martes, 23 de junio de 2020

"Yo viví la mejor época del Metal", entrevista a Martín Knye


No hace falta decir que Martín Knye es uno de los mejores guitarristas de heavy metal de Argentina. Su pasado en la popular banda Kamikaze lo encumbró como uno de los más virtuosos violeros cultores de este estilo. Pero su pasión por la música no se detiene en el rock más pirotécnico, ya que también es un estudioso del flamenco, el blues y el jazz; además de interesarse por el tango. La suya es, además, una gran historia de superación personal frente a un condicionamiento de origen neurológico que consiste en un empeoramiento de la coordinación de su mano izquierda, problema diagnosticado como “distonía focal de la mano” por el que se vio forzado a parar e intentar una rehabilitación. Así, le llevó casi una década volver a tocar. Esta es la lucha que da día a día sin rendirse y por eso sigue en actividad como músico, docente de guitarra y, por su puesto, referente de muchos de sus alumnos y admiradores.

ENTREVISTA> ¿Cómo estás pasando la cuarentena?
Es complicado. Me adapté a dar clases online como la mayoría de los profesores de música. La realidad es que no es lo mismo, una clase presencial no se puede comparar, vos tenés a la persona adelante tuyo físicamente y podés observar toda una serie de detalles muy técnicos que a la hora de enseñar son muy importantes, y con una cámara por más buena que sea no es lo mismo…

¿Por qué empezaste a tocar la guitarra?
Porque tengo dos hermanos bastante mayores que yo, y uno de ellos escuchaba discos de rock pesado. Tenía discos de Led Zeppelin, Black Sabbath, Pappo´s Blues, Pink FloydEs como que recibí esa influencia musical a nivel subconsciente desde muy chico. Además mi hermano tenía una guitarra española y tocaba temas de Creedence o de Pappo. La primera vez que agarré la guitarra para ver de qué se trataba tenía 12 o 13 años. Lo primero que escuché por mi cuenta fue Kiss, a los 10 años, y de ahí entré en toda la movida de hard rock y heavy metal. Entonces, para cuando agarré la guitarra yo ya tenía mucho rock escuchado y ganas de aprender a tocar.
A los 14 empecé a recibir mis primeras clases y a los 17 tocaba todo el día.

Eso fue a mediados de los 80 más o menos…
Sí. Hice la secundaria entre el 81 y el 85 y todos esos cinco años estuve escuchando metal y dándole a la guitarra a full. No hay dudas de que soy de la generación del heavy metal.  

¿Te copabas con Van Halen?
Sí, es más, los vi en vivo en Obras cuando vinieron a Argentina en febrero de 1983. Tenía 15 años, me volaron la cabeza. Sigue siendo uno de los mejores cinco conciertos que vi en mi vida. ¡Y mirá que los vi a todos! Pero ese concierto no me olvido más. Además ya era fanático total de Eddie Van Halen

Se podría decir que junto con Yngwie Malmsteen son tus máximas influencias, ¿no?
Yo te diría que sí. A ver, después de tantos años de tocar tengo infinidad de influencias, y no solo de guitarristas de rock, porque me gustan guitarristas de flamenco, de tango o de jazz… Pero si te tengo que decir dos tipos, sí, tanto Eddie como Yngwie Malmsteen son los dos guitarristas que más me influyeron, a pesar de que, por supuesto, uno con los años incorpora otras cosas. Y también surgen otras influencias más básicas, quizás. Mis primeras influencias de guitarra tienen que ver con bandas de hard rock más basado en el blues como AC/DC o Riff. Entonces si te sumo todo el hard rock basado en el blues, más Van Halen y Malmsteen, ahí está toda la base, sin nombrar posteriores influencias de la fusión, jazz, flamenco y demás.


Contame algo de tu trabajo con el flamenco…
En mi casa se escuchaba mucho esa música, entonces a mediados de los 90 me puse a estudiar flamenco con un guitarrista español. Es una música muy particular, muy compleja, y te la tiene que enseñar alguien que sepa bien de qué se trata. El flamenco es apasionante.

¿Y el tango por dónde te llega?
El tango me llega por mi viejo que escuchaba a Julio Sosa, Gardel… Pero lo que más me llamó la atención fue la primera vez que vi tocar a Juanjo Domínguez, que era una bestia inconcebible tocando la guitarra. Yo lo pondría al mismo nivel que Paco de Lucía. Sin dudas, está entre los mejores guitarristas que vi en mi vida. Lo que hacía en vivo era  descomunal. Era un tipo que si hubiera nacido en otro lugar del mundo hubiese sido más famoso. Hay muy pocos guitarristas en el mundo que puedan tocar como lo hacía Juanjo Domínguez. Era de otro planeta.

Contanos algo de tu paso por Kamikaze…
Entré en Kamikaze en 1989 y participé hasta 1992, sin contar la reunión en 2012. Si te ponés a pensar, del 89 al 92, se vivió la popularidad del heavy metal en la Argentina. En los recitales siempre tenías 1000, 2000, 3000 espectadores, fue algo insuperable. Fueron años extraordinarios para todo el metal y para las bandas que estaban más arriba, como Kamikaze o Rata Blanca, fue un momento muy especial, irrepetible…

¿Y ahora por qué no pasa eso?
Yo pienso que todos los géneros musicales tienen su pico de popularidad, eso no quiere decir que desaparezcan después. El heavy metal es un género que va a quedar para siempre, como el blues o el jazz, porque pasan a ser estilos musicales clásicos que nunca van a morir. De cualquier forma, un pico como ese no creo que vuelva a pasar, lo veo muy difícil. De los grandes referentes se han retirado, prácticamente, todos tanto acá como en el mundo. Lo que queda es la historia. Es como si vos hablaras de Bach, Beethoven, Mozart, Vivaldi, todos tipos que estuvieron en el pico de popularidad de ese tipo de música y quedaron en la historia como los más grandes referentes. Ahora no tenés referentes de música clásica a ese nivel, a pesar de que hay compositores buenísimos en todo el mundo. El pico de esa música fue hace muchos siglos. En el metal va a pasar lo mismo: los grandes del metal, del hard rock, del rock pesado, desde finales de los 60 hasta principios de los 90, son los referentes que van a quedar marcados en la historia para siempre…


¿Cómo ves el presente del rock argentino?
Complicado. La generación más rockera, la que va más a recitales, ya somos todos grandes. Ya no van a ver tantos shows, a lo sumo van a ver alguno específico. Esa gente no va a ver a una banda nueva. Y los pibes más chicos están en otra.

¿Cómo fue tu problema en la mano?
Los primeros síntomas más leves empezaron en 1999, en el 2000 se hizo más evidente y de ahí en más se fue poniendo complicado. Recién en 2002 me dieron un diagnóstico. En ese momento, tocaba en la banda Magiar y hacía un repertorio muy complejo, muy exigente, de corte muy virtuoso, con mucho protagonismo de la guitarra y con el problema que tenía en la mano, empezó a serme imposible de tocar. Entonces estuve parado muchos años buscando algún tipo de rehabilitación y lo que logré es adaptarme pero no tocar como tocaba antes. La adaptación no fue poca cosa, implicó mucho trabajo pero me permitió seguir haciendo música. Y decidí retornar al escenario cuando se hizo toda la movida para juntar a Kamikaze. Esto es una lucha continua, hay que estar diariamente encima. Hay días que estoy mejor, hay días que estoy peor. No descarto seguir mejorando pero esto es lo que hay. También la realidad es que hace 35 años que toco la guitarra y hay cosas que uno deja de hacer por una cuestión de madurez, ya no me interesa estar tocando a mil todo el tiempo. Las prioridades cambian.

¿Cómo se llama la patología?
Distonía focal. Es neurológico. No tiene cura y la realidad es que el 99% de las personas que la tiene no volvió a tocar más. En mi caso, es solo un impedimento para tocar el repertorio más complejo y puedo seguir dando clases de guitarra.

¿Qué tema de otro artista te hubiera gustado componer a vos?
Te podría dar una lista infernal pero el primer tema que se me viene a la cabeza, y que toqué un montón con Magiar, está en el primer disco de Yngwie Malmsteen y se llama “Far Beyond The Sun”. La primera vez que lo escuché, me desquició… Con Magiar me di el gusto de tocarlo en todos los shows del grupo y estaba en un punto alto de ejecución como para hacerle frente ya que es un tema de una complejidad importantísima…


¿Qué proyecto tenés en la actualidad?
Desde hace unos años armé un proyecto que se llama Mad Dog, banda con la cual he tenido mucha actividad en vivo desde 2016 hasta 2018, en 2019 las cosas se empezaron a poner mucho más difíciles para tocar porque debido a la situación económica del país cayó mucho la actividad de tocar en vivo. Así que en 2019 estuvimos más que nada concentrados en la grabación del disco, que se editó el 17 de abril de este 2020, cuando se subió a Spotify y las principales plataformas. La idea, cuando medianamente se normalice la situación, es salir a promocionarlo. Por otro lado, estoy realizando un par de grabaciones como guitarrista. Acabo de editar un tema nuevo hace un mes y lo subí a mi canal de YouTube, que se llama “Gary” y está dedicado a Gary Moore, y también se está viendo bastante. Ahora mismo estoy grabando otro tema, por otro lado yo sigo con algunas composiciones mías instrumentales más enfocadas a la guitarra.

Emiliano Acevedo


domingo, 7 de junio de 2020

MEMORIA DE UN PRESENTE, entrevista a Litto Nebbia

Foto: Julio Kaplan




A esta altura de la historia, es imposible pensar en ser original si nos proponemos hablar de Litto Nebbia, uno de los pioneros del rock argentino y, también, de las fusiones con distintos ritmos y estilos musicales a partir de ese género. Además Litto creó Melopea, uno de los sellos independientes más respetados de nuestro país.
No caben dudas de que lo que mueve a Nebbia es una pasión y un profesionalismo sostenidos durante 50 años. Seguir adelante es una idea que se plasma muy concretamente en sus múltiples trabajos, esa es, definitivamente, su forma de relación con el arte.
Sin embargo, a pesar de su dedicación y honestidad artística, tuvo que soportar disparatadas sospechas y acusaciones infundadas.
Una obra inabarcable: más de 100 discos propios que atraviesan géneros tan disimiles como el jazz, tango, música brasileña, folklore, blues, rock; bandas sonoras, instrumentales, trabajos orquestales.
Desde la inocencia provocadora de Los Gatos Salvajes y Los Gatos, pasando por el rescate de las viejas glorias del tango hasta llegar a sus colaboraciones con jóvenes artistas del rock emergente. Sin olvidarnos de sus múltiples discos a dúo… En fin, podríamos hablar largamente sobre su figura e influencia pero lo mejor es escucharlo hablar en primera persona. Y ese es un lujo que desde nuestro humilde lugar de periodismo autogestionado, gratamente, pudimos darnos.
La entrevista que hoy les presentamos fue una franca charla que compartimos con él y con la cual nos honró.

ENTREVISTA> ¿Cómo te estás llevando con la cuarentena?
Trato de conservar la calma y la serenidad, si bien hay momentos que me preocupan. Especialmente, cosas que pasan por afuera.

¿Cuál fue el primer disco que te compraste? ¿Qué música sonaba en tu casa?
En mi casa no teníamos tocadiscos y mucho menos TV. Mis padres eran músicos excesivamente bohemios y así eran esos tiempos para los artistas. Mucha vocación, mucho sacrificio. El primer disco que me compré fue el 78 RPM de los Beatles que traía “Twist & Gritos” y “This Boy”. Nadie me cree que en Rosario primero llegó un disco de pasta 78 revoluciones de los Beatles. Nuestro preferido era lógicamente “This Boy”.

¿Cómo te fuiste animando a cantar?
Siempre canté. Cuando salíamos de los cines que asistíamos todo el tiempo durante la semana, siempre entonaba usualmente la canción del leit motiv del film.

Vos creaste un estilo inimitable de cantar. ¿Cuáles son tus cantantes más influyentes?
Sin dudas que son mi padre Félix, Carlos Gardel, Neil Sedaka, Enrique Guzmán, Dion Di Mucci, Richard Anthony y Joao Gilberto.

¿Y de dónde viene tu amor por el cine? ¿Qué directores y películas te influenciaron?
Todo el western y el thriller de mi infancia. Los films del 50 al 60. Los directores John Ford, Howard Hawks, Jacques Tourneur, Delmer Daves. Los films de Burt Lancaster, Richard Widmark, Kirk Douglas. Los Compositores de esas películas, como Max Steiner, Dimitri Tiomkin, Alex North, Ernest Korngold y tantos otros de esa Escuela. Cuando desde niño conocés todo esto no parás más porque tenés un buen criterio de lo que es la materia. Y entonces a continuación le entrás al New Cinema inglés y a la Nouvelle Vague de Francia, etc…

¿Te acordás de la primera canción que compusiste?                                 
Me acuerdo de algunas que ya eran lo que denomino “temas oficiales”.            
Los temas que están terminados en letra y música y ya tienen su título, su entidad, y que entonces seguramente grabarás en algún disco. Algunos títulos eran “Porqué mi amor”, “La Diosa del Amor” o “Amor y Fe”…. y siempre dale con el amor… Estamos hablando que los escribí tipo entre los 12 y 13 años.


Hace pocos días se cumplieron 50 años de la grabación del “Rock de la mujer perdida”. ¿Qué recordás de esa grabación?
Recuerdo que al igual que todo el álbum del mismo título, me preocupé por escribir un manojo de motivos que fueran ideales para el sonido del grupo. Durante el ensayo, le pasé a Pappo el mentado “riff” del inicio y el resto era lograr una base sólida para cantar el temita. Aquí entonces llegaba el momento de mostrar una buena conexión grupal. La banda debía sonar a la altura de la propuesta. Quiero decir con esto, que en muchas bandas hay tipos que improvisando, zapando, se tocan todo pero brillarán según sea la integridad grupal. La alfombra que le pueda dar el grupo al solista.

¿Y de dónde sacó el grupo ese gusto por el rock pesado inglés que empezaba a surgir de la mano de grupos como Traffic y otros?
El gusto de Los Gatos por el nuevo sonido del rock pesado que salía de Inglaterra en ese tiempo fue tomado por la mayoría de los músicos jóvenes de ese tiempo. El panorama mudó de sonido y volumen con la aparición de Jimi Hendrix y Cream para citar algunos. Comenzó a aparecer el guitarrista héroe. Bob Dylan se electrificó y apareció con ese extraordinario violero que era Mike Bloomfield. Por los Yardbirds pasaron Jeff Beck, Eric Clapton y Jimmy Page….
Pero extrañamente mencionás a Traffic. Quizá para mí lo mejor grupalmente de esa época. Todo mi background compositivo de manera conceptual, en ese tiempo, está influenciado por Traffic. A casi nadie en nuestro medio le gustaba ni conocía bien esta banda.

Al principio les gustaba más lo beat y luego más lo rockero, ¿cuánto tuvo que ver la entrada de Pappo en eso?
La entrada de Pappo en Los Gatos no influyó absolutamente en nada musicalmente para el grupo. Pappo era un tipo con garra y ángel para solear en tonalidades simples. No sabía ni que era Do Séptima Mayor Novena. Esto no significaba una limitación para la banda. Construíamos sabiendo cuál era lo mejor de la impronta de cada uno. Eso es un buen grupo.

Nos quedamos con ganas de un nuevo disco de Los Gatos, ¿por qué no se dio en 2007?
Porque hubo ideas desencontradas. Cualquiera lo sabe, yo estoy por la independencia de la realización del arte.
En lo personal vengo luchando y lucho todo el tiempo por la libertad de la música, por defender nuestros derechos, y desde hace más de tres décadas no soporto más establecer relaciones con gente que es manipuladora y tramposa.  Es una elección de vida. Yo tomé por este camino.

¿Cuál es tu disco preferido de todos los que hicieron Los Gatos? ¿Cuál es tu balance de este repertorio, tantos años después de haberlo registrado?
Todo lo que hicimos con Los Gatos me parece valioso. Porque también  mientras realizábamos cada álbum, igual que los Beatles y los Stones, íbamos creciendo, y nuestro público crecía. Esa era la propuesta en esos tiempos. Era de alguna manera el pacto con el público. No era como hoy en día, donde el “artista” es un “producto” de la “compañía” y el público es un “producto” del “artista”. Espero que se entienda esto.
Volviendo a los discos, que es lo mejor realmente, lo que queda… Cada uno de los álbumes para mí tiene aciertos creativos extraordinarios que van más allá de “que bien suena la banda”, que “polenta tiene el batero” y todas esas boludeces. Puedo describir los hallazgos que encuentro: el primer LP entre otras cosas, tiene “El Rey Lloró”, noble ejemplo de una canción que se la puede considerar dentro del repertorio del rock argentino, y que lateralmente fue “prohibida” en esas lamentables listas negras de la Dictadura y al mismo tiempo, hoy en día, la cantan en los jardines de infantes muchos niños. ¿Qué tiene de novedoso el tema? Sencillamente, que es puro rock argentino. ¿Tiene batería al mango? No. ¿Tiene solos estridentes de guitarra eléctrica? No. ¿Tiene alguien que grite cantando o diga “yeah yeah”? No. Es pura, honesta y elemental.
También el álbum tiene “El Vagabundo”, que para mí es el inicio de narración del tipo viajero. Es “Solo se trata de Vivir” a mis 17 años. ¿Será por eso que el inicio de las dos canciones es idéntico?: “Dicen que un vagabundo…”, “dicen que viajando…”
También está “Lo Olvidarás”, una canción que parece que la escribí hace 10 minutos. Y “Madre escúchame”, que es un tema que parece interminable emocionalmente. Como buen primer álbum de una banda que hace tiempo está aguardando la oportunidad de poder grabar un disco, ese disco tiene de todo. Y bueno, no nos olvidemos, también tiene “La Balsa”.
En todos los álbumes hay cosas que se mantienen muy vivas. Del segundo álbum, “Viento dile a la lluvia” es otra canción misteriosa. Es increíble que en su simpleza pertenezca al repertorio clásico del rock argentino.
El álbum Seremos Amigos quizá sea el más pop. De cualquier manera, las letras no lo eran. Aunque yo era un adolescente, eran letras quizá un poco más adultas. Se notaba que ya había vivido por la noche y las calles.
Luego, Beat Nro. 1, que es donde comienza a electrificarse todo un poco más, incluye la novedad para la época: “Fuera de la ley”, por su duración y la sección de improvisaciones. O un tema rockero con influencias tangueras como “Lágrimas de María”.           
Y así llegamos al “Rock de la Mujer Perdida”, que te mencioné antes. Hay un último y sexto álbum que es En Vivo y En Estudio, en formato de cuarteto, donde yo toco el bajo eléctrico y Toth se ocupa de la guitarra.


Luego llegaría Huinca. ¿Qué recordás de grabar en el sello  Trova?
Solo grabé dos discos para Trova. Fue una posibilidad que me brindó Alfredo Radozysnki, su dueño y director en ese tiempo, 1971-72. Me llevó a Estudios ION y grabé en pocas horas los álbumes Huinca y Despertemos en América. Uno seguido del otro. No cobré un peso por la realización de estos discos. Los hice porque en ese momento de mi vida,  lo más importante era grabar y  no parar.

¿Qué recordás de tu participación en Rock hasta que se ponga el sol, junto a Domingo Cura? ¿Cómo fue recibido ese salto al folklore por el público del Festival?
Como todo lo que es innovación en nuestro país, fue muy mal recibido.
Los rockeros pensaban que los había traicionado y los folkloristas decían que eso no era folklore. En realidad no pretendíamos que tuviera género alguno. Solo dos tipos improvisando sobre una rítmica con aire folclórico en canciones originales por su estructura armónica.
Luego, al tiempo comenzó a ser reconocido, respetado y es el día de hoy que mucha gente lo ubica como algo digno de avanzada para la época.

“El Bohemio” era una canción que bien te podía representar en esa época, ¿Cómo hiciste para mantenerte siempre más allá del status típico del rockstar?
Mi padre me decía que el secreto para mantenerte estable en tu actividad era lograr el equilibrio: Cuando te dicen que lo que hacés es “una mierda”, no darles bolilla. Cuando te dicen “sos un genio”, no darles bolilla.


¿Qué pensás cuando escuchás las cosas que escribiste en tu material solista en los 70 junto a Mirtha Defilpo? Sobre todo porque ese material aún suena muy actual a pesar de haber sido escrito hace más de cuarenta años.
Hay temas que me sorprenden. Entiendo más porqué en algunos lugares era rechazado. Porque era un material muy exigente, con buena poesía pero muy densa, con buena música pero de armonías complejas…Todo un formato nuevo para la canción. Creo que de las pocas canciones que quedaron más fijadas a nivel popular están “La Ventana sin cancel” y “Memento Mori”. Sin embargo, hay otras que las adoro y son muy buenas para mí; por ejemplo, “La Muerte y la Mirada”, “La Caída”, “Limpia Silueta”  o  “No será este y no es aquel”.
Pero nunca sabes adónde va la música a través del tiempo. “La Caída”, por ejemplo, que es de 1976, fue tomada recientemente por estos raperos tan exitosos como Jay Electrónica, Jay Z y The Alchemist.

¿Cómo se te ocurrió el formato de canción que usaste en Muerte en la Catedral o en Melopea?
La idea de partida era escribir canciones con mucha armonía que modulara todo el tiempo casi sin repetir ninguna parte, y luego con los textos lo mismo. Mucha información, amplio desarrollo, cambios de ritmo constante. Esto es lo que uno entendía como evolución y belleza.

¿Cómo se te dio por pasarte del rock al jazz, armar una banda con músicos de jazz?
Nunca he querido quedarme estancado en ningún género. Comprendo que si vos querés explicarle a alguien que no me conoce quién es “Litto Nebbia”, digas: ese “músico rockero”. Pero, en realidad, soy músico de la tierra, del planeta, con los rasgos que me pertenecen por idiosincrasia. Soy argentino, rosarino, nieto de inmigrantes andaluces y piamonteses.
Cuando armamos el trío con Jorge “Negro” González y Néstor Astarita, lo mismo que cuando hemos hecho cosas juntos con Domingo Cura o Manolo Juárez o Dino Saluzzi ha sido porque somos abiertos a experimentar en música popular, porque somos sensibles a otras escuelas del arte, porque apreciamos variadas rítmicas y armonías… Si atendemos un poco, nunca he tocado jazz propiamente dicho en mí vida…


¿Y por qué decidís irte del país?
Tuve que exiliarme porque estaba prohibido desde hacía un año. Me perseguían por todos lados, me amenazaban, y era una época muy brava. Desaparecías por cualquier cosa. Era tierra de nadie. Cuando terminó el Mundial del 78 no aguanté más y, vendiendo un par de instrumentos que me quedaban, me saqué un pasaje y me escapé. Caí en México como podría haber ido a Nueva Zelanda. Por suerte allí me ayudó mucho la gente. La solidaridad es una característica típica del pueblo mexicano. Finalmente, permanecí 3 años y medio por ahí.

¿Y cómo fue esa etapa?
La gente fue muy buena. Comencé de cero porque nadie me conocía. A nadie de aquí conocían. Era una época donde no sabíamos que había en los países vecinos. Ahora desde Internet todo eso es menos posible.
Comencé a ofrecerme para dar conciertos de piano en algunas universidades, tuve alumnos, hice arreglos para otros y así…
Agradezco a Dios y a México porque pude sobrevivir y continuar haciendo lo que quería: música. Tengo siempre un hermoso recuerdo de ese país. Lo quiero mucho.

¿Cómo fue la creación de tu sello Melopea?
Primero fue, justamente, en México. Una de las compañías hegemónicas de ese momento, la CBS Columbia, entre otras cosas tenía un Departamento de Producto Especiales, así lo llamaban, donde te fabricaban discos por encargo para un regalo, para tener un recuerdo grabado de un familiar, cosas por el estilo. Un día se me ocurrió: “¿Por qué no inventamos un sello independiente y los fabricamos allí y luego tratamos de venderlos en los lugares donde tocamos y también en plazas o espacios públicos?”. Tres amigos aventureros mexicanos se prendieron con el asunto y empezaron a pedir dinero a otros amigos. De esa manera fue que mandamos a fabricar el primer LP.
Los discos aparecían bajo el label Melopea Records, ya me gustaba esa palabra, y como dirección del sello, figuraba la del departamento que habíamos alquilado con mucho esfuerzo (risas). Durante ese tiempo de exilio, llegamos a publicar 13 álbumes. No solo míos, sino también unos de Rodolfo Alchourrón (Parábola), otro de Manolo Juárez (Tarde de Invierno), y hasta el de Alejandro del Prado (Dejo Constancia), que ni siquiera tenía disco en Argentina. Era una locura. Bueno… era la propuesta… (risas).
Luego, al regresar para nuestro país, fui madurando la idea de hacer de una manera más sólida, legal y menos hippìe y anárquica, el sello Melopea Discos, con el que estamos cumpliendo 30 años.

¿Cuántos discos llevan editados? ¿Qué lógica de trabajo los rige?
Mucho más de 600 álbumes. La lógica es como decía Roberto Arlt: “Pura prepotencia de trabajo”.

De los discos editados en Melopea, ¿cuáles discos son tus preferidos?
Hay muchísimos. Temo, por supuesto, ser injusto y olvidar de mencionar algunos pero ahí va un manojo de los que me surgen ahora… Los álbumes del trompetista Roberto Fats Fernández, los del gran violinista Antonio Agri, los dos álbumes del gran Virgilio Expósito, los tres primeros de Adriana Varela, el último disco del Dúo Salteño, los dos últimos de la divina señora Suma Paz, los 6 álbumes dedicados a la obra de Enrique Cadicamo, el solo piano del extraordinario Héctor Chupita Stamponi, los últimos tres discos del irremplazable Roberto Polaco Goyeneche, los álbumes de grandes bandoneonistas como Walter Ríos, Néstor Marconi o Carlos Buono, el hermoso álbum En Blanco y Negro de los uruguayos Hugo Fattoruso y Rubén Rada, como así también el rescate de material por desaparecer de Enrique Mono Villegas, Leda Valladares, Waldo de los Ríos, Cuchi Leguizamón o Baby López Furst… puedo estar horas recordando discos, va a parecer que estamos publicando el catálogo completo… (risas) Se hizo, y se hace, mucho.


¿Te sentís un outsider en la industria? ¿Crees que mucha gente te envidia por eso?
Vivo fuera de las convenciones de la industria. Primero que nada porque no soy “un hombre de negocios”. Soy un músico que hace esto porque no quiere que lo manejen. Porque deseo realizar cosas que me parecen justas, y lo hago dentro de mis posibilidades. Hay gente que me admira y, seguramente, hay otra que no le caigo bien o como decís, tiene envidia. No me preocupa. Siempre tengo mucho por hacer.

¿Qué recordás de tu disco,  El Palacio de las Flores, junto a Andrés Calamaro?
Buenos momentos de gran diversión. Mucha pasión y mucha confianza puesta en mí por Andrés. Ese disco fue un acto de religión. Todo el mundo que participaba sentía que estaba en algo puro y trascendente. Me encanta ese álbum. Todavía no ha sido captado realmente. No es comercial. Es un disco árido para el estilo que, frecuentemente, tiene Andrés. Pero de cualquier manera ha vendido aproximadamente 70 mil unidades y en algún momento seguro tendrá su retorno. Y pensar que la compañía que lo publicó, como casi siempre pasa, no sabrá ni que temas tiene el disco… (risas)

Justamente, allí hay una canción muy bella que creo que te representa: “El compositor no se detiene”, ¿cómo la compusiste?
Es una canción que al inicio fue instrumental y la grabé para un disco que hice para México. Álbum que además lleva ese título, y aparece el tema en forma instrumental hecho con órgano. Tiempo más tarde se me ocurrió cantarla y le puse esa letra y luego pensé que era oportuno para el disco de Andrés.


¿Cómo te relacionás con la fama, con el hecho de ser uno de los padres del rock argentino?
No me relaciono con ella. Cada uno sabe lo que hizo y lo que hace. Con eso me basta, y encima tengo miles de personas que diariamente me agradecen haber hecho algo.

¿Qué opinás del afán reivindicatorio de un grupo de fanáticos del rock hecho en Argentina antes de 1965? ¿Te parecen esos artistas valederos dentro del movimiento del rock argentino como lo conocemos ahora?
Siempre me aparto de ese tipo de polémicas tan argentinas. “¿Quién fue el primero que…?” No hay primero ni segundo… Hay gente que hace, que construye, que deja una huella, y hay otra que no hace nada…

¿Qué admirás de tus compañeros de generación, los pioneros del rock argentino? ¿Cuáles creés que son los máximos referentes del mismo?
Este país está lleno de buenos músicos, aunque algunos de ellos se hayan quedado en el Arca de Noé en cuanto a evolucionar. Cuando me refiero a evolucionar, para nada estoy hablando de que todo el mundo tiene que estudiar y llegar a ser un profesor en el Colón. Nada de eso.
Solo me refiero a cumplir la consigna que te ha dictado el corazón en esta vida por el planeta. No sé si soy claro… Me da la impresión que hay una cantidad de músicos que por ser “fieles” a sus creencias no salieron jamás de su departamento. Y luego, hay otros que viven la obsesión de ser número uno. O sea, ya se metió el negocio entre sus planes originales. De cualquier manera, fuera de la visión que yo tengo del ambiente artístico, hay muchos músicos que han aportado su granito de arena al género: Emilio del Guercio, Miguel Cantilo, Roque Narvaja, Ricardo Soulé, Alejandro del Prado, por citar algunos.

¿Cuáles son tus discos preferidos del rock argentino?
Por lo general, sucede en muchos casos, que el primer disco de un artista es muy bueno porque viene aguardando hace mucho tiempo grabar, entonces, le sobra material para seleccionar algo bien potable. Así que me gusta mucho el primer disco de Almendra, el de Manal, el de Moris, como así también el único de Pacífico, Octubre de Roque Narvaja, el primero de Baglietto, el primero de Sui Generis, y lógicamente todos los de Los Shakers. Luego, de estos inicios, por supuesto que prefiero algunas otras cosas más…

¿Cómo pensás el material que va a estar incluido en tus discos?
Termino de grabar un disco y ya de alguna manera tengo gatillado cómo va a ser el siguiente. Por lo general, es sobre nuevas canciones. Siempre hay más de lo que uno puede meter en un álbum. Elijo por puro gusto, y tal vez un poco atendiendo la diversidad rítmica y tonal que tiene que ir apareciendo.


¿Cuáles dirías que son los tres momentos más significativos de tu carrera musical?
Aclaro que no soy objetivo para marcar eso. Siento que lo que escribo va cambiando como va cambiando mi vida cronológicamente. Si queremos analizarlo, seguramente hay diversos peldaños que marcan una diferencia. Tuve un comienzo totalmente intuitivo, autodidacta. Luego, me fui instruyendo y empezando a idear arreglos, contrapuntos, etc. Creo que mi paso por el exilio, a mis 30 años, me hizo crecer en muchos aspectos. Pienso que otro estirón saludable de crecimiento fue al cumplir 50 años. Lo que significa simbólicamente el medio siglo, te hace actuar de otra manera.

¿Qué músicas escuchás en la actualidad? 
Escucho y compro de todo. Jazz, bossa nova, tango, indie, hip hop, étnico… Pero, lógicamente, tengo un marco sonoro de predilección que siempre me acompaña: Tom Jobim, Zappa, Coltrane, Miles Davis, Beatles, Sinatra, Wonder, Dylan, Bacharach, Brian Wilson, mucha Banda Sonora de los Grandes Maestros y algo de “Oldies” tipo Buddy Holly o Bobby Vee.

¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la música popular argentina? ¿Qué intérpretes te gustan?
Creo que el “business” le ha quitado posibilidades de desarrollo a la música. En otros tiempos, en los que también existía el negocio, convivían diversas expresiones. Si te gustaban los boleros, tenías al Trío Los Panchos. Si te gustaba el tango, tenías grandes orquestas tradicionales y si te gustaba algo más moderno, recién aparecía Piazzolla, tenías música para bailar y música para escuchar. Si te gustaba solo lo instrumental, tenías esa onda comercial tipo Ray Conniff, pero si eras más instruido, ya estabas en el jazz. Quiero decir, que la industria cuidaba el desarrollo, alternativamente, de las múltiples variedades y estilos. Si vas a un restaurant y pedís la lista de comidas, no hay solo puchero, ¿verdad?
El negocio se fue envileciendo, buscando cada vez más el éxito económico a través de la inmediatez, inventando una suerte de producciones horribles, y creyendo que están dando en la tecla del gusto del consumidor. Por supuesto, que muchos de esos “productos”, como los llaman, logran un espacio, a veces con una publicidad millonaria. Pero a costa de opacar los trabajos más originales, la excelencia de la interpretación, la calidad en general.

¿Qué te gusta de los nuevos artistas del rock?
Hay muchas bandas nuevas. De algunas soy amigo y a veces toco con ellos, como Los Reyes del Falsete, La Perla Irregular, Los Pels o Los Mersey Mustards. Hay otras con buena estética. Escuché Los Espíritus, Bandalos Chinos, Catriel y Paco, los instrumentales Dietrich. Todos tienen cosas que me gustan.
Por lo general busco originalidad, ya sea en el sonido grupal, en la composición o en el canto. También, busco que haya movimiento armónico.

¿Pensás que se puede conciliar el arte con la masividad en la actualidad? Pienso, por ejemplo, en Zappa. Me costaría imaginar que hoy Warner le ofreciera un contrato a un artista tan rupturista si no tiene asegurado que va a vender muchos discos. En los 70, hasta las discográficas grandes tenían un margen mucho mayor de apoyo a los artistas. ¿Coincidís con esta apreciación?
Claro que se puede conciliar el arte con la masividad. Pero todo finalmente depende del artista. Si éste en su vanidad está desesperado por “triunfar”, sonó. Va a terminar haciendo cualquier cosa, firmando cualquier cosa y así no hay futuro. Pero bueno, hay quien busca exclusivamente eso. Finalmente, es el camino más fácil. Lo que sí, no hay retorno. Digo esto porque muchas veces me encontré músicos que tenían determinado plan, y cuando no les resultó, se pasaron al otro lado, a lo estrictamente comercial. Te dicen que lo hacen para poder llegar, y que cuando lo logren, se volverán a encauzar pero es bien difícil. No vuelven más al punto de partida.


¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la música, con respecto a la caída de la industria discográfica y el advenimiento de las nuevas plataformas de difusión y el tema de las descargas por medio del uso de Internet?
El negocio ha cambiado. Hay muchas cosas que se tienen que estabilizar. El mundo de lo digital es muy virgen. El uso que hacen de las plataformas es arbitrario. No hay que sorprenderse, es la misma gente. Un punto a favor es que ha crecido la producción independiente. El músico no debe perder sus derechos creativos. Cuidarlos implica dedicarle, mínimamente, un tiempo a eso pero no es imposible. Es muy sencillo, si vos no cuidas tu música, ¿quién lo va a hacer?

¿Qué les aconsejarías a los chicos que recién empiezan en el mundo de la música?  
Siempre voto por abordar esta profesión con gran poder de vocación. Dedicarse plenamente a crecer con el instrumento para luego poder plasmar técnicamente lo que se te ocurre internamente.
Perseguir un formato de canción o temática que sea original. Una cosa es tener influencias de alguien que admires, y otra es, “copiar” directamente lo que se te pegó. Hay que trabajar sobre eso. No todo el mundo nace con un sello netamente personal pero trabajando se puede lograr. Y por último, o primero, no prestarle el oído a los cantos de “sirena” que tratan de manipularte encendiendo tu vanidad.

Hablanos de tu libro Mi Banda Sonora. ¿Cómo surgió la idea?
Tengo la afición de transmitir, contar anécdotas, detallar impresiones. Con el tiempo me fui preocupando en poder, de alguna manera, “escribir bien”. Lo hice, lo hago, leyendo mucho y prestando atención a diversas narrativas. Hace 20 años escribí el libro Una Mirada, que en marzo de este año se publicó en México, y lo presenté en la Feria del Libro de Monterrey, y hace poco tiempo le llegó el turno a Mi Banda Sonora. Son dos libros con características casi idénticas pero este último, pienso que está mucho mejor, más maduro… Aquí lo que hice fue escribir a boca de jarro sobre distintos temas. Cuando estaba llegando a las 200 páginas, comencé a ordenarlo como si hiciéramos el montaje de una película… El libro comienza con la noche de mi nacimiento, el 21 de julio de 1948. Mis padres estaban, ¿dónde?: en el cine pues. De pronto mi madre se dio cuenta que ya estaba por parir y fueron corriendo a la maternidad donde nací. A las pocas páginas de esta intro, ya estoy en mi adolescencia y al rato nomás, vuelvo a ser niño… así está compaginado el relato. Sin orden cronológico. Y también, he cuidado mucho la forma de narrar porque al inicio contaba una anécdota, de esas graciosas que tiene todo músico andando de gira, y al leerla no tenía el mismo efecto que al contarla personalmente. Enseguida me di cuenta que querer escribir como “escritor” me estaba comiendo la cabeza y me hacía perder la espontaneidad que uno tiene a veces personalmente. Así que escribí y tiré varias veces lo escrito hasta lograr que suene como yo hablo sin perjudicar la sintaxis.

Te dedicaste a múltiples actividades vinculadas a la música a través de los años. ¿Se podría decir que sos un hombre curioso, multifacético o un renacentista? 
Me encanta la multiplicidad, estar en varias cosas al mismo tiempo que se unen por una línea interna que las armoniza.
Una vez tuve un sueño donde alguien se me aproximaba y me decía que yo era un “logilable”. En el diccionario no figura el término y suena como si fuera un término de palabras compuestas. Pero algo de eso hay.

¿Cuánto hay de método, cuánto de oficio y cuánto de espontaneidad en la creación?
Para mi crear es una mixtura entre sentimiento y deseo. Es placer y, también, conocimiento. Lucidez y certeza para encontrar lo que amas. Hace tanto tiempo que escribo, que eso que se puede llamar “oficio”, yo lo tengo incorporado y entonces siento que casi todo me surge con espontaneidad. Es como que dispongo del manejo de un lenguaje personal que me llevó años madurar y enriquecer.

¿Cuáles son tus proyectos actuales?
Como siempre, estoy escribiendo canciones. También, revisando cosas muy viejas que no toco desde que las escribí. Además, estoy haciendo un programa de radio, Planeta Nebbia, que sale desde el 6 de junio en Radio 10 todos los sábados a las 23 horas. Es como si estuviera en mi casa escuchando discos… Voy sacando lo que se me ocurre, rarezas de colección… De pronto me siento al piano y toco una canción, cuento historias sobre la música que selecciono… También, estoy escribiendo una suite con varios temas que se van concatenando bajo un concepto y una suerte de comedia musical sobre Rosario con textos de Adrián Abonizio.
Hay días que rescato temas de la pila de grabaciones que tengo en vivo con actuaciones mías y termino compaginando un nuevo álbum. Esto lo vengo haciendo desde el año pasado. Ya tenemos una serie de 10 álbumes bajo el título Los Archivos de Nebbia que están súper masterizados por nuestro técnico, Mario Sobrino, y solo se consiguen en las plataformas digitales. Son grabaciones y registros muy interesantes en diversos lugares de nuestro país como Chaco, Córdoba, Mendoza y por México, España o París. Una pila de improvisaciones que, habitualmente, hago en vivo sobre las canciones pero que después no están en los discos. Incluso, a veces aparece el estreno de algún tema nuevo, que nunca he grabado en disco.

Emiliano Acevedo

martes, 2 de junio de 2020

ABIERTO AL CAMPO DE LOS SENTIDOS, entrevista a Juan Absatz



Es enero y en Buenos Aires hace muchísimo calor, el centro porteño es un denso caos pero Colegiales duerme su siesta casi provinciana. Estamos en el Bar del Fotógrafo, un lugar mágico que recorremos visualmente mientras esperamos a nuestro entrevistado que baja de su bicicleta justo en el horario de nuestra cita.
Hoy pienso, qué inimaginable y lejana era en ese momento, para nuestro país, la situación actual de aislamiento frente al nuevo virus del Covid 19 y me alegra haber podido juntarme con él cara a cara para charlar largo y (dis)tendido.
Juan Absatz nos contó cosas de su vida y su excelsa carrera musical de esta manera…

ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios?
Primero estudié unos meses con una guitarra que había sido de mi tío, y al tiempo trajeron a casa un piano de mi abuela. Yo me volvía loco con el piano y como tenía buen oído, sacaba melodías, probaba cosas… hasta que terminé diciéndoles a mis viejos que quería estudiar piano. Fui a una profesora, y después empecé a estudiar en forma desordenada. Más tarde conseguí un bajo… Me gustaban todos los instrumentos pero no era muy serio a la hora de estudiar. A los quince años conseguí una porta estudio Yamaha que ayudó mucho a mi formación y me volvió loco cuando me di cuenta que podía grabar en varios canales. Eso fue fundamental porque pude entender la música como pedazos de cosas, es decir, muchas cosas que terminan armando una sola… Y aunque no era buen instrumentista, sí era bueno en el armado de las grabaciones, en cómo hacer funcionar las cosas. Eso fue la génesis de lo que más tarde fue mi labor como productor porque tenía una buena mirada global.

¿Tu formación musical fue clásica?
Fue una formación desordenada, con baches pero con cosas muy buenas. Cuando tenía 20 años estaba estudiando piano con una profesora pero mi amigo Axel Krygier me recomendó estudiar con Klaus Rabiosky, un profesor alemán que era un genio. Paralelamente, estudié muchísimos años de canto con Lucía Maranca. Aunque nunca tuve una formación clásica rigurosa eso me volvía loco. De hecho, pasé por una etapa más seria en donde llegué a hacer ciclos de conciertos de Schumann o de Schubert. También estudié armonía y contrapunto con un par de buenos profesores. Incluso tengo etapas en las que leo libros de piano por cuenta propia y me copo mucho con el instrumento, estudiándolo bastante. Por ejemplo, sonatas de Beethoven, libros de Bach.

¿Y cuáles eran tus influencias principales?
Desde muy chico siempre vi discos en mi casa. Mi papá escuchaba Chico Buarque, Roberta Flack… Mi hermano mayor es un rockero clásico, que escuchaba a los Beatles, Pink Floyd, Genesis… En mi adolescencia me empecé a copar con Bowie, James Brown, Prince… Todo eso me fascinaba.

¿De dónde surge tu versión de la canción “Marucella”?
Las canciones italianas siempre me gustaron mucho porque para mí tienen una tradición melódica única. Algo que viene desde Puccini, la ópera, las arias hermosas; desde la canción clásica italiana hasta las canciones medios grasas del Festival San Remo, siempre tuvieron una línea melódica muy definida, muy picara, muy emocional. Con mi profesora de canto Lucía Maranca, que era italiana, siempre cantábamos canciones italianas. Eso fue una escuela hermosa, más allá del género que uno haga: entender la potencia de una buena melodía. En eso, creo que Italia es el país número uno. Y esa melodía de “Marucella” en particular, que es una canción napolitana, tiene también una melodía que está muy influenciada por la música del norte de África, el mundo árabe, por los moros. Por eso es una canción que siempre me fascinó mucho. Mi versión es mucho más lenta que otras, más tranquila, más abajo; y creo que quedó muy linda, que llegó a un nivel muy alto del disco. Fue un gusto que me di.


¿Cuáles son las diferencias que encontrás entre tus discos?
Hay una mirada que los une vinculada al cinismo de algunas de sus letras pero, es verdad, que desde el encare de la producción son distintos. Mi primer álbum [Descarriado, 2006] fue muy puntilloso, controlé muchísimo toda la producción desde la ejecución de los instrumentos hasta el sonido general. En el segundo disco [Nadie tiene la culpa, 2011], rompí bastante con eso; grabé las voces al mismo tiempo que la banda lo cual era la pérdida del control, tocamos y cantamos al mismo tiempo por eso tenía que funcionar bien del principio a fin. Eso fue genial porque me convirtió en otro músico. Y en este tercero [Un elefante en el salón, 2017], trabajamos mucho con David (Bensimon) en la búsqueda de una sonoridad distinta. Empezamos con percusiones raras como golpear chapones con cadenas o cosas parecidas, trabajamos sobre un toque más animal que melódico de los pianos, menos afectado, menos amanerado. Otras de las cosas que cambiaron tienen que ver con las temáticas que de las canciones. Uno va creciendo y aborda los temas de distintas maneras aunque siempre se esté hablando de las mismas cuatro o cinco temáticas. No reniego de las buenas canciones de amor pero uno empieza a ver otras cosas como el paso del tiempo o la locura del mundo. Van cambiando el enfoque y los abordajes de los distintos temas.

Tu música es muy visual. Encajaría bien en bandas sonoras de películas…
¡Dios te oiga! (risas) Me encantaría. Me gusta ese efecto sinestésico donde un sentido te evoca otro. Donde una canción evoca una imagen. Lo tomo como un halago porque creo en que la música tiene la posibilidad de trascender el sonido y abrirse a otro campo de los sentidos…

Es lo que se aprecia en tu canción “Marley”, por ejemplo. Esa canción es la traducción sonora de un momento vivido por eso a uno lo trasporta a ese concierto final del que habla la letra…
Así es. Esa canción la compuse luego de ver el hermoso documental Marley sobre la vida de Bob. Me pegó mucho la parte en la que se lo ve haciendo su último show y dándolo todo… Esa imagen siempre se me venía a la cabeza y a partir de ella salió la canción. Me lo imaginaba a él en ese concierto… fue increíble, te hace llorar de la emoción.

¿Alguna vez un libro te inspiró la composición de una canción?
Sí. En mi primer disco hay un tema, “Corre el conejo”, que está basado en un libro Corre conejo de John Updike que me había gustado mucho. Tenía la música del tema escrita desde hacía mucho tiempo pero nunca le había encontrado una letra acorde, hasta que una noche me levanté tarareando la melodía y me di cuenta de que las estrofas podían llegar a contar la historia del libro.

Me impresionan mucho tus canciones de amor. Como por ejemplo, “Caja negra”. Son desgarradoras pero no exageradas, tienen letras fuertes pero naturales.
La canción de amor es un género bravísimo porque está tan trillado que es muy difícil hacer algo bueno. Para mí la frase “te quiero” puede ser o una pavada o la cosa más hermosa del mundo según si está dicha de verdad o no. Así son los lugares comunes: cuando son dichos como si fueran un estándar no son nada, son como una cáscara. Pero cuando los lugares comunes están rellenos de sustancia pasa algo. Como cuando alguien te dice “no somos nada”. Si realmente lo siente, tiene la potencia de la verdad y no la ligereza del lugar común. En el caso de “Caja negra”, está hecha en carne viva por eso tiene esa potencia. Yo no digo que uno debe estar a punto de suicidarse para hacer un buen tema pero sí te tenés que ponerte en la piel del que realmente lo siente.  

Bueno, también recurrís al humor como en el caso de “Guiso de ayer” de tu último disco…
Sí. Siempre me pudrió el tema de la solemnidad en cualquier cosa y en la música ni hablar. Me gusta romper con eso. Se puede hacer un tema en joda o en serio pero que rompa con la solemnidad. “Guiso de ayer” es eso, un abordaje que quiebra lo solemne, habla de cuando una cosa ya no da para más, ni raspando el fondo del tarro…

¿Y cómo se dio la participación de Fito Páez en tu canción “Dios”?
Fue una experiencia buenísima y le estoy súper agradecido. De hecho, fue muy graciosa la situación porque con David (Bensimon) hablábamos acerca de invitar a alguien pero no estábamos seguros. Y lo dejamos así. Y un día estaba cenando con Fito, creo que en Lima, luego de un concierto, y me dice: “¿Qué pasa con tu disco? ¿No me vas a invitar a cantar?” Me sorprendió pero, por supuesto, le dije sí de inmediato. Era un honor. Me sentí muy halagado. Fue un gesto muy generoso de su parte.


¿Qué te fueron dejando las diferentes bandas por las que pasaste o los artistas con los que colaboraste?
Todo es una academia, todo enseña. Dicho en broma, le “robé” a cada uno de los artistas con los que trabajé… porque aprendí mucho. Me acuerdo de lo que hacían Pol (Medina) y Andy (Chango) en los Superchango cada uno con su gracia y con sus puntos fuertes, de la tenacidad en el estudio de Javier Calamaro, del poder de comunicación que tiene Fito con el público. ¡Ni hablar! Su búsqueda de la excelencia en el escenario es infinita… También aprendí mucho de la gente a la que produje porque producir es un camino bidireccional, no vertical. Es un menjunje, un toma y daca entre las dos partes. Todo lo que me interesa, lo atesoro. Trato de observar y aprender de los demás.

Me imagino que los ensayos con Páez deben ser muy rigurosos…
Son increíbles. Es puntilloso a niveles que nunca vi pero genial. Otra cosa que no vi en nadie, ni siquiera a bandas de chicos jóvenes, es transpirar la camiseta literalmente en los ensayos generales para un concierto grande, lo he visto ensayar como si estuviera en el propio show. Cuando ves a un músico probándose a sí mismo y viendo si funciona en ese nivel de emotividad y de entrega, en una sala de ensayo donde solo estábamos cuatro músicos y un sonidista además de él, siempre impresiona mucho.

En general, te sale primero la melodía que la letra, ¿no?
Casi siempre, sí. Soy más músico que letrista. Pero a veces pasa que junto letras con música negociando entre ambas un poco.

Una pregunta que le hacemos siempre a nuestros entrevistados: ¿Qué tema de otro artista te hubiese gustado componer a vos?
Uff… Un montón. Muchísimos. Por ejemplo, “Life on Mars” y “Starman”, de David Bowie; “Yendo de la cama al living”, de Charly; “CJ”, de Los Fabulosos Cadillacs


¿Y cuáles son tus proyectos a futuro?
Estoy en los albores de las canciones. Grabar, probar, todavía lejos del demo. Probando melodías. Más en una época de brainstorming… La idea cuando tenga un par de canciones listas es grabarlas o subirlas a alguna plataforma. Quiero hacer buenos temas y, por su puesto, salir a tocarlos.

Emiliano Acevedo