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domingo, 11 de septiembre de 2016

PLACERES MUNDANOS: Una escucha de "Cosecha Tardía", de Edu Zvetelman





Mañana fría en Buenos Aires. Voy a la cochera, rezongando, me espera un viaje a La Plata. No sé porque lo hago, si el viaje lo tengo que hacer de todas formas. Cosas de la trivialidad.
Me alcanzan mi “impecable”, paso por la estación de servicio, un amable señor controla las llantas. Todo en orden. Avenida Libertador. El sol abraza mi alma. Hermosa sensación de manejar, con frío afuera, calor adentro.
En el estéreo suena Cosecha Tardía, de Edu Zvetelman y su banda de músicos.

“Sueños”, una linda canción para empezar… “Sueño miradas que abrazan… Promesas eternas… Caricias que ríen y obsequian calor. Sueño que vuelo y mi sueño me lleva hacia vos…” 
Ahora, suena “Podría ser yo”, saben que esta canción puede conmigo. “Ese que pide y pide, podría ser yo… y al que no le doy nada, podría ser yo…”
Ya desaparecieron mis rezongos. Las calles son amigables. El tránsito fluye y anda la onda verde, la 9 de Julio parece despejada. En realidad, no sé si eso ocurre o es mi sensación.
El CD me va cambiando de estados de ánimo, desde algo inocente, hasta el dolor más profundo. Y, así me acompaña en la Autopista a La Plata.
“Nos habíamos amado tanto y nos habíamos creído todo y nos habíamos comprado el mundo al contado y el futuro a pagar…”  El chico del peaje, muy amablemente, cuenta el vuelto. Le sonrío.
Instrumental, “El Otoño y la Primavera”, no les puedo contar mucho de esta, porque tiene que ver con algunos de los personajes de mi nueva novela. Bellísima. 

Por momentos, aceleraba (hasta 130 km, lo máximo que permite la autopista) pero entre nosotros, con la música de este CD, el sol, y mi emoción hubiera pisado más y más.
Libertad urbana. 

“El Tanguete de Alfredo”, melodía de arrabal… “Dejando huellas en el viento… Salió a buscar dos pechos suaves donde esconder su realidad…” “Se enamoró de un imposible…”
Bajé la marcha, quería disfrutar de lo que estaba sucediendo. La música, el día, hoy es hoy. La inmensidad del infinito, aunque el horizonte estaba tapado por la ciudad, yo lo veía igual.
Ahora, me movía con “Todo puede ser de ahora en más”. “Solo hay que mirar y ver si estás… La vida está abierta y voy a entrar…” Maravillosa frase. Eso estaba haciendo, entrando…
“Imagino”, para las románticas como yo, solo escuchen la letra y siéntanse amadas… “Imagino tu cuerpo delicado, acurrucado inexorable entre mis brazos…” Imaginen… No podía demasiado porque hubiera hecho estragos en el auto.
“Sombrero Lindo”, violín y piano. El volumen al mango y casi un orgasmo terrenal. Nada más que decir.
Bailando con los hombros, mientras cantaba la murga… “No estás en ninguna parte…” “No a todos les cabe el cincho ni cien años de perdón…”

Entrando a La Plata, claro, un poco se complicó, más atenta al tránsito. Pero, seguía todo igual. Todo fluía, hasta la onda verde. No recuerdo que hubiera onda verde en La Plata, pero hoy funcionaba.  (No calculen canciones, tiempo, dónde estaba, el relato es como es).

“Para recordar”, con esta canción es inevitable llorar. Es tan amorosa, tan sentida, un homenaje a su papá. “El miedo de estar sin tu voz…” Es tan descriptiva que vemos a Barracas, el violín, el consultorio marrón, paleta y frontón, su dolor. “¿De qué libro mamaste el amor..?”  
“Ando sintiendo”… Parece más tranquila, hasta que le prestas atención a la letra. “No me sienta bien el perfume global…” “Ando dudando qué hacer con mi vida. Cuál es el camino que habré de tomar…”
Para “El Barco”, recomiendo escucharla con la ventanilla abierta, (no importa el frío) que el viento te vuele. A volar. Eso sí, si vas por la Autopista, tené cuidado, casi tomo la ruta dos para irme al mar. Si esta tarde no hubiera tenido el programa de radio, anda a saber por dónde andaba.
“Línea de Fuga”, ahora del mar y el barco, nos fuimos al espejo, pero como tenemos tanto aire, podemos escucharla sin lagrimear. “Es simplemente, que me encuentro tan viejo… Las lágrimas empañan la luz…” “La historia pesa más que la cruz…” Es triste, real, sacude. Pero, es como siempre digo, en toda luz hay oscuridad, y en toda oscuridad, luz. Del barco a esta canción, me sentí identificada.

Debo confesar lo que me ocurre con “Triste”, el volumen al “mango” y la canto a viva voz (menos mal que no me escucha nadie) ventanillas cerradas. Me toca las fibras más íntimas. Me apasiona esta canción. “No hablen de mi dolor, ¿quién no ha sentido así? Un hueco que avanza el alma voy a intentar llenarlo de mí…” La sé de memoria… Aunque, a veces cambio la letra, inevitable, dirían mis hijos. Esta canción es puro dolor, pura magia.
Por último, “Obertujen”, una sinfonía. Árboles, autos, motos, semáforos, nubes, chicos pidiendo, señoras cruzando, colectivos, oficinistas, balcones, carteles, palomas, taxis, amantes, soñadores, ejecutivos de película, canillitas. Todo es ritmo. Buenos Aires baila al compás. 

Ahora, tienen que tener cuidado y que no les pase como a mí, por la agitación interior, en vez de doblar, (ya de regreso a casa) desde la 9 de Julio hacia Libertador; subí a la autopista Illia. Sin embargo, valió la pena. Pura vida.

Grace Santos


sábado, 3 de septiembre de 2016

LOS ESPACIOS AMADOS, entrevista con Edu Zvetelman



Empezó con todo, con el arrebato propio de los niños prodigios. Aún no había terminado su adolescencia y ya estaba tocando los teclados con dos ídolos del rock argentino: primero, en el grupo de Nito Mestre; y luego con el Flaco, Luis Alberto Spinetta, nada menos; en la fabulosa Banda Spinetta de 1978, que inauguró los conciertos en el mítico Estadio Obras. 
Corrían los años de plomo de la Dictadura militar más sangrienta de la historia, y el rock resistía como podía. Allí transitaba sus primeros pasos como músico profesional Edu Zvetelman, el protagonista de esta historia tan particular. Pianista y tecladista, docente, compositor, arreglador, productor, director, sesionista… En su carrera hizo de todo, ya sea escribir música para obras teatrales, bandas sonoras o la musicalización de programas de tv, documentales y publicidades. Ganó premios y prestigio, y hace poco tiempo le llegó la concreción de un sueño añorado que se hizo esperar: la edición de su primer álbum solista, Cosecha Tardía.

Para conocer su historia recorrimos las calles concéntricas y singulares de Parques Chas, a punto de perdernos. Afortunadamente, encontramos su estudio de grabación, en donde iniciamos esta charla que luego devino entrevista. Aquí está, Eduardo Zvetelman, en primera persona.

ENTREVISTA> ¿Cómo te inicias como músico?

Como tenía un piano en casa, desde muy chiquito disfrutaba tocando y sacando canciones de oído. Creo que a los siete u ocho años me pusieron mi primer profesor de música, al que mucha pelota no le daba, porque él me insistía con que estudiara el Clementi, el Diabelli, todos estos libros de enseñanza, o la “Sonatina”; y yo estaba a full con los Beatles. Aunque mi vieja tocaba el piano, y leía muy bien música, yo me resistía a leer música, debido a estos métodos que mi profesor me hacía estudiar, por eso –gracias a que tenía bastante oído-, cuando me pedía que prepare alguna pieza, yo se la daba a mi vieja para que la tocara, así –mirando como ella la interpretaba-, la aprendía de memoria al toque, y luego la tocaba para que la escuchara el profesor.

El viejo truco…
Tal cual. Hasta que un día el tipo se avivó, porque me paró en un determinado momento de mi interpretación –él ya venía sospechando-, y me señaló la partitura, diciéndome: “seguí desde acá”. Y yo empecé para la mierda, haciendo cualquiera… (risas) Bueno, así empecé, sacando canciones, esa fue la mejor forma de aprender armonía, porque tenía mi propio método, en el que vinculaba lo que escuchaba a las sensaciones que me hacía sentir la música, y cuando yo lo tocaba y sentía la misma sensación quería decir que estaba bien lo que había sacado, si no pasaba esto, seguía buscando hasta encontrarlo…

¿Pero seguiste estudiando con profesores de música, no?
Sí, cambiando de profesor, seguí estudiando hasta mi adolescencia. Apenas terminé el secundario –yo estudiaba en el Pellegrini-, mientras seguía tocando en un grupo, comienzo a estudiar Medicina –estuve un año estudiando en la facultad-, y ahí me sale mi primer trabajo como músico profesional, acompañando a una cantante, y vamos a tocar al mismo lugar en donde ensayaban Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre, y el pianista de ese grupo –Osvaldo Caló- era profesor mío. Justo ahí, Osvaldo es llamado por Astor Piazzolla para integrarse a su Octeto Electrónico, e irse de gira por Europa. Por supuesto, Osvaldo acepta la propuesta, pero, antes de irse, le recomienda dos nombres a Nito Mestre para que lo reemplacen: uno era Alejandro Lerner y el otro yo. Entonces, empieza Alejandro a tocar con ellos, pero a la semana se fue, y así entré a Los Desconocidos de Siempre. Estuve tocando con ellos 6 meses, más o menos. O sea, que, de la nada, a los 3 meses estaba tocando en el Luna Park con ellos en un concierto compartido junto a León Gieco
 

¿Y por qué te vas del grupo?
Creo que había un tema relativo a la formación, imagínate que era 1977, y, mientras ellos estaban metidos en el rock, yo venía desde otro lugar: egresado del Pellegrini, con un criterio universitario, y con mucha conciencia política de lo que pasaba en ese momento. Además, era muy chico y un bicho raro para ese medio, no tenía demasiado rock encima aun. Creo que tuvo que ver con eso, por algo después entró en mi lugar Ciro Fogliatta, un pionero del rock de acá, un tipo que sí era del palo… Bueno, luego seguí con mi grupo, y a los pocos meses me llamó Spinetta para tocar con él.

  

¿Así, como si nada?
No sé cómo fue que me llamó, pero fue muy gracioso, porque justo yo estaba con uno de los músicos de mi grupo, trabajando en mi casa, tocando el piano, preparando arreglos… Yo aún vivía con mi vieja, y ella viene a mi cuarto a avisarme que me llamaban por teléfono, y cuando le pregunto “¿Quién?” Ella, como si nada, me dice: “Luis Alberto Spinetta” (risas) Yo no sé si ella sabía muy bien quien era… Ahí le digo: “Mamá, no jodas…” Obvio, yo no entendía nada. Luego nos encontramos con Luis y ahí me ofrece formar parte de la banda que estaba armando. Así me convertí en una especie de ladero de él, ayudándolo a terminar los temas, con lo que tenía que ver con las armonías y demás. Además, (esta forma de trabajo) a mí me venía bárbaro porque necesitaba ensayar un montón más que el resto de los músicos de la banda, que eran muchos más experimentados que yo, tené en cuenta que en ese grupo también estaban Machi Rufino (bajo), Luis Cerávolo (batería), y Bernardo Baraj (saxo). Era la época del jazz rock, en donde había que tocar difícil, rápido y complicado… Con esa formación estuvimos tocando un año, y luego hicimos unos demos para Luis, porque él tenía una propuesta para ir a grabar a EEUU…

El disco norteamericano producido por Guillermo Vilas…
Sí, me acuerdo que Vilas venía a los ensayos, y todo. En principio, íbamos a ir nosotros con Luis a grabar allá, pero finalmente él fue sólo y grabó con músicos norteamericanos. Si bien Luis tenía la idea de hacer un disco al estilo argentino, una vez allá, le impusieron el estilo norteamericano de producción, y cuando volvió, disolvió la banda. Tocando con Luis, conocí a Emilio Del Guercio; un tipo que me cayó muy bien de entrada. Él siempre nos venía a ver tocar, y demás. Entonces, al año siguiente que dejé de tocar con Luis, Emilio me llamó para que forme parte de su grupo: La Eléctrica Rioplatense. En ese grupo estuve tocando bastante tiempo, en varios lugares, entre ellos el Festival de Jazz del ´80, y finalmente participé de la grabación de su disco solista Pintada (1983), en donde hice los arreglos junto al guitarrista Luis Borda. Luego, empecé a dejar de tocar con él, porque comencé a meterme en distintos proyectos, pero aun Emilio sigue siendo uno de mis mejores amigos.

¿Cómo siguió tu formación musical?

Estudié solo y aprendí mucho trabajando, porque después de mi paso por la banda de Spinetta, entré en una vorágine laboral, tocando en hasta seis grupos al mismo tiempo, haciendo distintos tipos de música, daba clases, acompañaba (con el piano) clases de expresión corporal y de danza; y después de unos cuantos años empecé a hacer música para publicidades. En algún momento me agoté de tocar en vivo y dije basta. No quise tocar más para otros, había decidido volver a tocar en vivo sólo cuando tocara mi propia música. Había pasado seis años metido en un ritmo infernal, durmiendo cuatro horas por día, porque me la pasaba laburando como un animal, haciendo arreglos, dirigiendo, tocando, enseñando…
 

¿Qué te pareció meterte a hacer música para publicidades?
Me interesó mucho, porque ahí no sólo componía, sino que también me tenía que ocupar de todo un trabajo integral, ya que al mismo tiempo componía, arreglaba, producía… Trabajaba en el estudio, que era algo mucho más calmo que lo que había vivido antes, cuando había estado yirando de un lado para el otro, tocando en vivo en un montón de lados; y además, por ahí, con un laburo en publicidad ganaba más plata que lo que había hecho todo un mes rompiéndome el orto, tocando en vivo… Me dediqué muchos años a eso.

¿A partir de que época empezás?
Creo que a partir del 86, 87. Hice de todo: publicidades –para las marcas más importantes-, institucionales, cortinas de programas de TV. En algún momento también hice música para cine, teatro; fui volcándome más a lo que tenía que ver con la composición y producción.

¿Cómo se te ocurrió hacer trabajos de música publicitaria?

Por un alumno mío que trabajaba como director creativo de una agencia. Como yo ya tenía las pelotas al plato, con todo lo que tenía que trabajar, un día le pregunté cómo era el tema de las publicidades, y así empecé en ese mundo, que es muy especial, muy interesante por un lado, y superficial por el otro; un lugar en el que te podés encontrar con gente muy brillante y también con tipos muy mediocres y soberbios, que se creen que por escribir dos frases ingeniosas ya son Borges
 

¿Y cómo es la dinámica de trabajo para realizar música para publicidades?
Con el correr de los años fue cambiando. Cambió mucho el manejo interno de las agencias de publicidad, su organización y forma de trabajo. Cuando yo empecé en esto, la música tenía un lugar muy importante, ya que, primero, se hacían muchos más jingles que ahora –y todo tenía música-, pero, además, te pedían que compusieras música de antemano, para venderle la idea al cliente. Entonces, ellos tenían tres o cuatro ideas posibles –campañas o ideas para comerciales-, luego, se dibujaban los storyboards, te pedían la música, y así, iban a vender la idea. Entonces, uno empezaba a trabajar desde la génesis misma del proyecto, había mucha conjunción del laburo, te llamaban a las reuniones de pre producción, se intercambiaban ideas… Con el tiempo empezó a desvirtuarse un poco eso, porque empezó a ponerse discos (en los spots) –algo que, por ley, antes estaba prohibido-, ya que en los 90 –como sabemos- se “liberalizo” y desregularizó todo, y así, luego de tirar a la mierda todas las leyes de producción, lo que antes no se podía hacer pasó a estar permitido… Con eso se hizo mierda –como pasó en otros ámbitos laborales, durante esa época- la industria de la producción de comerciales, porque a las empresas le comenzó a salir más barato traer un comercial extranjero, al que simplemente le cambiaban la locución, doblándolo al castellano; y acá se dejaba de filmar, se dejaba de hacer música, de locutor, de actuar los actores, de dar laburo a los modelos… Por eso, esta nueva situación, la famosa globalización –sumado luego al advenimiento de Internet, y la posibilidad de bajar cortinas musicales de cualquier lado-, fue cambiando los paradigmas de laburo; tanto es así que, si hoy me llamaran para hacer un trabajo en publicidad, difícilmente habrá una reunión, ya que seguro me enviarían un mail con el guión –o la película ya filmada-, o alguna referencia musical, y me van a decir: “Quiero algo parecido a esto…” Ya en esa época era muy común –y sigue siendo- que, como es muy cara la utilización de una canción original, te pidieran que hicieras algo “al estilo de…”. Fue mutando, se volvió algo más impersonal, con menos trabajo de equipo, pero buscando lograr un trabajo eficiente, con una respuesta rápida… Sin embargo, eso de que te pidan hacer cosas “al estilo de…” me ha resultado fantástico como dinámica de trabajo porque así he aprendido a hacer de todo, cualquier música. Parece una pedantería, dicho así, pero mi trabajo me obligó y enseñó a poder encarar cualquier producción y llevarla adelante. Ojo, no estoy hablando de que hago genialidades, si no de que puedo escribir para orquesta, hacer rock n´roll, folklore, temas étnicos –o de world music-… Cada música que te piden es un desafío re interesante para ver “cómo se hace esto”, y hacerlo.

Aparte, tenés que redondear una idea en pocos segundos…

En pocos segundos, y además aprender a producir en muy poco tiempo porque, hoy mismo, me pasa que te pueden llamar un día a las cuatro de la tarde pidiéndote que tengas lista una música para las ocho de la noche, y a esa hora les tengo que mandar una composición original, grabada, producida, y que suene bien como para salir al aire. Está bárbara esa dinámica, aunque, por momentos, sea un trabajo de mucha presión.
 

¿Cómo fue tu trabajo para los canales?
Hice cosas institucionales, en alguna época, por ejemplo, en Telefé, cuando estaban las bolitas, que eran como dibujitos animados haciendo distintas cosas y situaciones. Bueno, yo hacía la música para esos separadores. Hice una música que terminó siendo muy popular, como cortina para el programa La Movida del Verano, que conducía Juan Alberto Mateyko, que estuvo seis, siete años en el aire. En fin, de todo. Al mismo tiempo, en esa época, también trabajaba haciendo música de teatro para el San Martín, con criterios casi opuestos a los que desarrollaba en la TV.

¿Nunca te ofrecieron tocar en vivo en un programa, como, por ejemplo, la banda estable que tuvieron Roberto Pettinato o Nicolás Repetto?
Sí, hace mucho me ofrecieron ser el pianista de un muy famoso programa de TV conducido por una señora rubia…

¿La diva de los teléfonos?

Sí… (risas) Me lo ofrecieron dos años seguidos, pero me negué.

Claro, vos trabajabas para el mismo canal…

Sí, yo trabajaba ahí, pero no me interesaba hacer algo diferente a lo que venía haciendo. Igual, no quiero que parezca que yo hago una especie de valoración, diciendo que un tipo de trabajo es más importante que otro, simplemente, que haber trabajado ahí no era para mí. Yo he rechazado algunos trabajos porque sentía que no me interesaban demasiado, además no quería exponerme…

Aparte, ese programa significaba una exposición diaria…

Tal cual, una cosa diaria, de mucha exposición, y una exposición que a mí no me aportaba nada. No me interesa la exposición por la exposición misma, no tengo ansias de divo, eso no es importante; yo soy músico y compositor, y lo importante es lo que pueda hacer o no. Obviamente, que el tipo de laburo que hago requiere hacerse público en algún momento, pero eso es parte del trabajo y no puede ser el objetivo del trabajo.
 

¿Cómo, luego, te decidiste a mostrar en vivo  tu propio proyecto musical?
Bueno, durante 20 años –mientras me dediqué a hacer mi trabajo para publicidades-, me había agarrado una locura, y no quise tocar más en vivo, así, no toqué con nadie, ni para nadie, salvo por un par de oportunidades en las que toqué con Emilio, hace un par de años, por ejemplo, en un homenaje a Eduardo Rogati, un guitarrista que había tocado con nosotros. Esto fue así, hasta que un día me decidí y volví a tocar en vivo para mostrar mi música.

 

¿Cómo se te ocurrió?
La excusa era otra, había pasado mucho tiempo, además de tener muchas deudas pendientes con eso, tenía ganas de hacer un disco con mi música, volver a armar mi grupo y salir a tocar. Es muy heterogénea mi música, y me gusta que sea así. Los recitales que hice fueron, equilibradamente, intercalando música instrumental con temas cantados. En lo instrumental hay muchas cosas que hice para cine, o teatro, que luego les hice una reversión para poder tocarlas en vivo, las canciones no eran conocidas, obviamente, porque aún no habían sido grabadas…

¿Vos haces las letras?

Sí, son mías…
 

¿Y cómo estaba formado tu grupo?
La formación instrumental era bajo, batería, guitarra y violín; y yo en el piano y cantando. Puede variar alguna cosa, pero esa es la formación que utilizo. Tocamos mucho en bares, boliches, hemos tocado en Notorius, La Vaca Profana, y en uno que cerró que se llamaba La Revuelta.

¿Y la gente que te  a iba a ver seguro te preguntaba cuando editabas tu disco, no?

Sí, y no tenía respuestas para darles… Yo soy muy desastre con eso. A veces me ha pasado en mi vida profesional, que me es muy difícil compatibilizar el deseo artístico con la necesidad de laburar para comer, y para las responsabilidades que uno tiene: hijos, casa, etc. Por eso, tanto el deseo como las responsabilidades, a veces, se llevan a las trompadas, uno con el otro. Por ahí, si en algún momento me hubiese decidido a hacer un camino distinto, mi sustento lo hubiese podido lograr con mi música, con una propuesta más artística, pero se ve que no lo supe hacer, o no me animé, y por eso me dediqué a un aspecto más profesional de la música, ya sea haciendo de sesionista o componiendo música para otros, en cine, teatro o publicidad. Entonces, se van generando dos caminos que no siempre son paralelos, ya que a veces se abren, se bifurcan… Por eso te decía antes que me siento en deuda, ya que la parte de la música que más me gusta, si trabajo, se me empieza a alejar… A mí, también me pasó, que, antes de empezar a realizar música publicitaria, tuve un par de reuniones con gente de la industria discográfica, y éstos, en un par de oportunidades –primero siendo pendejo y luego cuando era más grande-, me ofrecieron hacerme grabar como solista (yo tenía grupos en ese momento). Y, con el tiempo, recién me di cuenta de lo que querían que yo sea, pero en aquel momento yo estaba muy aferrado a mi ideales musicales, y por eso les dije que no, porque me proponían –en especial, la segunda vez- en hacer música al estilo de fulano, o de grupos que estaban de moda en los 80; pero me negué porque, para hacer jingles, o música comercial, me dedicaba a la publicidad, en donde no tengo que poner la cara, no le miento a nadie, y no estoy engañándome. Así que, por fin, me llegó la hora de poder plasmar lo que creo que tiene que ser mi música. No me interesa si este material vende 50 discos, 18, o lo que sea; porque tampoco voy a salir a hacer un producto pre digitado, que no me representa. Así que no estoy disconforme con lo que he hecho, por más que no tenga 10 discos editados –como podría tenerlos-, porque aún estoy en camino, y tengo mucho por hacer…
 

¿Paralelamente a la grabación de tu disco, qué otros proyectos estuviste haciendo?
Estuve, afortunadamente, haciendo cosas muy diversas y enriquecedoras. Hasta 2013, trabajando bastante, componiendo y produciendo música para institucionales y videos para Presidencia de la Nación, el Anses y otras instituciones y campañas políticas.
En 2012, hice los arreglos y la dirección musical del disco Cancionero Malvinas, con la producción ejecutiva de la Universidad Nacional de Lanús y la producción artística de Emilio del Guercio, en el que participaron importantísimos artistas de diversos géneros musicales. Una experiencia muy buena y de enorme aprendizaje.
Luego de eso, empecé a abocarme a la pre producción de mi primer disco solista, Cosecha Tardía, que, finalmente, grabé a lo largo de 2014 y salió a la venta a principios de 2015.
Asimismo, estuve trabajando componiendo y produciendo para diferentes obras de teatro: Piel de Judas (protagonizada por Susana Giménez) y El Quilombero (ambas dirigidas por Arturo Puig y producidas por Gustavo Yankelevich), dentro de lo que podría denominarse teatro comercial y para una obra de Danza Teatro, Las Bernardas, dirigida por Teresa Duggan.

¿Estás grabando material nuevo en la actualidad?
Estoy pensando en la producción de un nuevo disco solista, pero no grabándolo aún. Supongo que hasta el año próximo no podré encarar ese proyecto.

¿De qué se va a tratar este nuevo material?
Lo tengo pensado como un disco casi exclusivamente instrumental, en lo posible orquestal, donde volcar muchas de mis obras compuestas para cine y teatro.

¿Va a ser un disco de canciones independientes entre sí o conceptual?
Tiendo a pensar que, así como Cosecha Tardía, si bien puede tratarse de obras diferentes y hasta con un criterio bastante ecléctico, lo conceptual aparece, si o si, cuando el alma y el deseo que las motoriza, son una misma cosa y tienen la misma persona como origen.

¿Seguís tocando en vivo?
Estuvimos haciendo, con mi grupo, algunas presentaciones en Boris, Notorious y Mediterránea.

¿Qué opinas de la actualidad del rock argentino?
No creo tener la información suficiente para emitir una opinión certera.
Sin embargo, el movimiento contra cultural que fue el llamado Rock o Música Progresiva de los 70, tuvo el mismo final que todos los intentos contraculturales, es decir, finalmente fueron cooptados por el mercado y poco y nada es lo que quedó de las intenciones e ideologías que los crearon.
Tengo la sensación de que se ha ido vaciando de contenido y de calidad, manteniendo ciertas apariencias y conductas que "parecieran" asemejarse a los orígenes pero, me temo, son más cosméticas que de fondo. Todo, finalmente, responde a intereses comerciales y, mientras venda, poco importa si es bueno o malo, genuino o inventado en un escritorio, y si tiene algo que ver con el rock nacional original o absolutamente nada.

¿Dentro de este presente del rock qué artistas encontrás interesantes?
Me están resultando muy interesantes artistas que no se encuentran dentro de lo que ahora llaman rock.
Algunos fusionan distintos estilos de manera maravillosa, como Aca Seca Trio, Puente Celeste. Me siguen gustando mucho compositores como Fandermole, el Negro Aguirre o intérpretes excepcionales como Nahuel Pennisi, por citar sólo algunos.

¿Qué sentiste con respecto a la muerte de Spinetta? ¿Pensás que en vida se reconoció su figura en su justa medida o recién ahora se alcanza a comprender su trascendencia?
En principio, obviamente, sentí mucha tristeza. Asimismo, me siento agradecido por haber tenido la oportunidad de haber compartido con él una riquísima etapa en los comienzos de mi carrera, donde todo era aprendizaje y asombro.
Creo también, que han proliferado Spinettólogos desde abajo de las piedras luego de su muerte y, penosamente, hay muchos músicos que se disputan el cetro de herederos o viudos de él y su obra. Esto me resulta verdaderamente patético.
Su obra está muy por encima de cualquier miseria humana que pretenda sacar provecho de ella.

Una pregunta que le hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿Qué tema de otro artista te hubiese gustado componer a vos?
Uh...Montones. Desde “Rapsodia en Blue”, de Gershwin; la “Serenata para vientos”, de Mozart; “First Circle”, de Pat Metheny; “La felicidad”, de Pablo Milanés; “Brindis por Pierrot”, de Jaime Roos; “Canción del remanso”, de Fandermole... y podría seguir con la lista... Por suerte hay tantos artistas talentosos que nos regalan su arte y lo van renovando...

¿Qué música estás escuchando ahora? ¿Qué artistas de los que estás escuchando recomendás a nuestros lectores?
Escucho un poco de todo. Me llama mucho la atención Jacob Collier, tiene un talento avasallante y deslumbrante, como así también Snarky Puppy, un grupo que toca impresionantemente bien y se abre a compartir proyectos con diversos artistas.

Para terminar, Edu, contanos tus proyectos a futuro…
Además del proyecto futuro de mi disco, estoy gestionando la posibilidad de hacer alguna presentación con orquesta.
Y, en estos precisos momentos, estoy comenzando a trabajar en los arreglos orquestales de un musical que se estrenará en Buenos Aires en Marzo de 2017.

Emiliano Acevedo