La
primera vez que vi a Alejandro
Giusti, fue en un festival de jazz organizado por una empresa
de telefonía celular en la Costanera Sur, en el verano de 2001, y me interesé
mucho por la música de su grupo, la Giusti
Funk Corp, una muy buena banda de funk que se decantaba por la
fusión de ese género con otros de procedencia rioplatense y/o latina. El tiempo
pasó, pero rápidamente Giusti se volvió un candidato obvio a la hora de pensar
a que músicos queríamos entrevistar para nuestro blog, porque además de su valía
como bajista y compositor, tiene una larga trayectoria en la docencia que
incluye la publicación de dos libros de enseñanza musical. Por eso, la segunda
vez que lo vi fue en su casa en el barrio de Flores, donde nos recibió con
simpatía y realizamos este diálogo musical que hoy tenemos el placer de
acercarles.
ENTREVISTA: ¿Cuáles fueron tus inicios en la música?
Me
pasó la típica de cualquier chico de 9 años al que lo mandan a estudiar con el
profesor de guitarra del barrio. No fue una decisión mía, me mandaron a
estudiar dibujo y guitarra. Habré estado ahí estudiando un año, y llegué a
tocar algunas piezas clásicas. Después, a los 14 años, dejé de ir y me volví a
enganchar con la música –ahí sí porque yo quería-, nuevamente con la guitarra.
Estudié guitarra en el Conservatorio
Nacional de Música López Buchardo. Habré tocado guitarra desde los 14 a los
17 años, más o menos, y ahí empiezo con el bajo…
¿Qué
grupos escuchabas en esa época?
Los
inicios del rock nacional. En esos años, todo lo que me gustaba lo iba a ver.
Desde muy chico, a los 10, 12 años empecé a ir a recitales. Antes no había
tanto bardo en los conciertos, un pibe podía ir tranquilo porque no pasaba
nada. Así, fui a un montón de shows, a ver a Pappo, Spinetta, etcétera. Todo lo que fuera rock era lo que yo
escuchaba entonces.
¿Y
de rock internacional?
Mucho
Beatles, y después otras bandas que
me encantaron como Genesis, Deep Purple,
Hendrix… Y todo eso mechado con música clásica, porque al estar estudiando
guitarra clásica hasta iba a ver conciertos al (Teatro) Colón. Era un bicho
medio raro…
¿Por
qué pasaste a tocar el bajo?
Medio
de casualidad, porque a un amigo le faltaba un bajista en su banda de soul, y
como había un bajo me propuso si quería ir a tocarlo. Así empecé y me gustó.
También me gustó porque yo venía de tocar guitarra española, y el bajo también
se podía tocar con los dedos a diferencia de la guitarra eléctrica que tocaba
con púa. Aparte me gustó el lugar del bajo en un grupo, esa cualidad del instrumento
de base melódica y rítmica. Después, estudié con Bucky Arcella –un capo del bajo-, y luego seguí en forma
autodidacta. Saqué mucho mirando videos, sobre todo las técnicas de slap y tapping. A fines de los 80 y comienzos de los 90, no había nada acá,
no había Internet ni nada parecido, y había que rebuscárselas para conseguir
material del instrumento.
Igual,
para esa época vos ya venías tocando el bajo…
Sí.
Aunque primero me había agarrado “la fiebre Pastorius”-como a todos-, me
encantaba como tocaba Jaco, y venía
laburando ese estilo. Lo que me gustó mucho de Pastorius fue su sonido fretless,
que tiene esa cosa melódica de instrumentos como el cello, que yo también había
estudiado, anteriormente al bajo, durante poco tiempo. Luego empiezo a coparme
mucho con el slap. Quería tocar así, porque
me había copado mucho con lo que hacía Marcus
Miller en el grupo de Miles Davis.
Lo suyo era muy interesante, rítmicamente.
JAMÁS PODRÍAMOS EVITARLO
¿Cómo
te surge la idea de formar la Giusti Funk Corp.?
Estaba
tocando en una banda soul, y justo entró a tocar Pablo Rovner –luego, guitarrista de la Giusti-, y ahí nos
conocemos. Pablo venía de estudiar en el Musicians
Institute y me comenta que conocía un batero que había estudiado con él y
tocaba muy bien, el Pipi Piazzolla,
y me propone que toquemos juntos. Así, nos juntamos un día a tocar, hicimos una
zapada de 20 minutos, y fue impresionante lo que pasó. La famosa “química”,
viste. A partir de ahí comenzamos a ensayar tres veces por semana, en un plan
súper metódico. A los dos meses ya estábamos tocando casi todos los fines de
semana. Así fue como arranqué con ese proyecto. Al principio nuestro trío se
llamaba La Cara de Dios. Con ese
nombre estuvimos tocando algo más de un año e, incluso, grabamos tres temas,
más un video clip, hasta que se terminó desarmando el trío. La idea de hacer la
Giusti Funk Corp. surge de una
charla que tuve con Pipi, quien me dijo: “Vos tenés que armar tu banda
solista”. “Ok”, le dije, “¿y vos serías el batero?” Y él aceptó, y al final,
buscando un violero, terminé llamando de nuevo a Rovner, porque la verdad era
difícil encontrar demasiados violeros que manejaban tan bien las rítmicas como
él. Así surge la idea de grabar, luego de hacer un demo.
¿Para
ese momento ya dabas clases?
Sí,
desde los 17 años. Al principio me ofrecieron dar clases de folklore en
guitarra en un colegio nocturno, ahí también arranqué con un par de alumnos
particulares. La docencia me gusta mucho.
¿Cómo
fue que te empezaste a copar con el funk?
Porque
a mí me encantaba mucho lo que hacía Miles Davis, en discos como Tutu o Amandla, en ese momento que los editó, a mediados de los 80. Esas
obras se me revelaron como un camino musical muy interesante y poco explorado
hasta ese momento. También me gustaba mucho el tema percusivo, esa posibilidad
que da el bajo como instrumento de ser bajista y percusionista al mismo tiempo.
Así escuché un montón de la movida, por ejemplo discos de James Brown o Earth, Wind
& Fire. Sin olvidarme de Stanley
Clarke, también, ya que a partir de él empezó toda la movida del bajo
virtuoso, se podría decir.
Como
te había dicho, habíamos ido a un estudio a grabar un demo de cuatro temas, y
al final grabamos seis temas. A eso le sumamos tres temas más que teníamos de
la época del trío. Luego tocamos en (la exposición) Buenos Aires No Duerme, y grabamos ahí otro tema. Así quedaron
grabados todos los temas del primer cd Barrio
Funk (1997).
¿Ahí
surge la idea de publicar tu libro?
Sí.
Justo habíamos grabado Barrio Funk y
yo me había puesto a hablar con la gente de la Editorial Ricordi –que ahora se llama Melos-, y les propuse de hacer un método para aprender slap, porque
me di cuenta de que acá no había un método de enseñanza del slap. Eso fue en el año 1998. Lo grabé y
tardó como dos años en salir. Luego, hace un par de años, saqué otro libro de
bases de candombe, que grabé con unos amigos míos que tienen una banda de
candombe. También estuve escribiendo en las revistas El Musiquero y Record Play
durante una época.
¿Y
tu gusto por el candombe de dónde viene?
Lo
que pasa es que a mí el candombe es un género que me parece, rítmicamente, muy
interesante. Además me llega mucho por ser un ritmo rioplatense. También me
surgió lo de tocar junto a esa banda porque me habían preguntado por si les
recomendaba a un bajista, y directamente me ofrecí yo, ya que me interesaba
mucho la idea de tocar con una cuerda de tambores.
¿Y
cómo te decantás por la vía de la fusión, por esto de generar una nueva música
a partir de géneros tan disimiles como el jazz, el funk, el tango o el
candombe?
Mirá,
eso es algo no planeado que forma parte de las influencias personales. Era como
te decía acerca de que a mí me gustaba toda esa movida de Miles Davis, pero es
como que uno siempre quiere darle como un “gusto local” a esa cosa. Y, además,
como me gusta el candombe, me gusta la chacarera, y muchas cosas del tango,
también; y, a veces, pasa que me salen temas por ese lado. Por eso en mis
discos de la Giusti Funk Corp. hay varios tangos o folklores. Por ejemplo, en
mi primer disco estaba “Chacarera Virtual” que era un solo de bajo que yo fui
agrandando hasta que se convirtió en un tema con melodía y todo.
¿Cómo
fue salir a tocar con una propuesta musical como la de la Giusti en los 90?
Se
podía tocar mucho más, ahora está muy complicado para tocar. Antes del 2000 era
mucho más fácil llenar un boliche, y esto es algo que le pasa a todo el mundo.
Antes tocábamos y hasta quedaba gente afuera. Pero, bueno, cambió el país.
Luego de los 90 se cerraron como cien mil pymes, vino (el gobierno de) De La
Rúa, pasó lo de Cromañón, se puso
todo más duro para tocar… Ahora no queda otra que hacerte tu lugar. Sin
embargo, ya no hay tantos lugares para tocar. Obvio, hay varios lugares para
tocar rock, pero con respecto a lo que yo hago, que es música instrumental,
está bastante más acotado. Igual, por suerte sigue habiendo algunos lugares.
Por eso la idea es usar el ingenio y salir adelante. De hecho, estoy planeando
grabar un nuevo disco con el material que estamos tocando ahora en vivo.
JUNTARSE UN POCO MUCHO
A
la hora de grabar un disco, ¿cómo lo pensás?
Cuando
tengo una determinada cantidad de temas como para armar un disco lo saco a la
cancha. Voy componiendo sin una planificación. Siempre hay tango, funkies,
temas latinos… El hilo conductor es la banda misma, y también como uno hace
cada uno de los arreglos de los temas. Ahora, para el próximo disco se me
ocurrió meter un par de temas cantados, como para darle una vuelta de tuerca a
la cosa. También tengo la idea de versionar un par de temas. Como, por ejemplo,
“Jugo de Tomate Frio”, que lo venimos tocando ya hace un tiempo en versión
funky, así como “Purple Haze”, el clásico de Jimi Hendrix. Por eso, ya vino a cantar con nosotros, un par de
veces, Claudio Ledda, el ex cantante
de La Groovisima. A veces canto yo
también, aunque la idea es hacerlo con una lista de cantantes invitados, como Mavi Díaz –quien ya cantó un par de
veces con nosotros- o Claudita Puyó…
Luego
de Barrio Funk, grabaste otros tres discos (Arrabal
Eléctrico, 1999; Plan C, 2004; y Grande de Fuzza, 2008) ¿Qué balance hacés de la trayectoria
de la Giusti Funk Corp.?
En
definitiva, en este proyecto hago lo que a mí me gusta, todo lo que grabé fue
aquel material que más me gusta y con el que más me siento cómodo. Siempre fui
siguiendo ese camino y, por otro lado, es lo que me sale.
¿Qué
bajistas argentinos te gustan?
Un
montón son buenísimos. Por ejemplo, Guille
Vadalá, que es un capo muy groso, un tipo que toca re bien slap o fretless, es muy versátil; después, por supuesto, Javier Malosetti es una maza, y me
gusta mucho verlo en vivo; el Gordo Maza
es genial, me encanta; otro que es muy buen bajista es Alejandro Herrera; y también Gustavo Giles, otro capo…
¿Pedro
Aznar?
Sí,
por supuesto. Aznar es un prócer, ya a los 18 años era un genio, se tocaba la
vida. Me había olvidado de nombrarlo porque ahora está mucho tocando la
guitarra y cantando, pero claro que es un referente ineludible del bajo.
¿Y
hoy que música preferís escuchar?
Depende
de mi estado de ánimo, viste. Sigo escuchando alguna de las cosas viejas que
escuchaba cuando era un pibe. Tengo mis épocas… A veces se me ocurre hacerme
una panzada escuchando todo Beatles,
o llego y me pongo tres discos seguidos de (Dave) Holland, el famoso contrabajista. Escucho de todo, incluso cosas
que me traen mis alumnos. Siempre me intereso mucho por los bajistas. Por
ejemplo, me gusta mucho lo que está haciendo Victor Wooten o Marcus
Miller, a quienes siempre está bueno verlos porque es lo que está
sucediendo ahora. Pero bueno, uno se vuelve ecléctico, y capaz de escuchar a
Marcus Miller paso a escuchar uno de Joni
Mitchell, también. Lo que pasa es que con las posibilidades que da el Mp3
uno se termina armando varios listados de temas. También, en música clásica, yo
soy muy fanático de (Johann Sebastián) Bach,
un compositor descomunal…
¿Qué
recordás de tu paso por la revista Music
Expert?
Escribir
en esa revista me posibilitó estar en el programa de televisión que fue como la
escuela ideal para todo músico. Me encantaba grabar ese programa. Nos
juntábamos desde la una de la tarde hasta las ocho de la noche para grabar y
hacíamos dos o tres programas. O sea que eran dos o tres semanas juntas en una
misma tarde. Tocábamos con varios músicos. Venía un pianista francés, podía
estar Ricardo Mollo o Luis Salinas. Estaba bueno porque
tocábamos rock, jazz…
¿Ensayaban
o se resolvían sobre la marcha los temas?
No,
excepcionalmente ensayábamos el mismo día. Sino lo hacíamos en el momento. Por
ejemplo, el día que vino (Rubén) Rada me
dieron el tema que iba a hacer a la mañana para que lo tenga para la tarde. O
me acuerdo de una vez vino (Adrián) Barilari
y sacamos “Oh, Darling” de los Beatles
de una semana a la otra.
¿Por
qué no siguió?
Duró
muchos años pese al maneje socio-económico del contexto. En total, duramos
cuatro años en total, algo que en ese medio es mucho. Además estuvo bueno
porque iba por (el canal) Music Country,
que era una alternativa. Hoy por hoy, por ejemplo, los canales de música
sabemos que están manejados por las grandes compañías discográficas
multinacionales, pero ese era otro paradigma. Ese era un canal donde veías un
concierto de Jimi Hendrix,
documentales de Yes o de los Stones, pasaban cosas rarísimas.
¿Alguna
vez te buscaron de una banda muy conocida?
No.
Lo que yo hago es lo que me gusta hacer, desde que tengo 14 años, cuando agarré
por primera vez este instrumento. Por eso, en algún punto, no estoy defraudando
ese deseo que tenía cuando era chico, y sigo haciendo lo que me gusta en
música. Igual, si se da para tocar en alguna situación con alguien, está todo
bien, se podría llegar a hacer.
¿Qué
preferís en la música instrumental, el virtuosismo, la simpleza, o un
equilibrio entre ambos mundos?
En
mi caso, siempre en mis discos trato de buscar un equilibrio. Por ejemplo, si
escuchas un disco mío vas a ver que está lleno de solos de bajo, pero también
hay solos de los otros músicos. A veces, arrancamos con todo, luego bajamos un
poco, como que le buscamos una “curva” a la cosa para no aburrir –tanto en las
composiciones como en los arreglos- haciéndolo de una forma que sea
interesante, además de tener su cuota sofisticada, claro…
¿Además
de grabar un nuevo disco, cuáles son tus otros proyectos a futuro?
Aparte
de la Giusti Funk Corp. estoy con la idea de grabar un disco de tango. Porque
ya tengo unos cuantos tangos grabados y un par más sin grabar. Ya veré como
sale. Serían tangos, en su mayoría instrumentales, y algunos más con letra. Mi
idea sería hacer tango pero con un enfoque parecido a lo que hago en la Giusti,
con batería e instrumentos eléctricos. También tengo ganas de armar algún tipo
de enseñanza virtual de música por internet. Por eso ya estuve hablando con un
par de personas que se dedican a eso, pero vamos tranquilos proyectando el
futuro.
(Entrevista
realizada en diciembre de 2012)
Emiliano
Acevedo
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