Niño prodigio, pasó de Generación Cero -la
formación de tango experimental de Rodolfo Mederos- a tocar en la última etapa de Invisible, uno de los
mejores grupos de la historia del rock
argentino, junto a Luis Alberto Spinetta, Machi Rufino
y Pomo; participando (a los 18 años) de la grabación del clásico El jardín de los presentes (quizá,
uno de los álbumes más bellos de la historia de la música popular argentina),
una obra que se abría hacia la fusión con el tango. Como si fuera poco, esta carrera meteórica continuó con
la invitación de Astor Piazzolla para formar parte de su octeto
electrónico y a emprender una gira por Europa. Y allí se radicó nomás (más
precisamente en París, Francia), escapando del terror del Proceso.
Su nombre es Tomás Gubitsch, un músico
exquisito, representante cabal de la nuestra gran tradición guitarrera. En los
últimos 40 años ha desarrollado una
carrera multifacética e imparable -respetada y apreciada- que da cuenta
de su pasión por todo lo referido a la actividad musical. Además, Tomás es
un fervoroso estudioso de su arte y un referente obligado a la hora de analizar
cuestiones específicas de la música
clásica y popular contemporánea. Un poco de eso se puede apreciar en
esta entrevista, en donde nos habló de su pasado, presente y proyectos; pocos
días antes de llegar a nuestro país y dar su ciclo de tres shows temáticos en
la Usina del Arte, los días 14, 15 y 16 de octubre.
ENTREVISTA>
¿Cuáles fueron los discos que te volaron la cabeza?
Fueron muchos, y muy variados. Si hiciese una lista
exhaustiva sería muy fastidioso leerla, así que mencionaré más bien discos
simbólicos, en desorden y sin pretensiones jerárquicas de ninguna índole. Van
de la “Leçon de ténèbres”, de Couperin,
por Alfred Deller o la Sinfonía
N°41 de Mozart por Hanoncourt a Homogenic de Björk,
pasando por la mayoría de los discos de los Beatles, los discos de obras
de Stravinsky, Bartok, Schönberg o Ligeti, por Electric
Ladyland de Hendrix, por Coltrane Plays the Blues, por Hot Rats de Zappa,
por el disco del primer octeto de Piazzolla y varios de su quinteto, por
Glenn Gould tocando las variaciones Goldberg de Bach, por Fragile
de Yes…
Y estoy dejando centenas de discos de lado, lo que
es una verdadera vergüenza de mi parte. Podría seguir esta lista durante horas
y horas. Sin hablar del hecho que aún hoy, aunque quizás con menor frecuencia
que durante mi adolescencia, cada tanto aparece algo nuevo que me hace temblar
todas las sinapsis.
¿Y cuál es
tu opinión acerca del presente del tango?
Se trata de cuestiones que merecerían una respuesta
muy amplia… Digamos que, con respecto a mi experiencia personal, hay un gran
cambio. Si nos fijamos bien, debo ser casi el único tipo de mi generación (nací
en 1957) que haya hecho un trabajo compositivo alrededor del tango. Viví largo
rato en esta especie de soledad, donde mis únicos intercambios eran con músicos
bastante mayores que yo y que, por ende, se habían perdido todo el fenómeno del
rock, que para mí es
fundamental. Afortunadamente, la cosa ha cambiado y ahora hay toda una nueva
generación que se apropió esta música y que está reinventándola, como
corresponde. Y esto ocurre tanto en Argentina como en Francia, Holanda y hasta
Japón.
¿Qué nuevos
intérpretes y tendencias te gustan? ¿Cuál es el futuro del género para vos?
Me molestaría citar nombres porque temo olvidar o
ignorar otros igualmente talentosos, pero sí debo destacar entre los de la
generación posterior a la mía a gente como Diego Schissi, Fernando Otero,
Gerardo Jerez Le Cam, Ramiro Gallo, Andrea Marsili, Marcelo Nissiman, Sonia
Possetti, Michael Zisman,… y ya estoy dejando de lado a un montón… Les
ruego por anticipado que me perdonen. De quien no puedo olvidarme es de un
eterno joven, el inolvidable Gerardo Gandini.
Debo aclarar que lo que a mí me interesa no es el tango en sí –y podría decir lo mismo
en cuanto al rock–, sino lo que
se puede hacer a partir de él. Por eso, más que decir que hago tango, prefiero decir que lo que hago
es un “mi tango”. En cuanto a
su futuro…, estamos en eso. Te cuento dentro de 70 años...
¿La verdad?, me causa gracia.
¿Cuáles son
los artistas de la música popular actual que más escuchás y te interesan?
Confieso que escucho relativamente poca música en este
momento preciso, cuando uno pasa unas ocho horas por día componiendo o tocando,
a lo que más se aspira al final de la jornada es a un poco de silencio.
No obstante, son períodos, ya que siempre vence mi curiosidad y termino escuchando montones de cosas. Van de creaciones contemporáneas a canciones básicas o diversas músicas populares. A gente como Björk en ese terreno o como Martín Matalón en el de la música contemporánea siempre vale la pena escucharlos.
No obstante, son períodos, ya que siempre vence mi curiosidad y termino escuchando montones de cosas. Van de creaciones contemporáneas a canciones básicas o diversas músicas populares. A gente como Björk en ese terreno o como Martín Matalón en el de la música contemporánea siempre vale la pena escucharlos.
En sí, escucho de todo. Desde música contemporánea
hasta electrónica, pasando por cosas de jazz,
músicas ‘étnicas’, rock, etc. Quizás la que considero
como la persona más interesante desde hace ya cierto tiempo, como recién te
decía, sea Björk. Y, aunque muy pocos iniciados lo sepan, hay un
movimiento de músicas de su familia extremadamente creativo en Francia y en
Islandia, en este mismo momento. Esta “familia” musical es, a mi juicio, la que
mejor representa el espíritu de lo que fue el rock en los 60 y los 70. Es este
espíritu, el de estar en búsqueda permanente, el de no repetirse, lo que me
parece más rescatable del rock,
empleando el término en un sentido muy amplio. Los que hoy siguen haciendo rock como se lo hacía hace cuarenta
años, aunque lo hagan muy bien, me parecen menos dignos de interés.
EL PRESTIGIO, TODO UN TEMA
En nuestro
país se recuerdan mucho tus colaboraciones con tres músicos de suma importancia
como son Piazzolla, Spinetta y Mederos. ¿Qué opinás de esto?
Comprendo - y me asombra y halaga - que en
Argentina mi pasado tenga cierta vigencia, pero mi "carrera"
en Argentina duró menos de un año, cuando yo tenía entre 18 y 19 años. Hoy
tengo 58 y ya llevo casi 40 años en Europa, donde hice lo esencial de mi
trabajo. Mi colaboración con los tres, si bien la reivindico con orgullo, es un
muy pequeño episodio de mi vida profesional.
¿Y por qué
razón pensás que en Europa muchos te conocen más por tu faceta de compositor que
por tu trabajo como guitarrista?
Cuando llegué a Europa, en 1977, volvió a ocurrir
un fenómeno similar al de mis comienzos en Argentina: muchos periodistas se
focalizaron sobre mi supuesto virtuosismo como instrumentista. Ocurre que eso a
mí me tiene sin cuidado. Yo sigo siendo un admirador de Jeff Beck o de B.B. King, que técnicamente son
limitados, pero expresivamente van mucho más lejos que muchos de los gimnastas
del mango. Lo molesto de ser considerado como un virtuoso es que mi actividad
como compositor pasaba a un segundo plano, cuando, para mí, mis actividades (la
de intérprete, de director de orquesta o la de compositor) forman parte de una
única cosa: ser músico.
Como ya había vivido algo similar siendo muy joven,
decidí no darle pié a ese malentendido y durante casi diez años dejé por
completo de tocar. Ahora, al cabo de casi 40 años en Europa, puedo ejercer mis
diversas pasiones y, si debo ser totalmente franco, lo que digan o piensen los
demás ha dejado de tener la misma importancia. Se trata de intentar ser uno
mismo, y yo soy eso: un compositor que toca y que dirige, o un instrumentista y
director que compone. Como siempre fue el caso de tantos otros, tanto más
importantes que yo.
¿Cómo
te llevás
con la masividad? ¿Te considerás
un artista de culto?
No me considero un artista de culto en absoluto, ni me
interesa serlo. El reconocimiento del que gozo lo aprecio, claro, pero
esencialmente me permite seguir haciendo mi música en buenas condiciones, y
hacerla exactamente con los músicos que quiero. Tratar de hacer la mejor música
posible con gente que quiero y que admiro, eso es lo que lo que me importa. Lo
demás, la notoriedad y todo eso, nunca constituyó un objetivo en sí para mí.
LA VISIÓN DE UN MÚSICO “LUZ” EN LA CIUDAD LUZ
¿Cómo es
para vos el ser un argentino anclado en Paris, hace tantos años?
Eso de estar “anclado” en París es más una
broma que otra cosa. No tengo la sensación de haber echado el ancla, sino de
estar zarpando todo el tiempo, poco importa adonde viva. De hecho, paso buena
parte de mi tiempo viajando, y me siento bien en Londres, Tokio, Québec, el
Cairo, Barcelona, Milán, Rosario o donde sea.
Cuando viajo a Argentina, lo que más me sorprende
–si nos limitamos al ámbito de la cultura– es la calidad y la cantidad de
artistas creativos y de universitarios de alto nivel. A pesar de todo el daño
que los años de dictadura han provocado, a pesar de la corrupción que hemos
conocido, ningún sistema político ha podido amordazar ese apego entusiasta y
profundo hacia lo cultural que caracteriza a nuestro país. Nuestro poder
económico es muy inferior al del “primer mundo” (detesto esta
expresión), pero nuestro caudal creativo no se deseca y es perfectamente
comparable al de muchos países privilegiados.
Hablando de
París, ¿sigue existiendo, para vos, esa aura poética de Baudelaire o Rimbaud
que atrajo incluso a figuras del rock como Jim Morrison?
En mi imaginario personal, París representa todo
eso y mucho más. Pero, hay que admitirlo, esa París de antaño está siendo
desmantelada por las políticas actuales. Vivimos una época en la que la
rentabilidad inmediata es la que manda. La cultura es rentable (basta con
constatar que París es la ciudad con mayor movimiento turístico en el mundo, y
que lo que los turistas vienen a ver es su riqueza cultural, y no el Rolex del
presidente, ni el último concurso de cantantes por la tele, que yo sepa…), pero
su rentabilidad es a mediano y largo plazo.
¿Sos amigo
o te ves con otros músicos argentinos radicados en Europa?
Desde hace un par de años soy el presidente -cargo
puramente honorífico- de “Buenos Aires sur Scène”. Se trata de un ciclo que
creamos para que los músicos que estamos trabajando alrededor de nuevas
expresiones ligadas a la cultura argentina tengan un espacio para mostrar lo
suyo en París, con cierta regularidad (dos espectáculos mensuales). El hecho de
ocuparme, junto con Juanjo Mosalini y algunos más, de la programación,
me puso en contacto con prácticamente todos los músicos que andan por Europa.
Fuera de esto, no soy un gran adepto de la vida ‘comunitaria’:
mis amigos son de todas la nacionalidades, todas las extracciones sociales y
culturales, y muy pocos son músicos. Tengo, inclusive, amigos hinchas de Boca y
del Real Madrid, mirá si seré ecléctico y tolerante…
¿Para vos
cuáles son las diferencias entre componer música para cine y televisión,
composiciones de cámara o grupos de improvisación y tu labor como guitarrista?
Son “maneras de pensar” muy distintas.
Cuando compongo para el cine o la danza, se trata de participar a un “objeto”
artístico complejo, del que la música forma parte vehiculando, idealmente,
aquello que no se ve. El cine puede existir sin música, la danza, también. Y la
música puede existir sin nada más que el sonido y el silencio. Cuando es el
caso, cuando es totalmente autónoma, el pensamiento musical lo es igualmente.
¿Cuáles
fueron tus últimos proyectos?
Fueron muchos y, lo confieso, muy apasionantes. Sin
dudas, mis últimos seis años de
actividad han sido bastante intensos y productivos… Entre conciertos, encargos
de composición para orquestas, algunas músicas de film e inclusive una ópera
callejera.... Fuera de mis conciertos
habituales y de un par de músicas para cine, con varios encargos de
composiciones para diversas orquestas (en Suecia, el Líbano, Japón, Francia y
Alemania). En 2011 escribí y grabé una música de película y luego me llegó el
pedido de la orquesta de Växjö -Suecia- para componer un concierto. También
estuve abocado a la grabación de mi disco Ítaca, con mis grandes amigos y cómplices Juanjo
Mosalini, Eric Chalan, Gerardo Le Cam y Iacob Maciuca.
También preparé un septeto (con un cuarteto de
cuerdas, bandoneón, dispositivo electrónico y guitarra) con el que, en 2012, cree
un espectáculo en el “Théâtre de la Ville” -quizás el teatro más importante de
París, en todo caso, mi teatro preferido-, que era la sala donde soñaba tocar
desde que había llegado a Francia.
Por supuesto, me ha generado muchas satisfacciones el tríptico
El tango de Ulises, entre el 2012 y
este año, en el que me han acompañado músicos excepcionales (Juanjo Mosalini, Eric Chalan, Sébastien
Surel, Vincent Segal, Marc Desmons, Lionel Allemand, Iacob Macciuca, Jean-Paul
Celea y Osvaldo Caló) ;
además, la formación de un nuevo trío con dos de los músicos ya
citados, Surel y Segal.
No
tengo formulas ni principios definidos
cuando pienso en grabar un disco. El caso de Ítaca, mi último álbum, y su temática en torno a la vez del exilio
y del re-encuentro, es relativamente poco frecuente. En general, no necesito
elementos extra-musicales para componer.
¿Estás
grabando material nuevo en la actualidad? ¿De
qué se va a tratar?
Tengo varios discos pendientes, que debería grabar
durante el año próximo. Uno con cada uno de mis tríos y quizás otro con
orquesta. Además 'me debo' un disco de guitarrista, cosa que nunca hice hasta
el momento. Tengo todo el material, basta con encontrar el buen momento y el
buen lugar para realizarlo.
¿Qué opinas
de la actualidad del rock? ¿Está “muerto”
el género, como se dice?
Hay muchas músicas englobadas bajo el término
"rock". Quizás lo único que sigue interesándome y que rescato de él
sea cierto espíritu que animó sus albores: la búsqueda, el desenfado para
mezclarse con otras músicas, y también, claro, la insumisión permanente que
siempre representó. Quizás por eso me parece un tanto patético ver a gente de
cierta edad, instalada burguesamente en su rol de estrella de rock, haciendo la
misma música que tocaba 40 años atrás.
El verdadero espíritu del rock sigue vivo en aquellos que intentan innovar, no en los que reproducen lo que ya fue hecho.
El verdadero espíritu del rock sigue vivo en aquellos que intentan innovar, no en los que reproducen lo que ya fue hecho.
Nos
pasa, cada vez que publicamos una nota sobre rock progresivo, que la gente se
copa mucho, como que sigue habiendo muchas ganas de leer material escrito que
hable de este estilo. Con respecto a esto, ¿avisorás
de aquí a
poco un reverdecimiento del rock progresivo en lo que respecta a una difusión más
masiva, como la del pasado, o seguirá
siendo un estilo de culto?
Creo que el rock progresivo (y luego, el jazz-rock), además
de dejarnos algunas joyitas, generó cierta conciencia en los músicos: lo
intuitivo tenía sus límites y había que ponerse a estudiar. Ocurre que los que
lo hicieron descubrieron otras músicas, ya sea la clásica y la contemporánea, o
las músicas populares más elaboradas, como el jazz o el tango. En muchos casos,
se volcaron de lleno hacia esas nuevas músicas, abandonando poco a poco el
rock.
Si existiese un renacimiento del rock progresivo, tendría que estar a cargo de músicos jóvenes, pero entiendo que éstos tienen otras preocupaciones estéticas y otros medios —pienso en particular en la informática—, están en otras búsquedas y generan otras sonoridades. En última instancia, poco importa que tal o cual género resurja, lo que cuenta es que la actitud imaginativa y osada perdure. Y yo, padre de tres hijos involucrados en diversos mundos artísticos, les tengo mucha confianza a las nuevas generaciones. Nunca me escucharás decir que 'antes era mejor'.
Si existiese un renacimiento del rock progresivo, tendría que estar a cargo de músicos jóvenes, pero entiendo que éstos tienen otras preocupaciones estéticas y otros medios —pienso en particular en la informática—, están en otras búsquedas y generan otras sonoridades. En última instancia, poco importa que tal o cual género resurja, lo que cuenta es que la actitud imaginativa y osada perdure. Y yo, padre de tres hijos involucrados en diversos mundos artísticos, les tengo mucha confianza a las nuevas generaciones. Nunca me escucharás decir que 'antes era mejor'.
Decinos
unas palabras con respecto a las muertes de Chris Squire y Keith Emerson, ¿cómo
te conmovieron los fallecimientos de estos referentes e ídolos
del prog? ¿Cuál
es para vos el legado que nos dejan?
Para el espectáculo Swinging
London hice versiones de temas de ambos. Durante mi adolescencia los escuché
tanto —a ellos y a todos los demás— que tengo la sensación que son parte mía.
No me cabe duda que, aunque nadie se de del todo cuenta, han influenciado la música
que hago hoy.
Las muy raras veces que vuelvo a escucharlos constato muchas cosas que han envejecido bastante mal, pero también varios aciertos.
Las muy raras veces que vuelvo a escucharlos constato muchas cosas que han envejecido bastante mal, pero también varios aciertos.
¿Qué opinas
del presente de la música, con la caída de las industrias discográficas y el
advenimiento de nuevas formas de difusión y el tema de las descargas ilegales
por medio de Internet?
El problema de la industria discográfica siempre
fue su propia definición, le de ser una “industria”. Como si pudiese
existir una industria de lo onírico, o una industria del pensamiento… Que las
discográficas desaparezcan por completo no me molestaría en absoluto, a pesar
de que soy de los privilegiados que nunca tuvieron demasiados problemas con
ellas; siempre fui “rentable” para las discográficas, inclusive en este
momento.
Podemos analizar el asunto de otro modo: las
discográficas no pueden existir sin música, mientras que la música sí puede
existir sin discográficas.
Lo que a mí me importa, en el fondo, es que mi
música llegue a todos aquellos a quienes pueda interesarle, y, en este sentido,
YouTube, Facebook y/o las descargas ilegales son hoy por hoy vectores más
eficaces que cualquier multinacional. Queda por resolver, claro, el asunto de
la subsistencia de los músicos si todo el sistema se derrumba por completo.
Espero que la solución pase por el hecho que los conciertos en vivo sean
revalorizados, al igual que el trabajo de composición. Al fin y al cabo, hubo
música mucho antes de le existencia del disco. Y nunca dejó de haberla, ni
siquiera durante las peores crisis o guerras. Debe ser que la necesitamos… ¿no?
Hace
poco viniste a tocar a Argentina, y ahora volvés…
Sí,
toqué el año pasado en el CCK,
precisamente con mi nuevo trío. Forma parte de esos escasos conciertos que
quedaron grabados en mi memoria.
¿Y cómo va a ser el show que preparás para la Usina del Arte?
¿Y cómo va a ser el show que preparás para la Usina del Arte?
Serán tres conciertos totalmente diferentes.
Adrián Iaies (programador de la Usina del arte) quería que muestre tres facetas de mis actividades musicales durante tres días consecutivos: la de compositor, la de arreglador y la de guitarrista.
El primer concierto, el jueves 14 de octubre, será con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Mariano Chiacchiarini. Se trata de una serie de piezas para guitarra eléctrica y orquesta que tendré el privilegio de estrenar en Buenos Aires.
Para el segundo concierto —el viernes 15 de octubre—, Swinging London, escribí una serie de versiones y arreglos de algunos de aquellos temas londinenses que nos abrieron la cabeza entre 1965 y 1973.
El tercero, que daré el sábado 16, lleva un título elocuente: Solos, dúos y tríos. Pero, más allá de las diversas formaciones, se trata de dejar hablar a mi guitarra libre y espontáneamente; esto implica un paseo por diversos ámbitos que, a mis oídos, siempre fueron uno sólo, el de la música más allá de cuestiones estilísticas. Hay días en los que mi guitarra quiere que suene Bach, otros en los me instigará a tocar algún tema de Charles Mingus, una balada inglesa renacentista, un tango o una composición personal. Ella es políglota y, según sus estados de ánimo, elige un lenguaje u otro.
Para el segundo y el tercer concierto, tengo el privilegio de compartir el escenario con un dream-team, músicos que admiro como Ernesto Jodos, Diego Schissi, Juan Pablo Navarro, Carlos Casazza, Martín Bruhn y Jean Dindinaud.
Adrián Iaies (programador de la Usina del arte) quería que muestre tres facetas de mis actividades musicales durante tres días consecutivos: la de compositor, la de arreglador y la de guitarrista.
El primer concierto, el jueves 14 de octubre, será con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Mariano Chiacchiarini. Se trata de una serie de piezas para guitarra eléctrica y orquesta que tendré el privilegio de estrenar en Buenos Aires.
Para el segundo concierto —el viernes 15 de octubre—, Swinging London, escribí una serie de versiones y arreglos de algunos de aquellos temas londinenses que nos abrieron la cabeza entre 1965 y 1973.
El tercero, que daré el sábado 16, lleva un título elocuente: Solos, dúos y tríos. Pero, más allá de las diversas formaciones, se trata de dejar hablar a mi guitarra libre y espontáneamente; esto implica un paseo por diversos ámbitos que, a mis oídos, siempre fueron uno sólo, el de la música más allá de cuestiones estilísticas. Hay días en los que mi guitarra quiere que suene Bach, otros en los me instigará a tocar algún tema de Charles Mingus, una balada inglesa renacentista, un tango o una composición personal. Ella es políglota y, según sus estados de ánimo, elige un lenguaje u otro.
Para el segundo y el tercer concierto, tengo el privilegio de compartir el escenario con un dream-team, músicos que admiro como Ernesto Jodos, Diego Schissi, Juan Pablo Navarro, Carlos Casazza, Martín Bruhn y Jean Dindinaud.
Emiliano Acevedo
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