Este no es un álbum para todo el mundo, no es una
obra masiva, pero se mete con la híper comunicación masiva de hoy, porque ese Todos
hablan, nadie escucha (el sexto disco de Ácido Canario, esta vez en formato digital) nos interpela en esta época
mediatizada por las comunicaciones en la que el hombre, cual homo-mediático-simbólico, es atravesado
(casi literalmente) por millones de mensajes, cada día-hora-minuto. ¿Una era de
la (no) comunicación, quizás? Todo disponible para ver y no vemos nada, todos
los discos a un clic de distancia
para escuchar y no escuchamos nada; mensajes que vienen, mensajes que van, una urdimbre de sentido, pero
no nos enteramos de nada… La impotencia hecha Babel.
Para combatir esa incomunicación, por lo pronto,
aquí tenemos otro álbum de Ácido Canario, el proyecto propulsado por ese músico inquieto llamado Zelmar Garín (compositor, multiinstrumentista y factótum del
sello artesanal de rock experimental Noseso
Records). Un artista idealista e inusual, quien cada dos años, a partir de
un nuevo propósito estético y sonoro, desarma y arma formaciones del grupo con
nuevos instrumentistas e instrumentos. Justamente, en esta sexta encarnación, Francisco Ferreras se encarga de las guitarras
eléctricas, Matías Díaz toca bajo y trombón,
Nahuel Creche se ocupa del octapad;
y el propio Zelmar de todo lo demás,
incluyendo un set de objetos amplificados, pedales en feedback, percusiones,
guitarras, chatarra, y voces.
Como se
aprecia, los recursos compositivos utilizados por Ácido Canario son más que particulares: sin perder el polo de la
canción, para componer se inspiran en una serie de partituras gráficas
realizadas por ellos mismos y que moldean el estilo, sonoridad y pensamiento
estético. Desde ellas toman forma las melodías, letras, paisajes sonoros,
diferentes planos, y multiplicidad de voces en movimiento. Los músicos se valen
de instrumentos convencionales e inventados, ritmos armados con la
re-amplificación de objetos, material de descarte como chapas, antenas,
juguetes intervenidos, etc. Los convencionales como bajo, guitarra y trombón a
veces son preparados con diferentes objetos. También emplean instrumentos electrónicos
como el octapad y sintetizador analógico.
Y ya que
estamos hablando de esta instrumentación inusual, valga una mínima advertencia,
debido a que un oyente desprevenido fácilmente se ahogaría en la maraña de
sonidos de este álbum. Porque esta es una obra que se degusta de a poco, no
sirve de nada tratar de escuchar solo una parte de la misma, ni siquiera tratar
de discernir los instrumentos en forma individual, ya que lo mejor es hacerse
una imagen auditiva de todo como un conjunto que cobra sentido en contexto.
Figura y fondo, líneas sonoras que parten de una guitarra a otra, atravesando
todo el espectro del estéreo, sobrevolando ruidos blancos del éter. Melodías
que se apagan dando origen a otras. Diferentes patrones rítmicos que son a
menudo tocados simultáneamente, hasta llegar a un punto en que cada uno de los
sonidos encuentra su lugar en la canción.
Todo suena
por algo, nada es aleatorio o circunstancial. Aunque no parezca, este es un viaje
matemático. Ese parece ser el efecto en la música de Ácido
Canario: mantener una parte fuera de
balance, sin dar a entender nunca que es lo que vendrá, pero siempre haciendo
sentir al oyente que una lógica progresión está teniendo lugar en sus propios
términos. Con ritmos que arrancan y paran, tempos cambiantes, líneas angulares
de guitarra, todo, formando parte de una pieza sónica compleja pero muy
atractiva, casi atrapante, como un mantra.
Todos hablan… funciona como una advertencia, casi un manifiesto sonoro, en donde la música es potente y visceral, pero sin dejar de ser sutil en algunas oportunidades Hay variaciones de frecuencias, muchos samples, voces desintonizadas, ecos espaciales. Como si fuera una transmisión de onda corta viajando por una fibra óptica conectada a una radio Siete Mares. El dial va girando, pero es difícil encontrar una voz entre tanto cotorreo. Nadie escucha, nadie escucha. Tenemos de todo para escuchar pero somos incapaces de hacerlo, estamos impedidos de entrada y nos quedamos en esa modorra de la que no queremos salir. Volvemos a lo mismo: ¿para que sirvió ser hombres híper simbólicos si no podemos saber nada de lo que pasa al lado?
Y dentro de
este mundo hostil este es un disco crítico, originalísimo, a años luz del rock
encorsetado que oímos día y noche en los parlantes del mainstream. Un rock artesanal, realizado a partir de instrumentos
convencionales e inventados, que resulta un verdadero cross a la mandíbula. Efectos sonoros delirantes y sobrecogedores,
referencias a un pasado de ciencia ficción cosiéndose a fuego lento en los Sábados de Súper Acción. ¿Es esta obra una
crítica al Sistema como totalidad? Sí, pero también hay esperanza en su mensaje,
hay ansias de encuentro en la desesperación, como se lee en la letra de “Medios”,
lo más cercano a un “hit” que puede grabar Ácido Canario: “A pesar del color, no hay
paisaje. A pesar del dolor no hay rescate…” Porque, aunque no parezca, este
también puede llegar a ser un álbum cancionero, y con letras con un sentido. Son
letras que se unen con el concepto del
nombre del disco, que hace referencia a la incomunicación y a la falta de
abstracción para poder vislumbrar más allá de lo cotidiano e inmediato. El propósito
está formulado y es uno solo: escapar de este vacío que nos abruma. Y ahí justo
llega ese folk acústico y lisérgico llamado “Detrás de la oscuridad”, con sus
violines y trombones, que funciona cual declaración de principios, “porque te ando buscando…”
Gran tema
gran, “Guerrero” contiene guitarras eléctricas que recuerdan al Flaco Spinetta de Peluson of milk, latas y una melodía arrebatada. Por su parte, “Templanza”
arremete, con ese sonido acústico, hermético, casi inasible, en donde el tempo se va desinflando hasta mixturarse
con “Templanza conclusión”. Una comunión definitiva, como quien se une al éter para
alcanzar ese campo de batalla pos-mass-mediático,
en donde un “Alfil” (tal vez igual, tal vez distinto a los de Spinetta, Borges y Lewis Carroll) busca conseguir la redención del oyente. He aquí un
tema neo-psicodélico, hermoso, que va recorriéndote la sesera de oreja a oreja,
guiado por sonidos de guitarra a la Mike
Oldfield. Una invocación radioeléctrica que trata de encontrar su lugar
entre tanto ruido, incomunicación y percepciones viciadas.
En “Corazón”
se alcanza una paz aparente con esos latidos que parecen preservarse en el
fondo de una caverna. “Umbral”, por su parte, sintetiza leitmotivs y melodías de
esta obra, en esa fusión que podrimos denominar (delirantemente, of course…) como candombe-jazz-rock-electrónica. Música avant garde industrial, que va creciendo al calor del mantra en
donde, por fin, alcanzamos a darnos cuenta que el amor termina siendo la única verdad.
Así de simple,
así de directo. Sin dudas, Todos hablan,
nadie escucha es un álbum monumental. Para escuchar y volver a escuchar, degustándolo
como un buen vino. Quizás sea este, por lejos, parte del nuevo rock más
interesante que vas a conocer en estas latitudes…
Este disco
se consigue en www.nosesorecords.com/tienda y su presentación será una escucha
a oscuras con performance en El Emergente,
Acuña de Figueroa 1030, el próximo 15 de octubre a las 21 horas.
Emiliano
Acevedo
cada vez mejor. las letras, todo. bien loco, a seguir
ResponderEliminarAguante acido canariooo
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