A lo largo de todo este año hemos tenido la fortuna
de entrevistar a un buen número de seres apasionados por la música, personajes
que hacen del acto de componer y/o interpretar canciones su arte, su
experiencia vital única y definitiva. Uno de estos referentes es Jorge Omar Minissale.
Guitarrista, cantante y compositor; Jorge es un tipo que puede pasarse
horas hablando sobre grupos y solistas, sobre canciones y discos varios. En su
riquísimo anecdotario entran nombres propios y ajenos. Y así trascurrimos esta
charla que se extendió más allá de lo esperado en un café de Colegiales, a
pasitos de Lacroze y Cabildo.
Con Jorge hablamos de todo, desde sus inicios
musicales en su seno familiar, así como de su época adolescente cuando tocaba folklore acompañando a Aldo Monje
y su consagración en Suéter, la histórica banda de los 80. De ahí a Radio
Shakeaspere, pasando por Los Twist, la TV, otra segunda vuelta por Suéter
(en pleno siglo XXI) y su riquísima experiencia –llena de rock & pop- en su grupo Mamporro.
Interprete, estudioso, investigador y docente, Minissale es un laburante
de la música, que hizo de todo en pos de su amor por este arte; y no por nada la
entrevista termina dando cuenta del arte de la composición –y sus
consecuencias-, en donde este músico revela un poco del delicado (y dedicado)
proceso que le da vida a una canción, nada menos…
ENTREVISTA: ¿Cómo
arranca tu carrera como músico?
Me dediqué a la música por mi padre, él fue músico
toda la vida. El tocaba el acordeón; incluso, yo llegué a tocar con él: primero
la batería, después, un poco, la guitarra. Mi padre vivió, y mantuvo a toda
nuestra familia tocando mucho en una época en que la gente bailaba con las
orquestas, no con los discos, y siempre había peñas (o fiestas) con tres o
cuatro orquestas que hacían, cada una, un estilo especifico. La de mi viejo era
la llamada “orquesta característica”, es decir, aquella que hacía muchos
ritmos, desde pasodobles hasta los hits de ese momento. Yo me crie en ese
ambiente, aparte, mi viejo daba clases de música en mi casa. Además, mi hermano
–que es mayor que yo y toca la batería- empezó a tener sus grupos y a ensayar
en mi casa.; y yo me volvía loco, maravillado, escuchando el sonido de la
guitarra eléctrica. Yo sólo tenía 10, 11 años en ese momento y, obviamente, me
echaban de todos los ensayos, pero siempre me las arreglaba para poder estar. A
la vez de esto, mi hermano también estaba rodeado de gente que tenía discos, y
así empiezo a escuchar la música de los Who, Cream, Jimi
Hendrix… Imaginate, ¡cuando esos discos recién salían...! Así, me curtí
escuchando música que -en ese momento- era para elegidos, porque no cualquiera
podía escucharla; hasta que escuché Pappo´s
Blues, Volumen 1, y ahí dije: “Tengo que tocar la guitarra…”
¿Así de una,
lo decidís luego de conocer la música del Carpo?
Sí, por ese y por el primer disco de La Pesada
(el grupo de Billy Bond)... Y también por el primero de Aquelarre.
Ya había escuchado a Almendra, Manal y todos los otros grupos
iniciales, pero el primer disco de Aquelarre me pegó de una manera muy
especial, y el de La Pesada, directamente, me volvió loco…
Discos en
donde tocaban violeros muy grosos: Héctor Starc, Pappo, Claudio Gabis…
Sí, si, tal cual; lo de Héctor en Aquelarre
era increíble, o lo de David (Lebón). Bueno, David es mi
ídolo absoluto. Así es como que arranco como guitarrista, sin saber nada, y un
poco a los tropezones, me compro mi primera guitarra eléctrica, un mamotreto
intocable, que ni marca tenía; y me juntaba con un chico que vivía a la vuelta
de mi casa que intentaba tocar el bajo. Con él y otro pibe que tocaba la
batería hacemos un primer trío. Después, mi viejo me compró mi primera guitarra
–más o menos decente- que era una Faim, con distorsionador. Luego, en la
secundaria, más decidido a querer dedicarme a ser músico, empiezo a comprarme
mejores instrumentos, equipos, y, creo, durante mi segundo año de secundaria,
me meto en el Conservatorio de Morón –porque, yo vivía en Ramos Mejía-, y
estuve dos o tres años estudiando ahí, pero no era lo que yo estaba buscando.
Si bien yo tenía facilidad y todo eso, lo que yo quería era tocar como Jimi
Hendrix. En esa época, en la Zona Oeste, donde yo vivía, los máximos
exponentes eran Mam, el grupo de Ricardo y Omar Mollo; y
yo me hago muy amigo de ellos. Ricardo ya tocaba como lo hace ahora….
Así que era increíble verlo, ya era un dios de la guitarra…
Ya estabas
metido con todo en el rock…
Sí, porque al mismo tiempo, medio de casualidad,
comienzo a relacionarme con gente –de otros barrios- que también se dedicaban a
esto, y conozco a unos chicos que hacían una especie de rock sinfónico…
Ahí, es cuando empiezo también a escuchar a Yes, Genesis, eso me
cambió absolutamente la forma de ver la música. Creo que Close to the Edge
(de Yes, 1972) fue un antes y después en mi vida, un descubrimiento
increíble. Estos pibes del grupo eran un trío, en la onda de Emerson, Lake
& Palmer, en donde el Pollo Raffo tocaba el órgano, junto a Marquitos
Pusineri (batería) y un bajista. Entonces, ese trío que se llamaba Trigémino
por lo de “tri”, igual, siguió con esa denominación, ya siendo cuarteto,
cuando me incluyeron a mí, en guitarra. En ese grupo, ensayábamos mucho,
haciendo música muy compleja…
¿Qué edad
tenías ahí?
16, 17 años, pero, claro, yo era un queso, viste…
En cambio, Raffo ya era un genio, un verdadero niño prodigio, un chico
muy educado, muy buen pibe. Ahí nos hicimos como hermanos, y aún hoy sigue
siendo uno de mis más grandes amigos. Incluso -a pesar que no nos vemos muy
seguido-, estamos siempre en contacto, y hace tres o cuatro años volvimos a
grabar toda la obra de Trigémino, porque (en su momento) nunca habíamos
podido grabarla, y el único registro que había estaba hecho con un grabador
mono, al aire; porque en esa época no existían aun los pads… La única forma de
tocar era armando nuestros propios shows. Por eso siempre digo que la movida “independiente”
viene de hace miles de años… En esos años también estaba MIA, el grupo
de Lito Vitale, Juan (del Barrio), y ellos también estaban
en eso de la “autogestión”. Es que, claro, las grandes compañías no nos
contrataban, era imposible grabar un disco, los únicos que grababan eran tipos
como Charly García o Luis Alberto Spinetta…
Todavía era
muy under la movida…
Nosotros, lo que hacíamos, era contratar un teatro
–en esa época, habían muchos teatros de obras sociales, de sindicatos, salas
hermosas para 300 espectadores-, y lo alquilábamos (con un arreglo de 60-40%),
saliendo a pegar nosotros mismos los afiches, etc. Así fue que, con Trigémino,
tocamos mucho y nos empezamos a foguear. Hasta que Juan (Raffo)
se empieza a copar con el jazz y se va. Nosotros seguimos, incluso,
aparece Andrés (Calamaro) para tocar en nuestro grupo. Andy venía
de tocar en Raíces, luego él se va, seguimos un tiempo más, y ahí se
corta lo de Trigémino. Eso ocurre en un momento en que yo estaba medio
perdido, porque ya tenía la edad para hacerlo pero aún no había encontrado la
forma de ser un músico profesional y poder vivir de esa que era mi profesión.
¿Tenías que
trabajar de otra cosa?
Yo trabajaba de cadete con Juan Acosta, un amigo mío de siempre. Juan quería ser actor, yo
músico, y laburábamos en la misma empresa… Así, él un día entra, con una
valijita, al (Teatro) Maipo y se presenta en una audición de Gasalla, y yo, otro día, me presento a
un ensayo, junto al baterista de Trigémino, y ahí conozco a Miguel (Zavaleta)…
ESCEPTICOS MANIFESTANTES
¿Miguel ya
tenía pensado armar una banda?
No, la cosa es así, yo me enteré de este ensayo por
medio de Marquitos Pusineri, con el que ya habíamos dejado de tocar
juntos en Trigémino. Si bien, sabía que Miguel era el cantante de
Bubu, yo lo conocía por (las revistas) El Expreso Imaginario, Pelo… No más que eso, viste. Todo
era muy sectario, nosotros vivíamos en provincia y no íbamos a Capital, no
teníamos contacto con músicos profesionales. Como estaban armando a un grupo
para acompañar a un cantante, (Miguel) me pregunta si quería participar.
En ese momento, él sólo tocaba el piano, no cantaba, y venia de estar divagando
por Europa. Me acuerdo que ensayábamos en una sala que estaba a una cuadra de
acá, en Federico Lacroze, en un lugar en donde también ensayaban Los
Redondos –que aún no eran nadie…-, y en frente ensayaba (Raúl) Porchetto,
que ya era un tipo groso, con todo el éxito que tuvo con el disco Metegol,
grabado junto al trío que luego sería GIT. Bueno, de esa idea inicial de
acompañar a un cantante, un tipo muy loco en una onda Frank Zappa, luego
de hacer un par de ensayos, a Marquitos se le ocurre una idea y le dice
a Miguel: “¿Por qué no hacemos un grupo nosotros, en vez de estar acompañando
a un cantante?”
Y se
mandaron, nomás…
En ese momento, Miguel ya tenía compuesto
casi todos los temas que luego estuvieron en nuestro primer disco (de 1982):
“Como en un Barco Lleno de Lauchas”, “Sin Porteros”, “Su Única Diferencia”… Yo
me acuerdo que escuchaba, como cantaba y tocaba el piano, y me parecía que era
como Elton John; nunca había visto una cosa así… Como yo venía de mi
época sinfónica en Trigémino, no estaba acostumbrado a tocar
otras cosas, a pesar de que ya se venía con todo la onda new wave con The
Police, y demás… Por eso creo que el primer disco de Suéter tiene
que ver con mezclar, eclécticamente, el aporte de todos, de mezclar un montón
de músicas, donde, por ejemplo, yo aporto “Métodos”, un tema muy experimental,
loco, armónicamente muy deforme. Esa variedad era la impronta de la banda, eso
era Suéter. Creo que el Suéter del primer disco es el más auténtico…
En fin, antes, con el grupo debutamos en un festival denominado Homenaje a John Lennon, hecho en conmemoración
del primer aniversario de su muerte, en el (teatro) Kraft; ahí debutamos con
otra formación, también con Rogatti en la otra guitarra, sin teclados.
Ahí estaba (Daniel) Grinbank, quien nos propone hacer un demo
–que terminamos grabando en El Cielito-, con tres temas. Después, se van Rogatti
y Marquitos Pusineri y aparece Juan del Barrio tocando
teclados. Luego de hacer el demo -y como a Grinbank le gustaba mucho el
grupo- grabamos nuestro primer disco, con Colombres en la batería, El
Fleque Folino en bajo –luego, reemplazado por Gustavo Dónes, en la
misma grabación-, Juan del Barrio, Miguel y yo. Previamente a
grabar el álbum, habíamos hecho, durante tres o cuatro meses, una comedia
musical, una versión muy bizarra de Romeo
y Julieta, en el Teatro Coliseo –en plena Guerra de Malvinas-, en donde
nosotros éramos la banda de acompañamiento, con música compuesta por Carlos
Cutaia. Ahí hacíamos esa partitura muy compleja y difícil, mientras que
continuábamos siendo una especie de niños malcriados, muy locos, una autentica
jauría humana… Fue una época muy linda, efervescente y creativa.
¿El nombre
del grupo a quien se le ocurrió?
A Miguel. Estuvimos todo un día pensando que
nombre ponerle y no salía nada, y cuando nos vamos, nos dice, sentado atrás del
(Piano) Rhodes: “¿Y si le ponemos Suéter?”, y nos gustó…
Contabas que
habían empezado con Grinbank, de manager…
Sí, y medio con el pie izquierdo, porque hubo un
mal entendido… Es como muchos dicen: “La leyenda cuenta que todos odiaban a Suéter…”
En realidad, no era que lo odiaran sino que no lo entendían. Nadie entendía que
un pibe con bigotes, como Miguel, que no se hacia el langa, ni era un
sex symbol –aunque lo intentaba…-, tocara una canción como “El Fugitivo”, y se
pusiera un (piloto) Perramus, o saliera con toda la cara tapada… Y para mucha
gente, que estaba saliendo de la dictadura, éramos el blanco perfecto de toda
esa catarsis, y por eso nos tiraban de todo… Decí que no había venta libre de
armas, que sino no hubiésemos sobrevivido… (risas)
Y lo mismo le pasó a otros grupos como Los Twist, Virus… Era otra
visión, bueno, la new wave era eso, un delirio pero acompañado por algo,
porque los tipos tocaban muy bien y eran grosos, lo mismo que Los Abuelos de
la Nada…
¿El
periodismo especializado los odiaba, también?
No sé si éramos odiados, creo que al periodismo les
caíamos simpáticos porque hacíamos lo que ellos no podían hacer. Cuando sacamos
el primer disco, no pasó nada, después, como Charly también era
representado por Grinbank, nos proponen tocar con él en Ferro, en la
presentación del disco Yendo de la Cama al Living
(diciembre de 1982). Y ahí hubo un malentendido porque, a la vez que nuestra
propuesta no era entendida, toda esa gente estaba re podrida y lo único que
quería era ver a Charly, y por eso fueron tan agresivos con nosotros. A
partir de ahí, comenzamos a hacer nuestros propios shows, todos los domingos,
en un boliche que se llamaba Entreactos,
en Belgrano, en forma independiente porque, claro, ¿a quién le podía vender, en
ese momento, Grinbank un show nuestro? A pesar de eso, cada tanto,
íbamos a tocar al sur, tocábamos en todos los lugares de acá: en Stud, La Esquina del Sol... Fuimos un
grupo que se hizo de abajo, pero teníamos mucha convicción, porque nuestros shows
sonaban mal, pero tenían actitud, y así nos empezó a seguir más gente…
“Amanece en la Ruta” no era ningún éxito. De
movida, la canción más importante del segundo disco (Lluvia de Gallinas, 1984) era “Vivo de Noche”, “Amanece…” también
era importante, pero (aun) no era “aquella canción emblemática”, viste;
y no sé cuándo empezó a serlo. Es más, al principio no la queríamos poner en el
disco. Me acuerdo de que habíamos empezado a grabar con (el ingeniero de
sonido) Mario Breuer, pero como él estaba haciendo tres discos a la vez
(Del
´63 de Fito Páez, Hotel Calamaro y el segundo
nuestro), terminó quemado… Entonces, como Mario no puede terminarlo, lo
agarra Amilcar Gilabert -un tipo grande que venía de trabajar con Serú
Girán-, y éste también toma el rol de productor, porque lo nuestro (en la
producción) era caótico; y ya teníamos “Amanece en la Ruta”, porque lo veníamos
tocando hacía mucho, pero no nos gustaba porque nos parecía una canción melosa.
Sin embargo, Amilcar nos dice que tenía que estar, sí o sí, en el disco
porque iba a ser un éxito, y nos terminó convenciendo… Es más, de ese álbum, el
tema que elegimos para hacer un video clip fue “Mamá Planchame la Camisa”. Ese
fue uno de los primeros clips que se hicieron acá, y lo hicimos aunque no había
casi ningún lugar en la tele en donde pasarlo… Pero, de a poco, seguimos
creciendo. Por ejemplo, el segundo disco fue grabado en 16 canales –en los
estudios Panda-, y para el tercero grabamos en 24, en ION, que era como llegar
a la cima, grabar en un estudio que era como el “Abbey Road argentino”.
¿Cómo fue la
grabación del tercer disco (20 Caras Bonitas, 1985)?
En ese álbum yo traté de cantar dos o tres temas,
para abrir un poco el foco musical. Entonces, entramos a grabar, grabamos ese
material, y terminamos el disco. Pero, luego, nuestra compañía (Interdisc, de Pelo Aprile) recomienda que (Charly)
García revise el álbum, y éste deja todo el material de Miguel,
pero saca mis temas, algo que para mí fue un golpe durísimo, porque yo había
trabajado un montón para componer eso. A partir de ahí, ya nada fue igual. Hay
que tener en cuenta de que Suéter, más que grupo, fue un colectivo
musical, porque por sus filas pasaron millones de músicos, viste…
Pero, la
diferencia es que vos venias desde el principio…
Claro, yo soy el que fundó la banda con Miguel,
pero ya las cosas no eran las mismas, que se yo… Me acuerdo de la frase de García:
“Estos temas tuyos son para otro disco…” entonces dije: “Bueno,
tendré que hacerlo, nomás…” Así que empecé a armar Radio Shakespeare,
y cuando empezaba a pegar Suéter, a aparecer hasta en la revista Antena,
a tocar jueves, viernes, sábados y domingos; justo en ese momento, yo me fui,
me bajé –con esa mentalidad “oportunista” que me caracteriza-, dije
adiós, y quedé como un héroe -sin un sope-,
pero nadie me puede decir nada…
¿Qué hiciste
ahí?
Armé Radio Shakespeare y a meterle para
adelante… Me dediqué con mucha furia a lo del grupo, pero quizás no era el
momento, o yo no estaba del todo preparado para sacarlo adelante. Radio tuvo
su momento, pero cuando llegamos a tener casi un contrato para grabar con El
Cielito Records, hubo una vuelta atrás, justo nos agarró la híper inflación, y
dijimos basta. Justo en ese momento comienzo a engancharme con Samalea y
el Zorrito –a quienes conozco de chicos-; ellos estaban tocando junto a Charly
–que estaba pasando por uno de sus mejores momentos-, justo se va el Negro
García López del grupo de Charly y los pibes le empiezan a insistir
para que yo sea su reemplazante; y así comenzamos a tocar, recorriendo todos
los boliches de Buenos Aires. También, en esa época, junto a Fabián comenzamos
a laburar en la tele con Petinatto, en donde formamos una banda fija en
los programas Rebelde sin pausa y Cuidado con el perro. Cuando termina
este proyecto televisivo, yo ya estaba metido en lo que luego sería Mamporro.
Paralelamente a todo esto, siempre me mantuve estuve tocando en Los Twist,
desde el 93.
Sí, en el año 2000 nos empezamos a juntar, con la
formación original, pero volvieron a ocurrir los mismas cosas de siempre,
después de 20 años; así que ya está. Volvimos, tocamos durante un par de años,
mucho por el interior, en casinos, y la banda sonaba realmente muy bien y nos
divertíamos mucho, hasta que llegó el momento de querer grabar un disco, y ahí empezaron
de vuelta los problemas. Además, luego de la muerte de Gustavo (Donés),
ya nada fue lo mismo. Así que todo terminó ahí, fue un periodo que llegó hasta
2007, y no se logró nuestro objetivo de hacer un nuevo disco. Igual, yo
considero que era muy difícil volver a recrear lo anterior, cuando aquel
momento ya había pasado.
NO MIRES ATRAS
Antes y
después de este regreso de Suéter estuviste en Mamporro. ¿Qué balance hacés de
esa experiencia?
Hicimos un primer disco (Amplificador, 1996)
muy rockero y crudo, en power trío,
tipo Hendrix o Cream. Después, el segundo álbum (Palabras
Armadas, 2000) fue muy experimental, porque le empezamos a meter
muchos instrumentos exóticos –como el sitar-, cuerdas, etc., pero sin redondear
la canción, por eso fue un disco “no radiable”; y, en cambio, el tercer
disco (Nada es Demasiado, 2008) es
una producción para pasar en la radio, y creo que tiene canciones de calidad y
es popular a la vez.
No sigue porque es muy difícil tener un grupo con
gente grande, cuando los objetivos comienzan a ser distintos. Era muy difícil. No
todos viven de la música, no es lo mismo que armar un grupo cuando sos chico,
¿no? Cuando sos pibe, podés darte el
lujo de un montón de cosas, pero con más años encima, la vida te cambia y
empezás a ver las cosas de otra manera. Además tuvimos un par de problemas con
el management y ahí medio que se empieza a desbarrancar todo…
¿Cómo te
metiste en la enseñanza?
Hace muchos años, decidí no acompañar cantantes
porque no me banco los años sabáticos, digamos, y como -por suerte- no tengo
que acompañar a nadie por necesidad, puse toda mi energía en dedicarme a lo
mío. Doy clases a full –que, me encanta-, es mi trabajo; no es que me aboqué a
la enseñanza, lo hago porque es mi oficio. Yo soy músico desde que me levanto
hasta la noche, no hago otra cosa. Estoy 7 u 8 horas tocando la guitarra, todos
los días, todo el año. En sí, yo empecé seriamente en la docencia, luego que
termina Radio Shakespeare, y me invitan de Berkley, cuando ellos
establecen una cabecera acá -que después se conoció como la Escuela de Música Contemporánea-,
a fines de los 90. Ellos me llamaron para dar una cátedra de rock y blues y otra de ensamble; una experiencia
buenísima. Trabajé cuatro años ahí, y fue muy intensamente, y cuando dejé de
trabajar ahí, seguí por mi cuenta. El enseñar me mantiene en la veta,
componiendo, estudiando siempre; me gusta muchísimo estudiar. Se me da más por
escribir que ponerme a tocar la viola, no me va eso de ser un guitarrista exhibicionista.
En sí, en mi música, me interesa más el tema de la composición y cantar; y mi
labor de guitarrista la dejo para cuando toco en la banda de Pablo (Sbaraglia),
ahí sí me mando a hacer solos bien rockeros y eso…
¿Qué estás
haciendo ahora?
Ahora, luego de terminar lo de Mamporro,
estoy en un momento bastante particular, en camino a largarme, con mi nombre,
en un proyecto solista, y esta es una experiencia nueva, más distendida porque
no tengo la obligación de tocar con un grupo de gente determinada, ni componer
una música o tocar instrumentos específicos…
A mí me interesa cruzar las cosas. El rock es aquello con lo que me crié,
me sale fácil, pero vamos a ver, porque el hecho de tocar con otra gente
también te genera otra impronta y, entonces, aquel tema que tenías compuesto
pasa a ser otra cosa. En verdad, no estoy acostumbrado a trabajar solo, por eso
el hecho de pasar a ser solista es todo un desafío. Yo siempre pienso que la
música tiene que estar hecha para que la disfrute la gente, y no ser un
producto solo para elegidos, la música tiene que ser popular, veremos si
podemos hacer música que sea popular y también de calidad. Hacer una música que
hable sobre cosas que le pasa a la gente y tratar de hacer un disco que no
caiga en los lugares comunes, digamos, y tener como referencia a todos esos
grandes artistas que me apasionaron.
DE UN CORAZON DIRECTO AL OTRO
¿Qué te
inspira a la hora de componer?
Yo todo el tiempo estoy componiendo. Son esas
cosas, viste. A lo mejor estoy jugando con una secuencia de acordes y me
pregunto: “¿Adónde vamos?”; y cuando me digo esto empiezo a tener un
menú de opciones. Como verás, no soy de los compositores que hacen diez temas
en una noche, no creo en eso. Dirigir una película tiene mucho que ver con
componer una canción, porque uno va como armando una historia; y el núcleo de
lo que uno quiere decir lo dice en un momento determinado de la obra. Es muy
interesante, el ponerse a componer es un momento íntimo, impagable, viste. Yo
me doy cuenta cuando estoy listo para decir algo, para sentarme a componer. Uno
se siente como efervescente y te ponés a escribir algunas frases en un cuaderno
y eso te dispara a otro lugar. Una vez le preguntaron a Spinetta que
hacía primero, si la música o la letra, y él dijo que se dejaba llevar por la
melodía, que a lo mejor tenía una secuencia de acordes, tarareaba algo, y
después trataba de encapsular palabras en eso; que es un poco lo que yo siempre
hice. Después están los otros, por ejemplo Sabina, que es un tipo que
primero escribe la letra y después le pone música. Por eso, si vos te ponés a
escuchar las canciones de Sabina, en su música no vas a encontrar una
riqueza, sino a un tipo que dice, que te cuenta una historia…
Claro, será
por eso que algunos –entre los que me incluyo-, somos más enamorados del sonido
más que de la letra, y no nos podemos enganchar con compositores como Sabina…
Ahí va. Y yo no sé si eso no le abrió la jaula a un
montón de gente que no hace cosas de calidad, porque, si bien, escribir es
difícil; hacer música es muy difícil. Escribir tiene que ver con algo que uno
hace diariamente, y está relacionado con la comunicación. Por supuesto, no
todos podemos ser poetas; pero dominar un instrumento musical no es para
cualquiera. Yo tampoco tengo la última palabra, ¿eh? No quiero sonar como que
lo que digo sea la verdad absoluta, es lo que me parece a mí, nada más. A lo
mejor, hay algún punto de contacto con otro que piensa lo mismo. Muchas veces
escucho que me dicen (de alguna canción): “No, pero mirá las cosas que dice,
está buenísima la letra…” A esos les diría, que si les interesa tanto eso –
de privilegiar la letra por sobre la música- porque no se compran un libro,
mejor. O, acaso, ¿no leen, no se forjaron leyendo? De ser así, entonces, no
pueden escuchar a los Beatles, los
Rolling Stones, ni nada… Porque si los pusiera a escuchar a los Beatles,
con esas letras que decían –en especial, en sus primeras tiempos-, “hey,
hey, te amo, te amo”, “hola, adiós”, o lo que sea; que podrían
decir, que es una pelotudez… Pero, claro, -por eso yo siempre escuché música en
inglés- porque para mí la voz, en esos temas, era un instrumento más. Por eso,
también, Bob Dylan hizo tanto revuelo cuando apareció. Porque antes de
él, las canciones decían, simplemente, “quiero tener tu mano”… Pero, a
pesar de eso, cuando uno se pone a escuchar a Dylan -y aunque reconozca
que es un patriarca, que puso patas para arriba al rock-, musicalmente, armónicamente, lo suyo no es un gran
hallazgo… Dylan es un decidor, un profeta, o lo que vos quieras; pero no
un gran compositor (de melodías)...
Como tampoco
Leonard Cohen, Tom Waits, y demás…
Bueno, sí, la lista sería enorme. Yo hablo de la
música… Ahora bien, por otro lado, también tenés compositores como Charly…
En él se
conjugan las dos cosas…
Y sí, ¿pero porque no tenés 10 o 20 tipos como él
en el rock actual? No los hay,
porque tenés que pasarte mucho tiempo estudiando y nadie quiere hacerlo. Porque
es muy fácil tocar rock, pero
no cualquiera es Chuck Berry. Si querés copiamos sus acordes y los
tocamos, pero a ninguno de nosotros se nos ocurrió inventar eso, sino a él…
¿Y cómo ves
el panorama del rock a futuro?
Me parece que ahora es todo lo mismo, suena todo
igual. Puede haber algún grupo como Muse, que trata de hacer algo
distinto, pero también es un embole… Con todo respeto lo digo, me aburren, lo
mismo que Mars Volta, que está buenísimo, pero los escuchan diez locos
nomás… Insisto, es muy fácil hacerte el sabio, y crear una música
“experimental”. Yo, ahora mismo, me pongo a golpear esta taza con una cuchara,
hago un loop sobre esto, le pongo un montón de voces hablando encima, y diez
locos como yo te van a decir que esto es “genial”. ¿Y el otro extremo, cuál
es? Agarrar un Do mayor, un La menor y hacer un tema; luego, agarrar una
secuencia parecida, y hacer otro tema…
Así van saliendo como si fuera una fábrica de
chorizos…
Es como me dijo alguien alguna vez: “Tenés que
saber, pero no se tiene que notar”. Por ejemplo, agarrás un tema de McCartney,
y el tipo sabe lo que está haciendo, pero no se nota. Lo mismo pasa en con las
canciones de Elvis Costello, Billy Joel… Todos ellos saben cómo
hacerlo, pero no se nota. Si se nota es porque que sos un rebuscado. Yo, a
veces, a la gente le pregunto qué diferencia encuentran entre una zamba
sencilla, divina, y un tango. ¿Y qué te dicen? “Ah, el tango es muy
complicado…” ¿Pero, porque es complicado? Porque no cualquiera puede
hacerlo, ya que tenés que saber… Tenés que saber, no hay otra. Y antes la
música era hecha por gente que sabía. En la Argentina, a partir de los 90, se
empezó a amplificar ese lema punk del que “cualquiera puede hacerlo”;
pero este lema no llegaba asociado al punk, directamente, sino a un rock
llamado rolinga, chabón, barrial, etc.… Entonces, como “cualquiera podía
hacerlo”, se le empezó a perder el respeto a la música, al arte de hacer
música. Cualquiera hace cualquier cosa y, como eso tiene un poder de
convocatoria, se sostiene. Entonces, las nuevas generaciones que aparecen
dicen: “Ah, pero mirá toda la gente que va a verlo. Hagamos esto…” Sin
embargo, por otro lado, hay un montón de chicos que estudian, que se preocupan,
que son músicos interesantes, tienen un montón de información, y están
formados… Y, bueno, estarán esperando su momento…
Yo creo que el rock va a quedar para la gente que es del palo…
¿Cómo que va
a haber como dos corrientes, una de rock
masivo y otra dedicada a propuestas más arriesgadas que rompan con el
paradigma actual?
No lo sé. Sin embargo, ya hay muchos lugares under
adonde la gente va para sentirse diferente; pero, bueno, eso siempre fue así.
La diferencia es que antes buscábamos diferenciarnos de “lo comercial”,
pero ahora ya no existe más “lo comercial”, y eso fue reemplazado por lo
llamado “barrial”, si querés… No sé, quizás eso sea lo que tenga que
ser; porque tampoco me interesa ser la palabra autorizada de nada, ni que me
vean como un patriarca por decir esto…
¿Cuál es tu
relación con las guitarras?
No soy un tipo que se casa con una guitarra y no
usa otras. Mi guitarra de siempre, la que tengo en el ropero, es la Fender
Stratocaster, es la misma con la que grabé todos los discos de Suéter,
pero hace un par de años que no la estoy usando. Ahora estoy tocando mucho un
modelo Telecaster muy rara, que ni siquiera es una primera marca sino una
Squire, con un sonido más de caja, sin llegar a una 335, que es una guitarra
muy versátil. Esa Telecaster es una guitarra maravillosa, tiene un timbre muy
cristalino y no es súper pesada, pero podés apretarla y te da una respuesta. Yo
tengo una forma agresiva de tocar la guitarra. La Les Paul me resulta demasiado
gorda por momentos, por eso ahora estoy tratando de conseguir una Les Paul pero
con micrófonos de 90, que son más simples. En resumen, siempre elijo las marcas
clásicas: Fender o Gibson, no me gustan ni PRS o Ibanez... Ninguno de mis ídolos
tocó una guitarra de esas marcas. Por eso, nunca podría tocar esas otras marcas
de guitarra, porque no me representan. Lo demás es pura cháchara, puro
ejercicio, obviamente, pero no es para mí. Como guitarrista, no me siento
identificado ni con la velocidad ni con la pirotecnia… ¿Sabés que pasa? Tocar
la guitarra o el piano, es como hablar. Es como si vos escucharas a alguien que
habla rapidísimo todo el tiempo, al principio te causa gracia, pero luego te
cansa; y con la música pasa lo mismo. No me interesa el exhibicionismo al pedo,
por eso yo siempre elijo y en donde otros ponen 10 notas, ponele, yo pongo solo
una…
(Entrevista realizada en noviembre de 2011. Jorge
Minissale finalmente editó su primer disco solista, Justo y Necesario, a fines de 2014. En este 2017 se encuentra
terminando la grabación de su segundo álbum solista)
Emiliano Acevedo
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