A lo largo de más de 45 años de trayectoria, César Banana Pueyrredón consiguió dar forma a una exitosa carrera en el pop melódico argentino, con una trascendencia internacional que,
incluso, lo llevó a tocar en varios países latinoamericanos. Sin embargo, pocos
saben que en 1979, en un período situado entre su popular grupo Banana y
su posterior carrera solista a partir de los 80 –época en donde el nombre de
ese grupo se convertiría en su sobrenombre-, César editó Aún es tiempo de soñar, un disco de rock progresivo en sintonía con el
mismo tipo de música que hacían grupos internacionales como Genesis, Yes
y ELP, o La Máquina de Hacer Pájaros, Crucis y Espíritu
en el rock argentino. Lo que
desentrañaremos en esta nota es el trasfondo, las circunstancias creativas,
históricas y vitales que llevaron a este tecladista, vocalista y compositor,
cuya trayectoria parecía situada a años luz del mundo del rock argentino, a grabar un álbum que
no tiene nada que envidiarle a otros clásicos de la época de este género.
Aún es tiempo de soñar es
una producción que contiene canciones de larga duración como “El Escultor y la
Estatua”, “Víspera” y “Preguntas al Cielo”, que alcanzan casi los 10 minutos; más
temas de gran vuelo lírico e imaginación como “Un Hombre en la Hoguera”, “Quien
se Acordará” y “Aún es Tiempo de Soñar”. Justamente, esta última canción fue la
más famosa y la que resumió el concepto de este disco en donde prima el
despliegue instrumental y una gran ambición musical. Además, por si fuera poco,
su producción artística de primera línea le sacó un cuerpo de ventaja a varios
discos del rock argentino de los 70, deficitarios en este aspecto. En resumen,
un disco curioso, y casi una perla oculta –ya que hace años que no ha vuelto a
ser reeditado- , y por eso, para conocer el proceso creativo que dio origen a
esta producción conversamos con César en su oficina. Allí compartimos
una larga y amena charla en la analizamos tema por tema este disco, que él
mismo definió como el más experimental de su carrera. Un trabajo complejo que
muestra su amor por la música, y que lo llevó incluso a retrasar su casamiento:
“Antes
que nada, debo decir que esto no se podría haber hecho sin el aguante de
Cecilia, mi mujer. Ella me bancó y me posibilitó que yo terminara este álbum en
el que estaba metiendo toda mi vida y mi creatividad. Un disco, quizás, con
pocas expectativas comerciales, que no tenía nada que ver con lo que había
hecho hasta ahí. Un verdadero salto al vacío; que yo quería dar.”
Una obra de culto que para nosotros merecía una relectura. Eso es lo que esta
nota intenta y que aquí les presentamos.
ANIMARSE A ABRIR EL COFRE
¿Cuáles podrían ser los antecedentes que te fueron guiando para realizar
este álbum?
Venía escuchando mucho la música de Focus, un
grupo holandés que me encantaba. Es más, ya con Banana, además de hacer
nuestro repertorio de baladas, hacíamos covers de temas de Gentle Giant,
Genesis, “Roundabout” de Yes; y, a partir de 1975-76, empezamos a
tener un vuelco más rockero a partir de la incorporación de Pablo Guyot
y Willy Iturri, con ellos llegamos a hacer hasta material de Deep
Purple, como el clásico “Smoke on the Water”. Hasta el día de hoy, cuando
me encuentro con JAF me cuenta de la vez que nos vio tocando ese tema en
un boliche de Villa Devoto, y no podía creer lo bien que lo hacíamos. En esa
época, también, estudiaba Composición en la Universidad Católica (UCA), y
sonaban mucho Genesis y Crucis. Esta última banda nos impactó a
los músicos argentinos, porque era la primera vez que se escuchaba un rock sinfónico nacional con nivel,
con un gran desarrollo de acordes, armonías; entonces empecé a tener ganas de
ir para ese lado. Estudiar en la Facultad generó en mí el deseo de hacer cosas
más elaboradas, y en el 77, efectivamente, empecé a escribir de otra manera, a
escribir antes de la canción, a inspirarme en libros y poesías que leía, en
películas. Hasta ese entonces, mis canciones, por ejemplo “Conociéndote”, no
tenían esa pretensión, hablaban de cosas simples, como conocer a una mina, y
demás. En su momento tuve cambios de opinión con mi primo Alejandro Giordano,
bajista original de Banana, y el que más sabía de manejo empresarial en
la banda, cuando le comenté que quería hacer un viraje estilístico en la música
del grupo para este lado más roquero y progresivo, y que para ello tenía que
poner músicos que tocaran ese estilo, a lo cual me respondió que podía hacer
esa misma música como solista. Yo me negué porque mi desafío era hacerlo con Banana,
y él decidió irse. Eso fue un dolor inmenso para mí, pero era necesario tener
otros músicos para poder realizar ese salto artístico que quería hacer; por eso
mi hermano Daniel también dejó la banda y se dedicó a manejar la parte
de sonido en el vivo.
Cuando plantee esta intención en la EMI tuve la
suerte de encontrar a un tipo maravilloso como Chacho Ruiz, presidente de la
compañía en ese momento, que me apoyó sin tener problemas con este giro
artístico en mi carrera. También fue posible debido a un cambio de mentalidad
en los productores artísticos de la compañía. Me acuerdo mucho de las caras de
los tipos el día que les presenté el disco terminado. Cuando Chacho y otros
ejecutivos de la compañía escucharon mi trabajo, uno de ellos dijo: “Pero esto es una rapsodia…”; dando a
entender que no se lo iban a poder vender a nadie; no obstante, Chacho lo
apoyó. El disco, comercialmente, no funcionó pero fue un impacto. Honestamente,
para mí fue un gusto el llevar a Banana -que era un grupo de música melódica, divertida y pop- hacía un plano más profundo, más
desarrollado, y poner al grupo a hacer canciones con textura rockera.
Teniendo en cuenta eso, ¿cuál es tu relación con el rock?
Desde muy chico me nutrí de toda la lírica de Almendra
y Los Gatos. Es más, para mí el primer disco de Almendra es
el mejor de la historia del rock
argentino. A los 16 años iba a verlos seguido. Me acuerdo de una vez que
estaban tocando en un teatro en el Centro, entró la policía, y nos cagó a palos
a todos, incluidos los músicos; y solo por tener el pelo largo. Algo absurdo.
¿Vos escuchabas rock
desde la época de los Beatles?
Sí, y, justamente, si este disco de rock resulta algo atípico en
comparación al resto de mi trayectoria musical se debe a que esa contradicción
estaba presente también en mi cabeza. Vos pensá que a los 11 años, cuando
recién estaba empezando a tocar el piano, aparecieron los Beatles con “I
Want to Hold Your Hand” y me rompieron la cabeza. Luego, como mi viejo era
diplomático, viví un año en Canadá, y allí componía temas en inglés y en
castellano, también formé un grupo. El hecho de estar lejos de mi país me
acercó a la nostalgia y la melancolía del tango. Cuando volví a Argentina empecé a escuchar el primer rock argentino y grupos pop melódicos, como los Bee Gees.
¿Por qué pensás que, a pesar de haber hecho un disco de rock como Aún es Tiempo de Soñar, éste no
aparezca reseñado en la historia del rock
nacional, cuando otras cosas que no tienen demasiado que ver con el
género sí están?
Bueno, me parece que tendría que haber una mirada
más abierta sobre el tema porque el rock
argentino es un amplio abanico en el que entraría también en el pop melódico. Por ejemplo, yo he
escrito un montón de baladas pop que
no son románticas. En ese estilo pop,
del que te hablo, también encajarían grupos como La Joven Guardia o Alma
y Vida. Me parece que ahí hay un sector –casi un sub género- vinculado a lo
que yo definiría como el “pop
argentino”. En mi caso, siempre tuve muy buena onda con los músicos de rock, por ejemplo JAF, con el
propio Luis (Spinetta); con Javier Martínez, al que veo
siempre en SADAIC y charlamos; Fito (Páez), que vive acá a dos
cuadras de esta oficina, y con quien varias veces me juntado a tomar algo, o
con Miguel Mateos. Pero, por otra parte, también está el caso de Willy
Iturri, quien en los reportajes que le hacían cuando estaba en GIT,
debido a los prejuicios que había en las revistas de rock de acá, nunca contaba que había tocado conmigo en Banana.
Quizás, sea una cuestión de etiquetas y preconceptos…
Tal cual. Siempre me acuerdo que Javier Martínez,
acerca de la mezcla de mis discos, me decía que no se parecían en nada a la
música melódica, en donde la voz del cantante aplasta todo. Para él había un
buen balance entre la voz, la banda, la batería, y que ésta al sonar en forma
tan marcada, se asemejaba al género rock. Además, fíjate que mi voz no es
afectada como la de los cantantes latinos, sino más áspera, más rockera, si se
quiere. Resumiendo, en mi carrera el “cóctel” estaría formado por Gardel,
los Beatles, el rock inglés,
todo el primer rock argentino,
el bolero tradicional –porque
“Toda la Noche Contigo” es un bolero-, y la música latina en general
¿Enseguida te diste cuenta que los temas que estabas haciendo iban a ser
tan largos, o empezaste a estirar su duración por necesidad?
Sí, lo hice por una necesidad expresiva, artística
y musical; para incluir esos arreglos que me estaban saliendo. Desde el punto
de vista comercial, esa característica de los temas era una locura porque jamás
podrían ser difundidos, salvo que hubiera un programa especial de rock sinfónico… Es más, en su momento
la EMI hizo una versión reducida de “Aún es Tiempo de Soñar”, en donde editaron
el tema para que se fuera en fade después del primer estribillo, con el solo de
guitarra, y sin final. Esa era la versión que usaban para difundir el disco en
la radio.
¿Y por qué utilizaste tantos músicos diferentes en el disco?
Porque estaba inmerso en una etapa de cambios. En
el grupo se estaba yendo una formación y todavía no estaba consolidada la que
venía; y mientras esto pasaba, por cuestiones contractuales, yo tenía que hacer
el disco. De esta forma, comencé a llamar a varios músicos amigos y, de acuerdo
a la característica de cada uno de ellos, veía en que tema servía más cada
participación. Pero enseguida, apenas terminé el álbum, armé una nueva banda,
que sería la que luego grabaría (los álbumes) Licuado (1980) y De
Entrecasa (1983).
DESENTRAÑANDO EL MISTERIO
La primera canción, “El Escultor y la Estatua”, parece inspirada en el
mito del Pigmalión, ¿es así?
Exactamente, es eso. Creo que estaba estudiando a Bernard
Shaw en una materia de la Facultad, y me pegó la historia de Pigmalión.
Evidentemente, hay algo subconsciente en el interés por dar vida a algo que
está en una estatua. Parece una metáfora que subyace en la totalidad de este
álbum: Yo doy mi vida, pongo mi vida acá, en esta producción artística; pongo
todo el esfuerzo para que esta música trascienda. Además, esta canción tiene
una frase divina en el final –que tal vez sea mi epitafio, el día que me
muera-: “Me voy hacia el olvido,
adonde viven los que ya han sido. Mi voz casi sonámbula se va perdiendo en la
embestida fatal del silencio estridente”.
Es un tema del Griego
(Jorge Scoufalos), quien componía conmigo las famosas baladas románticas
que fueron un éxito en Banana, acerca de un hombre al que sacrifican.
Simplemente, viene de su gusto por lo sangriento y morboso, seguramente se
inspiró en una película de terror en que estaban matando a alguna bruja como las
de Salem. Cuando me mostró esta canción, yo no lo podía creer. Es una canción
arreglada por mí pero en base a muchos conceptos planteados por él, quién en
ese momento, musicalmente, estaba yendo hacía el mismo lugar que yo.
Ahora viene el tema más recordado del disco: “Aún es Tiempo de Soñar”.
¿Qué nos podés contar de él?
Con respecto a “Aún es Tiempo de Soñar”, hasta me
han hecho entrevistas en revistas literarias preguntándome acerca del
significado de su letra. Por ejemplo, en la parte que dice: “Nubes de cristal bailan con la luna, que hoy
estrena un delantal de caracol y espuma…” el recurso gramatical de
buscar palabras con L no es característico del pop que hacíamos en Banana, sino que está inspirado más
en lo que hacía Spinetta en Almendra, por ejemplo. Creo que ese
fue mi tributo secreto hacia todo lo que había sido la música de Spinetta en
mi vida. En la grabación de ese tema toca la guitarra Juan Gelly –que se
unió al grupo luego de la ida de Pablo-. Su solo en “Aún es Tiempo de
Soñar” es una delicia. Pero no estuvo la grabación de todo el disco, por eso
tuve que llamar a otros violeros, como el mismo Guyot o Alberto
Bengolea, que tenía un estilo más jazzístico.
Siguiendo con el tema de su letra. ¿Cuál es tu análisis?
Cuando comencé a componerlo sólo tenía la parte que
decía: “Quédate, quédate conmigo, y
toma mi mano…”, se la mostré a la EMI, y ellos pensaron que era un tema
de amor; pero les aclaré que no era un tema simple de amor romántico sino de un
amor más integral, de amor a la inspiración, al arte. En esa letra estuve
trabajando tres meses, buscando muy cuidadosamente metáforas y estudiando mucho
sobre cuentos de hadas. En ese tema hay muchas referencias de la fantasía de
los cuentos, muy al estilo Genesis. Además, tenía un componente extra;
aunque yo no hacía temas testimoniales ni de protesta, algunos creyeron que la
letra –debido a que la desagradable situación social y cultural de la Argentina
en ese año- se trataba de alguien que estaba desaparecido, o preso; por la
frase que dice “la celda helada”,
pero yo –por más que podría haber especulado con eso- les decía que no era así,
que nada que ver. En realidad, hablaba de la opresión intelectual, de no tener
la libertad para tocar y trabajar en cualquier lado sin problemas. Lo de “la celda helada” tiene que ver con el
encierro personal, con no quedarse encerrado en el miedo a perder la
inspiración. En ese momento se percibía la opresión. Sin embargo, el rock argentino siempre se ha
fortalecido a la par de lo fuerte que era la opresión. Es más, hasta el día de
hoy, en mis conciertos hago el tema “Aún es Tiempo de Soñar” y los mismos tipos
que me mueren con canciones como “Toda una Noche Contigo” también les encanta
aquella canción.
Es más, creo que “Aún es
Tiempo de Soñar” debe ser la única balada sinfónica que hay en el rock argentino. Ya desde su inicio
con los acordes sobre ese pedal en MI impacta mucho al público. Es muy lindo
haber logrado eso. Está bien, es verdad que no logré lo mismo con el resto del
álbum, pero ese tema, sí, fue trascendente. Además,
creo que uno de los pocos temas de mi carrera que tiene un solo muy
característico, que no es la melodía de la canción, es “Aún es Tiempo de
Soñar”. Me acuerdo que estábamos ensayándolo en 1977, antes de realizar un
viaje a Costa Rica, y Guyot me dijo que tenía un arreglo para poner en
la parte del estribillo. A mí me encantó, era un solo súper roquero pero decidí
mejor no utilizarlo en la parte del estribillo sino dejarlo para finalizar el
tema. Yo lo arreglé un poquito, corrigiéndole su propio solo, mientras él lo
iba tocando, y así quedó; y después, cuando lo graba Juan Gelly en el
disco, éste le puso aun mucha más mercadería (sic), mucha más sutileza, hasta
que yo le dije: “Listo, ya está,
déjalo acá…” Sin dudas, es un solo que quedó marcado a fuego en el tema.
“Víspera”, por su introducción, parece el tema más inspirado en la
música de Genesis, ¿coincidís?
Y sí, puede ser, escuchábamos todo el día ese tipo
de música, y es como que te vas sin querer embebiendo, contagiando de ese
estilo. De Genesis me gusta todo, la época sinfónica de Peter Gabriel
y también la etapa pop con el trío de Banks, Rutherford y Collins.
Inspirado en ese música, llegué a tocar con un órgano Hammond, con un teclado
arriba que hacía cuerdas; a la derecha un piano CP-70, arriba un sintetizador
ARP Odyssey; y a la izquierda el (piano) Rhodes. Estaba loco con todos esos
fierros, y varios de esos equipos estuvieron presentes en la grabación de este
disco. Con respecto a su lírica, basada en el tema de ese viaje marítimo,
“Víspera” habla de mi idea de meterme en una travesía artística nueva, de
comenzar un nuevo camino.
¿Habías pensado continuar esta veta musical a partir de este disco?
Sí, incluso fue una veta que continuó un poco en
mis siguientes dos álbumes; por ejemplo, en el primer tema de Licuado hay una obertura totalmente
instrumental que se parece a las que hacía Alan Parsons; tiene un toque
bien británico. Es más, ese debe ser uno de los discos más “británicos” que se
hayan grabado jamás en el rock
argentino.
Este tema, musicalmente, tiene una onda más Crucis,
si querés. Además, su letra es un poco existencial y también tiene bastante que
ver con el espíritu de la UCA, con las cosas que te tocaba estudiar allí. Mucho
estudio filosófico vinculado a la religión, la estética; la vinculación del
arte con la religión, y lo vinculado a nuestra relación con Dios y la existencia.
La eterna pregunta: ¿Para qué estamos acá?
Tal cual. La UCA en ese sentido, obviamente, me
sirvió. No es solamente que te meten en la cabeza teología dogmática y te
obligan a estudiar años y años de cosas de doctrina social de la Iglesia, sino
que también hay mucha formación humanista. En sí, el tema vinculado al
existencialismo, que está presente en esta canción, no tiene que ver con un
conflicto personal sino con algo que a mí siempre me interesó mucho y es ese
contraste que existe entre el Dios de la religión, de la liturgia, y el Dios de
la energía, relacionado con el arte. Este es el Dios en el que yo creo, el que
además hace que las cosas salgan bien. Es una energía que está tanto dentro como
fuera de cada uno de nosotros. Y en lo relativo al arte, esta búsqueda
existencial –como alguna vez dije en un examen oral de filosofía para la
Facultad- sería: “Hacer arte es
romperse el alma para mostrar que el alma es irrompible, porque la energía de
Dios también lo es”. Soy católico, pero no creo en una idea de Iglesia
cerrada, creo en un catolicismo más abierto, más cristiano.
¿Terminaste la carrera?
No, no terminé; me faltó el último año de
Composición y de Orquestación, esas dos materias.
¿Por qué?
Porque me casé en el 79; después, seguí un año más
pero me desboló el hecho de laburar mucho con la banda. Me costaba seguir, me
quedé libre muchas veces; y, para aprobar el último año de Orquestación, tenía
que hacer una obra para orquesta y estar todo el año metido en eso. Era
demasiado para mí, quizás por esa herencia del rock de no escribir, lo mío pasaba más por el oído.
Otra cosa que me llama la atención de este tema es que tenga una parte
instrumental tan larga en su final, tipo tribal, con un ritmo muy marcado.
¿Cómo se te ocurrió?
Quedó así porque tenía esa parte ya escrita y no
sabía en qué tema ponerla. En este fragmento, la batería se va corriendo porque
empieza marcando un ritmo de 4 y de repente, en el medio, hay un compás de 2; entonces,
el tambor queda en el primer tiempo, queda al revés. Me acuerdo que yo le decía
al baterista que siguiera nomás tocando en 4 que en algún momento iba a volver
a coincidir; porque al batero que va tocando en 4, le molesta que el resto de
la banda se haya corrido y él quede desacomodado. En esa parte rítmica, mi idea
era dar cuenta de la experiencia vital; esa cosa stravinskiana de cómo nace la
vida (tararea un fragmento de una obra de Igor Stravinsky); eso es lo
que para mí es la respuesta: el pulso, la vida, la duración, el ritmo… Es como
decía Aristóteles: “El ritmo es el
orden en el movimiento”. Y, por supuesto, ese final tiene esa cosa media
tribal, primitivista…
¿Escuchabas a Vangelis en esa época?
Claro, sí.
Porque él también tiene un poco de eso en su música, lo tribal…
Tal cual. Es más, yo hasta había pensado hacer una
presentación del disco en algún teatro y tener una puesta escénica a lo Pink
Floyd en la que esa parte final tuviera un ballet contemporáneo, como el
del Teatro San Martín. Incluso, llegué a hablar con alguna gente, con alguna
bailarina de ahí, acerca de esta idea loca que tenía yo; pero mi mujer no dejó
que me metiera con las bailarinas, me hizo un quilombo bárbaro, no quiso saber
nada de eso… (risas) Pero, sí, en algún momento tuve la idea de hacer un
espectáculo coreográfico con eso.
¿Los temas fueron compuestos primero la música y luego la letra?
Por lo general yo siempre fui de tener primero una
idea de letra y luego comenzar a trabajar conceptos melódicos. Cuando termino
de escribir la música recién finalizo el resto de la letra. En este disco hay
temas que tienen mucha música compuesta antes que la letra, por ejemplo
“Preguntas al Cielo”. Por el contrario, en el último tema, “Quien se Acordara”,
obviamente, ocurre el caso inverso porque ésta es una canción compuesta a
partir de una letra sacada de una rima de Bécquer.
¿Toda la letra está sacada de ahí?
Sí, de un fragmento de la rima. Fue para un trabajo
práctico que tuve que hacer en la Facultad, que consistía en ponerle música a
un texto ya escrito, y así agarré esas dos estrofitas de Bécquer que me
parecieron ideales como para hacer una canción. Sin dudas, fue un trabajo que
me gustó mucho hacer. En resumen, en esa canción busqué hacer una cosa muy
cool, con un toque bien jazzero, como de bar, y salir de toda la cosa
sinfónica, genesiana, presente en el resto del disco, e irme hacia esa
atmósfera despojada de local nocturno, a punto de cerrar en el que solo se
escuchan un piano despojado y una voz, la mía, acompañada por un saxo y una
batería –tocada casi con escobillas-… Y aparte una letra súper “deprimida”
(sic), pero que me gustó.
SEGUIMOS A TIEMPO
¿Llegaste a presentar este disco en vivo?
Me parece que no lo presentamos, no sé por qué. Los
siguientes, Licuado y De Entrecasa, sí. Tal vez no
presentamos Aún es Tiempo de Soñar porque
lo que más pego fue el tema que le da nombre al disco. Además, el resto de los
temas eran muy largos, había que ensayarlos mucho, y la banda que los había
grabado ya no estaba más conmigo. Entonces, para presentarlo tenía que llamar a
otros músicos, pero como rápidamente me metí a hacer más discos y luego ya me
lancé como solista, Aún es Tiempo de
Soñar quedó como
el único registro de mi etapa sinfónica.
¿Y porque no consideras a este disco como un álbum solista cuando de
hecho lo es, ya que no tenías una banda fija y llamabas a los músicos a tocar
casi como si participaran en carácter de sesionistas?
Por lo porfiado, por ser testarudo; para demostrar
que podía llevar a Banana, a mi grupo –que fue tan criticado y
vapuleado- a hacer un material muy elaborado.
Por más que este no sea un álbum conceptual, como varios del rock progresivo de los 70, ¿considerás
que hay un concepto, una idea latente que está presente en la mayoría de los
temas?
Sí, la idea subyacente tiene que ver con lo
estético, eso es lo que plantea la canción “Aún es Tiempo de Soñar”: ¿Hay tiempo, todavía, para la inspiración,
para el desarrollo artístico? Fijate que el resto de las canciones
también tienen que ver con lo estético, con lo emotivo; ese debe ser el
leitmotiv del álbum: si todavía hay tiempo para crecer. Es como dice la letra
en esa parte cuando le canta al duende de la inspiración que, por favor, se
quede con nosotros. Y ese duende nos responde que él estará cuando uno abra el
cofre; siempre y cuando lo vayamos a buscar. El mensaje sería que para poder
conseguir un resultado estético es necesario esforzarse o elevarse.
¿Ese mensaje tendría que ver también con el clima de la época en nuestro
país?
Sí, puede ser. La situación del país, por ese
entonces, era evidentemente opresiva -por más que yo aún no era consciente del
terrorismo de Estado y los desaparecidos-. Por eso la idea subyacente a la
metáfora del duende de la inspiración está relacionada con la necesidad de un
artista, encerrado en una circunstancia política opresiva, que quiere salir y
pelear en contra eso. Como diciendo: “No,
no nos vamos a cruzar de brazos. Aún es tiempo de crecer, de soñar. Creemos en
la fuerza, la energía, de la estética de la música. Creemos que eso nos va a
salvar, nos va a liberar.”
¿Hace mucho que no escuchás este álbum?
La verdad que sí, porque no tengo el CD, pero ahora
lo voy a buscar. Quizás en Internet haya un loco que lo quiera vender…
Talvez este reportaje sirva para eso. Con respecto a la tapa, ¿de dónde
vino la inspiración para hacerla, qué significa ese reloj que aparece ahí?
Fue una idea mía, pero el tipo que la hizo no la
interpretó bien. Yo le había dicho que mi concepto era que el tiempo fuera
desapareciendo en el sentido cronológico, y que fuera quedando la música.
Mientras iba apareciendo Banana, el tiempo disminuía. En fin, nadie
entendió nada, y al final quedó esto. Me acuerdo que el tipo me decía: “Saqué una foto de unos relojes antiguos, y
los puse fuera de foco. Van desapareciendo…” Nada que ver con mi idea
acerca del contraste con el tiempo.
Y la leyenda, en la parte superior del reloj, “Tempus Fugit” (El Tiempo
Vuela, en latín), ¿fue pensada así?
No, mira vos; ni me había dado cuenta, la verdad.
Es la primera vez que lo leo… (risas)
Para terminar, ¿como ves el disco hoy, luego de más de 35 años?
Con este análisis que hicimos me estoy dando cuenta
que Aún es Tiempo de Soñar no
es una cosa aislada en mi vida, una locura que se me ocurrió y que no tenía
nada que ver con lo que hice antes y después. No, porque contiene un concepto
implícito de plasmar algo de lo que yo pensaba en relación a lo que estaba
viviendo. No surgió a partir de algo que me dijo un productor. Inclusive, yo ni
sospechaba que este álbum encajaría en el estilo de rock sinfónico, cuyo furor, además, había pasado. Simplemente,
lo hice a partir de mi necesidad estética de ese momento. Sí, es una rara avis. Pero no una producción que se
aleje de lo que yo pienso, y me gusta, acerca de la música en general.
Emiliano Acevedo
Excelente reportaje y muy interesante análisis
ResponderEliminarGENIAL!!...CAPOOO César!!...te seguí desde mi adolescencia. Gracias por tu música, verdaderamente marcó mi vida. Abrazo gigante!
ResponderEliminarmuy buena nota Felicitaciones!
ResponderEliminarWilly Iturri has visto la serie de Fito Páez en Netflix..?? Sales allí ( el actor) en la serie con banda de Charly junto con
ResponderEliminarFito... bien allí...!
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1 6
" Autor
Willy Iturri O
Me parece un desastre la serie. Fito se la hizo para él. Yo estuve 4 años tocando con Charly, y grabé los 3 Discos, o sea que lo conozco bien.
Donde viste que el Flaco se arrodille adelante de Fito ? como diciendo sos un dios, jamas lo haría. Y a mi me puso un gordo con Rulos jajajajjaa. cualquier cosa !!
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Ver 1 respuesta..
Esto es ese tamborillero
ResponderEliminarMuy buena e interesante !! la nota
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