domingo, 20 de noviembre de 2016

SERU GIRAN: Érase una vez...



Un disco criticado, luego revalorizado; eso fue lo que sucedió con el primer trabajo de Serú Girán. Cancionero pero progresivo, continuaba la senda iniciada por Charly García en La Máquina de Hacer Pájaros, pero dándole otra vuelta de tuerca a la cosa. Es que Serú era un supergrupo, y en la suma de sus partes se apoyaba un entramado musical que, a la larga, devino en un repertorio inolvidable.

Y es que este primer álbum homónimo, producido por el gran Billy Bond, incluía a “Eitileda”, una hermosísima canción, con una música compleja, bien en la onda del rock sinfónico, y una letra melancólica, muy pop, que Charly le escribió a María Rosa Yorio. Esa lírica fantasmal, de fantasía e inspiración adolescente, era (casi) una auténtica “sinfonía para adolescentes” -cómo decía Phil Spector-, en donde se destacaba el sonido acaparador del (sintetizador) Mini Moog de Charly, el ritmo preciso de Oscar Moro, el impecable solo de guitarra de David Lebón, y ese bajo magistral de Pedrito Aznar, quién (¡con tan sólo 18 años!) dibujaba complicadísimos juegos melódicos.

Sin embargo, "Eitileda" no era un tema nuevo, ya que su núcleo, la parte que dice "no ves mi capa azul, mi pelo hasta los hombros", había sido sacada de una ópera rock frustrada llamada Theo, que Charly intentó escribir en su adolescencia; incluso, una proto versión de la canción, casi idéntica a ésta final de Serú, había sido interpretada por el bicolor durante los últimos tiempos de Sui Generis, junto a Nito Mestre; y se llamaba "Nena" (como aparece intitulada en el volumen 3 del registro vivo del show del Luna Park del Adiós Sui Generis). Finalmente, “Nena” se quedaría afuera de Ácido, el frustrado cuarto álbum de estudio de Sui, para luego transformarse en esta “Eitileda”, el gran tema del primer disco de los Beatles argentinos.

Por supuesto, no fue el único clásico de este disco, ya que esta producción también traía gemas como el homónimo “Serú Giran”; otra sinfonía pop, que incluía ese increíble idioma inventado por Charly y David, durante su estadía en las playas de Buzios (en donde deliraron el proyecto Serú): “Cosmigonón, gisofanía / Serú Giran, Serú Giran paralía...” ¿Y qué era Lirán Marino?” Según Charly, ese era el nombre de uno de los perros de Zoca Pederneiras, su novia brasileña de aquellos años.

En “El Mendigo en el Andén” se contaba una curiosa historia de amor, cantada como los dioses por Lebón, y rematada por un impecable cierre instrumental. La letra de “Voy a Mil”, a pesar de tener un ritmo cuasi alegre, era otra visión descarnada de la realidad, en la que su protagonista trataba de abstraerse de todo lo que pasaba en el durísimo devenir cotidiano. Algo de eso también estaba plasmado en “Autos, Jets, Aviones”, otra canción que hablaba del clima tenso de la época, en donde casi todos buscaban huir del hostil, sangriento, y represivo gobierno militar de Videla. Sin dudas, tanto por su ritmo –mezcla de batucada brasileña con un dejo tanguero- como por su letra, este debe ser uno de los mejores temas de toda la historia del grupo.

Pero, si vamos a hablar de clásicos temazos... Señores, de pie: aquí está “Seminare”. Sin dudas, un encadenamiento lírico de tal magnitud, que hoy resulta imposible de concebir una canción de amor con semejante envergadura. “Seminare” -que también fue compuesta por Charly inspirado por su primera musa, María Rosa Yorio, cuando ambos tortolitos vivían en una pensión en la calle Aráoz- es la historia de un chico común, con los pies sobre la tierra, quizás un mero loser outsider, pero que se animaba a decirle a la chica de sus sueños que dejara de mirar a esos chetos, amantes de la velocidad, que se paseaban en motos, y le prestara atención a él. Seguramente, uno de los más hermosos temas jamás compuestos por Charly (aunque muchas personas –debido a la su gran interpretación vocal- piensan que su autor es David). Sin dudas, “Seminare” simboliza la perfecta unión entre música y letra. Por eso, resulta extraño recordar que Serú Girán haya sido un álbum tan criticado. “Voces hermafroditas”, decían algunas de las crónicas de la época, categorizando el estilo musical del grupo como mero “engendro”, a secas. Por suerte el tiempo pondría las cosas en su lugar...


Muchos años después, en su último show en el Monumental, cuando se volvieron a juntar en diciembre del 92, esa magia imperecedera de Serú Giran sería recobrada por un instante, luego de una noche caótica, cuando Charly -con su camisa floreada, roja y blanca, tres talles más grande- le dio manija al viejo Mini Moog, sacando de nuevo ese añorado sonido híper reconocible; mientras que David dejaba de lado por un rato esa cara de orto, que lo había acompañado casi toda la noche; y Pedro, junto a Moro, edificaba, otra vez, esa monolítica base musical de 14 años atrás. Ese es el recuerdo que hoy, casi veinticinco años después, me viene de esa última performance de “Eitileda”. Un instante irrepetible, a pesar de los pifies y el mal sonido, con ese final de fuegos artificiales, en el que quizás haya sido uno de los momentos más emotivos de todos los conciertos de la historia del rock nacional. Ocurrió una noche, hace mucho, mientras la ciudad se seguía meando de risa, y tus piernas no paraban de ser, cada vez, un poco más largas...


Emiliano Acevedo


2 comentarios:

  1. Excelente reseña del disco. Un album que amo. Gracias por el comentario sobre el show en River. Ahora, una pregunta, ¿cual es el orden de los temas en el disco original? cuando lo grabé en aquellos años en cassette TDK, comenzaba con Seru Giran y terminaba con Eiti-Leda, lo que para mi fue el mejor orden. El final de eiti-Leda, esa coda de Charly es lo mejor del rock sinfonico, pero a nivel internacional!!! Un abrazo

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    Respuestas
    1. 1. «Eiti-Leda» - 07:01
      2. «El mendigo en el anden» - 03:42
      3. «Separata» - 01:40
      4. «Autos, Jets, Aviones, Barcos» - 04:11
      5. «Serú Girán» - 07:35
      6. «Seminare» - 03:32
      7. «Voy a mil» - 03:07
      8. «Cosmigonón» - 01:38

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