Como muchos
saben, Juan Kubero Díaz (nacido
en Nogoyá, Entre Ríos, el 7 de noviembre de 1949), histórico guitarrista del rock argentino, fue integrante de la
mítica comunidad hippie y grupo, La Cofradía de
la Flor Solar, además de participar en La Pesada del Rock and
Roll y en el disco Conesa, de Pedro y Pablo, y en Pedro, Pablo y
otros Apóstoles; además de grabar un único disco solista en 1973. Sin embargo, a pesar
de ser aclamado unánimemente como uno de los mejores guitarristas del rock de acá, un día, paradójicamente,
dejó todo y nadie volvió a saber de él por largo tiempo. Él se había ido a
recorrer Europa, escapando de los apremios ilegales y la represión que había en
nuestro país en los años de plomo. Finalmente, se quedó en Ibiza hasta mediados
de los 80, cuando vuelve y forma parte de la última encarnación de Los Abuelos de la Nada. Después, otra
vez, fuera del país, quince años viviendo en Buzios, hasta su regreso que lo
encuentra ahora formando parte de la banda de León Gieco, además de
llevar adelante su propio grupo, el KubeDíaz Trio, junto a Juan Rodríguez (batería) y Daniel Saralegui
(bajo).
Una larga
historia musical y vital, que nos propusimos relatar en esta entrevista amena y
sincera en la que nos contó varias de las anécdotas y circunstancias que lo
rodearon a lo largo de su vida, además de este presente en el que planea editar
un álbum nuevo. Recuerdo bien el marco, hace algunos meses, en su casa de
Vicente López, rodeados de sus impresionantes cuadros y dibujos psicodélicos,
llenos de colores, y los retratos que les dibujó a varios de sus amigos
músicos. Desde acá, vaya nuestro abrazo cordial y agradecimiento eterno para el
gran Kubero.
ENTREVISTA>
¿Lo de “Kubero” de dónde viene?
Cuando era muy
chico, mi madre me cantaba siempre una canción llamada “Juancito, el escobero”.
Y yo en vez de “escobero” decía “cobero” o algo así. (risas) Así que mi viejo
me empezó a decir Kubero, de ahí en más, hasta que fui grande... Al
principio me chocaba, no me gustaba que me llamara así porque siempre, antes de
retarme, me gritaba ¡Kubero! (más risas) En cambio, mi madre y mis
hermanos no me decían Kubero, me decían Juancho.
Incluso, debe haber mucha gente que piensa que
Kubero es tu verdadero nombre...
Bueno, en España
es muy común Cubero, así con “c”. Yo lo registré con “k” para diferenciarlo de
mi apellido. Me decidí a utilizarlo como nombre artístico porque me lo sugirió
Juan Fiorito, el director del teatro de Nogoyá.
Naciste en una familia de músicos, es como si no te
hubiese quedado otra opción que ser músico, ¿no?
Sí. Mi viejo
había alquilado un viejo teatro de pueblo, el primero que hubo en Nogoyá, y,
bueno, yo crecí jugando en el escenario con mis hermanos y los changuitos
vecinos. A mí y a mis tres hermanos nos decían “los cuatro Díaz locos” porque
siempre estábamos metidos en todo lo que pasaba, ya fuera funciones de títeres,
teatro o folklore. Como la mía era una familia de músicos, con mi tío y mi
hermano mayor nos metíamos mucho a tocar en las peñas folklóricas y demás...
Como tantos otros músicos de tu generación empezás
por el folklore, hasta que descubriste a los Beatles...
El culpable de eso fue mi hermano que me dijo que escuchara un programa que daban en Radio Sarandí de Uruguay porque pasaban la música de un grupo inglés que la rompía. Cuando lo escuché, ahí me volví loco con la onda beatle, y, paralelamente, ya me estaba copando mucho con la bosanova, que empezaba a aparecer de la mano de Jobim y toda esa gente maravillosa de Brasil. Entonces, se podría decir que lo mío se dio todo muy en paralelo, en aquel momento, tocando un poco de folklore, bosanova y rock. Imaginate que el primer tema que compuse no fue un rock sino una bosanova...
El culpable de eso fue mi hermano que me dijo que escuchara un programa que daban en Radio Sarandí de Uruguay porque pasaban la música de un grupo inglés que la rompía. Cuando lo escuché, ahí me volví loco con la onda beatle, y, paralelamente, ya me estaba copando mucho con la bosanova, que empezaba a aparecer de la mano de Jobim y toda esa gente maravillosa de Brasil. Entonces, se podría decir que lo mío se dio todo muy en paralelo, en aquel momento, tocando un poco de folklore, bosanova y rock. Imaginate que el primer tema que compuse no fue un rock sino una bosanova...
¿Ya estabas en un grupo?
A los 15 años me
vinieron a buscar para que tocara en Los Grillos, el primer grupo de rock
que hubo en el pueblo. Allí tocaban Eduardo Paz, Luis Alberto “Morcy”
Requena y Carlos Gómez. Esa fue una experiencia muy fuerte.
¿Qué tipo de material hacían? ¿Covers de los
Beatles y otros grupos ingleses?
Comenzamos
haciendo covers de los Beatles, y como en ese momento había grupos muy
fuertes como Los Iracundos, también teníamos material instrumental,
temas como “Caravana” y otros; y también tocábamos temas de los Shadows,
un grupo inglés instrumental que nos gustaba mucho. Pasábamos algunas de las
letras de los Beatles al castellano, y también comenzamos a componer con
Morcy Requena nuestros primeros temas de rock que luego formarían parte del repertorio de La
Cofradía...
Sí, hasta el día
de hoy. Tuve un par de maestros, de muy chico, sobretodo mi tío, Perico
Flores, que era concertista de guitarra, él era un gran guitarrista de flamenco y tango. Y otro de los maestros más fuertes que tuve fue Miguelito,
el hijo del médico del pueblo, Él era amigo mío y de mis hermanos mayores. Miguelito
era un guitarrista genial, un tipo fantástico, y me doy cuenta que me
transmitió mucho de su forma de tocar.
¿Qué referentes tenías como guitarristas?
Eduardo
Falú y el brasileño Baden Powell. Ellos eran mis
ídolos de la guitarra, cuando yo tenía 12 o 13 años. Después, cuando conocí el rock y apareció Jimi Hendrix en mi vida, me volví loco con lo que hacía
él...
¿A Jimi lo escuchaste de entrada, apenas salieron
sus discos?
A los discos de Jimi
los conocí estando en La Cofradía porque éramos amigos de Skay
Beilinson, y él nos traía todo el material nuevo que iba saliendo. Eran los
años 68, 69, y justo Skay había llegado de dar un par de vueltas por
Europa, de haber estado en Londres, en donde vio conciertos de Jimi o
los Who... Y, bueno, en La Cofradía tuvimos la suerte
de contar con ese bagaje de información que traían Skay y sus hermanos,
e incluso de poder usar equipos Marshall o pedales Cry Baby, que Skay trajo
de allá. Era una relación muy fuerte la que teníamos con él, y siempre estaba
con nosotros, día por medio, guitarreando. Por esa época también nos empezamos
a copar mucho con discos como Axis Bold as Love, de Hendrix,
el primero de Led Zeppelin, (la banda sonora de la película) More y
el primer álbum de Pink Floyd, o el primer material de Jethro Tull.
Todos esos discos los curtimos mucho en aquella apoca de La Cofradía, y
fue muy fuerte para nosotros comenzar a componer y ponernos en sintonía con
toda esa música que estaba surgiendo, y ser una banda psicodélica también....
Porque nos copaba mucho la onda psicodélica. Incluso, por el lado de la imagen,
porque hacíamos cosas muy locas sobre el escenario -que hoy son muy comunes,
pero en aquel tiempo no existían- como el tema de las proyecciones o cómo nos
vestíamos, y demás. Todas cosas que hoy son muy comunes pero que en aquella
época no existían acá. Un referente más cercano en el tiempo, parecido a lo que
hacíamos nosotros serían Los Babasonicos, aunque ellos se desligan
diciendo que “no tienen nada que ver con el pasado”. Para mí tomaron
mucho de ahí. Porque la psicodelia que ellos hacen me hacen acordar a cuando
nosotros íbamos al Di Tella y experimentábamos con un montón de cosas...
EL MITO
COFRADICO PLATENSE
¿Qué podés contarnos de La Cofradía, acerca de toda
la leyenda que creció alrededor de esta banda mitológica?
Se tejió mucha
leyenda sobretodo porque nos fuimos, o nos fueron, no sé cómo decirlo... Rocambole,
que fue el único integrante de La Cofradía que no se fue y se quedó
viviendo en La Plata, estaba chocho con la leyenda sobre el grupo. Bueno,
quizás porque el Mono (Cohen) tiene una fascinación bárbara por
los mitos y las leyendas. Me acuerdo que siempre nos decía que los cofrades
tenían que tener cada uno un anillo que nos identificara, por si llegábamos a
separarnos. Al final quedamos unidos mediante un anillo simbólico, viste. Por
eso, cada vez que nos encontramos sabemos lo que fuimos y lo que hicimos.
Porque siempre aparecen personajes que dicen que vivieron en La Cofradía
y nada que ver...
Pero, ¿por qué se terminó?
Duró muy poco La
Cofradía, pero la verdad que hizo mucho. En esa época uno no pensaba tanto
las cosas, directamente las hacía. Teníamos el taller de artesanías, un lugar
muy creativo en donde diseñábamos modelos de carteras, sandalias o cintos. Y no
era un lugar cerrado, teníamos ventana abierta a la calle, y todos podían ver
lo que hacíamos. Hasta venía el cana de la esquina a tomar mate con nosotros.
Charlábamos toda la mañana, mientras laburábamos, escuchábamos música; y a la
tarde, pasábamos al cuarto en donde teníamos los instrumentos y nos pasábamos
toda la tarde tocando música. Siempre con mucha participación del barrio.
En esa época ni
hablábamos de esas cosas. Lo de “hippie” ahora lo vemos, en aquel momento, ni
lo pensábamos. Teníamos información de todo lo que había sido el movimiento
hippie en Estados Unidos, pero, cuando nosotros aparecimos, el hipismo ya
estaba muriendo allá. Acá, a lo sumo, pasaba que te veían en la calle con el
pelo un poco más largo y los camioneros te gritaban “puto”, a secas. (risas) No
pasaba de ahí. Y la policía te metía en cana, una vez por semana, si te veían
caminando por la calle, y vos nunca sabías porque... En sí, lo que nos
propusimos fue tener libertad para hacer lo que teníamos ganas: dejarnos el
pelo largo, vestirnos con camisas coloridas, etc.
De chico, una de las primeras canciones tuyas que
escuché fue "Juana", de La Cofradía. ¿En qué personaje te inspiraste
para hacerlo?
Es la historia
de una pareja de Nogoyá: Juana y Troncoso, quienes cruzaban el pueblo pidiendo
limosna. Él era inválido, andaba en muletas, y ella le hacía el aguante con una
paciencia increíble. Desde chiquito, recuerdo que los veía todos los días
cruzando el pueblo, y de ahí salió la canción: (canta) "Allí está
Juana, sola junto al gran portón..." Justo, era la época de
"Eleanor Rigby", y creo que está inspirado en material como ese.
Tengo ganas de volver a interpretarla, porque ahora, a veces, con mi trio
tocamos temas viejos, que nunca fueron grabados o interpretados y que teníamos
ahí guardados en la galera, viste... Hay varios temas míos que pasaron
demasiado rápido y no tuve el tiempo suficiente para digerirlos bien.
¿Qué hacés cuando se termina la etapa de la
Cofradía?
Bueno, primero
una especie de Cofradía de la Flor Solar “B”, luego que se fueron Eduardo
Paz (batería) y Morcy Requena (bajo), yo me quedé y armé esta Cofradía
diferente -con Skay (guitarra), el Topo Daloisio (bajo), Tzocheh
(batería) y Jorge Pinchevsky (violín)-, y participamos del segundo
festival B.A.Rock, en los escenarios del Velódromo Municipal, en donde
interpreté los temas que luego integrarían mi primer disco, además de tocar con
La Pesada. Porque, luego de que los muchachos se fueron, yo ya me había
venido con el Negro (Alejandro) Medina a Buenos Aires, y
empecé a tocar mucho en los primeros ensayos con La Pesada. En ese
momento en que también venía David Lebón a tocar con La Pesada,
ya estaban Javier (Martínez) y Alejandro, y ensayábamos en
una sala en el mismo estudio en donde grabábamos, en Phonalex. En ese estudio
se hacían las bandas sonoras de las películas, y siempre nos cruzábamos con Sandro, viste. Ahí nos juntábamos un montón de
personajes.
OTRA
HISTORIA PESADA
¿Y cómo
se le ocurre a Billy Bond agrupar a tantos músicos?
Lo hizo junto
con Jorge Álvarez. Lo que pasa es que fue un momento de mucho cambio, de
mucha expansión. Se había desarmado Almendra, al rato se desarma La Cofradía, Manal ya
se había disuelto, también... Entonces, como andaban yirando las estrellas por
ahí, Billy Bond las agarró y las juntó en este proyecto.
Súper
improvisado, era lo que iba pasando en el momento. Cada uno tenía la
oportunidad de mostrar lo suyo, grabar un disco y el resto laburaba,
acompañándolo. Además, al mismo tiempo, trabajábamos como sesionistas para
otros artistas, como Sui Generis, que se estaba gestando en el mismo estudio,
Phonalex, en ese mismo momento...
Simplemente,
pasábamos tres o cuatro veces un tema, y, si iba bien, ya íbamos a grabarlo de
una. Aparte Billy no medía el tiempo, grababa y grababa. El loco tenía
mucha experiencia, las horas de estudio y los medios técnicos a su disposición,
y además le encantaba hacerlo...
En una entrevista una vez dijiste que para vos en
ese momento lo más grosso era tocar junto a Alejandro Medina...
Por supuesto, y
hasta el día de hoy lo sigue siendo. Lo que pasa es que nuestros caminos se han
ido separando. Sin dudas, no conozco otro bajista como él.
¿Qué tiene Alejandro que no tienen otros?
No conozco otra
mole semejante... (risas) Él tiene mucho soul, mucho sonido negro, mucho jazz, mucho blues; no sólo rocanrol.
Haciendo rocanrol ya me
alcanza, pero él tiene todo lo demás también, y, sobretodo, el color negro.
Porque acá hay un montón de bajistas, pero la mayoría son todos de color
blanco. Desde (Pedro) Aznar a (Javier) Malosetti,
son todos de sonido "blanco", pero el Negro Medina tiene
sonido "negro", y cuando canta también...
¿Cómo era tocar a la par de otro violero como Claudio Gabis?
Maravilloso. Es
una escuela caminando, Gabis...
Vos también participaste en el primer disco solista
suyo, incluso cantás en un tema…
Sí, canto, junto
a Medina, en “Más Allá del Valle del Tiempo”. También acompaño con la
viola a Claudio en “El Boogie de Claudio”, ahí tocamos juntos los dos.
Yo canté en ese disco porque Claudio no quería cantar ni loco, porque
detestaba su voz. Entonces nos mandaba a cantar a nosotros. Pero todas esas
eran cosas que se decidían en el mismo momento de la grabación.
NOS
ENCONTRAREMOS EN ALGUNA PARTE
¿Cómo fue tu participación en Conesa, el disco de Pedro y Pablo?
En la calle Conesa
estaba la casa de Miguel Cantilo, que tenía un estudio y una sala de
ensayo muy buena, además de una bocha de discos que nos pasábamos todo el día
escuchando. Esa era una casa muy abierta, siempre caían un montón de músicos a
tocar y demás. Se vivía un espíritu muy parecido al de la Cofradía. Me
acuerdo que yo me había quedado una semana a vivir en la casa de Miguel,
con mi mujer y mi hijita, Luciana, y rápidamente nos enganchamos y empezamos
componer cosas juntos, cantando y guitarreando mucho, y escuchando todo el
tiempo los discos de Crosby, Stills & Nash, porque nos fascinaba su
música, toda esa onda acústica y vocal que ellos tenían.
¿A Miguel Cantilo cuando lo conociste?
En Mar del
Plata, cuando La Cofradía tocó junto a Pedro y Pablo y Sui
Generis -que eran unos pibes que recién empezaban- en un concierto
organizado por el Gordo Pierre. Con Miguel tuvimos muy buena onda de
entrada, a él le gustaba mucho como tocaba yo la guitarra, y a mí como cantaba
él. Así que nos hicimos muy amigos y por eso quisimos juntarnos a componer
temas y todo eso.
Ahora, con tu participación, también se genera en
la música de Pedro y Pablo una onda eléctrica que no tiene nada que ver con lo
que ellos venían haciendo, ¿no?
Puede ser,
porque creo que Miguel era un poco más intelectual y yo un poco más
salvaje, viste… (risas) Y a él le encantaba mi estilo de tocar la guitarra. La
mayoría de los temas de Conesa fueron compuestos con la guitarra
acústica, porque guitarreábamos mucho con la acústica. A mí se me ocurrían
bastantes melodías a las que Miguel le iba poniendo letra. Lo de Conesa
estuvo buenísimo porque hicimos temas con afinaciones abiertas,
participaron varios músicos grosos como invitados, y es un disco que tiene una
cosa psicodélica muy fuerte, también…
Había una influencia muy marcada de Led Zeppelin en
esa época, ¿no?
Claro. Miguelito
estaba completamente influenciado por Robert Plant. Bueno, Spinetta en Pescado Rabioso, también. Es que Zeppelin marcó a fuego la
época, por supuesto también debido a como Jimmy Page tocaba la viola.
¿Cómo surgió el proyecto del Grupo Sur, posterior a
Pedro y Pablo?
Bueno, primero
yo me fui a visitar a Miguel, cuando él estaba allá, viviendo en Bahía.
Luego, yo me quedé viviendo allá, pero él se vuelve y arma lo del Grupo Sur,
para grabar todo ese material que habíamos compuesto juntos. Willy Pedemonte
-un guitarrista fantástico que había vivido en la Cofradía y al que yo
le había empezado a enseñar a tocar la viola-, fue el que me reemplazó en a mí
durante la grabación del disco, porque conocía de memoria todos los temas,
todos los arreglos, y los tocó de la misma forma que lo hubiese hecho yo.
Una vez que estuvo editado, ¿qué te pareció el
álbum?
Me mató. Ellos
me lo dedicaron, pero, la verdad que sí, me hubiera gustado mucho participar.
Es un disco bien salvaje. Es más, creo que es el disco más salvaje del rock argentino.
Sí, eso fue poco
antes de irnos a Europa, en el 75. Se vivía una situación muy pesada en el
país. La Policía todo el tiempo nos estaba allanando, deteniéndonos en la
calle. Ese disco lo pudimos hacer gracias al tano Piero, que nos salvó la vida,
porque nosotros ya estábamos re contra hippies, veníamos de El Bolsón, y no
conseguíamos ningún lugar para parar en Buenos Aires. Porque La Cofradía
no estaba más, Conesa tampoco, entonces el Tano, que era muy amigo de Miguel,
nos habilitó un cuarto inmenso que tenía en la parte de arriba de su casa. Al
final nos quedamos en ese lugar viviendo como un mes, hasta que un día hubo un
allanamiento ahí también. En fin… Sin embargo, pudimos terminar la grabación
del disco, aunque una canción, la más fuerte del álbum, que se llamaba “A
cierta altura”, directamente fue borrada de la cinta y no salió editada. Nunca
supe que pasó. Esa canción era una locura y muy pesada, quizás por eso nunca
salió…
También tocó Charly García de invitado en ese
disco…
Sí, en el tema
“Amasando Pan”. Esa fue la primera vez que Charly tocó el (sintetizador)
Moog en un disco, porque hacía poco que lo tenía. Estaba tan desesperado de
grabar con el Moog, que lo llamamos y vino corriendo… (risas) Ahí, yo resigné
un poco mi parte en ese tema porque el loco vino y sacó el arreglo al toque, de
una. Un capo. Charly tenía una admiración muy grande por Miguel.
DEL ÁLBUM
PROPIO Y OTRAS CUESTIONES
¿Cómo fue la historia de tu primer disco solista en
1973?
Yo ya tenía
todos los temas compuestos y Billy Bond me propuso grabarlos. Fue un
disco hecho sin ningún tipo de proceso de ensayo, ni nada. Pasábamos tres veces
cada tema y listo, lo grabábamos.
¿Cómo lo ves ahora a la distancia?
Me gusta.
Primero me molestaron algunas cosas que quedaron de una forma que no me gustaba
mucho, porque faltaron cosas o quedaron otras sin corregir, pero luego, con el
paso del tiempo, fue como que empecé a revalorizar muchas cosas del disco y lo
empecé a querer.
Esa tapa se hizo
porque Billy conocía a José Luis Perotta, un fotógrafo
fantástico, que años antes ya había estado en la Cofradía sacándonos
fotos maravillosas para una nota de la revista Panorama. En esa época nos
habíamos hecho muy amigo con José Luis, por eso me pareció genial la
idea de Billy de que él hiciera la foto de la tapa. Estando en el
estudio, Perotta me dijo que quería escuchar primero el disco, antes de
sacar la foto. Luego, puso un fondo de cielo con nubes -que era de una
publicidad que había hecho para las cremas Pons-, me puso un ventilador enorme
adelante, y me pintó de plateado con un aerosol hasta la mitad del cuerpo. Y
bueno, prendió el ventilador y yo me puse a hacer caras, como si fuera un tipo
que quería escapar del cautiverio…
Daba miedo esa tapa…
Sí, era muy
fuerte, muy moderna para la época. Nunca me voy a olvidar la reacción del Flaco
Spinetta cuando la vio. Justo estábamos en una oficina con Jorge Álvarez,
y cuando el Flaco la vio gritó “Ahhh. ¿Qué es estoooo?” (risas)
Sin embargo, la anécdota más rara del disco fue que, en la primera tirada, hubo
un error de edición, y mandaron en el lado 1 mi disco, pero en el 2 estaba la
música de un grupo en inglés, que ni se quiénes eran. Entonces, como me había
truchado tan feo esa edición, yo me rayé completamente…
¿Y cómo pasó eso, fue un accidente de la matriz
cuando lo estaban imprimiendo?
Nunca supe. Quizás
hubo una mala leche intencional en (la discográfica) Music Hall, qué sé yo… No
sé cómo explicar esa situación, porque eso no le pasó a nadie y a mí sí.
No, como tampoco
nunca me explicó Jorge Álvarez que había pasado con el original de mi
dibujo que está adentro de la tapa del disco. Yo se lo había dado a Álvarez,
para que hicieran la tapa, y nunca más me lo devolvió. Después me enteré que se
lo había regalado a Migliano, el director musical de Music Hall. Eso también me
dio por las bolas, porque Álvarez no pidió permiso ni me consultó nada
al respecto. Yo tenía mis rayes con Álvarez, con Billy también.
Porque siempre era mucha agua para el molino de ellos, viste…
¿Eras de discutir mucho con ellos?
No, yo era muy introvertido.
Ahora se me ocurre hablar de esto, pero, en aquel momento, yo no hablaba nada.
Y, como el que calla otorga, no tengo nada que decir. Por ejemplo, lo que
pasaba, con la forma en que ellos se organizaban, era decir que todo lo
recaudado por cada show de La Pesada iba destinado a uno de los músicos,
el otro show a otro, y así. El tema fue que a mí no me tocó nunca, viste…
(risas) Nunca me tocó a mí cobrar toda la guita de un show. Eso me quedó
atragantado, pero, en la locura que uno vivía, ¿qué cosa iba a reclamar?
Porque, luego que grabé mi disco, agarré las regalías y me fui a Brasil. Fue
como que yo abandoné mi propio producto. Sin embargo, hay que reconocer que Álvarez
y Billy eran los tipos que organizaban toda esa movida y lo que
hicieron estuvo muy bueno.
POLVO HE
DE SACUDIR
¿Cómo fue tu vida luego de que te vas a Europa?
Me fui a finales
del 75, principios del 76. Nuestro destino era ir a Londres, en donde nos
estaban esperando Morcy Requena con el Gordo Pierre, pero yo, en lugar de viajar solo –que era lo que
tendría que haber hecho, para realizar un laburo en la Virgin, para el que ya
me tenían apalabrado-, en cambio, me fui con todos los locos que estaban
conviviendo conmigo. Así que llegué a Europa sin un peso… Era una cosa bien de
hippie la mía, pero era un momento bien jodido. Me acuerdo de cuando nos
subimos al avión y las azafatas nos miraban y no entendían nada. Imagínate,
todos nosotros con esa onda tan hippie, con hijos, yo con mi mujer embarazada
de mi segunda hija… Y fuimos rebotados cuando llegamos a Inglaterra porque Pinchevsky
llevaba su violín cargado con “yuyito”, así que terminamos recalando en
París, en donde nos recibió Miguel Abuelo. Ahí fue cuando lo conocí más
a él, porque anteriormente solo lo había conocido de vista o por compartir,
ocasionalmente, algún escenario. Finalmente, nos fuimos a Holanda, en
Ámsterdam, en donde ya teníamos un lugar para quedarnos, que nos había
conseguido un amigo nuestro. Estuvimos como un año viviendo ahí.
Estuve haciendo,
más que nada, artesanías. Yo también hacía tapices en cuero, pirograbados. Con
eso podíamos subsistir. A veces aparecía Miguelito Abuelo y nos íbamos a
tocar a algún lado. Al final, nos fuimos para España. Y ahí seguimos, un poco,
con lo que era La Cofradía, porque era una vida más relajada, viste.
Nada que ver con lo que eran las plazas de Buenos Aires, allá estábamos en otro
país con una libertad total y un movimiento hippie muy fuerte. Además, en Ibiza
se generaba una cosa muy cosmopolita, porque venían músicos y se armaban
fiestas con gente de todos lados: ingleses, alemanes, franceses, japoneses… En
esas fiestas se armaban grandes zapadas y todos nos juntábamos a tocar.
Estando allá también te encontraste con varios
músicos argentinos, como Cachorro López o Miguel Zavaleta. Esa también sería la antesala de varios
grupos de los 80, como los Abuelos de la Nada o Punch, ¿no?
De alguna
manera, sí. Estando ahí, Miguelito Abuelo conoció y se hizo muy amigo de
Cachorro y empezaron a idear hacer algo juntos. Yo seguía con esa
versión de Ibiza de la Cofradía, con el Negro Black Amaya en batería. Juntos, inauguramos un boliche que se
llama Amnesia -que aún hoy sigue funcionando-, y nuestros teloneros eran Miguel
Abuelo y Aldo, un amigo de él con el que cantaban en un dúo
acústico. Después, Miguel Cantilo, con su familia y amigos como Isa
Portugheis, se fueron a radicar a Mallorca. Ahí me llaman para que me una
con ellos en Punch, el grupo que habían formado, pero yo no quise ir
porque estaba copadísimo tocando con otra gente, y me quedo en Ibiza.
¿Y qué fue lo que finalmente te hace volver a
Argentina?
Bueno, yo no
tenía planes de volver. En ese momento pensaba seguir viajando hacia la India o
algún otro lugar. Lo que pasó es que empezaron a aparecer en Ibiza un montón de
amigos como Charly, los GIT, y también volvieron Miguel Abuelo
con Cachorro. Todos iban allá a grabar y me decían que volviera. También
otros amigos, que pasaban por Ibiza, como Nito Mestre o Celeste
Carballo, y de tanto que me lo decían, me convencieron. Acá empezaba a
haber una movida importante con la vuelta de la Democracia y a Miguel y Cachorro
les iba muy bien con la nueva formación de los Abuelos de la Nada. Miguel
siempre me decía: “¡Vení, que quiero tocar con vos!” Después, él
grabó en su disco “Los Días de Kuberito Díaz” y me trajo de nuevo para acá. Y
me vine, pero en el viaje de avión medio que me agarró un ataque de histeria
porque no podía creer que estaba volviendo a la Argentina…
¿Por qué?
Allá en España
me decían que no me volviera porque en Argentina eran todos salvajes, y apenas
llegué me di cuenta que tenían razón, porque en el primer concierto al que me
invitan a tocar, con los Abuelos de la Nada, en la cancha de Vélez, voló
una botella y le rompieron la cara a Miguel.
Ah, eso fue en el Festival Rock & Pop en 1985…
Sí, un infierno
era eso. Dejate de joder…
Justo, después de ese show, se separan los Abuelos
y Miguel te llama a vos para que toques con él en la que sería la última
formación de los Abuelos…
Claro, porque
cuando fuimos a Vélez, yo me di cuenta de que estaba en crisis el grupo, en
especial la relación entre (Andrés) Calamaro con Miguel.
Cuando Miguel me llama, yo fui pensando que iba a participar también Cachorro
López en esa nueva formación, porque Cachorro y yo éramos muy
amigos. Pero no, al final terminó tocando el bajo Chocolate Fogo, el
sobrino de Miguel. Igual, acepté la propuesta de él y me sumé.
Ese disco iba a
ser de Miguel Abuelo en Banda, en realidad. Ese fue el primer nombre de
ese proyecto, pero después Miguel decidió editarlo como un nuevo disco
de los Abuelos de la Nada. Sin embargo, para mí, ese no es un disco de
los Abuelos de la Nada. Yo hubiese preferido que saliera con el otro
nombre porque esta era ya otra banda.
Ahora, después de tantos años, ¿qué opinás del
disco?
Me gusta, pero
siento que esa era una época muy rígida, muy pop, y que a mí, como rockero, no me satisface mucho. Demasiado
pop para mi gusto…
Sin embargo, por ejemplo en el tema “Cosas Mías”,
que fue un hit, vos metés un par de guitarras muy rockeras…
Sí, pero no es
el estilo que venían trayendo los Abuelos de la Nada.
Tu tema incluido en ese disco, “Festival de
Corazones”, ¿lo tenías de antes o lo compusiste para este disco?
Lo compuse en la
casa de Miguel, y el otro, “Padre Soltero”, también lo hicimos ahí, en
su departamento de la calle Serrano, juntos.
¿Cómo afrontaron la enfermedad de Miguel, ustedes
en el grupo tenían algún indicio de su gravedad?
Fue repentino.
Empezó con una fiebre que no se le fue más, pero yo jamás me imaginé que iba a
ser algo así, además, con un desenlace tan rápido. Era algo que no estaba en
los planes de nadie en el grupo, ya teníamos giras agendadas para hacer por
Latinoamérica y qué sé yo…
Igual, ustedes siguieron tocando hasta el final…
Sí, pero a los
últimos ensayos Miguel ya no venía. No venía, no venía, y chau. Ya está.
(piensa, se emociona) Fue un desenlace tan rápido... Sí, como lo del Flaco
Spinetta. Dejate de joder, no se puede creer…
Después de los Abuelos, ¿qué hiciste?
Me quedo
viviendo un año más en Palermo y empiezo a tocar con (Gustavo) Bazterrica,
que justo venía de editar su disco solista. Estuvimos ensayando casi un año,
pero tocamos una sola vez. Era una banda demasiado grande, viste. Hasta
teníamos dos bateristas: Polo (Corbella) y (Oscar) Moro,
nada menos. Imaginate…
Muchos caciques y pocos indios…
Claro. ¿Cómo
podía funcionar eso? Era demasiado pesada la cosa. Además, era una época de
demasiada “dureza”, viste. Yo ya estaba viviendo con mi nueva compañera, Ana, y
cuando nació mi última hija, Alma Luz, y cuando cumplió un año, decidimos irnos
a vivir a Buzios. Yo tenía amigos viviendo allá, que me ofrecían laburo, y por
eso no lo dudé. Así, estuve 15 años viviendo ahí y se me pasaron sin que me
diera cuenta… Pero, para mí, irme a vivir allá fue un cambio muy fuerte, porque
me separé de mi familia, me separé de la madre de mis tres primeros hijos, y
ese fue un desbande familiar bastante bravo. También, mi hija mayor, Luciana,
se volvió a vivir a Ibiza, porque se había criado allá.
CRECIENDO
EN ESPIRAL
Foto: Hugo Panzarasa |
¿Qué estuviste haciendo todos esos años en Brasil?
Brasil es un
lugar con mucha música, por lo tanto se toca en todos lados. A veces pienso que
en Brasil se toca mucho más que acá, porque, si sos músico, siempre te
enganchas a tocar con alguien, acompañando a amigos o tocando en boliches hasta
las cuatro de la madrugada, cuatro horas corridas sin parar, viste. Además de
estar en Buzios, a lo último también estuve laburando mucho en Rio de Janeiro,
porque ahí tenía unos amigos músicos que siempre me llamaban para tocar, o
mismo en Minas Gerais, donde me también trataban muy bien.
¿Cómo fue el regreso de la Cofradía en los 90?
Ah, sí; la Cofradía
mendocina. Eso fue porque Morcy Requena heredó el nombre de La
Cofradía de la Flor Solar, entonces puso una productora en Mendoza y empezó
a laburar con Daniel, que tenía un estudio allá. En ese momento, yo estaba
viviendo en Buzios cuando me llegó la propuesta de Morcy, quien me
pagaba el pasaje para que fuera y participara del disco que ellos estaban
haciendo, que se llamaba Cofradía. Así que me fui a Mendoza y estuve
viviendo como seis meses allá, dando clases, ensayando con él, grabando -en ese
disco puse un par de temas míos, también-, pero me terminé volviendo a Buzios…
No querías saber nada…
Es que yo le
decía a Morcy: “Está bárbaro estar en Mendoza, pero hay que estar en
Buenos Aires…” Mi idea era radicarme en Buenos Aires. ¿Viste ese dicho que
dice que “Dios está en todas partes,
pero atiende en Buenos Aires”? Bueno, eso fue lo que al final me pasó,
viste. Pero no me pasó porque yo, al final, lograra estar acá, sino porque era
algo que me tenía que pasar. Mi vuelta a Buenos Aires se da porque me vine una
vez a pasear acá y justo Miguel Cantilo me propuso que participara de
sus disco de clásicos, que formara parte de la producción del mismo y de los
arreglos de los temas. Ahí me puse en contacto con un montón de músicos, porque
en ese disco Clásicos participaron todos, desde Charly a Mollo, (Alejandro)
Lerner, etc. Entonces, me empecé a contactar con todos estos músicos,
que se ponían muy contentos de verme. Al final, me fui quedando, hasta que me
apareció la propuesta de León (Gieco), y me quedé del todo. Y acá
estoy… La verdad es que yo estaba en una crisis total en Buzios, y me vine
porque no aguantaba más estar allá. Porque divina la playa, divino todo, pero
yo necesitaba estar acá.
No, participé y
armé un poco de material mío –que es el que estoy grabando ahora-, lo que
pasaba es que estaba en Buzios, que es un pueblo muy chico, en donde podés
hacer demos o grabaciones pequeñas, pero si querés hacer un álbum te tenés que
ir a San Pablo o Rio, a alguna ciudad grande, porque si no no pasa nada. Yo
podría haber ido a verlo a Billy Bond y proponérselo, pero no tenía
ganas de hacerlo. Yo sé que es una locura haber estado tanto tiempo sin hacer
un disco…
¿Será porque te quedaste traumado con lo que te
pasó con tu primer solista?
Me quedé muy
traumado con el disco que hice acá. Es más, cuando me fui estaba convencido que
no quería volver a grabar nunca más en Argentina.
¿Te hubiera gustado grabar más discos a lo largo de
tu carrera?
Por ahí, si
hubiera tenido una casa y una familia en Buenos Aires, si hubiese estado
instalado aquí, por ahí lo hubiese hecho. En España, con el grupo que integré,
Blanco, grabamos algo en Madrid, pero nunca fue editado. Yo sé que si hubiese
un sello discográfico por detrás, que hubiera grabado todas las zapadas que
hice en mi vida, ahora tendría un montón de discos editados, pero bueno… Ahora
estoy grabando un disco y tengo muchas ganas de meter un montón de material que
no llegué a curtir. Ojalá pueda completarlo y eso ya va a ser suficiente. Con
que termine éste, antes que me muera… (risas)
Foto: Hugo Panzarasa |
En una entrevista leí que siempre estás componiendo
algo. ¿Cómo es eso?
Sí, incluso hoy
estuve. Bueno, todo eso que hago lo voy registrando y así voy armando mi
material, de a poco. Ahora mismo, que estoy laburando en el estudio, me llevo
mis grabaciones y, a partir de ahí, veo como las voy a continuar, en lo que
respecta a los posibles arreglos de las canciones y demás. Pero siempre lo voy
armando sobre la marcha, tengo mucho material listo en mi cabeza para hacer,
viste…
¿Cómo va a ser este nuevo disco que estás haciendo?
No lo estoy
pensando demasiado, en realidad, estoy eligiendo un repertorio de temas que más
me motivan y también rescatando otros viejos temas míos, acústicos y
eléctricos, que habían quedado medios perdidos por ahí. Me pareció una buena
oportunidad grabar todo ese material ahora, y, de paso, me sacó de la mochila
un montón de temas que tenía que dar a la luz alguna vez.
Con mi trío, sí.
En principio, una base de bajo, batería y guitarra. Todavía falta grabar las
voces, por ahora estoy haciendo las bases de los temas, y viene bien, me gusta
cómo está saliendo. Espero que a la brevedad, pueda concretar el disco y que
sea editado.
¿Cómo es la dinámica que tiene el trío?
Ya hace como
ocho años que venimos tocando, juntándonos una vez por semana,
obligatoriamente, que es lo mínimo, porque tenemos nuestras propias ocupaciones
y, a veces, es complicado combinar los horarios.
¿Estás dando clases de guitarra?
A veces doy
clases, pero últimamente no estoy dando. Ahora me estoy dedicando más a pintar
y con la cabeza metida en el disco nuevo.
Siempre fui de
dibujar un montón. También de manera autodidacta. Aprendí mucho de mi hermano
Carlitos, que era un capo total.
¿TODO ES
ROCK?
¿Qué opinás de la encuesta que la revista Rolling Stone hizo en 2012, en donde estás entre los
100 mejores guitarristas de la historia del rock argentino?
Qué sé yo, es
una encuesta media rara… (risas) No sé cuál es el concepto que utilizan para
hacer esa selección, por ese lado me parece que falló. Por otro lado, me siento
muy orgulloso de que me hayan puesto en la posición número 13, pero me pareció
muy pobre que no tuvieran una mísera foto mía para poner. Tampoco entiendo la
importancia de algunos quías, ni el orden de la encuesta. Con lo único que
estoy totalmente de acuerdo es que Pappo sea el número uno, el resto…
(más risas)
Sí, hay algunas posiciones que no se entienden muy
bien…
No, hay algunos
a los que los mandaron atrás re mal. Por ejemplo a Pino Marrone, que es un groso…
Bueno, por ejemplo, quizás Tanguito era un tipo que
se acompañaba muy bien con la guitarra, pero no sé si es como para que
estuviera en la lista por encima de algunos grosos, además de que hubo otros
que directamente fueron omitidos…
Claro, pará
hermano… (risas) Hay varios que no se entiende porque están, pero bueno… Qué sé
yo, me parece que también hubo varios que quedaron ofendidos porque los hayan
dejado tan atrás en las posiciones.
Foto: Hugo Panzarasa |
¿Te gusta escuchar algo del rock actual?
La verdad,
conozco todo, pero no soy de ponerme a escuchar muchas cosas. Me gusta más de
meterme más en lo mío, a hacer todas estas cosas que me gustan. Por supuesto,
me gusta mucho escuchar a Spinetta. En sí, es complicado hablar del rock actual en la Argentina.
¿Por qué?
Porque muchas
cosas nuevas no hay. Hay muchos grupos tocando, pero no sé si hay mucho rock
and roll, viste.
Es como que se le llama rock a algunas propuestas medio raras…
Sí, por eso…
¿Y del rock internacional?
Ahora estuve
viendo un par de conciertos de Jan Akkerman, está buenísimo lo que él hace. Hacía años
que no sabía nada de él, desde la época de Focus, y justo Juan Rodríguez me pasó un par de
videos y me encantaron. Después escucho mucho a John Scofield, Robben Ford
y un par más…
¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la
música, con la aparición de internet y demás?
Ahora los pibes
tienen muchas facilidades de acceder a mucha información pero falta la
curtisión (sic). En nuestra época zapábamos 20 horas seguidas, todos los días;
en vez de estar metidos en internet buscando cosas. Falta la cocina, viste.
Ahora es como que está la cocina rápida, el fast food. Yo siempre digo que
ahora el rock n´roll te
lo entregan en rodajas, antes te lo daban completo.
Sí, por ejemplo,
“Figuración”, de Almendra; ese fue uno de los temas que más me impactó,
la primera vez que lo escuché. Me encantaba la parte musical, como estaba armado,
todo… Hasta su título me parecía genial, me preguntaba de donde habría sacado
eso el Flaco, como se le habría ocurrido. Bueno, de él me impactaron
unas cuantas canciones. También sabía que él me apreciaba bastante.
¿Tenés alguna guitarra preferida?
La Strato,
indudablemente. Tuve un tiempo una Fender Stratocaster en España, pero ahora no
la tengo, por eso estoy tocando con la Les Paul y me siento muy cómodo con
ella. A mí me gustan mucho las guitarras con peso y la Les Paul tiene un peso
muy interesante y es muy “cantora”, viste. Tiene un sustain natural que es
increíble. Ahora, si querés una onda “hendrixiana” o el sonido de Mollo, no te queda otra que agarrar una
Strato, es así nomás…
Emiliano Acevedo
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