En
Random, su decimotercera producción
en carácter de solista, Charly
García da forma a un álbum alegre, autorreferencial y
adolescente. Ni más ni menos. Un disco nuevo luego de casi una década, porque Kill Gil, editado en 2010, en su mayor
parte, contenía grabaciones realizadas en 2007, que habían permanecido sin
editar en medio del conflicto del músico con EMI.
El
título de este disco no es casual. Hace referencia a su propia frase “Random is not whatever”, que obsesiona a García desde los 90. Como
explica el periodista Sergio Marchi en
su biografía No digas nada. Una vida de
Charly García: “El random es un
proceso aleatorio, en el que el azar o la casualidad son la variable principal.
Pero como bien dice el propio García, el random no es cualquier cosa, sino una
operación que generalmente llevan a cabo maquinas que establecen, por un
sistema algorítmico, distintos órdenes, otorgan parámetros determinados casi
por capricho o toman por idéntico procedimiento determinadas decisiones. Para
ejemplificar, si se pulsa la tecla ´random´ o ´shuffle´ en una compactera, la
máquina elegirá un tema del CD al azar. El random, en manos humanas, equivale a
encomendarse a la Divina Providencia, o en el mundo de Charly, ´buscar una cosa
y encontrar otra´”. Justamente, este Random
es una de las tantas sorpresas que el azar le deparó a García, y a sus fans,
por carácter transitivo.
¿Y
cómo suena este nuevo disco? Simplemente, es un álbum que en los albores de su
nueva y sorprendente nueva vida artística se transforma en una clara opinión de
sus obsesiones acerca de la realidad que lo rodea. Sin dudas, el disco más
cancionero en su discografía de los últimos veinticinco años. Músicas en estado
natural, sonidos puros sin esa patina ruidosa que fue todo el periodo Say No More de los 90 y 2000. Con canciones
que contienen referencias a los geniales Phil
Spector y Stanley Kubrick, con
audios originales de la película Lolita,
dirigida por este último. Girones del mundo privado y público de este nuevo (y
viejo) Charly García, entrelazados en una urdimbre de sonidos, que dan cuenta
de sus obsesiones. Con canciones, siempre con letras autorreferenciales, que
mezclan un espectro amplio de melodías pegajosas como chicle con algo de caos
organizado, pero sin parecerse a ninguno de sus álbumes anteriores. Letras que
recorren la vida del artista, desde su infancia hasta la actualidad, pasando
por sus días de exceso.
En
función a esta situación, García entrega su primer disco en veinte años, con un
repertorio compuesto totalmente con temas propios. El último había sido el
discutido Say no more, de 1996,
venerado por los fans más acérrimos, y vituperado por el resto debido al carácter
experimental de su propuesta, quienes no alcanzaban a reconocer a su ídolo
detrás de esas paredes de disonancias que él mismo había edificado a su
alrededor.
Pero
esa ya es historia pasada y pisada, porque en Random la música del Bicolor
toma recursos simples y conocidos de su repertorio histórico y cancionero para
expresar en forma lo más fiel y directamente posible esta nueva etapa artística
de este prócer del rock argentino. Como se puede apreciar directamente en la
apertura del disco, con “La máquina de ser feliz”, una canción con vocación de
hit y una melodía pegadiza que no vas a poder dejar de cantar debajo de la
ducha. Con sutiles referencias melódicas a “Juntos a la par”, el tema de Yulie Ruth que popularizó Pappo. Este nuevo “himno” de García es
la certificada deconstrucción total del muro say no more, y aunque su voz cascada aparezca supertrackeada,
emparchada, lo escuchamos cantar con una legibilidad como hace años (¿décadas?)
no ocurría. Charly tenía ganas de cantar y tocar este repertorio, y eso se nota
en el producto final, nos guste o no.
El
positivismo ideológico de los textos también es fielmente reflejado en
canciones como “Primavera”, cándida crítica a la tecnología, con su tono festivo
y simpleza estructural, y esa intro inocente de banjo, a partir de la cual se
desarrolla una melodía símil adolescente, a la Sui Generis 2.0, en la que Charly (a la manera de Bob Dylan) se siente “hoy más joven que
ayer”, demarcando amigos y enemigos, como cuando canta: “ahora que estoy rehabilitado saldré de gira otra vez, me encerraran
cuando se acabe y roben lo que yo gané”.
Este
nuevo disco de García también se centra en la prolijidad de la producción y el
sonido, algo que –como sabemos- hace rato que no quería conseguir en su obra,
sumergido en la maraña de sus últimos álbumes, desde La Hija de la Lagrima en adelante. Y Random contiene un trabajo de base muy rico en matices. Empezando con
las bases simples y contundentes de Fernando
Samalea, en batería y percusiones; además del depurado trabajo de sus
músicos chilenos, Kiuge Hayashida
(guitarra eléctrica) y Antonio Toño Silva (batería en “Believe”). Un
punto aparte merece la labor de Rosario
Ortega, en quien se apoya la cascada voz de García a lo largo de la mayor
parte del álbum, como también lo viene haciendo en el vivo de sus últimos
shows. Si bien la voz de la corista es correcta, está a años luz de la
expresividad de Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo, las históricas
acompañantes de Charly.
“Ella
es tan Kubrick” es un rocanrol ligero, un poco flojo, pero simpático que repasa
la filmografía del gran cineasta norteamericano, uno de los preferidos de García,
aunque su melodía sinuosa hubiese turbado más que nunca a la música Wendy Carlos y a su jefe, el megalómano
Stanley, por supuesto. La siguiente
parada de este viaje se llama “Rivalidad”, una canción deliciosa que viaja
sobre la melodía del “Locomotion” de Goffin-King,
y aunque no paga boleto, pase o abono,
llega a buen destino, sorprendiendo a propios y ajenos, cuando Charly se pone
su smoking de fiesta, invitándonos a su Disco-Baby-Disco
personal. Buen tema, sin dudas.
“Otro”
es una canción con vocación de rock clásico y provocador, sintetizando
obsesiones propias de García. Una
enumeración de vicios varios, papeles, pelitos y papelazos; drogas, placebos y
sesiones de dementes psicoterapias, que van edificando un rockazo en la tradición
del clásico “No Toquen” o el más reciente “No importa”, de Kill Gil.
Sin
dudas, “Lluvia” es una gran canción, con reminiscencias al García de Filosofía Barata y Zapatos de Goma, que
retoma la fascinación de Charly por la estética cinematográfica. Después llega
“Believe”, cantada en inglés; otro muy
buen tema, bien pop sesentoso y garagero, con mucho ritmo, en el que el músico
da cuenta de sus influencias musicales primigenias.
¡Bienvenido
de vuelta! ¡Qué bueno es volver a encontrarse con ese Charly García irónico,
irreverente y gracioso de otras épocas, al que habíamos extrañado tanto! Y es
que “Amigos de Dios” está en la misma tónica de “José Mercado” y otros
clásicos, con el Bicolor metiendo el
dedo en la llaga, ironizando acerca de los pastores evangelistas de La Iglesia
Universal: “Es medianoche en la
televisión, cuando uno quiere algo de diversión, con maquillaje y sin disfraz,
aparecen los amigos de Dios. Son brasileiros, son de otro país, todos se
esconden debajo de un tapiz. Esto con Hitler, ya pasó, el milagro de una mala actuación
(…) Loco, cambio de canal, pero sigue el recital, ¿con qué mierda drogan a la
gente?” Y hasta se da el gusto de
tirarle una patadita al pasar al inefable Marcelingui,
el capo mayor de la televisión “basura”: “Toda
esta mierda sucedió, el día que Tinelli nació…”
Luego
es el turno de cabalgar sobre “Be my baby” (como ya lo había hecho en su cover
incluido en Sinfonía para Adolescentes),
Charly vuelve a homenajear a otro de sus ídolos en “Spector”, canción dedicada
al productor norteamericano, inventor del inmortal Wall of Sound. Curiosamente (o no tanto), otro perfeccionista de la
obra artística, como Kubrick.
El
cierre de Random llega con “Mundo B”,
que arranca con una cruda melodía en el piano, en la misma tónica de “Kill my
mother”, su tema en inglés incluido en El
Aguante. Luego, en la mitad de la canción, sorpresivamente, se desliza a
una cuidada cadena de acordes beatlescos,
hasta desembocar en un hermoso final que recuerda mucho a la melodía instrumental
de “Total interferencia”, el temazo compuesto por García y Spinetta, que cerraba Piano Bar. Mientras tanto, Charly se va, cantando los estribillos
de “I Want to Hold Your Hand” y “She Loves You”.
En
resumen. ¿Un disco milagroso? Sí, no hay dudas, porque hasta hace no mucho
tiempo ni siquiera el fan más optimista podría haber predicho que íbamos a tener nuevas canciones de Charly.
Obviamente que temas como “Lluvia”, “Mundo B” o “Los amigos de Dios” son
verdaderas obritas de arte, dentro del famélico rock argentino del mainstream de hoy. Pero el resto del
álbum se relaciona más con el espíritu de un Kill Gil, o sobre todo con la energía de Rock and Roll Yo, que con discos clásicos como Yendo de la cama al Living o Parte
de la religión. Incluso, ciertas partes instrumentales remiten a los
mejores pasajes de Influencia, por su
espontaneidad y fuerza melódica. Gran
parte de lo mejor del álbum se encuentra en la producción del mismo, hecha por
el propio García, mucho más enfocado, y a años luz del caos sónico de la época
Say No More. Aquí el artista no intentó sepultar las canciones en cientos de
canales de sobre grabaciones, y eso es bienvenido, porque le otorga al disco
una amplísima gama de texturas y sonidos, sobre todo en guitarras y teclados,
haciendo también que la voz de García suene como hace años no la escuchábamos,
apenas con algún eco mínimo, pero absolutamente discernible. Todo eso hace que
este sea un disco “amable” y que se presta a que el oyente lo cante al unísono.
Canciones bien pop y más comerciales y digeribles que casi todo el periodo
experimental reciente de este artista, salvo algún hit circunstancial perdido
en sus últimos álbumes.
Pero
lo comercial no siempre es sinónimo de pobre, sino que a veces se transforma en
símbolo de algo accesible y disfrutable. Y eso es Ramdon: un disco para disfrutar una vez que uno reconoce que es
inútil pedirle a Charly que vuelva a realizar una obra maestra como Clics Modernos o Piano Bar. Ya lo hizo y nos quedan las grabaciones para seguir
disfrutándolas de por vida. Está en uno agradecer que siga ofreciendo nuevas
producciones o sufrir por lo que ya no es. Por supuesto, no solo por propia
voluntad sino por inexorable paso del tiempo y el océano de excesos al que lo
llevó el vivir siempre al borde, siendo fusible e icono máximo del rock más
visceral.
Random
es la prueba de que Charly está vivo y eso es motivo suficiente para disfrutar
esta alegría y compartirla.
Nacho
Melgarejo
Muy buena reseña Nacho! Gracias por compartir!
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