En agosto de
1973, cuando es editado Innervisions,
el álbum número 16 en la carrera de Stevie Wonder, éste ya no era más ese Little Stevie de 11 años de edad, que había sorprendido a
principios de los 60, cuando comenzó su brillante y ascendente carrera musical.
Por lo pronto, se había casado con Syreeta Wright, de quién no tardó en
divorciarse. Luego conoció y se enamoró de una abogada, Johana Vigoda, quien
además le había preparado un contrato revolucionario –y uno de los mejores de
la industria musical de aquellos años-, en el que el músico percibiría la
friolera de 13 millones de dólares por 7 años, en el sello Tamla/Motown. En
resumen, Wonder tenía las riendas de su carrera, era millonario, y parecía que
nada entorpecería su futuro.
Además, venía de
conquistar al público del rock con
su súper éxito “Superstition” (incluido en el álbum Talking Book),
rompiendo los rankings en ambas costas del Atlántico, y continuando la senda
triunfal iniciada con el disco Music of my Mind, de 1972. Músico
inquieto por naturaleza, Stevie se podía dar todos los lujos que quisiera, ya
fuera grabar a sus anchas, sin que el insoportable mandamás de la Motown, Berry Gordy, lo perturbara; o experimentar
con todo tipo de instrumentos musicales, incluyendo modernos y avanzados
sintetizadores, mientras seguía estando a la vanguardia de la evolución musical
de aquellos primeros 70, transformando y creando excelentes discos y canciones
que eran aclamados tanto por el público y la crítica. Apenas tenía 23 años y
estaba en la cima.
Nada parecía ir
mal con su vida. Sin embargo, lo que no sabía Stevie Wonder era que un
accidente inminente lo pondría al borde de la muerte, el 6 de agosto de 1973,
tan solo tres días después de la edición de esta obra maestra llamada Innervisions,
cuando el auto en el que viajaba por una ruta de Carolina del Norte chocó con
un camión que transportaba troncos, y el artista sufrió severos traumatismo de
cráneo que lo dejaron en estado de coma por cuatro días. Afortunadamente, Wonder
sobrevivió, y su leyenda, así como la leyenda de este disco inmortal llegaría
hasta nuestros días. Y es que Innervisions lo tenía todo: rock, jazz, soul, pop, funky… Quizás
haya sido por esta variedad estilista que rápidamente fue aclamado como uno de
los más finos trabajos de Stevie Wonder, e incluso –con el trascurso de los
años- fue nombrado como uno de los mejores 100 álbumes de la historia de la
música popular norteamericana.
Sin dudas, Innervisions era un disco monumental,
que incluía en sus letras alegatos en contra del abuso de estupefacientes (“Too
High”) y de ira y protesta social (“Living for the City”), sin dejar de lado
exquisitas canciones de amor como “All in Love is Fair” o “Golden Lady”.
Además, este trabajo ponía en relieve esa capacidad y lucidez que tenía Wonder
para leer el paisaje de la cultura negra norteamericana, fusionando realismo
social con un espíritu idealista. Esto era lo que se apreciaba en “Living for
the City”, la canción principal del álbum: una brutal descripción de la
explotación y la injusticia. Aquí Wonder relataba la deprimente historia de un
muchacho que vivía en el pueblo mítico de Hard Times, Mississippi, rodeado de
pobreza y racismo. Un ser desahuciado, al que, cuando tomaba un micro para ir a
Nueva York, le tendían una trampa y lo enviaban a prisión. Incluso, para hacer
más palpable el sufrimiento de su personaje, Stevie invitó a uno de los
porteros del estudio de grabación para que hiciera de guardia cárcel, diciendo
entre dientes, en el medio de la canción: “Entrá a la celda, negro de mierda”.
Años más tarde, los raperos de Public Enemy samplearían esta brutal frase en
uno de sus temas. Paradójicamente,
“Living for the City” fue un éxito entre el público blanco, junto a los otros
tres singles del álbum: "Don't You Worry 'Bout a Thing”, el funk irresistible de
"Higher Ground" y la bella "He's Misstra Know-It-All". Otro
tema del disco, "All in Love Is Fair", sería un hit cuando fue
versionado por Barbra Streisand, en
1974.
Y es que era muy difícil permanecer impasible ante semejante despliegue musical. En Innervisions, la versatilidad instrumental de Wonder paralizó a medio mundo. No por nada, en la Billboard, un crítico escribió: “Los créditos de Innervisions dicen que Stevie tocó todos los instrumentos en siete de las nueve canciones. Sin dudas, éste es en esencia un disco hecho por una banda formada por un solo hombre. Sus habilidades en la batería, piano, bajo y los sintetizadores ARP son incuestionables…” Más tarde, en 1974, Innervisions recibió los premios Grammy al Mejor Álbum del Año y a la Mejor Producción No-Clásica, mientras que a "Living for the City" le fue otorgado el Grammy al Mejor Tema R&B.
Un talento que
estaba más allá de cualquier reseña, en la figura de Stevie Wonder se conjugaba
el arte de un genio de la música popular, un impecable cantante, y que además
era productor de sus propios discos. Y en lo que respecta a Innervisions,
su variedad musical está encarnada en la bellísima fusión de letras con música.
Porque más allá de su ceguera, Wonder siempre fue capaz de encontrar optimismo
en el lado más oscuro de la vida. En este caso se trataba de un paseo temático
que se relacionaba con una búsqueda constante de redención, como la relatada en
“Higher Ground” (con ecos del mensaje de trascendencia del doctor Martin Luther King Jr.), aunque el
camino estuviera lleno de espinas (o droga, como en “Too High”), las mentiras
del culto cristiano en EEUU (“Jesus Children of America”) y el abuso xenófobo
en las grandes metrópolis (“Living for the City”).
Su curiosidad
hacia la trascendencia espiritual y perspicacia hacía que Wonder centrara su
interés en tópicos como la reencarnación y la meditación trascendental. Y hasta
era capaz de realizar criticas hacía los políticos corruptos, ya que es un
secreto a voces que "He's Misstra Know-It-All" estaba dedicada a Tricky Dick, el sobrenombre de Richard
Milhouse Nixon, expresidente estadounidense involucrado, enjuiciado –y luego
destituido- por el escándalo Watergate. Justamente, estos eclécticos tópicos
que llamaban la atención de Wonder son los que aparecen en el dibujo de la tapa
del disco, una obra de arte impactante de Efram
Wolff, quien retrataba a Stevie como si fuera un ciego visionario, un
artista que veía mucho más lejos y mejor que otros acerca de todo lo que estaba
pasando en esos primeros años de la década del 70, usando su impactante música
para que sus comentarios y criticas (sociopolíticas, históricas, filosóficas,
religiosas y económicas) sean en los oídos de su público lo más atractivas y
efectivas posible. No cabe ninguna duda que lo logró.
Además, en Innervisions,
Wonder le decía a la gente que dejara de lamentarse y se hiciese cargo de su
propio destino, animándose a pagar las propias deudas existenciales, para
dedicarse a aceptar el presente, y dejar de llorar por los males pasados.
Preservación, ruptura y cambio. Una filosofía para enfrentar la vida moderna,
que poco ha cambiado en los últimos 40 años, más allá de los innumerables
avances tecnológicos. Quizás habría que insistir con esos derroteros…
Emiliano Acevedo
Wonder = DIOS NEGRO SOBRE LA TIERRA, un genio de dimensiones absurdas.Verlo en vivo solo ratifico lo antedicho. INNERVISIONS majestuoso como sus discos en los 70 casi sin excepcion
ResponderEliminarBuena reseña! disco muy necesario.
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