Foto: Ignacio Salinas |
Luis Aranosky
se muestra tal cual, por fuera y arriba de los escenarios. Espacio que ha
sabido y sabe transitar como mucha soltura.
En esta entrevista realizada en su casa de San Cristóbal, las palabras brotaban como ráfagas de un arma mortal; con cierres determinantes y frases filosas. Es crítico de él y del mundo que lo rodea. No se guarda nada a la hora de darle palos al establishment cultural. El fundador de la mítica banda Los Triciclos Clos es un acérrimo defensor de la contracultura, desde sus inicios en el Parakultural.
Sin dudas, un infatigable generador de proyectos independientes, que se caracteriza por crear en cualquier lugar y momento. Escribe, canta, compone, actúa. Se formó en dos escuelas que marcaron territorios culturales en los movimientos artísticos de la ciudad. La escuela de mimo de Ángel Elizondo, de la cual deriva el movimiento Parakultural y la escuela de Norman Brisky, semillero que ha dado cantidad de cómicos y actores que marcaron tendencias.
Hizo radio en la FM Rock and Pop. Estuvo en el staff de Marcelo Tinelli. Participó en miles de publicidades. Escribe y produce poesía. Justamente, su último libro se llama Poesía combativa argentina. También se lo vio en varias películas como personaje maldito. Todo esto, no le fue suficiente en su triatlón cultural. Porque continúa.
Se desempeña como productor de audio especializado en
música clásica, cubriendo a la mayoría de orquestas y ciclos existentes en la
Ciudad de Buenos Aires. Y en estos últimos años, acapara el escenario
contracultural, con la imagen de Cachito Rock y su banda.
Sin nunca cansarse, en el living de su bunker, colmado de libros e infinidad de vinilos; siendo más de las diez de la noche, afirma: “¡Acá vos sos tu propia fábrica!”
Sin nunca cansarse, en el living de su bunker, colmado de libros e infinidad de vinilos; siendo más de las diez de la noche, afirma: “¡Acá vos sos tu propia fábrica!”
ENTREVISTA> ¿Cómo fue la infancia de Luisito?
Una niñez triste, desolada y creativa. Tuve la suerte
de nacer en una familia acomodada para los tiempos oscuros de una Argentina
inefable y controvertida. Mi madre falleció cuando yo tenía 2 años. Mi padre era
empresario y viajaba a Europa. Traía valijas llenas de discos. En casa había
cantidades enormes de libros y enciclopedias, se escuchaba mucha música, desde
el jazz hasta el clásico y se leía bastante, se comía y se chupaba (afirma
sonriendo).
Parte de mi familia es de origen judía rusa, polaca y
alemana. Amantes del comunismo y devota de varias ramas del judaísmo, en todos
sus aspectos y contradicciones. Me crie hablando Idish, sin embargo, la vida me marcó otros territorios espirituales,
creo en Cristo ¡Algo extraño!
¿En qué barrio te criaste?
¿En qué barrio te criaste?
De chico andaba mucho en la calle, mis veredas fueron
las de Villa Urquiza. Entre pibes, pelotitas de goma, bolitas, figus. Y pateaba muchas avenidas y baldíos. Me
acuerdo que terminaba la escuela, almorzaba y salía a dar vueltas por el barrio
hasta las diez de la noche, donde siempre me andaban buscando. Los gitanos no
me llevaron nunca y menos el hombre de la bolsa. Aquellos tiempos demostraban
otra ciudad, más decente y sencilla. Viajaba solo en bondi. A los 6 años me iba
a cualquier parte. Siempre frecuentaba baldíos donde juntaba porquerías;
hablaba con los cirujitas y tiraba cohetes en cualquier estación del año;
tocaba el timbre en las casas de Belgrano R y juntaba diarios y revistas
importadas, en cantidad industrial, para venderlas por kilo, en el Parque
Rivadavia. Soy uno de los pioneros con
la movida del vinilo. Una historia aparte que debería contarse. Vendía, sin
tener necesidad económica. Fuera de joda, fui uno de los primeros cartoneros,
ganaba buen dinero. Y me compraba mis cosas para seguir comercializando.
En 1980, pero profesionalmente en 1984. Ya trabajaba de
performer en infinidad de boliches nocturnos, algo que no está registrado como
movimiento cultural de la época. Muchos ganábamos bien en la mayoría de las
discos, por ejemplo Palladium. Ahí me llevaron preso, por exhibiciones obscenas
en lugares públicos. Escándalo aparte. Otros espacios del momento fueron, Cemento
y New York City, te encontrabas con personajes
míticos, como Batato y Alejandro Urdapilleta.
A todo esto, tenía una banda muy punk, noise y teatral,
llamada Aranosky Flash. Una vez nos
cortaron la luz y nos rajaron de un festival en un teatro conocido que era de
los curas. Salimos de adentro de un ataúd con la cruz invertida, junto a varias
amigas en pelotas. Esa vez estaban Adrián
Bar, ex guitarrista de los Orions y
el batero Martín Ontiveros. Ellos más adelante formaron parte de la
producción e interpretación musical en Los
Triciclos Clos, banda que se creó en la escuela de Norman Brisky. Y formamos el FRECOPO, Frente de Cómicos Populares.
Éramos hacedores de radio, performances y payasos. Hicimos relevamientos teatrales
en barrios carenciados. Y actuamos entre los escombros del teatro Calibán,
donde fuimos parte fundadora.
Con Los Triciclos
Clos íbamos seguido a la TV Ataca, el programa de Mario Pergolini. Y en sus comienzos en ATC, conocimos a Claudio Villarruel, quién luego nos llevó a América
2, cuando el capo mafia era Eurnekian.
Trabajábamos mucho en publicidad y en diversas fiestas como las del Condon Clú o las conocidas Fiestas Nómades.
La ciudad de Buenos Aires era otra, ardía, había miles
de lugares para tocar, sin restricciones. La gente estaba más ávida de
experimentar, ver, salir y buscar propuestas. Los años siguieron, luego de la
tragedia de Cromañón la cultura fue
afectada y pasó a tener ribetes de especulación por vía gubernamental y
bolichera, a través de políticas de centralización y control. Como si todo
sucediera, solamente, en Palermo, en espacios tipo Niceto. La movida de los 80 fue desapareciendo. Todo cambia y eso
te propone nuevas metas y desafíos, a veces, complejos desde la producción.
Decías
que fueron a la Rock and Pop, ¿y después?
Sí, de América 2. Donde junto a Los Triciclos Clos inauguramos un territorio de la nueva comicidad y comunicación en los medios, que también estaban aprendiendo, junto a personajes mediáticos como Juan Castro, Pato Galván y Ari Paluch.
Sí, de América 2. Donde junto a Los Triciclos Clos inauguramos un territorio de la nueva comicidad y comunicación en los medios, que también estaban aprendiendo, junto a personajes mediáticos como Juan Castro, Pato Galván y Ari Paluch.
Los Triciclos Clos, que éramos de los primeros noteros
rebeldes, nos fuimos a hacer las madrugadas de la Rock and Pop con nuestro
show. El show de Los Triciclos Clos,
era a pura locura, improvisación, periodismo salvaje y anárquico. Por ahí pasaron infinidad de bandas que hoy trascendieron,
desde Babasónicos hasta Hermética.
Pasaron
de la radio a la televisión, ¿cuál fue la experiencia?
En los medios hay muchos lineamientos editoriales, hay
cosas que no podés hacer y otras para las que no nos daba la cabeza por ser
jóvenes y rebeldes - mientras sonríe, mirando de reojo.
No nos podíamos sostener. Eso es una ventaja y
desventaja. Depende el tipo de chupa
culo que seas. En los medios hay mucha
gente chupa culo y es un ambiente muy de mierda. Yo no me sentía
contenido.
Estuve 2 años en el elenco de Marcelo Tinelli. Ahí te tocaba lo que tocaba hacer. Y había cosas
que no me gustaban. En un momento
armamos un buen grupo con humoristas como Hijitus,
Usni, Toti Ciliberto. Con ellos hacíamos La novela gallega, un humor muy sano. Rescatábamos los cómicos de antaño o de programas como La Tuerca.
¿Cómo fue el final
de esa etapa?
No sé si me echaron por una cuestión política. Me
acuerdo que una vez me pusieron la cámara en frente y yo dije que iba a votar a
Bordón y Chacho Álvarez. En ese momento, era como decir: Quebracho. Cuando
todos votaban a Menem. Y a la semana me
mandaron un telegrama, avisándome que me despedían. En realidad, me
andaba quejando por todo el canal y estaba re podrido de ser hincha de San
Lorenzo y de todo ese negocio de mierda que no aportaba nada más que economía, a
mi vida de padre primerizo.
Hoy, veo que fue una etapa de aprendizaje donde podría
haber elegido ser más cuidadoso y pertenecer. Inmolándome por un sueño, hubiese
sido el título de esa historia.
Y vuelta a empezar,
¿es una manera de ir encontrando tu lugar?
El lugar artísticamente
lo vas encontrando de manera propia con proyectos, fracasos y
experiencia vital, todo acorde a la capacidad de generar “eternamente” tus
cosas. A veces desde la teatralidad,
otras desde la comicidad, otros con el rock, la poesía la radio.
Yo, lo generé de varios lugares diferentes.
¿Y cuál es el costo
de esta búsqueda, que en algunos casos es constante?
Nunca me doy cuenta. Lo que cuesta es la Argentina. Te
ponen piedras en las ruedas, para que no puedas crecer. Por ejemplo: en
televisión no hay espacios permanentes de producción para formarte dentro del
ambiente. Y eso perjudica, porque no estás preparado para entrar y hacer un
bolo, inmediatamente. En lo artístico
necesitas de un entrenamiento, como en la cancha o cualquier cosa que decidas
perfeccionar en tu vida. Y eso no existe para muchos, incluyéndome.
A lo largo de tu
profesión, ¿sentiste fracasos o recaídas?
El artista se hace con el fracaso permanente. Vivo fracasando, pero no miro hacia atrás, no me
gusta vivir de mi historia, sigo generando producciones, que tienen que ver con
los 80 olvidados y venerados, pero con una visión del hoy.
Por ejemplo, formé parte de los Slam de poesías, recito desde hace años. Y me encuentro con muchos
innovadores poetas, locos, performers y músicos. Acabo de editar mi libro Poesía
Combativa Argentina.
Foto: Ignacio Salinas |
También fui parte del Colectivo de FM La Tribu durante catorce
años, junto a Ezequiel Ábalos. Alto periodista del rock y compañero de rutas. Los
colectivos cambian, me bajaron y me bajé, pero entregué años de radio, acción y
hasta grabé como técnico, entre otros materiales, el último libro CD de La
Tribu que lleva el nombre: Fuga. ¡Híper
recomendable!
¿Y cómo actor qué
podes contarnos?
El trabajo del actor es buscar trabajo. El ambiente
artístico es complicado. Si dependés de lo mediático, te deprimís y no producís más nada.
Hice mucho, entre tantas, realicé teatro junto a Pompeyo Audivert. Es una figura de
contundencia en la teatralidad argentina. Produje y fui parte del elenco de La Fuerza de la Costumbre, una obra
compleja de Thomas Bernardh donde fuimos
nominados en los Premios Clarín; realicé más de veinte comerciales protagónicos
publicitarios. Soy una de las voces de La llama que llama. Me hice bastante
famoso en Chile y Perú.
Abordé la teatralidad en infinidad de espacios, desde
el Teatro San Martín hasta los más míseros sucuchos. Y en plazas de Buenos
Aires.
Soy parte del mundo del cinematográfico, principalmente
con amigos, dedicados al Cine de Género,
lindando más con lo bizarro o clase B.
En fin, nunca me
bajé del caballo. Si dependería de lo mediático no funcionaria. Acá vos sos tu
propia fábrica.
Nombras los años 80 y 90, donde se veía una cocina de
gente con talento. Y ahora, ¿hay un vacío?
Existen cosas en el ambiente under. Por ejemplo, están
los espacios de arte como el ex El Pachá,
actual La casita de los Chasquidos. O
la gente del Slam de poesía, con el Gordo Sebakis a la cabeza. El Emergente y muchos ámbitos de cultura
urbana informales que se desarrollan fuera de los lugares tradicionales, en
casas, lugares alternativos, donde circulan infinidades de bandas. Pero sí, los
80 murieron y se reivindicaron, para que venga lo nuevo, pero lo nuevo no
aparece del todo, no emerge porque estamos mediáticamente dominados, sobre todo
post Cromañón.
Repito, parece ser que, si no estás del lado mediático,
no sos actor o músico, o escritor, o periodista, o conductor radial. Y no es
así, por eso uno tiene que seguir creando en cualquier lugar, sea un subte o
una plaza o un bar. Y seguir perfeccionándose.
Hay mucha gente que se queda ahí en un lugar de lupenaje. Hay que seguir formándose.
Lo hice por búsqueda propia. En 1997 formé un equipo de
trabajo para TyC. Creamos desde el guion hasta el programa. Se llamaba Club Social y Deportivo, anterior a Mar de fondo, también conducido por Alejandro Fantino. Allí, llevé al
cordobés Daniel Aráoz. Y a un genial
guionista y amigo Diego Leske, con
quienes producimos 400 guiones de tira
diaria. Una tormenta difícil. ¡Ahhh! y la primera comedia diaria en cable.
Viendo tantos
matices artísticos, ¿en qué rol te sentís mejor?
En el rol de cómico, actor y productor, también en el
de creador. Como músico, tengo ideas para formalizar un tema. La parte de
composición se lo dejo a Beethoven.
Me considero músico por la capacidad de formalizar estructuras con letras que
contengan metáforas profundas. Hace años que me dedico a grabar música clásica.
Soy productor de audio especializado en música clásica. Produje ciclos
artísticos de relevancia hasta en el Banco de la Nación Argentina, donde
también me fletaron por cambios de políticas culturales.
Grabo a la mayoría de las orquestas de la ciudad de
Buenos Aires en mi estudio de relevamiento móvil. Trabajo para el maestro Mario Benzecry, creador de la Orquesta Nacional Juvenil San
Martín, que también en los finales de los 90 tocaban a la gorra y hoy, siguen
siendo la única orquesta de relevancia en toda Latinoamérica.
Cubrí los grandes conciertos en la Facultad de Derecho,
el Teatro Roma de Avellaneda, el Teatro Avenida y el Teatro Opera. En música
contemporánea y música de cámara, también para sellos discográficos como Tradition. En fin, un mundo diferente,
pero con parecidas dificultades artísticas. Ves infinidades de músicos
coartados por problemas presupuestarios, conflictos culturales y un estado casi
ausente, sin hablar de un gobierno complejo en términos de políticas culturales
que no sostienen. Y son una tremenda fachada de arena.
Haciendo tantas
cosas a la vez, ¿cómo te ves a vos mismo?
¡Hecho mierda, pero llego! ¡Nah! Soy un tipo que donde
planta una semilla, crece algo y toma forma. Hay que tener la avidez para buscar,
la gente no busca, compra lo hecho, el producto envasado. El público se mueve
menos, se queda con lo que hay y no va a ver lo nuevo. Les cuesta, ya tienen un chip puesto, quién sabe
por quién, quizás por los reptilianos o
los iluminatis.
¿Cómo funcionan los
espacios punkys?
Volviendo al rock, por ejemplo, con mi banda actual Cachito, tenemos que buscar lugares,
por eso generamos nuestros propios espacios, como todo lo autogestivo. La Feria Punk es uno de ellos, hoy más
conocido como el bar Melonio. A veces,
suele ser boicoteada por los mismos concurrentes, como si la violencia afuera fuera poca. El otro día se armó tremenda
goma al pedo hay punkys que son peores que la policía, que se vayan a romper la
Casa Rosada no su propia casa.
¿Trabajaste en
video clips?
Realicé videos con mis amigos de Asspera. Donde soy como una especie de fetiche de esta banda de metal
bizarro. Hice muchos clips hasta con Fito
Páez y el Flaco Spinetta.
Es que eso es el arte. Creo que la resistencia debería
ser algo genuino en el artista y por lo tanto, hay que estar continuamente
resistiendo. Si hablamos de políticas culturales, con el kirchnerismo
funcionábamos un poco mejor. Se respiraba culturalmente un aire menos contaminado
que el actual. Los artistas del establishment y los que apuntamos a la
contracultura, teníamos una bocanada más de aire.
Desde el rock produjimos mucho en el Zaguán Sur, lugar donde tocaban muchas
bandas indies, platenses, uruguayas, chilenas como Perrosky y un matiz de colores, muchas de la movida peronista. Hoy,
está clausurado.
Existen ámbitos que la pelean como el Salón Pueyrredón, pero cada vez hay
menos lugares alternativos para generar producciones de las que hablamos.
De esta forma,
¿despertará el arte?
Lo que se despierte será a partir de lo que genere la
misma gente. Si el artista no genera, si
el ser no realiza sus propios proyectos, si los que están no hacen nada y se
quedan estancados en la mediocridad reinante, quedaran ahí.
Eso es para los tibios, yo soy adrenalina pura como
disparador de metáforas y proyectos que linden con la escena. Lo que está
ocurriendo en la Era Macri, es un adormecimiento a pedido.
Pero los que tenemos rabia, rebeldía, sed por el otro y
lo nuestro, proponemos canillas de arte y comenzaremos a mover, hacer, producir
y crear desde la acción. La rebeldía no está en la clase adormecida, está más
bien oculta. Hay que tomar las calles.
Suena muy bien lo tuyo, pero si no lo hace esta
generación, estamos en el horno. ¿Cómo
ves el panorama político?
El mes pasado formé parte de una movida ricotera con Sergio Dawi y Semilla Bucciarelli. Y les
decía a los pibes en un Niceto al
palo, que hay que tomar las calles, pero lo único que toman son los grandes
estadios. La gente perdió conciencia con las grandes bandas y termina siendo captada
y mediatizada por una remera como la de Callejeros.
Veo que se suman o pliegan a un mensaje, pero no a un mensaje de contenido
político de acción. Veo todo muy dividido, desarticulado, banalizado y
mediocre. Y el mensaje es claramente
adormecedor para las clases populares y alternativas. Una Argentina
mediocre. ¡Hay que volver a José
Ingenieros!
Cachito nace como un proyecto performático. Tocaba con los
pibes de fútbol, lo hacíamos en el Salón Pueyrredón, en el año 2008. Salía a
escena, literalmente, casi en pelotas meaba un vaso entero de birra y me lo
tiraba en la cabeza sobre un casco como metáfora de las ruinas y la basura que
generamos en todos los aspectos argentinos y humanos. Comenzaba tocando unos
sintetizadores con una lengua de vaca colgando, terminaba vomitando y tirando
fideos y tuco a mi estilo. Y la gente me arrojaba latas de cerveza. Le puse Cachito Rock, porque al rock lo habían matado y ahora lo
renuevan desde la mediocridad, porque tener
un celular es rock, salir de una limusina es rock, usar una remera de los Sex Pistols es rock, y nada más alejado
de la realidad.
El punk rock tiene que ver con el combate, con la
renovación permanente social y artística. El punk cambió, ya no es más los Sex Pistols, ni los Ramones, el punk es lo que vos quieras
hacer con él. Una de mis poesías dice: “¿Quién
es el dueño del punk?, ¿quién es el dueño del rock? ¿Quién es dueño de tus
construcciones y tus dudas, de tus miserias y espacios?” En fin, volviendo
a la pregunta, a mi banda le puse Cachito Rock, pero cuando volvieron con el
rock mediático, solo quedó Cachito.
A uno le da la sensación que en Cachito plasmás no solo
el punk sino que también hay lugar para tu teatralidad, ¿es así?
Y si, la teatralidad es parte de mí, la estética del cómic,
lo performático, la ropa, todo eso es parte del rock.
El primer disco de Cachito,
salió con un fanzine bastante combativo. Lo habíamos hecho con la gente de La Ponzoña, tenía un mensaje estético contundente.
Lo mismo pasaba con Los Triciclos Clos, también generada
desde el comic, con solo ver la tapa. La impresión del primer cd sacado por
EMI, con las cucarachas sobre su base y el librito interno. Era una novedad
para esos primeros años 90, además hecho por un amigo y gran artista que es Willy Candia.
¿Cómo funciona Cachito con el público?
Cachito tiene que ver con la expresión escénica y las
canciones, es una banda de rock duro formalizada, con música simple y muy buena
pegada y letras, pero hay que llegar a la gente y ese es el desafío de tocar
música de manera personal, con influencias pero muy Cachito. Luchando contra lo banalmente muerto, las
discográficas; los pocos lugares para tocar; la muerte del formato físico; la
era de las redes sociales y lo digital, que no es un tema menor, podemos darnos
cuenta que el panorama cambió un poquito.
Sí, pero fíjate que lo que hacemos no es un punk ramonero. Cachito es personal. Es un
género abierto, fuera de toda especulación mediática radial, no es lo que se
vende en los medios.
¿El punk como género musical se abrió a otras
disciplinas artísticas?
Sí, claro. Recuerdo que en los Festipunk de los 80, donde salías a hacer poesía, la gente te
escupía, te tiraban con lo que tenían encima, te gritaban puto, boludo. Y por
último te pedían que te bajes. Y claro, la gente estaba rabiosa, se la agarraba
con los mismos protagonistas que combatíamos. Había algo medio cabeza.
El punk nace también desde lo literario y las
diferencias, Patti Smith, que era la
poeta del punk; o Lou Reed, con su
palo poético que iba más por el rock. Malcolm
McLaren, uno de los creadores de esta estética termina rescatando sonidos
africanos como también música francesa.
Veo que los pibes se cierran y eso es producto del sistema, termina
comiéndote.
¿Será que todo está muy rotulado?
Hay que abrir la mente. No se puede leer un solo
diario, escuchar solo una radio, ver una sola serie y tener una sola vida
mediocre para caer en el ganado banal de esta máquina de picar carne.
El sistema busca encasillarte. No es necesario comer
carne todos los días, si te clavas un sushi te tildan de puto, y en realidad,
es una maravilla la comida japonesa. Me fui al joraca, es que soy de cocinar
bastante.
¿Trabajaste en cine, también?
Sí, desde un bolo con Liv Ullmann. Y ahora una peli de Janine Miraphel, pasando por la peli de Soledad. Hice un corto súper recomendable llamado The End. Premiado y difundido en las
escuelas de cine, como ejercicio. ¡Sugiero verlo! Lo filmamos con los decorados de Highlander en 16mm. Dirigido por Flavio Nardini.
Tuve la maravillosa posibilidad de filmar con Nicanor Loreti, el largometraje Diablo en el 2011. Junto a Juan Palomino
y Sergio Boris, donde quedo muy bien parado o golpeado, es cuestión de verla… (risas)
La última peli en la que participé se llama El Eslabón Podrido, de Javier Diment, con
el que hicimos una miniserie re gore
de cinco capítulos en el año 2006. Y es poco conocida y la rompe con las
actuaciones y el horror denso que la retrata de puta madre. También tengo un
par de bizarreadas como Jorge y Alberto
contra los demonios neoliberales de los hermanos Quintana. Hay mucho
recorrido dentro de este complicado mundo del artista.
Estuve con gente grosa que está hace tiempo metida en
el mundo de la actuación, pero desde la independencia, elegí el peor de los
caminos, el camino del rock. En esa ruta me siento absolutamente libre. A mí
siempre me tocó estar en espacios donde se propone la contracultura, por lo
tanto, pasé por la experiencia de ver miles de personas o solo tres punkys
mirando tu propio espectáculo, cosa que me tiene sin cuidado.
El tema es producir, crear, sostener, porque en la
medida que hacés, sos.
Y en la medida que sos, existís.
¿Te queda algo pendiente?
¡Vivir! Sí, claro. Más cine, radio, televisión, pero
cosas que tengan que ver con mi estilo. Y es difícil de encontrar, estamos en
un país mediocre, culturalmente hablando. Parece que el único actor es Ricardo Darín, y el único gordo, el Gordo
Casero. Dos narigones, un par de morochos. Y sigue la lista, un solo
diario. Y cuatro bandas. Lo demás no existe.
Foto: Ignacio Salinas |
¿El arte salva o el arte es salvarse?
El arte me salva del día a día, porque me saca de los
lugares oscuros. Me pone en sitios de permanente movilización. Con el arte
tengo algo que decir. ¡Bah!, mucho que decir.
En fin, que la vida no haga de vos. Vos hacé tu vida.
Nada más.
Carol
Calcagno y Patricio Fernández Abregu
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