La
respuesta que recibe por parte del público es uno de los factores que prueba si
un grupo ha crecido musicalmente, o al menos si ha mantenido su nivel. Así, la
atenta y calurosa recepción que reinó entre los asistentes al Luna Park durante
la segunda actuación de Eruca
Sativa en el escenario porteño fue la respuesta merecida a una propuesta musical tan
bien lograda. Barro y Fauna, el quinto
disco del power trío presentado en esta velada, es quizás su mejor y más ecléctico
álbum hasta la fecha y en este show por momentos alcanzó una sorprendente
densidad, groove e intensidad.
En
medio de una escenografía simple pero llamativa (una pared por detrás de los
músicos del grupo, y dos escaleras a los costados para que éstos pudieran subir
a tocar con los numerosos invitados que los acompañaron a lo largo del show) que
terminaba en una pasarela hacia una isla en el medio del campo; Lula Bertoldi
(guitarra y voz), Brenda
Martin (bajo y coros) y Gabriel
Pedernera (batería y coros) dedicaron su energía a la
interpretación musical de los temas del álbum, además de buena parte de lo
mejor de sus cuatro trabajos anteriores. A medida que avanza el recital todo el
Luna iba a entregándose a la intensa música de Eruca.
Desde
la apertura del show, con “Intropía”, se desplegó una puesta en escena espectacular,
coordinando luz y sonido en forma magistral, mientras cada nota musical se
encadenaba con la anterior, en un ir y venir de historias y situaciones que
completaron una aleación efervescente. Lula Bertoldi, hizo gala de la magnífica
frontwoman y guitarrista que es. La
potencia y ductilidad de una de las voces femeninas más originales del rock
argentino actual y su filosa guitarra fueron, prácticamente, el punto
culminante de todas las situaciones musicales creadas por la banda esa noche. Sus
fraseos correctos y su talento para administrar la voz, sobre la base
monolítica de Pedernera (¡qué baterista, por Dios!) y el virtuosismo de Brenda
en el bajo son las columnas que sostienen la inocultable química de esta banda.
Un verdadero trabajo en equipo.
Por supuesto, la música de Eruca Sativa es muy ecléctica, como también lo son sus letras, por lo que el show transitó diferentes climas. Desde “Confundiste”, un tema potente que líricamente nos recuerda a la etapa más rockera del Cerati de Ahí Vamos; pasando por el hermoso “Justo al Partir”, propulsado por Brenda y Gabriel, hasta estallar en un estribillo y coda memorable que pone la piel de pollo. También hay lugar para el funk imprescindible y demente de “Japón”, o la genial “Tarará”, que se da el gusto de meter el dedo en la llaga de un presente que se avizora tecnológico, pre digerido y alienante. ¿Y qué se puede decir del mega hit “Nada Salvaje”, uno de los mejores temas que se escucharon en los últimos tiempos? Una canción con destino manifiesto de clásico.
Y como si no fuera suficiente, los Eruca sorprenden cuando se dan el gusto de invitar a tocar con ellos a un montón de consagradísimos amigos e ídolos. Por ejemplo, a más de un viejito presente se le habrá caído un lagrimón al ver de vuelta en el Luna Park con su teclado Hammond, al genial Aníbal Kerpel, mano derecha de Santaolalla y encargado de la mezcla de este quinto disco de los Eruca. Como cuando lo llamaban El Mariscal, y volaba pelucas a diestra y siniestra a mediados de los setenta, cuando formaba parte del mítico combo progresivo Crucis, Kerpel la descoció con sus solos memorables y salvajes en “Inercia”. De pronto estábamos otra vez allí, el reloj había dado marcha atrás. Algo similar se sintió cuando David Lebón se subió a tocar dos temas inolvidables de Serú Girán: “Noche de Perros” y “Seminare”, conformando con los chicos un cuarteto ad hoc, que Lebón autodenominó Seruca, para el deleite de la concurrida audiencia heterogénea que llenó esta segunda actuación del grupo cordobés en el Luna Park.
Pero no se acabaron ahí las sorpresas
ya que en “Haku Malvin: El Visitante” se hizo presente un coro de una docena de
voces que incluyeron a varios de los mejores exponentes del nuevo rock emergente
argentino (desde Utopians hasta Huevo, pasando por Cirse y Mariana Bianchini)
para reproducir las capas de voces que Tavo
Cortés de Sig Ragga –también
presente en el coro- grabó en la versión del tema incluido en el álbum.
Quizás, uno de los momentos más emocionantes del concierto se dio con la llegada al escenario de Abel Pintos, quien sumó su hermosa voz a la zamba “Somos Polvo” y “Amor ausente”, la vidala de Claudio Pacheco y Eduardo Bechara, que los Eruca versionaron y convirtieron en uno de sus hits más coreados. El “duelo” de voces que Lula y Abel regalaron en el último minuto entero de la canción sin dudas quedará en la memoria de todos los presentes como un recuerdo musical sublime.
Marilina
Bertoldi participó en "Lo que no ves"; Adrián Sosa y otra vez Aníbal
Kerpel en "Sin la red"; Juan
Pablo Rufino Picoroso (el hijo de Machi
Rufino y esposo de Brenda) aportó
su sutil bajo fretless en varias
partes del show; y Nicolás Sorín, el
líder de Octafonic y pareja de Lula Bertoldi, después de tocar el infaltable
y glorioso cover de "Eleanor Rigby" de los Beatles volvió al escenario en varias oportunidades.
Por supuesto, no podía faltar el recorrido por varios de los temas más celebrados de los álbumes previos de Eruca, ya clásicos en sus shows como “La Carne”, “Magoo”, “Cuánto Costará”, “El Balcón”, “Para Nadie”, “El Genio de la Nada”, “Fuera o Más Allá” o el final emotivo con una versión acústica de “Para que Sigamos Siendo”, en la pastilla ubicada en medio de la gente. Sin dudas, la frutilla de la torta para el concierto perfecto e inolvidable de una banda que desde hace casi una década no para de crecer.
EmAc
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