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lunes, 25 de agosto de 2025

ADIÓS GUALICHO TURBIO

 

Durante todos estos años en Intersticio Rock estuvimos siguiendo de cerca la trayectoria de Gualicho Turbio, la espectacular banda blusera y garajera argentina, única en su estilo. Estuvimos junto a ellos antes del lanzamiento de su primer disco en 2015, en donde realizamos una larga entrevista con los tres integrantes del grupo. Gualicho venía de darse a conocer con todo con unos paradigmáticos videoclips en el programa de Peter Capusotto y la rompían cada vez que tocaban en vivo, haciendo exorcismos colectivos, shows que funcionaban como ceremonias en las que todo el mundo se ponía a bailar y a cantar los temazos del grupo, en los que cada uno de los integrantes personificaba un personaje: El Diablo, el Poseso y el Chamán Urbano. En 2017 reseñamos su segundo disco Gato Negro, otro escalón de calidad blusera para deleitarse. Y en 2022 nos volvimos a encontrar con esta banda tan admirada luego de la edición de su tercero y a la postre último álbum: Un ruido otra vez. Por eso nos cayó como un baldazo de agua fría esta separación, pero hasta ellos fuimos para buscar el porqué de esta despedida. Un último show que se celebrará el próximo 6 de septiembre en el Strummer Bar, en el barrio de Palermo. A propósito del final de Gualicho charlamos con Zelmar Garín (Diablo) (Monobanda: guitarra, voz y percusión) y con  Hernán Balbuena (Chamán Urbano)  (Armónica). El frontman Juanjo Harervack (Poseso) (Voz y maracas), declinó amablemente a participar de la charla.

ENTREVISTA> ¿Por qué se separan?

Zelmar: Me parece que la banda viene dando vueltas, estancada en una situación y que ya cumplió un ciclo. Creo que es un buen momento para cerrarlo con un concierto despedida y que vaya todo el mundo, porque también pasa eso: mucha gente dice que van a ir y después no van… Eso pasa seguido.

Hernán: También Zelmar nos había propuesto hacer un viaje a Europa, que iba a ser muy positivo para el grupo, pero tanto Juanjo como yo no podemos solventarlo. No lo ayudamos a empujar el carro en ese sentido. Eso lo desinfló. Por otra parte, pensás en los últimos diez shows de Gualicho y se hace todo cuesta arriba, porque eran lugares en donde no había ni camarín, te la pasás renegando… Yo veo las cosas de otra manera. Para mí la banda servía para tocar tres veces al año, para despuntar el vicio. Evidentemente, Zelmar no quiere eso.

Zelmar: Esa es la visión de Hernán, para mí tampoco es así. Obvio que lo de no haber podido concretar el viaje influyó pero yo siento que el ciclo se termina. Me parece que todos los grupos tienen un ciclo y siempre hubo muchos intentos de renovar la banda y no funcionó. En cualquier proyecto siempre hay algo inconsciente que a vos te hace seguir adelante, no tiene que ver ni con la guita o con la amistad, sino que hay algo ahí sagrado que es la música. Y cuando eso no está es peor que si fuera un trabajo. Y si eso se convierte en algo para despuntar el vicio, como dice Hernán, no me interesa seguir; porque yo toco desde los nueve años, en un montón de proyectos en simultáneo y todo el tiempo, tengo mi podcast, edito discos… Así que ahora decidí hacerme cargo del asunto, decir lo que nadie quería decir acerca de que la banda estaba llegando a su fin. Esto no va más. Estamos en una calesita desde hace cinco años, pero no por nosotros solos, sino que te das cuenta que hay algo que antes estuvo presente y ya no está más.

Hernán: Zelmar es muy claro en sus conceptos, porque él es el ideólogo. Un poco se desvaneció la fuerza de la banda en el último tiempo, desde la pandemia en adelante. En un momento parecía que se iba todo a la mierda y Zelmar lo remontó durante el tercer disco. Él ya tenía maqueteado todo el disco en su casa y así lo pudimos hacer. Ya veníamos a los tumbos, pero nunca nos llegamos a caer. Y esta vez, antes de caernos y hacernos mierda, decidimos bajarnos bien y no lastimarnos. Veníamos en piloto automático, porque ni ensayábamos, y eso es muy malo para las bandas. Después no podés contentar a todo el mundo. En ese todo el mundo estoy incluido yo. Juanjo y yo no le queríamos poner “último show de Gualicho”, pero Zelmar no estaba de acuerdo. Así que no pasa nada, fueron muchos años del grupo. Ni yo pensé que iban a ser tantos. Así que estoy disfrutando de estos últimos momentos del grupo. Zelmar nos aclaró de entrada que esta separación no era personal, que él no quería pelearse con nosotros dos. Hay que aprender a soltar. A mí me gustaría seguir tocando con Gualicho Turbio, pero no voy a obligar a nadie. Tengo que respetar eso.

Zelmar: Acá tengo un texto de un libro que se llama Free Play, y es de Stephen Nachmanovitch, me gustaría leer este fragmento para la nota: “Un monje le preguntó a Yün-Men, el gran maestro chino de Zen del siglo IX: ´ ¿Cómo es cuando el árbol se seca y sus hojas caen?´ ´¿Cómo es cuando uno tiene las manos vacías y está desnudo, cuando no tiene nada a que aferrarse, cuando todo en lo que podía confiar se desmorona?´ Yün-Men respondió: ´Todo el cuerpo está expuesto al viento dorado.´ Yün-Men le está diciendo al estudiante que ese estado abierto y vulnerable de la mente no tiene por qué ser de miedo o desvalimiento; cuando uno se entrega en el gran vacío tal vez se encuentra mejor equipado que nunca para estar y actuar a tono con el Universo.” Esto viene a cuento de que yo este año también terminé Ácido Canario 8, un proyecto que veníamos incubando, le di un cierre y ahora le quiero dar un cierre a Gualicho y es como dice el texto: Hay que empezar a estar vacío para lo que viene. Juanjo tiene un montón de proyectos, siempre se está retroalimentando, armando bandas, lo que habla bien de él también, y por ahí esto es una oportunidad para Hernán para arrancar con lo suyo. Cada uno sabe. No es nada trágico sino una oportunidad que se abre. Hay que hacerse cargo.

Juanjo: A mí no me interesa demasiado participar de esta nota, porque es algo en lo que no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo en esto de la separación, le hago la segunda a Zelmar, pero no me interesa hablar al respecto. Cualquier pregunta que se me haga no voy a estar de acuerdo porque no es algo que yo quiera hacer. Tanto lo que digan Zelmar como Hernán va a estar bien, pero a mí no me interesa participar porque no me hallo contestando o hablando de algo que yo no quiero hacer. Eso. Lo único que me interesa decir es que viva el rocanrol argentino…

¿El cuarto disco no se llegó nunca a grabar?

Hernán: Sí, quedó un single… Pero a Zelmar, como productor, no le gustó el resultado final. Faltaba la voz de Juanjo. Yo grabé dos temas, Zelmar también grabó. Se empezó pero quedó ahí.

Zelmar: Empezamos a hacer temas pero no terminamos de ensayar, de estar juntos. Hay algo que no está más y ahí me di cuenta de la situación. También en los últimos shows estábamos en piloto automático. No tuvimos la suerte de que venga un productor real y nos acomode. Porque la banda tiene un muy buen vivo, buena imagen, todo lo que yo cuidé desde que arrancamos, pero no sucedió ese salto. Acepto eso. También hice el intento de que vayamos a Europa porque me parecía que la banda re daba para eso, pero tampoco se dio. Tengo en claro que los discos son una cosa y la banda en vivo es otra cosa. Por ahora estoy enfocado en que nos despidamos bien, que ensayemos bien y esté todo consensuado entre nosotros.

¿Cómo va ser el show de despedida de Gualicho?

Zelmar: El show va a estar dividido en dos partes, va a ser largo, vamos a hacer temas de los tres discos. Va ser casi todo en trío, pero también va a haber invitados, Nahuel Creche en batería en algunos temas, y dos bailarinas: Sabina Andrada y Luisina Fracas. También va a estar el Dj Caye poniendo vinilos, que es un amigo de Laferrere.

LA GÉNESIS DEL GRUPO…

¿Hacemos un repaso de la historia de la banda? ¿Cómo se les ocurrió armarla?

Zelmar: Fue en 2012. Yo ya me había separado y todavía estaba viviendo en La Matanza. Con Juanjo nos conocíamos desde hacía muchos años pero recién en 2002 nos empezamos a hacer amigos. En ese año él se acercó a mi casa y escuchó a mi banda Noseso de aquella época. Juanjo la flasheó toda con nuestra música: canciones muy desestructuradas, también con sonidos del rock de los 60, fuzz, garage, psicodelia, improvisación, noise… Éramos todos unos pibes de clase media baja, ahí en el barrio Atalaya, en Isidro Casanova, La Matanza. Para 2004 mi casa era un hervidero de amigos, porque también mis hermanos Waldemar y Johanna tocan, entonces había chicos de muchas edades durante el día y todo el tiempo estaban sucediendo cosas, juntarse a escuchar música, yo siempre tuve muchos discos, siempre fui inquieto y tenía amigos que traían discos de afuera. Entonces escuchábamos blues con Juanjo, pero los folk blues, a Fred McDowell, Lightnin´ Hopkins, los discos acústicos de Muddy Waters... Igualmente, Juanjo siempre estuvo muy influenciado por el rock argentino de los 70, mucho Color Humano, Spinetta, Miguel Abuelo y demás. Entonces jodíamos mucho que teníamos que hacer una banda de blues. Pero yo en ese momento no lo aceptaba porque eso era como una regresión musical en lo que estaba haciendo. Las referencias bluseras que teníamos en esa época eran Memphis La Blusera y La Mississippi, cosas que me parecían un espanto. Estaba de moda BB King, el último Pappo, todas cosas que me parecían lo menos. Por supuesto, hoy tengo otra visión de eso, pero en ese momento quería romper todo, estaba a full con la improvisación, con la música experimental, la música más de pensamiento… Lo sigo estando. Así que jodíamos con Juanjo con hacer una banda de blues, pero no podíamos concretarla. Hasta que escuché a T-Model Ford, y todo el revival del blues propiciado por el sello punk Fat Possum Records. Empiezo a entrar en ese mundo, además ya había hecho Ácido Canario Vol.4 que tiene blues; eso sumado a la música africana me empiezan a influenciar mucho. Bombino, Jesse Fuller también aparecieron en esa época en mi vida.

¿Ahí empiezan a demear?

Zelmar: Bueno, en esa época yo tenía un grabador a cinta, nos chupábamos unos Fernet con Juanjo y empezábamos a grabar cosas. A eso le decíamos en joda “Blues del orto”. Decíamos, “hagamos un blues en esta tonalidad, con tal tiempo…” y él me decía: “Decime tres palabras…” Entonces, anotaba las tres palabras o anotaba una frase y hacía una letra, improvisábamos y grabábamos en toma cero. Después lo escuchábamos. La primera vez fue muy bueno lo que salió. Después hubo una segunda juntada, más eléctrica, que también estuvo buena. Después que pasaron esas dos o tres juntadas, decidimos armar la banda. Que todavía no se llamaba Gualicho Turbio ni nada. Pero yo no quería hacer una banda con bajo, batería y teclados. Sumale a eso que a mí siempre me gustaron los Rolling Stones, los Pretty Things, The Kinks, todo el rhythm and blues inglés; y desde que descubrí el rock de  garaje esa es la música que más escucho, con esas canciones sencillas y a la vez muy personales, con un sonido casi punk. Entonces, había que hacer algo que sonara a propio con esas influencias, sumadas a las que traía Juanjo de Manal, Pappo´s Blues y demás. Yo ya estaba haciendo reivindicaciones al primer Sandro, y otros grupos como Los Pick Ups y demás. Mi cuñado de ese momento, llamado Abel Giménez tenía un grupo con Hernán en Barrio Lindo, que queda en Almirante Brown, en el sur del Gran Buenos Aires.

Hernán: Ahí nos conocimos.

Zelmar: En el medio de eso, yo me empecé a separar y me vine a vivir a Capital...

Hernán: Yo participé en algunas grabaciones que ya tenían hechas con Juanjo. Yo recién arrancaba a tocar así fuerte, con otro lenguaje musical porque venía del rock barrial y me acoplé a lo que estaba haciendo Zelmar, que era totalmente diferente a lo que yo venía haciendo. Eso me puso a estudiar y a tomarlo un poco más en serio. Hasta ahí tocaba intuitivamente, pero con Zelmar aprendí un montón de teoría musical. Así fue que entré.

Zelmar: Yo también tuve que estudiar el estilo un poco, porque los bluseros tocan prácticamente con tres dedos. Me estuve interiorizando de eso y a la vez siempre fui percusionista. Cuando armé mi set, ya pensé que quería tocar con equipos chicos, que es una decisión estética porque a un equipo chico lo podés saturar más, etc. Además, con un grupo así lo armás fácil, podés tocar en la calle, en cualquier lado. Con seis micrófonos amplificás todo en la banda. No era para nada complicado. Ahí nació el grupo. Ensayábamos en la casa de mi vieja, en Atalaya. Así empezaron a surgir los temas. Ahí surge lo de llamar a la banda Gualicho Turbio. Juanjo tiene mucha facilidad para hacer música, es un poeta nato al que le das una idea o una melodía y enseguida te hace la letra. Rápidamente ya tiene un tema, es muy talentoso en ese asunto. Él había estado de cantante en Ácido Canario Vol.5 y ahí empezó a hacer una música nueva que no tenía nada que ver con lo suyo, en donde había muchos estilos, en donde lo metimos adentro de la improvisación libre. Me parece que él se metió en la cocina de algo que le fascinaba pero que no entendía. Eso le hizo un ruido interno. Vos lo veías cantar a Juanjo en ese momento y era un chabón gordito con corte de pelo milico y cantando como temeroso… Siempre la rompía, ¿no?, porque tenía una voz espectacular, pero Ácido le exigió otra cosa. Ya de por sí Ácido tiene el tema de los trajes, en donde cada uno de los integrantes se tenía que construir un personaje. A Juanjo le costó un año. Primero fue como un hippie, luego un pordiosero y pasó por muchos estados hasta entender que la banda era un poco el fin de su miliciado. Así, terminó tocando con un traje que le dan a los milicos, que usan cuando se casan, cuando se gradúan y cuando se mueren: un saco blanco. Quizás, él vio una especie de muerte de su miliciado ahí y salía así al final, cuando la banda explotaba. Juanjo ya se había dejado el pelo largo, bajó de peso, empezó a moverse en el escenario, hizo una transformación increíble en esos dos años que duró esa formación de Ácido. La verdad, que la banda en ese momento flotaba, era impresionante. Gualicho fue una decantación de eso.

¿Por qué?

Zelmar: Porque después surge el tema de los personajes. Yo le dije a Hernán que se consiguiese un palo, para hacer de chamán…

Hernán: Yo me vi como un chamán urbano. Y me lo empecé a imaginar como un tipo de la calle, sin pilchas compradas, por eso siempre rompí las bolas con los trajes decadentes. Así empezó todo con un saco mugriento que levanté de la calle. Era un tipo con un saco encontrado, al que le donaban el pantalón, los zapatos. Y como un chamán, en vez de tener un elixir como la ayahuasca, empecé a jugar con mi sonido. Así es como yo me libero en las dos horas de show, para poder continuar en esta vida mundana, sucia y vil; y encarar todo con otra energía. Esa fue la apertura del juego. Y el palo lo encontré en la laguna de Santa Catalina, ahí en Esteban Echeverría. Ese es el mismo palo que uso hasta hoy. Y le empezamos a agregar chapas, cascabeles que le voy colgando. Eso de empezar a jugar, a crearnos un personaje y no ser tres tipos comunes, apareció en Gualicho.

Así se largaron a tocar…

Zelmar: La primera vez que tocamos, en San Pedro, aun no teníamos terminado el tema de los trajes. Ahí le dije a Juanjo que él con las maracas tenía que poner la frecuencia rítmica porque no iba a haber platillo. Primero renegaba de eso, pero después se acostumbró. Juanjo ahí se dio cuenta que tenía que adelgazar, que se tenía que mover, que tenía que tomar definitivamente el papel de frontman. Así se empezó a desinhibir. Medio que Gualicho le vino bien para soltarse. Ahí dijo que él iba a ser el Poseso, ese iba a ser su personaje. Fue a una modista que le hizo el traje. Hay un poco del Sandro de la tapa del disco Espectacular en ese traje, también. Juanjo empezaba a coparse mucho con Sandro, que quizás haya sido el mejor performer que tuvimos acá de los 60 a los 80. Un tipo que cantaba muy bien y se movía. Para Juanjo, que venía con el rock cerebral argentino de los 70, se le hizo un clic en la cabeza.

¿Y cómo sigue la historia del grupo?

Zelmar: Yo me fui a vivir a San Telmo y ahí estaba viviendo conmigo un amigo llamado Pablo Bobadilla. Un día, Pablo ve en mi computadora un ensayo filmado de Gualicho y se entusiasmó. Así, en 2012, vino la banda eslovena Incurabili a tocar en Vorterix. Ellos eran un dúo. Uno tocaba una batería que era un bombo, un redoblante y una chapa toda podrida; y el otro una guitarra toda afinada en Sol. Hacían toda su música con esos elementos y editaban sus discos en cartones bastantes crudos, y tienen un sonido muy cercano a ese sonido de Fat Possum del que te hablé antes. Yo en ese momento estaba en Uruguay visitando a mi papá, y Pablo en una salida por San Telmo se encuentra con uno de los Incurabili. Ahí Pablo le dice: “Vos tenés que escuchar a Gualicho Turbio…” Así fueron a mi casa y Pablo le hizo escuchar rock argentino viejo: Color Humano, Vox Dei, Manal y demás. El flaco de Incurabili flasheó con esos vinilos y la música y Pablo le contó cómo era Gualicho Turbio, lo de la monobanda y demás. El loco le dice: “Sería genial que nosotros tocáramos con ellos…” Así le sugiere que vaya a la embajada de Eslovenia a hablar con una funcionaria con la idea de hacer un split con ellos, un disco en que de un lado estuviera Incurabili y del otro Gualicho. Llego de Uruguay y Pablo me da ese notición pero yo venía muy deprimido, estaba en una época difícil. Igualmente, grabamos tres temas en lo de Rubén Travierso: “Guanuco”, “Gualicho Turbio” y “Dilema”. Esos tres temas se los mandamos a Incurabili y les encantaron, así que fuimos a la embajada a vender el proyecto y que lo apoyaran. Así fuimos con Pablo, muy zaparrastrosos, con bermudas y chancletas a la embajada de Eslovenia. Verano, hacía un calor de morirse. Nos atiende una mina preciosa que se llamaba Petra, que era contacto de Incurabili. La mina nos abrió un mapa repleto de lugares culturales en los que se tocaba rock. Ella se entusiasmó con nosotros y quedamos en hacer el proyecto con los Incurabili. Ahí lo conocimos a Charly [Acconcia], que luego sería la otra pata de Gualicho, que siempre me ayudó con las grabaciones. Lamentablemente, el proyecto de hacer el split con Incurabili se fue a pique porque ellos se pelearon. Pero eso nos sirvió de envión para que nosotros nos pusiéramos las pilas y sacar la banda.

Ahí empiezan con todo…

Zelmar: Sí, empezamos a tocar en la peluquería de Jopo, en Pasaje Giuffra y Defensa, a tres cuadras de mi casa. Un lugar variopinto que se llenaba de turistas, con birra barata y música. Obviamente, eso no duró nada porque empezó a venir la cana. Pero en esas fiestas tocamos nosotros. Ahí cayó el Griego Marcelo Iconomidis y nos vio. Al principio el Griego me dijo que me había escuchado en Ácido Canario Vol. 3 y estaba muy copado con ese disco y quería que estuviéramos en el programa de Peter Capusotto, en donde él programaba toda la parte musical de los videos. Como el programa tenía más de cinco años en el aire, el Griego quería poner música actual, no más material de archivo y extranjero. Y como la mayoría de los grupos que le copaban no tenían guita para hacer los videos se decidió a hacerlos él mismo. Así se compró una cámara y empezó a hacer sus propios videos. Cuando lo conocí, le dije: “Mirá, Ácido Canario toca recién en un mes, pero el sábado que viene toco con una banda que se llama Gualicho Turbio. Vení a vernos…” Ese día con Gualicho empezamos con la invocación que hacemos siempre ahí en la calle, Pablo hizo una cruz de sal y tocamos. Ahí nos echó el ojo el Griego y le gustó. Le pasé los tres temas en un cd grabado y un día nos dice que se le había ocurrido la idea de cómo hacer el video. El Griego laburaba en un jardín de infantes y nos dijo de hacerlo ahí. Previamente a eso, nosotros habíamos tocado en una sala de un jardín con orientación artística al que iba uno de los hijos de Juanjo. Nosotros fuimos ahí a tocar de civil, porque todavía no teníamos los trajes armados, recién arrancaba Gualicho. Una maestra había filmado con una camarita un registro que duraba segundos, ni siquiera era un tema entero, una cagada total… Pero igual subí el video a YouTube, en donde se ve a todos los nenes bailando. Ahí lo vio el Griego, le gustó la idea y filmamos finalmente el video con él. Como íbamos a salir en el programa de Capusotto, antes hicimos una sesión muy buena de fotos de prensa con Soledad Muriel. Aun no teníamos ni página de Facebook y los trajes los estaban haciendo.

Hernán: Era todo muy precario…

Zelmar: Por eso Juanjo tiene el chalequito todavía… Bueno, hicimos la sesión un domingo y después nuestro amigo Pali hizo la página de Facebook, el lunes publicamos algunas de las fotos de la sesión y subimos una canción: “Dilema”. Y claro, la gente veía el video y te buscaba en las redes. El Facebook todavía era algo nuevo en 2012, 2013, y una página que tenía cero me gusta pasó a mil al toque. Así nos empezaron a buscar todos. El primer tema que salió fue “Dilema”, que fue contundente, no solo por el video, sino también por la formación en la que yo siempre confiaba, además era un tema corto, potente y para mí es uno de los mejores que hicimos. “Dilema” es uno de esos dos temas que hice colgado en el bondi, en medio de toda mi crisis, y es medio una anti poesía, son imágenes la letra. Esa letra es mía y Juanjo la arregló un poco. Creo que fue uno de los videos más potentes de todos los que venía haciendo el Griego.

LOS DISCOS

¿Y de los discos que hicieron, cuál es que más les gustó?

Zelmar: Cada uno tiene sus cosas.

Hernán: A mí me gusta mucho el primero…

Zelmar: Es el que más tocamos, también.

Hernán: El primero es el que más escuché, pero el segundo también me gusta. Los dos primeros son los que más me gustan. Después, Un ruido otra vez también tiene lo suyo. Por ahí no es tan rockero, pero sí lo tiene en su esencia. En el primer disco, el último tema es una grabación de aquellas iniciales de “blues del orto”. En el segundo está “Ácidas tardes de Atalaya”. En esa época de “blues del orto” yo aún no tocaba como toco ahora, aun me estaba encontrando. Ese es el juego que teníamos en los discos, que ese “blues del orto” estuviera presente en Gualicho Turbio.

Zelmar: El primer disco está grabado en varios estudios. Está grabado en el Estudio Libres, en Caballito; y otros temas están grabados en lo de mi amigo Rubén Travierso. También en Gualicho Turbio estaba la cuarta integrante que fue Barbie [Bárbara Aguirre], y ella participa haciendo un micro coro en “No te quiero más”…

Hernán: Y en la contratapa del disco…

Zelmar: Sí, y también participaba en la puesta en escena. Bailaba y demás…

Hernán: En Gato Negro, el segundo disco, ya está más presente.

Zelmar: Bueno, pero el primer disco no tiene un sonido homogéneo, al ser grabado en dos estudios diferentes. Al principio mezclaba yo en un programa Cool Edit viejo, y después empecé a mezclar con Charly Acconcia.

Hernán: Otro gran acierto fue el formato, haberlo editado en vinilo. Porque si hubiera quedado en cd o plataforma, no sé si hubiera sido lo mismo, porque mucha gente me dijo: “La música que hacen coincide con el formato…”

Zelmar: Pero para hacer ese primer disco hicimos todo un cronograma de un año para juntar el dinero y poder llevarlo a cabo, como hacer la promoción, como hacer la preventa y cuándo íbamos a tener el disco, porque todavía no había fábricas de vinilos en Argentina. Siempre funcionamos como cooperativa.

Sí, sino era muy difícil llevarlo a cabo…

Zelmar: Igual, para los dos primeros discos siempre tuvimos aliados: Paco de Exiles Records, Bonus Track, Juan Manuel de Fishing Discos. El segundo álbum sí es homogéneo porque lo produjimos con Charly y está todo grabado en el estudio de su casa. Nos propusimos grabarlo todo en la casa y usar cámaras naturales, no usar casi plugins, entonces casi todas las reverbs, todos los efectos están hechos manualmente. Yo grabé toda la monobanda y después vinieron Hernán, Juanjo, Barbie, etc. Hay un solo tema en el que toco otras cosas pero después es todo monobanda, hay algunos en los que hay unas percusiones, pero no mucho más que eso. Incluso, el último tema “Desierto”, que está buenísimo, lo grabamos en el garaje, al lado de la parrilla. Ósea que toda la cámara, el planteamiento del estéreo, es todo real; todo lo que se escucha, pajaritos, perros y demás, sucedió en ese momento.

¿Y el tercer disco de Gualicho?

Zelmar: Con Charly habíamos empezado a delirar el proyecto, con la idea de alquilar micrófonos, ir al estudio y demás; pero vino la pandemia y empecé a grabar todo yo en mi casa. Pero también ocurría este déficit de ensayos del que hablábamos al principio de la charla. Entonces, medio que me cargué el disco al hombro y me estaba separando de Barbie en medio de todo eso, buscando un alquiler en plena pandemia. Así empecé a grabar el disco en una consola de dos canales, con dos micrófonos y hablando con Charly por WhatsApp acerca de cómo tenía que hacer la toma del bombo y demás. Así y todo, el disco tiene buena calidad. Después lo empezó a producir más groso Charly, el que le redondeó el sonido fue él. Es un disco más moderno en su mezcla final. Pero lo bueno que tiene es que todo eso que hablábamos del carnaval, la murga y la milonga no estaba plasmado en los otros discos y en este sí. A nivel búsqueda sonora y de identidad, me parece que el tercer disco tiene algunos puntos logrados. No es todo de murga ni en pedo, solo hay un par de temas, porque también está la cosa garajera en temas como “Oro verde” que es puro fuzz, un blues cuadrado… También tiene cosas africanas en “Las iguanas de mi boca”. Sin embargo, para mí el mejor tema del tercer disco es “Aquella tarde” porque tiene otra influencia muy importante en mi vida que es el Captain Beefheart, un chabón que me hizo escuchar de nuevo a Howlin´Wolf. En lo musical ese tema tiene un riff en 3/4 y la batería va en 2/4, y tiene un clímax que es único. “Verdugo” me parece que es una gran canción; “El blues bien abajo” también, un tema que le hice a Juanjo cuando él venía un poco bajoneado, y es el único tema que está grabado en vivo. En donde Gisela [Peláez] hizo el videoclip. También están “Rata de ciudad” que es un tema que hice solo, en donde me inspiré un poco en Bill Broonzy, y “La sombra” que es un tema espectacular que le gustaba mucho a nuestro amigo el cineasta Rodrigo Espina, incluso lo llegamos a filmar para una película que él estaba haciendo y lamentablemente no pudo terminar porque falleció. Para mí el último disco, a pesar de no ser musicalmente homogéneo, está mejor producido. Lo cierra “Paraguay”, un tema grabado con dos micrófonos en la cocina de la casa de Charly, que fue muy espontaneo como salió.

¿Y los temas editados que no están en los discos?

Zelmar: Sacamos varios singles. El primero fue “El movimiento”, una canción que hice con afinación abierta, el día que Cristina presentó la fórmula presidencial junto a Alberto Fernández. El macrismo para mí fue muy duro, en lo que respecta a lo laboral, y esa fórmula me dio esperanza, más allá del resultado final… [risas] También estábamos en una etapa en la que queríamos que Bárbara tuviera un poco más de protagonismo en las voces, se estaba perfilando Pali como músico colaborador, así que lo pensé por ese lado. Después está “El adivino” que me parece un temazo, que tiene unas percusiones africanas muy flasheras, una afinación abierta en Sol que después usé para otros temas. “La pena del sin sentido” que lo hice cuando le dieron el golpe de estado a Evo Morales, que me puso muy triste, e hice la letra de un tirón. Ese tema tiene una cosa media andina porque está todo en La menor. Participan ahí los chicos de Tick Toper, una banda cuyo estilo no tiene nada que ver con el nuestro pero que con la que hicimos una amalgama muy interesante. Quedó un tema casi pop pero está muy bueno. Y por último está “El blues de ayer”, un tema que en realidad hacíamos con Juanjo en los comienzos de la Riki Tave, en donde yo tocaba el bajo, y Juanjo le puso la letra. Es un tema que siempre lo usábamos para boludear en zapadas y demás pero que siempre quedó ahí, hasta que lo reincorporamos en “blues del orto”, en donde Hernán lo conoció, pero venía de antes. Nuestro amigo, el ilustrador Nico Foti, trajo a Rolando Castello Junior, que para nosotros es un héroe, y como él se copaba mucho con Gualicho se prestó a colaborar con nosotros. Pero ese día no estuvieron ni Juanjo ni Hernán, así que Miguel Mactas, de Los Espíritus, nos grabó a Rolando y a mí haciendo el tema.

Eso es todo…

Zelmar: No, pará. Ahora hicimos un tema llamado “Traje sucio boogie” con los Gitanos, en un disco que se llama El muerto se ríe del degollado. Ellos son unos pibes jóvenes divinos de la zona sur que son muy amigos de nosotros. Son tres pibes y dos chicas, que tienen la veta años 60 y 70 con ese sonido de blues rock tipo Espíritus, con mucho delay. Con ellos hicimos dos fechas. Estuvo buenísimo porque es todo público joven, muy rockero. Recomendamos mucho a Gitanos, de corazón. Ellos tienen mucha cultura rock y tienen lo que hay que tener. Una propuesta muy interesante. Además, ahora encontré un tema llamado "Julia" del año 2013, de las sesiones que se hicieron para el primer disco, y también está la canción llamada “Monja” que había salido en un compilado del festival Festipulenta en 2015. Con esos dos temas vamos a hacer un EP llamado Sesiones olvidadas 2013 – 2015

Hasta acá hablamos de todo lo que se hizo. ¿Qué les quedó en el tintero?

Hernán: Mirá, siempre vamos a resaltar lo que hicimos. Podríamos haber sido millonarios, pero no lo hicimos. Lo importante es haber tenido la oportunidad de hacer realidad este proyecto, con eso yo ya gané.

Zelmar: Está muy bien lo que dice él. Lo que se probó y no salió, no salió, es una cosa natural de las personas y sus circunstancias. Uno propone y Dios dispone. En lo personal, yo siempre le puse todo.

Hernán: Me hubiera gustado que tuviésemos más difusión y meternos en otros lugares porque la banda lo conseguía. Porque la música de Gualicho era una piña en el mentón para mucha gente. Faltaron cosas pero me siento bendecido por haberlo hecho. Yo gané.

Zelmar: En un principio, nuestra aparición en el programa de Peter Capusotto ayudó mucho también, pero luego empezó a menguar eso. No solo porque ya no está más el programa sino porque las cosas cada vez son más efímeras. Concentrarse en algo es complicado. Es difícil que alguien se siente a escuchar un disco en la actualidad.

Hernán: ¿Pero por qué hacen que todo pase tan rápido y que sea tan efímero? Porque no les interesa que la gente se despierte, y esta música que hacemos nosotros, y lo voy a decir bien arrogante, bien soberbio: esta música despierta a la gente. Y yo quiero funcionar como un disparador para otra gente. Con eso ya está. 

¿Cómo te gustaría que fuera recordado Gualicho Turbio?

Zelmar: Yo siempre defiendo mucho esa idea de que el rocanrol es un regalo, porque es tan fácil y a la vez tan difícil de tocar… Creo que Gualicho tiene eso, en vivo la gente baila, la pasa bien, hay algo motivador ahí, por momentos hasta hay un reencuentro con lo folclórico porque todas nuestras generaciones se criaron escuchando algo de rock en sus casas. Sin embargo, se había perdido el movimiento, la cosa esotérica que tiene el blues y se había transformado todo en muy mainstream, tipo “a ver como toca la pentatónica este gordo…”

“Tocar con la cara”, como me dijiste en nuestra primera entrevista…

Zelmar: Como toca Richard Clayderman… [risas] Claro, no… Pero me parece que, en ese aspecto, Gualicho nos ha transformado totalmente y el proyecto se llevó a cabo. ¿Qué nos hubiera faltado? No sé. Un amigo me dijo la otra vez que las bandas tienen su propia vida y la percepción que generan va mutando de acuerdo a la época. No es lo mismo el Pink Floyd de Syd Barrett cuando lo recordaban en los 70, que cuando lo recordaban en los 80 o como lo recordamos ahora. En los 70 era un colgado falopero con problemas, en los 80 ya era de culto y ahora son las mejores canciones que pasaron en los 60, y así… Qué sé yo, me parece que el tiempo va poniendo las cosas en su lugar, si realmente han sido importantes o necesarias para algunas personas. Creo que con Gualicho he hecho mi proyecto musical más conocido, “comercial” entre muchas comillas, pero sé también que motiva a mucha gente. Te lo demuestra el feedback que tenemos en las redes, cada vez que posteamos algo. Después está la verdadera procesión que va en cada uno, lo que ponés, los costos y también el futuro que no se termina acá porque yo tengo muchas cosas por delante que quiero realizar.  

Emiliano Acevedo

viernes, 27 de junio de 2025

PROHIBIDO OLVIDAR: Conexión N° 8 y su tributo a la obra de Carlos Bisso

 


Carlos Bisso fue una leyenda de nuestra música popular. Cantante espectacular y multifacético, luego de ganar mucha fama y vender infinidad de discos a fines de los años 60 y principios de los 70 junto a su grupo Conexión N° 5, con su excelente repertorio interpretando versiones de los éxitos soul y rock en inglés, en 1973 se aventuró a un nuevo terreno con la grabación de su magnifica obra en castellano Americano soy, que, inexplicablemente, permaneció inédita casi 50 años. No le perdonaron su viraje artístico más politizado y comprometido con la realidad latinoamericana de los 70.

Sin embargo, en los últimos años, Lucía y Mariana Bisso, las dos hijas de Carlos, junto al músico, compositor, productor, investigador y melómano Zelmar Garín, han logrado develar ese material a la vez de poder relanzar los discos primigenios y los temas inéditos de este artista singular. A su vez, los tres junto a otros seis músicos han formado Conexión N° 8, un grupo increíble que tributa a toda la obra de Carlos Bisso en sus shows temáticos. Conexión N° 8 está formada por Lucía Bisso (voz), Mariana Bisso (voz), Marcelo Ezcurra (voz y coros), Zelmar Garín (guitarra y dirección musical), Alejandro Caraballo (percusión), Nahuel Creche (batería), Marko Martini (piano y teclados), Manuel Altamirano (flauta traversa) y Matías Díaz (bajo). El próximo show del grupo será en Bebop Club, el 9 de julio. Para hablar de este proyecto musical pero, principalmente, de la sinuosa y singular vida de Carlos Bisso nos encontramos en esta nota con Lucía, Mariana y Zelmar…

ENTREVISTA> ¿Cómo nace la idea de hacer Conexión N° 8?

Lucía Bisso: Luego de tres años de investigaciones y descubrimientos alrededor de la vida y la historia de Carlos, llevados adelante por Zelmar, llegamos a la instancia de poder materializar, después de gestiones con Sony Music, la salida a la luz de Americano soy, este disco de papá que encontramos casi 50 años después de ser grabado y que permanecía oculto en los archivos de la discográfica. Mientras lográbamos la materialización del disco, entendimos que teníamos que darle vida a ese material. Entonces, comandados por Zelmar, quien convocó a distintos músicos amigos y colegas cercanos, conformamos el primer intento de la Conexión N° 8 y después se sumó un noveno integrante. Por distintas cuestiones sobre lo que lo representa el número 8 (la infinitud, lo que vuelve, la música misma que tiene un componente infinito) decidimos dejar el nombre original, que, por supuesto, tiene que ver con la correlacion de aquella primera histórica Conexión N° 5 de Carlos.

Y así salieron a tocar el disco, aparte de hacer un repertorio de más temas de Carlos, ¿no?

Mariana Bisso: Sí, con Conexión N° 8 la idea era hacer Americano soy para al fin sacarlo a la luz y mostrárselo a la gente, que era la idea primigenia de Carlos, porque todas las letras de las canciones tienen un mensaje importante para decir, muy acorde a lo que nos toca vivir en esta época. Es un disco atemporal, porque a pesar de tener cincuenta años, los arreglos musicales, las canciones que se eligieron, los autores… Tiene dos canciones de Eduardo Mateo, una de Atahualpa Yupanqui, una de Tono Báez, otra de Carlos Fregtman… Muchos autores, pero temas tan bien elegidos, ya que todas las canciones están unidas por una idea principal que es la de que Latinoamérica es una, que somos todos uno y que tenemos que tirar para el mismo lado, sin fronteras ni divisiones. El respeto y el amor van por ese camino. Claramente, en el 73 eran unas letras disonantes con lo que se estaba generando en nuestra realidad. Así juntamos a la banda, empezamos a cranear el proyecto, a sacar los temas, intentando serle fiel a como están hechos originalmente, no a hacer versiones de las canciones. En esos ensayos decidimos meter también las primeras canciones en inglés que hacía Carlos con Conexión N° 5, algunos que habían sido los hits icónicos de la agrupación y otros temas que eran del viejo, porque Carlos también componía en inglés. Así quedó un show que tiene dos partes: la presentación de Americano soy y después un revival del repertorio de aquella época de fines de los 60, principios de los 70.

¿Cómo surge el vínculo de ustedes con Zelmar?

Lucía: Yo lo admiraba como músico antes de conocerlo en persona porque tenía muchos colegas, amigos del ambiente de la murga del Circuito Popular Barracas, que lo conocían, y yo participaba de ese colectivo artístico. Además, Ale, mi pareja, era muy amigo de Zelmar. Así que cuando Zelmar se enteró que Ale salía con Lucía Bisso, se volvió loco, porque siempre había sido fan de mi papá. Así nos conocimos y fue espectacular porque Zelmar sabía un montón de la historia de mi viejo. Él nos reconcilió con toda la etapa de fama que tuvo Carlos, que nosotros la teníamos negada familiarmente, porque nacimos tiempo después de que eso había pasado. Es como que nos descubrió un nuevo padre, una nueva historia de vida. Fue muy fuerte.

Claro, ustedes no habían vivido la parte más glamorosa de Carlos…

Mariana: Tal cual. Aparte no se hablaba de eso en casa. Teníamos la consciencia de que teníamos un papá que había grabado tres o cuatro discos, pero no mucho más que eso. Lo teníamos negado, como si tuviéramos vergüenza. No queríamos que nos preguntaran por él, pero nos sigue pasando que cada vez que decimos nuestro apellido enseguida nos dicen: “Pará, vos sos algo del cantante de los guantes negros…” Ahí caes en cuenta de que el tipo dejó una marca hasta el día de hoy. Y eso que pasaron cincuenta años de eso y van a hacer veinte de su muerte. La gente se sigue acordando. Zelmar nos trajo una información acerca de papá que no teníamos. Reconfigurar y entender que era lo que le pasaba a papá, porque no había podido volver a estar en el lugar de la escena musical como él quería, porque nunca nos había hablado de estas cosas… Sé que esto suena esotérico pero Carlos hasta el día de hoy da señales acerca de que avala todo este proceso de descubrimiento de su obra que llevamos a cabo. Que toda su música ahora esté en las plataformas digitales, porque antes no había nada…

¿Qué pistas había de Americano soy? ¿Cómo se llega a esta edición luego de tantas décadas inédito?

Zelmar: Cuando conocí a Lucy le dije que me presentara a Silvia, su mamá, porque yo quería armar un podcast dedicado a la figura de Carlos. La que me dio un primer indicio de “Americano soy” fue Silvia, que me recitó parte de la letra de la canción. Yo había visto el simple, porque laburo en el instituto Carlos Vega y estaba ahí en una fonoteca. Porque lo único que había salido de ese material en vida de Carlos era ese simple que trae, del lado A “Americano soy”, y del B “Dame compañera”. Ese simple está ahí porque parte del Archivo General de la Nación fue a parar a esa fonoteca. Entonces, digitalicé esos temas y se los pasé a Silvia y a las chicas y ahí empecé a hablar con el historiador Mario Antonelli, que está escribiendo un libro sobre el beat y grupos de la década del 60 y mediados del 70, bandas chicas que sacaron algún single, todo ese beat que es una etapa muy ninguneada y poco revisitada por nuestro rock. Antonelli había entrevistado a Carlos y a toda la Conexión, entonces me empieza a pasar alguna data que tenía al respecto. De esa forma conseguí todos los nombres de los temas que habían sido supuestamente grabados para el elepé, con sus códigos correspondientes. Así, hablo con Alfredo Rosso, que también había laburado en Sony, quien tenía alguna data pero nada confirmado.  Entonces doy con dos agentes de Sony, uno de ellos llamado Luis Herman, que laburaba en la parte de archivo. Entonces le cuento de Carlos Bisso, que había grabado un simple… Él lo conocía porque había sido fan de chico. En eso, me pregunta: “Pará, ¿Bisso no era peronista? ¿No grabó un simple peronista?” A lo que le digo que sí y él me responde: “Entonces, seguro que eso no está más acá porque en el 76, cuando yo entré a trabajar, vinieron los milicos y se llevaron varios masters, que nunca más los devolvieron. Lo más probable es que los hayan quemado…”

Claro…

Zelmar: Herman se refería a los discos políticos, por eso me dijo: “Si Bisso andaba con el peronismo, lo más probable es que ese material grabado no esté más.” Le dije que se fijara, porque había sido grabado en 1973, cuando ya había vuelto Perón y estaba todo bien para que saliera un disco así. Incluso, había salido en la propia RCA [luego BMG, compañía ahora perteneciente al grupo Sony Music] el disco Muerte en la catedral, de Litto Nebbia, que también tenía una tendencia política… Le insistí que tenía que estar durante seis meses, hasta que un día en pandemia me llama y me dice que ya tenía el archivo del disco en la casa. Así que le pasé los nombres de cada uno de los temas y él me da la certeza que lo había digitalizado. Ahí apareció y empezamos a meter presión a la compañía para que lo sacaran.

Mariana: Nosotras lo único que conocíamos de ese disco era la canción “Americano soy” porque papá cada tanto la tocaba. El resto de las canciones no las habíamos escuchado nunca…

Lucía: Aparte, es increíble el hecho de que haya grabado a Mateo en el 73; también “Los ejes de mi carreta” con esa versión alucinante e innovadora…

Zelmar: Así fue que al final Sony empieza a subir los discos de Carlos a las diferentes plataformas. Antes no había nada, ni un grandes éxitos. Se silenció su obra.

¿Qué teorías hay acerca de porque no salió Americano soy en su momento?

Lucía: Varias. Principalmente el viraje artístico abrupto que tuvo Carlos en ese disco con respecto a su material anterior -con todo lo que eso representaba y lo que había vendido y el éxito que tuvo entre el 67 y el 70- hizo que lo cajonearan. Está claro que el mensaje que traía este nuevo repertorio en castellano. Yo también intuyo que ya había algo de rispidez de Carlos con RCA, porque lo querían encasillar en un determinado lado (seguir cantando los éxitos en inglés) y él ya quería hacer una cosa totalmente diferente.

¿El contrato con RCA se cerró por haber hecho ese disco?

Mariana: Lo que sabemos es que fue al mismo tiempo, como que le dijeron: “El disco no va a salir y vos ya no tenés más contrato con nosotros…”

Zelmar: En realidad, sale un single más con dos baladas en castellano del chart americano, a principios del 74, y después le rescinden el contrato. El simple “Americano soy” tampoco tuvo difusión. Por ahí a Carlos en la discográfica lo querían solo para hacer ese tipo de música, versiones de éxitos, y nada más. En el 70 habían probado hacerlo un cantante más melódico, aunque tenía letras de protesta, con un simple con el que gana dos festivales importantes, y después lo vuelven a poner a hacer covers en inglés con Conexión N° 5. Para mí hay dos factores que hacen que le rescindan el contrato: Su grave accidente automovilístico en 1972, que lo saca temporalmente de circulación, y el otro su viraje artístico de 180°, cuando él dice “ahora voy a hacer lo que yo quiero, una música comprometida con el signo de su tiempo…” En el 72 había empezado a militar fuerte en la JP. Las dos veces que volvió Perón, Carlos fue con su mujer en la caravana de personas a recibirlo y el dedo en la llaga terminó siendo el simple peronista que Carlos saca en el 73 en Groove, un sello subsidiario de RCA: “Juventud argentina peronista”, junto a la orquesta de Jorge López Ruiz. Eso es del mismo año en que tendría que haber salido el disco Americano soy, pero es raro, porque también en el 73 ya estaba el peronismo, todavía no se había podrido todo porque Perón aún vivía. Lo que me dijo [el productor Bernardo] Bergeret es que en ese año cambió el productor musical en RCA. Según Bergeret, el productor que bancaba a Bisso era Mario Pizzurno, y el nuevo no lo quería. Ahí puede ser que le bajaron el pulgar. Bergeret cree que fue una cuestión de números, cuando Carlos dejó de vender, o no vendió tanto como antes, lo sacaron…

Lucía: No hay que olvidarse que otro de los motivos por el que Carlos decidió dejar de cantar en inglés fue por el abucheo y los piedrazos que sufrió en el Barock de 1971. Lo mandaron al muere…

Zelmar: Eso creo que fue porque en esa época a Carlos lo querían etiquetar como cantante melódico en RCA y para los pibes eso era como ser un “vendido”. Luego de ese evento, Carlos escribió una carta a la revista Pelo en el Correo de Lectores. Él no había dicho ni “ah” y ya le empezaron a tirar piedras. Igual, hay que recordar que el público de esos recitales era muy cavernícola, porque le tiraban piedras a un montón de artistas.

¿Cuáles fueron sus vínculos con la música, más allá de la influencia paterna de Carlos?

Mariana: Si bien en nuestra casa siempre hubo mucha música, estábamos un poco peleadas con la asociación de la música con las cosas de la bohemia de la noche, porque lo vivimos con nuestro viejo, pero nuestro tío materno fue Claudio Martínez (ex bajista de Espíritu, baterista de la banda de Nito Mestre y tecladista de GIT), y él fue quien nos hizo meter mucho en la música. A mí siempre me gustó la música, pero nunca terminé de elegirla como lo principal para mi vida hasta hace poco. Porque estaba enojada con el ambiente de la música, yo sentía que, de alguna manera, era eso lo que había destruido a mi padre y también a mi familia. Siempre canté pero nunca me dediqué en profundidad. Incluso, había empezado a estudiar arquitectura, una carrera que casi terminé. Grabé un montón de jingles para publicidades. Luego me metí como vocalista a tocar en una banda de covers de rocanrol y ahí dejé arquitectura. Muy pocas veces canté con Lucía y cuando arrancó este proyecto de Conexión nos volvimos a encontrar en la música de nuestro viejo.

Lucía: Yo, a diferencia de Mariana, tuve mucha incursión en la música desde muy chica. Escribía letras, tuve una banda que se llamaba Había una vez en la que hicimos una ópera rock llamada La suite de los colores, en donde hacíamos una especie de rock sinfónico muy bueno. Éramos muy chicos…

Mariana: Carlos hacía un personaje en esa opera…

Lucía: Sí, papá era el rey del mundo azul, en donde el mundo azul representaba la tristeza, la melancolía y la oscuridad… Dialogábamos en blues. Después canté con Érica García, Pimpinela, Alika… Después nos llamó Roberto Lar, el gran pianista de jazz muy vinculado a la publicidad, con él grabamos unos cuantos temas, pero cuando mi viejo murió cerré la persiana, decidí dejar la música. Recién ahora me doy cuenta el impacto que tiene papá en nosotras y me volví a enganchar a partir de estar participando en este proyecto que me volvió loca, me fanaticé con la obra de mi viejo y me encanta poder presentarla, reconciliarme con ella y con todo lo que eso generó en mí. Papá no la pasó bien, porque aunque era un tipo carismático y amoroso con muy buen humor, cargaba con esa tristeza de haber quedado al margen del estrellato. A él le pesaba esa angustia, esa censura, esa desilusión que tenía encima; esa falta de oportunidades, aunque Carlos se las creaba igual para seguir adelante y cantaba con la misma pasión y compromiso aunque hubieran cinco o cien personas en el público.

Mariana: Es que en el momento en que nosotras llegamos al mundo, Carlos Bisso ya no era el tipo exitoso de fines de los 60, era un tipo abatido…

Lucía: Intentó varias veces relanzar su carrera. Viajó a Nueva York, intentó en dos oportunidades probar suerte en el extranjero, en donde tuvo anécdotas con Diana Ross, Ritchie Havens y BB King

Zelmar junto a Lucía y Mariana

Zelmar: Supuestamente, zapó con BB King. Mucho antes que Pappo. Pero, lamentablemente, no hay un registro de eso. Hay que resaltar que Carlos era un apasionado de la música, y que siguió componiendo todo el tiempo, hasta el día de su muerte. Todo el tiempo estaba haciendo canciones.

¿Cuál es la repercusión que tuvieron a partir de Conexión Nro 8 y de darle vida de nuevo al repertorio de Carlos?

Mariana: El público es variado. Hay gente nueva que se copa con nuestra convocatoria y además se suman los de antes, los pocos que quedan que iban a ver los shows de mi viejo.

Zelmar: Hay mucha gente interesada en la música de acá que también va a los shows.

Lucía: El público es variado pero se va muy sorprendido, cuasi extasiado. Como que van pensando que van a ver un showcito con canciones latinoamericanas de los setenta y les volamos las pelucas…  Yo siento que realmente es un show que merece trascendencia, así como el disco Americano soy, que nosotros lo tocamos con todas las ganas. Muchos colegas músicos han venido y se han vuelto locos, emocionadísimos con el show. También acompañamos el espectáculo con una puesta audiovisual que cuenta la historia de Carlos y su obra.

Zelmar: Incluso hay gente que no sabe nada y cuando escucha la historia del disco y de Carlos, se terminan emocionando… También a la entrada hay una muestra de cosas de él. Posters, las tapas de los discos, fotos familiares… Es un espectáculo muy especial, ¡no se lo pierdan!

Emiliano Acevedo