La
tarde noche en el porteño barrio del Abasto es el marco ideal para esta charla.
Mientras que por la ventana vemos como se encienden las luces en los ventanales
del otrora Mercado –ahora reconvertido en Shopping
Center o “paseo de compras”- escuchamos las palabras de Miguel Zavaleta.
La leyenda no miente, aquí estamos en presencia de un tipo vertiginoso,
creativo, idealista… Un ser que habla de lo que se le antoja, lo que le gusta,
cree y avala –y lo que le disgusta-, sin casete. Aunque su discurso parezca
caótico sabe –rara cualidad que no tiene cualquiera- como llegar hasta el fondo
de cualquier tema y expresar lo que piensa sin medias tintas.
De
Suéter a su actual presente solista,
pasando por su época progresiva en Bubu
y sus vivencias juveniles que lo acercaron a la era dorada del rock, estas son
algunas de las vivencias de la carrera de este talentoso músico y compositor
argentino; uno de esos tipos que conoce ese delicado arte de cómo emocionar con
una canción…
ENTREVISTA> ¿Empezamos
hablando de la situación de la escena musical actual? ¿Cómo la ves?
Ahora
estamos ante un capricho en el cual los nuevos malditos son los autores y
compositores. Te dicen que hay que prohibir los derechos de autor. Pueden usar
tu obra e incluso no nombrarte. Hay muchos tarados que dicen que si uno vive de
la música es “porque no ama al arte”. Esta es la situación actual, entonces,
sólo quedaba mostrar mi música a través de la red… Si no hubiese puesto mi
disco nuevo en Internet, para que la gente que lo quiera se lo baje, se hubiese
perdido, no sé, en el rincón de las animas…
También
subiste todos los discos de Suéter. Se pueden escuchar online en tu página Web…
Sí,
porque había que hacerlo así. Ya venía un par de años largos remándola, y el
prestigio es algo un poco duro, ¿no? El prestigio, a veces, tiene forma de
supositorio… A mí igual no me interesa llenar un tinglado de gente que se da
botellazos en la cabeza y grita como si estuvieran en la cancha… No los deseo,
ni los necesito, así como masa… Sí, individualmente, puedo hacer amistad con un
montón de gente…
Muchas
veces se dice que cuando el show pasa a estar debajo del escenario, estamos en
problemas…
Hace
como veintipico de años que estamos en ese paradigma. En mi caso, si voy a ver
un espectáculo es porque los tipos que están sobre el escenario hacen lo que yo
no puedo hacer. ¿Para qué voy a ir a ver un ñato que hace lo que yo puedo hacer
y hasta peor? Lo que pasa es que el verdadero público está formado por el
melómano y pocos más, los demás son como ovejas que van a gritar en un acto… E
inclusive, agarran las letras de sus artistas favoritos y le dan cualquier
sentido. Y ya se acostumbró la gente a hacer eso.
Ya
en los 80 eras un descreído de toda la movida, en tus reportajes hablabas en
sorna de las bandas con raros peinados nuevos…
Es
que también yo soy de los 70, ¿viste? (En esos años) Éramos unos payasos, con
nuestros pantalones de pata de elefante, pero después se aceleró ese aspecto y
se frenó (el avance) en lo musical. En el mundo de la música hay dos laburos:
el de la estrella y el de músico. Siempre fui un descreído porque a mí no me
sale ser una estrella, mientras que el papel de músico lo práctico todos los
días para que me salga, ese es mi camino. Pasó que la parafernalia tapó a la
música. Ahora la música casi no tiene ninguna importancia, esa es la realidad.
Lo que importa es la vida privada. El tema es que muchos de estos ñatos -que se
definen como superstars- tienen una
vida privada aburridísima… Son personajes que no me interesan porque se la
pasan hablando sólo de ellos. Lamentablemente mucha gente se vuelve loca con
este tema de la auto adoración, con el “yo-yo”… Y estas superstars lo saben y por eso usan a sus fanáticos. Es una química
humana muy extraña de servidor-servido, amo y esclavo… Una situación de
admiración y de dejarse admirar impunemente que, para mí, es obscena… Además
hay una adoración, muy marcada en los medios, hacia la maldad, el confundir la
dureza con valor. Estas son cosas en las que yo nunca encajé… Son mecánicas
que, en un momento, se intuían que iban a pasar y ahora ya están
sistematizadas. Es horrible, porque ahora ves a gente normal destruyendo
hoteles, ¿viste? No sé porque se instituyó ese folklore… Yo con lo fiaca que
soy, de sólo pensar en romper cosas me muero… Lo único que quiero, cuando estoy
en un hotel, es que funcione todo y estar tirado en la cama…
Esas
mega superstars, a las que te referís, son como las que parodia Capusotto con
Pomelo…
Claro.
Y yo no sé de donde salieron todos esos clichés porque, aparte, antes el rock
era paz y amor.
Quizás
empezó con Keith Richards tirando un televisor desde la ventana…
También,
pero lo que te quiero decir que hay todo un arco porque, en el fondo, Keith Richards también empezó con la
onda paz y amor... Lo que pasó es que de todos los clichés y poses quedó la más
camperimetra, la del fuck you… Hubo muchos clichés, como el
del glitter rock, los psicodélicos; pero (al final) prevaleció el cliché del
tipo al que no le importa nada. También con los argentinos sucede eso. Esta es
una sociedad que ama -en especial- a la gente que patea el tablero, y después
le gritan “aguante…” Y yo me pregunto: ¿aguante qué? Si cuando pateas el
tablero es porque no aguantaste más… En el rock, el público se conforma con
estos personajes, no importa lo que hagan, sólo importa ver su vida privada
porque encarnan ciertas características del imaginario. Aunque lo que haga sea
una garcha, no importa, porque está en su momento, en su circunstancia, y el
rock se nutre mucho de eso. En la época en que yo estaba en Bubu el shock era hacer en el escenario
algo teatral. En los últimos 20 años el shock estuvo del lado de hacer cosas
desagradables en vivo, ser fulero, funesto, de mal gusto… Me pregunto cuanto
años más de feísmo hay que soportar para que estos babiecas dejen de joder… Yo
ya no soporto más el feísmo en el rock. Es hora de que todas estas tendencias
dejen paso a otra cosa, que espero que no sea algo peor; aunque es difícil
imaginarse algo peor que la conjunción punk, fútbol, sordo, tumbero, punga; que
es la que hemos estado viviendo. Cuando escucho la música inglesa pienso que
hemos perdido veintipico o casi treinta años, porque la armonía ahora allá es
sinfónica, con grooves un poco más
modernos… Por suerte, también creo que lentamente empiezan a desaparecer los
que mueven las manos y hablan pavadas. Estoy podrido de los que hablan. ¡La
música es para cantar...! Me tiene recontra podrido el rap y cualquier cosa que
involucre ver a un tipo hablando y moviendo las manos… El tema es que a los
negros cualquier cosa les queda bien. El otro día vi a uno con un enterito
rosado y un chupete, y le quedaba bien; vos le ponés eso a un blanco y se lo
lleva la Prefectura inmediatamente… (risas)
Ahora estoy viendo que en la música inglesa están volviendo a hacer cosas del
pasado, con otras bases rítmicas modernas, y pienso: “¿Que pasó en el medio?
¿Cuántos de estos marmotas tuvimos que escuchar para volver al mismo lugar?”
Por mí, mejor; es genial volver a eso… Yo amo el sinfónico, amo el soul, amo
todo lo que se ha perdido en estos años…
Se
perdió la melodía, la sutileza. Algo que les pasó incluso a los músicos negros,
que son la maravilla de la música popular. Pensá que sin los negros, no sé,
estaríamos bailando mazurcas… Los mismos músicos negros se dan cuenta de que
estos babiecas que mueven las manos y hablan pavadas no son parte de aquella
música genial, colorida, maravillosa, mágica, divina, rítmica… Cien mil veces
más rítmica que cualquier rap. El tema es que -con el correr de las décadas- la
música ha bajado -en frecuencia estética, en belleza y en nivel artesanal-
hasta llegar al “pum-pum-pum” de un bombo, y la gente que lo baila igual, con
un ñato que pone discos en el medio de un escenario en el que podría caber la
sinfónica de Berlín. Vos ves esas cosas y decís: “Pero… ¿De donde salieron
estos tipos?” Siempre me pregunto en dónde están las corrientes generadoras de
estas modas, quien les dice a estos natos: “muchachos, desde hoy, todos van con
la gorrita para atrás…” Me pregunto dónde están esas usinas “estéticas”… Así
voy y les pongo una bomba… (risas)
Quizás
el lugar que antes ocupaba el rock en los jóvenes, hoy lo ocupa la cumbia…
Claro,
por eso el sueño del rock murió… No está muerto en los corazones de mucha
gente. Inclusive, puede renacer; pero siempre será en los corazones de la gente
diferente, de los melómanos. El rock vuelve a ser para mí lo que fue cuando yo
me enamore de él: una música para una minoría, y cuando me refiero a una
minoría no estoy hablando de una elite. Lo que nunca más va a volver es esa
conjunción de amor y paz. La camarería que existía entre los músicos de rock
era única. Te prestaban un equipo, no había problemas de cartel, tocábamos
juntos, nos reíamos, hacíamos diferentes estilos dentro del mismo estilo.
Cuando fui a tocar con músicos de otros géneros, como el jazz, el folklore; me
di cuenta que esa camarería ahí no existía, era como ser un oficinista. En
cambio, en los 80, los integrantes de las bandas de rock nos hicimos amigos
antes de ser músicos. Eso me pasó a mí con Cachorro (López), con Melingo, con Fabi (Cantilo), con Hilda
(Lizarazu)… Y ver a tus amigos hacerse famosos con vos era genial… Era el
mejor momento para hacerse famoso. En resumen, el rock que empezó siendo una
grasada –para la sociedad media- , en un momento dado, en los 80, fue un
emblema y un símbolo social y ahora vuelve a ser una grasada… Y no sólo acá en
la Argentina. Nuestra música (en su mejor momento) llegaba a todos lados de
Sudamérica… Ahora yo me pregunto: ¿Quién va a comprar esto que se hace ahora,
si es 100% de cabotaje?
ESTA NOCHE QUIERO SALIR A MIRAR
Una
vez, en un reportaje que te hizo Gloria Guerrero en la Revista Humor, hablaste de esa primera época del rock -cuando era mal visto-
recordando cómo te fascinaba…
Claro.
Yo tenía 14 años e iba caminando con mi noviecita y entramos de casualidad en
un festival de (la revista) Pinap en
el maravilloso anfiteatro –que algún animal decidió tirar abajo- que estaba al
lado de la Facultad de Derecho… A pesar de que a mi novia le horrorizaba todo
ese ambiente de “roñosos de pelo largo”, yo quedé fascinado con lo que pasaba
ahí y no paré hasta que a los dos años ya trabajaba de cadete en la revista Pelo. Ahí le servía café a Javier Martínez, Billy Bond, Claudio Gabis;
a todos los que después siguieron siendo mis referentes y, en algunos casos,
terminaron siendo mis amigos. Era un momento muy gracioso de mi vida. Yo amaba
el rock, yo amaba todo… Pero ojo, porque si la música era mala, “tómatelas”…
Éramos muy exigentes. Nunca me voy a olvidar de una vez que fui a ver a Vox Dei, en el año 71, y antes salió a
tocar un artista (no voy a decir su nombre, pero él seguro que si alguna vez
lee esta nota se va a reconocer) con una de esas camperas de plástico que
estaban de moda y parecían estar siempre mojadas, el tipo nunca me gustó
demasiado, pero hay que reconocer que es un trabajador de la música… Entonces
sale este flaco con su guitarrita, a hacer sus temas solo, y en un momento dado
canta: “porque soy igual a vos, como igual a vos, cago igual a vos…” Dijo eso y
se vino abajo el teatro. ¡Lo querían matar! Estábamos indignados. Mirá lo que
era el público de rock en esa época, parecía la corte de Luis XV, viste… Y
ahora cualquier salame dice cualquier porquería arriba del escenario, cualquier
escatología, y se cree vivísimo… En aquella época, el tipo por decir “cago
igual a vos” se tuvo que ir del escenario. Estábamos convencidísimos de nuestra
poética, que era lo lógico. Y ahora la poética es cualquier cosa…
¿Y
vos ya venias haciendo música?
Yo
cantaba desde los tres, cuatro años; siempre canté. Hasta que dejó de ser una
gracia (para los adultos), a los 9, 10 años; cuando pasó a ser una molestia.
Ahí, se encargaron de meterme en la cabeza las ideas, los slogans –generalmente
siniestros- de que “el arte es una vergüenza” o “los artistas son una
porquería” –salvo cuando eran famosos-, por eso tuve que retomar (el canto)
recién a los 18 años. Cuando empecé en la revista Pelo, aun ni soñaba con ser
músico. Casi me había olvidado que, alguna vez, había cantado y todo eso… A los
18, un amigo mío empezó a tocar el piano y yo empecé a improvisar melodías y
dije: “¿Qué es esto? ¿Por qué hago melodías?” Entonces dije “Listo”; me dieron
ganas de dedicarme a eso y lo hice. Así una cosa llevó a la otra…
¿Ya
tocabas el piano?
No.
Yo empecé a los 19. En realidad, comencé a tocar el piano en serio recién hace
10, 12 años, cuando me corté el cordón de Aquiles y me llevé el Controller a la cama y me dediqué a
tocar 6 horas por día. Hasta entonces, había hecho 5 discos con Suéter sin
practicar piano. Me sirvió (el ponerme a practicar) porque ahora soy otro
músico y eso me hace feliz…
A
los 21. Hasta entonces había estado cantando en algunos grupos, pero no había
compuesto aun canciones que me interesaran.
Bubu
hacía una música súper elaborada…
Era
alucinante, pero yo no tenía ningún mérito ahí. La música era hecha por un
músico compositor, arreglada por un arreglador e interpretada por muy buenos
músicos. Yo sólo me disfrazaba, hacía un par de personajes, salía en bicicleta,
cantaba una boludez que había hecho –que era lo que volvía loca a la gente- y
me llevaba la gloria. Me mataba de risa, porque no entendía porque la gente
siempre cree, asume inmediatamente, que el que canta es el creador de todo.
Después de lo de Bubu me fui a
Europa, estuve un tiempito ahí, tocamos en Ibiza con Cachorro, Miguel Abuelo, Kubero (Díaz)… Estuve divagando por
Europa, rebotando de aquí para allá; hasta que volví y armé Suéter…
HACIENDO ALGO PERENNE
Yo
había debutado antes con Suéter en pequeños reductos pero -de manera
importante- sí, lo primero fue eso que hicimos en Ferro. Y que queda
registrado, para todos los babiecas, como que soy el único tipo que insultó a
25.000 personas, jaja… Un error garrafal, pero si se querían hacer los punks,
agrediéndome, que lo hicieran con otro, porque yo no le tenía miedo a nada… Yo
fui caótico, me pasé de energía, estaba demasiado convencido de lo que hacía.
Yo, arriba del escenario, no le tengo miedo a nada... Sólo ahí, abajo del
escenario le tengo miedo a todo… (risas)
¿Qué
sentiste cuando canciones tuyas como “Amanece en la Ruta” se empezaron a cantar
hasta en los fogones?
Eso
es un honor, es hermoso. Yo, a mi manera, triunfé. Es lo que quería, llegué a
pensar que no iba a suceder y ya no hacía las cosas para que eso pase así, y de
pronto sucedió…
Y
no sólo con “Amanece en la Ruta”, porque tenés otras canciones que fueron súper
exitosas como “El Anda Diciendo”, “Vía México”…
Sí,
pero digamos que si hay una canción que caló profundo en la gente –más allá de
su cultura y de los tiempos- fue “Amanece…” Y mirá que tipo de productor seré
que no la iba a poner en el disco porque pensé que a nadie le iba a gustar. Me
parecía demasiado mía, era una visión muy personal sobre los temas que a mí me
interesaban: la sobre vida, los seres de otras dimensiones… Quizás la subestimé
y me sobreestimé… Quizás sea así porque la gente –salvo excepciones- no se da
cuenta de que es la historia de alguien que habla sobre su propia muerte. Una
vez un bañero, todo bronceado, inflado con anabólicos, me dijo: “Qué lindo Miguelito, pero decime, en
“Amanece en la Ruta”, ¿qué pasa con la mina?” (risas) “Y qué se yo. La pisa
un auto…”, le respondí. No sabía que decirle…
¿Es
cierta la anécdota de que una vez te uniste a unos pibes que estaban en un
fogón cantándola y no se dieron cuenta de que eras vos el mismo que la había
compuesto y la cantaba en el disco?
Sí,
eso me pasó, pero lo más lindo fue un día que iba por la playa –completamente
en un estado volátil- con esa sensación que te da el viento y de pronto veo un
lugar de cristal –totalmente hecho de vidrio- y con gente adentro gritando.
Como había un viento impresionante afuera, entramos y justo escucho a un tipo
que, arriba del escenario, dice: “Ahora
voy a hacer una canción de Miguel Zavaleta… ¡Qué está ahí en la puerta!”
Inmediatamente, todos se dieron vuelta y yo me quedé así, re loco, incrédulo y
sorprendido porque aún no era consciente de la fama, recién estaba empezando a
hacerme conocido. Eso fue sensacional. También me ha pasado estar en un cabaret
y que pongan mis temas; y yo decirle a la gente, a las chicas del cabaret: “Ese soy yo”, y que me respondieran: “Nah…” Y cuando me ponía a cantar a la
par del disco, me decían: “Ay, divino,
que bien que lo imitas” (risas)
¿“Mamá,
Planchame la Camisa” era un poco autobiográfica?
En
parte, en realidad era una broma para mi mamá, porque ella nunca me quiso
planchar las camisas…
Y
en el disco 20
Caras Bonitas, producido por Charly
García, ¿de quién fue la idea de incluir una versión de “Jugo de Tomate Frío”?
Fue
de Charly, porque yo había hecho un tema original mío espantoso, que ni sé por
qué lo hice, y Charly se mató de risa cuando lo escuchó y me dijo “Hagámosle
algo”. Así que le empezamos a delirar cosas del rock nacional encima y la
versión de “Jugo…” apareció por ahí. Ya le pedí perdón a Javier Martínez… (risas)
Ese
cover me hace acordar a la versión que hizo Devo de “Satisfaction”, de los
Rolling Stones…
Ah,
mirá. Devo es sensacional. No sabía que habían hecho una versión de ese tema;
pero debe ser así porque Devo era un grupo re deforme y nuestra versión de “Jugo
de Tomate” también tuvo un poco de eso. Igual, creo, nosotros hicimos una
mezcla entre “Jugo de Tomate” y “No Pibe”… Nos cagamos de risa con Charly
grabando eso.
NAVE NODRIZA
¿Qué
música escuchas cuando estás en tu casa?
Jazz, Bill
Evans, Zappa, Ray Charles, Stevie Wonder, Ravel, Debussy, Bartok, Gershwin,
Duke Ellington, los Beatles, Sade, Seal, Curtis Mayfield... Un
montón de nombres.
En
Misión Ciudadano (1987), el último disco de la primera etapa
de Suéter, hablabas del tema de los OVNIS. Siempre te copaste con eso, ¿no?
El
tema de los OVNIS es una realidad alucinante que nadie quiere mostrar. Es un tema
que me gustó toda la vida. Con respecto a ese disco que nombrás, claro, se
trataba de una nave, pero totalmente en joda… Misión Ciudadano era una opera rock, pero toda ficción. Mi sueño
sería hacerla en dibujos animados, eso me encantaría…
¿Cómo
se te ocurrió hacer esa obra en ese momento?
Yo
había hecho mucho de lo que hice antes en música para poder hacer eso, un
disco, una opera sin estribillos; sin ningún golpe bajo, pura música; la mejor
que podía hacer yo, y los que la hacían conmigo, grandiosísimos, inolvidables, (José Luis) Sartén Asaresi y mi compañero de banda que falleció, Gustavito Donés. Fue un disco mágico,
hermoso… Estoy muy orgulloso y -aunque con él me fundí- lo amo…
¿Y
por qué te fundiste con ese álbum?
Estaba
cambiando el paradigma y aparte la grabadora ya me había condenado de entrada.
Alguien me estaba usando para algo. Fue un disco que no tuvo difusión y eso fue
una impotencia horrible. Lo que me pasó en el año 88 fue que me había quedado
enganchado en un contrato asqueroso con unos cretinos y quedé condenado. Fue un
momento de mi vida horrible, porque no me dejaron ni siquiera lanzarme como
solista. Después de eso -durante unos cuatro o cinco años- me dedique a dar
vueltitas por ahí, a jugar tenis, a pasear, boludear… Recién me volví a
enamorar de la música cuando vuelvo con el disco de Suéter 5…
Fue
un error, porque yo odio llamar a mis amigos famosos para hacer cosas como
esas. No quiero tener contactos a ese nivel, pero el productor de aquel momento
me insistió para que lo llamara a Andrés, y yo como un tarado acepté la
propuesta. Y aunque yo nunca quise que ese fuera tema de difusión -no sólo
porque no quería llamar a Andrés para hacer eso sino también porque ese tema ya
lo había sido- lo mandaron igual como tema de difusión, y así tuvimos que
hacerle un video clip, en el cual también aparece Andrés, al que le tuve que
pedir que participe, haciéndole perder un día de su vida -para filmarlo-
muriéndose de calor… Estoy muy avergonzado de eso, él igual lo comprendió; pero
es algo que nunca me perdoné porque quedó como que yo le quería robar, chupar
fama a Andrés y eso es algo que yo odio soberanamente…
¿Qué
hiciste luego de esa vuelta de Suéter en los 90?
Cuando
hicimos Suéter 5 me di cuenta de que
había cambiado el paradigma musical en el rock nacional de una manera tan
violenta, que hiciera lo que hiciera –dentro de lo que a mí me gusta hacer- ya
sabía que no tenía mucha chance. Aparte encontraba que en la prensa no me daban
ni pelota, concentrados en toda esta movida del rock asociado a lo futbolero.
Cuando me doy cuenta de esto decido retirarme a cuarteles de invierno hasta
que, 2 o 3 años después, me volví a enamorar de la música y comienza esta
última etapa en la que me transformo en el músico que siempre quise ser.
HOY SOLO SIENTO AMOR
Este
fue un disco en el que agarré 80 canciones que hice en los últimos tiempos y
las seleccioné, incluso algunas eran viejas, de material compuesto en los 80.
Seleccioné las canciones que quedaron, entre todas las pavadas que hice en este
tiempo, y al resto las tiré. Ahora, si me pedís hacer un disco como éste cada 1
año y medio, no puedo. Me parece que nadie puede, salvo los Beatles; ¡no sé cómo hacían! La
obligación de hacer cosas puede causar estragos mentales entre los músicos,
esto lo que les ha pasado a más de uno de mis colegas. Porque hacer buenas
canciones no es nada fácil. A veces no sabés ni cómo te salen. Podés estar 6000
horas y no te sale nada o estar dos minutos y te sale; lo importante es ver si
lo que hacés comunica algo. Una canción buena es como un ser; y, en lo posible,
un ser agradable, lindo y puro. Digo esto porque hay canciones, que también han
logrado trascendencia y son seres asquerosos que te tiran una frecuencia
bajísima. Pero por suerte existen canciones como “Yesterday” o “Fool on the
Hill”. Todas las grandes canciones son seres por sí mismos y no te podés ir de
esas canciones; las podés transformar un poquito pero si te vas de mambo,
cuando las interpretás, ya dejan de ser esas canciones maravillosas que
habíamos conocido.
Este
disco se puede bajar gratuitamente desde tu sitio en Internet, ¿te gustaría que
estuviera editado en CD?
Sí,
y en algún momento va a salir en un soporte físico -aunque sea por alguna
pequeña compañía o editado por mí mismo- porque varias personas no te apoyan a
menos que tengas editado el disco en algún soporte físico, ya que cuando sólo
está en una computadora, colgado online en Internet, ya no te lo apoyan igual.
No entiendo muy bien esa mentalidad, porque pasa eso…
¿Cuáles
son tus proyectos actuales?
Vivir,
ser feliz, amar y tocar… Ya hace rato tengo claro que ser famoso no es la clave
para ser feliz. Ser famoso, en algunos casos, es una necesidad para tocar
seguido, pero si buscás la felicidad por ese lado estás sonadísimo… Aparte ya
no necesito la música como trampolín social, ni como trampolín personal para mi
seguridad, mi ego, mi autoestima… Ahora es un don, es una gracia. Ya estar vivo
es un don, estar sano es otro don… Ahora, sucede lo que yo quiero que suceda
sobre el escenario y cada vez me viene a ver un poquito más de gente. El mío es
un trabajo de ameba. Estoy muy orgulloso de lo que hago y eso es algo que no me
pasó toda mi vida…
(Entrevista
realizada en julio de 2011)
Emiliano
Acevedo y Lean Ruano
Miguel ZAVALETA es un GRANDE.
ResponderEliminarGran Nota! Saludos
Excelente nota.
ResponderEliminarcual es el sitio oficial de zava??
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