Final triste, solitario e inexplicable, The Endless River, el último disco de
Pink Floyd, no tiene sentido. O sí. Habría que preguntarles a David Gilmour y Nick Mason
(los dos integrantes sobrevivientes, porque Roger Waters se fue en 1985) que los
impulsó a editar “un nuevo álbum de Floyd” en 2014, a 20 años de The Division Bell. ¿Habrán sido, simplemente, las ganas de recrear el sonido de la mítica banda en el siglo XXI? ¿O acaso un
gesto de auto indulgencia? De gritarle al mundo: “nosotros dos somos Pink Floyd y acá
estamos”. Ahora bien, si el principal motivo de la edición y recauchutaje de estas cintas inéditas ("outtakes") de mediados de los ´90, grabadas junto a Rick Wright, fue simplemente el de darle un homenaje al finado tecladista; la verdad, no hacía falta…
En resumen, con The
Endless River estamos en presencia de un frío collage sonoro que “se parece a
Floyd”, pero que no llega ni por asomo a revivir la magia del grupo. Apenas
una soporífera zapada de más de una hora de duración en la que el trío interpreta sonidos climaticos varios sin
aparente ton y son, en clave new age. Un largo tour de force muy tibio que se emparenta con "Cluster One", el instrumental que abría The Division Bell, pero que, a esta altura, no sorprende a casi nadie. Porque no alcanza con mechar
pedacitos del pasado sonoro del grupo, ni tampoco con incluir coros que recuerdan los de “Echoes”, la legendaria
suite de 1971; o guitarras de Gilmour ala “Run Like Hell”, para levantar la puntería. A veces la batería de
Mason intenta sonar como en “One of These Days”, y los teclados de Wright amagan con elaborar una coda de “Shine On You Crazy Diamond”; pero hasta
ahí llegamos. Tampoco alcanza con poner nuevamente la voz de Stephen Hawking,
como lo habían hecho en “Keep Talking”, el hit de hace 20 años, porque apenas si se convierte en una auto parodia. Bueno, quizás esa la intención que rige todo este álbum. Un tibio
homenaje final, pero que no merecería ser llamado “el legado final de Pink
Floyd”.
Lamentablemente, ni la inclusión de “Louder Than Words”, el último tema del disco y el único no instrumental, es suficiente para salvar a este intrascendente álbum. Esta canción final es linda, y no desmerece del material de la última etapa del grupo, pero apenas es un tema del montón en la historia de Floyd. Sin embargo, se termina convirtiendo en la única forma de cerrar “coherentemente” un disco que no tiene dirección aparente.
Lamentablemente, ni la inclusión de “Louder Than Words”, el último tema del disco y el único no instrumental, es suficiente para salvar a este intrascendente álbum. Esta canción final es linda, y no desmerece del material de la última etapa del grupo, pero apenas es un tema del montón en la historia de Floyd. Sin embargo, se termina convirtiendo en la única forma de cerrar “coherentemente” un disco que no tiene dirección aparente.
Porque si bien está en la misma línea de otros experimentos de Floyd, como Ummagumma (1969) o las bandas sonoras de Zabriskie Point (1970) y More (1969), The Endless River no llega a rivalizar ni siquiera con aquellos discos otrora criticados hasta por los propios integrantes del grupo. Por lo menos esas primeras incursiones instrumentales tenían pasión y ganas por avanzar en la creación de un nuevo sonido, por colocar los cimientos en los que luego estos arquitectos del prog rock edificaron su imperio. Y si hay algo que falta en The Endless River eso es, sin dudas, pasión. Por eso, de nuevo, ¿hacía falta?
Cada cual se quedará con su propio final de Pink Floyd.
Algunos piensan que el final del grupo ocurrió cuando se fue Waters, luego de (¡justamente!)
The Final Cut (1983). Otros eligen The Wall (1979) como el "verdadero disco
final" de Floyd (por lo menos ahí todavía trabajaban los cuatro juntos…)
Incluso, algunos puristas del Pink Floyd psicodélico coincidirán en que el
único Floyd es el primero, cuando estaba Barrett, y no ese monstruo megalómano
diseñado luego por Roger Waters. Suponemos que la mayoría de los fans elegirán The Division Bell como el final oficial de la
historia de la banda. Habría que preguntarse cuantas personas, además de
Gilmour y Mason, concebirán a The Endless
River como el colofón de esta leyenda rockera. Sin dudas, un disco para curiosos y completistas
obsesivos, pero que no aporta nada a la carrera de uno de los más grandes
grupos de la historia del rock mundial.
Emiliano Acevedo
COINCIDO en todo lo expresado por E.Acevedo. Recuerdo que compré el disco y los puse en la compactera... nunca terminó de empezar. Desde entonces no lo he vuelto a escuchar.
ResponderEliminar