Durante más de 50 años de trayectoria, César Banana Pueyrredón consiguió
dar forma a una exitosa carrera en el pop melódico argentino, con una
trascendencia internacional que, incluso, lo llevó a tocar en varios países
latinoamericanos. Todo comenzó en 1969 cuando forma el grupo Banana, alcanzando gran popularidad a
principios de los años 70, a partir de las composiciones beat y melódicas de
César y el sello de su estilo romántico. Todo esto tiene una manifiesta
popularidad pero lo que no es tan conocido es que a partir de 1975, Banana
empezó a tener un vuelco más rockero en sus conciertos, en los que, además de
hacer su repertorio de baladas, hacían covers de temas de bandas progresivas
internacionales. En esa época César estudiaba en la UCA (Universidad Católica)
y escuchaba mucho a Genesis, Yes, Focus
y Crucis. Esta última banda lo
impactó tanto que generó su deseo de hacer música más elaborada y experimental.
Así, en 1979, Banana editaría Aún es tiempo de soñar, un trabajo de neto corte progresivo y sinfónico del que ya hemos conversado con César en una entrevista anterior.
En esta oportunidad, recorreremos juntos los discos Licuado (1980) y De entrecasa (1983), que aún mantenían gran parte de la estética de rock sinfónico. Estos dos álbumes serían los últimos de Banana como grupo, ya que se disolverían en 1984, dando inicio a la carrera solista de César que lo llevaría a ser uno de los más importantes exponentes del cancionero argentino pop y la balada romántica elaborada.
ENTREVISTA> Licuado y De Entrecasa, ¿son trabajos de un período de transición hacia lo que después sería tu carrera solista?
A
la distancia veo que estaba haciendo una vuelta hacia lo más melódico, lo más baladístico.
Estaba volviendo a la canción, sin tanto desarrollo instrumental de esa época
“genesiana” de Aún es tiempo de soñar,
surge en un período en el que tuve la necesitado experimentar con influencias
de Gentle Giant y Focus y, también, inspirado por la
música de Crucis y Spinetta.
Al venir de la música clásica, ¿no fue algo natural el hecho de hacer un material tan complejo como el de Aún es tiempo de soñar?
No. Fue un impulso del grupo. Yo cambié después de la gira de 1977 a Costa Rica, que fue el cierre de la etapa de Banana. Ahí experimentamos una popularidad impresionante. Sin embargo, esa gira ya la hicimos sin [Alejandro] Giordano, que era mi primo y el bajista, porque yo quería ir a otro lado. En el 78 ya me dediqué a Aún es tiempo de soñar, que sale editado en el 79. Por eso creo que fue el empuje de los nuevos integrantes de la banda. Nosotros hacíamos covers de muchos grupos progresivos en los shows. Hacíamos las famosas baladas de Banana mechadas con temas de Gentle Giant, Yes, Deep Purple, Boston… Hacíamos “Music”, de John Miles, cantado por el guitarrista Juan Gelly. Éramos leales a lo melódico del primer Banana pero le agregábamos el rock porque al público le gustaba y lo pedía y tenía los músicos para hacerlo.
Hiciste el movimiento de hacer covers de temas progresivos a componerlos…
Sí
pero no porque me haya propuesto formar parte del rock progresivo. Fue solo una
etapa de experimentación en mi carrera. Yo no enarbolé la bandera del rock
progresivo en Argentina. Lo que pasó fue que, mucho tiempo después, en la época
de internet lo empezaron a subir [a Aún
es tiempo de soñar] y a considerarlo progresivo en los distintos foros y en
las redes sociales. Hasta el día de hoy me lo nombran. Bueno, Diego Chornogubsky, el bajista de
Banana en esa época, se acuerda de lo que le decían amigos músicos de lo que
estábamos haciendo nosotros: “están poniendo
en letras y música de rock en castellano la música que escuchábamos y que
queremos hacer pero tenemos que hacer covers”. El único que se animó de
este grupo de músicos de San Isidro, Barrio Norte, de esta clase social, fui
yo. Están los tributos a Genesis o a
Pink Floyd, a esos chicos también
los conozco pero hacer temas propios ya era más raro. Aún hoy me manifiestan su
admiración por habérmela jugado en ese momento.
LICUADO (1980)
En una entrevista anterior me dijiste que Licuado era “el disco más británico” que se había grabado acá y con una influencia fuerte del Alan Parsons Project. Comentanos un poco esto.
En
realidad, las influencias eran múltiples no solo de Alan Parsons. Tal vez de Alan Parsons era esa cosa de poner
obstinatos e ir cambiando los acordes arriba, algo que usamos mucho. Pero
también teníamos otras cosas, como por ejemplo influencias de Genesis. En ese
momento, escuchábamos mucho esa banda y queríamos desarrollar ese estilo de
música con letras en español. Hacer canciones elaboradas que tuvieran un tinte
comercial como para que EMI las promocionara, era algo más difícil.
¿Licuado fue más aceptado por EMI que Aún es tiempo de soñar?
Sí,
fue un poquito más aceptado. De todas formas, la compañía ya me había cambiado
a los productores… No era lo mismo. Bueno, ese sería el último disco que grabaría
con EMI. Sin embargo, sí, a Licuado
lo aceptaron un poco más porque era un disco que tenía más baladas. Me dejaron
incluir esos temas instrumentales largos y raros. Incluso un tema llamado
“Huellas de la tierra”, que había sido originalmente un trabajo práctico que
hice para la Facultad…
¿Cómo fue eso?
Fue
un trabajo de ejercicios para mi carrera de compositor en la UCA. Primero hice
una versión pianística, luego otra para cuarteto de cuerdas… Como me gustaba,
se la mostré una vez a los chicos del grupo. Yo no sabía cómo hacerla sonar
porque era tan solo una partitura escrita que tocaba en el piano. Tenía
carácter de trabajo práctico, con muchas disonancias y poli tonalidades. Pero a
los chicos les gustó y entonces lo grabamos. No tenía título, y como sonaba
medio malambo, le puse “Huellas de la tierra”. Se lo dediqué a Alberto Ginastera.
Creo que la influencia del Alan Parsons Project se hace presente en los instrumentales de Licuado…
Sí,
pero no fue la típica copia de decir “hagamos algo como Parsons” sino sentir
que a mí me identificaba esa onda de ir variando acordes sobre una base. Por
ejemplo, “¿Dónde te escondes niña del viento?” es al revés: el acorde de arriba
es el mismo y lo que cambian son los bajos. Es un arpegio que sirve para muchos
acordes, hay ocho o diez acordes que se van y vienen de la tonalidad, que van
cambiando los bajos y el arpegio es siempre lo mismo.
Sí,
y también Spinetta. Yo creo que “Niña del viento” es un tributo a Spinetta por
el tipo de poética profunda.
Ya que lo mencionás, ¿cuál es tu etapa preferida de Spinetta?
La
primera. Para mí el primer disco de Almendra
es el mejor del rock nacional. Cuando salió, yo tenía 17 años y me partió la
cabeza. Así como me partió la cabeza escuchar “I Want to Hold Your Hand” a los
10, a los 17 me mato escuchar al Flaco… Y Los
Gatos también. Me acuerdo que una vez que fui a La Cueva a escuchar a Los Shakers, pero no sé por qué ese día
no tocaron, vi a Los Gatos sin querer y me enamoré del grupo… Gracias a Spinetta y Litto Nebbia y [Miguel] Cantilo, aprendimos todos a escribir canciones
en español.
En
“Barrilete al Cielo” hay un final bien progresivo, ¿cómo se te ocurrió?
Bueno,
pero fijate que “Aún es tiempo de soñar” también tenía un final con un solo de
guitarra a lo Queen, que hace un
poco la melodía de la canción y algo más. A mí siempre me gustó eso, que el
solista de guitarra hiciera la melodía de la canción…
Claro, pero rítmicamente es como que cambia la canción [“Barrilete al cielo”] en ese momento…
Sí,
no me acuerdo si fue algo buscado. Fue una inclinación hacia lo más
baladístico. Por ahí forma parte de mi tendencia de volver a la balada…
Igual es un tema largo. Y la letra tiene que ver con el escaparse de la situación que se estaba viviendo…
Sí.
Lo que pasaba es que me costaba escribir canciones de amor en ese marco de
música tan instrumental y demás. Claro, eso también se ve en la letra de “Aún
es tiempo de soñar”: la fantasía nos va a salvar de este momento opresivo.
“Paren
el mundo que estamos todos locos” y “El amor es siempre algo nuevo” son más new
wave…
Sí,
no sé. Son cosas intuitivas que le pasan a uno como compositor cuando estás
optimista. “Paren el mundo” es un típico rocanrol. En ese tema creo que canto
la nota más alta que hice en mi vida. Porque yo soy un barítono que canto La,
Si bemol muy de vez en cuando, y en ese tema llegué a un Do… Le tuve que decir
al técnico de grabación que bajara un poco la velocidad de la cinta para que
quedara bien.
Realmente, la letra de ese tema no perdió actualidad…
La
de “Alud” [de De entrecasa] tampoco,
porque habla de la farándula y de la invasión mediática. Hoy podría hablar de
la invasión de las redes y las plataformas digitales.
En “Control remoto” lo hiciste…
Sí,
ese tema está bueno porque apunta a no dejar que alguien maneje tu vida.
Aparte ahí decís “la computadora te dice a quién debes amar y a quien debes odiar”, ¡es la lógica del algoritmo!
Claro,
y no existía ni Facebook en ese momento. Pero, se puede decir, que ya se veía
venir que nuestro mundo iba a estar dominado por ese universo informático.
A la segunda parte instrumental de “igual cantaré mi canción”, yo le veo un poco de influencia de Yes…
Sí,
claro. Pero no sé de qué… (risas) No sé de qué disco, yo escuchaba un poco de
todo.
La tapa de Licuado es media insólita…
Es fea. Se nos ocurrió tirando ideas con la gente de arte de la compañía. A mí se ocurrió el nombre Licuado y ellos dijeron “¿y si hacemos que la banda salga de un licuado?”… El productor de EMI nos apuró y terminó saliendo así. Es muy fea. Quisieron hacer una tapa comercial pero el contenido del disco está lejos de eso… El nombre fue por una idea de mezcla y de probar distintas mixturas pero la idea no era terminar cayendo de una licuadora, como en esa foto horrible… (risas)
DE ENTRECASA (1983)
De entrecasa es un disco muy genesiano…
La
idea era cómo usar esas texturas en una balada que dure cuatro minutos, que
hable de amor y que sea seductora para una compañía discográfica. El título
tiene que ver con volver a algo más íntimo. Es más, la foto la sacamos en la
casa de un amigo mío que vive en Hurlingham.
La onda de “Que no entre nadie más” es muy interesante…
Es
medio funky. Hacer un groove que fuera funky era muy difícil en español. La
hice zapando con [el bajista] Fori
Mattaldi, un gran amigote mío y uno de los impulsores para que yo escuchara
esta música. Fue un tremendo laburo ponerle letra. Aparte voy a falsete en
algunos momentos de la canción. Algo muy raro. Una vez lo hicimos en vivo y fue
muy difícil de tocar.
“La enamorada del muro” es un temazo, ¿cómo te salió?
Es
una historia real que me contó un fotógrafo. Fue uno de los temas en los que
más investigué para hacer la letra. Fui al Museo de Ciencias Naturales de
Parque Centenario a estudiar sobre esta enredadera y sacar ideas… Laburé muchísimo en esa letra. Está
muy buena. De mis trabajos, es uno de los que más me gustan. Hasta me propuse
en un mismo verso poner los cinco sentidos, y puse: “un acorde dulce, suave, de
perfumes verdes…” Me encantó la historia que inspiró el tema: un tano que amaba
la enredadera pero sus vecinos que se quejaban de ella, hasta que él, ya harto
de todo, decide cortarla. A veces los músicos nos movemos así, con ganas de
escribir rescatando el ingrediente poético que tienen todas las cosas que están
alrededor. Todas las situaciones tienen un ingrediente poético solo hay que
saber encontrarlo. La antena de un compositor tiene que estar sensible. Hay
cosas poéticas que suceden todo el tiempo no es necesario esperar enamorarse o
desenamorarse para hacer una canción.
“Vivir con vos es estar lejos del mundo” es otro temazo.
Ese
está dedicado a mi mujer. Tiene una impronta genesiana, bien de Phil Collins.
“La golondrina ya puede volar” es otro tema con influencia muy británica…
Sí,
tal cual. La letra salió un poco a la manera de “She´s Leaving Home” de los Beatles. Una sobrina mía se enfrentó
con su familia por seguir a un novio y yo me inspiré en lo que le había pasado.
Entonces usé “golondrina” porque me gusta el sonido de esa palabra. La
golondrina que ya podía dejar de lado el mandato de los padres y seguir su
corazón.
“Espantapájaros,
vas a quedarte sola” es un tema medio gracioso…
Sí,
la idea era como un coro de voces que me aconsejan algo. Como el típico
angelito y demonio que están afuera de uno sugiriéndote cosas. La letra del
tema le habla a una chica para que no se aísle, para que no termine siendo un
espantapájaros por no abrirse a las nuevas relaciones.
El tema de la soledad, tanto en esta canción como en otros clásicos tuyos, siempre te inspiró, ¿no?
De alguna manera es como que tiene que ver con mi propia vida, sin tratar de hacer con esto un auto análisis psicológico. Soy el último de ocho hermanos, jugué solo toda mi vida, miraba televisión solo porque mis hermanos iban al colegio y aprendí a leer y escribir solo mirando televisión. Entonces, cuando a los ocho, nueve años, aparece un piano en mi casa yo seguía las clases de mi hermano mayor, tocando de oído. Y entonces alguien dijo: “César, también tiene inquietudes para tocar”… Entonces me pusieron profesora a mí también. Y a los tres meses de tomar clases ya estaba componiéndoles canciones a mis compañeras de banco del colegio. Se ve que tenía todo un mundo propio que el piano y la música me ayudaron a canalizar y a sacarme la soledad. La soledad, como decís vos, en un tema que siempre está dando vueltas en mis canciones porque es algo propio.
El disco termina con el “Rock cósmico”, casi un rocanrol de Riff…
¿Sabés
como salió? Fuimos a una sala de ensayo en donde iban muchas bandas, y en una
pared habían dejado un papel pegado con una lista de temas referidos al cosmos.
Y ahí empecé a improvisar la letra… Una improvisación total de ensayo. Como auto-ridiculizándonos
metidos en el disfraz de grupo rockero. Lo grabamos en [el estudio] El Cielito
y afuera, estaba David Lebón jugando
con los perros. David era como el socio de [el ingeniero de grabación Gustavo] Gauvry en el
estudio. Entonces lo llamé a David para que hiciera una parte de la canción.
Metió unos gritos re grosos al final del tema: “Hay que tocaaaaar
rocanroooollll…” A David le gustaba mucho como tocaba nuestro guitarrista, Juan
Gelly.
¿Cuáles son tus influencias como tecladista?
Bueno,
hablamos mucho de Genesis en esta nota así que obviamente voy a nombrar a Tony Banks. Pero también Jon Lord de Deep Purple. Aunque es claro que toco piano, sin querer copiarlos sino
porque me sale, como Elton John y Billy Joel. La forma de tocar los
acordes, las inversiones. Nunca me senté a tocar pensando en imitarlos pero
cuando me siento a tocar y luego lo escucho digo: “me sale como Elton John”. No
soy un pianista de hacer solos, como los pianistas de jazz o rock, lo que sí
tengo es buena rítmica, me acompaño bien y me gustan las armonías raras, las
inversiones de acordes un poco más jugadas.
¿A la distancia, cómo ves esta etapa musical tuya?
Valió
la pena haber grabado estos discos. No me arrepiento para nada. Alguien me
podrá decir que sacrifiqué muchos años de mi carrera para meter mis baladas en
otros mercados pero no… Es fenómeno haber pasado por esa experimentación.
Necesitaba hacerla, estaba estudiando música y composición en la UCA, algo que
también influyó muchísimo en esa mirada humanista de mis canciones. “Preguntas
al Cielo”, por ejemplo, parece sacado de Filosofía de la UCA, ya que habla
sobre la búsqueda del Ser Superior, etc. Aún
es tiempo de soñar es plena experimentación y Licuado y De entrecasa es
el pasaje de la experimentación a la balada más sofisticada que ya pertenece a mi
etapa solista.
Emiliano Acevedo
Excelente nota Emiliano, felicitaciones!!!
ResponderEliminarSoy fanático del grupo Banana, me encanta. Y hay poco material en internet. Muy buena nota!!!
ResponderEliminarAndrés.
Muy pero muy buena nota y data. Aparte de you tube no se consiguen en algun lado en mp3???
ResponderEliminarMuy pero muy buena nota y data. Aparte de youtube no se consiguen en algún lado en mp3??? Graciasssss
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