Mañana fría en Buenos Aires. Voy a la
cochera, rezongando, me espera un viaje a La Plata. No sé porque lo hago, si el
viaje lo tengo que hacer de todas formas. Cosas de la trivialidad.
Me alcanzan mi “impecable”, paso por la estación
de servicio, un amable señor controla las llantas. Todo en orden. Avenida
Libertador. El sol abraza mi alma. Hermosa sensación de manejar, con frío
afuera, calor adentro.
En el estéreo suena Cosecha Tardía, de Edu Zvetelman y su banda de músicos.
“Sueños”, una linda canción para empezar… “Sueño miradas que abrazan… Promesas
eternas… Caricias que ríen y obsequian calor. Sueño que vuelo y mi sueño me
lleva hacia vos…”
Ahora, suena “Podría ser yo”, saben que
esta canción puede conmigo. “Ese que pide
y pide, podría ser yo… y al que no le doy nada, podría ser yo…”
Ya desaparecieron mis rezongos. Las calles
son amigables. El tránsito fluye y anda la onda verde, la 9 de Julio parece
despejada. En realidad, no sé si eso ocurre o es mi sensación.
El CD me va cambiando de estados de ánimo,
desde algo inocente, hasta el dolor más profundo. Y, así me acompaña en la
Autopista a La Plata.
“Nos
habíamos amado tanto y nos habíamos creído todo y nos habíamos comprado el
mundo al contado y el futuro a pagar…” El chico del peaje, muy amablemente, cuenta el
vuelto. Le sonrío.
Instrumental, “El Otoño y la Primavera”, no
les puedo contar mucho de esta, porque tiene que ver con algunos de los
personajes de mi nueva novela. Bellísima.
Por momentos, aceleraba (hasta 130 km, lo
máximo que permite la autopista) pero entre nosotros, con la música de este CD,
el sol, y mi emoción hubiera pisado más y más.
Libertad urbana.
“El Tanguete de Alfredo”, melodía de
arrabal… “Dejando huellas en el viento…
Salió a buscar dos pechos suaves donde esconder su realidad…” “Se enamoró de un
imposible…”
Bajé la marcha, quería disfrutar de lo que
estaba sucediendo. La música, el día, hoy es hoy. La inmensidad del infinito,
aunque el horizonte estaba tapado por la ciudad, yo lo veía igual.
Ahora, me movía con “Todo puede ser de
ahora en más”. “Solo hay que mirar y ver
si estás… La vida está abierta y voy a entrar…” Maravillosa frase. Eso
estaba haciendo, entrando…
“Imagino”, para las románticas como yo,
solo escuchen la letra y siéntanse amadas… “Imagino
tu cuerpo delicado, acurrucado inexorable entre mis brazos…” Imaginen… No
podía demasiado porque hubiera hecho estragos en el auto.
“Sombrero Lindo”, violín y piano. El
volumen al mango y casi un orgasmo terrenal. Nada más que decir.
Bailando con los hombros, mientras cantaba
la murga… “No estás en ninguna parte…” “No
a todos les cabe el cincho ni cien años de perdón…”
Entrando a La Plata, claro, un poco se
complicó, más atenta al tránsito. Pero, seguía todo igual. Todo fluía, hasta la
onda verde. No recuerdo que hubiera onda verde en La Plata, pero hoy
funcionaba. (No calculen canciones,
tiempo, dónde estaba, el relato es como es).
“Para recordar”, con esta canción es
inevitable llorar. Es tan amorosa, tan sentida, un homenaje a su papá. “El miedo de estar sin tu voz…” Es tan
descriptiva que vemos a Barracas, el violín, el consultorio marrón, paleta y
frontón, su dolor. “¿De qué libro mamaste
el amor..?”
“Ando sintiendo”… Parece más tranquila,
hasta que le prestas atención a la letra. “No
me sienta bien el perfume global…” “Ando dudando qué hacer con mi vida. Cuál es
el camino que habré de tomar…”
Para “El Barco”, recomiendo escucharla con
la ventanilla abierta, (no importa el frío) que el viento te vuele. A volar.
Eso sí, si vas por la Autopista, tené cuidado, casi tomo la ruta dos para irme
al mar. Si esta tarde no hubiera tenido el programa de radio, anda a saber por
dónde andaba.
“Línea de Fuga”, ahora del mar y el barco,
nos fuimos al espejo, pero como tenemos tanto aire, podemos escucharla sin lagrimear.
“Es simplemente, que me encuentro tan viejo…
Las lágrimas empañan la luz…” “La historia pesa más que la cruz…” Es
triste, real, sacude. Pero, es como siempre digo, en toda luz hay oscuridad, y
en toda oscuridad, luz. Del barco a esta canción, me sentí identificada.
Debo confesar lo que me ocurre con “Triste”,
el volumen al “mango” y la canto a viva voz (menos mal que no me escucha nadie)
ventanillas cerradas. Me toca las fibras más íntimas. Me apasiona esta canción.
“No hablen de mi dolor, ¿quién no ha
sentido así? Un hueco que avanza el alma voy a intentar llenarlo de mí…” La
sé de memoria… Aunque, a veces cambio la letra, inevitable, dirían mis hijos.
Esta canción es puro dolor, pura magia.
Por último, “Obertujen”, una sinfonía. Árboles,
autos, motos, semáforos, nubes, chicos pidiendo, señoras cruzando, colectivos,
oficinistas, balcones, carteles, palomas, taxis, amantes, soñadores, ejecutivos
de película, canillitas. Todo es ritmo. Buenos Aires baila al compás.
Ahora, tienen que tener cuidado y que no
les pase como a mí, por la agitación interior, en vez de doblar, (ya de regreso
a casa) desde la 9 de Julio hacia Libertador; subí a la autopista Illia. Sin
embargo, valió la pena. Pura vida.
Grace Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario