Desde
hace más de 30 años, Alejandro
Terán se encarga de ponerle su sello sutil a todo lo que
toca, ya sean obras propias o ajenas. Multiinstrumentista, se destaca como intérprete
de viola y clarinete, mientras que su labor como compositor, director de
orquesta y arreglador es vastísima e incluye colaboraciones con todo tipo de
artistas, en varios géneros y estilos (entre varios etcéteras, se cuentan entre
los afortunados con los que colaboró Terán: Soda Stereo, Gustavo Cerati, Charly García, Catupecu Machu, Lisandro
Aristimuño, Divididos, De La Guarda, Bersuit, Bandana, Gazpacho, Gustavo
Santaolalla, Joan Manuel Serrat, Kevin Johansen, La Mosca, Miguel Mateos, Nacha
Guevara, Los Ratones Paranoicos, La Vela Puerca, León Gieco, Man Ray, Carajo,
Celeste Carballo, Súperchango, Súper Ratones, Willy Crook…)
Con
su simpatía, en esta singular nota, Terán nos cuenta algunas de sus muchas
vivencias musicales, además de oficiar como virtual VJ, recomendándonos varias
perlitas audiovisuales disponibles en la Web que dan cuenta de todo lo que se habla
aquí. Ahí vamos, entonces…
ENTREVISTA: ¿Cuáles son tus primeros recuerdos vinculados a la música?
Mi
madre Waltraut Wolfram era
inmigrante alemana, educada muy detalladamente en la tradición de la música
europea. Cantaba bellamente y tocaba el piano y el violín, como todas las
señoritas de sociedad. Ella no encontraba ninguna distinción entre música
clásica y popular: Mozart y Schubert eran su soundtrack. Cocinaba, cosía y limpiaba cantando lieders. ¡Hace poco
encontré la canción de cuna que me cantaba! La escucho hoy y se me saltan las
lágrimas: es bellísima, y se atribuye a Mozart (aunque a mí me parece que es
posterior)
Mi
padre Eduardo era cellista y
trombonista profesional, pero en casa se convertía en cantante y guitarrero.
Sus preferencias iban más bien por el lado de lo bizarro, el boom del folklore
de los 60 y las canciones beat. Tenía además un repertorio muy incorrecto y
picante para sus amigos que nos hacía desternillar de risa a mi hermana Patricia y a mí, aunque no entendíamos
mucho...
Siendo
hijo de músicos, ¿era inevitable que vos también te volvieses músico?
De
niño estaba yo convencido de que iba a ser arquitecto, o ingeniero. Me gustaba
mucho dibujar planos de casas y de extrañas máquinas. En un momento descubrí
que la música es también una especie de arquitectura (con su física y su
metafísica) y quizás allí se fusionaron mis vocaciones. De todas formas, hace
unos días le pregunté a mi mujer María
si todavía me veía a tiempo de estudiar ingeniería. Se rió, y no insistí...
¿Cuáles
fueron tus influencias, tus artistas y discos preferidos durante todos esos
años de formación musical inicial?
Después
de las influencias que ya describí, la primera impresión musical intensa que
recuerdo es la de ir con mi padre a las orquestas, y en el descanso quedarme
solo en la sala para investigar cada instrumento que reposaba en las sillas. Me
volvían loco los timbales, la gran cassa, las tubas y los contrabajos gigantes.
Los materiales: el brillo de los metales, los dispositivos mecánicos y las
maderas preciosas me producían un trip psicodélico. Hacia los diez años llegó a
mi colegio un compañero nuevo, que venía de vivir en Estados Unidos. Fui de
visita una tarde a su casa y me mostró cómo tocaba una acústica Fender y una armónica
con su soporte, a la vez. Me dejó tan loco que esa misma tarde le pedí a mi
padre estudiar la guitarra. El maestro de guitarra me hacía cantar también,
canciones simples. Un día me mostró que él podía cantar una segunda voz
haciendo armonías con la que yo cantaba. La idea del contrapunto a dos voces me
dejó boquiabierto, al punto que me puse a escribir a dos voces sin tener ni la
mínima idea de armonía. En la secundaria conocí a Axel Krygier, que también estaba decidido a ser músico y manejaba
una data muy distinta de la mía. Después de un viaje, se apareció con una
Tascam PortaOne, ingenio tecnológico que permitía grabar cuatro tracks
simultáneos en una cinta de casete. ¡El grababa cosas increíbles en esa caja!
Trabajé y no paré hasta comprarme una PortaOne, y esa caja gris fue mi maestra
de armonía a cuatro voces.
¿Cómo
se dio tu formación? ¿Qué te llevó a elegir estudiar instrumentos no
tradicionales como la viola o el clarinete?
A
mis once años, una tarde mi padre trajo a casa un estuche viejo y rotoso, y al
abrirlo descubrí que era un saxofón tenor Buescher, bastante maltratado y con
un aroma que delataba la afición al alcohol de su anterior dueño. Me pareció un
objeto tan feo que hasta me daba vergüenza mostrarme en público con él. Todos
los amigos músicos estaban de acuerdo en que era mucho mejor estudiar el
clarinete y después pasar al saxofón, que no tiene tanto repertorio académico.
Así que al final tuve también mi primer clarinete Yamaha de plástico, y empecé
a estudiar en el Conservatorio con el maestro Mariano Frogioni, insigne ícono de la escuela clarinetística
argentina. Corrían los 80 y yo todavía no había reparado en que tocar un
instrumento mejoraba las posibilidades de que una chica te diera un poco de
bola. Hasta que un día en la escuela, la chica más linda e inaccesible de mi
clase me vio con el estuche del saxo y se mostró interesada. Esa tarde se acabó
mi aversión al saxo. Un tiempo después, me puse de novio con una chica que
conocí en el Conservatorio que tocaba el piano y había empezado a estudiar la
viola. Un día me dijo que la iba a vender porque no le gustaba, y terminé
comprándosela. Estudié un año con el maestro Enry Balestro, otro prócer, y luego me largué por mis propios
medios.
CRÓNICAS DEL PASADO FUTURO
Naciste
en 1967, el mismo año que se editó Sgt.
Pepper, surgió Pink Floyd y se vivió el
auge psicodélico de los hippies durante el Verano del Amor, en San Francisco y demás. ¿Qué opinas de
todas estas movidas y cómo influenciaron tus gustos musicales?
¡He
pensado mucho en eso! A pesar de haber sido yo todavía muy chico en esos años
como para influenciarme, me siento orgánicamente psicodélico. Extraer de un
objeto cualquiera su carga psicodélica y maravillarme es uno de mis
entretenimientos habituales. Y hoy siguen gustándome mucho las aventuras
literarias, musicales y plásticas de aquellos años, y también, por supuesto, el
cine. Recomiendo las canciones conceptuales de Baldessari, muy inspiradoras.
La
primera vez que recibí dinero a cambio de hacer música fue a los quince,
leyendo a primera vista en una banda que paseaba santos en la Boca. Había que
seguir la procesión por el barrio, subirse a un barco y pasarse el domingo
vestido con un extraño uniforme. No recuerdo si la paga era buena, pero sí que
me daba una gran sensación de independencia. Poco tiempo después conseguí
trabajo como músico de prostíbulos en la Patagonia, en donde me formé en el
arte de tocar mientras dormía (habilidad que todavía conservo).
¿Cómo
se dio tu participación en la Portuaria? ¿Por qué no seguiste tocando con
ellos?
La Portuaria
fue una de las aventuras musicales que emergieron del semillero del Nacional de
Vicente López (al igual que Los Pericos,
Krygier y muchos otros). Empecé a tocar con ellos en vivo cuando el primer
disco, Rosas Rojas, ya estaba
editado. Giramos por el mundo durante una década, grabamos varios discos, y
experimentamos todos los estados de relación que suelen vivir las bandas cuando
pasan gran parte del tiempo juntos. En un momento todos los artistas que
formábamos la banda nos vimos ya más absorbidos por nuestros experimentos
personales, y la banda se disgregó. De vez en cuando tocamos un tiempo juntos
otra vez, hasta que las agendas se ponen espinosas, y así...
Junto
a varios amigos formaste El Sexteto Irreal. ¿Cómo se les ocurrió realizar este
proyecto?
El
Sexteto no es una banda del todo; es más bien, un club. Allí nos encontramos
los viejos marinos después de incontables aventuras, y nos divertimos charlando
en lenguaje musical, porque nos conocemos muy bien. El Sexteto sube al
escenario sin ensayo, sin lista y sin temas: eso es lo más divertido, ir
armando la música a medida que va apareciendo. Samalea y Manu Schaller
se han puesto a revisar grabaciones lúdicas del grupo y a fuerza de edición y
paciencia, ha surgido un disco llamado Jogging,
objeto casi impensable para un grupo tan distraído como el Irreal. Me he
quedado sorprendido al oírlo, porque conserva la locura del ready made irreal,
y en varios pasajes me hace reír. Aquí, un fragmento muy cortito, ¡y en el
video no está Axel!
CINEMA
VERITE
¿Cómo
fue trabajar junto a Leonardo Favio en la música de Aniceto?
La
música de Aniceto fue el primer
objeto que instrumenté para Iván
Wyszogrod, compositor cinematográfico. De ahí en más nos hicimos amigos y
hemos hecho juntos muchos soundtracks
y músicas para teatro. Favio tenía un láser estético asombroso: en varias
ocasiones nos hemos quedado asombrados y confundidos con sus directivas, pero
al final siempre teníamos que reconocer que su mirada iba más allá de la
corrección. Tomaba riesgos estéticos con enorme valentía.
Hablando
de bandas sonoras, ¿Cuáles son las diferencias que encontrás entre realizar
música para acompañar un filme (a las órdenes de un director, productor, etcétera)
y el trabajar arreglando la música de un tema y/o disco?
La
figura del arreglista es quizás un poco confusa para el lego. La estructura de
un score (partitura orquestal) se parece bastante a un plano arquitectónico: se
trata de un libro de papel con docenas de pequeños pentagramas en cada página,
en donde está diseñado cada detalle de ejecución de cada instrumentista de una
orquesta de, por ejemplo, 80 músicos. Todo: qué nota tocará fuerte, cuál suave;
qué pasaje ligado, cuál staccato... Para qué lado llevará el arco el violín en
cada nota, qué sílaba dirá el clarinete para que cada nota suene más o menos
atacada... Qué combinación de notas tocarán los cuatro cornos para que cada
acorde se forme, y que ninguna nota se salga del registro posible de cada
instrumento... Qué tipo de maza usará el timbalista para golpear su
instrumento... En fin, es una enorme cantidad de información técnica, que el
artista compositor suele no conocer, porque no es su especialidad. Muchas veces
el compositor realiza la música sobre un solo instrumento (habitualmente, el
piano) y luego encarga al arreglista el diseño de esa misma música, pero en gran
formato orquestal. De manera similar, un grupo de rock puede intuir que a su
tema le vendrían muy bien unos violines, pero la mecánica del funcionamiento
violinístico le es extraña. Entonces, se encarga a un arreglista el diseño de
un ensamble que encaje perfectamente sobre lo que toca la banda. A mí me
resulta muy divertido el juego de descubrir qué ideas musicales enriquecen la
intencionalidad de cada pasaje, qué guiños estéticos caben en combinación con
la estética preexistente... Es un juego un poco obsesivo, y muy gratificante
(cuando sale bien).
COLABORACIONES ESTELARES
Desde
afuera parecen bastantes distintos. Vos, que trabajaste junto a ambos, ¿nos
podrías contar cuáles son las diferencias y similitudes entre Charly y Cerati,
a la hora de grabar un disco?
En
los dos casos se trata de artistas integrales y de estéticas ultra definidas:
ambos saben perfectamente lo que quieren y en sus músicas ya se encuentra
implícito el arreglo. Al arreglista le resta sólo descubrir las intenciones
ocultas del tema, y ponerlas de manifiesto. García es explosivo y experimental,
de exquisitas ideas musicales y gran director de ensambles; Gustavo era un increíble realizador sónico y textural, y experto
en extraer lo mejor de cada uno. Era además tan virtuoso como compositor,
instrumentista y cantante, que prácticamente no existe nada imposible para él.
Los dos son radares musicales asombrosos y cada tarde de trabajo con artistas
de este calibre resultan como un postgrado para músicos de todo tipo de
formación.
A Skay le pregunté, mientras diseñaba los
arreglos para su disco, si quería que le diera dos opciones para elegir de un
tema, y me respondió con una frase que me ha quedado grabada: "Nunca, pero nunca, me des dos
opciones…” Con Aznar he
trabajado muy poco: una vez para un concierto de Lebón en el que él hacía un medley con orquesta, y en sesiones con García, en las cuales quedé maravillado
por su musicalidad increíble, ¡y su memoria de elefante! ¡Hacía años que no
tocaba ese tema!
Con
Lebón hicimos una vez un show en
vivo, en el que escribí las cuerdas, y se me ocurrió, después de terminado un
tema (“El Tiempo Es Veloz”) escribir unos compases finales del cuarteto de
cuerdas solo, a modo de coda. Él no sabía lo que íbamos a tocar, y cuando lo
hicimos, se dio vuelta, escuchó, y se puso a llorar. Muy emocionante.
PONCHE PSICODÉLICO Y ELÉCTRICO
¿Qué
te llevó a formar la orquesta Hypnofón? ¿Podés decirnos unas palabras acerca de
cómo elegiste el ecléctico repertorio del primer disco?
Cuando
volví de trabajar un año con Joan Manuel
Serrat en España, me vi con algo de plata en el bolsillo como para encarar
la composición de un disco orquestal, que hacía tiempo que tenía ganas de hacer
pero nunca tenía tiempo. Así que elegí algunos temas fetiche, compuse otros, y
gracias a Los Años Luz y a EPSA, logré editar ese raro disco... Fue una buena
decisión, porque todavía hoy esa aventura me da gratificaciones y se ha
convertido en un símbolo de mis preferencias musicales, y mucha gente me
conoció a través de él. En esa época yo me preguntaba si existía una psicodelia
argentina, y la selección onírica de los temas pasa un poco por esa idea.
¿Cómo
viviste la experiencia de grabar “Verbo Carne” con la Sinfónica de Londres en
Abbey Road? ¿Fue algo así como “el sueño del pibe”?
Cerati
me mostró el tema en su estudio, y estaba construido sólo con electrónica y voz.
Me dijo que él intuía una situación orquestal para ese objeto, y yo le dije que
podíamos hacer algo con mis amigos músicos acá en Buenos Aires. Él me contestó
que no, que él imaginaba una orquesta sinfónica completa, y nombró la de
Londres como posibilidad... Tragué saliva y asentí: siempre me maravilló de
Gustavo esa ausencia de negatividad en su proceso mental, tenía el NO
borrado... Todo era posible en su mundo. La mañana de la grabación en Abbey
Road fue mágica. La sesión del día anterior la había dirigido... ¡John Williams! Puse las partes, los
músicos se pusieron los auriculares, y cuatro minutos después estábamos con
Gustavo en el control mudos, boquiabiertos, y lagrimeando. El primer violín, Gavin Wright, vio que estábamos un
tanto sobrepasados por la emoción y vino al control para preguntarnos si nos
había gustado la toma 1, y qué cambios queríamos hacer para la segunda toma. Yo
lo miraba a Gustavo y él me hacía el gesto de “¡hablá vos!”, y entre los dos no hacíamos uno. Finalmente grabamos
unas versiones más, todas perfectas. Al final de la sesión, me paré en la
puerta de la Sala A mientras salían los cincuenta músicos y... ¡les di un
abrazo a cada uno! Los ingleses me miraban con curiosidad, pero me tiraban la
mejor onda.
¿Cómo
fue tu experiencia trabajando junto a Calle 13?
Con
Gustavo Santaolalla solemos trabajar
así: él me manda por mail temas en boceto de diversos grupos, y yo voy
diseñando ensambles para esos bocetos (¡a veces sin siquiera saber el nombre de
las bandas!). Cuando él pasa por Argentina, fijamos un día de grabación en un
estudio y hacemos una especie de orgía musical, grabando todo lo que diseñé.
Una vez me mandó un boceto cantado por él, muy lindo, y yo construí el arreglo
de cuerdas. Un tiempo después me mostró el objeto terminado y había reemplazado
su voz por la de… ¡Elvis Costello!
Me dejó mudo...
Con
Calle 13 me pasó algo parecido. “El
Tango del Pecado” me lo mandó en un mail y me dio como referencia unas cuerdas
de Dr. Dre. ¡Yo no conocía Calle 13!
(no eran aun tan populares como ahora). Recuerdo que a mi mujer y a mí nos
divirtió mucho el tema y hasta lo mostramos en nuestro círculo de amigos como
curiosidad. Un tiempo después, la banda explotó...
DE PERFECCIONISMO, GUSTOS Y OTRAS
YERBAS
¿Cuál
consideras que fue, hasta ahora, el momento más importante de tu carrera como
músico?
Dice
la leyenda que al ser consultado acerca de su "carrera" musical, Nick Cave contestó lacónicamente: “No
soy un caballo”. En mi caso, soy tan obsesivo y cabeza dura que a veces un
pasaje que grabo jugando en casa me da más gratificación que un enorme proyecto
profesional. Además, la música es un campo tan vasto que el horizonte se va
moviendo constantemente, y no permite al músico estar conforme jamás, ni
considerar obra alguna como una realización. “Mañana es mejor”, como dice el
filósofo. Tengo sí, algunas músicas preferidas hechas por mí, pero van
cambiando según mi humor.
¿Qué
músicos y géneros actuales preferís escuchar? ¿Qué disco y artista
recomendarías escuchar y por qué?
En
la industria del perfume existen expertos llamados "narices", en
alusión a sus capacidades cuasi mágicas para dilucidar los componentes de una
fragancia. Mi recomendación suele ir en ese sentido: lograr un playlist tan
amplio y variado que nos vaya convirtiendo en "orejas". La ciencia
sabe hoy que al poner play en una música desconocida se activan mecanismos
cerebrales de complejidades cósmicas, y que uno de los centros más activos es
el que aporta recuerdos de músicas anteriores para funcionar como referencias
para la comprensión del fenómeno nuevo. La música del S. XXI es una
consecuencia de todas las anteriores, desde que ha sido posible su transmisión
de una generación a otra, o su notación. Una lista muy parcial e incompleta de
mis recomendaciones musicales podría hallarse en mi canal de YouTube:
http://www.youtube.com/user/hypnofon
¿Cuál
es tu opinión acerca del rock nacional actual? ¿Hay algo nuevo que te haya
gustado?
Si
hablamos específicamente de rock, intuyo que la actitud rocker es atemporal y
vivirá por siempre. Cualquier música es rock si está hecha por un rocker, y si
alguien no es rocker no hará rock (aunque musicalmente haga rock). Hunter Thompson es rock, ¡aunque ni
siquiera hace música!
El
rock es un fenómeno tribal-social, mucho antes que una categoría musical en sí.
Una banda de rock es funcional y auténtica sólo si una tribu la toma como
referencia estética y como aglutinante. Deambular, reunirse, y huir (como dice
Diederichsen en Psicodelia y Ready Made, http://www.lalibreriadelau.com/libros-de-artes-en-general-ca25_127/libro-psicodelia-y-ready-made-p73930). Lo estrictamente musical no tiene mucho que ver con eso. El rock como género
musical es raro en la actualidad... ¡Así como quizás también el concepto de
Nación! ¡Es bizarro hacer filosofía con dos términos fantasmas! Lo que sí
parecen estar vivas aún son las canciones, independientemente del trato
estético que se les dé. Y cancionistas rockers hay todavía buenos, empezando
por el Pity...
DANCERS PARADISE
¿Cuál
es tu opinión de lo que significa ser un músico profesional en la actualidad,
dentro de esta coyuntura que supone la caída de las discográficas y el auge de
las descargas de discos online en la net?
La
actividad del músico ha sido siempre dispersa y variada. No olvidemos que
Mozart dejó al morir un piano, una mesa de billar, y un montón de deudas. La
idea del músico millonario y viviendo en un océano de privilegios es muy
reciente, y hay que reconocer que es fea, estéticamente hablando. Creo que un compositor
debería poder vivir bien de su trabajo, al igual que un intérprete, un
arreglista o un instrumentista idóneo, ¡pero a nadie le hace falta ser
obscenamente rico! La caída de las grandes discográficas perjudica
especialmente a los grandes productores, pero los verdaderos artistas
encontrarán siempre alguna forma de supervivencia digna. Es importante también
que los Estados consideren a sus artistas como verdaderos motores de la vida de
todos los ciudadanos, y que los cuiden y les hagan posible crear sin que esto
les signifique morir de inanición. Las descargas vía Red son una de las últimas
formas de democratización de la cultura, y no creo que haya un solo artista
sincero que lamente que alguien quiera oír su música, aunque no pueda o no
desee pagar por ella. La música es una Diosa piadosa: mira con benevolencia a
quien le hace servicios flacos o decididamente malos, y premia de maneras
misteriosas a quien se dedica con pasión a su adoración, día tras día.
¿Cuáles
son tus proyectos a futuro?
Estoy
atravesando los 50, edad en la que algunas motivaciones adolescentes van
desapareciendo... ¡y muchas veces es difícil reemplazarlas por otras! Quiero
decir que lo que resultaba un desafío a los 20 quizás ya no nos excita de la
misma manera después de los 40. El artista debe ingeniárselas para conseguir
nuevos motores para la curiosidad y la acción creativa. Por eso insisto siempre
en la necesidad de mantener el alma abierta a cosas nuevas, meterse en
problemas... De eso se tratan mis proyectos a futuro: estar siempre metido en
asuntos que no comprenda del todo, que me obliguen a ensanchar mis horizontes
musicales. No por nada decía Suzuki
que la actitud a mantener es la del eterno principiante.
Emiliano
Acevedo
Un Lujo!
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