunca te pusiste a pensar que cerca estuviste de formar parte de Bad Company?
Sí,
hasta Paul Rodgers, después de tocar
un buen rato, dijo “He fits in a way”, como
diciendo que encajaba de alguna manera. Pero el baterista Simon Kirke tocaba mal y no me podía prender con él. Por otro lado,
estaban esas cosas de las que no te das cuenta cuando sos muy chico como que
los tipos pusieron un bajista norteamericano porque querían entrar al mercado
de los Estados Unidos. Son cuestiones geopolíticas de las que uno no se daba
cuenta pero está bien, son movidas estratégicas, inteligentes, que sé yo. Y
además, en aquel momento, cuando estaba viviendo en Inglaterra, acá había
gobiernos militares, algo muy mal visto allá. Así que bueno, es historia. De
cierta forma me alegro porque no sé si hoy estaría vivo de haber seguido
tocando allá. Me di cuenta que era muy difícil entrar en ese medio, siempre iba
a ser un extranjero. Tampoco me sentí nada bien cuando por un corto tiempo
aspiré heroína. Así que pensé, “si tengo que tomar esto para sentirme bien acá,
mejor me vuelvo a mi país”. A mí nunca me gustó depender de ninguna sustancia.
Ese es el tipo de decisiones de las que estoy contento porque sigo haciendo lo
que me gusta aceptando mis limitaciones pero cada vez un poco mejor y me siento
íntegro, lucido.
¿Y qué bajistas tenés de ídolos?
Mirá,
en un momento Jack Bruce me inspiró
mucho, el de Aerosmith [Tom Hamilton] también, pero después me
di cuenta que no soy un virtuoso para nada pero estoy más orgulloso de haber creado
un estilo que de tocar bien. Pero ¿sabés qué? Donde subo a tocar, cambia todo y
suena bien. Toco con púa, porque me gusta más cómo suena, define mejor, y soy [de
bajo] Fender. Con púa es más rockero. Además tenés más agudos que
hacen percusión. Soy de la idea que la base no tiene por qué lucirse, la base
tiene que ser poderosa. Y bueno, en aquel momento, y con unos buenos arreglos
de guitarra, ya estaba. Y acá casi nadie hizo eso, y con Riff sí lo hicimos.
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Hay una pregunta que hago siempre y me gustaría hacerte: ¿Qué tema de otro te hubiese gustado componer?
De
acá me gusta “Sucio y desprolijo”. Hice una versión que a mí me gusta más que
la original de Pappo. Obviamente, se la admiro porque es un riff que podría
haberse hecho la semana pasada. Es totalmente actual. Sin embargo, googleá la
versión que hicimos con Viticus. Y después qué sé yo, voy a exagerar, pero
claro que me hubiera gustado haber hecho algo como “Hotel California”. Aunque
no sea, justamente, el estilo que hago, me encanta. Ese es de esos temas que
suenan como si lo hubieran hecho hace tres días, además la letra de “Hotel
California” es una de las mejores de todas las épocas. Por supuesto, también me
hubiera gustado componer otros temas más, algunos de AC/DC, en fin.
Un mérito que le encuentro al libro es que no es una autobiografía lavada, como hay varias que salen al mercado editorial, que terminan resultando fantasiosas.
Mirá, lo que te puedo asegurar es que todo lo del libro es muy sincero. Es real. Me hago cargo de todo lo que hice y no se lo recomiendo a nadie. Es como un libro de autoayuda pero al revés. No recomiendo a nadie que haga todo lo que hice o que pase por todo lo que pasé. Salió una crítica en Clarín que me dio gracia porque decía que yo había inventado un nuevo estilo literario que se podía llamar “realismo trágico”, lo cual significaba que empezabas a leer algo espeluznante y después de tres líneas te salía una mueca de una pequeña sonrisa y terminabas a las carcajadas. Y eso es porque me siento orgulloso de haber podido contar, una vez superadas, todas cosas horribles que me pasaron, haber podido relatarlas con sentido del humor porque eso es lo bueno para entretener y divertir a la gente. Ya tenemos tantos problemas encima.
Emiliano Acevedo
Muy buena y , fundamentalmente , esclarecedora nota .
ResponderEliminarLalobosch
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