jueves, 22 de abril de 2021

LA ETAPA SINFÓNICA DE BANANA, entrevista a César Banana Pueyrredón

 

Durante más de 50 años de trayectoria, César Banana Pueyrredón consiguió dar forma a una exitosa carrera en el pop melódico argentino, con una trascendencia internacional que, incluso, lo llevó a tocar en varios países latinoamericanos. Todo comenzó en 1969 cuando forma el grupo Banana, alcanzando gran popularidad a principios de los años 70, a partir de las composiciones beat y melódicas de César y el sello de su estilo romántico. Todo esto tiene una manifiesta popularidad pero lo que no es tan conocido es que a partir de 1975, Banana empezó a tener un vuelco más rockero en sus conciertos, en los que, además de hacer su repertorio de baladas, hacían covers de temas de bandas progresivas internacionales. En esa época César estudiaba en la UCA (Universidad Católica) y escuchaba mucho a Genesis, Yes, Focus y Crucis. Esta última banda lo impactó tanto que generó su deseo de hacer música más elaborada y experimental.

Así, en 1979, Banana editaría Aún es tiempo de soñar, un trabajo de neto corte progresivo y sinfónico del que ya hemos conversado con César en una entrevista anterior.

En esta oportunidad, recorreremos juntos los discos Licuado (1980) y De entrecasa (1983), que aún mantenían gran parte de la estética de rock sinfónico. Estos dos álbumes serían los últimos de Banana como grupo, ya que se disolverían en 1984, dando inicio a la carrera solista de César que lo llevaría a ser uno de los más importantes exponentes del cancionero argentino pop y la balada romántica elaborada.

ENTREVISTA> Licuado y De Entrecasa, ¿son trabajos de un período de transición hacia lo que después sería tu carrera solista?

A la distancia veo que estaba haciendo una vuelta hacia lo más melódico, lo más baladístico. Estaba volviendo a la canción, sin tanto desarrollo instrumental de esa época “genesiana” de Aún es tiempo de soñar, surge en un período en el que tuve la necesitado experimentar con influencias de Gentle Giant y Focus y, también, inspirado por la música de Crucis y Spinetta.

Al venir de la música clásica, ¿no fue algo natural el hecho de hacer un material tan complejo como el de Aún es tiempo de soñar?

No. Fue un impulso del grupo. Yo cambié después de la gira de 1977 a Costa Rica, que fue el cierre de la etapa de Banana. Ahí experimentamos una popularidad impresionante. Sin embargo, esa gira ya la hicimos sin [Alejandro] Giordano, que era mi primo y el bajista, porque yo quería ir a otro lado. En el 78 ya me dediqué a Aún es tiempo de soñar, que sale editado en el 79. Por eso creo que fue el empuje de los nuevos integrantes de la banda. Nosotros hacíamos covers de muchos grupos progresivos en los shows. Hacíamos las famosas baladas de Banana mechadas con temas de Gentle Giant, Yes, Deep Purple, Boston… Hacíamos “Music”, de John Miles, cantado por el guitarrista Juan Gelly. Éramos leales a lo melódico del primer Banana pero le agregábamos el rock porque al público le gustaba y lo pedía y tenía los músicos para hacerlo.

Hiciste el movimiento de hacer covers de temas progresivos a componerlos…

Sí pero no porque me haya propuesto formar parte del rock progresivo. Fue solo una etapa de experimentación en mi carrera. Yo no enarbolé la bandera del rock progresivo en Argentina. Lo que pasó fue que, mucho tiempo después, en la época de internet lo empezaron a subir [a Aún es tiempo de soñar] y a considerarlo progresivo en los distintos foros y en las redes sociales. Hasta el día de hoy me lo nombran. Bueno, Diego Chornogubsky, el bajista de Banana en esa época, se acuerda de lo que le decían amigos músicos de lo que estábamos haciendo nosotros: “están poniendo en letras y música de rock en castellano la música que escuchábamos y que queremos hacer pero tenemos que hacer covers”. El único que se animó de este grupo de músicos de San Isidro, Barrio Norte, de esta clase social, fui yo. Están los tributos a Genesis o a Pink Floyd, a esos chicos también los conozco pero hacer temas propios ya era más raro. Aún hoy me manifiestan su admiración por habérmela jugado en ese momento.


LICUADO (1980)

En una entrevista anterior me dijiste que Licuado era “el disco más británico” que se había grabado acá y con una influencia fuerte del Alan Parsons Project. Comentanos un poco esto.

En realidad, las influencias eran múltiples no solo de Alan Parsons. Tal vez de Alan Parsons era esa cosa de poner obstinatos e ir cambiando los acordes arriba, algo que usamos mucho. Pero también teníamos otras cosas, como por ejemplo influencias de Genesis. En ese momento, escuchábamos mucho esa banda y queríamos desarrollar ese estilo de música con letras en español. Hacer canciones elaboradas que tuvieran un tinte comercial como para que EMI las promocionara, era algo más difícil.

¿Licuado fue más aceptado por EMI que Aún es tiempo de soñar?

Sí, fue un poquito más aceptado. De todas formas, la compañía ya me había cambiado a los productores… No era lo mismo. Bueno, ese sería el último disco que grabaría con EMI. Sin embargo, sí, a Licuado lo aceptaron un poco más porque era un disco que tenía más baladas. Me dejaron incluir esos temas instrumentales largos y raros. Incluso un tema llamado “Huellas de la tierra”, que había sido originalmente un trabajo práctico que hice para la Facultad…

¿Cómo fue eso?

Fue un trabajo de ejercicios para mi carrera de compositor en la UCA. Primero hice una versión pianística, luego otra para cuarteto de cuerdas… Como me gustaba, se la mostré una vez a los chicos del grupo. Yo no sabía cómo hacerla sonar porque era tan solo una partitura escrita que tocaba en el piano. Tenía carácter de trabajo práctico, con muchas disonancias y poli tonalidades. Pero a los chicos les gustó y entonces lo grabamos. No tenía título, y como sonaba medio malambo, le puse “Huellas de la tierra”. Se lo dediqué a Alberto Ginastera.

Creo que la influencia del Alan Parsons Project se hace presente en los instrumentales de Licuado…

Sí, pero no fue la típica copia de decir “hagamos algo como Parsons” sino sentir que a mí me identificaba esa onda de ir variando acordes sobre una base. Por ejemplo, “¿Dónde te escondes niña del viento?” es al revés: el acorde de arriba es el mismo y lo que cambian son los bajos. Es un arpegio que sirve para muchos acordes, hay ocho o diez acordes que se van y vienen de la tonalidad, que van cambiando los bajos y el arpegio es siempre lo mismo.

Medio “genesiano” eso, ¿no?

Sí, y también Spinetta. Yo creo que “Niña del viento” es un tributo a Spinetta por el tipo de poética profunda.

Ya que lo mencionás, ¿cuál es tu etapa preferida de Spinetta?

La primera. Para mí el primer disco de Almendra es el mejor del rock nacional. Cuando salió, yo tenía 17 años y me partió la cabeza. Así como me partió la cabeza escuchar “I Want to Hold Your Hand” a los 10, a los 17 me mato escuchar al Flaco… Y Los Gatos también. Me acuerdo que una vez que fui a La Cueva a escuchar a Los Shakers, pero no sé por qué ese día no tocaron, vi a Los Gatos sin querer y me enamoré del grupo… Gracias a Spinetta y Litto Nebbia y [Miguel] Cantilo, aprendimos todos a escribir canciones en español.


En “Barrilete al Cielo” hay un final bien progresivo, ¿cómo se te ocurrió?

Bueno, pero fijate que “Aún es tiempo de soñar” también tenía un final con un solo de guitarra a lo Queen, que hace un poco la melodía de la canción y algo más. A mí siempre me gustó eso, que el solista de guitarra hiciera la melodía de la canción…

Claro, pero rítmicamente es como que cambia la canción [“Barrilete al cielo”] en ese momento…

Sí, no me acuerdo si fue algo buscado. Fue una inclinación hacia lo más baladístico. Por ahí forma parte de mi tendencia de volver a la balada…

Igual es un tema largo. Y la letra tiene que ver con el escaparse de la situación que se estaba viviendo…

Sí. Lo que pasaba es que me costaba escribir canciones de amor en ese marco de música tan instrumental y demás. Claro, eso también se ve en la letra de “Aún es tiempo de soñar”: la fantasía nos va a salvar de este momento opresivo.


“Paren el mundo que estamos todos locos” y “El amor es siempre algo
 nuevo” son más new wave…

Sí, no sé. Son cosas intuitivas que le pasan a uno como compositor cuando estás optimista. “Paren el mundo” es un típico rocanrol. En ese tema creo que canto la nota más alta que hice en mi vida. Porque yo soy un barítono que canto La, Si bemol muy de vez en cuando, y en ese tema llegué a un Do… Le tuve que decir al técnico de grabación que bajara un poco la velocidad de la cinta para que quedara bien.

Realmente, la letra de ese tema no perdió actualidad…

La de “Alud” [de De entrecasa] tampoco, porque habla de la farándula y de la invasión mediática. Hoy podría hablar de la invasión de las redes y las plataformas digitales.

En “Control remoto” lo hiciste…

Sí, ese tema está bueno porque apunta a no dejar que alguien maneje tu vida.

Aparte ahí decís “la computadora te dice a quién debes amar y a quien debes odiar”, ¡es la lógica del algoritmo!

Claro, y no existía ni Facebook en ese momento. Pero, se puede decir, que ya se veía venir que nuestro mundo iba a estar dominado por ese universo informático.

A la segunda parte instrumental de “igual cantaré mi canción”, yo le veo un poco de influencia de Yes…

Sí, claro. Pero no sé de qué… (risas) No sé de qué disco, yo escuchaba un poco de todo.

La tapa de Licuado es media insólita…

Es fea. Se nos ocurrió tirando ideas con la gente de arte de la compañía. A mí se ocurrió el nombre Licuado y ellos dijeron “¿y si hacemos que la banda salga de un licuado?”… El productor de EMI nos apuró y terminó saliendo así. Es muy fea. Quisieron hacer una tapa comercial pero el contenido del disco está lejos de eso… El nombre fue por una idea de mezcla y de probar distintas mixturas pero la idea no era terminar cayendo de una licuadora, como en esa foto horrible… (risas) 


DE ENTRECASA (1983)

De entrecasa es un disco muy genesiano…

La idea era cómo usar esas texturas en una balada que dure cuatro minutos, que hable de amor y que sea seductora para una compañía discográfica. El título tiene que ver con volver a algo más íntimo. Es más, la foto la sacamos en la casa de un amigo mío que vive en Hurlingham.

La onda de “Que no entre nadie más” es muy interesante…

Es medio funky. Hacer un groove que fuera funky era muy difícil en español. La hice zapando con [el bajista] Fori Mattaldi, un gran amigote mío y uno de los impulsores para que yo escuchara esta música. Fue un tremendo laburo ponerle letra. Aparte voy a falsete en algunos momentos de la canción. Algo muy raro. Una vez lo hicimos en vivo y fue muy difícil de tocar.

“La enamorada del muro” es un temazo, ¿cómo te salió?

Es una historia real que me contó un fotógrafo. Fue uno de los temas en los que más investigué para hacer la letra. Fui al Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario a estudiar sobre esta enredadera y  sacar ideas… Laburé muchísimo en esa letra. Está muy buena. De mis trabajos, es uno de los que más me gustan. Hasta me propuse en un mismo verso poner los cinco sentidos, y puse: “un acorde dulce, suave, de perfumes verdes…” Me encantó la historia que inspiró el tema: un tano que amaba la enredadera pero sus vecinos que se quejaban de ella, hasta que él, ya harto de todo, decide cortarla. A veces los músicos nos movemos así, con ganas de escribir rescatando el ingrediente poético que tienen todas las cosas que están alrededor. Todas las situaciones tienen un ingrediente poético solo hay que saber encontrarlo. La antena de un compositor tiene que estar sensible. Hay cosas poéticas que suceden todo el tiempo no es necesario esperar enamorarse o desenamorarse para hacer una canción.

“Vivir con vos es estar lejos del mundo” es otro temazo.

Ese está dedicado a mi mujer. Tiene una impronta genesiana, bien de Phil Collins.

“La golondrina ya puede volar” es otro tema con influencia muy británica…

Sí, tal cual. La letra salió un poco a la manera de “She´s Leaving Home” de los Beatles. Una sobrina mía se enfrentó con su familia por seguir a un novio y yo me inspiré en lo que le había pasado. Entonces usé “golondrina” porque me gusta el sonido de esa palabra. La golondrina que ya podía dejar de lado el mandato de los padres y seguir su corazón.


“Espantapájaros, vas a quedarte sola” es un tema medio gracioso…

Sí, la idea era como un coro de voces que me aconsejan algo. Como el típico angelito y demonio que están afuera de uno sugiriéndote cosas. La letra del tema le habla a una chica para que no se aísle, para que no termine siendo un espantapájaros por no abrirse a las nuevas relaciones.

El tema de la soledad, tanto en esta canción como en otros clásicos tuyos, siempre te inspiró, ¿no?

De alguna manera es como que tiene que ver con mi propia vida, sin tratar de hacer con esto un auto análisis psicológico. Soy el último de ocho hermanos, jugué solo toda mi vida, miraba televisión solo porque mis hermanos iban al colegio y aprendí a leer y escribir solo mirando televisión. Entonces, cuando a los ocho, nueve años, aparece un piano en mi casa yo seguía las clases de mi hermano mayor, tocando de oído. Y entonces alguien dijo: “César, también tiene inquietudes para tocar”… Entonces me pusieron profesora a mí también. Y a los tres meses de tomar clases ya estaba componiéndoles canciones a mis compañeras de banco del colegio. Se ve que tenía todo un mundo propio que el piano y la música me ayudaron a canalizar y a sacarme la soledad. La soledad, como decís vos, en un tema que siempre está dando vueltas en mis canciones porque es algo propio.

El disco termina con el “Rock cósmico”, casi un rocanrol de Riff…

¿Sabés como salió? Fuimos a una sala de ensayo en donde iban muchas bandas, y en una pared habían dejado un papel pegado con una lista de temas referidos al cosmos. Y ahí empecé a improvisar la letra… Una improvisación total de ensayo. Como auto-ridiculizándonos metidos en el disfraz de grupo rockero. Lo grabamos en [el estudio] El Cielito y afuera, estaba David Lebón jugando con los perros. David era como el socio de [el ingeniero de grabación Gustavo] Gauvry en el estudio. Entonces lo llamé a David para que hiciera una parte de la canción. Metió unos gritos re grosos al final del tema: “Hay que tocaaaaar rocanroooollll…” A David le gustaba mucho como tocaba nuestro guitarrista, Juan Gelly.


¿Cuáles son tus influencias como tecladista?

Bueno, hablamos mucho de Genesis en esta nota así que obviamente voy a nombrar a Tony Banks. Pero también Jon Lord de Deep Purple. Aunque es claro que toco piano, sin querer copiarlos sino porque me sale, como Elton John y Billy Joel. La forma de tocar los acordes, las inversiones. Nunca me senté a tocar pensando en imitarlos pero cuando me siento a tocar y luego lo escucho digo: “me sale como Elton John”. No soy un pianista de hacer solos, como los pianistas de jazz o rock, lo que sí tengo es buena rítmica, me acompaño bien y me gustan las armonías raras, las inversiones de acordes un poco más jugadas.

¿A la distancia, cómo ves esta etapa musical tuya?

Valió la pena haber grabado estos discos. No me arrepiento para nada. Alguien me podrá decir que sacrifiqué muchos años de mi carrera para meter mis baladas en otros mercados pero no… Es fenómeno haber pasado por esa experimentación. Necesitaba hacerla, estaba estudiando música y composición en la UCA, algo que también influyó muchísimo en esa mirada humanista de mis canciones. “Preguntas al Cielo”, por ejemplo, parece sacado de Filosofía de la UCA, ya que habla sobre la búsqueda del Ser Superior, etc. Aún es tiempo de soñar es plena experimentación y Licuado y De entrecasa es el pasaje de la experimentación a la balada más sofisticada que ya pertenece a mi etapa solista.

Emiliano Acevedo




viernes, 9 de abril de 2021

BRILLA LA LUZ PARA ELLAS, una entrevista a Romina Zanellato

 

Foto: Magdalena Azcazuri
Pocas veces el haz de luz literario se ha posado sobre las artistas de la escena de nuestro rock. Por eso el libro Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020 (Editorial Marea), es no solo una gran noticia sino, también, un trabajo cuya lectura es insoslayable.

Esta nutrida investigación, que incluye la voz de las propias artistas y trabajadoras de la música, materiales de archivo y bibliográficos, tiene por autora a Romina Zanellato, periodista especializada en música y feminismo quien reconstruyó el legado de las mujeres en este género popular.

La tapa del libro tiene una potente imagen de Paula Maffía, una paradigmática cantautora de la nueva camada que viene dando que hablar por su personal estilo y gran talento.

Partiendo del interrogante a cerca de por qué, en la mayoría de los casos, la historia del rock que, tradicionalmente, nos contaron no registró a la presencia de las mujeres en ella, Zanellato hace una amplia investigación conformada por más de 400 páginas en las que desfilan de forma cronológica, repartidas en seis décadas a partir de los 60, las figuras y experiencias más y menos conocidas de referentes femeninas del nuestro rock. El recorrido nos acerca a las pioneras como Cristina Plate, Gabriela, Carola, Mirtha Defilpo o María Rosa Yorio, los íconos de los 80 como Fabiana Cantilo, Leonor Marchesi, Celeste Carballo, Patricia Sosa y muchas otras, hasta llegar al cierre simbólico con el Gardel de Oro 2019 otorgado a Marilina Bertoldi, e incluso pasa por aquellas que irrumpieron en las escena en los 90 y principios de 2000.

Brilla la luz para ellas recupera también la historia de periodistas de rock, managers, trabajadoras de prensa, fotógrafas, técnicas y todas aquellas que pelearon por un lugar en la industria musical.

Nuestro interés por el rock argentino y los intersticios, hizo que le propusiéramos a Romina una entrevista para conversar un poco del proceso de elaboración de esta muy recomendable obra.

 

ENTREVISTA> ¿Cómo fue la génesis del libro? ¿Qué lo originó?

El libro empezó a ser una idea en mí a partir de que me diera cuenta que no sabía quiénes habían sido las primeras mujeres en el rock ni podía trazar una línea de tiempo medianamente clara, como sí podía hacer sobre los varones. Darme cuenta que tenía en mi mente un montón de información muy detallada sobre los rockeros en todos los momentos de la historia y no tanto sobre las mujeres me alertó, me angustió y me preocupó. Lo que vino después fue que me quise ocupar de revertir eso y me encontré con muy poca documentación y registro. No tenía todos esos datos porque no habían escrito sobre ellas, a pesar de que ellas estaban ahí.

¿Cuánto tiempo tardaste en hacerlo?

Tardé dos años desde que lo pensé hasta que se publicó. Escribí mucho, borré mucho, volví a escribir de nuevo. Hacer un libro de investigación lleva mucho tiempo y es muy difícil frenar.

¿Qué es lo que más te sorprendió durante la investigación?

La cantidad de músicas que desconocía (yo, que estoy leyendo sobre esto desde hace 20 años) y que la mayoría de las mujeres que entrevisté me dijo que la mayor resistencia que sufrieron a su música fue de parte de los medios de comunicación, los periodistas de rock.

En los 70, la mayoría de las mujeres músicas eran pareja de algún músico importante, ¿cuándo empieza a cambiar esa tendencia?

No, no podemos decir que la mayoría de las músicas eran parejas de otro músico, lo que podemos decir es que las artistas que registraron su música, que pudieron tener acceso a un estudio de grabación, fueron aquellas que tenían parejas que accedían a eso. Es muy distinto, porque no sabemos cuántas mujeres músicas hubo y que no quedaron registros, que no pudieron grabar sus canciones. Cuando estas mujeres que sí sacaron sus discos se separaron de estos tipos, bueno, ya no pudieron grabar. O tuvo que pasar una década para grabar. Eso se llama techo de cristal.

¿Cuál es el papel de las musas, groupies y allegadas en esta historia del rock?

Es el papel que ciertas mujeres quisieron ocupar en el rock, de lo que ellas desearon o pudieron hacer. Lo que a ellas les dio la gana. Cuando me hacen esta pregunta, que tiene un corte moral solapado, me pregunto en realidad, “¿qué es en realidad lo que me quieren preguntar?”. ¿Si está mal que se hayan cogido a los músicos que les gustaban? ¡Por supuesto que no! Lo que siempre respondo es: el problema es el señalamiento, el falso escandalizamiento, la mirada moral sobre la forma de vivir la sexualidad de las mujeres, la doble vara. El problema no es que haya habido musas, groupies, amigas, el problema es que no existían las mismas posibilidades para hombres y mujeres para grabar su música, que la pasen en la radio y subirse a un escenario.

¿Había en verdad feminismo en el rock en los 70?

No, las primeras veces que el feminismo se cruza con el rock es en los 80.

La segregación hacia la mujer también tuvo un correlato en la prensa rockera. A tu entender, ¿cuándo empieza a cambiar eso?

A partir de la demanda social de las mujeres post 2015, cuando ya no soportamos más que el discurso esté monopolizado por varones machistas sin perspectiva de género.

¿Cuáles fueron los obstáculos más importantes que tuviste que surcar durante el armado del libro? ¿Hubo protagonistas que se negaron a participar?

¡La pandemia! Las últimas entrevistas iban a ser presenciales y por la pandemia fueron por teléfono o por zoom, y eso le quitó un poco de magia al momento. Hubo gente que no quiso charlar conmigo, pero eso no fue un problema, el mayor problema fue la falta de documentación y registro sobre ciertas músicas. Sobre todo en los 60 y 70.

¿Cuáles son las continuidades y rupturas que se viven con respecto al papel de la mujer en el rock luego del advenimiento de la democracia?

Absolutamente todo cambió, menos el machismo.

En los últimos veinte años se viene dando una mayor presencia de las mujeres, tanto en grupos como solistas… ¿Se debe a que el rock va dejando de ser machista o es tan solo una ilusión?

El rock es machista en tanto y en cuanto lo sea la sociedad. En los últimos veinte años lo que hubo es un trabajo de ciertas mujeres desde el under, la autogestión, que demostraron a otras que se podía ser artista y vivir de cierta manera haciendo música. Que era posible ser mamá y ser música, ser lesbiana y ser música, ser vieja y ser música, ser joven y ser música, algo que no podíamos saber antes porque no lo podíamos ver. Mientras más haya, más chicas van a saber que existe esa posibilidad, que si sueñan con tener una banda o cantar lo pueden hacer.

¿Qué iguala o diferencia al papel de la mujer en nuestro rock del internacional, en especial en Estados Unidos o Inglaterra?

Nos diferencia que somos latinoamericanos y pertenecemos al tercer mundo. Son distintas opresiones las que operan sobre nosotras. Cuando hablamos de feminismo interseccional hablamos de las variables que operan sobre cada una: la raza, el lugar (urbano o rural, primer o tercer mundo), la clase, etc.

Muchas veces, es el público el que manifiesta un destrato hacia el papel de la mujer en el rock, ¿cómo cambiar esto?

El público empezó a entender que es un actor político, que tiene responsabilidades y obligaciones, así como lo tienen les artistas. Si el público quiere que haya más mujeres y disidencias en los escenarios, pues tiene que escucharlas más.

Emiliano Acevedo