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domingo, 25 de febrero de 2024

BUENOS AIRES SOLO ES MÚSICA, entrevista a Gustavo Moretto


Es realmente un placer enorme entrevistar a un artista como Gustavo Moretto. Un tipo que tiene tanto de talentoso como de humilde. Quizás, en este punto, las presentaciones están de más, quizás no. Moretto es un estudioso de la composición musical. Desde niño la música lo cobijó. Tocó en dos de los más prestigiosos grupos del rock argentino de los años 70: Alma y Vida (jazz rock) y Alas (rock progresivo); en uno tocaba la trompeta, en el otro se abrió paso hacia las posibilidades tímbricas de los modernos sintetizadores. Hizo de todo, mixturó los ritmos autóctonos argentinos con el rock, hizo música académica y estudió composición clásica. Enseñó. Sus discos se siguen escuchando y son motivo de análisis, tanto los tres que hizo con Alas, así como su material solista. Nunca paró de innovar. Aún hoy lo sigue haciendo, luego de más de 50 años de carrera. Esta entrevista no es más que una parte diminuta, una muestra tal vez, de una carrera magistral.

ENTREVISTA> Hablando de tus orígenes, leí que de chico escuchaste mucho tango en la casa de tus abuelos. ¿Puede ser que eso te haya influenciado después cuando empezaste a fusionar tango con rock en la música de Alas?

Sí, mi abuelo materno era un muy buen carpintero y hacía sillas de peluquero. Él tenía un taller en su casa y siempre tenía la radio prendida, desde que se despertaba hasta cuando se iba a dormir, y escuchaba tangos todo el día. Pero la idea de fusionar el tango no fue mía, fue de mi hermana Marcia. Esa fue una genialidad de ella. ¿Conocés a Marcia Moretto?

La escuché nombrar, pero no la conocí…

Fue mi hermana mayor, me llevaba cuatro años y fue muy importante…

Era bailarina, coreógrafa, ¿no?

Exacto. También fue modelo y una gran personalidad, es muy conocida en Francia. Ella me dio la idea de mezclar el tango con el rock. Algo bastante original en ese momento. Yo soy de la generación de los Beatles, nosotros no escuchábamos tango. Pero claro, te subías a un colectivo y escuchabas tango, lo mismo si te subías a un taxi o si ibas a un bailongo. Es imposible no escucharlo porque es parte de nuestra cultura. Y la verdad es que el único grupo de aquella época que compuso un tema integral de 17 minutos basado todo en tango, y aparte tocado con un bandoneón, fue Alas. Por ahí hay grupos que sumaron un bandoneón a un tema y demás, pero el único grupo cuya música sonó a tango integralmente desde su composición fue el nuestro.

Y a la vez fuiste el primer trompetista de rock de la Argentina…

Y único…

¿Cuáles eran tus influencias a la hora de tocar la trompeta?

Yo quería tocar la trompeta desde que tenía ocho años. Porque había visto una película con Kirk Douglas que se llamaba Young Man With a Horn. Y mis padres no me la compraron hasta que cumplí catorce. Me pasé seis años pidiéndoles que me compraran una trompeta. Nunca se los perdoné… Bueno, cuando me la compraron tampoco me preguntaron que trompeta comprar. Así me pasé un año tratando de tocar por mi propia cuenta y no pude. Finalmente, a los 15 empecé a tomar clases y a los 20 ya estaba en Alma y Vida.

¿Cuál fue el primer disco que te compraste?

El primer álbum que me compré fue el de un trompetista llamado Al Hirt, que tocaba una música semi comercial pero a mí me encantaba como tocaba la trompeta. Pero mi mamá [Nelly Moretto] que era compositora y pianista, estaba conectada con músicos de música clásica de acá y con la toda la intelectualidad de Buenos Aires, y conocía a un compositor que se llamaba Francisco Kröpfl, quien escuchó ese disco de Al Hirt y me dijo: “Eso no es jazz”. Fue él quien me regaló dos álbumes originales de Clifford Brown. Después de eso yo descubrí a Dizzy Gillespie. Después de eso escuché a Freddie Hubbard, Miles Davis… Todas figuras muy fuertes en la historia del jazz y de la trompeta. A mí me gustaba eso y quería poder hacerlo pero era un momento en el que nadie tenía interés. Con la trompeta no podía tocar con nadie, porque en esa época todo el mundo tocaba folklore o rocanrol. Aparte los músicos de jazz no te pasaban información. Por eso a mí nadie me enseñó nada. Al que seguía, sí, fue a Gustavo Bergalli. Él era mi ídolo, nos hicimos amigos y lo iba a escuchar …

Hasta te llevaba en auto a tu casa…

Sí, exacto. Él tenía un Fiat 600 y una vez entramos tres tipos y un contrabajo adentro del auto, una locura… Y a veces terminábamos muy tarde. Él tocaba y yo los escuchaba, y como él vivía en Olivos y yo en Vicente López, me llevaba a mi casa. Bergalli también tenía mi número de teléfono. Así fue que Alma y Vida estaban buscando un trompetista, luego de que se fuera Franco Salvador del grupo. Ellos no conseguían un trompetista por ningún lado. Primero le ofrecieron el puesto a Gustavo pero él estaba interesado en tocar jazz, así que me recomendó a mí para el puesto y les dio mi teléfono y ellos me llamaron. Así fue la historia. Cuando entré a Alma y Vida aún estaba muy verde, musicalmente hablando, tenía solamente cinco años de experiencia y nada profesional. Así que fue todo cuesta arriba para mí.

Sí, Bernardo Baraj, en otra entrevista, me comentó que vos dudabas si te iba a dar el cuero para tocar en Alma y Vida…

Y claro, porque ellos eran todos músicos profesionales que venían de acompañar a Leonardo Favio. Ósea que ellos ya tenían encima años de tocar y de hacer giras… Y Bernardo era un músico de jazz que sabía improvisar y demás. Yo no tenía nada, no había tocado con nadie, había tocado en una banda de Rhythm and Blues y nada más. Nunca había hecho giras ni había ido a un estudio de grabación. Para mí fue un desafío enorme subirme a ese grupo que se sonaba todo. Gracias a Dios ellos me alentaron y yo pude responderles.

Ahí, estando en el grupo, empezaste a componer…

Sí, afortunadamente Alma y Vida era un grupo democrático, no había un líder determinado y entonces todos componíamos. Ahí me empezó a interesar cada vez más la composición. Y de alguna manera eso me llevó a darme cuenta que estar en la parte de atrás del escenario sentado detrás de una trompeta no era lo mismo que estar sentado al piano, cuando vos sos el compositor. Yo también tocaba el piano en el grupo. Prácticamente, la mayor parte de los pianos que se escuchan en los primeros cuatro álbumes de Alma y Vida soy yo el que los toca, salvo los temas de [Carlos] Mellino que son los hits del grupo. Yo tenía al piano como un instrumento natural porque mi mamá lo tocaba desde siempre.

Bueno, ahí hiciste “Hoy te queremos cantar”, un tema en el que participás de la composición y es un clásico del grupo.

Sí, yo escribí ese tema, escribí la letra, y después Carlos Mellino modificó la parte del tema a la que se le llama puente. Y eso fue un hit…

Sí, y muchos pensaban que estaban hablando del Che Guevara…

Sí, hay mil interpretaciones y muchos piensan que está dedicada al Che, pero si vos escuchás la letra te das cuenta que no habla de él porque dice que “cayó en la ciudad” y demás. Él no murió en la ciudad, cayó en la sierra. Yo creo que la idea de “Hoy te queremos cantar” era acerca de que en aquella época, en 1973, la gente iba a las manifestaciones y la cana mataba a dos o tres personas como si nada. Y a esas víctimas nunca les vimos la cara, nunca supimos sus nombres, nunca nadie les escribió una canción. Por eso mi idea era cantarles una canción a ellos. Y que no tenga nombre hizo que se hicieran miles de interpretaciones y ayudó a que el tema se haga muy popular. Incluso, había gente que me decía que se lo había dedicado a Jesucristo. Esa ambigüedad ayudó al tema.

También hiciste “La morada”, “Es la hora” o “Vos te equivocaste, amigo” que es un soul muy bueno…

Sí, me empezaron a agarrar las ganas de componer y me di cuenta de que eso era lo que más me gustaba de todo. Y en el último disco de Alma y Vida hay un tema al que la gente ya lo asocia con Alas que es “Alguien viene, alguien se va”. Un tema larguísimo en el que tocó todo, incluso canto; y ya apunta a una cosa más progresiva.

Ahí te vas de Alma y Vida para hacer algo más tuyo…

Claro. Es decir, me fui porque quería dedicarme a la composición y tener un grupo en el cual fuera el único compositor. Yo debatí si ponerle de nombre el Gustavo Moretto Trío, pero dada la cantidad de trabajo que tendrían que hacer los otros integrantes: Alex Zucker y Carlos Riganti, era más justo que le pusiera otro nombre. Así se llamó Alas. Al principio hacíamos una música más simple, hay tres temas que no llegamos a grabar que estaban muy buenos: “Nacer”, “Mi perro más fiel” y “Mambrú perdió la guerra”. Eran muy lindos pero yo me preocupaba que como trío llegáramos a ser aburridos desde el punto de vista tímbrico. Así que le pusimos tanta manija que al final llegó a ser muy rico el sonido del grupo. Porque entre las cosas que tocábamos, y los aparatitos que tenía Carlos, más las flautas, las trompetas, los teclados; había una riqueza de sonido muy importante.

¿De dónde viene el nombre del grupo?

Es muy cómico porque hasta hoy ni siquiera sé cuando apareció el grupo Wings de Paul McCartney. Yo no tenía ni la más mínima idea de que ese grupo existía. Yo a McCartney no lo seguía para nada. La idea de ponerle Alas vino de que yo quería poner un nombre que tuviera solamente cuatro letras, para que cuando lo pusieras en un afiche las letras fuesen enormes y se pudieran ver desde gran distancia. Esa es la razón. Después en YouTube leo que la gente pone que Alas se parecía a la movida de Canterbury y no sé qué, y yo nunca los escuché a esos grupos, ni siquiera hoy. Debe ser una simple coincidencia si hay alguna similitud…

Bueno, a ustedes también los comparaban con Emerson, Lake & Palmer por el formato de trío…

No, a mí me interesaba la música de Emerson, Lake & Palmer, pero si hubo alguna etapa de Alas influenciada por ellos fue solamente la segunda. Porque la primera etapa no tiene ninguna influencia y desgraciadamente no se grabó. Si hubiéramos grabado eso la gente tendría otro concepto de Alas. Lo que pasó es que, cuando nos contrató EMI, ese primer material ya era viejo y queríamos empezar a grabar un nuevo material. Y es en esa segunda etapa que a mí me interesó mucho lo que hizo Keith Emerson, porque me interesaba el trabajo de independencia entre las dos manos. Que un trío como éramos nosotros, con el teclado podía pasar a sonar como cuarteto porque cada una de mis manos hacía una cosa diferente. Si trabajás las manos bien, y aparte sabés usar los pedales del órgano, eso suena muy bien. A mí siempre me interesó la complejidad, que ibas a escuchar tres personas a un concierto pero sonaban a más que tres. Desde ese punto de vista, sí había una influencia de ELP; ahora, en lo que respecta a lo musical, no. Porque si escuchás nuestro primer disco, en la música de Alas pasaban muchas más cosas que las que pasaban en Emerson, Lake & Palmer. Nos vamos al diablo, nos vamos al tango, hay música contemporánea, hay un solo de trompeta… En mi opinión, más allá de que ELP eran unos músicos grandísimos, también estaban metidos en una maquinaria comercial con muchos más recursos. En ese sentido, no me voy a comparar con ellos pero en el punto de vista conceptual, era más volado lo que hacíamos nosotros. Y te digo que la música de Alas en la web está muy presente y nos la han comentado en muchos idiomas. Y mucha gente dice que nosotros éramos más volados y estábamos menos comprometidos con la industria musical. Y después escuchás el segundo cd de Alas y no tiene nada que ver… Y no sé porque algunos comparan el segundo álbum con ELP y no hay nada de ELP ahí, cero… Mucha gente conoce nada más que el primer disco de Alas. Se habló mucho de ese disco por muchísimo tiempo porque el segundo disco recién salió en 1983, después de que yo me había ido del país. Lo mezclaron cuando yo no estaba pero siempre pensé que ese álbum era mejor que el primero. Y creí que, tarde o temprano, la gente se iba a dar cuenta de eso. En la actualidad, no tenemos millones de visualizaciones en YouTube por Pinta tu aldea, pero tenemos 138 mil y el primero tiene solo la mitad.

Como que las nuevas generaciones están re descubriendo al segundo álbum…

Claro. Una cosa que ha tenido mi música hasta ahora es que hay que escucharla toda, de principio al final. Porque si parás en alguna parte de los temas, te perdés muchas cosas que pasan después. Y, lamentablemente, en la actualidad hay mucha menos inclinación a sentarse a escuchar una pieza entera de música, del principio al final.

Y a la hora de tocar el piano, además de Emerson, ¿qué fue lo que más te influenció? ¿La música clásica, contemporánea?

Bueno, mi mamá era una pianista de primera línea, y yo me despertaba escuchándola tocar Chopin y piezas difíciles de Bach. Así que ya tenía bastante influencia de música clásica. Me acuerdo de las manos de mi mamá, ella tocaba el piano cien veces mejor que lo que yo jamás soñaré tocar. Pero también había muchos pianistas que me volaban la cabeza como Chick Corea, Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti, Herbie Hancock… Yo escuchaba jazz y música progresiva, por supuesto, pero además clásica. Si había una razón por la cual yo me metí en el rock nacional fue a la fuerza, porque a Alma y Vida se lo consideraba un grupo “comercial”. Y aparte yo era considerado un simple trompetista. Entonces, cuando yo entré a tocar en Alas hubo mucha confusión. Incluso en 1979, estando en Paris, me llamaron para hacer una grabación con trompeta y yo hacía tres años que no tocaba trompeta. A mí lo que me atrajo del rock nacional, de la música progresiva, fue el hecho de que podía hacer lo que quería. Combinar música de todos lados, mezclarla, que haya pedazos de música clásica, que haya jazz, rock… La capacidad de mezclar todo eso me gustó y me gustaría poder seguir haciéndolo. En la actualidad, por supuesto, hay grandísimos músicos que hacen cosas maravillosas pero hay una tendencia a ser más ortodoxos cuando se trata de hacer un cierto estilo. Por ejemplo, los músicos de jazz son especialistas en hacer eso y se sumergen en eso y son maravillosos en lo que hacen pero no se informan de otras cosas que no sean el jazz. Esa combinatoria de estilos como hacíamos nosotros ocurre aún, porque hay muy buenos músicos, pero no se conocen masivamente.

No es como antes que podías tener un contrato con EMI haciendo esa música innovadora…

Exacto.

¿Cómo conociste a Zucker y a Riganti?

Primero lo conocí a Alex Zucker, él era bajista y yo estaba buscando uno, pero aparte él tenía equipamiento. Yo en ese momento no tenía nada, salvo un Fender Rhodes, y él ya tenía sintetizadores. Me interesó eso, nos contactamos y empezamos a trabajar. Alex se sumó, puso mucha energía en el proyecto pero necesitábamos un baterista. Probamos a dos o tres bateristas y no nos convencieron, y yo después me acordé de uno que había escuchado en mi escuela secundaria, el Nacional San Isidro. Un baterista bárbaro llamado Carlos Riganti, así que empecé a averiguar por él, vino, tocó y nos caímos de orto: era el que estábamos buscando. Además, Carlos fue un factor muy importante en Alas, no solamente en lo musical sino que también en lo relativo a la disciplina y al carácter personal. Tuve mucha suerte en haberlo encontrado.

Al mismo tiempo que tocabas en Alas se vivía un panorama político social caótico en el país, ¿cómo lo vivieron?

Fue una tragedia, global para todo el país, y una tragedia personal para todos los músicos. Para mí también, por supuesto. En mi caso fue una tragedia porque estaba metido en ese proyecto que era mi sueño y al mismo tiempo todo alrededor se estaba derrumbando. Pero la cosa había empezado antes del golpe. Y aparte creo que tuve mala suerte. Porque durante el periodo entre Alma y Vida y Alas yo trabajé durante un tiempo como trompetista de un espectáculo de Antonio Gasalla, éramos la banda que lo acompañaba en el Teatro Estrellas, y ahí pusieron una bomba. Mataron a un pibe que era iluminador, la policía vino con una violencia tremenda, subieron el auto arriba de la vereda y se tiraron en contra de la gente que estaba aterrorizada. Fue una experiencia que me quebró, fue un antes y un después en mi vida, porque nunca había visto tanta saña. Ahí perdí la inocencia. Después, ya estando en Alas, tuvimos la mala suerte de que la primera vez que llenábamos un teatro en la calle Cabildo y teníamos un sonido perfecto y nosotros estábamos súper afilados, alguien vino y tiró dos bombas de gas lacrimógeno en la parte de atrás del teatro. Como no había salida, toda la gente empezó a correr en sentido opuesto al gas, hacia el escenario y no terminó en tragedia de casualidad. Mi mamá estaba ahí y se luxó un brazo… Fue un hecho de una violencia inexplicable, aunque hubo rumores de que fue debido a una orden de un general que vivía al lado del teatro y estaba podrido del ruido. Ese tipo de cosas te pasan y vos te recuperás, pero te dejan una marca.

¿Y en lo personal también sufriste la violencia?

Sí, antes de eso, en 1971, 72, estando en Alma y Vida, cuando me casé con mi primera mujer y nos mudamos a una casa en La Lucila, un vecino nos denunció a un comando especial de tareas que estaba buscando a un grupo guerrillero que había secuestrado a un empresario de la FIAT y vinieron, invadiendo mi casa, y casi me matan en mi propio living. Yo, por supuesto, no tenía nada que ver. Así también estuve cuando abrieron el club Jazz & Pop y un cana que estaba borracho mató a un amigo mío. Todos los músicos que estábamos ahí terminamos presos toda la noche, mientras que este cana que había matado a mi amigo se fue a dormir a su casa.

Todo eso te creó una gran paranoia, ¿no?

Llegó un momento en el que me parecía hipócrita estar tocando arriba de un escenario rock progresivo, como si nada, mientras estaban pasando cosas tan aberrantes. Y la paradoja es que para muchos que nos escuchaban, Alas y sus discos eran como un bálsamo en esos tiempos violentos. Lo escriben hoy quienes comentan los videos en YouTube y lo escribieron también en una crítica en La Nación. Como si los que escuchaban al grupo encontraban paz en nuestra música entre tanto caos. Si yo hubiese sospechado que cumplíamos esa función en nuestro público, no hubiera disuelto al grupo. Pero yo pensaba al revés. Pensaba que subirse a un escenario era avalar que no pasaba nada, que estaba todo bien.

Ahí decidiste parar…

Sí, porque había mucha paranoia. Los músicos de rock teníamos pelo largo y eso te hacia ver “sospechoso” ante los ojos de los militares y demás. Mi vida fue marcada por un periodo de violencia que está entre los de mayor sadismo de la historia de la humanidad. Es increíble que este país tan hermoso haya generado semejante atrocidad.

Al mismo tiempo, en “Buenos Aires es solo piedra” se alcanza a percibir, metafórica o musicalmente, todo ese clima…

Sí, porque yo me imaginé a un Buenos Aires destruido por la guerra. Y es obvio que cuando compuse eso estábamos viviendo una violencia tremenda que fue el preámbulo al golpe de estado.

Y en “La muerte contó el dinero”, ¿de dónde sale la inspiración?

Bueno, vos fijate que ese primer disco solo tiene dos temas y en la tapa no dice nada, tan solo viene el logo del grupo. Éramos un poquito arrogantes, como diciendo: “Si vos no estás en el tema, ni te vas a enterar que es, ni lo vas a comprar, ni nada…” La idea era que fuese música argentina y que tuviera los dos aspectos musicales del país: tango de un lado y folklore del otro. Un lado del disco era urbano y el otro rural. Los ritmos de “La muerte contó el dinero” son eminentemente folclóricos.

Hay un poco de Ginastera ahí, ¿no?

Sí, sí. Claro, eso era algo que me separaba un poco de otros músicos, yo ya tenía una buena educación musical. Y eso era una cosa que nos criticaban: decían que éramos “fríos” porque sabíamos música. El mito, entre los músicos mismos, era que la única forma de tocar algo con sentimiento era si no sabías nada de música. Que frío, nada que ver, solamente estábamos usando más información, nada más. Yo ya sabía cómo usar intervalos y cómo usar cuartas y ese tipo de cosas que eran bien de la música de la época. Por ejemplo, en el comienzo de “Buenos Aires es solo piedra” la primera melodía es una serie dodecafónica. Sí, había influencias de todo el mundo en que vivíamos, que aparte era muy rico. Los años 60 y 70 fueron muy liberales, muy progresistas, muy inclinados hacia las artes. Había una sensación de gran crecimiento y entusiasmo por el humanismo y lo espiritual, que después, en los 80, se terminó de golpe. Ahí entramos en un mundo totalmente materialista, lo opuesto a lo que veníamos viviendo. Tampoco quiero sonar como alguien que dice “la música de mi época era mejor”, porque eso es horrible, pero si vos pensás que en esos tiempos había tipos como Miles Davis o John Coltrane o Keith Jarrett o Bill Evans, que marcaron postas en la vida de la música. Hoy escuchás pianistas que son infernales, pero hay poca gente a la que puedas apuntar y decir “este tipo es el creador de un estilo”.

Como Thelonious Monk…

Tal cual. Hay grandísimos músicos que tocan maravillosamente bien y a veces los músicos que innovan y crean algo nuevo y personal están, pero nadie les presta atención. No tienen la influencia o el reconocimiento como para afectar a otros músicos. Yo escuché mucha música muy original allá en Nueva York, tipos que hacen cosas muy lindas, y yo pensaba “esta gente tendría que ser conocida”. Inclusive, músicos que ya no son jóvenes; por ejemplo, el cuarteto que tiene Wayne Shorter. Es maravilloso lo que hacen esos tipos, una mezcolanza de composición e improvisación libre que está entre las cosas que más me gustan a mí, pero nadie habla de ellos. Claramente, es otra época, estamos más distraídos con más cosas, con la tecnología. En los años 70 no existían computadoras ni celulares, entonces la gente, cuatro, cinco, seis personas se sentaban alrededor de un tocadiscos a escuchar un álbum del principio hasta el final. Eso ahora no existe más.


Antes hablábamos de
Pinta tu aldea, ¿cómo fue ese salto musical de un disco al otro?  ¿Cómo planeaste ese segundo álbum de Alas?

Yo ya había compuesto un tema al que Pedro Aznar llamaba “El averno” porque era muy complicado. Aún tengo grabación de un ensayo y era tremendo de complicado, con métricas impares y demás. Ese tema, después de un tiempo de haberlo trabajado, no me gustó más y lo deseché. Pero como ya estábamos al final del grupo y al mismo tiempo la situación socio política se estaba derrumbando, yo me dije, agarro esta oportunidad y grabo lo que se me antoje. Y así fue. Me acuerdo que cuando decidí no grabar ese tema que era tan complicado, necesitaba la parte del medio de “Silencio de aguas profundas”, que era la parte que tiré, que era larga. Así que un viernes, literalmente, me puse de rodillas y recé para que me saliera algo. Y así fue que lo compuse y con la bestia de Pedro lo pasamos. Él se lo aprendió el lunes y el martes lo grabamos. Ese era un tema que nunca habíamos tocado en vivo. Hay muchas cosas experimentales en ese disco. Por ejemplo, “La caza del mosquito” que es un tema con humor. Yo podía hacer lo que quisiera por el aval de contar con Pedro Aznar en la formación que es un capo total. Si con la formación anterior íbamos a 90 km/h, con Pedro íbamos a 180, imaginate. Se podía trabajar a una velocidad increíble y hacer muchísimo más. Aprovechamos todo eso y sacamos el disco. Hay ciertos errores en la información, hay gente que dice que Pedro tocó los sintetizadores también. No tocó los sintetizadores, tocó el bajo, la flauta y la guitarra. Aparte, cuando yo le pasé ese tema le pregunté si tocaba la guitarra y él me dijo “sí”. Me la jugué, porque había escrito una parte de guitarra y no sabía si él tocaba la guitarra. Un delirio. Por suerte, Pedro es un monstruo. Si vos escuchás lo que toca en la guitarra en ese tema es para morirse. Inclusive hoy lo escuchan guitarristas de jazz y se sorprenden. Es maravilloso. Eso sí que fue volar, volar alto y rápido. Pudimos hacer lo que queríamos. Yo también estaba evolucionando como músico. Hay músicos que más o menos siempre están en la misma onda; yo no era así, yo quería avanzar, que la próxima obra musical fuera de otra naturaleza. Por eso te hablo de las tres etapas del grupo, de las cuales se conocen nada más que dos. Me da mucha pena que no hayamos grabado la primera que era tan fresca y tan linda.

¿Y Pedro cómo llegó al grupo?

Él ya a los 16 años era un músico extraordinario. Nosotros tuvimos cuestiones con Alex Zucker que no voy a mencionar, hubo una necesidad de que no siguiéramos juntos, y una vez que fuimos a tocar a Córdoba vimos a un pibe de pelo largo, muy jovencito, probando un bajo. Yo lo escuché tocando cuatro o cinco notas nomás y dije este tipo es un monstruo… Así que le propuse ingresar al grupo. Él ya nos conocía y estaba tocando en Madre Atómica, haciendo cosas increíbles. Me acuerdo que cuando entró a Alas yo pensaba que iba a tener que aprenderse partes de bajo que eran muy complicadas, pero él las aprendía a una velocidad increíble, enseguida. En un momento me llegué a preguntar si las partes de bajo no eran demasiado fáciles, por la velocidad en que las que las aprendía. Su entrada nos dio la posibilidad de generar cosas nuevas, de expandir al grupo. De tocar otro tipo de música.

Y vos fuiste un poco el que lo lanzó a cantar, también…

Sí, claro. Porque él podía tocar teclados, bajo, guitarra y cantar; y todo lo hacía maravillosamente bien.

Aparte de Alas, ¿cómo fueron tus colaboraciones con Spinetta?

Spinetta era fan del grupo Alas. Es muy famosa su declaración en una entrevista en la que dijo que cuando vos ibas a escuchar a Alas, después del primer tema venía un enanito verde y te devolvía la entrada. O sea que él también habló mucho de mí y estaba impresionado por el hecho que yo supiera música y demás. Yo ya lo conocía desde antes, pero nos encontramos y él también tuvo su propio crecimiento musical y sus ganas de querer avanzar creativamente. Eso era lo que tenía el Flaco que era muy bueno, nunca se quedó en una cosa y listo, siempre quería ir hacia adelante. En mi opinión, cuando Alas entró en la escena rockera cambió la historia de lo que estaba pasando, porque no había grupos que tocaran con ese nivel de virtuosismo. Eso influenció a muchos músicos, entre ellos al Flaco. Luego, se dio que yo tenía de amigo a Diego Rapoport, un tipo súper talentoso y excepcional. Yo le dije al Flaco que lo tuviera en cuenta porque Diego era genial y podía tocar jazz muy bien. Entonces, se conectaron y luego tocaron juntos en Spinetta Jade. El Flaco también quiso que participara en sus grabaciones. Era como integrarme a mí en sus proyectos, que yo fuera parte de lo que él estaba haciendo. Entonces yo toqué en un par de temas y también una vez me invitó a un show de Invisible en el Luna Park. Me acuerdo que había como 15 mil personas y cuando me presentó hubo una ovación y a mí me temblaron las piernas, nunca me voy a olvidar de eso. Hasta ese momento no sabía que me conocía tanta gente. El Flaco siempre fue una figura muy auténtica, desde los comienzos de su trayectoria con Almendra. Tuve la oportunidad de conocerlos personalmente cuando yo era un pendejo y para mí ellos eran como los Beatles.

En los 80 volviste a Argentina, ¿cómo fue ese regreso?

Volví luego de estar varios años en Estados Unidos. Para poder quedarme legalmente en los Estados Unidos, me puse a estudiar música clásica, porque era la única manera de poder estar en el país, sino hubiera estado como ilegal y yo no quería eso. Estudié cuatro años y me recibí con honores en un conservatorio muy famoso: el New England Conservatory, estudiando composición en música clásica. Después que me recibí, me fue lo suficientemente bien para que tanto la Berklee de California como la Universidad de Columbia me ofrecieran una beca completa con estipendio, que es cuando te pagan salario. Y me decidí por la Universidad de Columbia, porque allí estaba el genial compositor Mario Davidovsky y aparte porque quedaba en Nueva York. Yo ahí hice los cuatro años de bachelor, que son los primeros cuatro años de la universidad, y luego el master, que son dos años más. Terminé el master pero no hice la tesis, porque vi por televisión como el canal latino transmitió 24 horas seguidas la asunción de Alfonsín desde Plaza de Mayo, cuando terminó la dictadura. Y yo extrañaba la Argentina una barbaridad. De golpe ver miles de personas en la Plaza de Mayo, moviendo las banderas me emocionó profundamente. Me agarraron ganas de volver, a pesar de que yo en ese momento estaba haciendo una carrera como compositor de música clásica. Así que fui y le expliqué eso a la gente de la Universidad de Columbia y me entendieron. Así que me fui sin haber compuesto la tesis, que era una obra para orquesta sinfónica, y me vine para acá en 1985. Pensé en quedarme definitivamente. Me había venido con mi mujer norteamericana y justo habían puesto el plan austral. Ósea que el primer año fue maravilloso: yo tenía una casa en La Lucila, estuve trabajando, hice giras como pianista, fue lindísimo. Y al segundo año se fue todo al diablo, cambiaban los precios constantemente y se acabó el trabajo para todo el mundo, especialmente para los músicos. Yo no podía ganarme la vida, tenía cero entrada de dinero. Entonces me fui de nuevo a Estados Unidos en 1988. Me aceptaron, gracias a Dios, otra vez en la Universidad de Columbia. Tuve mucha suerte de poder entrar nuevamente allí y terminar mi doctorado. Tengo un doctorado, pero tuve que empezar de cero, fue muy duro. Así fue que luego me quedé viviendo en Estados Unidos. Eventualmente, conseguí un trabajo como profesor universitario en Nueva York, algo realmente muy difícil. Eso me cambió la vida.

Con Tony Bennett

¿Te hubiera gustado grabar más discos, o estás conforme con lo que grabaste?

Sí, me hubiera gustado. Yo también compuse música clásica, de la que nadie sabe nada. Me hubiera gustado grabar más, pero yo no soy un tipo muy prolífico. Tengo que trabajar mucho cada una de mis composiciones, me llevan tiempo, tengo que corregirlas. Así que yo estoy satisfecho. Cuando pienso en todo lo que hicimos con Alas, incluyendo la vuelta del grupo en 2003 con el disco Mimame bandoneón, y lo que hice posteriormente, estoy satisfecho por lo que hice y todavía no terminé. A mí lo único que me importa es saber si la música que hice está viva o no. Y yo tengo la sensación de que está viva, es real, aún sigue interesando.

¿Qué es lo próximo, Gustavo?

Ahora estoy viviendo en Traslasierra, Córdoba. Bien afuera del ruido, un lugar ideal para mí. En este momento me estoy dedicando a componer nuevo material para un futuro álbum. Va a ser material de Fusión. Con elementos rioplatenses.

Emiliano Acevedo



miércoles, 26 de julio de 2017

ALMAS DE DIAMANTE: El Rock Argentino en primera persona...


Casali, Cesi y Castro; los autores y su obra...
El jueves 27 de julio a las 19.30 horas, en el Teatro Monteviejo (Lavalle 3177, Capital Federal), se realizará la presentación del libro Almas de Diamante: Memorias del Rock Argentino II, de Lautaro Castro, Maximiliano Ceci y Eduardo Casali.

Editado bajo el sello independiente Praga Ediciones, esta publicación cuenta con un prólogo escrito por el periodista y músico Sergio Marchi, un experto en la materia; y sendas entrevistas a músicos destacados como José Luis Fernández (La Máquina de Hacer Pájaros), Eduardo Frezza (El Reloj), Osvaldo Favrot (Espíritu), Héctor Pomo Lorenzo (Invisible), Juan del Barrio (M.I.A.), Gustavo Moretto (Alas), David Lebón (Serú Girán), Vitico (Riff) y Gustavo Bazterrica (Los Abuelos de la Nada).

Cada uno de estos protagonistas de nuestro rock retrató, a través de un testimonio sincero y vivencial, un período de florecimiento musical marcado por el rock sinfónico, el jazz rock, pop rock y hard rock, en una recorrida histórica y anecdótica por los principales acontecimientos rockeros de los años 70.  

Justamente, y aprovechando esta presentación venidera, charlamos con Lautaro Castro, uno de los tres autores de esta nueva publicación, para que nos cuente como fue la cocina de esta muy recomendable obra del periodismo rock argentino.



ENTREVISTA: ¿Cómo se les ocurrió escribir una serie de libros con entrevistas a rockeros de las diferentes etapas del primer rock argentino? 
Todo nació en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. En el proceso de Tesis para recibirnos, buscamos un tema que nos interesara. Entonces, aprovechando nuestro gusto por la música, decidimos embarcarnos en esta aventura. Hicimos un recorte histórico (de mediados de los 60 a principios de los 70) y dimos forma a Silencio Marginal: memorias del rock argentino. El material fue nuestra Tesis en 2014 y poco después lo publicamos formalmente a través de la editorial Punto de Encuentro. Este año salimos con Almas de Diamante, una suerte de continuación del primer libro y que lanzamos en forma independiente. 

Siendo chicos jóvenes, que no vivieron esa época, ¿que los convoca a la hora de escribir sendos libros sobre ella? ¿Son fanáticos de aquel rock? 
Obviamente, el hecho de no haber vivido la época hizo que agudizáramos nuestra investigación sobre bandas, artistas, lugares emblemáticos de los rockeros. También tratamos de aprovechar al máximo las entrevistas con los músicos para recrear lo mejor posible distintas escenas y momentos que hicieron al movimiento de nuestro rock, siempre vinculado a un contexto socio-cultural determinado. A medida que nos fuimos interiorizando en aquellos años, valoramos aún más todo lo que el rock argentino le dio a la cultura nacional. No sé si somos fanáticos, pero sí, a partir de nuestros libros, consumimos mucho más rock argentino que antes.  

Siendo tres los autores, ¿cómo se dividieron los roles y las tareas con respecto a la realización de entrevistas y la investigación? 
En ese sentido siempre fuimos claros. Buscamos que las entrevistas las realizáramos los tres, sin excepciones. Las inquietudes de cada uno a la hora de entrevistar suelen ser distintas, así que eso puede hacer al encuentro más provechoso. En cuanto a la investigación, cada uno lo hacía por su cuenta y después nos juntábamos y poníamos los conceptos / ideas sobre la mesa. En base a eso, planificábamos los encuentros. La escritura también fue personal (tres capítulos cada uno) pero después la etapa de corrección / edición era común. Cada uno sugería agregar o quitar tal o cual cosa al capítulo del otro. Fuimos muy democráticos.



¿En base a que criterio seleccionaron a los músicos entrevistados? ¿Tenían pensados los nombres de antemano, o les fueron surgiendo mediante la investigación? 
Lo primero que hicimos fue hacer una especie de mapa sobre lo que la escena del rock argentino ofrecía en aquel tiempo. Una vez identificadas las bandas representativas, fuimos por los artistas. En muchos de los casos buscamos que fueran músicos que no están del todo difundidos o que quedaron algo rezagados en el ambiente. Por ejemplo, para Almas de Diamante, entrevistamos a Gustavo Moretto, del grupo Alas; José Luis Fernández (La Máquina de Hacer Pájaros) u Osvaldo Favrot (Espíritu). Muchos de ellos cuentan experiencias riquísimas que no son del todo conocidas acerca del movimiento. 

¿Cuánto tiempo tardaron en realizar las entrevistas, escribirlo y poder publicarlo? 
Alrededor de dos años. Comenzamos con la investigación previa en abril de 2015 y lo publicamos en enero de 2017.



¿Cómo fue la respuesta de los músicos convocados? ¿Hubo algunos que se negaron a dar su testimonio? 
Muy buena. Por suerte todos los músicos a los que apuntamos nos dijeron que sí. Alguno costó conseguirlo más que otro, pero todos se sumaron a la propuesta.


¿Cómo fueron haciendo la investigación, de que hipótesis partieron  o que aspecto de la realidad de esos años pretendieron traer a la luz mediante los temas charlados con los músicos? 
La idea siempre fue que los músicos simplemente contaran la escena del rock local de ese momento desde su experiencia. Cada uno aportó lo suyo musicalmente y cada uno tiene una historia. La particularidad de este libro –al igual que el anterior- es que nunca dejamos en un segundo plano a la persona. En La Máquina de Hacer Pájaros el líder indiscutido era Charly, pero el que teníamos enfrente era José Luis Fernández. Entonces,  lo que corresponde es que José Luis tenga el protagonismo. Y así fue. 

¿Cómo se relaciona cada historia de vida con el contexto sociocultural de la época? 
En Silencio Marginal hicimos mucho más hincapié en el contexto socio-político del momento, algo que no profundizamos tanto en este. Quisimos darle más bola a lo estrictamente musical. Pero siempre, indefectiblemente, los músicos –como todas las personas- estuvieron marcados por una época. La última Dictadura militar es una cuestión ineludible, que los músicos tratan espontáneamente. Es interesante la manera en la que cuentan cuánto los influyó –algunos más, otros menos- ese momento oscuro de nuestra historia en su carrera. Y después, cada uno tiene su historia familiar, sus raíces, sus experiencias por fuera de la música. 

¿Cuáles son las similitudes y diferencias entre Almas de Diamante y Silencio Marginal? ¿Por donde continúan sus investigaciones a partir de aquí? 
Básicamente, la principal diferencia está en el período que tomamos. En Silencio Marginal desarrollamos la etapa fundacional –mediados de los 60 a principios de los 70- mientras que Almas de Diamante hace lo propio con toda la década del 70 hasta principios de los 80. Después de esto, lo lógico sería avanzar hacia un tercer libro, en el que nos aboquemos a los 80. Creo que se dará en algún momento pero primero debemos saber bien qué vamos a contar. Hay mucho material sobre ese período y tendremos que ser originales. 

Tengo entendido que las entrevistas también fueron registradas en audio y video. ¿Hay una intención de hacer un documental en algún momento? 
Las entrevistas que sirvieron para el libro obviamente las grabamos pero no fueron registradas en video. Los videos que andan circulando por las redes son pequeños encuentros –posteriores a la edición del libro- en los que los músicos brindaron su testimonio a modo de promoción del material. En cuanto a lo del documental, no lo hemos evaluado.



¿Qué creen que tiene de distinto Almas de Diamante con respecto a otras publicaciones que también se basan en las historias de los inicios del rock argentino? 
Que tratamos de narrar las historias, contarlas de manera simple y directa. No hacemos nada cronológico. Y también, que el movimiento del rock argentino es contado por sus protagonistas. A través de las escenas que recreamos, los personajes del libro están en constante movimiento. 

¿Hay algún acercamiento a la problemática rock-política de la época, en temas relacionados con la represión y persecución que sufrieron los jóvenes y su música en aquellos años? ¿Se analiza la relación del rock con la lucha armada y los movimientos de liberación nacional? 
En el primer libro hay un mayor acercamiento. En este, no tanto. No porque no lo hubiera sino porque la decisión fue centrarnos más en lo musical. Pero, como dije anteriormente, la última dictadura militar atraviesa el periodo que tratamos y no podíamos obviarla. Lo que más está son los difíciles años 74, 75, posteriores a la muerte de Perón, y la dictadura misma. El capítulo de Vitico refleja muy bien esa falta de libertad, expresada en las reacciones desmedidas del público de Riff. La Guerra de Malvinas también aparece y Osvaldo Favrot cuenta una perlita muy interesante de cómo vivió ese momento junto a la banda. 

¿Qué opinan acerca de la relación e influencia que tuvo el rock nacional de aquellos años con respecto al resto de la sociedad, por fuera del gueto de los jóvenes, y en relación con otras artes? 
El rock emergió en los 60 cuando el tango y el folclore eran muy fuertes. Digamos que las bandas fundacionales (Almendra, Los Gatos, Vox Dei, Manal) allanaron el camino para lo que vino después, con una mayor variedad de grupos y estilos. Y la relación con el arte siempre estuvo: algunos músicos más que otros, fueron lectores, amantes del cine, la filosofía o la pintura. El Flaco Spinetta era uno de ellos. Creo que involucrarse en cualquier actividad artística por fuera de lo musical enriquece muchísimo la carrera de cualquier músico. 

¿Por qué creen que estas canciones, artistas y discos no pierden vigencia a pesar del paso de los años y lo corto de la duración de la vida de algunos de esos grupos? 
Porque lo que hicieron fue realmente revolucionario para la época, tanto musical como estéticamente. Y porque muchos grupos, a pesar de durar poco, vivieron ese corto tiempo con intensidad y gran creatividad. Y esa calidad musical hoy sigue teniendo vigencia porque es una referencia ineludible para los músicos de hoy. Para hacer algo nuevo, siempre es bueno saber de dónde se viene. Y creo que aplica a los músicos como a todo artista.  

¿A cuáles rockeros de la actualidad se los podría emparentar con estos pioneros, cuyas historias forman parte del libro? 
Es difícil emparentarlos. Creo que los músicos actuales –sobre todo los más nuevos- aun tienen un largo camino por recorrer como para poder sentarse a una mesa y ser protagonistas de una época. Quizá en quince o veinte años, formen parte de otra etapa del rock argentino y cuenten su experiencia, tal como hoy lo hacen aquellos que se iniciaron en los 60 y 70. Siempre está bueno contar las cosas desde la distancia que ofrece el paso del tiempo. 

En tu opinión, ¿existe algo de ese rock artesanal y primigenio en el rock argentino actual, masivo e hipercomercializado del mainstream, o hay que rastrear esas huellas en las propuestas independientes del rock under? 
Obviamente, los tiempos han cambiado. Es mucho más fácil grabar que antes, internet ha revolucionado todo y la tecnología aplicada a la música modificó muchas cuestiones. Las facilidades de hoy, creo que dejaron atrás ese método artesanal. También hoy son otros los modos de consumo, distribución y comercialización. A su vez, el under tiene esa cosa de hacer todo a pulmón, tal como ocurrió con muchos de los músicos pioneros en su momento. El MIA fue un claro exponente de ello: la autogestión en su máxima expresión. 

¿Quiénes fueron sus herederos estilísticos a través de los años en nuestro rock, según tu opinión? 
De los que tratamos en el libro, creo que Los Abuelos de la Nada –en su segunda etapa, la más conocida- abrieron un abanico importante para lo que vino en los 80 con Virus, Los Twist y otros que le pusieron una cuota “popera” al rock. Lo mismo pasó con Riff, que apadrinó a V8 en el último B.A. Rock, cuando recién estaban haciéndose conocidos. Spinetta Jade o Serú Girán creo que hicieron algo tan complejo y original, que difícilmente pueda decirse que tienen “herederos”. Afortunadamente, casi todos los músicos de Almas de Diamante siguen en actividad y aún tienen mucho más para dar. 




A Almas de Diamante: Memorias del Rock Argentino II lo podés conseguir en estos puntos de venta:



Capital Federal:

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. Rayo Rojo: Av Santa Fe 1670 Local 21-23. Galería Bond Street

. Parque Rivadavia: Puesto Nº 67

. Discover Store, en Galería Jardín (Florida 537, Microcentro)

. La Libre (Bolívar 438, San Telmo)

. Caburé Libros (México 620, San Telmo)



La Plata:

. La Disquería - 54 e/ 8 y 9

. Disquería Sonidos Las Delicias  - 8 e/ 49 y 50

. Xennon La Plata - 48 e/ 7 y 8

. Galería Mayo local 27/28

. Ediciones Haber 48 casi esq. 6

. Génesis Discos - 6 e/ 47 y 48

. Génesis Discos - 7 e/ 56 y 57

. Librería Atenea  - Diag. 80 nº1010

. Siberia Librería y Galería - 51 e/ 5 y 6 nº503

. La Libroteca - 3, 61 y 62 Nº 1415

. Editorial Malisia - Diagonal 78 Nº 506, esq. 6 y 59



Berisso:

. Kaunas - Montevideo e/ 7 y 8 Galería Pendón

. Librería Pérez - 10 e/ Montevideo y 166

. Lutheralia - 9 e/ Montevideo y 166 


Quilmes:

. Xennon Quilmes - H. Yrigoyen nº504 Galería Colón local 141/142



City Bell:
. Libro 49 (Cantilo, entre 6 y Jorge Bell)

Bahía Blanca:
. La Masmédula Libros: O'Higgins 27, Galería Americana
 

Entrevistó: Emiliano Acevedo