domingo, 11 de septiembre de 2016

PLACERES MUNDANOS: Una escucha de "Cosecha Tardía", de Edu Zvetelman





Mañana fría en Buenos Aires. Voy a la cochera, rezongando, me espera un viaje a La Plata. No sé porque lo hago, si el viaje lo tengo que hacer de todas formas. Cosas de la trivialidad.
Me alcanzan mi “impecable”, paso por la estación de servicio, un amable señor controla las llantas. Todo en orden. Avenida Libertador. El sol abraza mi alma. Hermosa sensación de manejar, con frío afuera, calor adentro.
En el estéreo suena Cosecha Tardía, de Edu Zvetelman y su banda de músicos.

“Sueños”, una linda canción para empezar… “Sueño miradas que abrazan… Promesas eternas… Caricias que ríen y obsequian calor. Sueño que vuelo y mi sueño me lleva hacia vos…” 
Ahora, suena “Podría ser yo”, saben que esta canción puede conmigo. “Ese que pide y pide, podría ser yo… y al que no le doy nada, podría ser yo…”
Ya desaparecieron mis rezongos. Las calles son amigables. El tránsito fluye y anda la onda verde, la 9 de Julio parece despejada. En realidad, no sé si eso ocurre o es mi sensación.
El CD me va cambiando de estados de ánimo, desde algo inocente, hasta el dolor más profundo. Y, así me acompaña en la Autopista a La Plata.
“Nos habíamos amado tanto y nos habíamos creído todo y nos habíamos comprado el mundo al contado y el futuro a pagar…”  El chico del peaje, muy amablemente, cuenta el vuelto. Le sonrío.
Instrumental, “El Otoño y la Primavera”, no les puedo contar mucho de esta, porque tiene que ver con algunos de los personajes de mi nueva novela. Bellísima. 

Por momentos, aceleraba (hasta 130 km, lo máximo que permite la autopista) pero entre nosotros, con la música de este CD, el sol, y mi emoción hubiera pisado más y más.
Libertad urbana. 

“El Tanguete de Alfredo”, melodía de arrabal… “Dejando huellas en el viento… Salió a buscar dos pechos suaves donde esconder su realidad…” “Se enamoró de un imposible…”
Bajé la marcha, quería disfrutar de lo que estaba sucediendo. La música, el día, hoy es hoy. La inmensidad del infinito, aunque el horizonte estaba tapado por la ciudad, yo lo veía igual.
Ahora, me movía con “Todo puede ser de ahora en más”. “Solo hay que mirar y ver si estás… La vida está abierta y voy a entrar…” Maravillosa frase. Eso estaba haciendo, entrando…
“Imagino”, para las románticas como yo, solo escuchen la letra y siéntanse amadas… “Imagino tu cuerpo delicado, acurrucado inexorable entre mis brazos…” Imaginen… No podía demasiado porque hubiera hecho estragos en el auto.
“Sombrero Lindo”, violín y piano. El volumen al mango y casi un orgasmo terrenal. Nada más que decir.
Bailando con los hombros, mientras cantaba la murga… “No estás en ninguna parte…” “No a todos les cabe el cincho ni cien años de perdón…”

Entrando a La Plata, claro, un poco se complicó, más atenta al tránsito. Pero, seguía todo igual. Todo fluía, hasta la onda verde. No recuerdo que hubiera onda verde en La Plata, pero hoy funcionaba.  (No calculen canciones, tiempo, dónde estaba, el relato es como es).

“Para recordar”, con esta canción es inevitable llorar. Es tan amorosa, tan sentida, un homenaje a su papá. “El miedo de estar sin tu voz…” Es tan descriptiva que vemos a Barracas, el violín, el consultorio marrón, paleta y frontón, su dolor. “¿De qué libro mamaste el amor..?”  
“Ando sintiendo”… Parece más tranquila, hasta que le prestas atención a la letra. “No me sienta bien el perfume global…” “Ando dudando qué hacer con mi vida. Cuál es el camino que habré de tomar…”
Para “El Barco”, recomiendo escucharla con la ventanilla abierta, (no importa el frío) que el viento te vuele. A volar. Eso sí, si vas por la Autopista, tené cuidado, casi tomo la ruta dos para irme al mar. Si esta tarde no hubiera tenido el programa de radio, anda a saber por dónde andaba.
“Línea de Fuga”, ahora del mar y el barco, nos fuimos al espejo, pero como tenemos tanto aire, podemos escucharla sin lagrimear. “Es simplemente, que me encuentro tan viejo… Las lágrimas empañan la luz…” “La historia pesa más que la cruz…” Es triste, real, sacude. Pero, es como siempre digo, en toda luz hay oscuridad, y en toda oscuridad, luz. Del barco a esta canción, me sentí identificada.

Debo confesar lo que me ocurre con “Triste”, el volumen al “mango” y la canto a viva voz (menos mal que no me escucha nadie) ventanillas cerradas. Me toca las fibras más íntimas. Me apasiona esta canción. “No hablen de mi dolor, ¿quién no ha sentido así? Un hueco que avanza el alma voy a intentar llenarlo de mí…” La sé de memoria… Aunque, a veces cambio la letra, inevitable, dirían mis hijos. Esta canción es puro dolor, pura magia.
Por último, “Obertujen”, una sinfonía. Árboles, autos, motos, semáforos, nubes, chicos pidiendo, señoras cruzando, colectivos, oficinistas, balcones, carteles, palomas, taxis, amantes, soñadores, ejecutivos de película, canillitas. Todo es ritmo. Buenos Aires baila al compás. 

Ahora, tienen que tener cuidado y que no les pase como a mí, por la agitación interior, en vez de doblar, (ya de regreso a casa) desde la 9 de Julio hacia Libertador; subí a la autopista Illia. Sin embargo, valió la pena. Pura vida.

Grace Santos


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