Después de veinticinco años de la edición de Nevermind -algo así como el último grito de rebeldía en el rock- la respuesta a esa pregunta
podría ser intentar volarnos la cabeza de un tiro como Kurt Cobain…, pero eso sería simplificar el mensaje, llevar
su esencia a la más mínima expresión, despojarla de sentido. Y eso no es lo que
interesa de este disco de Nirvana y sus
trece agudísimas paginas musicales, todas, viñetas representativas de un
momento desesperante para una generación que había quedado guacha a la vera del
camino.
“Post punk”
le decían algunos, “la música de la
Generación X”, otros; “grunge” fue finalmente el nombre que
se le terminó dando a este movimiento musical surgido en la gélida ciudad de
Seattle, que re formateó el sonido de la música joven en la primera mitad de
los 90. Ese fue el movimiento que representó la voz de los que no tenían
nombre, los adolescentes desesperados, neuróticos y deprimidos; los outsiders.
Sí, está más que claro que luego el juguete se averío y esta movida fue deglutida
por la industria musical, que terminaría creando despreciables avatares, copias
que no tenían demasiado que ver con la fiebre inicial, con ese grito de
desgarramiento, con esa patada en los huevos que nadie vio llegar…
Entonces sí, los outsiders se volvieron cool y usar camisas leñadoras dos
talles más grandes, sacos apolillados y pantalones sucios, rotos y viejos (más
las siempre presentes zapatillas de lona) empezaron a ser “lo más”. Si hasta los diseñadores más
caretas copiaron el estilo, y estrellas advenedizas del rock como Sheryl Crow, Metallica (con su Load) y Bryan Adams cambiaron
su imagen -y sus composiciones- para hacerlas parecidas al sonido sucio de Seattle, para tratar
de camuflar con dolor ajeno auto infligido sus ansias de llenarse los
bolsillos.
Sin embargo, para ese entonces, el máximo factótum
de este estilo, el fundador –quizá anticipándose lo que iba a pasar y harto de
sus demonios internos-, ya hacía más de un año que se había pegado un mortal
disparo con su escopeta.
Pero hoy que nos importa si fue simplemente una
batalla ganada –la última-, antes de perder la guerra, lo que sí nos interesa
es reflexionar sobre Nevermind,
a 25 años exactos transcurridos desde su lanzamiento, aquel lejano martes 24 de
septiembre de 1991. De eso trataremos de hablar en esta nota conmemorativa, en
donde, además, incluimos las opiniones de algunos músicos amigos, que tuvieron la
amabilidad de contarnos lo que significó para ellos este disco.
SIN FIN, SIN NOMBRE
Compañero Asma: “Fue el disco que me ayudó a
retornar a la canción, lo enganché justo recién salido en Francia y lo compré
al toque, saqué los temas enseguida y todo… Después no los fui a ver a Vélez
porque estaba muy de moda, no me arrepiento. Alto respeto por Kurt
siempre.”
Gabriel Pedernera (Baterista de Eruca Sativa): “Nevermind fue para mí un disco tremendamente importante,
desde el momento en que lo escuché (que no entendí nada) hasta el día de hoy,
que lo pongo y me parece increíble, tan lleno de poder y de energía, me parece
que no solo es un disco bellísimo en todos los sentidos, sino que también marcó
algo muy importante en la historia del rock, de la música, porque en ese
momento fue una declaración fuertísima, desde todos los aspectos, desde lo que
transmite la música y lo que dice Cobain, hasta como suena y de qué
forma están ordenadas las canciones. Me parece una Biblia, es un disco perfecto.”
Exacto, la definición de Pedernera es
excelente para entender lo que producía la escucha de esta obra. Seguro, muchos
hoy treintañeros (como los que escribimos este blog) difícilmente hayan
olvidado lo que fue escuchar (a los 15 años) esos primeros acordes de “Smells
Like Teen Spirit”, esa sensación desatada de sentirse vivo y tener ganas de
mandar todo al carajo… Y si a eso le sumamos el riff inigualable de “Come As
You Are”, el estribillo perfecto y desenfrenado de “Lithium” y la nostalgia de
“Polly"; sin lugar a dudas que el combo era perfecto. La forma corrosiva
de cantar de Cobain, sus riffs lacerantes de guitarra y esas letras
turbias, llenas de dolor y odio; eran poco menos que extraordinarias. En sus
líricas, Cobain expresaba tanto su furia como su descontento, que se
sumaba al continuo (e imparable) odio a sí mismo.
Pero Nevermind,
además de ser un disco repleto de canciones perfectas, fue el estandarte para
muchos que sintieron que los pobres llegaban al poder, mientras idolatraban las
imágenes -luego reproducidas una y mil veces en revistas, posters y videos- de
esos tres tipos desalineados que se animaban a desbancar de los rankings a Michael
Jackson, Madonna y demás popes
del pop, algo otrora
impensado para los ejecutivos de cualquier discográfica. Y es que el encanto de
las canciones de Nirvana residía en esa tensión permanente entre las partes
suaves y fuertes que se creaba al pasar de las estrofas a los estribillos:
contención y agresión. La música de
Cobain mezclaba su fanatismo por el pop
con su esencia under, el
costado melodioso de The Who con el sonido crudo y punk heredado de los Sex Pistols,
esa forma de componer, y la estructura de sus canciones, formadas de estrofas
tranquilas y estribillos que luego explotan a grito pelado y distorsión, ya lo
había desarrollado Pixies con anterioridad pero fue con Nevermind cuando se masificó el rock alternativo, llegando hasta lugares impensados poco tiempo atrás.
A mediados de junio de 1991 el disco estaba
terminado de grabar en manos del productor Butch Vig, pero las mezclas
no gustaban a los ejecutivos de la discográfica. Recordemos que Nirvana
había firmado contrato con DGC, una pequeña filial del mega sello Geffen
Records, que por aquel entonces tenía como estrella a los Guns N’ Roses,
y que ya tenía en su haber el disco debut del grupo de Cobain, intitulado Bleach (1989), editado por el sello
independiente Sub Pop. Por eso, para lograr mayor potencia en las mezclas
finales, se contrató a Andy Wallace, lo cual fue fundamental para lograr
que el sonido final del álbum fuera tan potente como accesible.
Porque, a pesar de haber firmado contrato con una
multinacional, el principal ingreso de la banda eran los shows en vivo, por
eso, de movida nomas antes de su edición, los integrantes de Nirvana
comenzaron a tocar los temas nuevos, y como el de mayor aceptación fue “Smells
Like Teen Spirit”, se desestimó la idea original de la banda de editar como
primer corte “Lithium”. Sin embargo, al momento de la edición, las expectativas
sobre el número de ventas seguían siendo bastante modestas de parte de la
compañía.
Nadie se imaginó lo que se venía, lo cierto fue que
a partir de Nevermind la banda
no paró de crecer en forma meteórica, llegando a vender miles (millones) de
discos. Esta tendencia imparable empezó a hacerse más que notoria cuando en
enero de 1992 el disco de Nirvana desbancó al álbum de Michael
Jackson Dangerous del número uno de la Billboard. MTV no se cansaba de rotar sus videos y la prensa colocó
a Nirvana a la cabeza del movimiento grunge junto a Pearl Jam, pasando de tocar en tabernas a
llenar estadios, ser cabeza de cartel de mega festivales y a emprender caóticas
giras mundiales… Ya para noviembre de 1992 no existía persona sobre el planeta
que no habría escuchado pronunciar el nombre de Kurt Cobain.
LA LLAMA DESATADA
Andrés Ruiz:
“A
Nevermind
lo empiezo a sentir años más tarde como un disco ruptura. Cuando salió no había
ninguna casa que no lo tenga en su discoteca familiar. Más tarde aparecerían Get a Grip de Aerosmith
y Magos Espadas y Rosas de Rata Blanca, o
ver el Álbum Negro de Metallica junto a Luis
Miguel... Yo en esa época escuchaba mucho heavy metal y no le di mucha
bola, aunque "Smells Like Teen Spirit" me parecía una canción
brillante... Años más tarde lo redescubrí junto con los otros discos de la
banda y fue un punto de partida para entender los 90, pero ya en los 2000.”
Ivana Berenstein: “En el momento en que salió, yo estaba en otra, entonces no lo escuché
mucho, pero sí escuché algunas canciones porque estaban muy presentes. Creo que
lo que hacía (Cobain) tenía
una personalidad, una intensidad y originalidad bastante particular. Destaco,
especialmente el grado de intensidad de su música. Puso todo, hasta su vida, en
juego… Me parece que innovó, inventó un estilo creativo nuevo, más allá de que
no sea el tipo de música que me pongo a escuchar ni que me hace sentir
identificada.”
Tras el lanzamiento del álbum, los críticos de
música de varios periódicos y revistas dieron buenas críticas a Nevermind,
y así comenzaron a subirse a la carroza, a elogiar a aquello de lo que poco
conocían. El mismo Cobain se quejaría más tarde de los intentos de los
periodistas de rock de intentar
descifrar lo que cantaba y por extraer el significado de sus letras: "¿Por
qué mierda los periodistas insisten en venir con una mediocre evaluación
freudiana de mis letras cuando en el 90% de las ocasiones no las han trascrito
correctamente?"
Y así con el éxito de su propuesta, Kurt
pasó de dormir en el asiento trasero de su coche a comprarse una mansión en las
afueras de Washington DC., transformándose en lo que más aborrecía: un rock
star. La fama, los medios y los millones no eran el objetivo por el cual se
había involucrado en el mundo de la música. Luego llegarían sus declaraciones
amargas y desesperadas, su furia y desinterés extremo, que se harían evidentes
en shows y presentaciones en las que se mostraba ajeno a todo lo que le
acontecía, hastiado. Siempre sumergido en un vaivén anímico imparable en donde
el consumo de heroína, junto a su aparente dolor crónico de estómago, lo
arrastraría una depresión de la cual ya no había regreso.
Nirvana
editaría en 1993 In Utero, y
más tarde su celebrado (y póstumo) MTV
Unplugged (en 1994), pero nada impediría que Kurt Cobain –luego
de varios intentos de suicidio frustrados- en algún momento de la tarde del
martes 5 de abril de 1994, se encerrara en el altillo de su casa, luego
arrastrara una silla hacia la ventana, se sentara, (quizá) tomara drogas por
última vez, para después, sí, disparar directo a su cabeza, poniéndole punto
final a su corta vida y, consecuentemente, a una de las bandas más celebradas
en la historia del rock. Su
cuerpo sería recién encontrado el viernes 8, tres días después.
Vive rápido y deja un cadáver joven… Con tan solo 27 años, como tantos otros, Cobain
pasaba a formar parte de “ese estúpido club” de los mártires
del rock –que tanto odiaba-,
dejando como testamento grandes canciones y un eterno interrogante, acerca de
cuanto más de su maravillosa música nos podría haber brindado de haber seguido
con vida.
LEGADO
Diego Mizrahi: “Los 90, para mí, fue una década rarísima, me pasó que no encontraba mi
lugar. Con respecto a Nirvana y el movimiento grunge, no los entendía.
Los escuchaba, hacía el esfuerzo, pero no los entendía. En ese momento estaba
muy metido con el jazz, con la música fusión… Luego, pasó el tiempo y les
empecé a prestar atención y descubrí que Nirvana era una banda de la
puta madre que los parió… Me di cuenta de que los tipos tenían unas melodías
bárbaras, Kurt Cobain tenía unas melodías con una simpleza increíble y
una deformidad impresionante en esas guitarras… Los escucho ahora y digo “qué
lo parió, qué adelantados que estuvieron estos tipos en su momento…” Creo que
dejaron un legado impresionante, casi como si fueran los Beatles de los 90…”
Treinta millones de discos vendidos de Nevermind
en todo el mundo parece ser una herencia pesada, inapelable. Pero, ¿alcanza con
ese dato estadístico, frío y vacuo? Como
siempre, al final la historia la siguen escribiendo los que ganan y dice que
Cobain perdió la batalla, que su propio éxito fue tan intenso e inmanejable que
se volvió catastrófico para su pobre psiquis y lo llevo a quitarse la vida (o
a ser asesinado, como varios de sus fanáticos creen). En los libros quedará
escrito que Kurt Cobain fue un talentoso compositor de un repertorio de
canciones que lo catapultaron a la cima, haciéndolo explotar por los aires;
porque siempre fue, es y será preferible “prenderse fuego antes que desvanecerse” (Neil Young,
dixit).
Y de la escena grunge, ¿hoy quién se acuerda? Tan solo continúan los nombres
omnipresentes de Pearl Jam o Foo Fighters (éstos últimos, con
velados reproches varios por hacer música “complaciente”); figuras que basan su
peso específico en los restos de su pasado glorioso más que en su presente. Lo
que nadie podrá decir, lo que no queda impreso en ningún lado, es algo que pasa
todo el tiempo, incluso ahora mismo, en algún lugar perdido del mundo, y que
son las sensaciones desencadenadas durante ese segundo previo a que la cinta
toque el cabezal, la púa el disco, el láser el CD; todos y cada uno de los
momentos en que un pibe escucha por primera vez un disco, un clásico como Nevermind, y su vida cambia para
siempre…
Emiliano Acevedo y Leandro Ruano
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