¡Qué
bueno es el nuevo disco de los Rolling
Stones! Después de once años de espera, los
maestros del rock n´roll aprietan rewind
para regresar a sus inicios, a esa cuna del blues que los vio nacer. Eso es este
sorpresivo Blue & Lonesome, doce clásicos de la más pura cepa. Una
clase magistral dividida en doce lecciones del mejor blues, ese, el de Chicago,
todos temazos que Jagger escucha aun
hoy en su iPod. Y la verdad es que es un placer oír a los Stones tan
despojados, como si hubiesen vuelto a ese sótano de Exile on Main Street (1972) o, mejor, a ese Londres de principios
de los 60, cuando apenas eran unos tímidos adolescentes que se subían a tocar
con ese maestro del blues británico que se llamaba Alexis Corner.
Ya
no importa si van a volver a grabar nuevas canciones propias alguna vez. Sí lo
hacen, genial, las escucharemos. Sin embargo, parece que en la última década –según
las propias palabras de Jagger- apenas si alcanzaron a componer material para
medio disco de temas nuevos… Por eso, que se hayan decidido volver a juntar en
el estudio, al menos para regalarnos este discazo de covers, es un consuelo más
que feliz. Y es que aquí los tenemos a los muchachos en su salsa, sacándole lustre
al más de medio siglo de sapiencia blusera. El resultado es más que optimo, ya
que prácticamente es imposible dejar de agitar la cabeza como un desquiciado
con este nuevo (viejo) álbum. Con el bocón Mick
y su gola intacta, y esa forma de tocar la armónica como nadie en el mundo
rock. O las guitarras filosas de Richards
y Wood, quienes se entienden en
forma telepática. Y ese Charly Watts,
interminable… Escuchándolo, hasta es posible imaginárselo con su cara de abuelo
impasible pero feliz, dándole con precisión a esos parches mitológicos.
Según
parece, la génesis del álbum tuvo lugar entre el 3 y el 16 de diciembre de
2015, cuando se pusieron a grabar en los estudios British Grove, de Mark Knopfler, ubicados en el West
London. Bajo la coordinación y las sugerencias del gran productor Don Was, los Stones fueron grabando rápidamente,
casi en una toma, estos bluesazos que iban saliendo uno tras otro, en forma
impecable, quedando registrados para la posteridad. Y como si fuera poco, Eric Clapton (señores, ¡de pie!) vino
de visita y grabó su viola en dos temas…
En
la primera sesión, los músicos ya habían grabado cinco de los doce temas. Sin
embargo, las mezclas finales fueron incomparablemente más largas y complejas, y
llegaron hasta abril de este 2016, cuando el disco estuvo al fin terminado. Aun
así, el sonido final buscaba preservar la autenticidad de todo el proceso,
acorde la esencia misma del blues de raíz. Y lo que queda bien en evidencia es
esa sonoridad fluida y natural que existe entre los integrantes de la
banda. Desde el tema de apertura, “Just Your Fool”, donde se puede
escuchar el primero de los desbocados fraseos de Jagger con la armónica, hasta el track con el que se cierra la
fiesta, un sanguíneo cover de “I
Can’t Quit You Baby”, del inmortal Willie Dixon, en donde el bocazas más famoso de la historia del
rock concluye una de sus
demostraciones musicales más convincentes e irreprochables en términos
discográficos de toda su carrera.
Y
no estoy exagerando ni un ápice. La performance de Jagger en este álbum es para
sacarse el sombrero. Como pasa con los buenos vinos, a los 73 años, el veterano
vocalista, con más de mil batallas sobre las espaldas, está cantando mejor que
nunca. La enésima demostración de
que su imán carismático no tiene parangón en la
escena del rock. Porque al fin y al cabo, Mick Jagger es el gran protagonista de este
magnífico disco, en donde también se destacan, aportando lo suyo, esos dos lujosos
acompañantes de tantos años y con tantas millas recorridas junto a la banda más
grande del mundo: Chuck Leavell
(teclados) y Darryl Jones (bajo).
Por supuesto, también hay que resaltar la participación de Matt Clifford (teclados) y el legendario Jim Keltner, quien toca percusión en “Hoo Doo Blues”.
EL REPERTORIO ELEGIDO
El disco comienza con “Just
Your Fool”, una de las piezas más características de uno de los armoniquistas
esenciales del blues, Little Walter,
que encuentra en Jagger una majestuosa réplica. Son dos minutos dieciséis gustosos,
en donde los Stones suenan afiladísimos y felices, como si los hubiésemos encontrado
en una bodega, tocando para ellos solos. Un placer.
Por supuesto, en “Commit a
Crime”, de Howlin' Wolf,
aparecen Richards y Wood llevándose el tema puesto en una impresionante exhibición
instrumental. Este es un clásico del blues, viejísimo, pero que aquí suena
actual y potente.
Y el “Blue and Lonesome”
que sigue, además de darle título al álbum, es otra gema de Little Walter. Una canción emotiva que
Jagger desgrana con entregada convicción, sutileza y oficio. Emociona desde la
primera hasta la última nota. ¡Y esa armónica! Por Dios, es impactante… No sé
de dónde sacaron su nueva sangre estos vampiros del rock y el blues, pero
espero que me hayan guardado un poco a mí.
“All your love”, de Magic Sam, es otro tema que permite
permite a Richards y Wood exhibir su versatilidad. Con buenísimos solos de
piano y el ritmo preciso y consistente de ese relojito llamado Charlie Watts. Y
con ese sonido sucio pero hermoso, como si estuviese saliendo de un parlante
roto. Emocionante, sin dudas.
Con su ritmo casi de tabla
de lavar, “I Gotta Go” es otra pieza de Little
Walter. Un temazo proto rockero traído hasta aquí casi desde el mismo
inicio de los tiempos. Otra vez nos encontramos a los Stones, como en todo el
disco, sonando crudísimos y con mucha soltura. Para escuchar y volver a
escuchar. Hace rato que no se los apreciaba así, tan frescos en un disco de
estudio.
“Everybody Knows About my
Good Thing” fue un éxito de Little
Johnny Taylor, compuesto en 1971, y aquí brilla como una pequeña maravilla
de soul sureño. Es fácil imaginarse al rubio Duane Allman agitando su rubia melena en alguna nube, mientras su
amigazo Eric Clapton dibuja
maravillas otra vez con su inmortal viola slide,
acompañando a sus amigos piedras rodantes. Otra canción que te pondrá los pelos
de punta y la piel de pollo.
Sigue ese rompedero de cráneos,
que es la versión de “Ride ‘Em on Down”, original de Eddie Taylor, en donde Richards y Wood parecen estar manejando dos Fórmula
Uno, por la forma en que se desplazan por esta pista del blues, ejecutando dolientes
riffs y punteos impactantes.
En “Hate to See You Go”, el
tema de Little Walter, Jagger canta
como si aún fuera ese joven hambriento de los 60, tomando el aire, entre cada
verso de la canción, cargando sus pulmones para exhalar maravillosas notas por
su armónica. Sin dudas, uno de los mejores momentos del disco.
Y otro gran momento se da
en la hipnótica “Hoo Doo Blues”, un clásico firmado originalmente por Lightnin’ Slim, que la voz de Jagger
llena de energía.
Por su parte, en “Little Rain”,
de Jimmy Reed, Richards se luce
nuevamente, como en los viejos tiempos, haciéndonos temblar eléctricamente de
forma magistral.
Luego es el turno de la versión
de “Just Like I Treat You”, un clásico de Dixon
que el incendiario guitarrista Howlin’
Wolf convirtió en un blues enronquecido, y que aquí los Stones preservan en
esa misma tesitura.
Y para el final del disco
dejan, nada menos, “I Can’t Quit You Baby”. Otra maravilla de Willie Dixon aunque los Stones
reelaboran la versión del guitarrista Otis
Rush. Por supuesto, ésta no tiene nada que ver con el clásico cover de Led Zeppelin en su primer álbum homónimo
de 1969. En la versión de los Stones nos encontramos a un Jagger que eriza los
pelos con sus temibles aullidos, y con el
slide de Clapton, quien la descose con otro solo antológico,
indescriptible. Los mismos adjetivos que le caben a este soberbio disco.
Datos
curiosos: es el primer disco de los Stones desde Dirty Work (1986) en donde
Jagger no toca la guitarra en ninguna canción, y es el primero, desde It´s Only
Rock n´Roll (1974), en donde Richards no canta en ninguno de los temas. Parece paradójico,
pero no lo es tan así. Simplemente, volvieron a las fuentes, como si estuvieran
grabando su primer álbum, en aquel lejano 1963, en donde aún no sabían ni como
se componía un tema y eran felices como chicos (y es que lo eran…). Los Glimmer
Twins inmortales, inoxidables, junto a Charly y Ronnie, haciéndonos felices
nuevamente con otro disco que está en las antípodas de sus giras y monstruosos
shows, cuando ya no esperamos volverlos a escuchar así…
E.A.
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