¿Un disco de Lou Reed
acompañado por Metallica?
Sí, se llamó Lulu. ¿Se acuerdan? Sin
dudas, fue la más inesperada unión de artistas de rock de los últimos diez
años. Ocurrió a fines de 2011, pero parece que hubiese pasado un siglo, o casi.
Es que fue tan difícil de asimilar este álbum doble, como la lamentable muerte
de Lou dos años después. Casi no tuvimos tiempo de digerir este increíble opus finale cuando se vino el mazazo de
la despedida de la leyenda rockera. Pero aún estamos a tiempo de entrar en el
universo sonoro de este disco. A ver…
Por supuesto, vale la pena aclarar que Lulu fue otro álbum solista de Lou Reed,
ya que Metallica funcionó como una banda de acompañamiento de lujo, siendo
precisamente el cantautor neoyorquino el motor principal de este curioso
proyecto. Partiendo de esta premisa, no hacía falta imaginar que estábamos ante
un disco difícil, arduo, hermético; como la mayor parte de las obras de la
larga trayectoria de Reed. Un álbum con canciones durísimas, lacerantes, que
expresaban el dolor implícito en esta historia basada en una pieza del
dramaturgo alemán Frank Wedekind,
que relataba las desventuras de una bailarina abusada. Canciones poderosas que sacudían
al oyente, sin darle respiro ni concesiones. En esta obra se contaba como Lulu –cuál
si fuera una muñeca rota- era corrompida por sus experiencias con los hombres
que iba conociendo. Por eso, seguramente, los fanáticos de Metallica difícilmente
hubiesen podido interesarse y gustar de esta obra; ya que Lulu no tenía mucho que ver con la tradición musical de esta banda,
más allá que, paradójicamente, el sonido del disco era claramente el de
Metallica.
Y es que esta producción fue una muestra de la
aceitada colaboración –tanto musical, como lírica y compositiva- de Reed con la
banda de Trash metal, dejando en
claro que –como no podía ser de otro modo- ésta no era una obra hecha para
agradar a las masas, ni una colección de canciones para cantar bajo la ducha. Todo
lo contrario, otro álbum que seguía la tradición de Berlin (1973), el tercer opus
solista de Reed: pura desesperación lúgubre y dolorosa. No por nada, escuchando
la historia de Lulu, se podía
recordar la crudeza del clásico “The Kids”, por ejemplo. De acuerdo a
declaraciones de Reed, lo mejor de esta colaboración musical con Metallica radicaba
en la satisfacción que le brindó el resultado final del disco, cuando estuvo terminado,
ya que consideraba que ésta era una de las mejores obras que jamás había
realizado, llevándolo al mejor lugar en el que había estado. Realmente, fue un
sueño para Lou el colaborar con un grupo tan poderoso como Metallica, y su
resultado musical, sorprendente.
La idea del proyecto, en sí, surgió de Robert Wilson, uno de los colaboradores
habituales de Reed, quien lo convenció de crear una nueva adaptación de la obra
de Wedekind, elaborando un corpus de canciones –varias de las cuales superan
los 10 minutos de duración- que relataran las tremendas vicisitudes de Lulu. El
resultado final era una bomba sonora incendiaria, un disco agrio y dificultoso,
que no daba concesiones y se mantenía en sus propios términos, como si fuera
una superficie inundada de sonidos iracundos y líricas desesperadas y urgentes.
Debido a estas características, Lulu no
fue, ni será nunca, un disco pensado para oyentes ocasionales, ya que necesita
de sucesivas e exhaustivas escuchas para ser desentrañado y –medianamente-
entendido, aunque jamás digerido.
Por momentos, a lo largo de sus 87 minutos, esta
era una obra que te pasaba por arriba como un Scania, aplastándote con
eficiencia, desafiando la paciencia del oyente hasta el máximo. Reed hacía lo que se le cantaba y -como
casi siempre- se cagaba en todo, en virtud de su arte; siendo fiel a su esencia.
Porque a los 69 años, su actitud artística seguía siendo la continuación lógica
de aquella carrera empezada durante su juventud, en la legendaria Velvet Underground, en donde este
salvaje trovador callejero y vicioso rápidamente se convirtió en el irresistible
poeta de las cloacas, al que se lo amaba u odiaba, sin términos medios…
Por su parte, en Lulu, Metallica era la
vía sonora adecuada para tal demencia artística, construyendo un muro
irreducible de guitarras, por cortesía de James
Hetfield y Kirk Hammett, que
sonaba tan afilado como de costumbre, en especial en temas como
"Dragon", "Frustration" o "Mistress Dread". En
este punto se destacaba también la base formada por Trujillo y Ulrich, en
bajo y batería respectivamente, así como el acompañamiento vocal de Hetfield,
que hasta sonaba más “blandito” que de costumbre, comparado a la crudeza vocal
de Reed, aunque lo hubiese apuntalado en forma brillante a lo largo de todo el
disco.
Por otro lado, lo más flojo de esta producción
quizás hayan sido los momentos en los existía una aparente desconexión entre la
música y las letras, defecto que parecía una consecuencia inevitable del
atrevido experimento derivado de una colaboración musical llevada a cabo por
artistas que no tenían pasados musicales hermanados entre sí.
LAS
CANCIONES
Lulu era una obra variada y que nos dejaba pasmados, en
el mejor sentido, desde los primeros compases de “Brandenburg Gate” –primer
corte del CD 1-, una canción que empezaba acústica, con una impronta 100% Reed,
hasta que llegaba el estallido sónico de Metallica, que hacía volar los
parlantes; redondeando un tema brillante, a pesar de sonar un poco repetitivo
en su lírica. Lo seguía “The View”, una canción cansina y oscura; en una
perfecta combinación vocal de Reed y Hetfield. En “Pumping Blood” su comienzo
de disonancias con un acompañamiento de guitarras rotas, que semejaban violines
(recordando el trabajo de John Cale
en la Velvet), desembocaba en otra aplanadora sonora imparable de este combo de
cinco músicos; aunque, sin embargo, este fuese un tema con varios cambios
climáticos. Luego llegaba “Mistress Dread”, una de las canciones más difíciles
del disco, un auténtico tour de force.
Por el contrario, “Iced Honey” era una canción corta y con “gancho” –si se
puede decir algo así-, y quizás uno de los pocos temas incluidos en este álbum
que podía haber sido emitido en la radio, sin despertar la ira del oyente
ocasional. Por su parte, “Cheat on Me” se encargaba de terminar el primer CD, y
era otro tema amargo y lleno de desesperación… Nada menos que 11 minutos y 26
segundos no aptos para corazones débiles y orejas en modo FM.
La segunda
parte de esta obra arrancaba con “Frustration”, potente canción que le hacía
honor a su nombre, una “frustración” que exasperaba pero que no se podía dejar
de escuchar. Lo mismo que “Little Dog”, un tema casi “acústico” –aunque con
disonancias eléctricas- con un sabor muy Velvet.
Mientras que en “Dragon” la cosa cambiaba, y a pesar que aquí resultaba un
tanto forzada la unión de la voz de Reed con el acompañamiento musical de Metallica,
el tema finalmente se salvaba, anticipando el final de Lulu con “Junior Dad”,
una suave canción climática, pero igualmente ardua e intransigente, que duraba
(¡sí, señor!) la friolera de 19 minutos con 28 segundos, en los que los últimos
10 minutos eran un poco más que resonancias del sonido quebrado de las
guitarras eléctricas, conformando el final ideal para un disco increíblemente
demencial, pero, al mismo tiempo, encantador.
Sin
embargo, la unión no funcionó comercialmente. Y para peor, muchos fans y críticos
ya ni lo quieren recordar. Y es que Lulu fue
un fracaso en ventas, críticas y adhesión. En este punto, Reed prefirió cargar
contra los fans del grupo de heavy metal
que le dieron la espalda al experimento. Incluso, en una entrevista al
diario alemán Berliner Zeitung, el
exVelvet Underground aseguró que "algunos" de los seguidores del
grupo de rock pesado tenían “el coeficiente intelectual de una ardilla”. De esa
forma, Reed prefirió despegarse del fracaso de ventas de Lulu, ya que
implícitamente responsabilizó por ese traspié a “esos cráneos metálicos”.
Más allá de las polémicas, la incomprensión o la
poca paciencia que existe en el presente, esta sigue siendo una obra plena de avant garde metal (sí existe ese estilo,
si no lo acabamos de inventar) que aún nos aguarda. Sin dudas, una de las
producciones, realizadas por artistas del mainstream rockero, más interesantes
de los últimos años.
Emiliano Acevedo
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